Resumen
Las leyendas recopiladas en este trabajo forman parte de la transmisión cultural y las vivencias de nuestros antepasados; particularmente fueron narradas por los miembros de la familia Ramírez Alvarado, cuyo origen lo conforman en este caso, tres generaciones. Dichas historias son parte de un legado contado por los pobladores de Cañas Dulces, distrito de Liberia, provincia de Guanacaste, en los años de 1900 a 1997. Entre los temas contemplados se destacan la brujería y el castigo por comportamientos inadecuados.
Palabras clave: Cañas Dulces; Guanacaste; leyendas; tradición oral; cultura
Abstract
The oral legends that were compiled for this research are part of the life experiences and the cultural transmission of our ancestors in the district of Cañas Dulces in Liberia, Guanacaste. Three generations of the Ramírez Alvarado family contributed to the narration of stories that have been part of the distinction of the region during the period of 1900 to 1997. Amongst the themes contemplated in the research are witchcraft and punishment for inappropriate behavior.
Key Words: Cañas Dulces; Guanacaste; legends; oral traditions; culture
Dedicatoria
A mi papito y a mi mamita, quienes me han ayudado mucho en mi vida y a quienes les debo lo que soy.
A mis hermanas, quienes comparten conmigo mis tristezas y alegrías.
A mi tío y a mi abuela, siempre los recordaré como ejemplos a seguir por su humildad y don de servicio.
Notas de la compiladora
Las leyendas recopiladas forman parte de la transmisión cultural y vivencias de nuestros antepasados, particularmente fueron narradas por los miembros de la familia Ramírez Alvarado cuyo origen lo conforman, en este caso, tres generaciones (abuela, hijos y nieta).
Las personas involucradas en estas fábulas datan desde los años 1900 hasta 1997, es decir, casi 100 años de ser contadas y trasformadas en diferentes versiones, según sea el lugar de origen. Dos de los informantes han muerto ya y cuando narraron estos relatos poseían la edad de 89 años (doña Josefa Alvarado Chavarría) y 70 años (don Inocente Ramírez Alvarado). Los otros dos informantes son don Juan Ramírez Alvarado, quien tiene a la fecha 77 años y su hija Neldys Ramírez Vásquez de 39 años de edad.
Igualmente, dos de estas personas son de origen campesino y los otros dos son profesionales; todos humildes, comunicativos y trabajadores del campo. Al momento de transmitir el relato dejaron evidenciada su creatividad, espontaneidad y sentimientos, puesto que parte de estas leyendas fueron vividas por ellos mismos.
Debido a lo anterior, se destaca que las historias fueron tejidas a partir del contacto con la naturaleza y la relación con los habitantes del pueblo y foráneos, surgidas en la penumbra de la noche y relacionadas en sus variadas temáticas con seres diabólicos, de espantos y animales dañinos. Además, es importante señalar que los datos fueron recopilados y redactados por la investigadora, quien forma parte de la elaboración de algunas leyendas contadas por otros habitantes del lugar.
Es de destacar que en estas leyendas, tanto el desarrollo de actividades como el uso de palabras son propios de Guanacaste. De igual forma, uno de los principales temas es la práctica de la brujería y el castigo respectivo por comportamientos morales inadecuados. No obstante, estas obras literarias difieren en algunos aspectos de otras leyendas conocidas en distintos lugares de Guanacaste y Costa Rica, como es el caso de la del Rincón de la Vieja, La Llorona, El Cadejo, entre otros.
Es así como las leyendas se desarrollaron en distintos lugares de Cañas Dulces. Este pueblo fue creado alrededor del año 1800 y es el segundo distrito del cantón de Liberia en la provincia de Guanacaste. En sus inicios, el distrito se caracterizaba por tener una población de 100 habitantes dispersos en fincas y caseríos (Cañas Dulces caserío central, Irigaray conocido como camino real, Finca Las lomas, Hacienda Los Ahogados (antes denominada El Encierro), Quebrada Grande (denominada en épocas pasadas como El Cuadrante), entre otros), lo cual daba pie a que las casas estuvieran distantes unas de otras, dando como resultado el entretejer historias como éstas.
Por otra parte, se evidencia que estos relatos orales fueron elaborados al calor de un Cañas Dulces antiguo y, también, de un Cañas Dulces más poblado con cerca de 4000 habitantes y de mayor desarrollo: con caminos asfaltados, centros educativos, servicios públicos y transporte.
En síntesis, esta recopilación aspira conservar y perpetuar a futuras generaciones las creencias, tradiciones y creatividad de los pobladores de un Guanacaste que se fue, pero que hoy se niega a morir. Conservar estos tesoros es un beneficio para el fortalecimiento de nuestra identidad costarricense y fomenta la transmisión de una cultura oral que es parte del imaginario colectivo de la sociedad guanacasteca.
Leyenda del Rincón de la Vieja
Versión de: Josefa Alvarado Chavarría
Los antiguos habitantes de Cañas Dulces, denominado así por la abundancia de cañas muy dulces, observaban todo lo que la naturaleza les presentaba a la vista. Es así como al calor de la unión familiar y la de amigos, crearon sus propias leyendas.
En aquellas épocas, los ancestros imaginaban cómo era el sitio y vecindades de la sección de la Sierra Volcánica de Guanacaste. Ellos llamaban a ese sitio “Cerro La Vieja”, conocido actualmente como “Volcán Rincón de la Vieja”. Decían que en lo más elevado del volcán, vivía una mujer muy bonita que, en todo momento del día, le agradaba estar muy bien presentada por lo que de sus orejas colgaban preciosos aretes confeccionados con el oro más fino de las entrañas de la tierra de esos alrededores.
Esta señora adornaba su cuello con collares de cuentas y perlas preciosas que antes eran fáciles de encontrar y sacarlo de las huacas o entierros de los indios que allí vivieron. Además, acostumbraba pintarse o maquillarse con bellos y finos coloretes de un barro especial de la zona, capaz de quitar las arrugas de la piel. Igualmente, peinaba su pelo negro y lacio con dos largas trenzas.
En las tardes, esta hermosa mujer acostumbraba sentarse en los amplios corredores de su casa parecida a un palacio con un puro en su boca, fabricado con hojas grandes de tabaco que ella misma sembraba. Narraban que, desde el centro de Cañas Dulces, se veían las grandes cantidades de humo que, por algunos momentos, era tan hediondo que perturbaba la respiración.
Esta mujer era muy celosa de sus propiedades, ya que contaban, los que habían ido por esos lugares, que muy cerca de las faldas de “La Vieja” hay árboles de jícaros, aguacates, mangos, marañones, entre otros; cuyos frutos son de gran tamaño. Si alguien llevaba robado, aunque sea un jícaro, quedaba embrujado y, por más que intentara salir del lugar, no podía porque no encontraba la salida. No importaba las vueltas que se diera, puesto que no había forma de librarse del encanto y, en cada vuelta, se encontraba con el árbol de donde robó el fruto. Esto no termina, sino devuelve lo robado.
Por ese hecho, los lugareños no se volvieron a arriesgar en visitar a tan atractiva señora y respetaban todo aquel sitio como propiedad de la vieja. Debido a ello, al señalar ese lugar, siempre se referían como El Rincón de la Vieja.
La llorona de la quebrada
Versión: Josefa Alvarado Chavarría
En tiempos muy lejanos del pasado, en la época que antecede a los días de Semana Santa y, en especial, los días santos, los habitantes del pueblo de Cañas Dulces se revestían de todo temor, respeto y solemnidad a Dios. Previo a los sagrados días, se preparaba de antemano un recorrido por los bosques buscando producto de consumo y, en especial, jicotes para obtener miel de abejas con la que preparaban un agua llamada Agua miel. A dicha semana, los lugareños la nombraban como la Semana de la Búsqueda o Busca.
Después de ese periodo de andar por los bosques buscando jicotes, se horneaban rosquillas de maíz, empanadas y Tortillas Dulces en grandes cantidades, de tal manera que les permitiera atender a toda la familia y a los visitantes. Además, obtenían pescados en los ríos y los secaban al sol para consumirlos en Semana Santa.
Por otra parte, elaboraban grandes cantidades de Tamal Pisque que comían acompañados de queso ahumado con el humo que salía de la leña de los fogones y fabricaban conservas y mermeladas aprovechando las frutas de la época, tales como: Mango en miel, Jocotada y Ayote en miel. También, se asaban muchas semillas de marañón que comían con los alfeñiques hechos con miel de caña de azúcar que adquirían en sus trapiches o bien compraban.
Como se apreciaba, para esos días no les faltaba alimentación por lo que no se encendían los fogones, sino que dejaban tizones enterrados en la ceniza los cuales servían para calentar los alimentos. En esos días no se cocinaba nada, no se montaba a caballo ni se utilizaban las carretas. Tampoco se debían correr, ni saltar, ni gritar y, por ende, ni siquiera se debía de trabajar para no maltratar al Señor, decían ellos. En ese periodo se prohibía rotundamente bañarse en los ríos, en las playas y en las casas, pues corrían la mala suerte de convertirse en pescado.
Cuentan que en un día de Semana Santa, una mujer fue a lavar a la quebrada con su batea llena de ropa y su hijo en los brazos. Al llegar a la quebrada, un ser extraño le arrebató al niño de sus brazos y corrió quebrada arriba a gran velocidad. Sin embargo, ella había luchado para impedir que se le despojase de su niño. Razón por la que infructuosamente corrió tras él en un profundo llanto y, al no encontrarlo, como loca corrió quebrada abajo.
Ello provocó que siguiera llorando sin parar y, por tal razón, dicen que los Viernes Santos, por la noche, se escuchan los lamentos de la madre que perdió a su hijo. Narran los que la han visto, que esa mujer corre hacia arriba y hacia abajo de la quebrada, buscando al fruto de sus entrañas que jamás encontrará. Por tal motivo, se le llama a dicha mujer “La Llorona de la Quebrada”.
La carreta Nahua
Versión de: Josefa Alvarado Chavarría
Hace ya muchos años la carreta era uno de los medios de transporte de nuestros abuelos, el cual se caracterizaba por su lentitud y ruido provocado por aquellos caminos antiguos de polvo y piedras que comunicaba a este distrito con Liberia. Contaban las abuelas que hace muchos años, en avanzadas horas de la noche, hasta Cañas Dulces se oía a lo lejos el tarán tan, tarán tan, tarán tan tan de una carreta que bajaba de las fincas de “El Pedregal”. Ese ruido se producía al rozar las ruedas de la carreta con las piedras de aquellos caminos pedregosos.
Inicialmente, los vecinos consideraban dicho acontecimiento normal, pero, al enterarse de que ese ruido ocurría día de por medio, entraron en sospechas al creer que era algo de espanto. Por ello, varios hombres valientes del lugar, al oír el inicio de los ruidos, la esperaron que pasara por el centro del pueblo y escondidos pudieron descubrir que la famosa carreta no era algo corriente, sino que se trataba de una carreta sin bueyes ni boyero que la condujera. Por ello, estos hombres llamaron a la carreta sin bueyes “Carreta Nahua”.
Después de ver ese espectáculo, todo desapareció al instante dejándolos con los pelos de punta y corrieron asustados a refugiarse en sus casas. Los hombres decían que era algún carretero muerto quien vagaba con su alma en pena porque dejó sin cumplir alguna promesa. Este castigo motivó que mientras exista el mundo seguirá en ese recorrido sin llegar nunca a ningún lugar.
El río Ahogados
Versión de: Josefa Alvarado Chavarría
Antiguamente los inviernos eran muy rigurosos, lo que hacía que los ríos crecieran demasiado por la cantidad de agua que caía y sus revoltosas aguas arrastraban a todo lo que encontraran en su recorrido, cuando se hacían esas grandes crecientes.
Los abuelos narraban que sus padres le habían contado que antes, de Mayo a Noviembre, cualquier riachuelo se convertía en un río caudaloso, a causa de los torrenciales aguaceros que caían. Los manantiales que ellos llamaban ojos de agua, se regaban por todas partes y todo aparecía lleno de agua y de verdor. Los ríos crecidos dificultaban el traslado en poco tiempo de un lugar a otro; eso lo vivieron constantemente los arreadores de ganado que venían con sus animales, desde Nicaragua al centro de Costa Rica, y muchas veces encontraron esas grandes crecientes.
Un día, en el lugar llamado Potrerillos, a orillas del Río Tempisquito, uno de los arrieros dijo a sus compañeros, mientras descansaban un momento, lo siguiente: - Me vine de mi país, pero presiento que no volveré jamás.
A lo que sus compañeros preguntaban:
- ¿Por qué?
-Ya ustedes verán- respondió el joven.
Ese presentimiento preocupaba a sus compañeros, quienes continuaron el viaje con todas las dificultades de esa época: fuertes aguaceros, caminos barrealosos por todas partes y muchos ríos crecidos. Al llegar al río que hoy recibe el nombre de Ahogados, lo encontraron como era de esperar, con una gran creciente, y debían pasarlo a como diera lugar porque les urgía llegar a su destino.
El joven arriero, que antes había manifestado que no volvería a su país natal, en el momento que trataba de cruzar el río junto con el caballo en que venía montado, fue arrastrado por una fuerte corriente de agua y el muchacho ágilmente se agarró del rabo de un toro, pero… con tan mala suerte, que su mano resbaló, se soltó y por más esfuerzos que hizo por salvar su vida, no lo consiguió y pereció ahogado. Esa misma suerte corrieron otros tantos viajeros más en ese mismo río, cuando en época lluviosa quisieron cruzarlo y es la razón por la cual se le dio el nombre de Río Ahogados.
El muerto de la quebrada
Versión de: Josefa Alvarado Chavarría
En el pasado, no existía la carretera interamericana para viajar de Cañas Dulces a Liberia y viceversa. Para ello, se debía utilizar un camino polvoriento en la estación seca; pero, en la estación lluviosa, se convertían en barreales intransitables que eran pegaderos profundos para los caballos y las carreteras. Estas últimas eran los vehículos de traslado en esa época. En el recorrido se invertían dos horas a caballo y cuatro horas en carreta o a pie.
Cuando las familias iban a bautizar algunos de sus hijos, al matrimonio de estos, amigos o familiares o bien a cualquier otra actividad en Liberia, debían usar carretas que cubrían con unas carpas de lona que llamaban chopas. Estas se colocan sobre arcos de palos bien sujetados con mecates a la parte inferior de las estacas de la carreta. Todo ello lo hacían para protegerse de la lluvia, sol, o sereno, según la hora en que les correspondía realizar el viaje.
Cuentan que, cuando viajaban en horas avanzadas de la noche, eran sorprendidos y asustados por un hombre sin cabeza, quien salía de la espesura del monte de la quebrada hoy llamada Quebrada del Muerto. El hombre se sujetaba de las estacas para subirse a la carretera, por lo que las mujeres gritaban, rezaban, lloraban y decían al boyero:
-¡Aquí va montado un hombre sin cabeza! ¡Mírenlo!
Y le ordenaban: -¡Bájate y no vengas a fregar, que nosotros nada te debemos!
El hombre sin cabeza no respondía, porque no le importaba todo lo que le dijeran y no se movía.
El boyero les decía: -Déjenlo ahorita se baja. Esta no es la primera vez que se sube y, tranquilas, después se baja. Siempre lo hace así cuando pasamos a estas horas por este lugar y no le hace daño a nadie.
Efectivamente, al llegar al río Blanco, ubicado antes del río Colorado, desapareció y no se percataron cuándo sucedió. Fue como un abrir y cerrar de ojos cansados por el sueño. Este hombre se quedaba escondido en las tupidas arboledas de la zona que antiguamente eran selvas impenetrables donde vivían toda clase de animales. Ahí estaría nuevamente listo en la quebrada para volver a montarse en la carreta que pasara muy adentrada la noche.
Las abuelitas contaban que eso era frecuente en ese punto del camino y a esas horas de la noche. Ellas creían que ese hombre sin cabeza, era el alma en pena de un pobre hombre a quien mataron cortándole la cabeza y a quien sepultaron en ese solitario llano de pampa guanacasteca. Se dice que, por la pena que pagaba, salía para asustar a quienes pasaban en horas de la noche por el lugar que los vecinos llamaron La Quebrada del Muerto.
Los duendes de Las Lomas
Versión de: Josefa Alvarado Chavarría
En el sur del centro de Cañas Dulces, se ven unas lomas que por su altura destacan a lo lejos, sin que la arboleda impida contemplarlas. Dichas elevaciones de terreno, tienen en su base un espacio en el que pueden entrar y permanecer, si así lo desean, personas de baja estatura, como la de niños. La fantasía popular imaginó que en esos espacios vivían duendes.
Por ello, contaban los abuelos que en las noches iluminadas por la luna mientras los pobladores dormían, disfrutando del merecido descanso nocturno por las labores o trabajos realizados en el día, los duendes venían al centro del pueblo en gran algarabía con cantos, risas y gritos; contentos de contemplar en el silencio de la noche las maravillas de la naturaleza que Dios dispuso dejarnos.
Era tal la alegría de estos pequeños seres que muchos despertaban y se asomaban por las rendijas de las paredes de sus casas. Los pobladores veían con mucho interés ese precioso desfile de pequeñas criaturas vestidas de color rojo con sus pies descalzos que, al amanecer, podían verse dibujados en el polvo o arena de las calles y caminos por donde transitaron tranquilamente, puesto que nadie les causaba daño alguno.
Sin embargo, las personas no se percataban que esos duendes se llevaban niños y objetos de las casas. Por ello, las personas empezaron a escandalizarse por las pérdidas y cuidaban con recelo sus pertenencias y a sus hijos. Debido a estos acontecimientos, las madres reprendían a sus hijos diciéndoles que si se portaban mal se los llevarían los duendes.
Hoy con la transformación que el pueblo ha alcanzado, no se mencionan la visita de esos pequeñines que habitaban las cuevas de Las Lomas. Actualmente, solo hay oscuridad donde los murciélagos han convertido estos lugares en vivienda permanente, ignorando cuáles fueron los primitivos habitantes de ese oscuro y solitario lugar. No obstante, en la actualidad, algunos lugareños conservan la creencia y, cuando se les pierde un objeto, culpan a estos seres. Asimismo, hay madres que cuando se les pierde un hijo temen que los duendes puedan llevárselo para nunca devolverlo.
La loma que arde
Versión de: Inocente Ramírez Alvarado
En las llanuras conocidas con el nombre de El Guácimo en territorio del distrito de Cañas Dulces, existe una loma que los antepasados bautizaron con el nombre de La Loma que Arde.
Las épocas idas fueron de gran sacrificio para los pueblos de Costa Rica que no contaban con vías de comunicación y es de imaginar las penurias que pasaron sus habitantes, quienes para viajar de un pueblo a otro debían hacerlo por caminos donde abundaban los lodazales, en senderos estrechos que sólo permitían el paso de carretas, de personas a pie o montadas a caballo. Estas vías se encontraban rodeados a ambos lados por bosques de tupidas arboledas, donde vivían todo tipo de animales feroces como el león, el manigordo, el tigre y otros como venados, saínos, guatusas, tepezcuintles, gato de monte, zorros de toda especie, mapachín, monos cariblancos, congos, ardillas; así como aves de toda clase: loros, pericos, perico ligero, lapas, curré, urracas, pavas, pavones, gavilán, paravós, garzas blancas, rosadas y morenas, y aves acuáticas como piches, patos silvestres y mucho más.
Los pobladores de Cañas Dulces y de Quebrada Grande, antes formaban un sólo distrito; luego, este último, se separó. Para viajar a Liberia pasaban por esos caminos y, dado el tiempo invertido para recorrerlos, esto les permitió tejer historias y leyendas acerca de lo que veían e imaginaban. Así las cosas, dicen que en muchas ocasiones, al pasar en horas de la noche frente a la citada loma, notaban que ardía en llamas y que destruía toda la vegetación que la cubría.
Al día siguiente, a quienes les correspondía pasar por este sitio, encontraban que no había tal fogata o incendio y la loma se mostraba siempre cubierta de la vegetación por lo que no se veían rastros del incendio de la noche anterior. Por lo tanto, comenzaron a sospechar que aquello que siempre ocurría era producto de brujas o del demonio, lo cual provocó que nombraran a esa elevación de terreno con el nombre de La loma que arde y, cada vez que debían pasar frente a ella, sentían temor de lo que obligadamente debían presenciar y el cuerpo se les llenaba de escalofríos.
Hoy, la loma ha quedado lejos de la vista de los viajeros ya que, por la construcción de la carretera interamericana, los sitios por donde se transitaba en el pasado fueron cercados. En la actualidad nadie pasa por ahí, solamente los sabaneros en horas del día y no pueden ver arder la loma.
El Cadejo
Versión de: Inocente Ramírez Alvarado
Siempre ha sido costumbre ir a la ciudad o a otro lugar fuera del pueblo para divertirse especialmente en los Salones de baile, donde las actividades concluían en horas de la madrugada. Contaba el señor Inocente que él iba todos los fines de semana a Liberia y, en cierta ocasión, no pudo encontrar el caballo que lo transportaría de regreso; por eso, debió trasladarse a pie sin importarle las cuatro horas que debía de invertir en el viaje. Sin lugar a dudas, esto demostraba su valentía al arriesgarse a viajar a pie, solo y en altas horas de la noche por un camino rodeado de bosques a su derecha y a su izquierda.
Mencionaba don Inocente que ese día, de pronto, fue sorprendido por un animal de color blanco parecido, en forma y tamaño, a un perro. Inicialmente los nervios se manifestaron por un momento, pero continuó su camino en compañía del animal aparecido, que en algunos momentos se le paraba al frente colocándole las patas en el pecho y, en otros, se ponía como enojado y con gran fuerza lo empujaba hacia los lados. De vez en cuando, el animal quería pasarle la lengua por la cara y, como se lo impedía, al perro no le gustaba y se enojaba.
En el momento en que don Inocente se vio con deseos de orinar, detuvo el avance de su caminar y el animal igualmente se detuvo y orinó. Se hicieron largas las horas de ese tormentoso recorrido, ya que en ningún momento lo dejó solo; pero, por fin, llegó a la casa acompañado del animal, dejándolo en la puerta de la casa sin haberle causado ningún daño.
Cuentan algunos que la función del cadejo es acompañar a los borrachos para defenderlos de los peligros cuando están solos en horas avanzadas de la noche; otros dicen que es un espíritu de compañía para personas que como Inocente viajan solos por la noche.
Las urracas, mujeres malditas
Versión de: Josefa Alvarado Chavarría
Las urracas son aves vivaces de color ligeramente azulado, con una cresta en la cabeza parecida a un lazo y unas plumas de un negro azulado que parece un collar que adorna su cuello. En el pasado, estas aves eran abundantes en los bosques y árboles cercanos a las casas en Guanacaste y se alimentaban de frutas maduras como naranjas, cuadrados, bananos y otras propias de la zona. También, llegaban a los nidos de los gallineros a beberse la yema de los huevos, rompiendo con su pico puntiagudo las cáscaras de los mismos.
Cuando algún extraño pasaba por los caminos de los bosques donde ellas estaban, armaban tremendas alharacas, saltando de rama en rama de las arboledas con sus ruidos escandalosos. Ellas anunciaban que alguien extraño pasaba por ese lugar, razón por la cual la fantasía popular propició la creencia de que las Urracas, en el pasado, eran mujeres entrometidas que iban divulgando todo por donde pasaban. Por ello, mencionaban que cuando Cristo anduvo en la tierra y transitaba por lugares a escondidas de los judíos que lo buscaban para matarlo, estas, vestidas con ese traje azulado blanquecino con un lazo en la cabeza y un collar de cuentas negro azuladas adornando su cuello, gritaban sin cesar a cada paso de Jesucristo:
- ¡Aquí va! , ¡aquí va! , ¡aquí va!
En consecuencia, Jesús las reprendió y, como no hicieron caso, las maldijo convirtiéndolas en esa clase de ave que hoy se conoce con el nombre de Urraca.
La mujer taconuda
Versión de: Juan Rafael Ramírez Alvarado
En los últimos años de las décadas de XXI, cuentan los trasnochadores de Cañas Dulces que por las noches, cuando los moradores del pueblo dormían cansados de las labores efectuadas en el día, una mujer aparecía con un vestido muy corto, zapatos de tacón alto, bien maquillada y perfumada, aprovechando la soledad del pueblo. Ella recorría la vía principal de este distrito, desde Los Alcántaros hasta cerca del cruce con la carretera interamericana Norte sin rumbo definido.
Narran que el ruido de los tacones de sus zapatos sobre la calle asfaltada interrumpía el silencio de la noche y era tan fuerte en cada paso, que los hombres decidieron llamarla “La Mujer Taconuda”. Esta mujer llevaba la mirada fija hacia el frente, sin importarle a quién encontrara y, si alguien le decía adiós, no contestaba. Mucho menos cuando algún atrevido osaba decirle un piropo.
Creen algunos que la aparición de esa mujer obedece a que, en alguna ocasión, vino a disfrutar de las fiestas de este lugar con el ser amado en el mes de agosto y sin permiso de sus padres. Este hombre la trajo y la dejó burlada, lo cual provocó que ella vagara solitaria buscando la salida hacia Liberia y nunca la encontró.
El león come humanos
Versión de: Josefa Alvarado Chavarría
Narraban los antepasados que, en tiempos idos, cuando llovía demasiado por doquier y los árboles de los bosques se desarrollaban de tal manera que parecían selvas habitadas por toda especie de animales, los cuales se podían observar con facilidad muy cerca de las casas y entre ellos el feroz león, venados, armadillo, iguanas, tigres, saínos, entre otros.
Aunado a esto, existía un ser que sin duda aterraba al vecindario pues era un feroz león que, al igual que los demás animales salvajes, se acercaba a comer ganado. No obstante, a este animal no solo le gustaba comerse al ganado, sino también instintivamente descubría en cuáles casas habían mujeres embarazadas y llegaba cerca de las casas, sobre todo en horas de la noche, emitiendo un ruido suave muy diferente al gruñido característico de la fiera posiblemente para no asustar: pu, pu, pu.
Por eso, las mujeres que llevaban dentro de su vientre un bebé temían ser devoradas por tan fiero animal, ya que sus padres les habían contado que, en épocas lejanas, una mujer embarazada se fue a la quebrada a lavar ropa y el león se le acercó la mató y le sacó a su bebé. Luego, jugó un rato con la criatura y lo devoró junto con su madre.
Por esta razón, cuando a alguna persona le llegaba el atardecer sin regresar a su casa y el camino se oscurecía, era común escuchar decir: -¡Cuidado se lo come el león!; dado que recordaban esa trágica época lejana en que el león devoró a la mujer embarazada.
Actualmente la deforestación, la quema incontrolable de los bosques, la urbanización y el ruido de vehículos motorizados, han motivado que las fieras no salgan a causar daño porque solo habitan en selvas lejanas, espesas, deshabitadas por seres humanos. No obstante, no falta alguna ocasión en que personas del pueblo escuchen cerca de las quebradas y de casas, donde hay mujeres embarazadas, el sonido de este feroz animal.
La mona de los tejados
Versión de: Josefa Alvarado Chavarría
Cuentan que existieron y aún existen mujeres malévolas que, por desquitarse de algún daño que le han causado, especialmente por asuntos amorosos, optan por convertirse en una mona y llegar a las casas donde vive el ser amado que la ha despreciado o se ha burlado, o bien, la mujer que le ha robado su pareja. Otros mencionan que llega a las casas donde hay hombres o mujeres infieles.
Según mencionan los lugareños, estas mujeres usaban una serie de estrategias para convertirse en este animal. Aseguran algunos que rezaba un padre nuestro al revés o una oración maléfica. Otros dicen que, después de rezarle al diablo un Padre Nuestro al revés, se le caía la piel y la echaba en una olla, quedando con el pelo de mona. La otra versión de los vecinos era que se quitaban la piel y luego se colocaba la de mona.
Este espanto sube a los tejados y suena como si arrastraran cadenas, brinca en los tejados y hacen ruidos fuertes dando patadas, silbando, riendo a carcajadas, gritando y pasando las uñas por los techos. Todo este escándalo perturba y no permite dormir tranquilamente a los inquilinos.
Las abuelas contaban que si les decían: -¡María, vení mañana por un poquitito de sal!, fácilmente descubrían quién era la mujer convertida en mona; puesto que el día siguiente la primera mujer que llegaba temprano a la casa buscando sal, fue la mona que la noche anterior estuvo molestando.
De igual forma, los hombres no debían dejar tocarse la cara por este espanto pues podrían quedar tontos. Pero no todo estaba perdido, según los abuelos, ya que a la mona se le podía retener o atrapar con una cruceta enterrada, tirando sal al tejado o con un sombrero colocado boca arriba y, si se le echaba sal al pellejo de la mujer, este no se le adhería al cuerpo y quedaba mona por siempre.
En fechas recientes, en Cañas Dulces, un joven matrimonio recibió en horas de la noche la llegada de la mona al techo de la casa que habitan, pero al bajar fue sorprendida por un perro bravo que tienen en esa casa. Estas personas cuentan que el perro aruñó a la mona en todo el cuerpo y los vecinos que se enteraron de lo sucedido estuvieron prestos en averiguar quién era la mujer aruñada que llegaría al EBAIS (Equipos Básicos de Atención Integral en Salud) a consultar. Es así como los pobladores pudieron descubrir lo que deseaban y saber quién fue la mujer mona del pueblo.
Según los pobladores, esta no es la única mujer que practica esta transformación, ya que en el lugar se conoce de la existencia de otras quienes también se atreven a tomar dicha figura.
El diablo de los caminos
Versión de: Inocente Ramírez Alvarado
En Guanacaste, a finales de noviembre, cesan las lluvias que iniciaron a principios de mayo, por lo que en la estación seca el sol calienta más y motiva que la vegetación pierda sus hojas y todo se torna seco. Para esta época los pastos escasean, razón por la cual los ganaderos deben buscar cómo afrontar la situación y algunos trasladaban sus ganados a las regiones de clima templado y donde existiera pasto fresco por una temporada.
Cuentan que en una ocasión, cuando un hombre arreaba ganado de Cañas Dulces a Dos Ríos, por el camino que usaban los vecinos de Quebrada Grande para viajar a Liberia, pasando por Cañas Dulces, en un sector de ese camino los animales no querían avanzar si no que se introducían al monte de espesas arboledas y arbustos.
Era tanto el enojo del sabanero que pidió gritando:
-¿A dónde está el diablo para venga ayudarme a arrear este ganado?
Esa frase la repitió más de una vez lanzando una serie de improperios porque el diablo no lo ayudaba a arrear.
Los demás sabaneros que iban a su lado mencionan que cuando estaban pastando se les acercó un hombre elegantemente vestido, de cuerpo robusto y muy sonriente quien le dijo:
-¡Aquí estoy! ¿Para qué me quieres?
El hombre muy afanoso y valiente le respondió:
-¡Ahora para que venís! Ya no te necesito
Con esa respuesta, el maligno optó por meterse en el monte espeso y no se sabe dónde fue a parar.
Con lo ocurrido al arriero, este no volvió nunca a llamar al diablo y los que lo acompañaban vinieron contando lo ocurrido por el camino. Ellos hacían saber a la gente el peligro de invocar al maligno en pos de ayuda.
La bruja chancha
Versión de: Neldys Ramírez Vásquez
En épocas pasadas, la entrada al pueblo de Cañas Dulces era solitaria y muy oscura. Mas esto no era impedimento para muchos fiesteros quienes se arriesgaban a caminar desde la entrada hasta el centro del pueblo a pie.
Dicen los antiguos habitantes cañadulceños que existía una bruja en las afueras del lugar. Esta mujer tenía fama de convertirse en chancha y acompañar a los hombres que se atrevían a altas horas de la noche a pasar por esos senderos.
Cuentan que un día un joven del pueblo andaba en unas fiestas, lo que provocó que esa noche decidiera venirse a pie por ese camino.
Los pobladores mencionaban que, cuando este joven venía por la carretera, vio que se acercaba una chancha enorme a su lado. Este animal lo acompañó todo el camino y el joven empezó a programar qué haría con él. Pensó en engordarla para las fiestas al final del año o venderla para obtener un dinerito. No obstante, al llegar a su casa y ante sus ojos, este animal desapareció sin dejar rastro alguno, por lo que el joven no volvió a realizar esas hazañas de venirse a altas horas de la noche por tan solitario y oscuro camino.
Este hecho no solo le ocurrió a dicho joven sino que también a otros lugareños, quienes al conocer de ese tan repetido suceso nombraron al lugar con el nombre La Chancha. Sin embargo, el nombre no les gusta mucho a los habitantes del lugar, por lo que en la actualidad han intentado cambiarlo infructuosamente por El Ensayo.
El pacto con el diablo
Versión de: Neldys Ramírez Vásquez
Cuentan que en los años de nuestros abuelos algunos codiciosos hombres se arriesgaban a efectuar un pacto con el diablo. Para ello, se buscaba la época de apareamiento de los tincos y si caía una pluma se guarda y llevaba a una quebrada o un río un Viernes Santo. Ahí, se le solicitaba al diablo su ayuda y se colocaba la pluma en el agua. Si el diablo aceptaba, la pluma iniciaba un recorrido al contrario de la corriente del río o afluente y debía seguirse hasta donde se detuviera. En ese mismo lugar, aparecía el diablo y se realizaba el pacto con el demonio, el cual consistía en que a cambio del alma el malvado le daría toda clase de riquezas.
Relatan que hubo muchos arriesgados y, entre ellos, uno que realizó el pacto con el demonio a cambio de su alma. De un momento a otro, este señor y su familia empezaron a comprar fincas, ganado, carretas y toda clase de lujos. Sin embargo, esa alegría duró muy poco pues cuentan los moradores que todas las noches, desde el sitio donde se hizo el pacto, el diablo llamaba a su víctima y le exigía su presencia. Tanto era la insistencia, que aquel hombre no se atrevía a asistir, ni por un instante, a ese llamado desde los infiernos. Pero el diablo no se quedó satisfecho y optó por iniciar sus visitas a la casa de este señor.
El diablo se presentaba a ese hogar en mil versiones: un guapo jinete, un niño pequeño, en animales, entre otros espantos. Todas estas visitas aterraban a los familiares y angustiaban a los vecinos, ya que estos últimos escuchaban y observaban con curiosidad los acontecimientos de aquella casa. Esto estaba provocando un sinfín de chismes por los alrededores del pueblo.
No obstante, este no era el principal problema puesto que el demonio se estaba dando cuenta del arrepentimiento de aquella alma al no querer asistir a sus llamados. Todo ello provocó que el diablo decidiera hacer valer el pacto realizado hace ya muchos años, por lo que le informó a este hombre que se lo llevaría pronto. El hombre se preparó heredando todo a nombre de sus hijos y decidió ir a reunir con Lucifer.
Los lugareños mencionan que de ese hombre no se volvió a saber nada. Por otra parte, los hijos iniciaron con pleitos por la herencia y despilfarraron todo. Los animales como por acto de magia empezaron a morir uno a uno sin poder hacer nada por evitarlo. Dicen que aquella familia daba lástima de la mala situación que estaban pasando, a tal punto que los hijos y esposa cayeron enfermos y murieron hasta no quedar uno solo.
Un día un lugareño iba pasando muy cerca del río por donde el señor del pueblo había hecho el trato y encontró un esqueleto hincado como si estuviera rezando detrás de una enorme piedra. Algunos se atrevieron a decir que fue el señor del pacto con el diablo que se arrepintió y, como acto de ejemplo, Dios lo dejó tal y como el Diablo lo despojó de su alma.
Las personas del pueblo se compadecieron y le realizaron el sagrado entierro, pero cuentan los hombres que cuando llevaban el cuerpo a la iglesia y luego al cementerio el ataúd no pesaba absolutamente nada e iban zopilotes negros encima de la caja.
Dicen las personas que el hombre al hacer el pacto no solo entregó su alma, sino también la de sus hijos y esposa. En consecuencia, después de ese ejemplo, no se supo de nadie más que se atreviera a realizar un acto así.
28 de octubre día de San Simón
Versión de: Neldys Ramírez Vásquez
En épocas pasadas, rondaba por el pueblo de Cañas Dulces la versión de que, los veintiochos de octubre, Jesucristo le daba permiso a San Simón para que se llevara a niños, jóvenes y adultos en malos pasos.
Este ser, según algunos lugareños, era realmente Judas a quien Jesús le daba la oportunidad de expiar sus culpas a través del castigo de otros. Otros mencionaban que San Simón era Satanás, al cual Dios le daba la oportunidad de llevarse almas malas. Por ello, ese día las personas del pueblo procuraban dormirse temprano y tratar de portarse bien para no ser llevados por ese ser que rondaba el lugar.
Las personas comentaban que un 28 de octubre unos jóvenes malcriados hicieron caso omiso a las advertencias de sus padres y, desde esa noche, no se volvió a saber de ellos. Por más que los hombres del pueblo los buscaron, no se supo nada de sus paraderos. A partir de ese momento, las personas reconocieron que ese día se debía respetar y guardar para que no les pasara nada y que San Simón no se los llevara.
El toro chingo de la Hacienda los Ahogados
Versión de: Neldys Ramírez Vásquez
Cañas Dulces se caracterizaba por poseer Haciendas y Fincas de gran renombre por la cantidad de tierras muy fértiles y buen ganado. Muchos de los trabajadores de esos lugares eran personas del mismo pueblo.
De igual forma, los lugareños se caracterizaban por ser personas de costumbres y muy religiosos. En Semana Santa, ellos guardaban el no ejercer actividades y, a pesar de la gran cantidad de trabajo que poseían las fincas y haciendas, siempre se procuró el respetar esas tradiciones.
Sin embargo, un Viernes Santo en la Hacienda Los Ahogados se perdió un toro. Los sabaneros pidieron permiso al patrón para ir a buscarlo y este hacendado les advirtió que respetaran el día del Señor. Por el contrario, los trabajadores intrépidos decidieron marcharse e ir a buscar al toro.
Cuentan los testigos que en el camino vieron como un toro negro y chingo les salió al paso a los hombres, por lo que ellos salieron detrás del hermoso ejemplar creyendo que ese era el animal perdido. Las personas de la hacienda vieron como en la espesura de la montaña se fueron desdibujando las figuras y los gritos de guipipía.
Hasta la fecha, nadie sabe absolutamente nada de ellos. No obstante, a las tres de la tarde de los Viernes Santos, hora en que se perdieron los sabaneros, se escucha desde el pueblo el recorrido de estos y sus gritos como acto de recordatorio para que las personas no olviden el no realizar ninguna actividad en los días del Señor.
Glosario
agua mielm Bebida elaborada con agua y miel de abeja.
alfeñiquem Caramelo hecho de jugo de caña hervido donde se extrae la miel sin estar en su punto para elaborar la tapa de dulce. Algunos acostumbran agregarle semillas de maní o marañón.
ayote en mielm Postre elaborado con tapa de dulce de caña, canela, clavo de olor y ayote sazón.
chingoadj Característica que se aplica a los animales cuando no poseen cola.
crucetaf Cuchillo grande que posee al inicio una extensión muy parecida a una cruz.
guipipíainterj. Expresión que enuncia alegría, la cual se emplea en fiestas y en arreo de ganado.
jicotem Panal de abejas donde se extraía miel.
jocotadaf Postre elaborado con jocotes hervidos con tapa de dulce, clavo de olor y canela.
leónm Animal feroz parecido a un tigre que habitaba en los bosque de aquella época.
mango mielm Postre elaborado con tapa de dulce de caña, canela, clavo de olor y mango maduro.
paravósm (Momotus momota) Ave de colores llamativos que vive en los bordes de los bosques húmedos y secos, en barrancos con árboles, plantaciones de café, banano, áreas semiabiertas o jardínes. Su alimentación consiste de arañas grandes, lombrices de tierra, insectos, lagartijas y culebras pequeñas, también atrapan insectos y frutos del follaje. Se caracteriza por poseer una cola semejante a una péndola de reloj.
tamal pisquef Tamal hecho de maíz reventado con ceniza, envuelto con hojas de plátano o guineo.
Tempisquitom Río que inicia el recorrido del río Tempisque, posiblemente porque aún no ha recibido todo el aporte de aguas que lleva sus afluentes.
Bibliografía
- Agüero, Arturo (1996). Diccionario de Costarriqueñismos Asamblea Legislativa de la República de Costa Rica. San José.
- Gagini, Carlos (1975). Diccionario de Costarriqueñismos San José: Editorial Costa Rica.
- Quesada Pacheco, Miguel Ángel (1991). El español de Guanacaste San José, Costa Rica: Universidad de Costa Rica.
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Real Academia Española (2001). Diccionario de la lengua española Gredos S. A. Madrid. Recuperado de www.drae.es
» www.drae.es
Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
Nov/Nov 2016
Histórico
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Recibido
02 Mar 2016 -
Acepto
03 Dic 2016