Resumen
Considerando la relevancia de la noción de sentido para los estudios del lenguaje, este artículo realiza un recorrido por los seminarios y escritos de Jacques Lacan con el objetivo de analizar los modos en que se emplea este término. Revisamos las conceptualizaciones que se construyen en torno al sentido para establecer puntos de diálogo con el análisis del discurso. Este trabajo permite identificar cuatro periodos temporales en los que se ubican diferentes entramados teóricos en torno a esta categoría: 1953-1957, en el que el sentido es pensado en relación con las formaciones del inconsciente; 1957-1964, en el que se lo articula con la cadena significante y el Otro; 1964-1974, en el que se lo diferencia de la significación y se lo caracteriza como semblante, y, finalmente, 1974-1977, en el que se lo distingue de lo real. Estos momentos evidencian continuidades respecto a las elaboraciones que se entretejen, pero también rupturas significativas: mientras que la referencia al sentido fallido -nunca se alcanza el todo-sentido- permanece a lo largo de las enseñanzas, en los últimos años se ubica una fuga de sentido que reenvía a un más allá, anclado en lo real, por fuera del discurso.
Palabras clave: inconsciente; sujeto; discurso; significante; psicoanálisis
Abstract
Considering the relevance that the notion of meaning presents for language studies, this article reviews the seminars and writings of Jacques Lacan with the aim of analyzing the ways in which the French psychoanalyst uses this term. We seek to review the different conceptualizations that are built around meaning to establish some points of dialogue with the approach with which discourse analysis operates. This work allows us to identify four time periods in which different theoretical frameworks are located around this category: 1953-1957, in which meaning is thought in relation to the formations of the unconscious; 1957-1964, in which it is articulated with the signifying chain and the Other; 1964-1974, in which it is differentiated from significance and characterized as a semblant, and, finally, 1974-1977, in which he is distinguished from the Real. These moments show certain continuities with respect to the elaborations that are interwoven, but also significant ruptures: while the reference to meaning as failed -by definition, all-meaning is never achieved- remains throughout the teachings, in the last years, a leak of meaning is located that refers to a beyond, anchored in the Real, which is outside the discourse.
Keywords: unconscious; subject; discourse; signifier; psychoanalysis
1. Introducción
El amor por la lengua, retomando el título del célebre trabajo de Milner (1980), (des)une los frondosos campos del psicoanálisis y de los estudios del lenguaje. A simple vista, la estofa en la que ambos hunden sus prácticas es compartida. El decir psicoanalítico eleva desde sus orígenes la palabra como medio de cura (el talking cure freudiano). Pero también denuncia su más allá. Las últimas enseñanzas lacanianas en las que, a través de la topología, las reflexiones en torno a lo real desplazan la preocupación por el orden simbólico introducen, siguiendo esta dirección, la posibilidad de negativizar esta tesis.
El análisis del discurso de raigambre francesa se nutre del conocimiento «psi» acerca del inconsciente, acerca de ese inconsciente que tropieza, que aparece en lo que cojea y que exhibe su falta. Las nociones de sujeto, significante, enunciación, lenguaje, por ejemplo, atrapadas en las redes de lo simbólico, son las que más se avienen a las conceptualizaciones que se entretejen en este espacio. Los años en los que Lacan se detiene en esta dimensión son, por ello, los que más han atraído a quienes se interesan por los procesos discursivos. Indagar los últimos desarrollos del psicoanalista -en los que la estructura ya no es concebida en relación con el lenguaje, sino en términos borromeanos- en su (des)articulación con una perspectiva discursiva en torno a la lengua permite introducir la dimensión de la lalangue y del parlêtre y cuestionar la preeminencia de lo simbólico en el quehacer del analista1.
La noción de sentido se presenta como un elemento de intersección -incluso desde sus inicios- entre ambos campos del saber: aparece con frecuencia no solo en la obra freudiana2 y, luego, en las enseñanzas de Lacan, sino también dentro de las primeras propuestas pecheutianas. Es por ello que en estas líneas retornamos a este término con el objetivo de revisar los modos en que el psicoanalista francés lo conceptualiza a lo largo de los años, ya que permite establecer algunos puntos de diálogo con el abordaje con el que opera el análisis del discurso. Analizamos no solamente los primeros seminarios y escritos lacanianos, sino también aquellos que se corresponden con los últimos años y que establecen la dicotomía entre lo real y el sentido. La definición de esta noción que Pêcheux (2016, p. 221) cita para argumentar su proposición respecto a la primacía del significante sobre el signo y el sentido pertenece a los escritos lacanianos; intertextualidad que vislumbra, de esta forma, el alcance de nuestro recorrido. Henry (1988) recuerda, en relación con la lingüística, que el problema del sentido no se restringe exclusivamente a este dominio.
El psicoanálisis, al decir de Cassin (2021, p. 45), tiene una relación «rebelde» con el sentido. En verdad, para Lacan no es una categoría de límites precisos, ni constituye un concepto acabado que contenga una clausura de su significación. Serpentea en sus palabras desde el Seminario I. Los escritos técnicos de Freud (1998) hasta el Seminario XXIV. El fracaso del Un-desliz es el amor (2008c). Sobrevive, así, en sus últimas enseñanzas. Es un término usual dentro del discurso psicoanalítico, estudiado por varios de sus practicantes (Canosa, 2015; Fuentes Esparza, 2016; Godoy, 2015; Miller, 1995, 2012, 2013, 2014). En este artículo buscamos revisar algunas de las huellas diacrónicas que el sentido ha ido dejando en los seminarios y escritos de este psicoanalista francés.
Para organizar este trayecto nos detenemos, en un primer momento, en algunas (pocas) referencias sobre el sentido que se promueven desde los estudios discursivos, en particular, en algunos de los trabajos de Pêcheux, con la finalidad de ubicar su valor y sus resonancias dentro de esta tradición. En una segunda instancia, recorremos los diferentes momentos que ordenan las acepciones que adquiere este término en el decir lacaniano para hurgar las singularidades teóricas que de ellas se desprenden. Finalmente, esbozamos ciertos cruces que permiten entramar el (no) sentido, el discurso y su más allá.
2. Los sentidos discursivos
Como hemos recordado, es el propio Pêcheux quien refiere al sentido. Ya en «Analyse automatique du discours» de 1969, problematizando el esquema de la comunicación jakobsiano y las propuestas conductistas, define el discurso como un efecto de sentido entre interlocutores y no como una mera transmisión de información entre A y B (Pêcheux, 1990). Es decir, el sentido se constituye como elemento fundacional en el modo en que se piensa el discurso y está constituido por las condiciones de producción. Es importante precisar que A y B no remiten a dos individuos, sino a lugares configurados por la estructura de una formación social. De acuerdo con esta posición, Orlandi (2014), quien evoca el lugar medular de esta categoría para el análisis del discurso, ubica el funcionamiento de la lengua en la producción y constitución de los sentidos y ya no en la comunicación. Tomando en cuenta que son las instituciones las que regulan los sentidos, la autora señala que los enfoques discursivos estudian el sentido dimensionado en el tiempo y en el espacio de las prácticas, descentrando la noción de sujeto: «Las relaciones de lenguaje son relaciones de sujetos y de sentidos y sus efectos son múltiples y variados» (Orlandi, 2014, p. 14).
En Las verdades evidentes, publicado en 1975, Pêcheux concibe el sentido, en primer lugar, en su relación con el interdiscurso. En este texto, el sentido de un término o de una expresión no es entendido como un elemento cristalino; no se correlaciona con lo literal del significante. Por el contrario, está determinado por las posiciones ideológicas implicadas dentro de sus condiciones de producción. Las palabras, las expresiones, las proposiciones adquieren, entonces, su sentido a partir de la formación discursiva en la que son producidas. Ella constituye, en una formación ideológica determinada, lo que puede y debe ser dicho. Al decir de Pêcheux (2016):
(E)l sentido de una palabra, de una expresión, de una proposición, etc., no existe «en sí mismo» (es decir, en su relación transparente con la literalidad del significante), sino que está determinado por las posiciones ideológicas puestas en juego en el proceso social histórico en el que las palabras, expresiones y proposiciones son producidas (es decir, reproducidas).3 (p.142)
Esta determinación histórica de los procesos de significación conlleva que el sentido se interprete en su aspecto relacional, dependiendo de las relaciones constituidas en y por las formaciones discursivas. De allí que Orlandi (2014) sostenga que la paráfrasis es la matriz del sentido: un discurso reenvía a otros discursos que lo sustentan, así como a decires futuros, imaginados o posibles. En esta matriz de producción no hay origen ni punto final. Por el contrario, para esta lingüista, todo discurso es analizado como un estado de un proceso discursivo más amplio. Es por este motivo por el que el análisis del discurso no se arroga la búsqueda de un sentido «verdadero», sino lo real del sentido a través de su materialidad histórica y lingüística.
Esta conformación del sentido no puede estudiarse de manera separada de la constitución del sujeto. Pêcheux (2016), a partir de la definición althusseriana de la interpelación ideológica, sostiene que la producción de sentido forma parte de la interpelación del individuo en sujeto, ya que, entre otras determinaciones, el sujeto es «producido como causa de sí» (p. 219; destacado del original) en la forma-sujeto del discurso bajo el efecto del interdiscurso. En palabras de Orlandi (2007), el sujeto y el sentido se constituyen mutuamente por sus inscripciones en el juego de las múltiples y diversas formaciones discursivas.
En segundo lugar, volviendo a Las verdades evidentes, el sentido se asoma en este texto -aunque tímidamente- alrededor de un eje que será continuado y desarrollado unos años después bajo la referencia al equívoco, a saber, su dimensión de sinsentido. Apoyándose en el psicoanálisis, Pêcheux reconoce que el sentido se produce en el sinsentido y, para definirlo, recurre a la cita de Lacan que mencionamos anteriormente:
El sentido se produce en el sin-sentido, es decir en el paso del cual Freud descubrió que, traspasado a contrapelo, da lugar a esa palabra (mot) que en francés es “le mot”, por excelencia (palabra o frase ingeniosa), la palabra no tiene allí más patronazgo que el significante del espíritu o ingenio, y donde se toca el hecho de que es su destino mismo lo que el hombre desafía por medio de la irrisión significante. (Lacan, 1966, en Pêcheux, 2016, p. 221)
Podría pensarse que el sinsentido de la lengua, aquello que la descompleta, constituye una propiedad que habilita el movimiento interdiscursivo y sus efectos en el intradiscurso.
En 1983, en «Estructura o acontecimiento», el papel del equívoco es pensado por Pêcheux como lo propio de la lengua: «todo enunciado es intrínsecamente susceptible de convertirse en otro que él-mismo, de separarse discursivamente de su sentido para desviarse hacia otro» (2014, p. 17). El equívoco no es una equivocación, una falla en el discurso, sino que es un hecho estructural implicado por el orden simbólico4. Estos puntos de desviación, que denuncian la ilusión del decir-todo, conforman el espacio en el que trabaja el análisis del discurso.
En esta perspectiva se inscribe el artículo «Acerca del equívoco» de Henry (2019), en el que se analiza el equívoco y su sentido y en el que reitera que la cuestión del sentido es un punto cardinal para la lingüística. Según él, el análisis del discurso, que se sirve de los enfoques lingüísticos, intenta revisar sobre nuevas bases este problema. Tomando a Lacan y a Milner, quienes pregonan una dimensión de no identidad en la lengua, afirma que el equívoco tiene el efecto de vaciar el sentido, deja ver el sinsentido que subyace a todo sentido y, por ello, exhibe la desnudez del significante.
3. Los sentidos lacanianos
El sentido emerge en las palabras de Lacan desde sus múltiples acepciones: lo utiliza como dirección, como intención, como significado, como interpretación. Aparece también acompañado de numerosos adjetivos; se viste de sentido pleno, vertical, transversal, técnico, estricto, último, freudiano, jurídico, original, simbólico, literal. Ahora bien, la vertiente del sentido que nos interesa perseguir en estas páginas y que, a simple vista, se acerca a la del significado se emplea, como hemos recordado, en el Seminario I. Los escritos técnicos de Freud (1998)5. Se menciona, incluso, al comienzo de su apertura: «El maestro interrumpe el silencio con cualquier cosa, un sarcasmo, una patada. Así procede, en la técnica zen, el maestro budista en la búsqueda del sentido» (1998, p. 11). Estas primeras oraciones vaticinan la centralidad de esta noción que traspasa el primer curso. Este uso no es sorpresivo; es un término que insiste y se reitera en la obra freudiana y en sus desarrollos teóricos. De allí que Lacan lo destaque a propósito de la interpretación de los sueños: «cuando se interpreta un sueño, estamos siempre de lleno en el sentido» (Lacan, 1998, p. 12).
Este artículo no se arroga la intención -desde ya, imposible- de descifrar las enseñanzas lacanianas, no aspira a encontrar la verdad oculta de su decir, sino que, por el contrario, pretende pensar «con» Lacan algunos, solo algunos, de los caminos teóricos que el término sentido emprende y que contribuyen a revisar esta noción desde el análisis del discurso. El mismo Miller (2013) advierte que el psicoanalista reubica y relativiza esta noción a lo largo de su trayectoria, en la que reconoce dos posturas: la primera asociada a la semantofilia y la segunda, a la semantofobia.
Una lectura detenida y atenta de los seminarios y los escritos nos permite identificar y distinguir cuatro tiempos diferentes en torno al sentido; momentos que, como es posible extender al resto de sus enseñanzas, no se conciben como superadores6. Estos tiempos, de hecho, se organizan en función de un eje teórico y sus límites no clausuran los desarrollos que se producen en ellos. Por el contrario, al igual de lo que ocurre con otras categorías lacanianas, se advierten retazos de estas producciones en los diversos momentos de su enunciación. Los años que tomamos para agrupar estas temporalidades son, por lo tanto, orientadores y deben considerarse, más que como fronteras compactas, como bordes permeables. En los apartados siguientes precisamos, con más detalle, este horizonte discursivo.
3.1. Primer tiempo: el sentido y las formaciones del inconsciente (1953-1957)
En estos primeros años el sentido en los dichos de Lacan retoma la tradición freudiana, por lo que se lo concibe a propósito de las formaciones del inconsciente. Este es el caso del sueño, del síntoma, del lapsus, del Witz (agudeza). En este momento el eje que recorre sus enseñanzas es el par sentido/sinsentido7.
En 1953-1954, en el Seminario I. Los escritos técnicos de Freud, Lacan (1998) articula el sentido con las palabras, con la pluralidad de sentidos que un semantema porta, con la imposibilidad de alcanzar la univocidad simbólica -«toda significación no hace más que remitir a otra significación» (Lacan, 1998, p. 358)-. Ya desde los inicios, entonces, el sentido se presenta como inasequible; siempre está en relación con otro. A partir de esta caracterización, el psicoanalista lo asocia con las distintas formaciones del inconsciente que Freud estudia. De esta manera, el sueño, el síntoma, el lapsus y el Witz tienen, según él, un sentido; sentido que, en estos años, queda del lado de la significación. Es, por ello, por lo que en diversas ocasiones Lacan homologa el sentido del sueño con su significación8.
Este empleo del sentido conforma una de sus propiedades elementales y permite pensar su conexión con el sinsentido. Lacan (1998) caracteriza el lapsus como el aspecto radical del sinsentido que tiene todo sentido. Es en el sinsentido que el sentido emerge, es creado y, a la vez, es aniquilado. En el Witz ocurre algo similar, ya que en él irrumpe el sinsentido en un discurso que parece tener sentido. Allí radica su valor, su carácter paradigmático y aquello que lo distingue de lo cómico: expresa el profundo sinsentido de todo empleo del sentido (Lacan, 2008b). El sentido se basa así en el uso del significante, que crea la significación, la sostiene y la reduce. Estos ejemplos ponen en evidencia que el psicoanalista no se alista linealmente tras las filas freudianas, en la búsqueda de los sentidos latentes tras estas formaciones del inconsciente, sino que se separa de esta concepción, la cuestiona, y postula la existencia de un sinsentido constitutivo e inherente al sentido.
En una clase dictada el 19 de mayo de 1955, Lacan (2008a) afirma que el sentido es un orden que surge, es un surgimiento, que expresa algo que está más allá de la vida y que está en función de la muerte9. El chiste y el sueño están en ese nivel, en el nivel de la aparición. Un mes después dirá que el sentido radica en que el ser humano no es el amo de un lenguaje primordial: fue lanzado a él, está atrapado en su engranaje. En otras palabras, podría decirse que el hombre -así lo llama Lacan- no es amo en su casa, no es dueño del sentido, está apresado en él. Esta cuestión del surgimiento desemboca en la pregunta por la creación. En 1957, dos años después, al referirse a la fobia de Juanito, caso freudiano emblemático, el psicoanalista recuerda que el ser humano se enfrenta con problemas que son de significantes y que la existencia de estos introduce en el mundo un sentido nuevo (Lacan, 2008b). De allí que mencione el problema de la creación de sentido, que, como desarrollamos en el próximo apartado, será ampliado en los seminarios siguientes.
Ahora bien, ¿qué lugar ocupa el sentido en este primer tiempo en la práctica analítica? En 1953, en la apertura del Seminario I. Los escritos técnicos de Freud, Lacan (1998) asevera que la tarea del analista en la interpretación de los sueños es reintroducir el registro del sentido. Aclara también que el analista no busca «revelar» (p. 53) el sentido latente de un síntoma, su sentido verdadero, no pretende desentrañar el sentido que estaría oculto tras él, sino que este debe ser asumido por el analizante. Mientras que en 1955 agrega que el psicoanálisis busca detrás del discurso el sentido y la función simbólica que a través de él se manifiesta (Lacan, 2008a), en 1957 alude a «resolver» (Lacan, 2008b, p. 396) el sentido del discurso. En estos años el sentido es, entonces, parte clave en la clínica psicoanalítica, en particular en lo referente a la interpretación.
3.2. Segundo tiempo: el sentido, la cadena significante y el Otro (1957-1964)
Es en el Seminario V. Las formaciones del inconsciente en el que insiste en la palabra sentido con mayor frecuencia. Como su nombre lo indica, en este seminario, en el que se empiezan a desplegar los primeros lineamientos en torno a la construcción del grafo del deseo, que culminará tres años después en el escrito «Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano», Lacan (2005) se pregunta por las formaciones del inconsciente y, si bien encontramos numerosas referencias a los desarrollos del primer tiempo, el foco está puesto en la articulación del sentido con la cadena significante. En este segundo momento el par sentido/paso de sentido (pas-de-sens) es aquel que atraviesa sus enseñanzas.
En el Seminario V. Las formaciones del inconsciente el sentido es entendido en términos de significado, por lo que se lo relaciona con la articulación significante. Recordemos que el psicoanalista francés, a partir de la propuesta de Jakobson y Halle (1980), reformula como metáfora y metonimia las leyes de condensación y desplazamiento elaboradas por Freud (1991). Para él, ambas son funciones creadoras ejercidas por el significante sobre el significado. La metonimia se define por la conexión palabra a palabra y la metáfora, por la conexión palabra por palabra. En estos años el sentido es pensado como metafórico -surge de la sustitución de un significante por otro en la cadena simbólica- y el objeto a es entendido como metonímico -el objeto del deseo es el objeto del deseo del Otro y el deseo siempre es deseo de Otra cosa- (Lacan, 2005).
En este seminario, a fines de 1957, Lacan indica que el sentido se logra cuando se concluye la oración: «si empiezo una frase, no comprenderán ustedes su sentido hasta que la haya acabado» (Lacan, 2005, p. 17)10. El mensaje es, entonces, el resultado de la conjunción del discurso con el significante como soporte a partir del que se crea el sentido. Aclara que, en el discurso corriente, que puede caracterizarse como vacío, se producen menos creaciones de sentido; este ya está, de alguna forma, dado. Sin embargo, el psicoanalista precisa que siempre se dice más de lo que uno quiere decir; siempre aparecen sentidos nuevos, matices del sentido, por la vía del significante, ya sea a partir del equívoco, ya sea a partir de la homonimia. En otras palabras, la formación del sentido es producto de la combinación significante y las formaciones del inconsciente devienen de esa relación, son los efectos del engendramiento de sentido, cuyas ambigüedades siempre se escapan.
Retomando, pero, a su vez, ampliando aquello que trabaja en los seminarios anteriores, en estas clases se mencionan tres rasgos que singularizan la agudeza y que permiten reflexionar en torno a la articulación significante. En primer lugar, el Witz actúa en el encuentro entre el mensaje y el código. En segundo lugar, para que se convierta en una agudeza este encuentro requiere de la sanción del Otro. No es sin este tercero, sin su intervención, que se la pueda definir. Por último, a nivel del sentido, su esencia se relaciona con la dimensión de la verdad. En otras palabras, en el Witz se pone en juego algo del orden de la verdad.
En lo que respecta a la metonimia, tomando como ejemplo un fragmento de la novela realista Bel-Ami de Maupassant, Lacan (2005) manifiesta que en la cadena metonímica hay deslizamiento de sentido y que el discurso, en su dimensión de cadena, es un lugar deslizante. De ahí que el sentido sea concebido desde la caída, la reducción, la desvalorización. Incluso, en «La instancia de la letra en el inconsciente, o la razón desde Freud» asegura: «es en la cadena del significante donde el sentido insiste, pero que ninguno de los elementos de la cadena consiste en la significación de la que es capaz en el momento mismo»11 (Lacan, 2007, p. 470)12.
En la clase del 4 de diciembre de 1957 el psicoanalista retoma la definición freudiana del chiste y su mecanismo, cuya fórmula se sintetiza en el enunciado el sentido en el sinsentido. Lacan, no obstante, corrige esta explicación y sustituye el término sinsentido por las expresiones poco sentido (peu de sens significa tanto «poco sentido» como «pizca de sentido») y paso de sentido (con el giro pas de sens también se apela a la ambigüedad; significa «nada de sentido» y «paso de sentido»).
A causa de la función metonímica, los chistes no juegan con el sinsentido, sino, en cambio, con el poco sentido. Lacan modifica aquello que plantea en seminarios anteriores y manifiesta que no hay intervención del sinsentido en cada equívoco. El mensaje, por ende, interroga al Otro con respecto al poco sentido. Es necesario para que la agudeza se logre que el Otro responda a ella y la autentifique; perciba lo que hay en ella de demanda de sentido.
La metáfora, por su parte, se corresponde con el paso de sentido. En la agudeza el Otro recibe lo que se presenta como poco sentido y lo transforma en paso de sentido, que se corresponde con lo fugaz de lo que el sentido muestra de su proceder. Nunca se alcanza el sentido pleno: «una vez que el hombre ha entrado en el mundo simbólico, no se puede alcanzar nada como no sea a través de una sucesión infinita de pasos de sentido»13 (Lacan, 2005, p. 126). Es allí donde se consuma el placer para el sujeto, en el punto en que en el Otro aparece algo del orden de la sorpresa. El poco sentido y el paso de sentido están siempre interrelacionándose14.
En el Seminario VI. El deseo y su interpretación de 1958/59, el efecto de sentido todavía equivale al efecto del significado; se usan como sinónimos: «En esa metáfora surge algo nuevo, un sentido, un significado» (Lacan, 2014a, p. 70). También se emplea como sinónimo de significación: «La cadena significante tiene dos aspectos. El primero es la unidad de su sentido, la significación de la frase» (Lacan, 2014a, p. 156)15.
Finalmente, en el Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, a propósito de la alienación, Lacan (2001) retoma la relación entre el sentido y el Otro y la profundiza. En efecto, en la clase del 27 de mayo de 1964 ubica el sentido en el campo del Otro. Como puede observarse en la Figura 1, el ser desaparece al ser eclipsado en el sentido que emerge del Otro.
El sentido en el Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Fuente: Lacan (2001).
A partir de esta lectura, en la que el sentido proviene del Otro, los desarrollos lacanianos divergen de aquellos que elabora en el primer tiempo en torno a la interpretación. La finalidad de la interpretación, plantea el psicoanalista, no es el sentido, sino reducir los significantes a su sinsentido para ubicar los determinantes de la conducta del sujeto. En la clase del 17 de junio, Lacan (2001) agrega que la interpretación hace surgir significantes irreductibles, hechos de sinsentido, pero ella no es sinsentido. Permite que el sujeto acceda a los significantes a los que está sujetado. Siguiendo esta línea, en «Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano» Lacan (2008e) propone que son justamente los huecos del sentido los determinantes del discurso.
3.3. Tercer tiempo. El sentido, la significación, el sujeto y el semblante (1964-1974)
Es en el Seminario XII. Problemas cruciales para el psicoanálisis, de 1964-1965, en el que escribe en el pizarrón la célebre oración de Noam Chomsky -«Colourless green ideas sleep furiously»16 (Lacan, s.f.b., p. 2; destacado del original)- para analizarla y articularla con el sentido, la función significante y el sujeto. A partir de este enunciado el psicoanalista distingue el sentido de la significación. El sentido, describe, puede alcanzarse a través de dos vías. En primer lugar, está la vía de la significación, vía a la que califica de excesiva ya que es siempre múltiple: cualquier cadena significante engendra diversas significaciones, por lo que buscar una significación unívoca es una empresa por demás vacía. Incluso, varía según el entorno, la situación, el diálogo que se realiza. La única condición que necesita una oración para que tenga sentido es que tenga alguna forma gramatical. Esta vía queda, por ello, descartada para el psicoanálisis.
En segundo lugar, está la vía del significante, la vía de la oposición fonemática. Este modo de pensar el sentido y el significante es aquella que se corresponde con el texto poético y que está en relación con el soporte del decir. Es una vía que tendrá más relevancia en los últimos años. Esta diferenciación -entre el sentido y la significación- conduce a Lacan a revisar ambos términos en relación con la interpretación. De allí que en «El atolondradicho» (2018b) indique que la interpretación es sentido y va contra la significación.
Por otra parte, esta distinción le permite a Lacan ubicar la noción de sujeto en psicoanálisis: mientras que la lingüística excluye el sujeto, el psicoanalista encuentra en él el pivote de su praxis. Este sujeto, sujeto del inconsciente, no es un sujeto del sentido. Por el contrario, cuando este lo inunda el sujeto se desvanece bajo el sentido17. El sentido está en línea con el ser y no con el sujeto. Lacan señala, por tal razón, que es esencial mantener en el centro de la experiencia psicoanalítica la relación entre el sentido y el significante para que el discurso no se degrade. Es el significante aquel que remite al sujeto: la relación del significante es con el significante y no con el sentido. Retomando la clase del 17 de junio de 1964 del seminario anterior en la que se refiere al efecto de sentido, Lacan (s.f.b) recuerda que este se produce a partir de la barra que hay entre el significante y el significado. En la experiencia analítica la multiplicidad de significaciones da cuenta de esta barrera que hay de sin-sentido (non-sense).
Al referirse a la transmisión del psicoanálisis, el psicoanalista vuelve sobre el sin-sentido (non-sense), al que define como la cara congelada, abrupta, donde se marca el límite entre el efecto del significante y lo que le retorna por reflexión como efecto significado18. Recuerda, en este punto, el paso de sentido (pas-de-sens): el no-sentido no es ni absurdo ni insensato; está en relación con los olvidos de nombres propios y es lo más nodal del efecto de sentido. En «Radiofonía» recuerda que el efecto de sentido producido -vuelve en este punto sobre la poesía- se hace en dirección al no-sentido, que caracteriza el inconsciente (Lacan, 2018b).
En el Seminario XIX. O peor, de 1971-1972, Lacan (2016) marca que todo discurso aparece como velado, porque está hecho de la ausencia de sentido. Para que adquiera sentido, un discurso necesita, de hecho, de otro, dado que toma su sentido a partir de él. Lo mismo ocurre en el discurso analítico que, como cualquier otro, alcanza el sentido a partir de un conjunto de discursos. Dentro de esta lógica discursiva se entiende que el significado de un significante proviene del lugar que ese significante ocupa en otro(s) discurso(s). El sentido es siempre parcial; es enigma, justamente porque consiste en sentido.
Es en «El atolondradicho» de 1972 en donde enlaza el sentido, al que comienza a cuestionar, con el semblante; en efecto, en estas páginas asevera que el decir toma su sentido del semblante (Lacan, 2018b)19. Esta articulación será mencionada y ampliada en los años posteriores. En 1973, por ejemplo, en el Seminario XX. Aún, Lacan (2008d) postula que el discurso analítico tiende hacia el sentido y que lo hace surgir es que no es más que semblante. Por tal motivo, advierte que no hay que comprender demasiado rápido. En el Seminario XXI. Los incautos no yerran (s.f.d), siguiendo este pensamiento, caracteriza el enigma como el colmo del sentido. En este curso, en primer lugar, recuerda que el sentido es imaginario; es, en verdad, lo que detiene el desciframiento del inconsciente. Si se extrajera el sentido, habría alguna posibilidad de tener acceso a lo real. En segundo lugar, vincula el sentido con lalangue. En ella el sentido se desplaza copiosamente, porque la ambigüedad de las palabras se presta para esa función. En tercer lugar, relaciona el sentido con lo real. El goce de lo real, enuncia Lacan, tiene un sentido y cuando el sentido no se lo trabaja es opaco20.
En «Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos», remite a la fuga del sentido: «Es por el hecho de que se fuga (en el sentido: tonel) por lo que un discurso toma su sentido, esto es: porque sus efectos son imposibles de calcular» (Lacan, 2018b, p. 579). De esta forma, realiza una crítica al sentido del sentido; es imposible realizar una concepción en la que se generalice el sentido. Miller (1995) sostiene que esta fuga del sentido evidencia el no-todo del lenguaje.
Por último, en «Televisión», Lacan (2018b) se sirve de la noción de sentido para diferenciar el psicoanálisis de la psicoterapia. En este texto considera que la psicoterapia puede inscribirse dentro de la vertiente del sentido del inconsciente, vertiente del ser y de la fascinación a través de la palabra. Según el psicoanalista, los seres humanos están inundados por el sentido e incluso por el buen sentido y la psicoterapia desconoce el no sentido de la relación sexual. A esta vertiente del sentido le opone la vertiente del signo, la vertiente del psicoanálisis.
3.4. Cuarto tiempo. El sentido y lo real (1974-1977)
Según Godoy (2015), en los setenta, con la elaboración de la noción de parlêtre, se produce en las enseñanzas lacanianas un cuestionamiento del sentido. En el tercer tiempo que identificamos, en particular, en los últimos años, advertimos -como hemos indicado-, cierta degradación del sentido que se agudiza en este lapso temporal. Su localización dentro del nudo, que queda situado entre lo simbólico y lo imaginario, y su exclusión de lo real son los dos rasgos principales que nuclean los desarrollos teóricos de este momento.
En 1974, en el Seminario XXII. RSI, Lacan (s.f.e) menciona que en la práctica analítica se opera reduciendo el sentido y se trabaja desde el equívoco. En este punto, el equívoco no es el sentido21. Define, entonces, este último como aquello por lo que responde algo que es distinto que lo simbólico y que «no hay medio de soportarlo de otro modo que por lo Imaginario» (s.f.e, p. 4). El lenguaje sostiene así lo imaginario. Por ello, ubica el sentido entre lo imaginario y lo simbólico (Figura 2)22.
Por su parte, en cuanto al efecto de sentido que actúa en la clínica, Lacan (s.f.e) afirma: «El efecto de sentido exigible, el efecto de sentido exigible del discurso analítico no es imaginario. Tampoco es simbólico. Es preciso que sea real» (p. 9).
Como puede observarse en el nudo borromeo, el sentido queda por fuera de lo real; de allí que Lacan postule que lo real es lo que ex-siste al sentido, el expulsar del sentido. En otras palabras, es lo imposible como tal, es la aversión del sentido: «Es también la versión del sentido en el anti-sentido y el ante-sentido» (Lacan., s.f.e, p. 112). Un tiempo después, en el Seminario XXIII. El sinthome (2018a) el psicoanalista sigue advirtiendo de esta (no) relación. Aquí recuerda que lo real no tiene ningún sentido; está desprovisto de él, dado que lo excluye. Finalmente, en el Seminario XXIV. El fracaso del Un-desliz es el amor, de 1977-1978, reitera que la idea misma de real conlleva la exclusión de todo sentido. A partir de esta distinción entre lo real y el sentido, en la que lo real está fuera de este último, debido a que el sentido se fabrica entre lo simbólico y lo imaginario, Miller (2014) establece que la diferencia entre los tres registros lacanianos confluye en este tiempo en la antinomia real/sentido. De esta forma, la tripartición real, simbólico e imaginario es pensada ahora a través del par real/sentido.
Miller (2013) entiende que en estos años todo lo que adquiere sentido es del orden de la elucubración y recuerda que la escritura del nudo implica la no existencia del punto de basta cuya propuesta teórica hemos incluido en los años 1957-1964. La forma del nudo conlleva la pregunta por el punto: «la ausencia de punto de basta es coherente con lo que está en juego, es decir, que lo real entendido como exclusión del sentido implica un sin fin, un nada de conclusión» 23 (Miller, 2013, p. 99).
En la apertura del Seminario XXIV. El fracaso del Un-desliz es el amor (Lacan, 2008c) se hace referencia al sentido y al inconsciente. En esta primera clase, en la que se ubica el equívoco en la dimensión de la lalangue, Lacan enuncia que no se le puede dar un sentido al inconsciente, a condición de que se lo sitúe en el campo del Otro, como portador de significantes. En este seminario, él discute con ese modo de concebir el inconsciente, más cercano al inconsciente freudiano, y plantea un más allá.
Respecto del efecto de sentido, en estas clases Lacan (2008c) recuerda que la duplicidad de sentido es común a todo significante. Articula, por ello, el psicoanálisis con la poesía, que se caracteriza por estar fundada en la ambigüedad. Aludiendo al par sentido/real, asevera que no hay verdad sobre el real, porque el real se dibuja excluyendo el sentido. Retoma una distinción que realiza a comienzos de sus enseñanzas en relación con la palabra y diferencia nuevamente la palabra plena de la palabra vacía24. La primera es definida por ser una palabra plena de sentido, una palabra que incluye la duplicidad, la ambigüedad. La palabra vacía, por el contrario, es aquella que no tiene más que una significación. La poesía, en este escenario, fracasa cuando no tienen más que una significación, cuando es pura palabra vacía. La voluntad de sentido busca aniquilar el doble sentido, el que no haya más que un sentido, que solo quede la significación. El sentido es lo que resuena gracias al auxilio del significante, pero, afirma el psicoanalista, «lo que resuena, eso no llega lejos, es más bien fofo» (2008c, pp.168-169). Por esta razón, entiende que el sentido tapona, hace obstáculo.
Para referirse a la interpretación analítica, recurre a la escritura poética, en especial, a los poetas chinos25. Comenta que en la escritura poética china hay una modulación, un canturreo que está más relacionado al canto y que excede la metáfora y la metonimia, es decir, la vertiente del significante. Allí reside la crítica a la lingüística a la que define como una ciencia «muy mal orientada» (Lacan, 2008c, p.169) y elogia a Jakobson por sus trabajos a propósito de la poética. En la poesía se une el sentido con el sonido y es, por ello, que se la describe como efecto de sentido y efecto de agujero. Como plantea Miller (2013), en esta última enseñanza, Lacan asimila el psicoanálisis con la poesía, ya que en ella se produce un juego con el sentido siempre ambiguo del significante: sentido propio y sentido figurado, sentido lexical y sentido contextual. El psicoanálisis, para Miller (2014), es una práctica que busca conseguir un efecto de sentido que no sea de semblante y que alcance lo real. La poesía produce un efecto de sentido y un efecto de agujero, es decir, un vaciamiento. Por ello, se alcanza el síntoma a partir de un juego con el sentido. De acuerdo con estos lineamientos, Soler (2011) caracteriza el poema como un nudo de real y de sentido, que permite jugar con los equívocos de lalangue. El decir del poema reúne los efectos de sentido del lenguaje y los efectos de goce fuera de sentido de lalangue.
Dentro de este modo de conceptualizar el sentido y la práctica analítica, Lacan (2008c) propone un significante nuevo, o una manera distinta de pensar el significante, que permitiría su articulación con lo real y que no tendría ningún sentido, ya que los seres humanos siempre están pegados a él.
4. Palabras finales. El (no) sentido
En estas páginas hemos propuesto un trayecto para leer el término sentido en las enseñanzas lacanianas en el que hemos identificado y reconocido cuatro periodos temporales en su elaboración: 1953-1957, en el que el sentido es pensado en relación con las formaciones del inconsciente; 1957-1964, en el que se lo articula con la cadena significante y el Otro; 1964-1974, en el que se lo diferencia de la significación y se lo caracteriza como semblante, y, finalmente, 1974-1977, en el que se lo distingue de lo real. A partir de este recorrido es posible situar algunos hilos teóricos que persisten a lo largo de estos momentos, pero también rupturas que marcan discontinuidades en los modos en los que este es conceptualizado.
Ya desde una primera instancia Lacan refiere al carácter polisémico del lenguaje. En efecto, el sentido es, de alguna manera, inasequible, ya que siempre remite a otro(s) sentido(s). El sinsentido -o, como lo denominará después, el poco sentido o el no-sentido- es constitutivo del sentido y es lo que facilita el paso de sentido. El deslizamiento de sentido es una propiedad que en estos primeros años se detendrá con el punto de basta o punto de capitonado (por ejemplo, cuando se concluye la oración), pero que, luego, en el último tiempo, se radicalizará con la fuga de sentido que se desprende del nudo borromeo. De hecho, no es posible establecer allí un punto. Este sinfín de sentidos permite ubicar dos ejes interesantes para los estudios del discurso. El primero de ellos está en relación con el interdiscurso: el sentido de un término, de una expresión, de un enunciado26 reenvía a otros sentidos que subyacen en otros discursos, conformando así cadenas de significación. El segundo eje cuestiona el alcance de la verdad. Si el sentido es parcial y, por ello, hace enigma, el análisis de un término, una expresión, un enunciado es siempre parcial e incompleto. Ni se puede decir la verdad-toda, ni se puede alcanzar la toda-verdad.
La formulación lacaniana en torno a la creación de sentido a partir de la articulación significante conduce posteriormente a la revisión, dentro de este mapa teórico, del lugar del Otro y del sujeto. En este punto, se afirma que el sentido proviene del Otro, lo que determina que el sujeto se desvanezca, desaparezca en él. Podría pensarse que, en este momento, los caminos del sentido y del sujeto, entendido como sujeto del inconsciente, se bifurcan. El sujeto se constituye en el fuera-de-sentido, allí donde el sentido se escapa. Por este motivo, el análisis no se dirige a darle consistencia a los significantes que el analizante trae, sino, por el contrario, a reducir estos a su sinsentido. Esta forma de concebir el sentido encamina a Lacan a sostener que no se debe comprender demasiado rápido, afirmación que podría trasladarse al análisis del discurso, cuyos desarrollos se inscriben dentro del concepto de sujeto para el psicoanálisis. En efecto, las operaciones de lectura respecto de un término, una expresión, un enunciado o grupos de enunciados, implican, entre otros movimientos, un contrasentido; en otras palabras, cuestionar el sentido que estos significantes portan para que esta vacilación nos direccione hacia otros términos, expresiones, enunciados o grupos de enunciados que evaden la voluntad e intencionalidad de las instancias enunciativas.
En los últimos años, el sentido comienza a ser entendido en términos de obstáculo, de tapón para el despliegue de un análisis. Primero como semblante y después con el soporte de lo imaginario y de lo simbólico; esta noción se presenta en oposición a lo real. De ahí que Lacan enuncie que lo real excluya el sentido. En este tiempo, en el que el psicoanálisis se define como una práctica orientada hacia lo real, el sentido se muestra como mera elucubración, funcionando así de tope. Los equívocos, de los que la lalangue está compuesta, dan cuenta del encuentro fallido con lo real. Es desde los equívocos desde los que se trabaja en la interpretación. Por ello, la poesía se constituye en este momento como referente: posee un efecto de sentido, pero también un efecto de agujero. Este efecto de sentido está relacionado con lalangue, con los malentendidos o tropiezos de la lengua, y, a su vez, con el efecto de agujero, con el vaciamiento de sentido. Este cuestionamiento (o rebajamiento) del sentido denuncia un fracaso sobre el que los estudios discursivos deben estar advertidos. Como hemos recordado, el sentido fracasa porque, por definición, nunca alcanza el todo-sentido, siempre remite a otro sentido. Pero, por otra parte, falla porque no puede alcanzar ese más allá que está por fuera del discurso y que está anclado en lo real.
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4
La cuestión del equívoco es también abordada en Pêcheux y Gadet (1984).
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10
En «Subversión del sujeto y dialéctica del deseo», Lacan (2008e, ) sostiene: «La función diacrónica de este punto de basta debe encontrarse en la frase, en la medida en que no cierra su significación sino con su último término, ya que cada término está anticipado en la construcción de los otros, e inversamente sella su sentido por su efecto retroactivo» (p. 766).
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14
El paso de sentido es mencionado en diversos lugares de sus seminarios. Por ejemplo, es retomado en el Seminario IX. La identificación (Lacan, s.f.a).
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16
Vuelve sobre esta frase en diversos seminarios. Por ejemplo, Seminario XIV. La lógica del fantasma (Lacan, s.f.c).
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17
En el Seminario XVII. El reverso del psicoanálisisLacan (2018c) refiere a que el orden del ser obedece al sentido y que el sentido se encarga de ser.
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18
Mientras que en el Seminario XVII. El reverso del psicoanálisis Lacan (2008l) plantea que el sinsentido pesa, en el Seminario XVIII. De un discurso que no fuera del semblante (2014b) de 1971 recuerda, al referirse a la función de la escritura, que el chiste reposa en el sinsentido: es lo que prueba que hay algo para hacer con el lenguaje.
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22
En el Seminario XXIII. El sinthomeLacan (2018a) vuelve sobre este tema y reitera que el sentido se localiza entre lo imaginario y lo simbólico: “estamos obligados a imaginar todo lo que pensamos” (2018a, p.90).
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25
Para una ampliación sobre el modo en que Lacan entiende la interpretación en estos años véase Mazzuca y Mazzuca (2020).
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26
En este artículo entendemos enunciado desde Bajtín (2005).
Fechas de Publicación
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Fecha del número
Sep-Dec 2023
Histórico
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Recibido
22 Nov 2022 -
Acepto
20 Jun 2023