Resumen
El propósito de este artículo consiste en presentar el tema El tercer espacio: propiedades de desplazamiento de la experiencia psicocultural. Se refiere al espacio potencial del desarrollo temprano humano,que hace contrapunto en su devenir histórico con el mundo sociocultural. Surge mayormente de la reflexión concienzuda obtenida de la clínica psicoanalítica con consultantes niños y adultos, así como de la investigación sobre la relación entre psicoanálisis y literatura. La psicoterapia con niños sucede en un espacio de juego, en un taller de trabajo psicológico donde se explicitan los síntomas perturbadores y se vehiculiza el conflicto, en una zona intermedia, así llamada por D.W. Winnicott, no tan lejana del tratamiento con consultantes adultos donde al transcurrir el proceso de análisis del inconsciente se produce un tiempo-espacio de ambigüedad y extrañamiento. Tales procesos de naturaleza clínica permiten observar que en el devenir y la producción cultural humana se hace notar un espacio que se abre hasta que se define el traslado experiencial. Ese es el tercer espacio. Otro modo de observar ese tercer espacio se encuentra en el lenguaje; ese componente ambiguo, incierto, se efectúa mediante el desplazamiento semántico en el texto literario. Así, ese tiempo-espacio de ambigüedad, propicio para el desplazamiento de procesos de lenguaje, convertido en hechos culturales como obra artística o fenómeno psicosocial, tiene como basamento procesos transicionales intrapsíquicos advertidos desde el desarrollo precoz. De manera amplia, el tercer espacio se propone como ámbito teórico e investigativo dado que constituye un aporte a la lectura y a la investigación textual psicoanalítica.
Palabras clave: clínica psicoanalítica; juego; desplazamiento,intrapsíquico,ambigüedad; tercer espacio; texto literario; psicocultural
Abstract:
The purpose of this article is to present the topic: The Third Space: Displacement Properties of the Psycho-Cultural Experience, referring to the potential space in early human development, which interacts with its historic occurrence in the socio-cultural world. It arises mostly from thoughtful consideration obtained from psychoanalytic consultation with children and adults, as well as investigation of the relationship between psychoanalysis and literatura Psychotherapy with children takes place in a play space, in a psychological workshop where the symptoms causing a disturbance are identified and the conflict is focused in an intermediate zone, thus named by D.W. Winnicott; it is not that far from the treatment of adult patients, wherein the analysis process of the subconscious takes place and creates a time and space of ambiguity and estrangement. Such processes of a clinical nature allow observing that throughout these and human cultural production there is a space which is opened until the transfer of the experience takes place, that is the: third space. Another way to observe this third space is through language; the ambiguous and uncertain component, which takes place in semantic displacement in the literary text. Therefore that temporal and spatial ambiguity, which encourages the displacement of language processes, into cultural expression and artistic productions or psychosocial phenomena, has as its foundation those intra-psychic transitional processes, noticed since early development. Taken amply, the third space is proposed as a theoretical and investigative field becauseit contributes to the reading and investigation of psychoanalytic texts
Keywords: Clinical Psychoanalysis; Play; Displacement; Intra-Psychic; Ambiguity; Third Space; Literary Text,Psycho-Cultural
La presentación de este artículo responde al interés de dar a conocer un conjunto de ideas resultantes de observaciones teórico-prácticas, que se han ido convirtiendo en certezas, surgidas del psicoanálisis clínico, y de vislumbres de investigación obtenidos de la escritura poética y del estudio académico de la literatura. La relación de trabajo en la clínica, concordando con Winnicott, se basa en y más que la relación terapéutica porque de ella surge un mundo propio, una cierta propiedad de traslado compuesta por las tareas de separación e interrelación de la realidad interna y externa (2008), que recrea transferencias y produce obras novedosas, efímeras para el alivio de las aflicciones, creativas para determinar vocaciones o definitivas para tomar decisiones.
La psicoterapia, con niños y niñas, al ser un tipo de tratamiento que sucede en un espacio de juego,en una zona intermedia (Vargas, 2013), no tan lejana del tratamiento con consultantes adultos, donde transcurre el proceso de análisis del inconsciente, caracteriza un ámbito que, más allá de lo clínico, sitúaal sujeto en edades tempranas del desarrollo humano, en edades de adquisición de lenguajes y herramientasde socialización1. Freud, sobradamente, lo advirtió en este comentario: “Hace tiempo que se ha vueltopatrimonio común saber que las vivencias de los primeros cinco años cobran un influjo de comandosobre la vida, al que nada posterior contrariará” (1937-1939/2004, p.121) y el lenguaje, que conciernetambién a la escritura, asienta el discurso, la puesta en práctica de la cultura.
Así, el infante humano se potencializa y transpone culturalmente desde sus bases psíquicas mediante desplazamientos de experiencia, de manera que un basamento lúdico podría convertirse en una escultura; o bien, las primeras letras en un texto literario. Ese movimiento sucesorio de tiempo y lugar es psicocultural. Existe en tanto sucede, mantiene la permanencia necesaria y remite a una esfera de la experiencia y el trato social potencial del desarrollo temprano humano, que hace contrapunto en su devenir histórico con el mundo sociocultural.
Tal propiedad del tercer espacio, que ahora resulta ser más comprensible, puede haberse sobrentendido,no por desconocimiento de su transicionalidad, sino por haberse dejado de observar en otros ámbitos. Sin embargo, la literatura, no solo como narración sino también como teoría literaria, se manifiesta como un medio de encuentro con el tercer espacio.
La autora de este escrito ha vivenciado el tercer espacio a lo largo de la vida profesional debido a que el ejercicio de la Psicología clínica trae consigo la ocupación transitoria de un tiempo-lugar de intercambio con consultantes, quienes acuden a procesos psicoterapéuticos de variada duración extensivos a momentos irrepetibles de comunicación. Tal circunstancia se convierte en una propiedad del ejercicio profesional debido a que en la práctica clínica el suceso humano alcanza un carácter tan particular debido a su intensidad afectiva, al hallazgo histórico y al encuentro transferencial y a que el acontecimiento irrepetible, porque cada vez es único, moviliza, arrastra, desplaza saberes de lenguaje que varían el estado de la conciencia propia y del mundo.
La observación del tercer espacio ha sido llevada a cabo por varios autores, cuyos puntos de vista se expondrán seguidamente. Se toma en cuenta que algunos de ellos, aun cuando no se lo habían planteado directamente ni lo habían nombrado así, se han topado con el tercer espacio, otros, por el contrario lo han buscado, lo identifican y lo emplean en su oficio, o lo caracterizan obteniendo provecho de su hallazgo al adquirir relevancia para sus hipótesis.
Este trabajo procurará una aproximación al reconocimiento de las propiedades de ese tercer espacio por medio de algunos de esos autores. Será presentado y comentado a efecto de reunir un conocimiento que anime el interés, la reflexión e investigación respecto a un campo que promete responder aquella no tan joven pregunta: cómo se hilvana la psique con la cultura.
I. El tercer espacio
El tercer espacio ha estado ahí, como zona de trasiego de la experiencia desde siempre para lo humano;sin embargo, como concepto, se ha puesto en boga desde los años setenta del siglo XX en que se han venido manifestando con mayor fuerza nuevas visiones paradigmáticas y que lleva necesariamente a formular un replanteamiento intelectual.
La escolástica clásica ciñó el conocimiento a dos grandes enfoques sometidos a formulaciones binarias y oposicionistas, de manera que cuerpo y espíritu, cultura y naturaleza han estado separados a la hora de ser explicado el mundo y de generarse conocimiento, pero aun cuando este basamento lógico formal ha sido el instrumento del poder formal occidental colonizador y expansionista del mundo conocido, es a partir de finales del siglo diecinueve que ese cielo ideológico ha empezado a experimentar la decadencia de un discurso único, de su contenido rector, resultado del debilitamiento eurocéntrico y del desarrollo por su parte de los estudios culturales y de la poscolonialidad que, al dar cabida a la periferia del mundo y a sus voces avasalladas, silenciadas por el colonialismo de varios siglos, rompen, abren y movilizan discursos mezclados que se instalan en ese tercer espacio en la búsqueda pronta de un suelo cultural común que aporte semejanzas y otros medios comunicacionales. El entendimiento de este espacio de saber podría resultar abstracto. Sin embargo, es posible imaginarlo, solo que debido a esas características tan particulares, tan situacionales, que posee, requiere el uso de medios conceptuales precisos a través de los cuales desplazarse por su formalidad interior para investigarlo, también es necesario practicar una forma de investigación interdisciplinaria que entregue perspectivas diversas que sea posible reunir en pos esa de indagación, en cuenta la literatura, el psicoanálisis,la filología, la psicología y la historia social.
Ilustrativo de ello resulta Mijaíl Bajtín2, gran autor de la filosofía del lenguaje, que llegó areconocer ese conocimiento conjunto como “una nueva disciplina dentro de las ciencias humanas, que se formaría en las “zonas limítrofes” entre la lingüística, la antropología filosófica y los estudios literarios”(pp. 320-323,1985).
Desde una antropología de la modernidad, Marc Augé (1992) plantea que la noción de espacio es abstracta por la variedad de sentidos que se les suele dar y por eso “parece poder aplicarse útilmente, por el hecho mismo de su falta de caracterización, a las superficies no simbolizadas del planeta…aplicaindiferentemente a una extensión, a una distancia... o a una dimensión temporal” (1992, pp. 87-88).
Además, el espacio puede ser tan concreto como la ocupación física y psicológica dada a un territorio, sitio o lugar. El requerimiento de lugar para las relaciones resulta tan sencillo y tan complejo como nacer y morir. Constituye el lugar común como pertenencia cultural de quienes viven ahí y es también la asignación imaginaria que el conjunto social ha dado a sus miembros para poder pertenecer.
La geografía al determinar tierras y mares provee territorios donde se organizan los espacios y se constituyen los lugares, asientos sociales de lo humano; ambos, espacio y lugar los combina el tiempo.
Siguiendo a Augé, se encuentran espacios convencionales, fijos, establecidos por razones físicas y antropológicas donde el hombre se inserta y produce su sobrevivencia. Pero, hay espacios relacionales, donde el hombre vive imaginariamente su existencia y crea condiciones sociohistóricas para sus narrativas, esos son los espacios que mayormente conciernen a este trabajo, por su propiedad de cambio, movimiento y traslado.
Sirve de complemento los estudios antropológicos de Turner (1967/2005)3 que al introducir el concepto de lo liminar observa una diferencia entre las situaciones de estado y las situaciones de transición de acuerdo con sus estudios de ritos de pasajes, y que aporta al tercer espacio.
Estos ritos se suceden en tres fases: separación, margen o limen y agregación. La primera y la tercera son estados por lo que se tuvo y por lo que se tendrá; el pasado, un tiempo ya fijado y el futuro, un tiempo sin fijar. En el segundo, al que llamó período liminar, es una transición donde la condición del sujeto del rito es ambigua, atravesada por un espacio sin propiedades, pero que en todos los momentos tienen en común un cambio de cualquier variedad de naturaleza. Para el autor, habría también una persona liminar, transicional, estructuralmente indefinible, pero transformadora (Turner, 1967/2005).
En ese sentido, en el limen, el tiempo del ritual transcurre, la experiencia está sucediendo, de manera que lo liminar es el movimiento de un tiempo del tercer espacio.
Una forma de aplicación estética, aunque también política, de pensar este mismo concepto de lo liminal se puede observar, también, desde un punto de vista arquitectónico. En un estudio sobre el tema de la ciudad, de Jesús Abad Navarro (2011), de la Universidad de Sonora, México, se plantea lo siguiente:
La ciudad hegemónica del discurso oficial es una construcción predominantemente ideológica, mientras que la inclusión de la ciudad liminal a ras de piso proporciona una visión completa de la ciudad, favoreciendo la posibilidad de una percepción estética de la misma (sic). (p. 109).
Esa ciudad a ras del piso sería una ciudad en movimiento, la ciudad vital, la ciudad de la gente viviendo, un tercer espacio, distinta de la ciudad arquitectónica, estructural y fija.
Hernando (2004) sigue con el planteamiento de uno de los autores de la teoría poscolonial, Hommi Bhabha,4 sobre el tercer espacio debido a que este observó un espacio cultural donde tiene cabida la diferencia y la otredad; se describe como una presión cultural que produce filtraciones político ideológicas, que se podría imaginar como una intersección, una confluencia espacio temporal, una mezcla híbrida. La autora encontró una aplicación de ello en la literatura de fronteras, muy al caso de lo que se vienerevisando, porque integra la geografía, el lenguaje y los significados culturales:
La frontera es también el lugar donde las diferencias y las hibridaciones se manifiestan y se expresan en el lenguaje. Es un espacio re-semantizado que distingue y marca nociones muy generales y muy amplias de cultura, donde la identidad nacional se construye, ahora y por, sobre todo, a partir de la lengua. Esta línea divisoria, a la manera de una interfase lingüística y cultural, es excesivamente compleja, ya que es más que un marcador geopolítico. Tal interanimación cultural convierte a la frontera en una zona de interrelaciones lingüísticas y discursivas que desmienten la representación de una línea fronteriza rígida, simplista y binaria (2004, p.112).
II. El movimiento del lenguaje
i. La enunciación siniestra
Freud (1982) hace un reparo investigativo de parte del psicoanálisis respecto a la investigación estética al considerarla más propia de las artes. Sin embargo, él mismo dirigió su entendimiento hacia esa intersección o punto donde confluyen fenómenos extremos y antagónicos, en aras de su interés por lo siniestro u ominoso debido a la relación encontrada con fenómenos psíquicos complejos como lo angustioso y el retorno de lo reprimido y el desvanecimiento de límites entre la fantasía y la realidad.
La advertencia freudiana ha sido escuchada por la investigación literaria actual. Produce la categoría de enunciado poético siniestro, noción que permite transitar por los ámbitos conceptuales a los que se refería Freud, y que para efectos de esta indagación tal categoría fue suficientemente probada en un estudio de tesis5 de una novela costarricense Cruz de olvido, de Carlos Cortés (1999), la cual resulta generosa en enunciaciones de esa naturaleza; por ejemplo:
Tal vez no llegaría ni siquiera a los 50. Lo había intuido muchas veces a lo largo de los años. Una vez en Panamá, una de las 33 clarividentes del general Noriega le había leído la mano y se lo había revelado. Su madre que era mulata… se lo había insinuado a los 15 años y, después de muerta, también en sueños(Cortés,1999, p.101).
El enunciado como tal tiene la propiedad de vehiculizar el lenguaje, y al ser lo siniestro unanoción ambigua y al tener literariamente vecindad con lo fantástico y lo extraño, logra acceder a una situación indeterminada desde donde explicar un acontecer humano que trasciende las formas habitualesy se producen cambios en el lenguaje.
Justamente, donde el modo en que suceden los hechos no guarda constancia ni homogeneidad; porel contrario, se distingue por su carácter diferente, es donde se presenta el asalto de lo siniestro identificado por Freud en el estudio realizado en su artículo: Lo siniestro6. Se emplean, como medio de acceso, los modos del lenguaje.
Lo siniestro se comprende como un concepto transitivo, porque su sentido se moviliza de un punto extremo a otro de significado, en que se aprecia cómo el concepto sufre un desplazamiento semántico7debido a que la voz heimlich (en idioma alemán), de donde proviene, posee entre los matices de su acepciónuno en el cual coincide con su antónimo unheimlich. Unheimlich es una especie de heimlich cuando su sentido en común se reúne: “lo que es familiar, confortable, por un lado, y de lo oculto, disimulado por el otro” (Freud, 1919/2004, p. 226), lo cual sería, semánticamente, lo extraño familiar.
Al desplazar sentidos inciertos, ambiguos, lo siniestro, moviliza experiencias de movimiento, cambio y crisis, en sus actores. Desde un punto de vista intrapsíquico, como experiencia humana, lo familiar se vuelve extraño debido al proceso de represión y en la emergencia (asalto) de lo siniestro se produce un resurgimiento de lo reprimido.
Se aprecia la descripción de un espacio intermedio, que Freud logra deducir a partir de un movimiento del lenguaje y del desplazamiento de un concepto doble y coincidente y lo sitúa en un empalme estético al identificar un puente donde se transportan materiales del inconsciente, que se unen y se separan a tenor de un movimiento inhabitual que mayormente puede ser captado por la estética8, (Freud, 1982), más que decir, el arte y la cultura, se trata de un espacio cultural que se nutre de formaciones inconscientes, que abona material psíquico al tema del tercer espacio.
Resulta llamativo que Freud, al estudiar el tema de lo siniestro in situ el movimiento del lenguaje, estuvo imbuido en el tercer espacio, aunque no lo llegó a nombrar de esa manera.
Más adelante en esta exposición se verá también, como lo estuvo en relación con otras áreas del psicoanálisis.
ii. Lenguaje nuevo
El acento puesto sobre el lenguaje observado en Freud es potenciado, luego, por autores como Ricoeur (1970/2007) al identificar en la modernidad presente una doble posibilidad, desde nuevas simbolizaciones, que incluye la generación de lenguaje nuevo: la situación que se ha creado hoy al lenguaje implica esta doble posibilidad, esta doble solicitación, esta doble urgencia: Por un lado, purificar al discurso de sus excrecencias, liquidar los ídolos, ir de la ebriedad a la sobriedad, hacer de una vez el balance de nuestra pobreza. Por otro lado, usar el movimiento más “nihilista”, más destructor, más iconoclasta, para dejar hablar lo que una vez, lo que cada vez se dijo cuando el sentido apareció nuevo, cuando el sentido era pleno (Ricoeur, 2007, p.28)9
Así, se destaca un lenguaje en movimiento, que puede llegar a ser novedoso, disponible para lastransiciones y tránsitos.
iii. Deslizamientos
El movimiento del lenguaje es observado de una manera dramática por Hernando (2004), al describirlo como un deslizamiento que sucede y se conforma en el tercer espacio por medio de las manifestaciones culturales:
Precisamente, podríamos hablar de deslizamientos que se van produciendo en los diferentes planos de las manifestaciones artísticas, tendiendo éstos a amalgamarse, a fundirse unos con otros, en un cruzamiento de líneas de fuga y de ruptura que atraviesan ese nuevo espacio, el Tercer Espacio, donde los diferentes discursos se van hibridando y rompiendo la representación tradicional de una unidad rígidamente “unitaria”y cristalizada. Unidad que nunca existió y que no puede existir de ningún modo, porque es una imagen arbitrariamente acotada que se esfuma en el caótico tejido de lo vivo, en la conformación y evolución de la raza humana. (Hernando, 2004, p. 113).
iv. Lenguaje mestizo
Semejante es el punto de vista de Héctor Leyva, (2005), quien mediante una lectura crítica de la literatura centroamericana plantea en ese mismo sentido híbrido, el interesante concepto de lenguaje mestizo para referirse a los autores del tercer mundo o pertenecientes a minorías, que buscan su expresión dentro de los lenguajes colonizadores o de la gran literatura transformándolos hasta construir lenguajes propios.
En los apartados anteriores, se ha procurado situar las condiciones del tercer espacio, protagonizado por el desplazamiento de lo humano, su núcleo cultural por obra y palabra, y su fundamento espacio-temporal geográfico e histórico comprometido con el hábitat, la identidad y la subsistencia.
Enseguida, se observará el tercer espacio desde otras perspectivas.
III. El tercer espacio en la investigación
El tercer espacio ha sido observado en la investigación transcultural. Incorpora el movimiento y la novedad del lenguaje antes referido, pero incluye la mezcla que resume el encuentro de los elementos que se desplazan. Específicamente, el trabajo de Maya Nadig (2005), de la Universidad de Bremen, Alemania, en el texto: El valor epistemológico del concepto de espacio en el análisis de la dinámica transcultural ofrece un planteamiento metodológico investigativo que permite visualizar el concepto: la metáfora del espacio es un término metodológico técnico que funciona como un microscopio para percibir e investigar algo que antes no se investigaba científicamente: el proceso dinámico del encuentro y de la mezcla de lo categóricamente separado, es decir, el proceso cultural (que) observa no solamente lo antagónico en su encuentro y su hibridación, sino también significados que no se conocen, que se están produciendo y que están en movimiento.
Muy interesante resulta ser este planteamiento para comprender cómo el tercer espacio capta, moviliza y produce significados culturales. Dicho concepto es también teoría y medio de investigación en tanto que, siguiendo lo expuesto por Nadig (2005), se “despliegan los espacios creativos que permiten imaginar y comprender significados, mezclas y teorías” (p.133) y por tanto constituye información por investigar.
Proponen un método de trabajo etnopsicoanalítico para la investigación de procesos transculturales al articular el concepto de espacio según algunas propuestas desarrolladas de antemano por tres autores. El aspecto antes mencionado, del tercer espacio de Homi K. Bhabha, se refiere a un espacio social e intercultural, el concepto de espacio intermedio de D.W. Winnicott, cuyo énfasis se encuentra en el desarrollo de la psique individual mediante la comprensión de los símbolos culturales, y el espacio receptor de W. Bion, continente afectivo humano “para aquellas sensaciones y experiencias que todavía no se entienden en la relación, o las que no encuentran una forma de expresión comunicable” (Nadig, 2005, p.36).
Para Nadig, y este es un elemento central que se rescata en el presente artículo, “se puede suponer que el concepto de espacio intermedio enfoca a nivel de la psique individual algo similar a lo que enfoca el tercer espacio a nivel social” (2005, p.135). Por eso, el contrapunto psique-cultura señalado anteriormente. Hommi Bhabha (2002) lo acuerpa y sustenta al incorporar el psiquismo en los procesos transculturales al identificar “la experiencia de la angustia” (p.259), un elemento psíquico, en los procesos culturales, por ejemplo, las de migraciones y diásporas humanas.
IV. El espacio psíquico
El tercer espacio alude a un aspecto de origen, a la conformación psíquica, cuyo desarrollo, en aras de la satisfacción de necesidades urgentes de crecimiento, demanda de un otro social indispensable, de un agente que se llama madre, padre, familia, las condiciones para desarrollar una experiencia que, al comunicarse con esos otros, permita, según cierto orden, conformarse internamente, salirse de sí mismo, relacionarse con otros y obtener un lugar en el mundo y crear un espacio indispensable para vivir.
D. W. Winnicott10 11, de la escuela inglesa de psicoanálisis ha identificado, en su texto: Realidad y juego (1972/2008), desde un punto de vista clínico y teórico, un espacio fundamental, al cual nombró de acuerdo con tres elementos clave de su teoría: la suficiencia en la relación de la madre y el bebé, la experiencia como posesión y el juego creador, elementos conformadores del uso de un espacio vital que cubre varios lugares:
Un espacio potencial: se trata del campo existente entre el individuo y el ambiente; incluye la puesta de la relación que existe entre el bebé y la madre una vez llevada a cabo la fusión y dado el paso a la separación entre ellos. Es una zona hipotética que enmarca un suceso de separación que debe suceder como peligro, pero no como hecho por sus consecuencias traumáticas12, y que obedece al repudio que, por afán de autonomía, el bebé hace del objeto, por causa de su afán de autonomía, el cual debe reducir su acción pero desde ningún punto de vista someterlo al abandono, porque ello redundaría en una enfermedad mental. Al contrario, “la separación se evita al llenar el espacio potencial con juegos creadores, con el empleo de símbolos y con todo lo que a la larga equivale a una vida cultural” (Winnicott, 1972/2008, p.143).
La zona intermedia: es un lugar de paso, de solución, de creación, a la cual se asiste desde la infancia más precoz: “La zona intermedia a la que me estoy refiriendo es la zona que le es permitida al pequeño entre la creatividad primaria y la percepción objetiva basada en la puesta a prueba de la realidad” (Winnicott, 1979/1999, p.320).
Un espacio intermedio, como un lugar de práctica pulsional imbatible del ser humano, es donde se construye la participación social y se halla inmersa una cultura llena de objetos y representaciones.
Para este autor, dicho concepto resulta fundamental como sustrato del desarrollo temprano humano. Consiste en la búsqueda de una solución ante la problemática del espacio potencial, porque, de ese modo, plantea el espacio intermedio, el hueco, el vacío, la grieta que deja la ausencia. Debe ser subsanado desde el desarrollo temprano mismo, que no es lo mismo que rellenado. Para ello, está la capacidad de la cultura: “Por la necesidad de subsistir frente a la separación, se genera el pensamiento y la palabra como soportes del juego y de la simbolización” (Zak de Goldstein, 1999, pp. 190-191).
Es concretamente un tercer espacio, similar a como lo plantea la antropología, al ser la tercera parte de la vida humana, un más cercano encargo de la experimentación, del reconocimiento de la realidad, proclive a la ilusión y respondería a dos diferenciaciones previas del desarrollo temprano: lo subjetivo y lo percibido objetivamente. Es en esta zona donde se constituirá el juego como actividad humana precursora del arte y la cultura.
Los fenómenos transicionales: tienden a iniciarse a partir del cuarto mes de vida. Son las actividades en la zona intermedia y se expresan en el uso indefinido de objetos “que no son parte del cuerpo pero que aún no son reconocidos pertenecientes a la realidad externa” (Winnicott, 1979/1999, p. 308). Incluyen el juego y el jugar, son “la base de la experiencia cultural en general” (Winnicott, 1991, p. 249).
Según este planteamiento teórico, de sobra compartido en este trabajo, la obra humana se inicia con la experiencia del niño pequeño. El objeto transicional: Winnicott, tomando algunos conceptos de la teoría de Melanie Klein, distingue el concepto para definirlo: “el objeto transicional no es un objeto interior (lo cual es un concepto mental) sino que es una posesión…no es tampoco un objeto exterior” (1979/1999, p.317), aunque se requiere la representatividad de todos ellos, porque “psicológicamente, el pequeño se alimenta de un pecho que forma parte de sí mismo, (para ser) mientras que la madre da leche a un pequeño que forma parte de ella misma (porque es).” (1979/1999, p. 320), soporte de una ilusión que permitirá al bebé colocar en un objeto mediador el tránsito de la experimentación (Texto dentro de paréntesis cuadrado acotado).
El objeto transicional es una posesión, porque se trata de una experiencia donde se retiene un proceso relacional, mientras tanto el desarrollo psíquico continúa su curso; su vigencia se mantendrá hasta que pierda su significado. Específicamente, consiste en un objeto que el niño encuentra a su alrededor para ser manipulado, “aunque el objeto estaba allí para que el niño lo encontrase, fue creado por el niño” (Winnicott, 1979/1999, p.248), debe ser blando, debe tener textura y conservar el olor de las personas.
El objeto transicional corresponde al antecesor del objeto cultural; se abona con el uso del objeto al ámbito de experiencia básica, extensivo a lo largo del crecimiento humano será conservado “dentro de las intensas experiencias propias del arte, la religión, y el vivir imaginativo, así como de la labor científica creadora” (Winnicott, 1979/1999, p.324). De esta manera, Winnicott, con su teoría, asegura la vinculación psicocultural de lo humano. La base de los procesos de la transicionalidad, que así se inicia, con ese trozo de objeto útil hallado por un bebé, dejan al niño unido para mantenerse a flote sobre la grieta y se evita13 experimentar el peligroso hundimiento excesivo, que, como se señaló antes, pende como peligro de la existencia con solo la inminencia de la separación.
Cabe distinguir que el espacio entendido por Winnicott es mayormente vital. Difiere del espacio siniestro de Freud, aunque ambos participan del tercer espacio, según lo aprecia Zak de Goldstein (1999): No podemos dejar de conectar el conjunto de objetos a los que estamos haciendo referencia y su capacidad de evocar un sentimiento de “lo familiar” tranquilizador, lo reconocido, lo que sustenta una serena disposición a la regresión para el descanso. En la vereda opuesta tenemos el tema de “lo siniestro”… alude muy precisamente a un sentimiento de ausencia de clima familiar, de desaparición de lo hogareño, presidiendo un estado de intranquilidad que, según creemos, se puede vincular a las vivencias tempranas de desunión con la madre y exposición a los peligros tanáticos de ello (p. 222)
Antes de Klein y Winnicott, Freud había advertido la resonancia de lo profundo del psiquismo en la cultura humana desde el desarrollo temprano por medio de la conformación del ideal del yo: tiene, a consecuencia de su historia de formación {de cultura}, el más vasto enlace con la adquisición filogenética, esa herencia arcaica del individuo. Lo que en la vida anímica individual ha pertenecido a lo más profundo, deviene, por la formación de ideal, lo más elevado del alma humana en el sentido de nuestra escala de valoración… (Aunado a la vida en sociedad)… Los sentimientos sociales descansan en identificaciones con otros sobre el fundamento de un idéntico ideal del yo (1923/2006, p. 38)
Freud también observa dos mundos separados en la organización psíquica: el yo, representante del mundo exterior y el superyó vocero del ello, propietario, del mundo interior, oposición que redundará en conflicto, y entre los dos, - la angustia -14 incluso considerando la precariedad señalada por Winnicott (1991)15, también en la solución del bebé, jugar, en el acto de la zona intermedia, el juego, también referido por Freud en una de sus observaciones más famosas: el juego del carretel.
En el estudio de la compulsión a la repetición por medio del juego infantil, Freud (1920/2006)16 realizó una extraordinaria observación cultural mediante el juego del carretel de un niño de año y medio de edad, “la interpretación del juego…se entramaba con el gran logro cultural del niño: su renuncia pulsional (renuncia a la satisfacción pulsional) de admitir sin protesta la partida de la madre. Se resarcía, digamos, escenificando por sí mismo, con los objetos a su alcance, ese desaparecer y regresar” (1920/2006, p. 15). Convirtió la representación en un acto al servicio del principio de realidad.
En un primer momento, el juego consistía en que el niño17 arrojaba objetos pequeños lejos de sí, debajo de la cama o a un rincón, y al hacerlo articulaba “un fuerte y prolongado o-o-o-o” que significaba: fort (se fue) (Freud, 1920/2006, pp. 14-15). Para el autor, el niño jugaba a que sus juguetes se iban.
En un segundo momento de la observación, el niño arrojaba el carretel sostenido por un piolín18, tras la baranda de la cuna que tenía mosquitero (toldo). El carretel desaparecía dentro. Entonces, el niño pronunciaba o-o-o-o, jalaba el cordel, sacaba el carretel de la cuna saludando su aparición con el sonido: da (acá está). Era, pues, un juego de desaparecer y volver.
Retomando el tema del principio de placer, Freud extendió sus observaciones respecto al juego del carretel para desarrollar una idea sumamente importante: “los niños repiten en el juego todo cuanto les ha hecho gran impresión en la vida, de ese modo abreaccionan la intensidad de la impresión y se adueñan, por así decir, de la situación” (Freud, 1920/2006, pp.14-15), hacerlo y darle movimiento a la vivencia desahoga lo desagradable y aporta al principio de placer. Otto Berdiel, (2011) en el artículo: El carrete y el hilo: un trocito de sujeto, señala que el juego del carretel rompe con el dualismo madre/niño, que el juego del carretel está en un espacio transicional porque presenta varias características propias: se desprende del sujeto que lo arroja, pero tiene un hilo, y el niño tira el carrete que todavía es de él porque lo retiene; el carrete es la respuesta al vacío que deja la madre, es la cuerda floja que habrá que cruzar, arrojar, tirar y recoger, es una respuesta a dicha abertura que bordea lo dominable de lo no dominable (Berdiel, 2011)
Concordando con Berdiel y correspondiendo con el interés de este trabajo, el juego del carretel escenifica el traslado, el paso por el puente del crecimiento humano, un tercer espacio necesario para separarse.
Interesantemente, un grupo de investigadoras en torno a la obra de Winnicott (Chavero et al., 2001)19 encontraron que el psicoanalista, Octave Mannoni20, comparaba el objeto transicional de Winnicott con el carretel del Fort-Da de Freud. Observó una semejanza fundamental en el impacto que la ausencia de la madre busca resolver el niño por medio de la repetición. También, en cambio, vio una importante diferencia en el objeto mismo. El juguete de Winnicott es único, duradero y silencioso; sin embargo, el carretel puede ser indistinto, pero debe ser acompañado necesariamente por el lenguaje.
Raquel Zak de Goldstein (1999) emite una atinada observación del fenómeno transicional en el juego del carretel al identificar el valor del acto de juego, allí el niño logra “domar la angustia… (mientras) se entre-tiene, se tiene entre” (1999, “Nuestra metapsicología, ...hoy”, párr. 10).
V. Moradores del tercer espacio
Gustavo Leyva, (s.f.), en su obra Identidad como poética de la existencia en América Latina. Los estudios culturales en América Latina, enlaza el psicoanálisis y la literatura al vislumbrar a partir de la modernidad pos ilustrada un sujeto continuado en todos los tiempos por medio de una narrativa cada vez más poética, incentivada por el psicoanálisis freudiano: “Ya el psicoanálisis freudiano había subrayado la necesidad de construir narrativas del proceso de auto creación de cada individuo, en donde éste pueda reescribir su pasado y, de esa manera, reescribirse y rehacerse continuamente a sí mismo” (p.5.), de un sujeto en movimiento respecto a sí mismo y a su historia social, dispuesto a desplazarse, no solo en sus percepciones, sino también en sus acciones.
Algunos poetas han incursionado con plena conciencia y nombrado ese tercer espacio como lugar de su creación. Por ejemplo, Octavio Paz refiere los vasos comunicantes como pasajes imaginarios por donde transita el poeta para recuperado el instante apropiarse de la imagen poética (Vargas, 2012)21.
Por su parte, Julio Cortázar parece haber vivido en un tercer espacio coincidente con el descrito por Paz y considerado por Freud: “Dudo que exista un solo gran poema que no haya nacido de esa extrañeza o que no la traduzca, más aún, que no la active y la potencie al sospechar que es precisamente la zona intersticial y donde cabe acceder” (Cortázar, 1968, p. 24).
El escritor francés Patrick Modiano encuentra el tercer espacio en el mundo cotidiano de su novela: En el café de la juventud perdida (2008) y lo narra así: “Había en París zonas intermedias, tierras de nadie en donde estaba uno en las lindes de todo, en tránsito, o incluso en suspenso. Podía disfrutarse allí de cierta inmunidad. Habría podido llamarlas zonas francas, pero zonas neutras era más exacto” (p.97).
De algún modo, el famoso escritor Kazuo Ishiguro, Premio Nobel de Literatura 2017, aporta a la transicionalidad con su propia vida y obra. Un niño, quien nació en 1954, en Nagasaki, Japón, fue trasladado a Inglaterra a los seis años y se convirtió en un constructor del tercer espacio. Un pasaje de su novela Cuando fuimos huérfanos (2001/2017) delata el objeto transicional: “Esta bolsa es la de Ethelbert, mi osito de peluche. Lleva conmigo desde…, bueno, toda la vida” (p.287).
Es posible imaginar en ello un homenaje a Winnicott.
Discusión
En el corpus de este trabajo se ha presentado un conjunto de autores que comparten aproximaciones conceptuales al tercer espacio y unos pocos, pero fundamentales criterios, respecto a las propiedades de desplazamiento de la experiencia y movimiento del lenguaje, la apreciación de intermediación de fenómenos relacionales de cambio humano, tanto por desarrollo vital como circunstancial. La cualidad de traslado es básica para entender esta noción y en ello se ha insistido. Es necesario distinguirlo de otras nociones como la apreciación estética momentánea, que por cierto Freud la describe muy bien en su artículo: La transitoriedad (1916(1915)/2006). Se trata de un estado de contemplación de la belleza a pesar de su caducidad, pero que en realidad se trata de situaciones que suelen tener una vida muy corta a pesar del deseo contrario. También, hay que distinguirlo del instante poético que gozando de brevedad no produce ninguna obra. En el tercer espacio suceden hechos relevantes de cambio humano y se crean obras. Por eso, es un lugar psicocultural, diferente de las estructuras fijas de mantenimiento de las sociedades.
La literatura es muy importante para observar el tercer espacio. No tanto por la ficción, como por la narratividad que guarda las historias de vida que cuentan los sucesos de desplazamiento y por el carácter enunciativo del lenguaje que traslada significados al brindar una gran fuente de conocimiento a las ciencias sociales.
La suscrita asistió a un evento académico en el año 2014, las XI Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana, organizadas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, donde la escritora y profesora Diana Araujo, presentó una ponencia proveniente de Brasil, titulada La estética del contrabando: geopolítica y geopoética en la Triple Frontera (Brasil, Argentina y Paraguay) (2014).
Desde el título mismo, retrataba perfectamente el tercer espacio al describir la producción de obras de frontera, tipo instalación (similar a la propuesta del performance) alusiva a la característica práctica del contrabando en una zona de gran convergencia y alta peligrosidad. Es una zona oculta que vive abierta.
El tercer espacio es creativo, convulso, mortífero y vital, dispuesto al saber de todas las ciencias.
Conclusiones
El tercer espacio remite a un origen, la conformación psíquica que demanda un otro social, un agente que provea las condiciones para desarrollar una experiencia que, al ser comunicada, intercambiada, permita conformarse internamente, salirse de sí mismo, relacionarse con otros, obtener un lugar en el mundo y crear un espacio indispensable para vivir.
El continuo vital del primer juego hasta la producción cultural se ha jugado en una zona intermedia de la experiencia; un objeto en uso indicará el camino para encontrar lugares donde jugar y lugares donde crear. El espacio transicional se constituye en una historia de saber con significado, que despliega el tercer espacio del hombre cultural, así el espacio semántico, el espacio vital, el espacio híbrido y mestizo del lenguaje, el tiempo del rito y sus protagonistas liminales, la zona sociocultural y la localización de ella como espacio de trabajo del poeta, describen el tercer espacio como un lugar psicocultural.
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En notas aclaratorias, páginas 320-323, del artículo: Bajtín, Mijaíl, El problema del texto en la lingüística, la filosofía, y otras ciencias humanas, de unos apuntes finales (¿del editor?) en 1959-61 se escribió: “El problema del texto representa los avances característicos de la época tardía de Bajtín para las grandes investigaciones planeadas que no fueron realizadas. En este y otros materiales semejantes se pone sobre todo al descubierto la relación orgánica interna de los temas principales que interesaron al autor durante decenios y que tendían a una síntesis filosófica y filológica”. El artículo se encuentra en: Bajtín, M. (1985), Estética de la creación verbal
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Palabra que no posee un sentido único, sino que pertenece a dos grupos de representaciones que, sin ser precisamente antagónicas, están alejadas entre sí; unheimlich es antónimo de la primera parte de la acepción, “heimlich es una palabra que ha desarrollado su significado siguiendo una ambivalencia hasta coincidir con su opuesto, unheimlich” (Freud, 2004/1917-1919, p.226).
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El concepto de zona intermedia es fundamental en el trabajo clínico con niños y niñas, también el concepto de espacio potencial. Según el punto de vista de D. W. Winnicott, es zona de experiencia cultural y de espacio cultural, véase: El jugar y la cultura en D.W. Winnicott (1991), también, Exploraciones Psicoanalíticas I, página 247.
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Mediante seguimiento a la conceptualización de Winnicott, Silvio Zirlinger estudió el tema de la transicionalidad en psicoanálisis y refiere la importancia que se le ha dado al concepto por parte de muchos autores: “Aunque el término “transicional” aparece en escritos de Fairbairn en 1952 -en el marco de sus propios estudios-, Winnicott le da su sello propio y original… El concepto de transicionalidad tuvo una amplia difusión en los escritos psicoanalíticos, algunos autores han continuado teorizando sobre la línea que abrió Winnicott y otros lo han utilizado de variadas formas. Entre los muchos autores nombraré solo algunos:R. Gaddini, M. Milner, M. Khan, J. Pontalis, P. Greenacre, A. Green, D. Anzieu, H. Kohut, H. Searles, F. Tustin, P. Aulagnier, J. McDougall, R. Kaës, R. Roussillon, Ch. Bollas, T. Ogden, D. Stern, M. Pelento, A. Painceira , R. Zak de Goldstein, M. Casas de Pereda, E. Romano, A. Levin de Said.” (2005, párr. 6, párr. 52).
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Winnicott, D.W. (2008), Realidad y juego: “El trauma implica que ha experimentado una ruptura en la continuidad de la vida, de modo que las defensas primitivas se organizan para defenderlo contra la repetición de “una ansiedad impensable” o contra el retorno de un estado de confusión aguda que pertenece a la desintegración de la naciente estructura del yo.” Página 131.
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Llama mucho la atención una especie de espacio vacío (merecedor de un estudio) entre la grieta a la que alude Winnicott y la desgarradura que nombra Freud en el artículo: Freud, S. (1940(1938)/2004) La escisión del yo en el proceso defensivo, al señalar que dos reacciones contrapuestas frente al conflicto subsistirán como núcleo de una escisión del yo. “a expensas de una desgarradura en el yo que nunca se reparará, sino que se hará más grande con el tiempo.” (p. 275-276). Y en el artículo: Freud, S. (1924/2006) La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis: “algunos análisis nos han enseñado que el delirio se presenta como un parche colocado en el lugar donde originariamente se produjo una desgarradura en el vínculo del yo con el mundo exterior.” (p.157) Aunque aclara una diferencia en la zona de localización de la desgarradura: en la escisión del yo sucede en el yo mismo, en el delirio ocurre en la relación del yo con el mundo.
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Prengler, A. (2001) relata en el artículo: El niño del carretel: una visita a W. Ernest Freud, la reunión que sostuvo en 1999,en Heidelberg, Alemania, con el anciano de 83 años. Se puede consultar en: Prengler, A. (2001), El niño del carretel: una visitaa W. Ernest Freud, FORT-DA Revista de Psicoanálisis con Niños. Número 3, abril 2001. Recuperado de: http://www.fort-da.org/fort-da3/ernest.htm
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Cilindro de madera, metal, plástico, etc., generalmente taladrado por el eje, con rebordes en sus bases, que sirve para devanar y mantener arrollados en él hilos, alambres, cordeles, cables, cintas, etc. El piolín es la cuerda delgada o cordel. El Carretel. (2003). Biblioteca de Consulta Microsoft® Encarta®
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Patricia Chavero, Viviana Kalmanowiecki, Marta Mosner, Graciela Zlicovich, son un grupo de investigación llamado APICE, de la Escuela de Psicología del Borda, Hospital Psiquiátrico, de Buenos Aires, Argentina. El artículo se llama El complejo paternode D.W. Winnicott, (2001), y fue publicado en la página web Letra viva El Sigma http://www.elsigma.com/historia-viva/el-complejo-paterno-de-d-w-winnicott/833
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Aunque no fue posible obtener la cita original, se encuentra en un artículo de Octave Mannoni: La parte del juego, publicado por Winnicott en 1978. También algunas otras ideas de Octave Mannoni (1975). Al respecto, se encuentran en: Freud. El descubrimiento del inconsciente. Buenos Aires: Nueva Visión, aunque el texto tampoco se logró localizar. Es importante anotar que Maud Mannoni, la esposa de Octave Mannoni trabajo cercanamente con Winnicott
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Sobre la autora: Lorena Vargas Mora es Especialista en Psicología Clínica, Magíster en Literatura Latinoamericana, Egresada de la Maestría en Teoría psicoanalítica, por la Universidad de Costa Rica. Profesional independiente en clínica psicoanalítica con consultantes niños, adolescentes y adultos. Poeta y escritora de ensayos, poemarios y artículos científicos y literarios.
Fechas de Publicación
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Fecha del número
Jul-Dec 2018
Histórico
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Recibido
04 Oct 2017 -
Revisado
17 Mayo 2017 -
Acepto
05 Set 2018