Con un suspiro de alivio nos adentramos en un libro que nos presenta a mujeres liberadas del corseé/andamiaje del parafraseo constante de documentos, testimonios y demás pruebas que requiere un escrito de visibilización histórica. Solamente una historiadora que ya maneja y comunica los datos en una variedad de contextos académicos, puede tener la destreza de no sólo retratar quiénes eran, sino además cómo eran estás cinco masonas.
Cómo indica el título estas mujeres compartieron un contexto temporal político social; el de la II República, y su variable era la masonería. De hecho, el aspecto masónico es el único apartado en común que tiene cada una de ellas. Tenían profesiones distintas, aunque pudieran haber coincidido y de hecho lo hicieron, en algún momento dado. Carmen de Burgos: periodista, Clara Campoamor: abogada, Consuelo Berges; escritora y traductora, Hildegart Rodríguez Caballera; política; Aurora Bertrana I Salazar; músico y escritora. También las hubo que fueron amigas entre ellas. Sin olvidarnos de su feminismo, Carmen de Burgos luchó por una ley de divorcio, Hidelgart advocaba por la contracepción y el aborto, Clara Campoamor consiguió que se aprobase el derecho al sufragio de la mujer mientras que Berges tenía inclinaciones anarquistas. Sin embargo, la masonería era un ámbito donde su interés por la educación, y su lucha por la igualdad en general sí que fue compartida por todas.
Por otra parte, cada una de ellas nos es presentada en plena actividad laboral que luego retrocederá en un recorrido biográfico cronológico a veces y siempre sincero cuando lo estime necesario; con las limitaciones, las insuficiencias de las mismas, o sencillamente cita, sus fuentes. Asimismo ha sabido elegir los detalles relevantes de la época que le dan cuerpo al personaje: el dinero que gana una diputada, por ejemplo. Tampoco se les idealiza, Clara Campoamor se convierte en una política desilusionada de sus compañeros republicanos, Hildegarde se empeña, casi enrabietada, en querer ser diputada a pesar de ser menor de edad, Berges deja la escritura y Aurora Bertrana la música, mientras que también se dedica a la traducción. Y las que llegaron a exiliarse quisieron volver a España. Si sobrevivieron fueron vencidas. No obstante, el hecho de que Aurora Bertrana escribiera en catalán bajo Franco podría leerse como un acto de resistencia.
Asimismo, la historiadora se esmera en la sección que dedica a la masonería de cada una. Ya que hubo dos logias de adopción en la II República y algunas participaban en ambas logias en Madrid. Reconoce la poca participación de Aurora Bertrana en la suya. Como solía ocurrir a veces, como en el caso de Ángeles Lopez de Ayala o Belén de Sárraga bastantes años antes, perteneció a una logia de hombres. Su logia era Democraciade Barcelona en la que estuvo muy poco activa. No así lo fueron las otras mujeres de nuestro grupo. Pertenecían a las logias de adopción deAmor que dependía de la logia Mantuade Madrid de la Gran Logia Española y a la de Reivindicación perteneciente a la logia Condorcet de Madrid del Gran Oriente Español. Pero más de una vez la escritora hace hincapié sobre las limitaciones de actuación y de reconocimiento de las logias de adopción:
Las mujeres masonas estaban demostrando ampliamente que eran merecedoras de un tratamiento igualitario que superara el estrecho margen de actuación que las logias de adopción les dejaban. No podemos olvidar que la masonería femenina era muy limitada: las mujeres solo podían aspirar a los cuatro primeros grados rituales y no podían estar presentes en los organismos de decisión de la masonería (pág. 132).
Entre las mujeres de la logia Amor estuvieron las promotoras del proyecto masónico de educación en la Liga de Educación y Enseñanza (LEYE). Mientras que en la logia Reivindicaciónparece haber estado más politizado. Puede que reflejando la tensión política de la sociedad en aquél 1934, como nos explica la historiadora, un conflicto interno en el que participaron al menos dos de nuestras masonas llegaría a instancias de la Gran Logia Regional. Tenemos bastante información sobre la masonería por las memorias y escritos de Clara Campoamor sobre Azaña, Barrionuevo y demás masones que conocemos gracias al trabajo de José Antonio Ferrer Benimeli1, que la autora no deja citar.
Ortiz Albear incluye todas sus fuentes con discreción y elegancia sin que interrumpa la narración ni la historia y cuando se detiene en alguna de esas fuentes es para describirla sucintamente y es de relevancia. Sus fuentes acompañan la narrativa sin detenerla, sin crear pausas de historiadora austera y cuando se le ofrece hacerlas, son todas las necesarias. El arte de la historia está en el uso que hace el historiador de esas fuentes. Otra decisión acertada ha sido el tiempo de la narración, la autora tiene claro que narra desde el presente manejando dos pasados, el de la república, el de franquismo que esboza y la actualidad que ella comparte con el lector. Esta escritora sabe a quién se dirige, y comparte comentarios dirigiéndose directamente al lector que es su cómplice y su audiencia:
Es necesario recuperar la historia y la memoria de muchas mujeres que supieron colocarse a la vanguardia de su tiempo, hay que rellenar los huecos que en los libros de Historia han dejado sus vidas silenciadas. Es importante que a Clara Campoamor se la estudie en las escuelas y en los institutos, al igual que a otras muchas mujeres que han hecho Historia (pág. 116).
Sin embargo, lo que no deja claro para el lector hispano es cómo pasaron estas mujeres de ser tan visible a ser invisibles. ¿Hasta qué punto se puede explicar el profundo contraste para esta elite de mujeres durante la república y lo que supuso el franquismo? Para ello recomendaría una novela llamada “Doce años y un día”2 que era la sentencia que el régimen de Franco dictaba a aquellos sentenciados por el delito de masonería.
Además estas semblanzas tan insólitas están encuadernadas como los demás libros de la colección de Historiadores de la Masonería, de la editorial Masonica.es, con una elegante portada, una paginación despejada que facilita la lectura y una selección de retratos fotográficos de las protagonistas, inéditos algunos, conocidos otros pero todos de buen gusto. El anexo fotográfico es una buena muestra visual de la presencia que tuvieron las mujeres en la masonería española.
Natividad Ortiz Albear no exalta ni a santas ni a héroes de guerra, busca el reconocimiento del papel que tuvieron estas cinco mujeres, entre otras:
Igual que sucedió con la mayoría de su generación la Historia las ha relegado. Sus nombres no aparecen en manuales ni en libros de texto. Las sucesivas promociones de estudiantes han pasado por las aulas sin conocerlas si ni siquiera haber oído hablar de ellas. Confiemos en que las investigaciones actuales y futuras nos devuelvan todo lo que se ha llevado el viento de la indiferencia histórica que, como siempre, tiene un nombre de mujer (pág. 216).
Bibliografía
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1
José Antonio Ferrer Benimeli, Masonería española contemporánea (Madrid: Siglo XXI, 1980).
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2
Natividad Ortiz Albear, Doce años y un día (Madrid: Editorial Nova Casa, 2015).
Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
Abr 2018
Histórico
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Recibido
15 Ago 2017 -
Acepto
14 Set 2017