Open-access La regionalización y la educación bibliotecológica universitarias en Costa Rica: ¿una coincidencia o un cincuentenario convenido?

RESUMEN

Este ensayo plantea cómo la regionalización de la educación superior y la formación universitaria en Bibliotecología en Costa Rica coinciden al aparecer en un momento histórico en el que la educación se convirtió en una pieza angular del desarrollo nacional. A partir de una revisión e interpretación de los hechos dados entre 1967 y 1997, se concluye que la conjunción de voluntades generadas más de dos décadas después de ocurridos ambos acontecimientos, sirvieron para reconocer el papel que ha jugado la regionalización en el desarrollo de la profesión en las regiones. Este nacimiento de ninguna manera fue una convención, sino, más bien, una hermosa coincidencia guiada por las necesidades del desarrollo nacional de la época.

PALABRAS CLAVE: Regionalización de la educación superior; Universidad de Costa Rica; Escuela de Bibliotecología y Ciencias de la Información; Educación bibliotecológica; Sede Regional de Occidente

ABSTRACT

This essay proposes how the regionalization of higher education and university education in librarianship in Costa Rica coincide when they appear at a historical moment in which education became an angular piece of national development. From a review and interpretation of the events that occurred between 1967 and 1997 it is concluded that the conjunction of wills that occurred more than two decades after served to recognize the role that has played regionalization in the development of the profession in the Costarican regions. This birth was in no way a convention but a beautiful coincidence guided by the the national development needs.

KEYWORDS: Higher education regionalization; Universidad de Costa Rica; Escuela de Bibliotecología y Ciencias de la Información; Library and Information Science Education; Sede Regional de Occidente

“¡Qué mejor fuente de riqueza pueden los gobernantes brindar a un país democrático! Pero, si el número de habitantes aumenta y las oportunidades educativas no, o se mantienen estancadas, se corre el riesgo de ir pronto al abismo, caer en el desorden y estimular la acción disociadora de quienes se sienten frustrados o al margen de la cultura, en una palabra, de debilitar las bases en que se asienta un régimen democrático”.

Carlos Monge Alfaro

INTRODUCCIÓN

La Universidad de Costa Rica inició formalmente su incursión educativa en las regiones del país en 1968, por eso, este año cumplió el cincuentenario de su apertura la Sede Regional de Occidente (SRO), en San Ramón. La educación bibliotecológica universitaria dio sus primeros pasos en ese mismo año, al amparo de la Rectoría y con una carrera pensada, principalmente, para satisfacer las necesidades de la educación y, sobre todo, con el afán de profesionalizar la práctica bibliotecológica.

Dos hechos académicos que coincidieron en sus inicios y que se desarrollaron en forma separada; pero en ese ir y venir se juntaron para producir resultados dignos de ser analizados desde su raíz y hasta nuestros días. No obstante, en los textos encontrados -publicados o no- estos dos fenómenos no se reúnen; más bien, parece que no existieron o que se ignoraron mutuamente.

Por ejemplo, en el libro sobre la trayectoria de la carrera de Bibliotecología 1968-1998 (Montero Gálvez, Díez Solano y Salas Sánchez, 2001, p. 60) se menciona la apertura del Diplomado en Bibliotecología en el Centro Regional de San Ramón (CRSR)1 como parte de la expansión de la enseñanza y de la “necesidad de tener capacitación” de los bibliotecarios de zonas rurales. Por su parte, en el libro de Pérez Guzmán (2012), quien dedica una parte a la formación bibliotecológica2, no se menciona e igual sucede con el artículo de Miranda (2005,), que expone sobre la educación bibliotecológica costarricense; Sandí Sandí (2007), quien se refiere a los planes especiales desarrollados en Costa Rica, tampoco se manifiesta sobre la experiencia desarrollada en 1989 en San Ramón y gestionada junto con la Escuela de Bibliotecología y Ciencias de la Información (EBCI), para capacitar a los bibliotecarios escolares de la época. Esa exclusión, evidente en los textos que han estudiado la formación de bibliotecarios en Costa Rica en los años 1960-1980, ha sido un estímulo para analizar este hecho y poder destacar la huella que dejó ese primer intento de regionalización de la Bibliotecología.

Por ello, en este ensayo me propongo ofrecer mi mirada a esos inicios a partir de la experiencia en la Sede Regional de Occidente en San Ramón y demostrar cómo, aunque nacieron en el mismo momento histórico y motivados por el mismo contexto, no han sido documentados justamente. Parte de esa experiencia está permeada por la ejecución de un Plan de Estudios que nació en 1978 y que en su ir y venir fue desconocido, frenado y hasta refutado. En tal caso, es importante documentarla para que no pase al olvido.

Inicio de la regionalización, justificación y momento histórico

La regionalización de la educación superior fue una iniciativa impulsada desde los años sesenta, con el fin de responder al nuevo modelo de desarrollo que tuvo sus orígenes después de la guerra de 1948 en Costa Rica.

El primer centro regional universitario fue el Centro Regional de San Ramón, creado en abril de 1968, pero concebido en el Informe del Rector Carlos Monge Alfaro, 1966-1967, y producto de una amalgama de intereses, desde la comunidad ramonense, con el apoyo de la Municipalidad, el diputado Arnulfo Carmona y algunas personas de la Universidad de Costa Rica (Castro Sánchez, 2012).

Un embrión que fue tomando forma. Partió de la concepción de un Centro de Extensión Universitaria para terminar en un Centro Regional Universitario y que hoy es la Sede Regional de Occidente. Se inició con la intención de crearlo en Liberia y concluyó con la apertura en San Ramón, de hecho, una de las condiciones más importantes para que se decidiera su apertura en este lugar fueron el papel que jugó la Municipalidad y la presión de las fuerzas vivas de la comunidad.

Asimismo, el Plan Nacional de Desarrollo Educativo,3 emitido durante la gestión de Uladislao Gámez Solórzano, como ministro de Educación (1970-1974), influyó para que germinaran varias iniciativas de educación superior en la década 1970-1980. Este plan señalaba “la necesidad de formar todos los tipos de personal que requiere el sistema educativo, y no sólo maestros y profesores” (Ugalde Víquez, 2017), lo cual viene a demostrar la voluntad política que existía para que se formaran profesionales que complementaran la educación básica y secundaria, como es el caso de los bibliotecarios.

Por su lado, la educación y la salud fueron dos sectores estratégicos donde el Partido Liberación Nacional (PLN) había puesto su atención para impulsar el desarrollo social, sumando esfuerzos a esta corriente de crecimiento. En el primer caso, la expansión de la educación primaria se dio antes de la década de los cincuenta y la educación secundaria entre 1950 y 1970. Como consecuencia de este proceso, la expansión de la educación superior pública alcanzó 48.000 estudiantes en 1980, es decir, un 2,16% de la población costarricense (Rovira Mas, 1885).

A la par de ese crecimiento, una acción prioritaria impulsada fue darle un título a las personas que ya trabajaban en diferentes áreas, pero, sobre todo, en educación; por eso, se estimularon diferentes modalidades de capacitación y formación, que buscaron satisfacer la profesionalización de las actividades educativas, a eso se le llamó: Extensión Universitaria. No hay duda de que para su creación influyeron las condiciones demográficas de la época. Por ejemplo, entre 1962 y 1972, la cantidad de bachilleres graduados pasó de 2.472 a 8.073, de manera que había que responder a las ingentes demandas de las comunidades (Castro Sánchez, 2012).

Sin embargo, el aspecto más reconocido por la comunidad ramonense, con fundamento en diversos estudios que se han realizado, es la base institucional educativa del cantón. No es casual que desde 1855 se abrieran varias escuelas; que en 1952 se creara el Instituto Superior de San Ramón y en su seno, la Escuela Normal Rural para la formación de educadores, que en 1960 se independiza como Escuela Normal; en 1967 el colegio nocturno; en 1968 se crea la Escuela Normal Superior de Heredia y en 1975 esta se fusiona con la Universidad Nacional (UNA) y en San Ramón, con el Centro Regional Universitario de Occidente. Todas estas iniciativas para formar educadores tienen una convergencia fundamental en un lugar que se había caracterizado por la efervescencia de voluntades para fortalecer la educación.

No hay que olvidar la trayectoria educativa que tiene San Ramón, de la que muchos establecen como detonante la participación de Julián Volio4 en el poblado entre 1878 a 1882. Según documenta Pineda González (1982), el Sr. Volio funda una escuela, la biblioteca pública (1879), el Colegio Horacio Mann y la Academia de Jurisprudencia, esta última tenía carácter universitario, pues sus egresados podrían optar por la licenciatura en leyes y la biblioteca pública sirvió de apoyo al trabajo de la academia, pero, además, era considerada como una institución que “honraría al pueblo, pues ella en sí misma sería una manifestación inequívoca de progreso” (Pineda González, 1982, p. 30).

Es bueno recordar que J. Volio había sido profesor de la Universidad de Santo Tomás y que “es a él a quien se debe el adelanto moral y material del cantón” (Pineda González, 1982, p. 29). Esa serie de hechos educativos ha generado una especie de orgullo al pueblo ramonense que pueden explicar el empeño y la tozudez hacia la apertura relativamente temprana de las instituciones educativas, como una vía al desarrollo y el progreso de la población. Esta condición, que para algunos tiene carácter de mito, es reforzada por Cerdas Cruz (1979, p. 86) al aludir a los esfuerzos realizados por Jiménez y Volio como una contribución a la participación del intelectual costarricense en la vida política y social del país.

También, se ha analizado el nacimiento de la regionalización como una respuesta estatal que se dio ante los intentos de insertar la educación en el aparato productivo que fue denominado como Estado Benefactor, impulsado por el PLN.

Posterior a 1949, se impulsa una nueva concepción de Estado caracterizada por la ampliación de la clase media y las medidas estatizantes que hasta el momento eran consideradas de corte “socialista”; sobre todo, si tomamos en cuenta que en la década de los sesenta, durante la Guerra Fría, existía una fuerte tendencia hacia un estado desarrollista de la era Kennedy.

En Costa Rica, el Estado intervencionista trató de monopolizar las actividades económicas con el fin de desarrollar un capitalismo criollo (Cerdas Cruz, 1979) por lo que necesitaba la participación de un pueblo educado; asimismo, las medidas para descentralizar el Estado, como parte de las iniciativas de crecimiento del aparato público, congeniaban muy bien con la posibilidad de ampliar la educación superior fuera del área metropolitana, a pesar de que esas iniciativas tenían sus límites, pues el desarrollismo imperante relacionaba estrecha y herméticamente a la educación y la economía.

Como resultado, la inversión del Estado en cultura era nula y la educación obedecía a la política de “Desarrollo de la comunidad” aprobada para los países latinoamericanos propuesta por los Estados Unidos; esto significa una especie de autogestión de la comunidad que tendía a ignorar sus necesidades más que a potenciarlas.

En ese sentido, la argumentación que plantearon Soto, Carro y Gutiérrez (1967, p. 10) para justificar la reforma a la estructura universitaria que diera origen a los centros regionales, se enmarcaba en este contexto y como prueba de ello, extraigo dos

La proporción de egresados de la enseñanza media que ingresan a la Universidad parece que tiende a disminuir como consecuencia de la política adoptada en los últimos años al limitar el ingreso a ella. (…) Todo parece indicar la necesidad de un planteamiento integral de la educación y muy especialmente, la que se refiere a la planificación interna de la distribución de los estudiantes universitarios acorde con las necesidades futuras del desarrollo.

Por lo anterior, los proponentes advertían sobre la necesidad de crear en estos centros carreras intermedias, formar profesores de enseñanza media para colaborar con el problema que tenía el país en ese campo y proporcionar los cursos básicos a los estudiantes para que sirvieran como punto de partida al seleccionar a los más capaces que lograran obtener una profesión (Soto et al., 1967). Los autores se inspiraron en modelos de otros países, como Chile o los Estados Unidos, que tenían colegios universitarios distribuidos en diferentes partes de su territorio.

En ese contexto, el Centro Regional de San Ramón abre sus puertas en 1968 con el ofrecimiento de diversas materias básicas y algunas carreras de educación, además de los Estudios Generales y numerosas actividades abiertas para la comunidad ramonense. Los programas de estudio están a cargo de la antigua Facultad de Ciencias y Letras y específicamente del Departamento de Estudios Generales; no obstante, a pesar del empeño del rector Carlos Monge y el apoyo de la entonces decana de la Facultad de Educación, Lic. María Eugenia Dengo, esta decisión estuvo sellada con la oposición de un sector de la comunidad universitaria y del mismo Ministro de Educación.5

Debemos recordar que hasta 1973 solo existía la Universidad de Costa Rica (UCR), por ende, estaba llamada a responder tales demandas. Aunque la UCR mantenía en ese momento una estructura tradicional, que ofrecía pocas opciones para formar profesionales solo a un grupo élite de intelectuales -1.300 estudiantes ingresaron en 1962- y separada de las comunidades más alejadas del país, empezaron a surgir voces que incitaban a la ampliación de profesiones y la especialización que diera respuesta a ese nuevo modelo de desarrollo. Pero, además, con la creación de la Universidad Nacional en 1973, la UCR pierde la posibilidad de ser la cabeza de un sistema universitario propuesto.

La regionalización de la educación superior irrumpe en 1968 y pronto aparecen otros centros regionales en puntos aún más alejados de San José6. Este acontecimiento influyó para que se expandieran otras iniciativas y con los mismos propósitos: democratizar la educación superior y apoyar el desarrollo de las regiones, según precisaba el momento histórico. Pero, también, la regionalización sufrió por la incomprensión de muchos académicos que la observaron como una competencia a sus nichos de poder; de hecho, varias carreras se cerraron porque, supuestamente, duplicaban a las ya existentes en la “Sede Central” perdiendo opciones que pudieron coadyuvar con el desarrollo de la región, de una forma más contundente.

El inicio de la formación de bibliotecarios

Así denominaba Efraim Rojas Rojas (1975) el proceso que se inicia en 1950 para la creación de la “Carrera de Bibliotecario”, con el apoyo y el aporte de la Asociación Costarricense de Bibliotecarios (ACB). Esta asociación fue fundada en 1949 por un grupo de personas interesadas en mejorar las bibliotecas del país, para ello, había que pensar en la formación del recurso humano.

Producto de la organización y de la propuesta de metas específicas para tal fin, se inicia, en 1950, el trabajo “con una actitud diferente” y con doble propósito: la creación de un sistema bibliotecario nacional y la formación de bibliotecarios. De esta manera, se empiezan a ofrecer cursos cortos en el Centro Cultural Costarricense Norteamericano (1953), por parte de la Escuela de Pedagogía (1954), la Escuela de Temporada de la Universidad de Costa Rica (1955) y la Biblioteca de la Universidad de Costa Rica (1963 y 1965).

Al mismo tiempo, un antecedente importante se da en 1962, cuando la Unesco facilitó la visita de una experta para que impartiera un curso, estudiara el plan de estudios de una posible carrera de bibliotecarios y se pensó en una “Escuela Centroamericana de Bibliotecarios”. Al parecer, esa idea no fructificó; en su lugar, se continuó con los intentos de crear la carrera de Bibliotecología en la Universidad de Costa Rica, que habían dado inicio en 1959 en la Facultad de Ciencias y Letras, pero que no obtiene resultados hasta 19687 con la creación de dicha carrera (Rojas Rojas, 1975).

Es importante acotar que anterior a esa década, la práctica bibliotecaria se hacía de forma empírica, pues las funciones eran desarrolladas por personas de otras profesiones o que simplemente no tenían ninguna formación (Montero et al., 2001). Sin embargo, el desarrollo del sistema educativo en Costa Rica, que debería ir aparejado con la creación de más y mejores bibliotecas, justificó la apertura de la carrera.

A su vez, la ausencia de suficientes y buenas bibliotecas en el país era un problema que atendía la ACB, mientras que los gobiernos del PLN y de oposición (1966-1974) se conformaban con regalar colecciones de libros a las escuelas y colegios y actuaban bajo la premisa de que las bibliotecas no deberían ser mantenidas por el Estado (Córdoba, 1992). Esto lo que demuestra es la ausencia de una política coherente que impulsara el desarrollo bibliotecológico nacional o la política estatal como ausencia de políticas.

En este caso, la UCR asumió la responsabilidad de la formación de bibliotecarios, como correspondía a una universidad pública y partiendo de que contribuía con el desarrollo nacional, que también correspondía al impulso necesario para desarrollar las bibliotecas. Así lo exponía Rojas (citado por Fournier García, 1978, p. 351), en su informe como director de la Biblioteca Universitaria en 1956

Nada haremos con todos los elementos materiales de una biblioteca, si no contamos con el elemento humano capaz de darles el dinamismo necesario para hacerlos útiles a la comunidad. (…) La Universidad de Costa Rica debe prestar su contingente en la solución de este problema, pues es el centro de cultura que se interesa por las necesidades de la comunidad costarricense.

En este escenario, para 1972 se abren los cursos de verano para ofrecer la oportunidad de capacitarse a los bibliotecarios en servicio que trabajaban en zonas alejadas (Rojas Rojas, 1975). El autor afirma que participaron sesenta personas que trabajaban en zonas alejadas, pero no existen mayores detalles sobre este hecho; empero, se podría afirmar que se estaba pensando en la regionalización de la carrera o en las necesidades de las zonas periféricas, aunque centralizando los esfuerzos en San José, usual en esa época.

Es interesante destacar esta visión centralista o metropolitana, pues para ese entonces ya existían tres centros regionales: Centro Regional de San Ramón, el de Liberia y el de Turrialba, pero todavía había que esperar seis años para que se pudiera lograr una carrera fuera de San José.

Retomando el inicio de la “carrera de bibliotecario”, destacamos que Efraim Rojas, entonces director de la Biblioteca Universitaria, fue el proponente según consta en el acta del Consejo Universitario n. 1672, art. 6, p. 17. Esta propuesta justificada con el afán de llenar las necesidades de las bibliotecas del país, tuvo una discusión de dos años, que contó con la contribución de varios expertos extranjeros para definir su plan de estudios y de la Facultad de Ciencias y Letras, con una propuesta diametralmente diferente a la que al final se aprobó (Fournier García, 1978, p. 352).

A pesar de que la propuesta fue trasladada a la Facultad de Educación para el análisis de su plan de estudios, se determinó que dependiera de la Rectoría una vez aprobada en 1967 (Consejo Universitario, 1968). Pero un año después, el Consejo Universitario acogió la solicitud de la decana de la Facultad de Educación, Licda. María Eugenia Dengo, para trasladarla a esa Facultad, justificado en varios puntos que ella desarrolla en su carta (UCR, Consejo Universitario, 1968).

Es importante destacar que la visión de los miembros del Consejo Universitario de entonces sobre la formación de bibliotecarios era que debería ser parte de la Extensión Universitaria, porque era considerada como una “carrera intermedia”, lo cual interpreto como un nivel no profesional, cuyas funciones eran de apoyo a la educación secundaria, principalmente.

Sin embargo, la defensa de la señora decana se centró en demostrar que esta formación debería ser de nivel profesional, por eso, echó mano a la experiencia de otros países, a los acuerdos de organismos internacionales, como la Unesco y a la posibilidad de ofrecer pronto la Licenciatura como un nivel superior. La discusión de esa sesión tiende a comprender que dado que se daría el título de bibliotecario y no de bachillerato, el Plan de Estudios aprobado debería ser administrado por la Facultad, pero dependiente de Extensión Universitaria; al final, se aprobó por unanimidad su ubicación en la Facultad de Educación, pero siempre como una carrera de nivel intermedio (UCR, Consejo Universitario, 1968, p. 21).

El primer grupo de graduados se dio en 1972 con un fuerte énfasis en la formación pedagógica, pues el título llevaba por nombre “Bachillerato en Ciencias de la Educación con especialidad en Bibliotecología” y estaba cargado de las materias básicas de educación. Esto denota el énfasis que se dio a la prioridad en las bibliotecas del sistema educativo principalmente y que la formación debería tener una fuerte base pedagógica para lograr un bibliotecario adecuado a las prioridades nacionales. Este recargo se solucionó años más tarde con un plan de estudios general que dio origen al Diplomado en Bibliotecología del CURO.

Más tarde, la carrera evolucionó para dividirse en dos especialidades aun vigentes y al amparo de la Escuela creada en 1989, pero una de ellas contiene la formación pedagógica que le da sustento a la especialidad en bibliotecas educativas. La creación de la escuela coincide con la reunión de las dos carreras de Bibliotecología como veremos seguidamente.

La educación bibliotecológica fuera de San José

Diez años después del inicio de la primera carrera de Bibliotecología, se abre en San Ramón el Diplomado en Bibliotecología, para apoyar la educación en la región de Occidente. Se justificaba en la necesidad de dotar de carreras propias, cortas y completas a los centros universitarios regionales, dado que hasta el momento solo se ofrecían precarreras, cursos básicos, los Estudios Generales y pocas carreras completas como los profesorados de secundaria.

En 1975, el CURO inició su trabajo con dos tareas principales: una, elaborar un reglamento que le diera una estructura idónea a un centro regional que en ese momento era único en su organización, la otra, proponer nuevas carreras al Consejo Nacional de Rectores (CONARE) que fueran propias y adecuadas a las necesidades de la zona. Así, en el naciente Consejo Asesor8 se solicitó a los cinco departamentos existentes la elaboración de una propuesta de nuevas carreras para que dieran inicio en 1976 basada en lineamientos generales del mercado y las disponibilidades de la institución.

Para ello, cada director debía proponer un plan a la Asamblea de profesores con plazo límite al 1 de octubre de ese año; asimismo, el 4 de setiembre de 1976 ese Consejo se reunió con varios miembros del Consejo Universitario y el señor rector, Dr. Claudio Gutiérrez, para discutir, entre otras cosas, la tardanza en aprobar la propuesta elevada a las autoridades universitarias y explicarles cuáles eran las propuestas que habían enviado a CONARE. Este fue un intercambio que mostró la voluntad política de las autoridades del momento por apoyar el crecimiento de la regionalización.

De este modo, la carrera de Bibliotecología en el CURO fue propuesta inicialmente el 16 de setiembre de 1976, como un “Bachillerato en Ciencias de la Educación con especialidad en Bibliotecología Escolar”, justificada por la ausencia de personal profesional que se hiciera cargo de las bibliotecas escolares principalmente fuera del área metropolitana (CONARE, 1976). Se basaba en la disposición del Ministerio de Educación de establecer núcleos escolares que se crearían a lo largo y ancho del país entre 1976 y 1978, con la intención de ampliar la educación en I y II ciclos y en consecuencia, que existiera un bibliotecario escolar en cada uno de esos núcleos (CONARE, 1977, p. 2). La carrera tendría una duración de ocho cuatrimestres -aproximadamente 3 años- y con ella se satisfarían las necesidades de las escuelas y los colegios de la zona.

Un detalle importante es que en la elaboración de esa propuesta no participaron profesionales en Bibliotecología o las autoridades de la carrera abierta en 1968 en la Facultad de Educación, sino que fue diseñada y preparada por las docentes del Departamento de Educación, del CURO y más específicamente por su directora, la Licda. Ana Isabel Carmona, quien había realizado su tesis de grado sobre las necesidades de la zona en el campo de la educación (Carmona, comunicación personal, 9 agosto 2018). Esa iniciativa es destacable por cuanto no solo tuvieron que trabajar en la elaboración de la propuesta, sino, también, en dos correcciones posteriores para cumplir con las exigencias de CONARE.

La eliminación de las precarreras en la UCR hizo presión en los centros regionales para abrir opciones que garantizaran una “verdadera descentralización de la universidad” (CONARE, 1976, p. 3). Además, según los datos presentados por las autoridades del CURO, existían en el país solo 130 personas atendiendo las bibliotecas escolares, de las cuales 119 no tenían estudios y solamente once sí los tenían, pero concentradas en San José, Cartago, Heredia y Alajuela; de igual manera, la Oficina de Planificación en la Educación Superior (OPES), en el estudio de demanda realizado para la apertura del diplomado en la UNA en 1976, demostró que el faltante era de 225 auxiliares, aunque advertía que era un dato subestimado, pues no se contabilizaban las bibliotecas no escolares. En consecuencia, esta oficina calculó un faltante de 105 auxiliares por año, entre 1976 y 1981 (CONARE, 1976, p. 16).

El papel que jugó OPES fue fundamental, dado que en los documentos que se recogen y en los que destaca la figura de su directora, la Ing. Clara Zomer, se demuestra la urgencia de descentralizar la educación superior, por eso, era indispensable la creación de nuevas carreras y no solo la oferta de cursos básicos. Esa descentralización se vislumbra como una política de CONARE que ampliaría la oferta de carreras de acuerdo con las necesidades de las regiones; no obstante, la descentralización de la educación superior, como hemos visto, había sido concebida en la propuesta de creación de los centros regionales de Soto et al. (1967).

En 1976, la UNA había solicitado la apertura del bachillerato en Bibliotecología y Ciencias de la Información, coincidiendo con los mismos argumentos de la carrera solicitada por el CURO, aunque con una visión más moderna de la Bibliotecología nacional, según se desprende de las características del profesional al que aspiraban.

Ambas solicitudes fueron estudiadas por la OPES en 19769 y a pesar de que en enero de ese mismo año esta oficina solicitó a la UNA retirar su solicitud, en los estudios realizados concluyeron que el déficit de profesionales que existía en el país se mantendría al menos durante cinco años, por lo tanto, se justificaba la apertura de ambas carreras, pero con un nivel de Auxiliar en Bibliotecología.

Fue así como el 9 de marzo de 1977 se inició el diplomado en Bibliotecología en la UNA (Miranda, 2005), un año antes que el del CURO, aun cuando las solicitudes fueron estudiadas simultáneamente10. Todo ello demostraba, también, que existía una necesidad imperante de nuevos profesionales en el campo bibliotecológico, como mencionaba antes. En la justificación presentada por OPES (CONARE, 1978) se daban dos ideas interesantes. La duplicación de carreras no era un problema para CONARE y los planes de estudio presentados por ambas instituciones de educación superior coincidían con el perfil del bibliotecario que deseaban formar.

Es interesante destacar que ambas carreras fueron propuestas para que se ofrecieran hasta el nivel de Bachillerato, pero luego del estudio de demanda realizados por OPES, se aprobaron como diplomados11. En ese momento existían el Bachillerato y la Licenciatura en Bibliotecología en la Facultad de Educación de la UCR, lo cual fue valorado como una alternativa que satisfaría la demanda de profesionales en el área metropolitana y, por lo tanto, para las regiones fuera del área, solo se necesitarían auxiliares, a pesar de la demanda demostrada en dicho estudio. Esto da cuenta -una vez más- de la concepción que regía en la época, en cuanto a que el trabajo en las bibliotecas no era profesional, sino que podía ser realizado por un auxiliar.

El Diplomado en el CURO fue una carrera que duraba solo tres años, una opción no terminal12, y que se ofrecería por solo dos promociones (Acta sesión n. 102 del 15 de marzo de 1978 de CONARE). El Plan de Estudios correspondía a los tres primeros años del Bachillerato en Bibliotecología que se impartía en ese momento en la Facultad de Educación y contenía las mismas siglas (EB). El acuerdo de su apertura se dio a partir de la solicitud de un ramo de seis diplomados13 presentado por el CURO, con el afán de ofrecer carreras cortas para que los estudiantes se graduaran rápidamente y pudieran incorporarse a la fuerza de trabajo, lo cual coincidía con los Planes de la Educación Superior (PLANES) de CONARE que expresaba: “Ofrecer carreras completas, especialmente aquellas especializadas de nivel intermedio y de corta duración, de acuerdo con las necesidades de desarrollo de la región y el país” (CONARE, 1976, p. 8).

No hay duda de que estas acciones respondían a las iniciativas de expansión de la educación superior, con dos fines primordiales: uno, democratizar el acceso a esta para las regiones alejadas del área metropolitana y dos, preparar profesionales identificados con la región que pudieran participar en su desarrollo socioeconómico.

Mientras tanto, el estudio aprobado por CONARE, advertía que la carrera podría ser financiada con recursos del Proyecto Educación Superior/ BID14 para obtener el equipamiento necesario y que en cuanto a los profesores que la impartirían, se ofrecería con la colaboración de los mismos que tenían a su cargo los cursos de la carrera de Bachillerato y Licenciatura en Bibliotecología. En ese sentido, ofrecía la siguiente lista de docentes para impartir los cuatro cursos del primer año: Máster Luis Barrantes R.; Lic. Jorge Núñez Solano, Máster Manuel Oviedo G. y Licda. Gilda Chacón Rojas (CONARE, 1978, p. 5-6), todos pertenecientes al Departamento de Bibliotecología, de la Facultad de Educación.

En 1968 aún existía la Escuela Normal en San Ramón, la que formaba los docentes de primaria desde 1962, tanto en San Ramón, como en Liberia y Pérez Zeledón y que se mantuvo hasta 1973, cuando fue absorbida por la UNA y sus docentes fueron trasladados al Centro Regional de San Ramón; sin embargo, esta institución no formaba bibliotecarios, incluso, su biblioteca era atendida por una persona sin formación profesional en ese campo. Lo mismo sucedía con las instituciones de educación secundaria, pues carecían de biblioteca o las pocas que sí tenían eran atendidas por personal sin estudios especializados. Esta opción, dedicada a colaborar con la formación de recursos humanos para la educación, quedaba descartada como parte de la oferta en las regiones y, más bien, sumaba sus esfuerzos al faltante de bibliotecarios que se hacía evidente en dichos estudios.

Con todo, la decisión de abrir el diplomado tuvo sus detractores, a pesar de que ésta procedía de CONARE y que la Rectoría acogió sin problemas. El Colegio de Bibliotecarios de Costa Rica, según lo relata el director a.i. del CURO (oficio D-CUO-241-77) se opuso a la decisión tomada por CONARE.

Pero, también el señor decano de la Facultad de Educación, Lic. Jesús Ugalde, cuestionó la apertura del diplomado en el Centro Regional, mediante oficio DED-551-77 en 1977. La Facultad pretendía que esa carrera recién aprobada se ofreciera en la “Sede Central”15 dado que la Sección de Bibliotecología era parte de la Escuela de Administración Escolar (sic). El Vicerrector de Docencia le advertía al señor decano que “todo nuevo nievel (sic) en un grado académico, se considera carrera nueva según los lineamientos de CONARE” (oficio VD-1188-77, del 23 setiembre 1977). Pero la oposición no quedó ahí.

En 1980 se propuso en el CURO la apertura de un concurso para asignar una plaza docente al Diplomado en Bibliotecología, que recibió el rechazo y la posterior apelación por parte del Departamento de Bibliotecología de la Facultad de Educación; sin embargo, esta plaza de tiempo completo más tarde recibió el apoyo de la Vicerrectoría de Docencia y se mantuvo hasta el año 2004.

El inicio de la interrelación de las dos carreras se dio en 1986, cuando se aprobó el descongelamiento del Diplomado (según Resolución 3203-86 del 30 de abril, 1986), por una promoción más -la tercera- “sujeto a la evaluación que hiciera una Comisión Bipartita de Evaluación del Diplomado en Bibliotecología y Ciencias de la Información, donde participaran la SRO y la Escuela de Administración Educativa” (Rojas Gutiérrez y Córdoba, 1988, p. 1), lo cual demuestra la voluntad de las autoridades de la UCR por eliminar la independencia relativa que tenía el diplomado. Esa independencia se podría constatar en las reformas incluidas en el Plan de Estudios aplicado en 1986 y que abarcaban dos cambios fundamentales: 1). La sigla BO (Bibliotecología Occidente) en lugar de EB y 2). La inclusión de nuevos cursos no bibliotecológicos, como Lógica, Matemática básica, Estadística, Comunicación y Sociología, que no estaban contemplados en el Plan de Estudios original ni en el del Departamento de Bibliotecología (Sandí Sandí, 2007).

En efecto, el Plan de Estudios modificado solo se ofreció una vez, después, se abrió un grupo del Bachillerato, otro de Licenciatura y, recientemente, en el año 2010, un nuevo un grupo de Bachillerato, todos desconcentrados de la EBCI. Las modalidades de desconcentración, descentralización y la posibilidad de ofrecer carreras cortas y en corresponsabilidad con las escuelas y facultades quedaron reguladas en el capítulo 109 del Estatuto Orgánico, de manera que se delimitó la independencia relativa que podría haberse dado en las sedes regionales y se definieron los alcances de las opciones académicas en las regiones. Estas decisiones coincidieron con el impacto de la crisis económica nacional y la intromisión de los organismos financieros que indujeron a la aprobación de los Programas de Ajuste Estructural (PAE), que limitaron fuertemente la inversión en educación (Chaves Salas, 1993, p. 13).

Por su parte, y como experiencia fuera de San José, en 1999 la EBCI desarrolló un “plan especial” en el Recinto de Paraíso, Sede Regional del Atlántico, “consciente de la necesidad de ampliar la formación de bibliotecólogos en otras regiones del país” (Sandí Sandí, 2007, p. 9).

Más adelante, la autora aclara que otro de los objetivos perseguidos por esta iniciativa era graduar a las personas que habían obtenido un título de técnico en la UNED. El Plan de Estudios ofrecido en ese momento era muy similar al Diplomado de la Sede Regional de Occidente y se repitió cuatro veces más en ese recinto universitario (Sandí Sandí, 2011).

De igual manera, la EBCI ofreció su Plan de Estudios en la Sede Regional del Pacífico (Puntarenas) y en la Sede Regional de Guanacaste (Liberia), con la intención de ampliar su espacio hacia las regiones del país. En Liberia se graduaron 10 profesionales bachilleres antes de 1997 (Mojica Sánchez, 1998).

Como se observa, estas iniciativas se dieron a partir del año 1997, veinte años después de que diera inicio la carrera de diplomado en la SRO como primera iniciativa en la Universidad de Costa Rica para trasladar la formación bibliotecológica fuera de San José.

Proyectos desarrollados conjuntamente con la “Sede Central”

Posterior a la experiencia que nos dio la aplicación del Diplomado en Bibliotecología en la Sede Regional de Occidente y a la tendencia que fijaron las autoridades universitarias de la década de los noventa, comenzamos a desarrollar proyectos conjuntos, que pudieran implementar nuevas ideas y cambios que eran necesarios en la enseñanza de la Bibliotecología por parte de la UCR. Esto nos indujo a un acercamiento al entonces Departamento de Bibliotecología de la UCR, pues la Vicerrectoría de Docencia obligó a abrir el Bachillerato en Bibliotecología con énfasis en Bibliotecas Educativas de forma desconcentrada, en lugar de continuar con el Plan de Estudios propio.

No obstante, los cambios propuestos en 1986 y luego en 1988 al Plan de Estudios del Diplomado (Rojas Gutiérrez y Córdoba, 1988) llevaban la intención de aplicar lo que más tarde Cronin (1995, p.60), planteaba como una necesidad: “Reclutamiento agresivo pero selectivo, de profesores y conceptos de otros campos”. Por ello, en la primera modificación del Diplomado, se incluyeron los cursos no bibliotecológicos mencionados anteriormente, de manera que pudieran formar junto con la Bibliotecología, un perfil de salida para un bibliotecario más comprometido con su realidad, que comprendiera el lenguaje de la ciencia y reconociera su papel transformador en la sociedad (Córdoba, 1994; Córdoba, 1997; Rojas Gutiérrez y Córdoba, 1988).

Sin embargo, estas intenciones se vieron truncadas en 1988, luego de que el Plan de Estudios de 1986 se abriera una sola vez y que las siguientes actividades docentes fueran aquellas dependientes -desconcentradas o descentralizadas- del Departamento o Escuela de Bibliotecología de la Facultad de Educación y llevadas a cabo en la SRO.

Estas actividades coincidieron con la creación de la EBCI, por lo que una de las decisiones que se aplicaron para concretar esa colaboración fue mi participación en el Consejo Asesor de la joven escuela. Esto facilitó el diálogo y el acercamiento que proponían las autoridades universitarias para las sedes regionales, que en ese momento promovían la desconcentración de carreras, más que las carreras propias que se visualizaron en los inicios de la regionalización, lo cual implicó un cambio de política hacia el desarrollo de la regionalización. La siguiente lista es una pincelada de esas actividades que se desarrollaron conjuntamente.

1). Plan de capacitación para bibliotecarios escolares

En 1986 se realiza un diagnóstico del estado de los recursos humanos en Bibliotecología para las bibliotecas escolares de la región de Occidente (Córdoba, 1987) que constituyó la justificación para aprobar un plan que da inicio en 1990, como proyecto de Acción Social y bajo la firma de un convenio con el Ministerio de Educación por parte de la Sede Regional.

Aunque duró poco tiempo, pues solo participó un grupo, tuvo un impacto muy importante en la formación -no ya en la capacitación- de los profesionales en Bibliotecología de la zona de Occidente. La mayoría de sus participantes llegaron a obtener el título de Bachillerato y luego de Licenciatura, una vez que terminaron el plan y continuaron trabajando en las bibliotecas escolares de la región, en su mayoría.

Este se inició en conjunto con el Departamento de Bibliotecología, que estaba a cargo de la Prof. Zaida Sequeira y que se encontraba en el momento de transición a escuela. Participaron treinta y dos personas de cuatro núcleos escolares de la región: San Ramón, San Carlos, Puntarenas y Alajuela.

2). Bachillerato y Licenciatura en Bibliotecología

Como he señalado, en 1978 se inicia el Diplomado en Bibliotecología, a partir del cual se generaron tres promociones, dos continuas en los primeros años y otra luego de la reforma al Plan de Estudios. Este dio inicio diez años después de que se abriera el Centro Regional y contaba con grupos de doce a quince personas, procedentes de la región de Occidente, Esparza y Puntarenas. Esta carrera se mantuvo activa hasta 1989, pero como un Diplomado era insuficiente y también había que ampliar las opciones para el grupo de capacitación -mencionado en el punto anterior- las autoridades del Centro Regional buscaron alternativas para dar respuesta a las personas que se mantenían atentas a continuar con su formación. Fue entonces cuando se desconcentró una promoción del Bachillerato en Bibliotecas Educativas, que impartía la Escuela (EBCI) y más tarde, una promoción de Licenciatura.

3). Tesis de Licenciatura

Como producto de la desconcentración de la Licenciatura en solo una promoción, se aprobaron tres tesis de grado, cuyos proyectos tuvieron que ser analizados y aprobados por una comisión bipartita de Trabajos Finales de Graduación, entre la SRO y la EBCI. Dos de ellas fueron defendidas contra viento y marea, pues sufrieron la oposición de varios profesores de la Escuela16. La oposición se derivaba de la metodología que aplicaban dichas tesis, pues en la EBCI no existía experiencia al respecto.

Sin embargo, en la Sede Regional se facilitaba el trabajo multidisciplinario y con ello un mayor intercambio con otras disciplinas relacionadas, lo cual significó una ventaja que se vio concretada en estas investigaciones. Ese trabajo multidisciplinario se reflejó en la conformación de los comités asesores de tesis, donde participaron personas de otras disciplinas como Trabajo Social, Educación, Sociología y Bibliotecología.

4). Proyecto INFOBILA: Investigación compartida

La base de datos INFOBILA surgió en el Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas (CUIB) de la UNAM en 1985 y se consolida como un proyecto cooperativo en 1992 (Córdoba, 2005). Este da inicio en la Sede Regional de Occidente y para concretar su participación, se firma un convenio para llevarlo a cabo entre la UNAM y la UCR, Sede Regional de Occidente (Córdoba, 2005, p. 93).

A partir del año 2005, el proyecto forma parte de la EBCI, dentro del Programa Observatorio de la Bibliotecología Costarricense (OCOBI) (Córdoba, 2005, p. 103) y funciona hasta el año 2007; luego, desaparece (Sandí Sandí, 2011). Esta iniciativa pretendió generar una base de datos que recogiera toda la producción intelectual del país, en Bibliotecología, Archivística y Ciencia de la Información. Llegó a tener más de mil registros y estuvo hospedada por varios años en el CUIB, hoy IIBI.17

5). Otra vez, el Bachillerato en Bibliotecología

En el año 2010, la EBCI desconcentró el Plan de Estudios de Bachillerato en la Sede Regional de Occidente, con la posibilidad de que sus graduados continuaran estudios de Licenciatura (Sandí Sandí, 2007). Dicha escuela tomó la decisión sin excesivas condiciones y a partir de la solicitud del Departamento de Educación de la Sede Regional de Occidente. Este cambio mostró el resultado de un camino que se había abierto casi treinta años antes y de los esfuerzos desarrollados por las diferentes autoridades de la SRO por alcanzar rutas más equitativas para el desarrollo regional de la educación superior.

Conclusiones

El nacimiento de la regionalización y de la carrera de Bibliotecología no fueron el resultado de una casualidad; fueron producto de los esfuerzos que se dieron en un momento histórico para impulsar la educación y responder así al modelo del Estado costarricense. Cada uno en su ámbito y con móviles particulares a varios kilómetros de distancia, logran encontrarse dos décadas después (1968-1988) para desarrollar programas conjuntos que dieron impulso a la Bibliotecología y a las bibliotecas del país y la región.

La generación del Estado Benefactor, la necesidad de reforzar el sistema educativo para apoyarlo y la búsqueda de mayores y nuevas formas de producción debieron influenciar en la decisión que se tomó para crear la carrera de bibliotecarios en 1968.

Pero aún es necesario profundizar en los móviles que facilitaron la creación de la carrera de Bibliotecología, de manera que se pueda enmarcar en el contexto histórico que prevalecía en la época, tal como se ha hecho en los estudios existentes acerca de la génesis de la regionalización de la educación superior (Chaves Salas, 1993; Castro, 2012).

Pareciera que sí existió una confluencia de voluntades, pero la evolución y el camino que tomó el desarrollo de la enseñanza bibliotecológica obedeció, ante todo, al impulso de políticas universitarias que dieron origen a la desconcentración y la descentralización de los planes de estudio y obviaron la consolidación de carreras propias que fueran a duplicar las que se ofrecían en la “Sede Central”. Esta tendencia centralizadora no solo se dio en la Bibliotecología, también sucedió en ese momento con los campos odontológico y agronómico y son pocas las opciones que subsisten desde que fue propuesto aquel grupo de diplomados. Este nivel fue eliminado de la UCR posteriormente, pero solo la carrera de Laboratorista Químico se mantuvo como tal y siguió creciendo de manera independiente hasta llegar a la Licenciatura en el Recinto de Tacares, de la SRO (Bolaños Alfaro, 2013). Recordemos que en su inicio tuvo la oposición de la Facultad de Microbiología (Consejo Asesor, 1977) pero subsistió gracias a que no duplicaba ninguna opción académica de la “Sede Central”.

La regionalización vino a constituir una alternativa de educación superior que potenció firmemente los ideales de fortalecimiento de la formación de profesionales en Bibliotecología, ya que aunque ambas nacieron de forma separada, vinieron a aunar esfuerzos en ese cometido varios años después de haber iniciado su trayectoria. Por ello, compartieron la responsabilidad que la sociedad costarricense les delegó a partir de 1998.

En sus inicios, el modelo de la regionalización fue incomprendido, enjuiciado, infravalorado y combatido por ciertos sectores de la comunidad universitaria y fuera de ella, pero después de cincuenta años, se reconoce su valioso aporte al desarrollo costarricense. Fuera de la Universidad, algunos grupos de poder pensaron que ese gasto -no inversión- no respondía a sus intereses; sobre todo los industriales y agroexportadores (Chaves Salas, 1993).

Por su parte, la carrera de Bibliotecología que hoy tiene domicilio en la EBCI, pudo haberse enriquecido mucho más de la regionalización, si las autoridades del momento hubieran tenido una visión a largo plazo para valorar el momento histórico en que se dio. Lo importante que nos muestra este recuento es que se rectificó a tiempo y se reprodujo la experiencia para demostrar con la apertura de otros programas en otras partes del país, que las regiones tienen necesidades que pueden ser satisfechas a partir de la conjunción de esas voluntades y que esta es una opción que la profesión bibliotecológica necesita permanentemente.

“¡Excelente! El impartir esta carrera en la Sede de Occidente fue personalmente una oportunidad para mi formación profesional, de otra resultaba imposible cursar esta carrera por razones económicas. Me considero afortunada…” (Palabras de una egresada del Diplomado de la Sede Regional de Occidente)

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    » https://doi.org/http://dx.doi.org/10.15517/revedu.v41i2.26240
  • 1
    El que inicialmente fue el Centro Regional de San Ramón (CRSR) ha cambiado de nombre muchas veces. En 1975 se denominaba Centro Universitario Regional de Occidente (CURO); luego, Centro Universitario de Occidente (CUO); en 1987 cambia a Sede Regional de Occidente (SRO) y, por último, es denominada Sede de Occidente (SO), aunque no de forma oficial, pues el art. 109 del Estatuto Orgánico y el respectivo reglamento vigente registran el nombre de Sede Regional de Occidente. Para efectos de este artículo lo denominaremos con el nombre oficial: Sede Regional de Occidente.
  • 2
    Pérez Guzám (2012, p. 410) destaca que en 1977 se crea la “Carrera de Bibliotecología, Documentación e Información. Nace en el seno de la Universidad Nacional, en la provincia de Heredia”. De igual manera, menciona la apertura de la carrera de la UNED en 1991 (p. 411) y, por supuesto, la de la UCR (p. 392).
  • 3
    Decreto Ejecutivo N.o 3333-E Plan Nacional de Desarrollo Educativo (1974).
  • 4
    Julián Volio Llorente nació en Cartago en 1827; estudió en la Universidad San Carlos de Guatemala e inició su vida pública en 1859 como Secretario de Estado de don José María Montealegre; fue parte del gabinete de Jesús Jiménez y del Dr. José Ma. Castro como Secretario de Instrucción. Era un liberal que luchó por la supremacía del poder político por sobre el poder eclesiástico junto con don Mauro Fernández y José María Castro. Llegó a San Ramón por motivos políticos, de negocios y agrícolas, con un grupo de personas josefinas de apellidos Hine, Cardona, Gutiérrez, Ramírez González, Bolandi y Villafranca (Moncada Gamboa, 1917, p. 29).
  • 5
    Según demuestra Castro Sánchez (2012, p. 44-54) el Lic. Guillermo Malavassi, como ministro de educación proponía que era preferible ofrecer becas a los estudiantes para que viajaran a San José a estudiar, que abrir un centro regional. Así mismo, dentro de la UCR el Lic. Jorge E. Guier y el Dr. José A. Sáenz Renauld emprendieron una batalla en los periódicos nacionales contra la apertura del centro regional.
  • 6
    Los centros regionales de la UCR aparecieron en Turrialba (1971) y en Liberia (1972). El TEC abrió sus puertas en 1971 y la UNA en 1973,
  • 7
    En el año de 1967 es cuando el Consejo Universitario en la sesión no. 1610 acuerda acoger el Plan de Estudios en Bibliotecología que entraría en vigencia en el año 1968. La reubicación de la carrera se aprueba en el acta n. 1672, del 25 de noviembre 1968, del Consejo Universitario, dependiendo directamente de la Facultad de Educación, a partir de 1969.
  • 8
    Acta del Consejo Asesor del CURO n. 14, del 17 de setiembre de 1975. Este Consejo inició su trabajo en ese año.
  • 9
    Mediante oficio OPES-5-1976 del 6 de enero 1976, su directora la Ing. Clara Zomer transmitía el acuerdo de CONARE, en el que pedía a la UNA “retirar la oferta de la carrera hasta que CONARE se pronuncie al respecto”. De igual manera, OPES debería realizar “un estudio para definir los requisitos mínimos y lineamientos para la implementación de ambas carreras”.
  • 10
    La solicitud del CURO había sido presentada el 10 de diciembre de 1975, por medio del Consejo Universitario (UCR) a CONARE, el cual en su sesión n. 35 decidió estudiarlas conjuntamente y en el acuerdo n. 69 del 12 de enero de 1977 se aprueba el primer dictamen para su apertura.
  • 11
    CONARE aprobó, mediante el acuerdo n. 102 del 15 de marzo de 1978, la apertura del Diplomado en Bibliotecología en el CURO y fue comunicado mediante resolución n. 341-78 de la Vicerrectoría de Docencia.
  • 12
    Según establecía CONARE, una carrera no terminal implicaba que “sus créditos podrán ser reconocidos para continuar estudios de nivel de grado en la carrera de Bachillerato y Licenciatura en Bibliotecología, que se ofrecen en la Rodrigo Facio”. (CONARE, 1978, p. 3).
  • 13
    Los seis diplomados fueron: Dibujo Lineal, Construcción, Pesquería y Náutica, Laboratorista Químico, Administración y Bibliotecología.
  • 14
    Este préstamo se dio a las universidades agrupadas en CONARE como respuesta a la falta de recursos estatales para ellas; un déficit que llegó al 13,6% a pesar del mandato constitucional que debía cumplir para su financiamiento (Chaves Salas, 1993, p. 14).
  • 15
    Este fue el nombre utilizado durante muchos años para denominar a la organización que se desarrollaba en la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio y que refleja la división que existía entonces. Los centros regionales no eran sedes ni recintos, pues la UCR estaba centralizada y los satélites eran los centros regionales. Más tarde, se aprueba el nombre de sedes regionales (Estatuto Orgánico, cap. IX).
  • 16
    Se trata de dos de las tesis que aplicaron metodología cualitativa “Estudio cualitativo de necesidades de información del personal profesional y técnico del Hospital Carlos Luis Valverde Vega de San Ramón” (Marín, Pizarro, Quesada, Rodríguez y Rodríguez, 1996) y “Estudio cualitativo sobre los factores que explican el uso de la biblioteca escolar por parte de los docentes del Colegio de Palmares” (Chavarría, Ramírez y Venegas, 1995)
  • 17
    Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Fechas de Publicación

  • Fecha del número
    Jan-Jun 2019

Histórico

  • Recibido
    16 Ago 2018
  • Acepto
    23 Ago 2018
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None Universidad de Costa Rica, Escuela de Bibliotecología y Ciencias de la Información, Costa Rica, San José, San José, CR, 2060, 2511-1919, 2511-1949 - E-mail: revista@ebci.ucr.ac.cr
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