Resumen
En este trabajo se comentan las principales características de las obras lexicográficas publicadas sobre las lenguas indígenas de Costa Rica y se problematiza en torno a la accesibilidad del formato bilingüe alfabético tradicional para los miembros de las comunidades de hablantes. Posteriormente, se discute sobre la especificidad de la lexicografía de lenguas en peligro y se sistematiza la experiencia de elaboración de diccionarios temáticos pictográficos.
Palabras clave: lenguas indígenas de Costa Rica; lexicografía; lenguas en peligro; diccionario temático; diccionario pictográfico
Abstract
In this paper, we first comment on the main characteristics of the lexicographic works about Costa Rican indigenous languages hitherto published and problematize the accessibility of the traditional bilingual alphabetical format for the members of the communities who speak such languages. Afterward we discuss the specificity of the lexicography of endangered languages, and, finally, we systematize our experience in the creation of thematic pictorial dictionaries1.
Key Words: Costa Rican indigenous languages; lexicography; endangered languages; thematic dictionary; pictorial dictionary
Introducción
Cuando nos enfrentamos a la creación de diccionarios de lenguas en proceso de desplazamiento, nuestras decisiones deben tomar en consideración la finalidad del producto de la documentación léxica. La perspectiva investigativa tradicional ha estado interesada, sobre todo, en la recopilación del vocabulario para fines académicos o puramente compilatorios, como veremos más adelante. Se considera que la labor del lingüista consiste en describir las lenguas y entre los resultados de esta descripción se halla la producción de diccionarios de idiomas desconocidos o escasamente estudiados, con el fin de inventariar de la manera más exhaustiva posible el repertorio léxico, tarea de especial importancia cuando se trabaja con una lengua en peligro2.
Así las cosas, el producto lexicográfico3 de este tipo de documentación está pensado para los lingüistas (o, más en general, para las personas externas a la comunidad hablante del idioma cuyo repertorio léxico se recopila) según sus necesidades, intereses y marcos de referencia. Pese a que por lo común también se desea y se cree que el producto será de utilidad para los miembros de la comunidad hablante de la lengua estudiada, sus necesidades y características no se suelen tomar muy en cuenta o al menos estas no constituyen el punto de partida ni de la documentación ni del diseño del producto lexicográfico.
Ello explicaría, en gran parte, por qué en las obras lexicográficas de las lenguas indígenas de Costa Rica predomina la tendencia de organización alfabética y de formato bilingüe: vocablo en la lengua descrita como lema con definición (por equivalencia semántica o paráfrasis) en la lengua de descripción (el español o la del autor) o viceversa. Podemos categorizar este tipo de diccionario como muestra de lo que denominamos “lexicografía pensada para el lingüista”.
Otras opciones de producto lexicográfico para lenguas minoritarias, en peligro y escasamente descritas serían, por ejemplo, los diccionarios temáticos, monolingües, enciclopédico-etnográficos y didácticos. Estas características no necesariamente aparecen en conjunto ni tampoco se oponen a los rasgos del formato descrito en el párrafo anterior. Así, por ejemplo, podríamos encontrar un diccionario enciclopédico-etnográfico organizado tanto temática como alfabéticamente; monolingüe, bilingüe o multilingüe, y con una finalidad didáctica o no. Esto es, el que el haz de características “organización alfabética”, “bilingüe” y “de propósito documental” coincidan en la lexicografía para el lingüista se debe a una concepción sobre cuál es el resultado lexicográfico en la tradición lingüística de descripción de lenguas a la que aludimos líneas atrás.
Creemos que esta confluencia típica, por lo tanto, corresponde a un paradigma y, sobre todo, a una finalidad académica. Si, por el contrario, el eje de la documentación léxica y del diseño del producto lexicográfico tiene como punto de partida las necesidades de los miembros de la comunidad, se construye con base en consideraciones como la edad de los usuarios potenciales, sus hábitos de lectura y escritura, y su competencia lingüística en la lengua. Esta tendencia se distingue, entonces, en especial, por el propósito del producto, de modo que no nos encontramos en este caso con un haz de características prototípico. Podemos referirnos a esta alternativa, sea cual sea el formato del producto lexicográfico, como “lexicografía pensada para el hablante”.
En el presente artículo nos ocuparemos de ambas prácticas lexicográficas, así como de sus productos, en relación con las lenguas indocostarricenses. Para poder comprender la relevancia de estas dos formas de abordar la creación de un producto lexicográfico en el caso de lenguas como aquellas con las que trabajamos, conviene que nos refiramos primero, de manera muy sucinta, a los idiomas indígenas costarricenses.
En la actualidad, en Costa Rica se hablan, con muy diversos grados de vitalidad, siete lenguas indoamericanas: bribri, brunca (boruca), buglere (bocotá), cabécar, malecu (guatuso), nove (guaymí) y el idioma de Brorán (térraba)4. A ellas se suman dos lenguas extintas (huetar y chorotega) desde hace por lo menos dos siglos, pero vinculadas a poblaciones que reivindican su identidad indígena o que son concebidas como pueblos autóctonos por las instancias gubernamentales (Sánchez, 2009; 2013).
Todos estos idiomas se encuentran actualmente en algún punto del continuum del proceso de desplazamiento, según se desprende de lo expuesto en las caracterizaciones panorámicas al respecto. Hay diferencias importantes, no obstante, en lo concerniente a la vitalidad de cada una e incluso en la vitalidad de una misma lengua dependiendo del poblado y de la familia (Constenla, 2011; Margery 1993a; Sánchez 2009, 2013, 2014a).
Sin ánimos de ser exhaustivos, se puede afirmar que el hecho de que un idioma se ubique en un continuum de desplazamiento significa que nos encontramos frente a los siguientes fenómenos, todos ellos pertinentes para la lexicografía centrada en los miembros de las comunidades: variación estructural debida a factores comunes a cualquier idioma (diferenciación geográfica y social, por ejemplo), así como a factores particulares (obsolescencia surgida en el proceso de desplazamiento mismo, variación propia de comunidades pequeñas y homogéneas en términos socioeconómicos), y gran heterogeneidad en la competencia lingüístico-comunicativa de los individuos.
A estos se suma la falta de apropiación de las ortografías prácticas, los reducidos hábitos de lectoescritura y el escaso desarrollo de la competencia escritural de una buena parte de los hablantes. Si bien hay que reconocer que estamos ante sociedades tradicionalmente ágrafas en las que la tradición oral fue durante milenios la vía de resguardo de la memoria histórica y de transmisión del conocimiento cultural, no podemos obviar que, por lo general, actualmente se hallan en un proceso de transición en el cual la escritura adquiere cada vez más relevancia y la oralidad tiende a perder paulatinamente su lugar preponderante (Sánchez, 2014b).
A continuación, nos referiremos a la especificidad de la lexicografía de las lenguas en peligro y a los productos lexicográficos publicados sobre las lenguas indocostarricenses, creados tanto por personas externas a las comunidades hablantes (viajeros y cronistas, lingüistas, investigadores sin formación lingüística) como por miembros de las comunidades indígenas. Luego, expondremos con detalle nuestra experiencia de elaboración de diccionarios temáticos pictográficos como ejemplo de producto lexicográfico pensado para el hablante.
La especificidad de la lexicografía de lenguas en peligro
Haensch (1982) insiste en que los distintos tipos de formatos lexicográficos nacen ligados a factores históricos y culturales, a paradigmas y teorías lingüísticas, a prácticas y tradiciones. Por este motivo, no solo es necesario tomar en cuenta la lexicografía “tradicional” de origen europeo y la propia de la lingüística estructural, sino también detenerse en las últimas discusiones sobre la especificidad de la lexicografía en el contexto de las lenguas en peligro, sobre todo desde las dos perspectivas desde las que ha sido abordado el problema: la lingüística documental y descriptiva (Frawley, Hill y Munro, 2002a; Haviland, 2006; Mosel, 2011) y la lingüística de la revitalización y retención (Corris et al., 2002; Mosel, 2011).
Para nuestros propósitos, la distinción tradicional que más nos interesa es la basada en los sistemas de ordenación del léxico, pues estos determinan la macroestructura de la obra lexicográfica (Haensch, 1982). Una dicotomía clásica al respecto opone la organización semasiológica (esto es, por significantes, ordenados muy frecuentemente por orden alfabético, pero también por familias de palabras) a la organización onomasiológica (por conceptos). En el segundo caso, lo fundamental es que la organización se base en las asociaciones de los contenidos, sean estas lingüísticas o extralingüísticas.
McArthur (1998) sostiene que, en realidad, estamos ante dos tradiciones lexicográficas: la alfabética y la temática. Asimismo, asegura que, si bien la primera es la que ha llegado a asociarse como la práctica por excelencia de creación de diccionarios a partir de la invención de la imprenta en el siglo XV y la que ha logrado consolidarse como el formato dominante ya desde el siglo XVI, la lexicografía temática fue la primera en aparecer.
De acuerdo con este mismo autor, en vista de que la tradición alfabética se asocia en la actualidad con la labor de creación de productos lexicográficos por antonomasia, como resultado se ha impuesto una visión reduccionista de las posibilidades de organización del léxico. Pese a ello, la presentación temática pervive y hasta da señales de florecimiento en obras como los libros de frases útiles para los turistas, los libros pictóricos, las listas de vocabulario especializado ordenado por temas y los apéndices temáticos en los diccionarios convencionales. McArthur aboga por no concebir ambas tradiciones como antagónicas, sino más bien como complementarias.
De la misma manera, las consideraciones sobre el propósito de una obra lexicográfica permitirían distinguir el diccionario de uso frente al diccionario didáctico (o de aprendizaje). El primero sirve cuando el usuario desea consultar un significado, la ortografía, la pronunciación o los posibles empleos de una palabra, mientras que el segundo tipo tiene como finalidad facilitar el estudio de una segunda lengua, lo que determina que se incluya un repertorio reducido y graduado por la situación de aprendizaje (Haensch, 1982).
Como se puede apreciar, la especificidad puede provenir no solo de la concepción sobre el formato del producto lexicográfico, sino también de la finalidad y el destinatario de la obra. Además, a estas distinciones se aúnan las consideraciones acerca de las particularidades de las lenguas escasamente descritas y ligadas a sociedades tradicionales (como las indígenas de Costa Rica) frente a aquellas de sociedades industrializadas europeas, o la de las lenguas en proceso de declinación frente a las que se encuentran en estado de “florecimiento”5.
Por ello, al lado de la tradición lexicográfica europea, habría que mencionar la práctica que se desarrolló en América, África y Australia una vez que comenzó el proceso de conquista y colonización europeas de estos territorios. Haviland (2006) se refiere a esta como la tradición colonial, en la cual se recogían listas de vocabulario al igual que se coleccionaban muestras de flora, fauna y diversos artefactos. En esta labor, los productos nunca estaban dirigidos a los hablantes y se seguían los mismos esquemas de formato establecidos para los idiomas europeos.
En la actualidad, los lingüistas ocupados en la descripción de las lenguas de las sociedades indoamericanas llaman la atención sobre la especificidad de la labor lexicográfica en tales casos, aunque, sobre todo, en referencia a su condición de idiomas en peligro y con una estructura considerablemente distinta a la de las lenguas indoeuropeas mejor documentadas. A este respecto, Frawley, Hill y Munro (2002b) señalan que aquellos que trabajan con lenguas poco descritas típicamente cuentan con recursos de referencia provenientes de la tradición europea-estadounidense, los cuales tratan de idiomas con una larga historia lexicográfica y de escritura.
Estos, aunque valiosos y útiles, no toman en cuenta múltiples problemas ligados a los idiomas no europeos o solo lo hacen de modo tangencial. Por este motivo, según estos lingüistas, muchos autores de obras lexicográficas “sometimes inadvertently repeated the theoretical lexicographic work established elsewhere” (Frawley, Hill y Munro 2002b: 2). De los diez problemas relativos a las lenguas amerindias tratados por estos autores, nos interesa traer a colación y comentar los siguientes:
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Los lemas: la práctica lexicográfica tradicional de comenzar un artículo con el lema (forma abstracta que representa un conjunto de formas relacionadas semántica y morfológicamente) como entrada para la definición puede toparse con serios escollos en las lenguas amerindias, dependiendo de sus características fonológicas, morfofonológicas y morfosintácticas. El problema no es desconocido en la lexicografía de raíces europeas, como se muestra claramente en Werner (1982), pero ciertamente la unidad tradicional de “palabra ortográfica” (unidad léxica separada entre espacios en blanco), base de la lematización, tiene la ventaja de formar parte de las categorías intuitivamente manejadas por los hablantes en sociedades de tradición gráfica6, tanto por la acción misma de los diccionarios, como por la escolarización formal, la alfabetización y la presencia ubicua de la escritura (véanse Lara, 2006; Werner, 1982). Ello no ocurre con las lenguas de sociedades ágrafas.
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La escritura: las obras lexicográficas suelen implicar la existencia de convenciones gráficas para representar el sistema fonológico de las lenguas y suelen estar organizadas alfabéticamente. Aquí los obstáculos van desde el poco desarrollo de la competencia de lectoescritura del usuario meta, hasta su desconocimiento del principio de ordenamiento alfabético. Habría que tomar en cuenta la escasa apropiación de las ortografías prácticas por parte de los miembros de las comunidades e incluso su reducida difusión entre estos, en caso de que exista, de modo que muchas veces predominan las grafías idiosincráticas (véase Sánchez, 2014b).
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El papel de la comunidad: en estas sociedades, los hablantes han de estar involucrados en el desarrollo de la obra, sea como consultores o como colaboradores. Además, se debe decidir cuáles formas léxicas son las que se han de escoger según las expectativas de los miembros de la comunidad (¿las más conservadoras o las más innovadoras?), y cómo se consignará la autoría del producto. En la creación de diccionarios para las lenguas europeas, estos asuntos no resultan problemáticos: el autor es el lexicógrafo y la decisión sobre cuáles formas incluir la toma él o ella (presumiblemente con criterios técnicos).
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La exhaustividad: dado el carácter de lenguas en peligro, es común que los diccionarios de estos idiomas se conviertan en los únicos -y últimos- repositorios del conocimiento cultural de la comunidad, lo que justificaría la inclusión de todo el léxico posible, así se trate de palabras infrecuentes o en desuso. Además, habría que agregar que la dicotomía entre definición lingüística y definición enciclopédica probablemente se desdibuja en estos casos, en tanto conviene registrar toda la información ligada a una palabra que la comunidad considera relevante o pertinente.
Podemos agregar un aspecto problemático de mayor interés para nosotros, a partir de lo que expone Haviland (2006):
Las técnicas de documentación y la conformación del corpus: en el caso de lenguas para las que no se cuenta con tradición lexicográfica ni corpus textuales, hay que emplear técnicas típicas de la lingüística descriptiva, como la elicitación (por ejemplo, presentando ejemplos de cosas y preguntando por cómo se llaman), pero las limitaciones de estas para capturar la complejidad de la organización del léxico y sus usos reales, así como para recoger el léxico no referencial, son palpables. Otras técnicas tratan de acercarse a la especificidad de estas lenguas, como el centrarse en los dominios semánticos tradicionales, pero aun así la selección del léxico y su definición no son tareas sencillas.
En esta misma tónica, Mosel (2011) comenta que las principales diferencias en la creación de un diccionario para una lengua en peligro frente a la de una obra para idiomas con grandes cantidades de hablantes tienen que ver, por una parte, con el carácter no lucrativo de la primera y, por otra parte, con el hecho de que el lexicógrafo no suele ser un hablante nativo del idioma documentado. Esta lingüista propone una serie de soluciones específicas para las obras lexicográficas de las lenguas en peligro:
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El propósito: los diccionarios bilingües de lenguas en peligro cumplen la función primaria de servir como repositorios de información y como fuente de investigación, y no como recursos para la traducción o la enseñanza de segundas lenguas (posición esta última muy cuestionable, desde nuestro punto de vista). No obstante, dado que el diccionario se construye con la ayuda de la comunidad, debe satisfacer sus intereses y necesidades, así como las de los académicos. Como puede haber discrepancia entre los estándares de calidad científica y las necesidades y preferencias de los hablantes, sugiere publicar dos ediciones distintas, una para cada tipo de destinatario, pero, en caso de carecer de recursos financieros para ello, afirma que debe priorizarse la versión para la comunidad.
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La variedad lingüística: hay que elegir cuál geolecto de la lengua será la base de la documentación y para esto el lexicógrafo puede basarse en criterios como cuál es la variedad más viable y empleada, cuál usan las generaciones más jóvenes, cuál es la más extendida, cuál hablan los expertos de la comunidad.
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El tiempo y la extensión: debe procurarse crear productos lexicográficos en poco tiempo, en lugar de pretender crear un diccionario exhaustivo que tardará décadas en salir. Mosel propone dos opciones: los diccionarios basados en un corpus (que solo registran las palabras que aparecen en determinados textos) y los diccionarios temáticos (que recogen las palabras de campos semánticos seleccionados, aunque no registren las palabras de uso más frecuente).
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Las decisiones ortográficas: no deben atrasar la producción y distribución de las obras, de modo que hay que llegar a soluciones de compromiso con los colaboradores locales.
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La forma del lema: dependerá de la estructura de la lengua, pero, sobre todo, de la accesibilidad para el usuario, de modo que las preferencias y el conocimiento de los hablantes acerca de la estructura de su lengua se superponen al análisis lingüístico técnico.
Mosel, para el caso de lenguas en peligro, al igual que McArthur (1998) y Bauman (1980), por su interés pedagógico, se refiere a las ventajas de los productos lexicográficos temáticos. En particular, cabe destacar que se pueden desarrollar minidiccionarios exhaustivos en poco tiempo y que serán de interés y utilidad tanto para los académicos e investigadores como para los miembros de las comunidades y los maestros.
Corris et al., (2002), por su parte, introducen una tipología más, pertinente para el trabajo con lenguas en peligro: diccionarios para la documentación y diccionarios para el mantenimiento de los idiomas. El primer tipo constituye la obra lexicográfica tradicionalmente elaborada por los lingüistas, con el fin de preservar datos del idioma, ya sea para su estudio posterior o para implementar acciones de revitalización, cuyos destinatarios serían los individuos provenientes de sociedades con tradición escrita, especialmente investigadores. En este sentido, este tipo corresponde con lo que nosotros hemos denominado “producto lexicográfico pensado para los lingüistas”.
La teorización desde esta perspectiva se centra, por lo tanto, en los problemas para documentar de la forma más exhaustiva posible los idiomas mediante la escritura. Según Corris et al. (2002), se pretende que estas obras sean enciclopédicas, en vista de que se intenta recoger todo el conocimiento léxico de los hablantes. Aparte de esta función eminentemente documental, tales productos cumplen la función simbólica de servir de evidencia del estatus lingüístico del idioma documentado.
La alfabetización de los hablantes de lenguas en peligro ha dado lugar, de acuerdo con estos autores, a la aparición de los diccionarios para el mantenimiento (y la revitalización), ya que han surgido nuevos usuarios y nuevos empleos de los productos lexicográficos. Por ello, ahora se deben considerar los usos potenciales de los diccionarios desde el punto de vista de los hablantes a la hora de elaborar un diccionario para una lengua en peligro.
En términos generales, estos autores consideran que la macroestructura de los diccionarios para el mantenimiento suele ser la misma que la de las obras tradicionales: predominio del formato bilingüe y presentación de los datos primero en la lengua en peligro, dado que este proceder es de mayor utilidad para aquel que desea aprender, entender y estudiar el idioma en cuestión. En cuanto a la microestructura, se incluyen definiciones en la lengua de descripción, oraciones de ejemplo e información gramatical y etnográfica.
Esta práctica está ya bien asentada en los trabajos de descripción lingüística. No obstante, si bien se trata de un formato adecuado para la documentación, puede ser que se requieran modificaciones para el mantenimiento del idioma entre los hablantes y sus descendientes; es decir, en relación con los usuarios y los empleos actuales o potenciales. Entre las características de tales destinatarios figuran su grado de competencia en el idioma, su nivel de alfabetización en la lengua autóctona y en la lengua mayoritaria, y su familiaridad con los diccionarios. Además, es importante considerar el entorno lingüístico de la comunidad como un todo. Así, por ejemplo, puede pensarse en la necesidad de crear diccionarios didácticos y diccionarios monolingües.
En general, estos lingüistas consideran que la utilización de los diccionarios de lenguas en peligro por parte de los miembros de las comunidades se ve limitado por la falta de las destrezas requeridas de lectoescritura y por su escasa costumbre en el manejo de este tipo de recurso. Para ellos, es necesario tomar en consideración cuatro aspectos, con la finalidad de diseñar un diccionario accesible: las actitudes de los usuarios, la exhaustividad, la funcionalidad y las decisiones de tipo práctico (tiempo, dinero, destrezas en informática). Las actitudes de los hablantes son pertinentes para el diseño de los diccionarios de documentación y de mantenimiento, la exhaustividad es un ideal de los de documentación, mientras que el factor clave del diccionario de mantenimiento es la funcionalidad.
En lo relativo a la funcionalidad, puede ser que el modelo de diccionario para la lengua mayoritaria permee la expectativa de los usuarios sobre cómo debe ser el diccionario de su lengua en lo referido a la macroestructura (organización alfabética según el orden del abecedario en el idioma dominante) y a la microestructura. Empero, no hay que perder de vista que las convenciones típicas de un diccionario, tales como las abreviaturas de clases de palabras, suelen resultarles extrañas a los usuarios. También, resultan problemáticas las convenciones acerca de la forma del lema, de modo que el hablante busca los verbos conjugados, por ejemplo.
En todo caso, no debe pensarse que la creación de diccionarios de documentación y de diccionarios de mantenimiento sean labores excluyentes. En realidad, como se infiere de lo que exponen Corris et al. (2002), es mejor concebirlos como distintos formatos para presentar el producto lexicográfico a partir de una base común de datos léxicos, dependiendo de la finalidad.
Antes de referirnos a nuestra experiencia en la creación de productos lexicográficos en las lenguas indocostarricenses, examinamos seguidamente las obras lexicográficas disponibles en la actualidad y comentamos acerca de la distinción de estas cuando son elaboradas por investigadores sin formación lingüística, por lingüistas o por miembros de las comunidades. De este modo, se evidenciará en qué consiste la especificidad de nuestra propuesta.
Obras lexicográficas publicadas de las lenguas indocostarricenses
Con anterioridad a la etapa profesional de la documentación lingüística de las lenguas indígenas de Costa Rica, aproximadamente a partir de la década de 1970 (Sánchez, 2014a), se publicaron varios productos lexicográficos -que podríamos calificar como glosarios extensos7, bilingües y predominantemente alfabéticos - del bribri, el brunca, el cabécar, el malecu y el idioma de Brorán (Arroyo, 1966; Fernández y Fernández, 1892; Gabb, 1883; Lehmann, 1920; Pittier, 1897, 1898, 1941; Pittier y Gagini, 1892; Thiel, 1882), aunque con muchas deficiencias en la consignación de los datos lingüísticos en la gran mayoría (Constenla, 2004). El interés primordial de estos autores consistió en recoger muestras de lenguas que consideraban próximas a la extinción o condenadas a desaparecer (Sánchez, 2014a).
Posteriormente, a partir de la década de 1980, empezaron a salir a la luz obras lexicográficas profesionales para casi todas las lenguas indígenas de Costa Rica, sea en forma de diccionarios que incluyen un esbozo fonológico y gramatical del idioma, como ocurre para el bribri (Margery, 1982) y el cabécar (Margery, 1989); sea como diccionario o glosario únicamente, como sucede con el brunca (Quesada y Rojas, 1999) y el buglere (Margery, 1993b), respectivamente; sea como parte de un libro que describe la estructura de la lengua en todos sus componentes, como en el caso del idioma de Brorán (Constenla, 2007). También existe un diccionario que recoge el reducido vocabulario documentado del chorotega (Quirós, 2002) y un glosario de léxico de origen huetar (Quesada, 1996).
En consonancia con lo expuesto sobre los diccionarios de documentación dentro de la tradición estructuralista, todas estas obras presentan el inventario léxico en forma alfabética, con doble versión en la mayoría de los casos (lengua documentada-español / español-lengua documentada). Además, indican el nombre científico cuando se trata de vocabulario zoológico o botánico, e incluyen marcas gramaticales (v.g. clase de palabra, afijo, tipo de verbo) e información enciclopédica en algunos casos.
Los diccionarios del bribri y el cabécar también incluyen marcas de campo temático (v.g. astronomía, anatomía, ictiología), región para la que se registró el vocablo, estilo (v.g. familiar, afectivo, peyorativo), uso (v.g. insulto), frecuencia (v.g. poco usado), y en el de bribri se consignan oraciones en las que se ejemplifica el empleo del término. Para los diccionarios del huetar y el chorotega, también se especifica la fuente de la que proviene la palabra.
Para consultar cualquiera de estos diccionarios, por consiguiente, se requiere conocimiento de cómo se escribe la palabra (por lo menos cuál es la primera letra), manejo de la lógica de la organización alfabética y aplicación de análisis lingüístico con el fin de saber buscar el lema (por ejemplo, saber buscar un verbo o un sustantivo por la forma que el lingüista considera básica).
En lo que se refiere a la definición, al tratarse de diccionarios bilingües de documentación léxica creados desde un paradigma académico estructuralista, en la mayoría de las entradas en realidad no se proporcionan definiciones, sino equivalencias de traducción (la denominada sinonimia interlingüística), práctica que acerca estas obras lexicográficas a los típicos diccionarios para el aprendizaje de segundas lenguas y para la consulta por parte de hablantes no nativos alfabetizados. Veamos dos ejemplos extraídos del diccionario de bribri (Margery, 1982: 19 y 32, respectivamente):
biö́ k (bi’) (Am. Ka. Sa.) (vbo.tr.) ‘excavar’. Sa’ tso’ ká̜ uk biö́ k caballo nú̜ baló. ‘Estamos excavando un hoyo para enterrar al caballo muerto’.//(Am. Ka. Sa.) (vbo.tr.) ‘rascar’. ¡Be’r ye’ tsì̜ biö́ !. ‘¡Ráscame la espalda!’.//(Am. Ka. Sa.) (vbo.tr.) ‘rasguñar’. Mì̜ chi dör sbié darë̂ rë̂ . ‘Los gatos rasguñan fuerte.’//(Am. Ka. Sa.) (vbo.tr.) ‘castrar’. Ye’ ë́ l dör kö̀ chi kë́ ak biéjtsa̜. ‘Mi hermano castró al cerdo’// (Am. Ka. Sa.) (vbo.tr.) ‘escarbar’. Chìchi dör íyök bièke̜ dicha’ yulö́ k. ‘El perro escarba el suelo para buscar el hueso’.
dulù (Am. Sa.) (sust. cl. red.) ‘arcoiris’. Î̜ ñe̜ ye’r dulù sa̜ wé̜. ‘Hoy vi el arcoiris’.//(Am. Ka. Sa.) (sust. mit.) ‘serpiente mítica que, según la creencia, vive debajo de donde nace el sol’. Se’ sì̜ wa̜ ’ dör iapàke̜ tö dulù bák se’ katö́ k. ‘La historia cuenta que la serpiente se comía a la gente’.
En ambas entradas, se aprecian las siguientes características: a) el lema en negrita seguido de diversas marcas entre paréntesis y el equivalente léxico o definición en español con comillas simples; b) las diversas acepciones, introducidas cada una con barra doble (//); c) ejemplos de cada acepción con oraciones en bribri, destacadas en negrita, seguidas de su correspondiente traducción al español entre comillas simples. Además, se incluyen, mediante siglas, varias marcas: región de donde proviene el hablante al que se le recogió la palabra (Am.=Amubre, Ka.=Kabagra, Sa.=Salitre), clase de palabra y subclase (vbo.=verbo, tr.=transitivo, sust.=sustantivo, cl.red.=clase redonda), ámbito (mit.=mitología). Como se puede notar, se trata de un compendio muy rico de información documental de tipo lingüístico y enciclopédico.
Las únicas excepciones a la organización alfabética de la macroestructura se encuentran en textos producidos por etnógrafos aficionados que, por una u otra razón, se han interesado en levantar inventarios léxicos, sobre todo en la época anterior al advenimiento de la descripción lingüística profesional. Un ejemplo destacable es la extensa recopilación del léxico de la lengua de Brorán elaborada por Pittier (Pittier y Gagini, 1892).
Este científico, motivado -como él mismo lo explicita- por una obra del filólogo alemán Heymann Steinthal en la que ofrece recomendaciones al viajero con el propósito de recoger datos de lenguas indígenas, se basó en el método y la lista de palabras propuestos por este para inventariar el léxico y registrar oraciones de la lengua de Brorán (térraba) mediante un listado elaborado en español.
La macroestructura consiste en 17 categorías, sin título, la mayoría en principio de carácter semántico, si bien a veces es difícil comprender la inclusión de algunos rubros dentro de ellas. Algunas son, de acuerdo con nuestra propia etiquetación a partir de los rubros documentados en cada lista: fenómenos meteorológicos, astros y segmentación del tiempo; accidentes geográficos, plantíos y minerales; plantas y productos de origen vegetal; animales; partes del cuerpo, procesos fisiológicos o acciones relacionas con el cuerpo; alimentos, sabores, acciones de ingestión de alimentos y platillos, etc. A modo de ilustración, véase el siguiente cuadro de esta última categoría:
En el caso del malecu (Proyecto Río Frío et al., 2011), existe un diccionario escrito por miembros de la comunidad, por lo que tenemos la rara oportunidad de examinar una obra lexicográfica producida con la lógica de los hablantes de un idioma para que el que no se ha publicado hasta la fecha un diccionario desde la perspectiva de la lexicografía del lingüista. Hay que apuntar, en primer lugar, que la organización de este diccionario es alfabética, lo cual nos muestra cuál es la noción de obra lexicográfica que esta población adquirió a partir del contacto con los diccionarios (del español y, posiblemente, de otras lenguas europeas) a los que ha tenido acceso.
La coincidencia anterior en la macroestructura es solo aparente en la microestructura: ciertamente las entradas léxicas comienzan por un lema, seguido por la definición de este y por ejemplos de uso; sin embargo, al analizarla con más detalle, descubrimos que su forma de aproximarse a la selección de los lemas y a la organización de las entradas, así como lo que se entiende por definición, difieren de la práctica lexicográfica del lingüista. A modo de ilustración, al examinar la primera página de las palabras que empiezan con <ch>, se aprecia lo siguiente:
-La construcción de los lemas no sigue criterios de análisis lingüístico: unas veces se incluyen distintas formas de una misma palabra como artículos separados (vg. “Cha: Beber, tomar”; y líneas más abajo: “Chaca: Beber”) y otras veces dentro de una misma entrada (v.g. “Chacapác, chacápan, chacapaqui: Espalda.”); unas veces se selecciona como lema la palabra aislada (v.g. “Chacaluf: Vasos.”) y con ejemplos en oraciones (v.g. “Cha: Beber, tomar, Ata rráchá = para beberlo, ata rrichía (para que lo tome)”) y otras veces se incluyen los lemas con afijos o en oraciones (v.g. “Chachafaíun, chachafaíptaiquin: Está alegre.”).
- Para la definición se recurre asistemáticamente a distintas estrategias: equivalentes léxicos en español (v.g. “Chacárra: Gallina.”), explicaciones en español (v.g. “Chacarón: Es el nombre de la caña agraria.”), instrucciones sobre el empleo (v.g. “Chac: Se utiliza para indicar que está arriba de algo. Ijiti chac (o).”), o información enciclopédicoetnográfica (v.g. “Chaconhe: Asentado en la cabecera o naciente de los ríos, se relaciona con los nombres de los Dioses que según la creencia malécu habitan las nacientes, implica pureza, divinidad y espiritualidad”; “Chafruca jurilla: planta medicinal para el tratamiento del dolor de cabeza”).
En este tipo de producto lexicográfico también podemos encontrar limitaciones y aciertos, dependiendo de la óptica desde la que lo miremos. Por ejemplo, como limitación, no podemos dejar de advertir que no sigue criterios lexicográficos sistemáticos ni está escrito con una ortografía consistente, lo que le resta utilidad tanto documental como didáctica y puede desconcertar al usuario, a quien, además, no le servirá para realizar consultas sobre la escritura.
Empero, por otra parte, para encontrar el elemento que se quiere consultar, no se requiere de conocimientos de análisis lingüístico, lo cual puede resultar muy conveniente para el usuario no acostumbrado a las convenciones de construcción de los lemas, siempre y cuando tenga la suerte de que, por ejemplo, la oración completa o la palabra flexionada cuyo significado desea encontrar hayan sido incluidas (por ejemplo, hallaría chácháfa iunh ‘está muy alegre’ bajo el lema chachafaíun, pero no chácháfa naunh ‘estoy muy alegre’ ni chácháfa miunh ‘estás muy alegre’).
La discrepancia entre la obra producida por un lingüista y la obra producida por miembros de la comunidad de hablantes, se puede hacer patente mediante el ejercicio de intentar presentar algunas de las palabras anteriores en la forma en que un lingüista lo haría. Para este efecto, a continuación, mostramos nuestra propuesta, con la selección, como lemas, del infinitivo sin flexiones de persona para los verbos (v.g. cháca), de la variante morfofonológica no final de enunciado para los sustantivos (v.g. chá), del rubro aislado sin afijos ni enclíticos en todos los casos (v.g. chácha).
Chá ‘extremo no puntiagudo de algo constituido por partes’// Referido al cuerpo: ‘cabeza’. Nachá furúye ‘Me duele la cabeza’ // Referido a un árbol: ‘copa’. Ijíti cháco ‘en la copa de la ceiba’ // Referido a un río: ‘cabecera’. Aóre chá carráco ‘en la cabecera del río La Muerte’.
Cháca ‘beber’. Irrfachá tí ‘beba agua’.
Chacárra ‘gallina’.
Chácha: alegre, contento. Chácháfa iunh ‘está muy contento’.
Nótese, asimismo, que las distintas acepciones (determinadas, claro está, desde la perspectiva de la lengua de descripción empleada por el lingüista) se agrupan en un mismo artículo (v.g. chá) y que las formas flexionadas, así como el uso en oraciones concretas, aparecen en los ejemplos.
A partir de esta muestra podemos constatar que los diccionarios elaborados por los lingüistas tienen como aciertos el ceñirse a criterios técnicos y sistemáticos para la selección de los lemas, la construcción de las entradas y las definiciones, así como la inclusión de información adicional (marcas gramaticales y de otros tipos, disciplina, registro, etc.), pero su limitación reside en la accesibilidad para los miembros de las comunidades.
Por ejemplo, es muy fácil que a los autores de las obras producidas en la línea de la lexicografía para el lingüista se les escape considerar que las estrategias para lograr una búsqueda exitosa en un diccionario de este tipo por lo general solo se han adquirido y desarrollado mediante entrenamiento escolar, como el que ellos recibieron en su lengua materna desde pequeños.
Así, en español, si se desea saber el sentido de un sustantivo, se busca su forma singular; si se quiere conocer el significado de un verbo, se busca su infinitivo; no se buscan oraciones, sino lexemas simples, en cuya entrada puede haber lugar para unidades pluriverbales en las que aparezca el lexema; el orden de aparición de las palabras se ciñe al ordenamiento de las letras del alfabeto mediante un proceso recursivo (v.g., a antes que b; dentro de a, aa antes que ab; dentro de aa, aaa antes que aab, etc.).
Reconocer los hechos anteriores no significa que los diccionarios elaborados por los lingüistas adolezcan, per se, de problemas. Debe insistirse en que su valor es, especialmente, de naturaleza documental y que sabrá sacarle provecho cualquier persona -miembro de la comunidad de hablantes o no- alfabetizada, entrenada en la consulta de diccionarios de organización alfabética, y acostumbrada a las convenciones técnicas sobre la información contenida en las entradas (o, si no, al menos con los conocimientos que le permitan comprender la introducción del diccionario donde estas se explican).
Sus mayores ventajas son, entonces, la sistematicidad de los criterios de organización tanto de la macroestructura como de la microestructura (sean estos implícitos, dados por sentado por tradición, como ocurre con la recursividad alfabética; sea porque el autor se refiere a ellos en la introducción), la consistencia en la presentación de la información, la inclusión de indicaciones adicionales (como, por ejemplo, a qué clase pertenece el sustantivo o el verbo, dato muy pertinente, dependiendo de la lengua, para saber cuál es su comportamiento morfosintáctico) y el empleo de una ortografía consistente.
Habría que agregar, asimismo, el valor simbólico, ya que la comunidad contará con un diccionario al estilo tradicional para su lengua, semejante al tipo de diccionario con el que cuentan todas las lenguas mayoritarias, de prestigio o internacionales. De este modo, quedará “demostrada”, al menos parcialmente, la valía de su idioma ancestral en términos de lo que, ideológicamente, la sociedad mayoritaria supone que toda lengua moderna ha de tener: un sistema de representación gráfica, un diccionario, una gramática descriptiva y libros9. Que los lingüistas no comulguemos necesariamente con esta ideología no significa que para los hablantes un diccionario no sea una herramienta importante para mejorar la estima hacia su lengua y hacia su adscripción etnoidentitaria10, sobre todo en las situaciones típicas de reivindicación postcolonial de los pueblos indoamericanos.
El problema de este tipo de obra lexicográfica reside, en realidad, en el usuario que se tuvo en mente en el momento tanto de la documentación léxica como en la fase de diseño, así como en el propósito para el que se elabora el producto. Si el lexicógrafo tiene muy claro que su interés es documentar exhaustivamente el repertorio léxico de una lengua para la consulta de otros lingüistas y académicos, el formato tradicional bilingüe alfabético sin duda parece la mejor opción. Empero, no puede esperar que el producto sea igualmente provechoso para los hablantes sin considerar las características socioeducativas de estos, sus marcos de referencia, su manejo de la ortografía práctica de su idioma, su experiencia previa con diccionarios, sus motivaciones para consultarlos y los usos potenciales de estos.
Tras este breve repaso del estado de la lexicografía de las lenguas indocostarricenses, podemos referirnos a continuación al proceso de creación de productos lexicográficos pensados para los hablantes, tarea en la que hemos intentado solucionar algunas de las limitaciones de los diccionarios elaborados y publicados tanto por lingüistas como por miembros de las comunidades.
Un ejemplo de producto lexicográfico pensado para los miembros de las comunidades: los diccionarios temáticos pictográficos
La idea de elaborar diccionarios pictográficos11 surgió como opción para presentar en un formato agradable para los niños la documentación lingüística que habíamos recogido, en primera instancia, para la creación de una propuesta didáctica para enseñar las partes del cuerpo. Por ello mismo, debe entenderse que se trata de diccionarios primariamente de documentación, pero con un claro objetivo de servir para la didáctica de la lengua.
La experiencia comenzó con el diseño de los diccionarios del cuerpo humano en malecu y bribri, pero, luego se sumó la lengua de Brorán, por solicitud de miembros de la comunidad. Asimismo, tras indagar en los intereses de los miembros de las comunidades, se empezó el diccionario de los animales. Ya se están planificando también los diccionarios temáticos del ámbito de la vivienda y de la familia. Solo nos referiremos en este trabajo a los diccionarios del cuerpo y de los animales.
Cabe precisar que los diccionarios pictográficos (pictóricos o por la imagen) son de tipo onomasiológico. En estos, se parte, “en principio, de la idea de un elemento de realidad que se representa plásticamente, para buscar luego un significante que le corresponda” (Haensch, 1982: 98). De acuerdo con Haensch (1982: 175), su limitación consiste en que “sólo [se] puede representar un vocabulario concreto, correspondiente, más o menos, a una nomenclatura fija”.
Aparte de esa breve descripción, claramente establecida desde la tradición semasiológica alfabética en la que se posiciona el autor, no hemos logrado encontrar documentos que teoricen o sistematicen las experiencias de diseño de este tipo de productos lexicográficos en general y mucho menos para lenguas en desplazamiento. Tan solo se suelen mencionar estas obras como tipos de productos temáticos (McArthur, 1998; Corris et al., 2002), sin ahondar en sus características ni en su proceso de diseño, y en especial se suele concebir que se trata de material didáctico y no de documentación o de referencia. Tampoco en los textos sobre didáctica del léxico de una segunda lengua se profundiza en su especificidad:
Picture dictionaries, because they are thematically organised, are another kind of meaning-based dictionary, and are particularly useful in that they group together words of the same lexical field. Their limitation is, of course, that thay are restricted to things or actions that can be illustrated. But for younger learners they are ideal (Thornbury, 2002: 64).
Tal parece que se asume que se trata de un producto simple, cuyo único rasgo fundamental consiste en presentar el léxico por medio de imágenes. Debido a que nuestra experiencia al respecto ha implicado tomar decisiones técnicas en distintas etapas y desde diversos ángulos (lingüística, diseño gráfico, etnosemántica, etc.), y como creemos que se trata de un formato de presentación del léxico con muchos beneficios desde la perspectiva de la lexicografía para el hablante (y con sus limitaciones, claro está), consideramos importante exponer nuestra experiencia y referirnos a la especificidad del formato de este producto lexicográfico.
Uno podría preguntarse por qué no utilizar simplemente los diccionarios disponibles dándoles a los niños la formación adecuada para su uso como parte de las actividades de enseñanza en la clase de lengua vernácula, al estilo de lo que sugiere Prado (2005). El principal escollo al respecto quizás sea que los maestros encargados de la asignatura de idioma autóctono de cada comunidad no suelen tener formación en didáctica de la lengua ni en lingüística de su lengua, además de que no manejan las ortografías prácticas, pero, también debemos tener muy presentes otras consideraciones igualmente relevantes, como qué formato de presentación resulta más atractivo para un niño, en particular para uno para el que el carácter predominantemente oral de la lengua vernácula de sus ancestros se ve reforzado por el estímulo audiovisual constante del mundo contemporáneo mediante los teléfonos celulares, la televisión y las computadoras.
Así las cosas, como primera aproximación a la creación de materiales (de referencia, en este caso) pensados para los niños, pero aprovechables al mismo tiempo por personas de todas las edades, consideramos que los diccionarios temáticos pictográficos sumaban varias ventajas, algunas de las cuales ya se mencionaron en el apartado 2.
En primer lugar, presentan la organización del léxico y las definiciones “visualmente” y evidenciando la relación de denotación (correspondencia entre la forma lingüística y las entidades de la realidad denotadas por ella; ver Lyons, 1997), de modo que se soluciona el problema de la “opacidad” del ordenamiento y de la búsqueda según el criterio alfabético. En segundo lugar, se posibilita la entrega de productos completos en relativamente poco tiempo, los cuales pueden ser aprovechados para fines didácticos de inmediato. En tercer lugar, consideramos que resultan más atractivos -no solo para los niños- y que mediante estrategias gráficas se puede plasmar mucha información de un modo más accesible.
En lo que concierne a su aprovechamiento para la didáctica del idioma, los diccionarios pictográficos pueden cumplir por lo menos dos propósitos: se pueden emplear para aprender una palabra en su forma ortográfica cuando ya se conoce la forma fonológica, y para aprender con qué palabra se denomina una determinada entidad de la realidad. Al ser temático-nocionales, ayudan a evidenciar las relaciones semánticas entre las palabras y facilitan el establecimiento de redes conceptuales, muchas de ellas vinculadas a la cultura, como veremos más adelante.
En cuanto a la especificidad del formato pictográfico, conviene que nos refiramos brevemente a las características de la macroestructura y de la microestructura de un diccionario pictográfico de referencia, de acuerdo con nuestra experiencia. Posteriormente, comentamos acerca de las particularidades de cada obra lexicográfica determinadas por la estructura formal de la lengua y la situación sociolingüística de la comunidad de hablantes.
Especificidad de la macroestructura de los diccionarios temáticos pictográficos
En lo relativo a la macroestructura, el diccionario pictográfico se divide en secciones regidas por criterios propios en cada caso, pero dependientes no de la organización lingüística formal (por ejemplo, orden alfabético, agrupamiento de familias de vocablos), sino de lo denotado por las palabras, de la situación comunicativa o de la organización etnosemántica de lo denotado. Así, nuestros diccionarios del cuerpo humano presentan las palabras según la perspectiva desde la que se mire lo denotado (v.g. el cuerpo completo por el frente, el cuerpo completo de espaldas, el cuerpo por dentro) y por secciones del cuerpo en las que se lleva a cabo una mayor segmentación y codificación lingüística (v.g. la cara, la mano, el pie).
Nuestros diccionarios de los animales, por su parte, más bien se dividen en secciones que responden a las etnotaxonomías tradicionales de cada pueblo. En este sentido, procuramos representar, a nivel de la macroestructura, la clasificación etnozoológica de las respectivas culturas, para lo cual aprovechamos los estudios publicados al respecto en el caso del bribri (Flores, 2009; Rimolo, 2007) y el malecu (Pizarro, 2010), si bien realizamos algunas modificaciones producto de nuestro trabajo de campo.
Así, el diccionario en lengua bribri Íyiwak ‘animal’ se basa en el estudio de Flores (2009), pero no se subdivide de acuerdo con los dos grandes grupos propuestos por esta autora (kàlwak ‘bichos’, que incluye todos los animales que no tienen huesos y que se considera que tampoco tienen sangre, como los artrópodos, los gusanos y los moluscos) y los íyiwak pë́ ta ‘animales que tienen sangre’), sino que se segmenta en las siguientes categorías: tkabë̀ o tchabë̀ ‘serpientes’, bukë’ ‘ranas y sapos’, dù ‘aves y murciélagos’, kàlwak ‘bichos’, di’ wak ‘animales acuáticos’ (incluye nimà o namà ‘peces’, pero también otros como el manatí), íyiwak kalö̀ ta ‘animales con patas’ (incluye íyiwak klö̀ ie ‘animales que se desplazan sobre sus patas’ o íyiwak klö̀ ki ‘animales que andan sobre las patas’, pero, también otros que tienen patas pero que, en la concepción bribri, no caminan con estas, sino que se desplazan arrastrándose o trepando árboles).
Por su parte, el diccionario en lengua malecu Orróqui maráma ó facsufá maráma ‘seres no humanos ni espirituales que se desplazan por sí mismos’ se segmenta según la clasificación etnosemántica tradicional que el Dr. Adolfo Constenla Umaña sistematiza en Pizarro (2010):
Orróqui maráma ó tíconh ‘animales acuáticos’
Orróqui maráma ó turúconh ‘animales de la selva’
Lacálha facsufá maráma ‘animales que se desplazan sobre la tierra’
Maráfáquesufá maráma ‘animales voladores’
Orróqui maráma ó úconh ‘animales domésticos’
1.Lacálha facsufá maráma ‘animales que se desplazan sobre la tierra’
3.2. Maráfáquesufá maráma ‘animales voladores’
En lo relativo a la documentación y selección del material léxico presentado en los productos lexicográficos, para los diccionarios del cuerpo humano se incluyen no solo los términos referidos a las partes del cuerpo (v.g. mano, pie, boca, mollera) y los órganos internos (v.g. corazón, hígado), sino también los fluidos corporales (v.g. lágrima, sangre), “padecimientos” de la piel (v.g. úlcera, cicatriz) y otros rasgos físicos (v.g. pecas, canas), cuando fue posible ilustrarlos. Las palabras se documentaron por elicitación recurriendo a imágenes o al señalamiento de la parte respectiva en un cuerpo humano real y no por traducción a partir del español. Esto permitió recoger distinciones léxicas inexistentes en español, como se comprobará en las imágenes que incluimos a modo de ejemplo.
Si en los diccionarios del cuerpo humano procuramos realizar una documentación exhaustiva e incluir la mayor cantidad posible de términos en las ilustraciones, en los diccionarios de los animales hemos tenido que enfrentar serias dificultades en la documentación. Por un lado, se entenderá que el universo zoológico de un país subtropical es muy diverso, así que resulta prácticamente imposible recoger tanta información biolingüística en poco tiempo. Por otro, se depende en gran medida de la documentación biológica y fotográfica para poder compilar los términos y proceder con la ilustración de cada animal, y esta documentación no siempre es de fácil acceso y no siempre se ha llevado a cabo de manera rigurosa. Ambas limitaciones determinan que en este caso no hayamos procurado ser exhaustivos, ni siquiera cuando existe documentación etnolingüística muy confiable.
Por ejemplo, solo para la categoría de los “animales que caminan sobre las patas”, Flores (2009) recogió 29 nombres genéricos y 26 nombres específicos en el bribri del área de Amubre, mientras que Rimolo (2007) recopiló unos 126 términos (entre genéricos y específicos) referidos a aves en el bribri de la región de Coroma. En el caso del malecu, Pizarro (2010) recogió unos 80 nombres únicamente de aves. En promedio, nuestros diccionarios ilustran entre 80 y 90 palabras, relativas a los animales de todo tipo que pudieron ser reconocidos - por los hablantes y por el biólogo mediante fotografías- e ilustrados sin equivocación. Se aprecia, por lo tanto, la imposibilidad de ser exhaustivos, si bien se espera que las versiones digitales sí puedan ir ampliándose con el tiempo.
Para cada diccionario temático pictográfico debe decidirse, por consiguiente, cuál es la ordenación y presentación de los materiales léxicos más apropiada desde un punto de vista semántico, situacional o cultural, así como cuál es el grado de exhaustividad posible de la documentación y de la inclusión de las palabras en las obras.
Especificidad de la microestructura de los diccionarios temáticos pictográficos
En lo relativo a la microestructura, los artículos llevan por lema la transcripción en la ortografía práctica de cada lengua la palabra tal y como se realiza aisladamente en el discurso oral (y también se incluye la pronunciación en la versión electrónica). En el lema mismo se incluye la información gramatical pertinente (por ejemplo, la indicación de que se trata de un sustantivo de posesión inalienable, mediante la inclusión de un pronombre o un prefijo, dependiendo de cada idioma) con un tono de color más tenue que el del vocablo que alude a lo denotado. También, en el lema se señala la información diatópica (cuando una palabra está asociada solo con un geolecto particular del mismo idioma), mediante colores distintos. La siguiente ilustración del diccionario del cuerpo humano en bribri muestra estas estrategias:
La definición correspondiente a cada lema se logra mediante el emparejamiento de la palabra definida con alguna ilustración o parte de una ilustración, las cuales remiten a lo denotado por ese vocablo en el mundo extralingüístico. Además, se recurre a varias estrategias gráficas para procurar, en la medida de lo posible, la mayor exactitud, delimitación y claridad con respecto a dicho emparejamiento.
Así, en los dibujos del cuerpo humano se utilizan los siguientes recursos gráficos: cuando la palabra se refiere a un área, esta se señala con una llave o se encierra en un círculo u óvalo con un color más tenue o bien se delinea con un color distinto al de la ilustración; cuando se refiere a un punto o no hay posibilidad de confusión, simplemente se emplea una línea; y cuando se recogen varios términos para una misma parte del cuerpo, estas se separan mediante una barra oblicua (y en el diccionario bribri se encierran todas en una caja, por ser a veces muchas). La siguiente imagen de la ‘mano’ en bribri ejemplifica estas estrategias de “definición” por medio de recursos gráficos:
En lo que se refiere a los diccionarios de animales, pese a que se opta por una ilustración parcialmente estilizada, se procura que se muestren con claridad y detalle las características físicas relevantes de cada especie, para lo cual incluimos a continuación, a modo de ejemplo, las ilustraciones de los tipos de ‘ardilla’ en bribri y la distinción entre ‘chancho de monte’ y ‘saíno’ en malecu.
En estos diccionarios, dado que, si no se conocen bien las características físicas de un animal, no es posible realizar el emparejamiento entre imagen y palabra, sí se incluye un glosario trilingüe bribri/malecu/lengua de Brorán - español - nomenclatura científica occidental, como anexo al cuerpo del producto lexicográfico.
Se habrá notado, por ende, que la principal especificidad microestructural de los diccionarios pictográficos monolingües -por lo menos en lo que respecta a nuestra práctica- consiste en que toda la información se indica mediante estrategias gráfico-visuales en las ilustraciones, mientras que la especificidad macroestructural viene dada más bien por el carácter temático.
Especificidad de los diccionarios pictográficos determinada por la estructura de las lenguas y por la situación sociolingüística
Algunas de las características particulares de nuestros diccionarios temáticos pictográficos se deben a decisiones técnicas tomadas a la hora de enfrentarnos a la estructura de cada idioma y a la situación sociolingüística de cada pueblo, o bien se basan en nuestra propuesta de empleo de tales obras como materiales de referencia que sirvan de apoyo e incentivo para la adquisición de estas lenguas o para el aprendizaje de algún aspecto en particular (por ejemplo, de la escritura o de la variación de la lengua).
Los diccionarios que hemos elaborado también son completamente monolingües, pero incluyen un glosario bilingüe al final cuando se ha considerado pertinente, como ocurre con el diccionario de los animales. En cuanto a lo gráfico, hemos procurado que las ilustraciones remitan al contexto de las comunidades y al fenotipo de algunos de los niños de cada uno de los pueblos en el caso de los diccionarios del cuerpo. Asimismo, se emplean ilustraciones de una niña y un niño con la intención de que estén presentes imágenes de hombres y mujeres en el material, pero se indica con claridad que las palabras no cambian según sea el sexo de la persona a la que se refieren, excepto en el caso -evidentemente- de los órganos sexuales.
Además, se trata de obras pangeolectales (en el caso del malecu, idioma en el cual procuramos documentar los vocablos en todas las variedades), poligeolectales (en el caso del bribri, lengua en la cual incluimos los términos en dos de las tres variedades) o predominantemente monogeolectales (en el caso de la lengua de Brorán, por basarse en la documentación publicada, en la cual no se indica nada sobre la variación del idioma cuando este contaba con vitalidad en la región de Brorán, y en el que se incluyen vocablos de la variedad de la misma lengua hablada en Panamá únicamente en casos muy justificados).
Así, los diccionarios en malecu recogen las distintas posibles pronunciaciones, en particular en lo que se refiere a la conservación de la distinción fonético-fonológica entre /ɬ/ <lh> y /x/ <j> y la fusión entre ambos fonemas a favor de /x/, pero no se marca ninguna forma de modo distinto, dado que este fenómeno de cambio lingüístico -pese a que se vincula con determinadas ideologías lingüísticas relativas a la identidad local- afecta a todos los poblados malecus, en mayor o menor grado (ver Constenla, 1998; Sánchez 2011, 2012a).
Por su parte, los diccionarios del bribri recogen la pronunciación de dos grandes variedades de la lengua: la conocida como variedad de Coroma y la denominada variedad de Amubre, por ser estos los geolectos de las comunidades en las que hemos desarrollado el proyecto. Cuando los hablantes con los que se documenta y revisa el material expresan que una palabra solo se usa en una de las variedades, las incluimos con colores diferentes: verde oscuro para la variedad de Amubre y azul para la variedad de Coroma.
Cuando únicamente se trata de variaciones de pronunciación comunes en cada una de las lenguas, separamos las distintas variantes por medio de una barra /, aunque no incluimos todas en todos los casos, en especial debido a razones de espacio. Nuestra decisión de incorporar las variaciones de pronunciación más comunes, en lugar de presentar una sola forma ortográfica estandarizada, se debe a que, según nuestra experiencia, los hablantes de estos idiomas suelen esperar que la escritura de sus lenguas se apegue lo máximo posible a su pronunciación (ver Sánchez, 2014b) y les parece extraño que, por ejemplo, se escriban sonidos que algunos no pronuncian (o que solo lo hacen esporádicamente) o les parece inconveniente que solo se incluya una de las posibles realizaciones fonéticas de un vocablo (en especial cuando se excluye la pronunciación propia).
A este respecto, descartamos la opción de explicar los cambios fonéticos predecibles más comunes en la introducción de los diccionarios e incluir solo una forma como lema, en vista de que nos pareció que tal decisión se habría alejado de nuestro propósito de privilegiar la accesibilidad al máximo en lo concerniente a que el material se pueda consultar y comprender sin necesidad de tener que recurrir a explicaciones técnicas sobre el idioma.
En el caso del idioma de Brorán, además, debido a que se trata de una variedad de la lengua naso para la que ya resulta prácticamente imposible documentar más vocabulario, debido a su avanzado estado de desplazamiento, hemos debido llenar, de manera muy selectiva y esporádica, algunas lagunas léxicas o incluir términos no polisémicos recurriendo a la variedad teribe de la misma lengua naso, pero hablada en Panamá (para detalles, ver Sánchez en prensa). Por ello, las palabras del teribe se marcan con color azul, como se ejemplifica en la imagen a continuación:
En lo relativo a las decisiones técnicas de tipo lingüístico, la principal y común a las tres lenguas tiene que ver con la obligatoriedad de indicar gramaticalmente la noción de posesión inalienable de las partes del cuerpo y los órganos internos mediante pronombres en el caso del bribri y el idioma de Brorán y por medio de prefijos en el caso del malecu. Por ello, en atención a esta característica estructural de estas lenguas, las palabras se presentan acompañadas del pronombre se’ (‘primera persona plural inclusiva’) para el bribri, bor (‘primera persona singular, no focalizable’) para la lengua de Brorán, y el prefijo na- (‘primera persona singular’) para el malecu. En los tres idiomas, se marca la parte que expresa el concepto de la parte del cuerpo con un color diferente al del elemento que indica el poseedor (por ejemplo, se’ wö́kir ‘nuestra cabeza’, en bribri).
La morfofonología de la lengua malecu nos planteó, además, el reto de incorporar los cambios sistemáticos que sufren los vocablos dependiendo, especialmente, del lugar que ocupan dentro del enunciado. Aunque inciden varios factores y se hallan varios cambios, por lo general hay por lo menos dos formas: una si la palabra está al final del enunciado (o si se pronuncia aislada) y otra si va seguida de otro término. Esta es una característica muy especial de la lengua malecu, que no siempre se ha mostrado sistemáticamente en los materiales didácticos y que -en nuestra opinión- genera incertidumbre en los hablantes y aprendices del idioma con respecto no solo a la escritura, sino también en lo que atañe a cuándo se ha de emplear una u otra variante. Así, la forma que aparece en las ilustraciones es la variante de la palabra cuando esta aparece aislada, pero incluimos las otras variantes posibles en cuadros en la página al lado de cada ilustración.
En todos los casos, en los cuadros, mostramos los cambios de la misma manera: la variante que presentamos en primer lugar es la de la palabra aislada, marcada en negrita, la cual es la forma que aparece en el dibujo. Al lado de esta aparece un ejemplo en una oración, que siempre es “Ní furúye + la palabra” (que significa ‘me duele…’). Más abajo, con una flecha, se muestra la otra variante posible, marcada en letras color anaranjado. Esta es la forma como aparece la palabra cuando no se usa al final del enunciado o aislada. Al lado de esta variante aparece un ejemplo en una oración, que siempre es “la palabra + furúye” (que también significa ‘me duele…’).
Conclusiones
Nuestra intención, en este artículo, no ha consistido -ni por asomo- en restarles importancia o valor a las obras lexicográficas publicadas de las lenguas indígenas de Costa Rica. Muy al contrario, consideramos que se trata de una verdadera ventaja trabajar con lenguas para las que se cuenta con materiales de documentación realizados por lingüistas profesionales y comprometidos con su labor. En realidad, nuestra finalidad ha radicado en señalar las posibles limitaciones de acceso de tales productos lexicográficos dada la especificidad de estas comunidades en lo relativo a apropiación de las ortografías prácticas, conocimiento de la estructura de las lenguas autóctonas y familiaridad con respecto a las convenciones que se siguen en un diccionario bilingüe y alfabético tradicional.
Empero, tampoco creemos que la opción de los diccionarios temáticos ilustrados sea la panacea. Sus limitaciones son múltiples y abarcan desde la recurrentemente mencionada imposibilidad de representar por medio de imágenes todas las palabras hasta el enorme trabajo que conlleva la ilustración detallada y apropiada (para la cultura y el entorno) de todo lo denotado por las palabras documentadas. Consideramos, sin embargo, que se trata de un formato atractivo y accesible, del que los miembros de las comunidades pueden sacar muchos beneficios, no solo para la didáctica de la lengua, sino también para múltiples necesidades14 y objetivos, por lo que será la creatividad del usuario la que determine su aprovechamiento.
Así, por ejemplo, puede usarse como material de referencia léxica de apoyo para las clases en las escuelas, para aprender la ortografía de un término cuando se conoce su forma fonológica, para aprender la palabra como un todo (forma fonológica y ortográfica, así como correspondencia con un significado), pero, también para promover y dinamizar la revitalización de la lengua y del conocimiento cultural tradicional: a partir del diccionario de los animales, por poner un caso, se pueden generar discusiones sobre las características físicas fundamentales de cada animal, dónde vive, qué come, por qué es relevante para la cultura, cómo se prepara (si es que se consume) o por qué es tabú comerlo, con qué contenidos mítico-religiosos se vincula, etc. Y a partir del diccionario del cuerpo se puede hablar de qué movimientos y acciones se realizan con cada parte del cuerpo, cómo se concibe y se segmenta el cuerpo humano en cada cultura, y qué enfermedades y emociones se relacionan con cada parte.
En cualquier caso, de ambos formatos, tanto del tradicional bilingüe alfabético como del temático monolingüe pictográfico, se puede decir lo que muy atinadamente apunta Prado (2005: 19): “un diccionario no vale para todo ni vale para siempre”. En especial, conviene recalcar que un material de documentación (y ambos tipos de producto lexicográfico discutidos en este artículo lo son) no es automáticamente un material didáctico, como muchas veces se suele suponer o asumir cuando un lingüista publica un libro sobre alguna lengua indígena. El punto en realidad consiste en examinar qué tan aprovechable resulta un material de documentación para los hablantes o aprendices del idioma, sea como material didáctico o como material de referencia: no podemos negar que hay productos de documentación más o menos “amigables” o accesibles y otros terriblemente técnicos, “oscuros” e inaccesibles para aquellos sin formación lingüística.
Hemos enfatizado el cambio de perspectiva que subyace a concebir si el producto lexicográfico se crea pensando en los lingüistas o pensando en los hablantes de lenguas minoritarias/minorizadas en proceso de desplazamiento y hemos dedicado algún espacio a tratar de evidenciar que los diccionarios pictográficos no son simples libros ilustrados, sino que su diseño implica tomar decisiones técnicas con respecto a lo lingüístico, lo gráfico y lo etnocultural, así como resolver problemas muy particulares. Es decir, hemos intentado sistematizar lo esencial de lo que, siguiendo a Haensh y Wolf (1982: 18), podemos denominar nuestra propia experiencia de “empirismo de la práctica lexicográfica”.
Por motivos de espacio hemos eludido, deliberadamente, referirnos a los pormenores de la documentación léxica, la cual entraña una especificidad para cada tema y dificultades concomitantes (piénsese, por ejemplo, en el registro de las palabras relativas a los genitales y órganos sexuales, cuyos detalles no podemos ni siquiera mencionar aquí por limitaciones de espacio), así como a los problemas para establecer si las unidades léxicas debían considerarse uni- o pluriverbales y escribirse, por lo tanto, como una sola unidad ortográfica o como varias. Aquí solo podemos recordar lo que señala Lara (2006: 111): “la unidad palabra de cada lengua es contingente a las estructuras propias de cada lengua”, de modo que para cada idioma hemos debido considerar su especificidad fonológica, morfosintáctica y semántica para tomar una decisión, si no acertada, al menos sí meditada.
Tampoco pudimos aludir con la debida atención a la necesidad de contar con el apoyo de otras disciplinas. Por ejemplo, resulta indispensable la colaboración de un biólogo para poder llevar a buen término el diccionario de los animales, pues solo él conoce y entiende los detalles anatómicos y conductuales de cada especie y está en capacidad, por consiguiente, de realizarles las preguntas pertinentes a los hablantes y de entablar con ellos un diálogo conducente a la documentación correcta. La colaboración de un médico posiblemente nos habría ahorrado el dolor de cabeza que representó encontrar a cuáles órganos internos correspondían algunos de los términos que conocían los consultores en su lengua pero no en español. Y lo mismo podría decirse de cada área temática.
Notas
Deseo dejar constancia de mi agradecimiento al M.L. Henry Angulo Jiménez por corregir la traducción del resumen al inglés.
La creación de diccionarios constituye una de las labores más frecuentes en los proyectos de documentación lingüística, sin duda por atenerse estos a lo que Himmelmann (2006) denomina el “formato gramática-diccionario”, propio de la tradición estructuralista de concebir como meta la descripción del sistema de la lengua y aspirar por ello a dos productos: un recuento de las unidades fonológicas y morfosintácticas del idioma -así como de sus relaciones y usos-, y un diccionario o listado de pares de forma y significado.
En adelante, siguiendo a Haensch (1982), empleamos el término “obra lexicográfica” como vocablo genérico para referirnos a vocabularios, glosarios, diccionarios y cualquier otro documento cuya finalidad última sea el inventario léxico. Asimismo, utilizamos el término “producto lexicográfico” (usado, por ejemplo, también por Haviland 2006) como sinónimo.
Colocamos entre paréntesis el nombre con el que muchas veces se conocen estas lenguas en la tradición lingüística costarricense.
Para emplear un término acuñado por Bauman (1980) en referencia a los idiomas empleados en todas las situaciones comunicativas por hablantes de todas las edades, con una alfabetización creciente, y con muestras de adaptación estructural a los cambios culturales por los que atraviesa la comunidad.
Por ejemplo, el vocabulario y la unidad “palabra” aparecen como los conceptos de manejo más común en las reflexiones de los hablantes tanto en el estudio de Niedzielski y Preston (2003) para los Estados Unidos de América como en el de Jara (2006) para la población hispana de Costa Rica.
Empleamos el término ‘glosario’ en su acepción de listado de vocablos seleccionados más o menos de forma azarosa y sin pretensiones de exhaustividad (véase Haensch 1982). Solo incluimos en la lista bibliográfica los “glosarios extensos” y no las pequeñas recopilaciones de vocabulario que aparecen dispersas en distintas obras de viajeros y cronistas.
El Dr. Adolfo Constenla Umaña, a quien le debemos las descripción más completa de la gramática y de la fonología del malecu (Constenla 1998), así como una serie de recopilaciones y estudios sobre la tradición oral de este pueblo, se encontraba en la fase final de elaboración de un diccionario muy completo de este idioma, con materiales recogidos durante más de cuatro décadas, cuando lamentablemente le sobrevino la muerte. Es deseable que algún día su obra vea la luz, para el provecho de los lingüistas y, en especial, de los miembros de la comunidad malecu, pues sin duda se trata de un diccionario de documentación léxica y etnográfica de la mejor calidad técnica.
Para un estudio de caso al respecto, véase Sánchez (2012b).
Véase Sánchez (2014b) para una discusión sobre el aspecto particular de la escritura.
Los diccionarios se han creado como parte del proyecto TC-625 “Diversidad lingüística de Costa Rica”, adscrito a la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura y a la Vicerrectoría de Acción Social de la Universidad de Costa Rica. Si bien esta iniciativa termina en el 2015, se planea darle continuidad con el proyecto “Diversidad y patrimonio lingüístico de Costa Rica”.
En la elaboración de los diccionarios comentados en este artículo participaron varios estudiantes del proyecto TC-625 ya mencionado. Así, el estudiante de biología Isaac Solano Rodríguez se encargó de la documentación desde el punto de vista biológico y del emparejamiento de los “nombres” de los animales en cada lengua con las fotografías de estos, el término correspondiente en español y el nombre en la nomenclatura científica occidental.
Por su parte, las ilustraciones fueron realizadas por los estudiantes de diseño gráfico Marian Cerdas Chavarría, Pamela Zamora Miranda, Kevin Mora Molina, Eduardo Vargas Montero, Ana Carolina Fernández Barboza, Francella Artavia Hernández y Joseph Rodríguez Masís, así como por la estudiante de filología Yahaira Campos Morales. El montaje de los diccionarios estuvo a cargo de Ana Carolina Fernández Barboza (diccionario bribri del cuerpo), Diego Zúñiga Espinoza (diccionario malecu del cuerpo), Joseph Rodríguez Masís (diccionario del cuerpo en el idioma de Brorán), Marian Cerdas Chavarría y Francella Artavia Hernández (diccionarios de los animales en las tres lenguas). Las artes finales fueron responsabilidad de Eduardo Vargas Montero. Las versiones digitales con sonido fueron montadas por el estudiante de informática David Solís de la Paz. El trabajo de documentación lingüística y de diseño lexicográfico, así como la coordinación general técnica en didáctica de la lengua y trabajo con lenguas en desplazamiento, estuvieron a cargo del autor del presente artículo. Todos los diccionarios se pueden consultar y descargar en la plataforma dipalicori.ucr.ac.cr
Esta opción podría parecer obvia debido a que la definición se construye por imágenes y no por sinonimia interlingüística; sin embargo, se encuentran diccionarios pictográficos bilingües, como el Spanish Picture Dictionary (Marín 2012), con versión español-inglés, y el Diccionario básico castellano-árabe (Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, sin fecha).
Por ejemplo, una amiga malecu, cuando le llevamos una copia de un material de documentación sobre las aves en su lengua sin ilustraciones, nos manifestó que no le servía de nada al no estar las palabras acompañadas de imágenes, pues ella ya conocía los vocablos, pero lo que requería era ver con exactitud a qué animal corresponden, debido a que muchas de esas aves ya no existen en la región.
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Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
Nov/Nov 2016
Histórico
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Recibido
02 Mar 2016 -
Acepto
15 Jun 2016