El libro de la historiadora Valeria Aguiar Bobet, publicado en tres volúmenes, con prólogo del profesor Manuel de Paz, constituye una parte sustancial de su tesis doctoral, que versó sobre la historia de la masonería española en Marruecos como proyecto colonial. Son un total de 1490 páginas, a las que habrá de añadir en un futuro el cuarto tomo sobre la Segunda República y la Guerra Civil Española.
Se trata de un trabajo extraordinario, cualitativa y cuantitativamente hablando, bien documentado y escrito. En términos cronológicos, el estudio comprende desde 1881 hasta 1930, historiando el paisaje masónico configurado en medio de la ocupación europea de Tánger y los primeros dieciocho años del protectorado hispano-francés, conjugados, además, con la crisis de la Restauración: la del 98 y la dictadura de Primo de Rivera.
El primer tomo describe los orígenes de la masonería española en Marruecos. El segundo se centra en la etapa posterior del 98, de la consolidación a la ocupación del paisaje jalifiano. El tercero aborda la interculturalidad, alteridades y el proyecto colonial. De carácter transversal, está dedicado principalmente al discurso y al proyecto masónico, como ideología y praxis, iniciado desde la primera logia que se implantó en el territorio, pero que alcanza su punto álgido en los primeros años de la mencionada Segunda República Española.
Esta parte final hace hincapié en diferentes encuentros culturales de los integrantes plurales de las logias, es decir, de las tres culturas por antonomasia que convergerían en ellas -cristianos, judíos y musulmanes-, así como el legado común que configuraron a lo largo de su historia. Pasamos a analizar el contenido de los volúmenes, los cuales a pesar de su continuidad tienen independencia propia:
Tomo 1: Los orígenes
La masonería española en el protectorado de Marruecos no surgió por generación espontánea. Valeria Aguiar afirma que ''antes del advenimiento del nuevo régimen, en 1931 existieron y cohabitaron logias masónicas españolas y de otras obediencias europeas en aquellas plazas con mayor importancia económica, comercial y militar del territorio. Los primeros talleres documentados corresponden a la década de los 80 del siglo xix (unos 50 años antes de la instauración de la Segunda República) y mantienen una continuidad ininterrumpida hasta 1936. Abarcan gran parte de la geografía marroquí, especialmente los enclaves con mayor número de europeos residentes. Desde la cosmopolita Tánger y las ciudades del norte marroquí (Tetuán, Larache y Alcazarquivir) hasta las situadas en la zona del centro y sur del país (Casablanca, Fez, Rabat, Marrakech, Mazagán). También se fundarán logias en otras zonas con menor importancia geopolítica como Villa Cisneros (Dajla) pero, por lo general, la representación sustancial residirá en las regiones mencionadas''.1
Su hipótesis inicial parte del establecimiento de una masonería colonialista y cosmopolitizadora que no solo contribuirá a la penetración europea en Marruecos, al menos en la medida de lo posible, sino que cimentará un discurso idealista para legitimar su actuación y establecer un orden concreto o un modelo de orden, en el que la hermandad se alzará como la institución que mejor podrá regenerar Marruecos y España en sus múltiples problemas políticos, sociales y religiosos, cuyo culmen se realizará durante el régimen republicano. Espacio y tiempo juegan así un rol imprescindible en el modo de representar el pasado, que por las especificidades de la amplia muestra seleccionada y con su correspondiente heterogeneidad, Aguiar ha dividido en cuatro grandes períodos:
1ª Etapa
Orígenes y primeros talleres (1881-1899): la masonería española se establece en el Imperio de Marruecos en la segunda mitad del siglo xix.
2ª Etapa
Hegemonía del Gran Oriente Español en Tánger y la zona francesa (1900-1923): una vez comienza el siglo xx, la masonería dará un nuevo impulso en Tánger, en especial a partir de 1901 con la reapertura de trabajos del único taller superviviente de la etapa anterior, Abd-el-Aziz, y con la fundación de otros nuevos, nutridos mayormente de judíos sefardíes naturalizados españoles. Estos estarán ligados al Gran Oriente Español (goe), de protagonismo indiscutible en esta etapa.
3ª Etapa
Primera Gran Logia Regional de Marruecos (glrm) del Gran Oriente Español (goe) y expansión de la Gran Logia Española (gle) por el protectorado español (1923-1930). La tercera etapa empieza en un momento de recesión a causa de la dictadura de Primo de Rivera, la reconfiguración federativa del goe y las guerras rifeñas (1921-1927).
4ª Etapa
Segunda Gran Logia Regional de Marruecos (glrm) con sede en Tetuán y protagonismo de la zona española (1931-1936). La última etapa de la masonería española corresponde a la época republicana, un régimen político favorable a la orden masónica y coincidente con ella en muchas disquisiciones ideológicas. Por primera vez, la masonería experimenta un clima favorable a sus actividades: esto se observará en el gran impulso de las dos obediencias nacionales. La etapa se cerrará con el fin de la masonería a causa del inicio de la Guerra Civil Española el 18 de julio de 1936, aunque, también es cierto, que la glrm había desaparecido hacía ya dos años.
La subdivisión parte de una reflexión crítica a través de documentación de logias españolas fundadas en Marruecos, de la trayectoria particular de cada una y del conjunto. Para su elaboración, la autora optó por la narración cronológica, junto con el tratamiento transversal de variables analíticas estudiadas en cada una de ellas: historia interna de las logias y obediencias; composición étnico-cultural y socio-profesional, actividades y proyectos; ideología, redes, relaciones masónicas y no masónicas; encuentros y desencuentros intercomunitarios.
Valeria Aguiar se centra en la historia de la masonería española en Marruecos desde sus orígenes -algo míticos, difusos y confusos- hasta la instauración de la Segunda República, teniendo en cuenta que su interés es demostrar que, a pesar de las heterogeneidades presentes en las etapas anteriores a los años treinta, la masonería republicana en Marruecos, no puede disociarse ni entenderse sin tener en cuenta sus precedentes históricos. Estos se explican, por un lado, porque desde los primeros talleres documentados, la actividad masónica no cesará en ningún momento hasta 1936, aunque presentará mayor o menor continuidad según la zona. Por otro, porque su tendencia expansiva y proselitista abarcará o pretenderá, toda la geografía marroquí, con mayor o menor éxito según el período.
El discurso, el proyecto y la acción masónica realizados durante la etapa republicana están relacionados con el origen, la implantación, la expansión y consolidación de la masonería en el Magreb, sus bases ideológicas, su aquiescencia, su desarrollo, dinámica interna y todo aquello que fundamentaron sus antecedentes históricos.
Tomo 2: Después del 98: de la consolidación a la ocupación del paisaje jalifiano2
La segunda etapa de la masonería en Marruecos emerge a partir de los cambios producidos desde 1900 en el seno del Arte Real español con motivo de las sucesivas crisis de 1896 y 1898. La elección de la cronología establecida se debe más a un aspecto simbólico del cambio de paradigma en la situación masónica y política hispana que en la propia trayectoria del Imperio cherifiano.
La razón radica en que la coyuntura de los sucesos noventayochistas afectó al desarrollo de la orden en todo el país y a la opinión pública española sobre la ''cuestión de Marruecos'', especialmente una vez perdidas las colonias de ultramar y porque el inicio de la centuria vino determinado por la hegemonía masónica del goe, la única Obediencia nacional que tendrá representatividad en Marruecos, una situación muy diferente a la pluralidad del período anterior.
Pese a ello, en el norte de África hubo bastante continuidad en las pocas logias supervivientes de finales del siglo xix; sólo tenemos constancia de una, tanto en las actividades realizadas, como en el número de talleres y de componentes, lo que nos permite establecer que la fecha que realmente supuso un cambio sustancial en la trayectoria de la orden en el territorio marroquí, fue 1906.
En ese momento se celebra la Conferencia de Algeciras y se aprueban los primeros acuerdos de las potencias para establecer la situación colonial del Imperio, y supone el inicio de la expansión masónica por todo Marruecos. Las ciudades de la incipiente zona francesa y en menor medida de la española dejarán atrás la primacía casi exclusiva de Tánger. Estas ciudades serán Larache, Casablanca, Fez, Marrakech, Rabat, entre otras con menor representación.
Con la definitiva instauración de ambos protectorados en 1912, la masonería se impulsará notablemente y será significativo como Casablanca, la capital de la zona de influencia francesa, conocerá una gran actividad masónica española, igualándose a la tangerina gracias a la emigración de muchos comerciantes judíos, antiguos masones, de la ciudad internacional y de la propia comunidad española y sefardí que allí se insertaría. El protectorado supondrá un nuevo impulso en el discurso de la masonería, de su ''alta misión'', por el que pretendía combatir la barbarie, la apatía e ignorancia del pueblo marroquí, dejando atrás las tesis regeneracionistas.
Expansión y consolidación del Gran Oriente Española en Marruecos (1900-1923)
La documentación que se conserva en Salamanca, en el Centro Documental de la Memoria Histórica (cdmh) sobre esta etapa, que perdurará hasta la reestructuración del goe en los años veinte y la entrada en escena de la Gran Logia Española (gle), es mucho más sustancial que en la etapa precedente.
El Boletín Oficial del goe, las actas de las asambleas de dicha Obediencia, los informes de las comisiones y el ''Fichero de Logias y Asuntos del Fondo Masonería'' complementan la serie, lo que nos permite obtener una aproximación exhaustiva de la vida e historia de estas logias. Junto a ello, los expedientes de los talleres ubicados en el archivo del Gran Oriente de Francia y la Biblioteca Nacional Francesa ofrecen numerosos datos sobre la actividad masónica española y francesa, aunque es cierto se encuentran incompletos o en un estado de deterioro importante, lo cual impidió a Aguiar consultar algunos de sus expedientes.
Después del desastre del 98 (1900-1922)
El ''desastre del 98'' no sólo supuso la pérdida de los últimos territorios de ultramar, sino también, según Joaquín Costa, de ''la mitad de lo que España había heredado'' en Marruecos, como fruto de numerosas e importantes iniciativas realizadas en los años anteriores. La pérdida se concretó en 1906, cuando en la Conferencia de Algeciras se confirmó la posición dominante de Francia en Marruecos, algo que, según el marqués de Olivart, constituía una ''dislocación'' para la política marroquí de España pues nunca antes se le ''hubiese ocurrido en serio a español alguno sostener que debiéramos ceder, siquiera compartir con Francia, los destinos de Marruecos''. Tras los acontecimientos de Filipinas de 1896 y del 98 cubano, la pérdida definitiva de las islas caribeñas y del archipiélago asiático (así como la venta de las Carolinas a Alemania en 1899) traería consigo una doble consecuencia: el despertar de la conciencia internacional de España -que, además, coincidía con el advenimiento del reinado de Alfonso XIII-, y la nueva situación de Marruecos que estaría, por primera vez, en el punto de mira de la política exterior española. Se habían confirmado ya dos realidades: ''el carácter internacional del problema marroquí que pasaba a ser el nuevo avispero de Europa, y la certeza de que había de precipitarse una solución''.
La masonería en acción3
Demos ahora un salto en el tiempo para seguir la trayectoria histórica de la masonería española en Marruecos hasta la instauración de la Segunda República. Después de las guerras del Rif y especialmente a partir de 1930, el centro neurálgico de la masonería española se traslada por primera vez a Tetuán, la capital del protectorado. En ella se encontrará la sede de la segunda Gran Logia Regional de Marruecos. Las ciudades del protectorado francés (Casablanca y Fez) y Tánger desplazarán su protagonismo pretérito hacia la zona de influencia española que contará con mayor número de logias en las diferentes ciudades: Villa Alhucemas, Chauen y Villa Nador. A ellas se añadirán las logias ya existentes de Larache y Cabo Espartel. La República legalizará a la masonería en el protectorado, por lo que las actividades de los talleres adquirirán una visibilidad y un ímpetu sin precedentes. La mayor parte de los integrantes a las logias era de origen español y ''cristiana'' respecto al grupo etno-cultural, en un porcentaje que en algunas logias ascenderá al 80%. Casi un 60% de los masones de la época republicana serán neófitos, pues sus iniciaciones, a pesar de las exaltaciones rápidas, se realizaron entre los años 1929 y 1932.
En otras palabras, serán nuevos masones para una nueva masonería. Los componentes de las logias estarán afiliados o serán simpatizantes de diferentes partidos republicanos, socialistas e incluso comunistas, sus respectivas ideologías determinarán, por lo general, el rumbo de las actividades masónicas. Se iniciarán de forma más sistemática musulmanes marroquíes en las logias, la mayoría relacionados con el movimiento reformista del islam (la Nahda) o con el nuevo e incipiente nacionalismo marroquí. El número de judíos de las logias, antaño mayoría indiscutible y protagonista en las bases ideológicas de la masonería y en su expansión por Marruecos, disminuirá respecto a etapas precedentes. La causa será, probablemente, el desarrollo e incremento de la identidad inter-comunitaria de este grupo, sin olvidar la influencia del auge del sionismo, el fascismo y el antisemitismo europeo. No obstante, en las mencionadas Tánger, Casablanca y Fez seguirán siendo un grupo con notable influencia. La existencia de militares en las logias si bien no será mayoritaria, será al menos representativa en esta nueva etapa, a diferencia de las anteriores -salvo en 1930-, influyendo así en la dicotomía creciente respecto a los civiles.
Las persecuciones por parte del sector antimasónico y antisemita se incrementarán produciendo respuestas heterogéneas, muchas de ellas de cariz político, en los miembros de los talleres. El interés por las corrientes esotéricas también aumentará el número de integrantes de las logias. Las relaciones masónicas internacionales, especialmente con logias mexicanas, argentinas y cubanas se verá incrementado gracias, en parte, al nuevo régimen político de España y también a la situación colonial de la que había sido la ''madre patria'' en Marruecos. Entre las logias transatlánticas generaron mecanismos de solidaridad ideológico-política y masónica.
El carácter cosmopolita de la masonería hispano-magrebí conocerá el mayor porcentaje de su historia. Tales novedades, que sin duda exigen un análisis diferenciado de este período, no interferirán en las características esenciales del proyecto masónico esgrimido desde su implantación a finales del siglo XIX. Por una parte, desde su inicio heterogéneo y convulso, el Arte Real hispano-marroquí había apoyado la colonización de Marruecos por parte de España, contribuyendo a su consecución, expansión y consolidación. En los casos en los que ésta determinación fue más incierta, sobre todo en Tánger durante la época precolonial, siempre prevaleció la influencia española en todas y cada una de las logias. Un hecho que también se observa en los talleres con mayor población extranjera en el protectorado francés, su carácter ''españolizador''.
Por otro lado, en cuanto a la ideología y la praxis del proyecto pro-colonial, nada se cuestionaría respecto a épocas pretéritas. La misión estaba clara: civilizar Marruecos por medio de los preceptos del Arte Real, especialmente, por medio de la fraternidad en las logias, la educación cívica y laica de la población oriunda y española que era analfabeta o estaba en ''estado de barbarie''; y la iniciación en las logias de aquellos marroquíes ''preparados'' o ''casi-preparados'' para los misterios de la masonería y que, por supuesto, estaban conformes con dicho proyecto. En el proyecto masónico subyacía laborar por la grandeza de la ''patria'', denominada en un primer momento como ''regeneración'' y después ''civilización'', términos que escondían el principal objetivo: la colonización.
A pesar de lo anterior, el proyecto no se transmutó en una labor común de todas las logias hispano-marroquíes, ni se consolidó de manera oficial hasta la visita de Martínez Barrio en 1927, traduciéndose al final en una representación más perspicaz durante los años treinta. La masonería asumiría institucionalmente el deber de mejorar, a través de todos los medios a su alcance, la situación política y social tanto de Marruecos, como de España, de ésta ser posible más laica y más liberal. Un Marruecos menos incivilizado y más ''intercultural'' gracias a su protección y guía. La mayor parte de los medios utilizados para tal fin serán también los mismos que antaño: educación laica; anticlericalismo; pacifismo; beneficencia; antibelicismo; apoyo mutuo; actividades culturales como conferencias, artículos de prensa; intercesión hacia los poderes públicos mediante diferentes demandas sociales, como las condenas a la guerra, la pena de muerte, al peso de las misiones católicas, la obtención de la nacionalidad para los judíos sefardíes y marroquíes; entre otras propuestas más localistas. Eso sí, tendrán un cariz más politizado.
Las transformaciones de la masonería republicana tampoco deben observarse de forma taxativa. Los procesos siempre se encuentran difuminados en el transcurso del tiempo, por lo que muchas de las características señaladas se pueden observar en las etapas precedentes. El incremento de españoles en algunas logias del protectorado francés, en Tánger y en las primeras logias de la gle; el crecimiento del sector antimasónico en España, ciertas actitudes más politizadas e, incluso, el liderazgo y el protagonismo de algunos de sus antiguos componentes. Estos procederán en su mayoría de las logias de Larache, Alcazarquivir y de Morayta no. 284 de Tánger, por lo que habrá un número considerable de judíos marroquíes o naturalizados españoles maestros del Arte Real en sus filas. La masonería hispano-marroquí de la Segunda República será heredera de toda su trayectoria ancestral. La única salvedad será que cambiarán los centros ya consolidados de Tánger y Casablanca a Tetuán y Larache, de mayoría judía a mayoría española. El contexto bélico de la ocupación española, no resuelto hasta después de 1927, potenció la desazón masónica existente en el protectorado español. Las cifras son esclarecedoras, se había implantado la semilla del Arte Real hondamente en Marruecos desde el principio de su historia en el territorio. Y ésta tan sólo se desplazaría en función del beneplácito político y social de las zonas.
De 1923 a 1930 el goe experimentará un ligero y constante aumento en cuanto al número de logias, salvo por los problemas anteriores, especialmente de 1928-1929, en el que las autoridades gubernativas de la dictadura de Primo de Rivera clausurarían numerosas logias y detendrían a algunos dignatarios. De hecho, según la estadística nacional, la ''sensible'' baja consistió en la desaparición de cinco logias y en la disminución de 246 masones. En una escala más reducida, en el ámbito marroquí, entre 1930 y 1931, una vez fusionada la glu al goe, añadiría a las 5 logias que auspiciaba en 1929, otras 2 con un total de 7; mientras que la gle, de las 5 auspiciadas en 1926, pasaría en 1931 a 4, una de las cuales se adheriría al goe a mediados de este año (Tetuán no. 64). El número de componentes también irá aumentando desde 1930 conforme a las etapas. En cuanto a su composición, los integrantes formarán parte en su mayoría de la burguesía media y baja tanto española como judía, produciéndose cierta heterogeneidad entre las logias en función de la economía de estos.
Será una burguesía de tendencia liberal en general, y la oriunda ''compradora'' y ''colaboracionista'', como señalamos más arriba. Además, en conjunto, buscarán en las logias un medio para obtener sus fines (redes sociales y comerciales, nacionalización, garantes coloniales, influencia política) y un nexo ''fraternal'' e ''igualitario'' para solventar las diferencias etno-culturales y etno-religiosas. Tal instrumentalización de la masonería se verá reflejada en las tendencias generales de sus componentes: se afiliarán en aquellas logias donde encuentren más afinidad socio-profesional, etno-cultural y, como se verá en la etapa republicana, ideológico-política, incluidos aquellos nacionalistas marroquíes que ingresarán en sus filas.
En definitiva, después del receso de los años 20, entre 1930 y 1931, a pesar de la crisis que se avendría por la ''depresión'' del periodo de entreguerras y el crack del 29 -que se empezaría a notar en Marruecos por estas fechas-, la masonería resurgiría con más ímpetu, más y nuevos miembros: una masonería que ellos mismos denominarían ''en acción''.
Tomo 34: Interculturalidad, alteridades y proyecto colonial
El último tomo del libro de Valeria Aguiar está dedicado al proyecto de la masonería española en -y para- Marruecos, y en el ideal colonial que lo sustentaría. El proyecto de la masonería hispano-marroquí en Marruecos durante la II República, si bien alcanza su plenitud gracias a los propios ideales liberales del régimen, emana, ineluctablemente, como resultado de su herencia anterior: ni surge de forma espontánea, ni tampoco la institución y sus pretensiones colonialistas fueron primicias en la trayectoria histórica de la orden. El ''ideal masónico'' que defenderían los renovados masones republicanos había formado parte de los preceptos del Arte Real desde sus orígenes, desde sus propios textos reglamentarios. Un proyecto-ideal que, por otro lado, no sólo había sido exclusivo del caso español, sino que, al contrario, ya había estado presente en la mayor parte de las masonerías coloniales europeas en los diferentes territorios que ocuparon a través del discurso de la fraternidad inserto en las Constituciones de Anderson, es decir, en las bases primigenias de la orden y en uno de sus lemas más recurrentes.
Valeria Aguiar cree que lo que en el fondo se había pretendido era reorientar a la población nativa hacia el lenguaje y las pautas de la modernidad, su asimilación o asimilismo -especialmente a las minorías y a la élite-, para mayor beneficio de los intereses político-económicos de las metrópolis respectivas. Las masonerías inglesa y francesa habían sido y serían los ejemplos más representativos de la teoría y de la praxis de la fraternidad en sus colonias y, con ello, de la cosmopolitización subsecuente. En el caso de España, cuya capacidad imperialista había sido puesta en duda a lo largo de la centuria decimonónica, la fundamentación había sido la misma, pero con otras variables añadidas.
En primer lugar, parte de los habitantes de Marruecos (sefardíes y andalusíes) estaban ligados a un pasado común con los españoles; un pasado compartido situado en Al-Ándalus que sería revalorizado y mitificado durante el periodo colonial por las narrativas legitimadoras de la ocupación y por protectores y protegidos en sus diferentes procesos de resignificación identitaria. Y, en segundo lugar, la vecindad de ambos países, Marruecos y España, había supuesto un añadido complejo a las relaciones entre ambos, repletas de fluctuaciones bélicas, razias, tratados amistosos y representaciones negativas de la alteridad que habían complejizado y, a su vez, enriquecido el discurso colonial y los propios ''encuentros culturales'' de las partes implicadas.
El ideal masónico y su proyecto colonial
Judíos, musulmanes y ''cristianos'', fuesen españoles o marroquíes, se vieron envueltos desde la progresiva ocupación de España en el Imperio cherifiano, en la convivencia colonial, en la legitimidad y aceptación de los roles de protección que proponía el imperialismo y la colonización, produciendo nuevas y variadas narrativas colectivas que otorgaron diferentes significantes en función de los objetos e intereses de los sujetos y de las comunidades. El ideal masónico y su proyecto colonial no podían sino influenciarse de tales iridiscencias, hasta el punto de convertirse en una vía paralela del colonialismo y, más que eso, en un agente de pacto para los integrantes oriundos de Marruecos y para los españoles que habían decidido implantarse en sus confines; un agente que, además, incluía espacios de sociabilidad y sus propias redes sociales, políticas, económicas y transnacionales.
En definitiva, el contenido del Tomo 3 permite comprender desde un punto de vista transversal, temático y global, más que cronológico, los entresijos de un tema complejo, pero también interrelacional y significativo respecto a diferentes problemáticas de la Historia. Y respecto a la interpretación de las relaciones pretéritas y actuales entre España y Marruecos que, con todo, se vinculan también a los fallidos o malinterpretados ''choques de civilizaciones'' que con tanto ahínco hicieron gala diversos estudiosos hace ya algunos años. Para tal fin, hay una primera sección que incluye el marco histórico-ideológico en el que se sustentaría el discurso proyectado, con sus diferentes extralimitaciones conceptuales y contextuales. Añadiendo, además, una exégesis concreta de los encuentros culturales en las logias entre españoles y musulmanes y judíos marroquíes, donde se valora el papel de cada grupo desde el discurso ideal de la masonería y desde su experiencia y participación en ella.
La segunda sección, con la que finaliza el libro se centra en los resultados de la proyección del ideal, no desde el punto de vista de sus participantes o de la praxis en Marruecos, sino desde su consolidación: primero, a través de las redes masónicas internacionales -sobre todo porque durante la etapa republicana el cosmopolitismo de la masonería hispano-marroquí llegará a su punto más álgido-; y segundo, desde las reminiscencias de su legado. Un legado documental configurado por la pluriculturalidad y por las resignificaciones identitarias de los grupos a través de la asunción y apropiación de los preceptos de la Orden, pero también del mito andalusí de las tres culturas. Un mito que, analizado en retrospectiva, ofrece nuevos parámetros para reinterpretar y comprender las relaciones históricas y la(s) memoria(s) comunes entre Marruecos y España.
La visión de los vencidos
Antes de finalizar me gustaría añadir una breve reflexión de Irene Vallejo, publicada en El País Semanal el mes de julio de 2020:
Somos seres de memoria y, desde que empezamos a contarnos el pasado, hemos escuchado sobre todo la voz engolada de los ganadores. Sin embargo, a veces, algunos textos salvados sacan a la luz los relatos del bando olvidado (…) La historia es un tapiz entretejido de civilización y brutalidad, pero no olvidemos que entre nuestras tradiciones más antiguas late la mirada de quienes dieron la palabra al bando contrario sin encubrir la barbarie propia. Si no escuchamos la versión del otro, del adversario, incluso del derrotado, nosotros también perdemos el rumbo y el humanismo.5
Creo que después de haber oído durante tanto años (más de cuarenta) la única ''versión'' de los vencedores de la guerra civil, necesitamos trabajos rigurosos, como éste, para conocer de verdad la Historia de España Contemporánea, aunque comprendo que no resulte grato a los que se niegan a oír -todavía hoy- el testimonio de los vencidos. En el caso de la obra que nos ocupa, hay detrás una intensa tarea investigadora sin la que no se podría haber conseguido un resultado historiográfico tan completo. Por eso creo que después de la publicación de este libro, habrá un ''antes'' y un ''después'' en los estudios científicos sobre la masonería española en Marruecos. Me refiero, claro está, a la historia real, y no a esos panfletos patrioteros que llenaron las páginas de algunos manuales que lamentablemente todavía circulan por algunas universidades de nuestro país, como libros de texto. La historia de la masonería española en Marruecos, es una historia muy dolorosa, y triste, porque la brutal represión que sufrieron los masones en Marruecos, se produjo, incluso, antes del ''minuto cero'' del golpe militar de 1936. Antes de que comenzara todo, Franco pidió la lista de los militares masones, nada más llegar a África. E inmediatamente después comenzó la brutal represión que sufrió la masonería como no se había producido hasta entonces, en toda la historia de España.
Fechas de Publicación
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Fecha del número
Jan-Jun 2022
Histórico
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Recibido
12 Oct 2021 -
Acepto
05 Nov 2021