Open-access Literatura del yo: reflexiones teóricas perspectivas de autor en el género autobiográfico

Literature of self-reflection: Theoretical reflections and author perspectives in theautobiographical gender

Resumen

En los últimos años, la literatura del "yo" ha cobrado gran importancia en el marco del estudio literario. Desde "El Pacto Autobiográfico" de Philippe Lejeune, hasta "La identidad narrativa" de Paul Ricoeur, pasando por "Autobiography as De-facement" de Paul De Man, se ha intentado explicar el carácter genérico de este tipo de obras ¿es historia? ¿es ficción? Las respuestas, variadas, han pretendido ubicar dichos textos en un plano u otro. Dorrit Cohn por ejemplo, advierte que el lector es quien otorgar el valor histórico o ficcional.

Pero la autobiografía es historia, la autobiografía también es ficción. En dichos textos dialogan ambos discursos de manera amalgamada. Sólo es posible entender una obra del "Yo" cuando se observa desde su carácter bifronte. Así, esta ponencia pretende hacer una revisión general de las principales teorías para finalmente presentar una propuesta distinta para mirar este tipo de obras. Una propuesta que parte del diálogo entre las distintas disciplinas.

Palabras clave: literatura del yo; autobiografía; historia; ficción; referencialidad; sujeto

Abstract

The literature of the "self-reflection" has gained great importance in the literary studys. Since "The Pac Autobiographic" of Philippe Lejeune, to "The Narrative Adentity" of Paul Ricoeur, and "Autobiography as De-facement"of Paul De Man, theorists have tried to explain the nature of this type of texts ¿are they history? ¿are they fiction? The answers are variant, the have tried to locate these texts in one plane or another. Dorrit Cohn for example, sees that the reader is the one who grant the historical or fictional value.

But the autobiography is history, autobiography is also fiction. In these texts dialogue both speeches amalgaaims to make a comprehensive review of the main theories to finally make a separate proposal. A proposal that part of the dialogue between the different disciplines.

Keywords: self-literature; autobiography; history; fiction; reflection; self.

¿Cómo podemos pensar que en la autobiografía es lo vivido lo que produce el texto, cuando es el texto el que produce lo vivido...? (Lejeune 1997: 4.)

1. Introducción

La autobiografía se configura como un género híbrido que navega entre las fronteras de la historia y la ficción, fronteras fluctuantes que buscan o niegan una posibilidad de verosimilitud en la construcción del entorno narrado y que la circunscriben en el borde de una problemática -aún no resuelta- en torno a la posición del autor (extra-texto) con respecto a su obra (texto); difícil relación que construye una "fisura vida/texto [en la cual emergen dos] cuestiones puntuales que la autobiografía plantea: el problema de la identidad y su fijación (construcción) es una, la ilusión (proyección) referencial es la otra" (Scarno 1997:151). Ambas, circunscritas en la posición del sujeto con respecto a su producto creado.

Es así como en el centro del estudio del hecho autobiográfico, se presentan cuestionamientos sobre el sujeto, la representación del mismo y su referencialidad; cuestionamientos centrales del debate teórico entre la historia y la literatura, y que han sido fruto de reflexiones epistemológicas desde el campo de la fenomenología y la hermenéutica pues, ¿cuál es la posición del autor con respecto a su obra?1 Partiendo de esta pregunta, el presente ensayo tiene por objeto elaborar una revisión teórica de algunos de los principales postulados dados en torno al sujeto autobiográfico, a fin de dialogarlas, cuestionarlas.

2. Teorías del yo en la autobiografía

Así, en un primer momento se podría decir que la historia de la autobiografía como objeto de estudio puede ser dividida, de acuerdo con James Olney (1991), en tres grandes etapas: el byos (relación del texto y la historia), el autos (interpretación del sujeto y el texto) y el graphe (texto- lenguaje), tres momentos en los cuales el énfasis de los análisis han estado dados en torno a la relación del sujeto-objeto y por tanto, atienden a la correspondencia entre el autor con el héroe de la historia.

En este contexto los inicios de los estudios teóricos sobre el texto autobiográfico pueden fecharse hacia finales del siglo XIX, cuando Wilhelm Dilthey (1976) apuntó la gran importancia de estos textos como formas esenciales para la comprensión de los principios que organizan la experiencia humana, en torno a los modos de interpretación de la realidad histórica en la que se vive (Loureiro 1990:2). Sus postulados -basados propiamente en el byos- estuvieron encausados en la necesidad de hacer compresible el conocimiento del pasado con todo lo que un individuo histórico arroja al entendimiento, pues "autobiographies are the most direct expression of reflection about life"(Dilthey 1976: 213)2. Es decir que concibió a la autobiografía como una construcción de vida que interpreta, desde una individualidad una historia universal focalizada en una persona y un tiempo específico:

Every life has its own significance, determined by the context of meaning in which every remembered moment has an intrinsic value, and yet, in the perspective of memory, is also related to the meaning of the whole. The significance of an individual existence is unique and cannot be fathomed by knowledge; yet, in its way like `Leibniz´ monads, it reflects the historical universe (Dilthey 1976: 214). 3

Para este filósofo e historiador alemán, la escritura de un texto personal daba pautas para una configuración histórica que permitía entender los avatares de un tiempo en el cual, el autobiógrafo fue contemporáneo. Partiendo de la idea de la "conciencia histórica como un modo de conocimiento en sí" (Gadamer 2003: 60) advirtió que es posible entender el comportamiento de una época específica a través de los textos referenciales. Desde su concepción teórica, el autor-de alguna u otra forma-, puede ser parcialmente conocido, pues desde su propia subjetividad se presenta una realidad que busca una objetividad en el pasado debido a que:

the whole contexts of the mind-constructed world emerge in the subject; it is the mind`s effort to determine the meaningful pattern of that world which links the individual, logical processes evolved. On the one hand, the knowing subject creates this mind constructed word, and, one the other, strives to know it objectively (Dilthey 1976: 207).4

Así, los primeros estudios del fenómeno aquí analizado, encuadrados en el marco de la historia, partían de una posibilidad del conocimiento de autor dado a través del texto. Lo anterior, se debió principalmente a que la autobiografía se observó como un marco referencial de la visión de realidad de quien construye el relato, mismo que marcaba una pauta para conocer un periodo histórico concreto.

Esta perspectiva, heredera del positivismo5, preponderó hasta mediados del siglo XX y en ella, no se cuestionó la palabra del autor o el conocimiento del mismo, pues el texto era figurado como una enunciación de la realidad en donde un sujeto daba cuenta de su propio yo; mismo que a su vez permitía conocer un pasado desde una perspectiva focalizada.

Sin embargo, con la modernización de la historia y la decadencia del positivismo -es decir, con la crisis de la objetividad en el hecho del pasado-, la autobiografía perdió su posición como relato verídico para plantear nuevas problemáticas en torno a su configuración.

Las nuevas corrientes históricas, como la Escuela de los Annales, comenzaron a cuestionarse en torno a la supuesta objetividad de la historia e incluso se cuestionaron en torno al propio conocimiento del pasado, pues ¿es posible entender de manera exacta algo sucedido tiempo atrás desde una perspectiva personal? En este respecto los documentos históricos que trataban la vida de diversos sujetos se configuraron como perspectivas personales de un hecho que iban cargados de una visión personal, lo que eliminó la noción de objetividad en la concepción de un texto autobiográfico.

Así, en 1956 apareció el artículo "Condiciones y límites de la autobiografía" de Georges Gusdorf, un texto que con base en los cuestionamiento en torno a la objetividad de la historia, dio pauta para el surgimiento de nuevas perspectivas en las cuales se fundamentó la imposibilidad de alcanzar la recreación objetiva de un momento -aunque fuera personal-, porque dicho relato se circunscribe en la lectura de la experiencia; de tal forma que al yo que vivió los hechos, se le añade un nuevo yo creado a partir de la escritura (Loureiro 1991: 3).

Fue en ese punto específico que la autobiografía comenzó a ser objeto de mayor interés para crítica y la teoría literaria, pues la problematización de sus fronteras intra y extra textuales plantearon un proceso de ficcionalización que la circunscribió en el marco de los estudios literarios.

Gusdorf, desde una perspectiva antropológica, incursionó en el género para darle una nueva significación en torno al estudio del autor. Para él, más que establecer un punto en el cual era probable conocer la historia de un pasado y una vida, se podía comprender una imagen de autor compleja, dada por una necesidad narcisista de presentar la mejor visión de sí mismo recreada a través de la memoria:

El autor de una autobiografía da a su imagen un tipo de relieve en relación con su entorno, una existencia independiente; se contempla en su ser y le place ser contemplado, se constituye en testigo de sí mismo; y toma a los demás como testigos de lo que su presencia tiene de irremplazable" (Gusdorf, 1991: 10).

En este sentido, para Gusdorf el autor no planteaba su vida de manera objetiva, sino que crea una imagen de sí mismo en donde está presente lo mejor de sí, aportando tan sólo aquellos episodios que constituyeron un importante momento, pues "la recapitulación de lo vivido pretende valer por lo vivido en sí, y, sin embargo, no revela más que una figura imaginada, lejana ya y sin duda incompleta, desnaturalizada además por el hecho de que el hombre que recuerda su pasado hace tiempo que ha dejado de ser el que era en ese pasado" (13).

Pero esa imagen, si bien no puede determinar la vida o la historia del autor, sí marca una referencialidad al hombre que en un momento específico del tiempo escribe aquellos aspectos significativos de su historia vistos desde el presente. De tal forma que la creación de ese yo, al buscar plantear una referencialidad constituye "la reflexión inherente a la toma de conciencia [que] es transferida, por una especie de ilusión óptica inevitable, al dominio del acontecimiento"(15). Así, el hecho autobiográfico, más que presentar una historia universal, configura una visión desde adentro en donde el autor presenta una perspectiva del cómo creyó haber sido, más que cómo fue. Así, "no es la simple recapitulación del pasado; es la tarea, y el drama, de un ser que, en un cierto momento de su historia, se esfuerza en parecerse a su parecido" (15).

En este sentido el prisma de las aportaciones de Gusdorf, determinaron la concepción "de la escritura autobiográfica como una interpretación del pasado, más que como una reconstrucción, y con ello, trasladó el núcleo de los estudios a la forma en que la memoria reelabora, los hechos y los concibe en el marco de una estructura global superior a la vida". (Sánchez 2010: 6).

Pasarían 10 años antes que algún otro teórico ingresara en el estudio del hecho autobiográfico en tanto a la posición del autor; y no fue sino hasta 1973 que se trató el tema desde una perspectiva propiamente literaria con las aportaciones de Philippe Legeune, quien a su vez, definió el género autobiográfico como "récit rétrospectif en prose qu` une personne réelle fait de sa propre existence, lors qu´elle met l` accent sur sa vie individuelle, en particulier, sur l`histoire de sa personnalité" (Lejeune 1973: 138).6A partir de esta definición -un tanto raquítica como él mismo lo reconoce-, determinó que la autobiografía, al relatar la vida personal de un sujeto, establece una correspondencia entre autor y texto, un pacto de "legalidad" en la lectura que une el margen de los órdenes textual y extratextual por medio de la firma de autor, quien se hacer responsable de lo escrito.

De esta forma el nombre propio resulta de esencial importancia, pues opera como un efecto condensativo en la articulación del sujeto, el yo de la obra, lo inscribe en su propia historia; es decir, son deudatarios del nombre propio y "partes de un mismo paradigma que incluiría informaciones sobre, nacimiento, lugar, fechas, parentescos, toponimia del yo en el relato de su vida" (Scarano 1997: 162). Así, la autobiografía presenta índices que identifican el nombre propio del autor con aquel inscrito en el texto, lo que resuelve la identidad del nombre; pues como Lejeune, apunta "les pronoms personnels de la première personne marquent l`identité du sujet de l´énonciation et du sujet de l´énoncé" (Legeune 1973: 142). 7

El eje central de sus tesis se encuentra justamente en el pacto de verosimilitud en donde existe una clara referencialidad de identidad entre texto y sujeto.

Bajo los mismos términos que Gurdorf expresó -a partir de una problematización de Benveniste- que la categoría vacía del pronombre personal yo, marca una identidad del sujeto que escribe. Así, para el filólogo francés, el autor, el narrador y el personaje son uno solo unidos por el pronombre personal en primera persona. Narrador y personaje se unen bajo una narración autodiegética. A su vez, como el autor también dice yo, entonces se deduce que son un solo sujeto. Es importante advertir que para Lejeune el pacto autobiográfico está dado por la ética del autor de contar su propia vida, no tanto por la veracidad del texto narrado. Esto significa que más allá de la pretendida veracidad del relato, más allá de la discusión sobre si es posible creerle o no al autor, la autobiografía supone un texto de la historia en tanto a que existe un compromiso por afirmar que aquello que está escrito es en realidad su vida.

Todavía así, este artículo desató múltiples teorías en torno a la concepción del sujeto autor en su texto; sus contemporáneos, algunos convencidos, otros más insatisfechos, comenzaron a cuestionarse sobre el conocimiento del autor a fin de crear un diálogo teórico que se desarrolló en los años setenta y ochenta.

De esta forma, poco después de la aparición de los postulados de Lejeune, surgieron críticos que cuestionaron la idea de la autobiográfica como un género literario; el estructuralismo y la idea de la muerte del autor, aportó una importante visión teórica; misma que trasladó los estudios al interior de los análisis propiamente ficcionales.

Así, Paul de Man, con su artículo "Autobiography as De - Facement", al respecto de Lejeune y su problematización de los pronombres personales escribió:

The name on the title page is not the proper name of a subject capable of self-knowledge and understanding, but the signature that gives contract legal, though by no means epistemological, authority. The fact that Lejeune uses proper name and signature interchangeably signals both the confusion and the complexity of the problem. For just as it is impossible for him to stay within the topological system of the name and just as hi has to move from ontological identity to contractual promise, as soon as the performative function is asserted, it is at once reinscribed within cognitive constraints (De Man 1979: 992). 8

Estas críticas dadas sobre la referencialidad de autor en su obra configuraron una nueva forma de estudio del hecho autobiográfico que se circunscribió propiamente en el orden del graphé. Sus principales teóricos fueron Paul de Man y Roland Barthes. El primero, con el radical ensayo antes mencionado, dictó el final género autobiográfico al establecer que éste no pude ser concebido como un género distinto al de la ficción. Él, fue uno de los más importantes teóricos en torno a la NO posición del sujeto autor con respecto a su texto, pues, a diferencia de los anteriores, para De Man la autobiografía no es más que un texto ficcional, indistinta a la novela, en donde la imagen de autor es una prosopopeya: 9

As soon as we understand the rhetorical function of prosopopeia as positing voice or face by means of language, we also understand that we are deprived of is not life but the shape and the sense of a world accessible only in the privative way of understanding. Death is a mortality (the prosopopeia of the voice and the name) by autobiography deprives and disfigures to the precise extent that it restores (930). 10

En este sentido, entre un texto de ficción y una autobiografía no existe diferencia alguna, niega el carácter de identidad y referencialidad, no existe el autor, simplemente hay imágenes retóricas que no configuran una autorreflexión, ni una unidad entre el sujeto y el objeto creado. Si bien también analizó a la autobiografía desde categorías lingüísticas como lo hizo Leujene (el respecto de la problematización de Benveniste) para De Man, esta problemática es observada desde otro orden:

He identifies autobiography with a linguistic dilemma which in liable to be repeated every time an author makes himself the subject of his own understanding. The author reads himself in the text, but what hi is seeing in this self-reflexive or specular moment is a figure of a face called into being by the substitutive trope of prosopoeia, literally, the giving of face, or personification (Anderson 2001: 12).11

De esta forma, la importancia del texto no está dada en la construcción de la referencialidad del autor, ni en una identidad presentada en los límites del relato; para él, más bien el personaje no tiene ninguna referencia directa con su creador y por consiguiente la importancia del texto ésta dada en la escritura misma, es decir en el plano de la obra como mera ficción.

Bajo postulados similares, Barthes, tanto en su ensayo "La muerte del autor", como en su propia obra autobiográfica, estableció a su vez, que el acto de la escritura constituye una ruptura entre el autor y su obra pues "la escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que van a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad comenzado por la propia identidad del cuerpo que escribe" (Barthes, 1987: 65). Él argumenta que no es posible conocer a una persona a partir del relato narrado, debido a que es el lenguaje mismo quien habla: "escribir consiste en alcanzar, a través de una previa impersonalidad -que no se debería confundir en ningún momento con la objetividad castradora del novelista realista- ese punto en el cual sólo el lenguaje actúa [...]" (66-67).

Lo que Barthes planteó fue dejar de buscar respuestas en el autor; el análisis de una persona -aun y cuando escriba sobre su propia vida- no debe ser objeto de estudio porque esa vida inscrita en la narración es tan solo una construcción del lenguaje en donde sólo importa el relato en sí, mientras que quien lo escribe, es un sujeto que queda fuera del análisis literario.

Es así como la literatura del yo comenzó a ser fuente de génesis teórica en el marco de la literatura, pero también fue objeto de interés para la filosofía; desde concepciones un tanto epistemológicas, tanto Foucault como Derrida ingresaron a la problemática.

El primero, con su característico método arqueológico, buscó dar respuesta a la pregunta ¿qué es un autor? Partió de la concepción colectiva de los textos antiguos para ver cómo, a lo largo de la historia, la idea del autor ha ido cambiando. En su ensayo "¿Qué es un autor?" advirtió que, si bien el autor es de esencial importancia para la crítica, hay que tomar en cuenta que:

[...] un nombre de autor no es simplemente un elemento en un discurso (que puede ser sujeto o complemento, que puede ser sustituido por un pronombre, etc.); ejerce un cierto papel respecto de los discursos: asegura una función clasificadora; un nombre determinado permite reagrupar un cierto número de textos, delimitarlos, excluir algunos, oponerlos a otros (Foucault 1999: 337- 338).

Para Foucault, el nombre del autor indica que el discurso no es producto de un texto cotidiano, sino que pertenece a una personalidad específica que se encuentra nutrida de una cultura determinada en la cual forma su pensamiento. En términos similares a los de Barthes, el nombre del autor no constituye un nombre propio, pero -y a diferencia de este último- sí se encuentra presente dentro del mismo texto, en el interior del discurso y a través de marcas del lenguaje. Desde ese punto:

Manifiesta, el acontecimiento de un cierto conjunto de discursos, y se refiere al estatuto de este discurso en el interior de una sociedad y en el interior de una cultura. El nombre de autor no está situado en el estado civil de los hombres, tampoco está situado en la ficción de la obra, está situado en la ruptura que instaura un cierto grupo de discursos y su modo singular de ser (338).

Ante el planteamiento de la muerte del autor, Foucault reconoce que el nombre propio debe mantenerse fuera del texto, pues "sería tan falso buscar al autor del lado del escritor real como del lado del locutor ficticio; la función del autor se efectúa en la misma escisión -en esa participación y en esa distancia-" (343). Lo anterior no significa que desaparece; para él, el autor está presente en el plano de las marcas o signos del texto, mismos que cambian según el tipo de discurso que se esté analizando. Ello significa que la función autor puede ser entendida como una instancia creadora que se encuentra presente dentro de un relato, y por tanto, en el marco autobiográfico, si bien no es posible establecer una correlación directa entre escritor y autor (pues un escritor puede ser distintos autores) sí existen algunos elementos que los identifican.

Es importante apuntar que las reflexiones de Foucault son de tipo genéricas, es decir que no trata propiamente la función de un autor dentro de la autobiografía, sino que lo analiza en todo tipo de discursos tanto literarios, como filosóficos y científicos.

Hasta aquí es posible observar que desde el marco de la teoría y a través de distintas argumentaciones teóricas, se han conformado dos grandes bloques en torno a la posición del autor autobiográfico con respecto a su producto creado, uno ubica a la autobiografía en el marco de la historia (el autor puede ser conocido) y el otro advierte que el autor no puede ser reconocido en el texto y por tanto, la obra debe ser observada desde un plano ficcional.

Dado que muchas de estas teorías han centrado sus análisis en la diégesis del relato, éstas establecen sus cuestiones teóricas en torno a la discusión del yo inscrito en el texto (es decir que centran la definición de la autobiográfica en aquellos escritos autodiegéticos), para discutir si ese yo referencia o identifica al autor. A través de distintas ideas sobre la identidad y el uso del nombre propio.

En este sentido, gran parte las teorías autobiográficas del siglo XX estuvieron enfocadas en el texto y en el sujeto que inscribe el texto. Muchas de ellas centradas incluso en el proceso de creación autobiográfico; no obstante, Dorrit Cohn (2000), nuevamente abrió otra línea de análisis teórica. En The distiction of Fiction centró sus estudios en el marco del lector.

Tras hacer una revisión general de las teorías antes expuestas, advierte que, en la autobiografía, finalmente es el lector quien decide observar un pasado histórico en la obra o no, es decir, que éste puede creer que el personaje es el autor o, por el contrario, concebir la obra con una ficción. Cohn establece una discusión en la cual demuestra que existen muchas autobiografías que parecen textos de ficción y a su vez, muchos textos ficcionales que parecen autobiografías; y, por tanto, la veracidad o ficcionalidad de la obra serán juzgados por el lector y su experiencia de lectura.

Así, estas son algunas de las perspectivas más importantes dadas en torno al conocimiento del hecho autobiográfico. A través de byos, el autos y el graphe, diversos teóricos han buscado respuestas al género desde distintos focos de estudio. Ya sea a partir de la historia, la literatura, la lingüística o la filosofía, estos estudiosos se preguntan ante todo, cómo funciona el texto autobiográfico ¿se puede diferenciar de la novela? ¿se puede atender al autor?. Algunos autores dirían que la categoría de autor no tiene relevancia, que si bien es una construcción de la identidad a través de la memoria, es el texto en sí mismo lo que interesa. Otros más, lo toman como referente central y circunscriben al texto en el plano de la verdad o mejor dicho de la verosimilitud, mediante el compromiso ético del llamado "pacto". Unos más se cuestionan en torno al conocimiento epistémico de la propia figura dada.

3. Hacia una nueva reflexión del yo autobiográfico

Desde mi perspectiva, y retomando algunas ideas de autores citados anteriormente, tal vez la respuesta en torno a la posición del autor con respecto a su texto, no se encuentra justamente en analizar la referencialidad del personaje -que vive en un espacio textual-, con el autor que se circunscribe en un mundo extratextual; la misma construcción de una autobiografía representa una necesidad del autor por hacer frente a su propia concepción del yo. Así, como Jaques Lacan (2011) expone en el "Estadio del Espejo", el acto de la escritura constituye un autoconocimiento que busca hacer frente a la autoexploración y a la búsqueda por entender el propio yo. Lo no implica a su vez, que lo escrito constituirá una realidad, que la información dada por el autor permitirá conocerlo a través del personaje; simplemente supone un acto de reflexión personal configurado en torno a lo que se desea recordar, a lo que se busca entender en un ego, que quiere conocerse a sí mismo, es decir, una autorreflexión.

Así, tal vez la respuesta no se encuentra en qué tanto podríamos creerle al autor con respecto a las reflexiones de su existencia, pues su figuración en el yo personaje podrá cambiar; sin embargo, el acto autobiográfico sí es autorreferencial, y por lo mismo, pocas autobiografías escapan de ese momento de reflexión. Es decir que, en la narrativa, la escritura se vuelve explícita, lo que lo circunscribe como un género discursivo, en donde "la lógica de la autobiografía se fundaría en un momento de radical autorreferencialidad" (Moreiras 1990: 129).

Casi ninguna obra de este tipo se encuentra exenta de momentos reflexivos, episodios específicos en los cuales, el narrador, hace frente y critica a los hechos presentados al lector. Si bien no me atrevería a afirmar que es posible conocer a un autor a través de su personaje, si podría decir que, en el complejo de la narración, es posible escuchar su voz a través de aquellas marcas:

El yo narrador, inscripto en su tensión constructiva, se refleja en el acto de su propia escritura. La justificación, la necesidad de auto- análisis, la confesión, el secreto, la explicación de sus móviles vitales, en su suma esta pulsión de autoconocimiento aflora casi siempre entretejida por la mirada que rememora el pasado. El presente de su escritura explícita que dice necesitar de este acto elocutivo para conocerse y hacerse conocer es otra de las construcciones básicas del discurso autobiográfico.

Y en ocasiones va acompañada de una definición del yo como escritor, problematizado su relación con la literatura propia y ajena, con la tradición del género y con sus avatares" (Scarno 1997:165).

En este punto me inclino más por Paul Ricoeur (1996), quien en Sí mismo como otro, advierte que la identidad de hombre está en constante cambio, variación, no somos una sola persona, sino muchas, cada minuto que pasa, cada experiencia que vivimos, nos cambia. La identidad de la persona se fija a través del acto de contar nuestra propia historia, es decir por medio de lo que él llama la "identidad narrativa".

Así, yo parto de la idea de que el personaje es efectivamente una propospeya, como bien lo advirtió De Man, es una construcción del autor que muestra lo mejor del sí, como también lo refiere Gusdorf. Sin embargo, en el narrador sí existen marcas de un autor, un autor que intenta recordar ¿cómo fue aquel personaje ya perdido en la memoria? Que pretende entender su vida. Es decir que la identidad, más que fijarse en la figura de un personaje, se encuentra presente en la voz del narrador, quien empatado con una figura autor, busca una identidad a través del acto de escritura, por medio del acto de contar su historia, a partir de la búsqueda de un yo en aquello que ya no es más un sí mismo, sino que sólo producto de una narración. En este contexto, habría que dejar de pensar a la autobiografía en función de la diégesis del relato y trabajarla desde la misma hibrides que el texto plantea: es decir, como historia y también como ficción, como una búsqueda por encontrar una identidad de un yo a partir del acto de narrar y la ficcionalidad de un personaje que no logra ser comprendido del todo, pues la distancia temporal, la memoria y el olvido lo desfiguran, obligando a que su autor se construya.

El personaje puede ser observado como una construcción de autor, es decir un yo como otro; a su vez, como bien apunta Lejeune, existen elementos que sí forman parte de la realidad, hay una ética de autor que compromete al texto con la historia. Y sí la narración puede mostrar descripciones de lugares, personas y cosas que son construidas, focalizadas e incluso desvirtuadas, pero pertenecen a un conocimiento personal del entorno y por ello mismo, no es posible deslindar al texto autobiográfico de la historia. Aunque tampoco es posible deslindarla de la ficción, pues el narrador intenta atrapar a una figura construida.

La problemática de Barthes, está justamente en que éste autor niega toda posibilidad de realidad; La falta de una objetividad histórica es concebida por él a un grado en el cual, todo dato es un discurso, lo cual significa que toda historia constituye un mito; a su vez, todo mito es lenguaje. De la misma forma en que el autor no puede ser conocido en su obra, la historia misma no puede ser conocida en ningún momento. Esta perspectiva relativista elimina fronteras problemáticas, pero a su vez instaura a la realidad en la imposibilidad de conocimiento.

El sujeto como impostura, otredad, representación, fundador de discursividad o ente real objetivado, confirma diásporas teóricas de su función que intentan circunscribirlo en una posición específica en la obra; creando debates teóricos que se insertan en la literatura, y que, a su vez, se alejan de la misma para ingresar en la interdisciplinaridad filosófica, la histórica y lingüística.

Realidad o ficción, enunciación o no, la autobiografía navega en aguas turbias que permiten cismas reflexivos en torno a las diásporas del sujeto autor. Si pretendemos estudiarla como Historia o por el contrario como ficción, olvidamos la esencia misma del género: su reconocimiento como texto fronterizo, como historia y también como ficción.

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  • Sánchez Zapatero, Javier. 2010. "Autobiografía y pacto autobiográfico: revisión crítica de las últimas aportaciones teóricas en la bibliografía científica hispánica". OGIGIA, (7): 5-17.
  • 1
    Es importante advertir que el texto autobiográfico puede ser analizado desde muy diversos puntos de vista, ya sea desde el plano del recuerdo y la memoria, desde la discusión como género literario o desde la posición del sujeto. En el presente ensayo, yo me centro en la discusión del sujeto autor en el texto autobiográfico. Así mismo es importante aclarar que si bien existen autobiografías escritas en tercera persona, y también existen algunos textos ficcionales con tintes biográficos del autor, en el presente ensayo me centraré ante todo en aquellas obras autobiográficas que se encuentran escritas en la primera persona del singular, Es decir, aquellas en las que de acuerdo con Lejeune existe un "pacto autobiográfico".
  • 2
    Las autobiografías son la más directa expresión de reflexión de una vida. (T.A).
  • 3
    Cada vida tiene su propia importancia, determinada por el contexto del significado en el cual cada momento recordado tiene un valor intrínseco, y, sin embargo, en la perspectiva de la memoria, está también relacionado con el significado del todo. La importancia de una existencia individual es única y no puede ser comprendida por el conocimiento; sin embargo, en su camino, como el monismo de Leibniz, afecta el universo histórico (T.A).
  • 4
    Todos los contextos del mundo construido por la mente surgen en el sujeto; es el esfuerzo de la mente lo que determina el modelo significativo de ese mundo el cual vincula al individuo, procesos lógicos involucrados. En una mano, el sujeto de conocimiento crea esta construcción del mundo, en la otra, se esfuerza por saberlo objetivamente (T.A).
  • 5
    El positivismo fue una corriente filosófica iniciada por Augusto Comte que rigió diversas áreas de estudio, tanto en las ciencias sociales como en las humanidades. Entre sus diversos postulados, se encontró la necesidad de un estudio objetivo, es decir la búsqueda de un cientificismo en las disciplinas humanas. Dicha filosofía preponderó principalmente durante la segunda mitad del siglo XIX y en el campo concreto de la historia, buscaba la construcción de un pasado histórico objetivo y conocido.
  • 6
    Relato en retrospectiva en prosa que una persona real hace sobre su propia vida centrada en su vida personal, particular, la historia de su personalidad (T.A).
  • 7
    Los pronombres personales de la primera persona marcan la identidad de un sujeto de enunciación y un sujeto enunciado (T.A).
  • 8
    El nombre sobre la portada no es el nombre propio de un sujeto capaz de conocimiento de sí mismo y comprensión, la firma que da el contrato social no significa una autoría epistemológica. El hecho que Lejeune empleé el nombre propio y la firma de manera intercambiable, señala tanto la confusión, como la complejidad del problema. Ya que para él es imposible quedarse dentro del sistema topológico del nombre y tiene que moverse de la identidad ontológica a la promesa contractual. En cuanto la función performativa es afirmada, inmediatamente es inscrito de nuevo dentro de coacciones cognoscitivas. (T.A).
  • 9
    Se define prosopopeya como metáfora de tipo ontológica en donde se personifica un ente no humano y se imponen atributos propiamente humanos.
  • 10
    Tan pronto como entendemos la función retórica de la prosopopeya como postulando la voz o como cara del lenguaje, también entendemos que no es la vida sino la forma y el sentido de un mundo accesible sólo en la forma privativa de entendimiento. La muerte es una mortalidad (la prosopopeya es la voz y el nombre) porque la autobiografía priva y desfigura en la misma medida en que restaura (T.A).
  • 11
    El identifica la autobiografía con un dilema lingüístico en donde al obligarse a ser repetido el autor, se hace objeto de su propia comprensión. El autor se lee a sí mismo en el texto, pero lo que ve en ese momento autorreflexiva o especular es una figura de una cara llamada a ser por el tropo sustitutivo. De prosopopeya, literalmente, la cara dada la personificación (T.A).

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    Jul-Dec 2016

Histórico

  • Recibido
    28 Jun 2016
  • Acepto
    12 Jul 2016
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None Universidad de Costa Rica, San José, San José, CR, 2060, 2511-5107, 2511 8395 - E-mail: kanina@ucr.ac.cr
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