Open-access El Proyecto Histórico Neoliberal en Costa Rica (1984-2015):Devenir histórico y crisis

The Neoliberal Historic Project in Costa Rica (1984-2015): Historical Evolution and Crisis

Resumen:

Se caracteriza el Proyecto Histórico Neoliberal (PHN) en Costa Rica, vigente durante el período 1984-2015, mediante la identificación sintética de las bases teóricas e ideológicas en que se sustenta y las condiciones bajo las cuales se gestó, y se le periodiza, identificando tres etapas a lo largo de su devenir durante estas tres décadas. Se argumenta que en la etapa más reciente, las fuerzas financieras han devenido dominantes, lo que, a su vez, ha propiciado la profundización de los desequilibrios y asimetrías, configurando una situación de agotamiento

Palabras clave:  Neoliberalismo; teoría económica; ideología; desarrollo; crecimiento; crisis económica; historia económica de CostaRica

Abstract:

This essay identifies the Neoliberal Historic Project (NHP) in Costa Rica (19842015) by characterizing it through the identification of both, its theoretical and ideological bases, as well as the historic condition that makes possible this NHP to emerge and get its consolidation. At the same time, some phases are characterized as a part of the NHP along these three decades. At the most recent period or phase, the financial forces have become dominant. This has provoked a worsening of the instability and a variety of asymmetries and then, a condition of crisis and exhaustion of this project. This crisis tends to be deeper and worse because of the negative influence of the world economic crisis.

Key words: Neoliberalism; economic theory; ideology; development; grow; economic crisis; economic history of Costa Rica

El Proyecto Histórico Neoliberal en Costa Rica (1984-2015): Devenir histórico y crisis

Introducción: el concepto de proyecto histórico

Este breve ensayo plantea una reflexión crítica, de carácter sintético y panorámico, sobre el devenir de la economía costarricense a lo largo de los últimos tres decenios. Cuando se trata de discutir acerca de las características distintivas de ese período, es frecuente que se recurra a conceptos de síntesis y sistematización como "modelo de desarrollo" o "estilo de desarrollo".

El concepto de "estilo de desarrollo" ha devenido el favorito en ambientes académicos. Es, principalmente, un concepto político que evoca los conflictos, rupturas y eventuales negociaciones y acuerdos, entre diversos actores sociales, con base en lo cual el desarrollo de un país adquiere ciertas características dominantes. Se toman en cuenta las influencias externas (categorizadas, principalmente por Jorge Rovira, como "factores condicionantes"), las cuales interactúan con otras fuerzas y factores internos (así llamados "factores determinantes"), cuya interacción imprime, finalmente, esos rasgos y tendencias evolutivas dominantes, presentes en aquel país o sociedad durante un determinado período histórico.

El concepto de "modelo de desarrollo" no goza de igual aceptación en el mundo académico, aunque, en general, sí circula en ámbito más populares, incluso en los movimientos y organizaciones sociales o en la prensa. Su definición es relativamente imprecisa, pero evoca una serie de condiciones o características definitorias del sistema económico, en relación con los sectores más dinámicos o más rezagados que lo conforman, el tipo de relaciones con la economía mundial, el papel del Estado o, incluso, la mayor o menor inequidad en la distribución del ingreso y la riqueza. Es, por lo tanto, un concepto descriptivo, más económico que político, aunque algo de esto último conserva.

La limitación principal de cada uno de estos conceptos tiene que ver con su unilateralidad: el énfasis en las luchas y procesos políticos en un caso; la descripción de los rasgos de la economía en el otro. Es por lo anterior que aquí propongo un concepto diferente: el de "proyecto histórico". Y, en lo que al período 1984 y hasta la actualidad se refiere, propongo el concepto "Proyecto Histórico Neoliberal" (PHN). Este concepto intentaría entonces englobar de forma compleja las diversas facetas que están presente y que interactúan para definir los rasgos dominantes y las evoluciones principales del desarrollo de un país y una sociedad -en este caso Costa Rica- a lo largo de un determinado período.

El "proyecto histórico" se construye a lo largo de la línea del tiempo, recogiendo influencias que vienen de un pasado relativamente remoto, en interacción con fuerzas de una pasado reciente y del momento actual.

Esas fuerzas e influencias son, a un mismo tiempo, internas a la sociedad nacional y externas a ésta. Las internas son en parte de orden clasista, pero no solamente de ese tipo, reconociéndose así los diversos ámbitos de conflicto, ruptura, diálogo, negociación y acuerdo que operan dinámicamente al interior de la sociedad nacional, todo lo cual da lugar a tejidos sociales, culturales, políticos e ideológicos complejos y cambiantes. Pero igualmente hay factores internos de orden económico, vinculados a la evolución de las estructuras productivas, el papel de los mercados, la organización y división social del trabajo, el rol asignado al Estado. Como también están presentes fuerzas e influencias externas, que son a un mismo tiempo geopolíticas, económicas, culturales, tecnológicas e ideológicas. Atienden, por lo tanto, tanto al lugar que el país ocupa en la división internacional del trabajo, su sitio en el entramado de los conflictos de poder mundial, como también sus formas de vinculación con las fuerzas dominantes en la economía mundial, o sea, y en el momento actual, las corporaciones transnacionales, los capitales financieros trashumantes, los organismos financiero-económicos mundiales y otros poderes económicos de primer orden, como los grandes bancos centrales del mundo y las secretarías o ministerios de finanzas o de hacienda de las potencias económicas.

El concepto de "proyecto histórico" es entonces político porque implica un determinado arreglo de las relaciones de poder internas y externas; es económico en cuanto identifica las fuerzas económicas dominantes, la organización de los mercados y los sectores punta de acumulación de capital; ideológico porque responde a una visión de mundo generalmente coherente con aquellas relaciones de poder y esta estructura productiva y de acumulación; cultural porque asimismo da lugar a formas de vida que se articulan de forma más o menos coherente o contradictoria, respecto de las bases de la acumulación y la organización y división del trabajo, así como respecto de las relaciones político-ideológicas hegemónicas.

Propongo entonces el concepto específico de "Proyecto Histórico Neoliberal" (PHN) para caracterizar sintéticamente tantos los elementos estructurales como el devenir y evolución dinámica de tales estructuras, durante el período 1984-2015 en Costa Rica. Es un proyecto ideológica y culturalmente neoliberal en cuanto, efectivamente, encuentra inspiración en una filosofía y en una teoría económica que resaltan el egoísmo individual y la búsqueda del provecho personal como las fuerzas motoras del desarrollo de las economías y, más en general, de las sociedades. En concordancia con lo anterior, y en clara correspondencia con los principios desarrollados por la teoría económica neoclásica, se presume y se afirma que los mercados capitalistas desregulados y sin interferencias, son garantía de prosperidad económica puesto que poseen capacidades intrínsecas para lograr equilibrios virtuosos de pleno empleo. De ahí, además, que se afirme que el Estado debería ser el mínimo indispensable. Por lo tanto sus interferencias en el funcionamiento de los mercados deberían ser suprimidas o reducidas tanto como se pueda. Así planteada, la ideología neoliberal deviene una justificación oficiosa del poder económico y la concentración de la riqueza, puesto que se aduce que quien es rico lo es por mérito propio, al lograr triunfar en la competencia descarnada del libre mercado, cuando además se asegura que la riqueza así conquistada es virtuosa, ya que engendra un mayor beneficio social. Es la vieja y conocida idea que, en su momento, Adam Smith metaforizó con el concepto "mano invisible", la cual nos asegura que los vicios privados devienen virtudes públicas cuando de por medio están los mercados. De ahí a convertirse en una instrumento ideológico a favor de las corporaciones transnacionales y el libre ir y venir de los capitales financieros globales hay solo un paso, que generalmente se da sin la menor vacilación.

Esta ideología -y la teoría económica que la sostiene- conduce a procesos de apertura externa de la economía a los flujos del comercio y de los capitales, como también propicia procesos internos de desregulación y liberalización, que impactan claramente en el sistema financiero o en la desregulación de facto de los mercados laborales, pero que también, aunque de forma indirecta, propician la privatización de hecho de la obra pública o de servicios esenciales como los de salud y educación. Y, sin embargo, nada de esto ha impedido que aparezca una suerte de "neo-proteccionismo", a favor de las exportaciones -en especial las "no tradicionales"- el turismo, la banca privada y, sobre todo, las empresas trasnacionales ubicadas en zona franca. Lo cual al cabo no debe extrañar, no obstante que parezca ser paradójico. Es que, finalmente, el neoliberalismo es una ideología que refleja determinadas relaciones de poder, en correspondencia con lo cual termina entonces actuando como una cobertura de justificación y apología que legitima determinadas políticas públicas favorables a los intereses hegemónicos.

El objetivo de este breve ensayo es entonces caracterizar el proceso de construcción y evolución histórica del PHN, desde la matriz geopolítica e ideológica que lo gesta, a través de sus diversas fases y en relación con sus bases económicas principales, hasta desembocar en su crisis actual.

Los antecedentes históricos

Identifico el período posterior a la crisis económica de los primeros años ochenta del siglo XX, como un período en el que ha predominado un determinado proyecto político-ideológico que, en lo económico, ha conllevado imprimirle ciertas características dominantes a la economía costarricense. Diré que este es el Proyecto Histórico Neoliberal (PHN). No entro en detalles, y tan solo diré que desde mi punto de vista, el período previo -desde finales de los años cuarenta del siglo XX- corresponde al del Proyecto Histórico Desarrollista y de Estado de Bienestar (PHDEB).

El concepto "neoliberalismo" no comporta aquí ninguna intencionalidad peyorativa ni de etiquetamiento. Se trata de un concepto que sintetiza determinadas propuestas y proyectos político-ideológicos, en su mayor parte asentados en la corriente hegemónica de la economía (la teoría económica neoclásica), y donde tales propuestas y proyectos comparten algunos énfasis básicos en cuanto a su contenido, objetivos y orientación,

Este PHN se gesta en una determinada matriz histórica -a la vez geopolítica, económica e ideológica- y bajo influencias tanto externas como internas.

Las influencias externas asociadas al ascenso político de Reagan y Thatcher en Estados Unidos y Gran Bretaña, respectivamente, lo que supone también el ascenso de una nueva ortodoxia económica que recupera y viste con nuevos trajes las viejas ideas, dominantes a finales del siglo XIX e inicios del XX, según las cuales los mercados capitalistas poseen capacidad de virtuosa autorregulación. La ortodoxia económica neoclásica -que recibiera un ataque demoledor por parte de Keynes en los años treinta- reaparece bajo los ropajes de teorías como la de "expectativas racionales" y "mercados eficientes", claramente concebidas como una respuesta a Keynes y, a partir de ahí, como una reconstrucción de la derruida teorización neoclásica. Ello facilita la introducción de reformas políticas e institucionales que facilitan los procesos de transnacionalización y potencial mundialización de los capitales y del comercio, contando además con las posibilidades que ofrecen los cambios tecnológicos en curso asociados a las tecnologías de la información y las comunicaciones. Correlativamenteello conlleva un fuerte cuestionamiento al intervencionismo estatal, el Estado de bienestar y la legislación laboral, incluidos los sindicatos.

Las influencias o factores internos están principalmente asociados a la severa crisis del trienio 1980-82, la cual sirve de acicate -como en toda América Latina- para que en Costa Rica echasen raíces aquellas ideas de la rediviva ortodoxia económica, con su correlato ideológico en los programas de inspiración neoliberal.

El Proyecto Histórico Neoliberal en sus diversas etapas

El período que se inicia tras la crisis de inicios de los ochenta, y que discurre hasta la actualidad, está marcado por esa impronta neoliberal, y gira alrededor de ideas que recuperan la fe en los mercados desregulados, las cuales son en cambio escépticas respecto del papel del Estado, los sistemas públicos de seguridad social y los derechos laborales. Se opta por desmantelar, aunque fuese gradualmente, diversos mecanismos proteccionistas y de intervención estatal, a la vez que el modelo productivo se centra en la producción para mercados externos. Gradualmente se irá dando más y más peso al capital extranjero dentro de este esquema.

Este PHN atraviesa por varias fases: la primera, que dura hasta 1997 estaba centrada en lo que llamo "exportación ligera", todavía con una presencia dominante del capital nacional. La segunda, de abierta y agresiva transnacionalización, vira marcadamente hacia la atracción de grandes corporaciones transnacionales de alta tecnología y de servicios, a menudo favorecidas por las condiciones especiales que concede el régimen de zona franca. Esa fase arranca hacia 1998 con el inicio de operaciones de Intel y culmina hacia 2005-2006. A partir de ahí se entra en una tercera fase claramente sesgada hacia lo financiero, dominada por el predominio del negocio financiero y la entrada de grandes flujos de capitales y la revalorización tendencial del tipo de cambio, con lo que se pone en cuestionamiento el aparato exportador anteriormente construido y se agudizan las tendencias a la concentración del ingreso y la riqueza en los sectores vinculados a las finanzas y la especulación inmobiliaria.

La primera fase del Proyecto Histórico Neoliberal

Durante la primera de estas fases se construye un aparato exportador y turístico que todavía estaba en grado importante bajo control de, o al menos vinculado al capital nacional, y el cual emergió a partir de una política de fomento deliberado por parte del Estado, muy en el espíritu de algunas propuestas que Eduardo Lizano formulara allá por 1984, en el sentido de propiciar que los exportadores "hiciesen clavos de oro". El discurso de inspiración neoliberal, que propugnaba que el Estados sacase sus manos de los mercados, quedaba así anulado cuando de las actividades del turismo y la exportación se trataba. Se escenificaba, entonces, una especie de transfiguración del proteccionismo (la emergencia, pues, de un "neo-proteccionismo"), el cual viraba de la protección industrial en los marcos del Mercado Común Centroamericano y de la protección a la agricultura tradicional de producción de alimentos para el mercado nacional, hacia la protección para las nuevas actividades vinculadas a mercados externos más allá del centroamericano.

Paralelamente fue esta una etapa de avances importantes en el proceso de desregulación y privatización de los mercados financieros. Los cambios inician a mediados de los ochentas con la paulatina liberalización del crédito y las tasas de interés y avanza con el rápido crecimiento de la banca privada, ésta todavía bajo control principalmente de capital nacional. Y, sin embargo, también aquí reaparece esa como doble personalidad del proyecto neoliberal, en cuanto su discurso de liberalización fácilmente cede a favor del proteccionismo y fomento deliberado según el peso de los intereses del sector de que se trate. Así, la banca privada -como también las exportaciones no tradicionales- recibieron, durante la segunda mitad de los ochentas, el impulso proveniente de recursos aportados por el gobierno de Estados Unidos, los cuales fueron privilegiadamente destinados a esos sectores. El proceso de transformación del sector financiero alcanza un punto culminante con las reformas bancarias introducidas en 1995, que rompen el monopolio público sobre las cuentas corrientes y el redescuento. El propio Banco Central es objeto de diversas reformas legales que buscan hacerlo más "autónomo" -con todo lo discutible que este concepto resulta-, más limitado en sus facultades de intervención y en mayor grado sujeto a principios teóricos e ideológicos derivados de la ortodoxia económica dominante. Al cabo de los años, y con mayor énfasis en el nuevo siglo, ello ha dado lugar a un Banco Central que no rinde cuentas ante ninguna instancia democrática legítima, que se escuda en su "autonomía" para ponerse al servicio de los intereses financieros hegemónicos, y el cual ha devenido una especie de templo en el que se cultiva la religión de una ortodoxia económica rígida, vetusta y enmohecida, obsesivamente centrada en el objetivo de lograr una baja inflación.

La segunda fase

La llegada de Intel hacia 1997-98 marca un viraje importante ya que, en adelante, el énfasis de las políticas económicas pasa a ser la atracción de corporaciones transnacionales de alta tecnología y, en un momento posterior, la atracción de servicios deslocalizadas desde economías ricas por algunas grandes empresas. Es una etapa en que también van ganando presencia cada vez más significativa las cadenas hoteleras transnacionales, que se convierten así en actores dominantes en el negocio turístico. Ya a estas alturas el "viejo" sector exportador comienza a quedar ubicado en un segundo plano. Todavía recibe beneficios importantes derivados de las políticas en aplicación, pero su protagonismo se desdibuja frente al peso incrementado de las corporaciones transnacionales. De forma paralela empieza a crecer también la presencia transnacional en el sector bancario.

Estos desarrollos, que inician en los últimos noventas, agudiza marcadamente la tendencia hacia la dualización de la economía, entre un sector dinámico vinculado al capital transnacional, la alta tecnología y los servicios deslocalizados, y el resto de la economía. La mayor parte de la planta empresarial costarricense y del empleo quedaban integrado dentro de ese sector tradicional rezagado. Constituye el nutrido contingente de perdedores que esta estrategia va dejando como estela. Como sabemos, esto da lugar a una caracterización que el Programa Estado de la Nación ha popularizado, según la cual la economía se divide entre la "nueva economía" y la "vieja economía", lo cual es básicamente correcto en términos descriptivos, aunque poco nutricio en su profundidad crítico-analítica. La limitación de ese planteamiento tiene que ver claramente con su carácter descriptivo, en cuanto elude el examen crítico de las fuerzas políticas, ideológicas y económicas subyacentes y termina por hacer ver la cuestión como si todo dependiese de decisiones técnicas más o menos propicias y correctas.

La tercera etapa

A nivel mundial, el período posterior a 2003 es el del inflamiento de la enorme burbuja inmobiliaria, la cual estaba centrada en Estados Unidos. Es tiempo, asimismo, de consolidación de tendencias que venían de años atrás, con el asentamiento cada vez más claro del capital financiero-especulativo como actor hegemónico en cuyas manos quedaba el timón de las economías, prácticamente a escala mundial. La enorme burbuja que los grandes poderes financieros inflaban llegó también a Costa Rica aunque con rezago y se visibilizó en el auge de 2006-2007, que tuvo lugar justo cuando la burbuja en Estados Unidos empezaba a explotar. También en nuestro país hubo un auge especulativo de la construcción sobre todo en zonas costeras. La historia posterior ya es bien conocida: se precipitó en Estados Unidos y Europa un terrible terremoto cuyo epicentro eran los actores financieros globalizados de los cuales se afirmaba -muy en el humor neoliberal prevaleciente- que se autorregularían de forma plenamente virtuosa. El discurso fue convenientemente engavetado cuando de salvar a los bancos se trató, para lo cual se propició una intervención estatal a escala masiva.

Ya para entonces es posible empezar a detectar un cambio significativo en la orientación del PHN en Costa Rica, en cuanto también nuestra pequeña economía va quedando enredada en la telaraña financiera. Dicho de otra forma: las fuerzas financieras devienen dominantes, si bien su poder e influencia actúa sobre todo de forma subterránea y difícilmente reconocible. Y esa invisibilidad en parte es consustancial a sus propios mecanismos de funcionamiento; en parte resultado del oscurecimiento ideológico de que el proceso es objeto.

La cuestión se sintetiza en lo siguiente: las entradas de capitales -de los diversos tipos concebibles- se incrementa sustancialmente a partir de 2005-2006. Ello impacta principalmente en el tipo de cambio. Se inicia así una ruta de paulatina pero sostenida revalorización del colón. Ese movimiento tendencial se detiene y revierte parcialmente durante la fase aguda de la crisis mundial en 2009, en virtud del pánico que ello genera y las consecuentes salidas de capitales. Pero una vez la situación alcanza un estado de relativa estabilización (ya hacia fines de 2009), el movimiento se reinicia. A estas alturas, lo así configurado es un proceso de mediano plazo, cercano ya al decenio y con visos de alcanzar a ser de largo plazo, el cual ha ido subvirtiendo de forma gradual las bases de la estructura exportadora creada con anterioridad. Las consecuencias están a la vista y se visibilizan en un clarísimo proceso de descomposición y retroceso del sector exportador.

Este último pasa a engrosar entonces el sobrepoblado vagón de los perdedores con el PHN. La hegemonía pasa a manos de las finanzas, y ello desde varias perspectivas concomitantes: por el peso de los flujos de capitales y su decisiva influencia en el devenir de la economía costarricense; por las ventajas que en ese contexto obtiene la banca y, en general, el negocio financiero; por la incrementada capacidad que esta última desarrolla para alimentar su ganancia por medio de la extracción de rentas provenientes del endeudamiento incrementado de empresas productivas y familias; y por la influencia decisiva que adquiere: tanto en lo político (especialmente en lo que atiende a la gestión del Banco Central), como sobre el curso general de la economía sobre la cual ejercen una influencia determinante.

La estabilidad del dólar -que en realidad implica revalorización gradual del colón-contribuye a la baja en la inflación, como asimismo propicia el endeudamiento en dólares, incluso por parte de personas, familias y empresas cuyos ingresos son en colones, lo que genera un riesgo cambiario importante. Se da lugar a un régimen de "tipo de cambio cuasi-fijo", de forma que entre mediados de 2010 y enero de 2014 el tipo de cambio apenas oscila en los alrededores de 500 colones por dólar. Luego de algunos sobresaltos suscitados entre fines de enero y mediados de marzo de 2014, se restablece el control sobre el comportamiento del tipo de cambio, de forma que a partir de junio 2014 y hasta el momento en que escribo esto (diciembre 2015) el valor del dólar se ha estabilizado en alrededor de 540 colones. Por su parte, las tasas de interés activas en la mayoría de los casos se desprenden ampliamente de las tasas de inflación. Por lo tanto, las tasas de interés reales sobre créditos para actividades productivas, se ubican en niveles muy elevados. Cuando, por otra parte, hay un margen enorme respecto de las tasas pasivas. El crédito, por su parte, se concentra (alrededor de un 50%) en consumo y construcción, dando lugar a una espiral de endeudamiento de las familias, que en los últimos años ha sostenido el mercado interno e impedido que la economía caiga en recesión, pero cuya sostenibilidad a mediano plazo es muy dudosa. De tal modo, se configura, con toda claridad, un esquema rentista por parte de la banca, que deriva ganancias abusivas de su gestión crediticia, en términos que resultan, asimismo, depredatorios respecto de las actividades productivas, pero también respecto de las familias, sometidas al estrés competitivo de un consumismo desbordado, en un contexto de inseguridad laboral y nula mejoría de los ingresos. La banca, en cambio, tiende a privilegiar la especulación inmobiliaria y la construcción, residencial y en especial comercial, así como el consumo, dentro de un juego con características especulativas que resultan dañino para la actividad productiva y la generación de empleos, y el cual debilita las bases del desarrollo futuro de la economía, ya que implica desviar la inversión hacia sectores que no aportarán, o lo harán solo de forma muy limitada, a la elevación futura de la eficiencia y productividad de la economía. Pero, además, ello comporta un círculo ascendente de endeudamiento privado y, en su momento, también público, que va creando un nutrido ejército de empresas, organizaciones, personas y familias, subyugados bajo la brida de un endeudamiento galopante que incrementa cada vez más el poder de la banca. Puede entonces decirse que la economía costarricense ha quedado bajo la influencia decisiva de intereses financieros que operan desde criterios cortoplacistas.

Los graves problemas de la actualidad

De tal forma, el panorama actual de la economía costarricense, no se limita a la fractura entre una "economía nueva" y una "economía vieja" -según las categorías descriptivas propuestas por los colegas del Programa Estado de La Nación- lo que hay es, más bien, un decaimiento muy generalizado del ámbito productivo de la economía -y, en consecuencia, una pérdida masiva de empleos- bajo una lógica centrada en lo financiero, vía tipo de cambio, tasas de interés y criterios inmediatistas de asignación del crédito, dentro de un movimiento generalizado de aumento de la deuda que conlleva efectos deflacionarios ulteriores.

Todo esto, por otra parte, se hace posible, no solo por la influencia de ciertas tendencias y desequilibrios de alcance planetario que impactan desde fuera, sino en virtud de los arreglos institucionales que a lo interno propician esta dinámica, los cuales fueron diseñados progresivamente a lo largo de los últimos tres decenios. En particular los siguiente: a) las formas de regulación de la banca, que privilegian la rentabilidad por encima de cualquier otro criterio y renuncian a exigir que esas instituciones operen teniendo en cuenta consideraciones sociales y económicas más amplias; b) la completa liberalización de los flujos de capitales; c) la estrecha visión ortodoxa que se ha tratado de imprimir en la gestión del Banco Central; d) la presunta "autonomía" que se le ha querido dar a éste, la cual ha redundado principalmente en su subordinación a los intereses de la banca comercial y su total opacidad frente a los mecanismos de la democracia.

Está, por otra parte, el problema del déficit fiscal. Reconozcamos que éste ha estado presente a lo largo de los 30 años de vigencia del PHN, en oleadas cíclicas que vienen y van sin jamás lograrse una solución de fondo y perdurable. Ciertamente ha influido el llamado "ciclo electoral", pero ello no pasa de ser más que un agravamiento espasmódico que actúa sobre un telón de fondo estructural y perdurable, el cual está directamente emparentado, entre otros factores que luego mencionaré, con las características propias de la estrategia económica aplicada dentro de los marcos del PHN, la cual implicó supresión de tributos importantes y amplios procesos de desgravación a favor de las actividades tenidas como prioritarias. A ello debe sumarse los elevados volúmenes de la evasión y elusión tributaria (equivalente a entre un 7 y un 8% del PIB según estudios de la Contralaría General de la República), lo cual es fruto de deficiencias en la administración tributaria e insuficiencias en la legislación, pero también de la incrementada capacidad de los capitales más poderosos, para hacerse "invisibles" y de esa forma virtualmente inmunes ante las obligaciones tributarias. Se trata, en realidad, de un problema estructural, y por lo tanto persistente, no una cuestión antojadizamente determinada por pasajeros humores electorales. La tesis de los "disparadores del gasto" es también insuficiente por una razón que, siendo muy obvia, es frecuentemente ignorada: la carga tributaria en Costa Rica es ridículamente baja, de forma que hablar de exceso de gasto resulta simplemente abusivo. De lo que debe hablarse es de insuficiencia en los ingresos tributarios, de donde se desprende -como acontece de nuevo en la actualidad- una deriva hacia el endeudamiento, el cual presiona las cuentas fiscales en forma acumulativa, conforme la deuda alimenta más deuda y el pago por intereses va comiéndose una parte creciente de la nueva deuda que se asume. Con el agravante de que el aceleramiento reciente de la deuda pública va acompañado de un movimiento deflacionario, sin que las tasas de interés se ajusten a ese bajón del ritmo de los precios. Todo lo cual configura un panorama potencialmente insostenible de la deuda, a la vez que una oportunidad inmejorable de ganancia para bancos y rentistas, sobre todo cuando aparecen en escena los usuales chantajes por parte de las "agencias internacionales de calificación", cuya influencia persiste no obstante sus pésimos antecedentes técnicos y éticos.

Lo anterior no niega que efectivamente sea urgente lograr que el Estado costarricense sea mucho más eficiente de lo que es, que sus servicios sean de mucha mejor calidad, como también es verdad que hay ciertos excesos que deben corregirse a la mayor brevedad posible. La corrupción debe ser combatida a todos los niveles y en todas sus manifestaciones, y ello incluye ese tipo de abusos que favorecen de forma injustificada a algunos empleados y empleadas del sector público. Pero igualmente debe quedar en claro un par de cosas: primero, corregir esos tales abusos no corregirá el déficit fiscal; con seguridad los gastos de esa forma se ahorren, tan solo representan una parte muy pequeña del déficit. Segundo, los márgenes de mejora en el funcionamiento del sector público son limitados en el tanto no se cuente con los recursos que son necesarios, siendo verdad que hoy día esos recursos son insuficientes. Simplemente es imposible hacer chocolate sin cacao.

El problema de fondo tiene que ver con el debilitamiento progresivo de la base tributaria del Estado costarricense, que en parte muy importante es atribuible a la misma estrategia de desarrollo seguida, y en otra parte a la incrementada capacidad de los capitales y de los sectores más ricos, para evadir y/o eludir el pago de tributos, lo cual se ve favorecido por la incapacidad -o la falta de voluntad e interés, váyase a saber- de las autoridades económicas en los sucesivos gobiernos a lo largo de los últimos treinta años, para generar mecanismos más eficaces que permitan controlar el cumplimiento de sus obligaciones tributarias por parte de esos sectores económicos más poderosos.

La estrategia de políticas seguida ha debilitado la base tributaria por la multitud de exenciones que concede y los múltiples tributos suprimidos: exenciones a la inversión extranjera en zona franca y a la actividad exportadora y turística; tasas reducidas para las ganancias de capital; limitada tributación sobre herencias y patrimonios; insuficiente progresividad en los impuestos sobre ingresos y ganancias. Y, desde luego, toda la supresión de tributos sobre el comercio exterior, derivados de la opción ideológica asumida, de la adhesión al GATT (General Agreement on Tariffs and Trade o Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) y luego a la OMC (Organización Mundial del Comercio) y de los diversos tratados comerciales.

Por su parte, los capitales más poderosos, así como en particular las familias y personas más ricas, han desarrollado estrategias sofisticadas para evadir o eludir los tributos, contando a su favor con la opacidad de los bien conocidos paraísos fiscales, y las limitaciones de la administración tributaria en Costa Rica.

¿Agotamiento y crisis del PHN?

Las bases económicas en que se asienta el PHN están gravemente debilitadas, por lo que es válido cuestionarse acerca de su viabilidad futura. Los rezagos que acumula en materia de infraestructura, educación y ciencia y tecnología, siendo realmente graves, son un detalle secundario frente a la magnitud de las deformaciones y desbalances que ha propiciado en la estructura productiva, lo cual se manifiesta en algo que a veces pareciera ser una especie de derretimiento de los tejidos productivos y del empleo, a favor de lo financiero. Pero, sobre todo, este Proyecto ha devenido inviable especialmente en el campo social y político. Es simplemente incapaz de incluir, o bien, dicho de otra manera, posee un tremendo poder disolvente de los lazos sociales y de la legitimidad del sistema político. Fragmenta la sociedad y la polariza, en el mismo proceso en que subvierte la legitimidad del sistema político y fractura la democracia, la cual ha quedado convertida en una especie de rompecabezas cuyas piezas no hay forma de hacerlas encajar. Hemos terminado por ser un país donde el descontento acumulado genera una especie de gritería incomprensible; unos por aquí y otros por allá, cada quien vocifera queriendo hacerse oír, cuando en realidad nadie escucha a nadie. Nuestro país está urgido de un cambio, y, con seguridad, un cambio en profundidad. Ojalá no nos agarre tarde para hacerlo.

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  • Vargas Solís, L. P. (2002). Costa Rica 1985-1997: liberalización y ajuste estructural o la autodestrucción del neoliberalismo. San José: EUNED .
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Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    Jun 2016

Histórico

  • Recibido
    01 Dic 2015
  • Acepto
    11 Dic 2015
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