1. Editorial
Me complace poder presentar un nuevo número de nuestra revista, especializada en la divulgación de la investigación científica y académica de las Ciencias de la Información, ciencia que engloba una gran cantidad de disciplinas, dentro de las cuales se encuentra la bibliotecología.
Esto nos lleva a un tema que se ha discutido en varios foros ¿Es la bibliotecología una ciencia? Abordaremos este tema en este espacio.
El propio término Bibliotecología ya nos da un primer acercamiento. Proviene del griego y su etimología significa: biblion-libro, theke-caja, y logos-tratado o estudio. Sin embargo en la actualidad, su desarrollo y perspectiva teórica como una ciencia social ha rebasado los libros y los espacios físicos para centrar su objeto de estudio en la actividad bibliotecaria.
El origen de las bibliotecas se remonta casi al origen de la propia escritura. Hace unos 5.500 años, la escritura nació como una necesidad humana de llevar un control contable de activos y manejo de inventarios. Claro, en un principio dichas bibliotecas se parecían más a un taller de alfarería, debido al formato en el cual se dejaba impreso en sus inicios el conocimiento.
Por muchos años, las bibliotecas estuvieron a cargo de élites intelectuales y religiosas, siendo considerado el libro un bien invaluable. Es de sobra conocida la historia de los viajeros y navíos que pasaban por la ciudad egipcia de Alejandría, los cuales eran registrados y se les decomisaban los libros que tuviesen encima, los cuales les devolvían una vez que habían sido copiados y agregados a su legendaria biblioteca.
La importancia del conocimiento, guardado en los libros, ha sido motivo hasta de grandes rivalidades. La ciudad de Pérgamo compitió con Alejandría en la producción de libros, tanto así que esta última se negó a suministrarle el papiro, por lo que se vieron obligados a idear un nuevo soporte. Gracias a esto se crearon las láminas de cuero, las cuales denominaron pergamino.
Pero el conocimiento también estuvo a disposición del pueblo, destacándose el hecho de que la primera biblioteca pública de la que se tenga noticia; se creó en la antigua Roma por el político, historiador y literato Gayo Asinio Polión, unos 30 años antes de nuestra era.
Durante la Edad Media, mientras en Europa los libros se enclaustraron en los monasterios, se crearon grandes bibliotecas y centros de investigación en oriente. Posteriormente primero con el surgimiento de las universidades y luego con de la invención de la imprenta, el conocimiento se abre camino y se populariza. Las bibliotecas, a pesar de ser instituciones milenarias, han sabido adaptarse a los cambios y han sobrevivido a lo largo de los tiempos.
Ahora bien, la figura del bibliotecario también ha evolucionado. Inicialmente fueron contables y escribas y durante la mayor parte de la historia han sido letrados, sacerdotes e investigadores, siendo un oficio de gran prestigio intelectual. Sin embargo a pesar de que algunos pensadores como Calímaco escribieron sobre la biblioteca y su organización, la bibliotecología como ciencia surge hasta principios del siglo 19 con la publicación en 1808 de la obra “Ciencia de la biblioteca” de Martin Scherettinger, donde se inicia la discusión de la bibliotecología como una disciplina del saber.
Posteriormente en el mismo siglo, Melvin Dewey publica “La Clasificación decimal”; Charles Cutter sus “Reglas para un catálogo diccionario” y posteriormente el bibliotecólogo y matemático indio Shiyali Ranganathan publica su “Sistema de clasificación Facetada”, quien fue precisamente uno de los primeros eruditos en introducir los métodos cuantitativos en las bibliotecas y con ello contribuir, junto con los sabios anteriores, a dar una base científica a la disciplina.
En el siglo XX, Paul Outlet presenta su “Tratado de la Documentación” en 1938, donde cimenta las bases teóricas de la ciencia de la documentación, y posteriomente Samuel Bradford publica su libro “Documentación” en 1948 sobre biblioteconomía y la documentación y consolida una base teórica para la formulación de la especialidad. Bradford incursiona además en los modelos matemáticos y establece la Ley de Bradford sobre dispersión de la literatura científica. Posteriormente Jesse Shera realiza una serie de publicaciones sobre la teoría de la disciplina, lo que permite tener la fundamentación teórica de la ciencia bibliotecológica.
También durante el siglo XX, se desarrollan los estudios métricos y se da la incursión del procesamiento electrónico de datos para el almacenamiento de la información y la aplicación del álgebra relacional para su posterior recuperación. Con esto se consolidan los métodos cuantitativos como una de las bases más importantes del conocimiento bibliotecológico con un fuerte componente teórico, y otro técnico y tecnológico más asociado a la praxis.
Hoy día, los formatos de presentación de la información han evolucionado y la disciplina ha evolucionado con ellos. Los profesionales en bibliotecología, además de la administración tradicional de bibliotecas convencionales, diseñan y administran bases de datos multidimencionales, repositorios de información y bibliotecas virtuales; realizan minería de texto y de datos; diseñan motores de búsqueda cada vez más complejos y eficientes; realizan análisis de la arquitectura de información de las organizaciones; enfrentan el desafío del almacenamiento, curación y conservación de la información digital; utilizan georeferenciación por medio de sistemas de información geográfica para determinar la ubicación de las nuevas bibliotecas; realizan estudios métricos para analizar la actividad científica.
Como vemos, efectivamente existe toda una fundamentación teórica que sustenta la bibliotecología como ciencia. Pero no se debe olvidar que el objetivo primario de todo sistema bibliotecario y de información es el usuario y su entorno sociocultural. Es por lo tanto el ser humano y la comunidad, la razón de ser de bibliotecólogos y bibliotecas, que dicho sea de paso, estas instituciones milenarias han resultado ser una de las organizaciones más democráticas e inclusivas que existen en la sociedad.
Por lo tanto, no hay que dejar de lado la razón de ser de la disciplina y de su profesional. Para ello cito el estudio titulado “Modelo de relaciones transdisciplinarias para el diseño curricular en Ciencias Bibliotecológicas y de la Información”, realizado en 2010 por un equipo de profesores la Escuela de Bibliotecología y Ciencias de la Información (Sandí S. et al., 2011), en el marco del Cuarto Congreso Internacional de Transdiciplinariedad, donde se indica que:
el bibliotecológo debe también ser un agente de cambio social y motor del desarrollo, esto sólo se puede lograr si el profesional posee una formación integral y holística que lo haga identificar con claridad diversas problemáticas y sus soluciones, con un alto componente de trabajo en equipo y con una gran capacidad de reflexión y criticidad ante los hechos circundantes. (p. 2)
Esta visión del nuevo profesional y científico de la bibliotecología se muestra una vez más en este nuevo número, donde se recopilan una serie de artículos, informes y ensayos que realizan un aporte al desarrollo disciplinar de la bibliotecología y de las Ciencias de la Información.
Referencias
- González, E. (s.f.). Fundamentos teóricos, metodológicos y praxiológicos de la bibliotecológica. San José, Costa Rica: Universidad de Costa Rica.
- Sandí S., M. C.; Solano Síles, M.; Rojas González, X.; Masis Rojas, R.; Chaves Salgado, L.; Calvo Abarca, Z. y Gorbea-Portal, S. (2011). Modelo de relaciones transdisciplinarias para el diseño curricular en Ciencias Bibliotecológicas y de la Información. e-Ciencias de la Información, 1(1). doi:10.15517/eci.v1i1.1208
Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
Jan-Jun 2017