Resumen
A través de este artículo se busca analizar la presencia del concepto de purificación de sangre en el cientificismo racial, dibujando equivalencias y analogías con el discurso de castas imperante en la América Española del s. XVIII. Con el estudio de esta coyuntura se pretende demostrar la existencia de un diálogo taxonómico y de una influencia mutua entre los frentes del cientificismo racial y la concepción de castas tradicional de la sociedad colonial. Estudiando a los principales autores y obras impresas del cientificismo racial, se pretende descubrir su concepción genealógica sobre la posteridad de los linajes mezclados, revisando así su compatibilidad con las principales tesis del monogenismo y el poligenismo. Asimismo, se busca evidenciar con lo anterior la sobrevivencia de conceptos tradicionales sobre sangre y temperamento. Este trabajo contribuye a demostrar cómo y de qué manera la América Española sirvió como una suerte de laboratorio social para el surgimiento del cientificismo racial, proveyendo su longeva experiencia en el tema del mestizaje.
Palabras claves: raza; linaje; castas; cientificismo racial
Abstract
This article aims to analyze the presence of the concept of blood cleansing in scientific racism, by drawing equivalences and analogies with the caste discourse that prevailed in 18th century Spanish America. With the study of this conjuncture it is intended to demonstrate the existence of a taxonomical dialogue and mutual influence between the fronts of the scientific racism and the traditional conception of caste in the colonial society. Through the study of the main authors and printed works of the scientific racism paradigm, it is intended to discover the genealogical conception of the posterity of mixed lineages, reviewing its compatibility with the main theories of monogenism and polygenism, and demonstrating the survival of traditional concepts about blood and temperament. This work contributes to explain how Spanish America was taken as a sort of social laboratory for the cause of scientific racism, providing its long-lived experience in the theme of miscegenation.
Keywords: violence; social sciences; history; Colombia
Introducción
El siglo XVIII, comúnmente llamado como El Siglo de las Luces, fue escenario para la consolidación y surgimiento de numerosas disciplinas, teorías y figuras científicas que dejaron un rico legado, el cual hoy en día sigue influyendo en la concepción y comprensión de la naturaleza. Una de las principales incógnitas que ocuparon a la comunidad científica durante este siglo, fue la cuestión racial del hombre, promoviendo el surgimiento de una nueva antropología de base empírica. Esta pretendía explicar la razón por la cual existían marcadas diferencias físicas entre los hombres que poblaban los distantes rincones del orbe (Olson, 2003, pp. 450-451).
El cientificismo racial emergió como una corriente académica que sirvió de marco para los debates sobre el origen del hombre y el estudio sobre su diversificación en razas o etnias. Dentro de dicha coyuntura también se pretendió abarcar y estudiar el mestizaje como inevitable fenómeno fisiológico que había emergido con el establecimiento de los primeros imperios coloniales. En atención a lo anterior, no debe de causar sorpresa que la Nueva España y el resto de la América Española, con una experiencia acumulada de doscientos años de mestizaje, fuesen rápidamente identificadas como una suerte de laboratorio social. De Dicho laboratorio se adoptaron y adaptaron nomenclaturas, dinámicas genealógicas y demás concepciones sobre sangre, linaje y temperamento a la teoría y conocimiento del cientificismo racial.
El presente artículo pretende explorar la presencia del concepto de purificación de sangre en los textos del cientificismo racial, demostrando la existencia de paralelismos y diálogo con el longevo discurso de castas de la América Española. Con ello este trabajo permite dimensionar la proyección e influencia que tuvo el discurso de castas en su época, demostrando que el fenómeno cruzó las fronteras naturales del Imperio Español para impactar en la concepción sobre mestizaje racial en otras sociedades y contextos científico-literarios.
Antecedentes
La purificación de sangre se comprende como el proceso genealógico por medio del cual un linaje mezclado podía retornar a un estado de pureza racial, concepto que se desarrolló por medio de la experiencia colonial y que en el s. XVIII fue recogido por el cientificismo racial como uno de sus principios básicos. Por medio de las alianzas matrimoniales los individuos mezclados podían “limpiar” su linaje con el paso de las generaciones, borrando así los rastros de la raza indeseada.
Tal y como es mencionado por Böttcher, Hausberger & Hering Torres en la obra El peso de la sangre: Limpios, mestizos y nombres en el mundo hispánico, estos constructos genealógicos emergieron por convención social y no por métodos empíricos, de ahí que la falta de consenso sobre su secuencia y la nomenclatura de las diversas castas terminaran por delatar su artificiosidad (2011, pp. 15-16).
A pesar de lo anterior, los científicos del s. XVIII cayeron en la trampa de estos sistemas de clasificación y les tomaron como taxonomías fieles que podían ser consideradas como testimonios sobre la experiencia del mestizaje. Además de adoptar los nombres de las castas, también lo hicieron con algunas de sus secuencias genealógicas, núcleo del concepto de purificación de sangre (Jiménez del Val, 2009, p. 4).
En la América Española existieron al menos dos vías principales para la purificación de sangre. La primera vía partía de la unión de español e india, cuyo producto era la mestiza y continuaba con la siguiente dinámica: de español y mestiza, castiza; y por último de español y castiza, el resultado era español. Esto significaba que el linaje se “limpiaba” de la mácula del mestizaje, y el individuo que tenía solamente un bisabuelo indio, y siete españoles, era nuevamente considerado y tenido por español puro. Lo anterior es ilustrado por la siguiente Figura 1:
Los procesos de purificación de sangre de acuerdo al discurso de castas novohispano. Fuente: Elaboración propia1.
La segunda vía es mucho más controversial. Dado que la pintura de castas y otras fuentes le tenían por imposible, partiendo de la unión de español y negra, cuyo producto era la mulata, se trató de crear una suerte de linaje retrógrada que condenaba a la posteridad del mulato a permanecer manchada perpetuamente. La dinámica del linaje era la siguiente: de español y mulata, morisca; de español y morisca, albina; y por último de español y albina, daba torna atrás (o saltapatrás). Lo anterior corresponde a un caso de atavismo que retornaba el linaje al punto de partida, impidiéndole completar el proceso de purificación (López Beltrán, 2008, p. 95). Sin embargo, otras fuentes denuncian este constructo como una falsedad, advirtiendo que se trataba de una ficción que no respondía a la realidad, en ellas se termina por conceder la posibilidad de que la progenie del mulato recuperase la blancura cuando el descendiente tenía solamente un tatarabuelo negro y los quince restantes eran españoles. Sobre lo anterior Humboldt señaló en su Ensayo político sobre el reino de la Nueva España:
De la mezcla de un blanco con una mulata viene la casta de los Cuarterones; y cuando una Cuarterona se casa con un europeo o un criollo, su hijo lleva el nombre de Quinteron. El nuevo enlace con la raza blanca hace perder de tal modo el resto del color, que el hijo de un blanco y de una Quinterona es también blanco. (Humboldt, 1822, p. 261).
Como se puede apreciar en estos casos, ambos linajes persiguen un principio de blanqueamiento, es decir retornar a un estado de pureza dentro de la denominada raza europea. Debido a lo anterior las principales fuentes disponibles de la época omiten o ignoran la progenie de la mezcla entre indios y negras (o viceversa), dado que de acuerdo a su lógica y espíritu, no había sangre que purificar en la completa ausencia de ancestros europeos. Con esto presente, se podrá apreciar claramente que los principales autores del cientificismo racial persiguieron esta misma lógica, y que sus estudios sobre mestizaje se concentraron en la purificación del linaje para retornarlo a un estado primordial dentro de la raza europea2.
Establecido lo anterior, es importante aclarar que el cientificismo racial se encontraba dividido entre dos corrientes de pensamiento: el monogenismo y el poligenismo. El monogenismo respetaba el peso del dogma cristiano y por lo tanto tuvo que desarrollar teorías que respetasen el supuesto origen adamítico universal de la humanidad. Dicha corriente asumía que la humanidad tenía un solo origen común y que las diferencias raciales habían aparecido con el discurso del tiempo por la influencia del clima, la calidad del aire, la alimentación y el efecto de las constelaciones (Olson, 2003, p. 450).
Por otra parte, se encontraba el poligenismo, escuela que establecía y defendía la existencia de diferentes orígenes y, en consecuencia, diferentes especies dentro de la categoría humana. Dicho principio era incompatible con el dogma del cristianismo, y por lo tanto tuvo mucho menor popularidad y difusión, al menos durante el siglo XVIII. (Spencer Larsen, 2010, pág.14)
De acuerdo a la lógica de los monogenistas, una suerte de degeneración constante e inevitable afectaba a todos los hombres del orbe de acuerdo a su ubicación geográfica y las condiciones ambientales de su entorno. Este principio comprometía severamente al concepto de pureza de sangre hereditaria, al cual se subscribían de manera tan reacia los criollos americanos. Si la degeneración era cierta, entonces no importaba la pureza del linaje, ya que por efecto de las condiciones ambientales, los criollos americanos iban a terminar por “degenerar” y parecerse más a los amerindios que a sus ancestros europeos3.
Teniendo en cuenta lo anterior, y en atención al prolongado e intrincado proceso de mestizaje que se había experimentado en la América Española por más de dos siglos, los científicos europeos tomaron conciencia de su importancia como una suerte de laboratorio social y racial. La Nueva España en particular fue reconocida por su rico abanico de diversidad racial en el que se podía acceder a un amplio conocimiento sobre el comportamiento del linaje y la genealogía en torno al concepto científico de raza4.
Bajo esta coyuntura, numerosas obras científicas del siglo XVIII discutieron y abordaron el tema del mestizaje racial, tratando de comprender el comportamiento y secuencia de la descendencia híbrida producto de la mezcla entre europeos, amerindios y negros. Cabe recordar, que fue entonces cuando los científicos europeos pusieron sus ojos sobre la pintura de castas, teniendo contacto con la genealogía y nomenclatura del discurso de castas de la América Española, un sistema que fue asumido erróneamente como fiel retrato de la sociedad americana, y por lo tanto un fiel testimonio sobre el comportamiento y naturaleza de las mezclas raciales5.
La purificación de sangre en el entorno del monogenismo
El monogenismo como corriente de pensamiento congruente con el dogma cristiano, fue la escuela de mayor difusión e influencia dentro del paradigma del cientificismo racial. Como tal abundan las fuentes escritas que ayudan a comprender su lógica y a identificar los puntos en los que influyó con claridad el discurso de castas. Con el análisis de sus principales autores se puede identificar la presencia de la purificación de sangre, así como la adopción de numerosos términos de la nomenclatura de castas empleada comúnmente en la América Española.
Uno de los ejemplos más claros que se puede encontrar en cuanto al estudio del mestizaje racial y el empleo de la nomenclatura de castas americana, es la obra On the natural variety of mankind del científico alemán Johan Friedrich Blumenbach, publicada originalmente en el año de 1775. La posición teórica de Blumenbach era claramente monogenista, identificando al clima como principal factor en la diversificación racial del hombre6.
De acuerdo a este presupuesto teórico, Blumenbach se interesó especialmente en el mestizaje racial, asumiéndole como un proceso genealógico de alto impacto biológico, el cual terminaba por formar nuevas categorías raciales que tenían sus propias características físicas y morales. Bajo este principio asumió la posibilidad de recuperar la pureza racial con el transcurso de las generaciones, desestimando a su vez, la perpetuidad de la mácula racial para construir un discurso científico determinista que se fundamentaba en procesos genealógicos y la desaparición de fenotipos.
Blumenbach exploró la mezcla entre españoles y negros, concluyendo que no hay tal cosa como un linaje retrógrada (al menos no en los términos y lógica del discurso de castas). En su concepción, la descendencia del mulato perdía todo rasgo africano hacia la tercera generación. Su lógica seguía la siguiente dinámica: de blanco y etíope (negro), mulato; de blanco y mulato, tercerón (también llamado cuarterón o morisco); y finalmente de europeo y cuarterón, nacía octavón (o albino7), en sus propias palabras el albino ya era prácticamente igual a un europeo.
“Pero sobre si el más mínimo vestigio permanente de origen mixto sobrevive en producciones como esta, después de lo que nos han dicho los más creíbles testigos oculares sobre los hombres de tercera generación, es que en color y constitución son exactamente iguales que los europeos aborígenes, algo que nos parece casi increíble” (Blumenbach, 1865, p. 218)8
Para Blumenbach, el torna atrás solamente se manifestaba cuando el linaje tenía una nueva exposición a sangre negra, por lo tanto lo concibe como la mezcla entre un tercerón y un mulato (Blumenbach, 1865). Dentro de esta lógica, es entonces muy importante apreciar cómo el autor realizó una suerte de sincretismo entre sus propias conclusiones científicas y la adopción de la nomenclatura de castas, adaptando nombres como albino y torna atrás pero proveyendo una diferente lógica genealógica. Bajo este constructo terminó por aceptar -al menos de manera implícita- el blanqueamiento de la descendencia del mulato.
El caso de Blumenbach no es uno aislado, uno de los científicos que más enérgicamente defendió el principio de la degeneración fue Cornelio de Pauw, originario de los Países Bajos. En la Nueva España se le conoció perfectamente debido a sus severas acusaciones en contra de los criollos, individuos que desestimó por completo en una aplicación exacerbada de la teoría de la degeneración, llegando a asegurar, en pleno siglo XVIII, que ningún criollo había escrito jamás libro alguno, aseveración que era absolutamente falsa y que por obvias razones despertó la furia de los criollos ilustrados9.
Los europeos que pasan a América degeneran, como lo animales; una prueba de que su clima no es favorable para el desarrollo tanto del hombre como del animal. Los Criollos, descendientes de europeos nacidos en América, aunque educados en las universidades de México, de Lima, y el Colegio de Santa Fe, nunca han producido un solo libro. (Pauw, 1795, p. 17)10
Además de sus controversiales declaraciones en torno a la naturaleza y calidad de los españoles americanos, Pauw realizó amplios estudios en el campo del mestizaje racial. Dentro de este marco habló y teorizó sobre la progenie del mulato, reconociendo en ello el acceso a la purificación de la sangre siempre y cuando se siguiera una secuencia genealógica específica, Pauw describió este proceso en ambos sentidos, es decir para recuperar la composición de blanco, o en sentido contrario, la de negro. Para el proceso de blanqueamiento, Pauw propuso la siguiente dinámica:
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De un negro y una mujer blanca, nace el mulato, mitad negro y mitad blanco, con cabello largo.
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De un mulato y una mujer blanca, nace el cuarterón, moreno y con cabello largo.
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De un cuarterón y una mujer blanca, nace el octavón, menos moreno que el cuarterón.
De un octavón y una mujer blanca, nace un niño perfectamente blanco. (Pauw C. d., 1768)11
El camino que presentó para recuperar la pureza de la raza negra sigue la siguiente dinámica generacional: de blanco y negra, mulato; de mulato y negra, cuarterón; de cuarterón y negra, octavón; y finalmente de octavón y negra nacía un negro puro (Pauw C. d., 1768, p. 181). A diferencia de Blumenbach, Pauw no adoptó el sistema de nomenclatura de castas novohispano, pero sí el empleado comúnmente en la América Meridional12. Asimismo, prolongó el proceso de recuperación de pureza de sangre en una generación para tomar un total de cuatro mezclas antes de completar el blanqueamiento.
Como se puede ver, tanto Blumenbach como Pauw aceptaron el monogenismo, adoptando a la degeneración como principio rector en la diversificación racial del hombre. Sin embargo, a su vez ambos aceptaron el proceso de blanqueamiento y recuperación de la pureza racial por medio de secuencias genealógicas específicas, cayendo en una suerte de ambigüedad en la que se reflejó con claridad el sincretismo de las concepciones tradicionales sobre sangre y linaje con los nuevos principios del cientificismo racial13.
Dentro de esta coyuntura es que se puede apreciar con mayor claridad el impacto del discurso de castas en el desarrollo del cientificismo racial, y fue precisamente gracias a esto que los constructos genealógicos tradicionales encontraron un espacio dentro de la nueva teoría. El determinismo generacional de las castas, heredado a través de la sangre, fue estudiado dentro del paradigma del cientificismo racial, y terminó por convertirse en parte de su propia retórica, esto a pesar de ser un concepto que no era completamente compatible con la teoría de la degeneración.
Si la calidad del aire, la alimentación y el clima afectaban al hombre, ¿cómo se podía hablar de una purificación de sangre? Por más que se tratase de blanquear el producto a través de uniones matrimoniales estratégicas, las condiciones ambientales terminarían por degenerar el linaje. Bajo la lógica más estricta de la degeneración, la única manera de blanquear el linaje habría sido el mudarse a una ubicación geográfica más adecuada y benigna, dígase Europa, y esperar a que el discurso del tiempo realizase el resto del trabajo. Es precisamente dentro de esta yuxtaposición de ideas donde se puede encontrar uno de los puntos más débiles del cientificismo racial clásico, asomándose como una tímida, pero decisiva prueba de la naturaleza artificiosa del discurso racial dieciochesco.
Mayor congruencia se podría verificar entre algunos autores criollos y peninsulares de la época quienes aceptaron el monogenismo y la purificación de sangre, pero que por otra parte se negaron a aceptar la teoría de la degeneración. Claro ejemplo de lo anterior se puede encontrar en el misionero jesuita Joseph Gumilla, quien a través de su obra El Orinoco Ilustrado, publicado originalmente en el año de 1745, habló claramente sobre la progenie del mulato y el blanqueamiento genealógico. Gumilla reunió este conocimiento a través de sus años como misionero en la cuenca del Orinoco, en el que por entonces era el Nuevo Reino de Granada, lugar al que llegó en 1705 y en el cual permaneció hasta el momento de su muerte en 1750.
De entre los numerosos aspectos que describió en su obra, destaca para la presente investigación un conciso análisis que presentó sobre el origen del color negro de los africanos y los procesos genealógicos de blanqueamiento. En dicha sección, Gumilla discutió la teoría de la degeneración, teniéndole por falsa. Lo anterior lo llevó a cabo al presentar como principal argumento la existencia de colonias de gente blanca, que por espacio de doscientos años había permanecido en regiones equinocciales sin que se notase mutación alguna en su prole, la cual había mantenido el mismo color de sus ancestros.
No obstante el influjo del clima o país de Etiopía, no obstante el primitivo origen de las particularidades de tal clima, y no obstante aquella cosa general a todo el país, vemos en él y en Angola y en Sierra Leona gran cantidad de familias blancas, descendientes de aquellos primeros argonautas portugueses que por espacio de dos siglos han retenido, de generación en generación, su color blanco hasta hoy; y al contrario, en el Perú, Paraguay, Quito, Caracas, Nueva España y en todas las islas de Barlovento, no obstante la carencia de aquella cosa característica y general del país de los negros, es constante y es notorio y ajeno de toda disputa que los descendientes de padres negros salen negros […] (Gumilla, 1745, p. 92).
Dicho lo anterior, Gumilla se decantó por una explicación hereditaria, suponiendo que el color negro había surgido de manera espontánea y que había sido transmitido por simple genealogía, proveyendo por fundamento la existencia de albinos que nacían de padres completamente negros14. Siempre se apegó al supuesto del origen adamítico, por lo que su postura fue estrictamente monogenista, aunque sui generis, ya que como se apreció claramente en el párrafo anterior, no fue adepto de la teoría de la degeneración, prefiriendo en cambio un sistema basado en el surgimiento espontáneo de los fenotipos característicos del negro o del blanco, y el espectro intermedio entre ambos extremos.
Una vez comprendido lo anterior, es momento de destacar la postura de Gumilla sobre el asunto de la progenie del mulato. El jesuita calificó de falsa y vulgar la creencia popular de que el mulato no podía salir de mixto, es decir, que dentro de su concepción el linaje retrógrada, era solamente un constructo ideológico que se había popularizado entre las masas, evidenciando más que nunca la naturaleza artificiosa del discurso de castas. Gumilla declaró que si los mulatos no salían de dicha mezcla era precisamente por la popularización de esta falsedad genealógica, la cual terminaba por disuadir a la gente blanca de casarse con mulatos.
No es razón desterrar de este antiguo mundo el error precedente y dejar las Américas en otro error más perjudicial, que ha tomado posesión de todo vulgo, con notable desdoro de una clase dilatadísima de gente: y a la verdad, no sin atrasos en el camino del cielo; todo lo cual nace de la falsa opinión de que la especie de mulatos no sale: esto, no llegan los descendientes a la clase de blancos, como sucede en los mestizos y los indios. Digo que esto es falso, y el no salir o ser muy contados los que salen depende de esta misma falsa persuasión, por la cual repugnan el casarse con mulatas […] (Gumilla, 1745, p. 86)
La secuencia de blanqueamiento propuesta por Gumilla es la siguiente: de europeo y negra sale mulata; de europeo y mulata sale cuarterona -cuarta parte de negro-; de europeo y cuarterona sale ochavona -octava parte de negro-; finalmente, de europeo y ochavona sale puchuela -blanca totalmente- (Gumilla, 1745, pp. 86-87). Como se puede ver, de todos los autores hasta ahora aquí revisados, Gumilla fue el más claro en su postura sobre el blanqueamiento de la descendencia del mulato, juzgando por falsa y malintencionada la creencia vulgar del linaje retrógrada.
Caso muy similar se puede encontrar en las monumentales Gacetas de Literatura del criollo novohispano José Antonio de Alzate y Ramírez, obra periodística publicada entre 1787 y 1795, que durante su primera etapa el periódico estuvo titulado Observaciones sobre Física, Historia Natural y Artes Útiles. Dentro de los numerosos artículos, reseñas y noticias de toda índole que se pueden encontrar en esta dilatada publicación, existen al menos dos artículos que abordan el tema del mestizaje racial y el linaje retrógrado.
El primero de ellos se localiza en el artículo concisamente titulado Historia Natural (1787), el cual apareció en la primera etapa del periódico, acompañado de una breve Reflexión15. Dentro de esta disertación, Alzate y Ramírez exploró la razón por la cual los etíopes, como comúnmente se denominaba a los individuos de piel negra, presentaban dicha pigmentación. Al mismo tiempo enunció al poligenismo como tesis contraria al dogma cristiano, y por lo tanto falsa de acuerdo a su propia convicción y doctrina16.
A pesar de que Alzate se manifestó a favor del monogenismo, no estuvo de acuerdo con la teoría de la degeneración, cuestión que no debe de causar sorpresa dado que dicha tesis iba totalmente en contra de las aspiraciones raciales de los criollos, quienes como ya se ha apreciado defendían la pureza de su linaje a partir de una dinámica estrictamente generacional. Alzate concluyó que el color de piel de los negros era un enigma más de la naturaleza, análogo al fenómeno que se manifestaba cuando las flores presentaban diversos colores o cuando los frutos mostraban diferentes características en la naturaleza que en los cultivos controlados, tal y como se aprecia en la siguiente cita:
¿Qué mucho que no podamos resolver la grave dificultad sobre el origen del color etíope, si a nuestra vista se verifican fenómenos análogos que no podemos explicar? Los animales abandonados a su libertad son de color uniforme, los perros, los toros, los caballos son todos parecidos, lo mismo se verifica de las aves, los esclavitúa el hombre, y bajo su imperio, la piel varía, el pelo le crece y suaviza, a los cuadrúpedos les crecen las orejas, y se verifican aquellas grandes variedades que diariamente observamos en los domésticos. Las plantas por el cultivo casi mudan de naturaleza, las flores varían de color, y se convierten en dobles. (Alzate y Ramírez, Gacetas de literatura vol. IV, 1831, pp. 226)
Dicho lo anterior, Alzate negó por completo la existencia del linaje retrógrada, asegurando que tanto los tribunales novohispanos como la práctica, habían dictado que efectivamente los linajes provenientes de la mezcla entre blanco y negra (o viceversa) podían consumar con éxito el proceso de purificación de sangre. La importancia de este testimonio en particular es fundamental, ya que cita a la autoridad legal de la Nueva España como claro precedente de que la purificación de sangre a partir de la progenie del mulato era posible y totalmente reconocido. Lo anterior no solamente desmiente al linaje planteado por el discurso de castas, sino también a las apresuradas conclusiones de algunos investigadores en la actualidad17.
En efecto, siempre que se verifica prole provenida del consorcio de persona blanca con otra negra, resulta lo que llamamos mulato, y si esta se casa con otra blanca, la sucesión se va emblanqueciendo, hasta que por la serie de matrimonios contraídos en el mismo orden, se extinguen aquellos caracteres personales de los negros […] ¿Qué mejor índice podrían tener los jueces para sentenciar en los negocios de sucesiones, de herencias, y si dichos caracteres no se anonadasen? Ello es, que litigios de esta naturaleza no faltan, intervienen ocursos procurando muchas partes desvanecer los derechos de sus contrarios, con el pretexto de que son de origen etíope, y vemos que los jueces sentencian, no por el aspecto de las personas, sino por la información de los testigos, y por la exposición de documentos comprobantes. Señal segura de que se extingue el color negro, para que permanezca el blanco, propio de nuestros primeros padres.” (Alzate y Ramírez, Gacetas de literatura vol. IV, 1831, p. 224)
El hecho que un criollo ilustrado tan prolífero como Alzate desmintiese por completo el constructo genealógico del linaje retrógrada, permite verificar con gran seguridad la naturaleza artificiosa del discurso de castas, circunscribiéndole exclusivamente al plano ideológico y cultural de las élites coloniales. Para terminar de verificar el valor de este testimonio, se debe consultar al mismo autor en su artículo titulado Reflexión acerca de los albinos, el cual fue publicado en las Gacetas de Literatura hacia mediados del año de 179218.
Este brevísimo artículo complementa al anterior, proveyendo uno de los pocos testimonios escritos sobre el empleo de la voz albino para denominar una casta en el contexto virreinal más allá de la pintura de castas. Bajo este marco, Alzate terminó por descartar al linaje retrógrado como una invención del vulgo encaminada exclusivamente a desprestigiar a las familias bajo conceptos distorsionados de la realidad; así dice que el nacimiento de niños con pelo casi blanco, ojos azules y vista débil no significaba bajo ningún concepto científico un rastro inequívoco de la existencia de ancestros negros.
Uno de los mayores beneficios que pueden hacerse a los hombres es el desvanecer ciertas tradiciones populares y perturbadoras de la tranquilidad y honor de las familias cuando nace alguna criatura con los caracteres que presentan a los que llamamos albinos con pelo casi blanco, ojos azules, corta vista, al punto el vulgo profiere: este tiene alguna mezcla de sangre africana. Si antes de proferir se estudiase a la naturaleza, se consultasen más bien los libros que al vulgo, estos pretendidos votos decisivos se desengañarían de su error y verían que blancos sin resto de sangre africana suelen resultar proles con la piel negra y el pelo grifo; por el contrario de gentes negras presentarse proles con la cutis muy blanca […] (Alzate y Ramírez, Gacetas de Literatura vol. II, 1831, p. 425)
Muy por el contrario, Alzate aseguró que se había comprobado por registro de la experiencia, el nacimiento de niños perfectamente blancos con padres negros (o viceversa), concluyendo que así como en la naturaleza existían las mutaciones espontáneas, la humanidad se encontraba sujeta a las mismas leyes. Destaca que Alzate se desembarazara por completo del discurso de castas a pesar de formar parte del sector social que probablemente se veía más beneficiado con su observación. Aferrado a una visión científica e ilustrada, Alzate denunció las ficciones genealógicas del discurso de castas como un constructo ideológico sin base científica alguna, una falsedad que diariamente se disfrazaba de realidad para servir a los intereses de la élite colonial.
La purificación de sangre en el entorno del poligenismo
Como ya se dijo anteriormente, debido al peso del dogma cristiano, el poligenismo tuvo mucha menor difusión que el monogenismo, aunque a finales del siglo XVIII y principios del XIX fue cada vez mayor su influencia en los círculos científicos europeos. Uno de los primeros casos en los que se puede identificar ya una posición poligenista, se encuentra en la monumental obra The history of Jamaica de Edward Long, publicada originalmente en 1774 19.
Aunque a primera vista puede parecer que la obra gira en torno a cuestiones netamente históricas y ajenas al entorno de la América Española, en realidad Long abordó el tema racial de manera amplia y no sólo eso, sino que también discutió el mestizaje de acuerdo al sistema y nomenclatura de castas, tal cual como se empleaba en los virreinatos españoles. Una vez reconocido lo anterior, es conveniente recordar el trato y descripción que Long hizo sobre la naturaleza de los negros, reconociendo ya en ello una postura en la que se les concibe como ajenos a la raza blanca o europea:
En general, carecen de genio, y parecen casi incapaces de lograr cualquier progreso en la civilidad o la ciencia. No tienen plan o sistema de moralidad entre ellos. La barbaridad que muestran con sus hijos se debate con su propia naturaleza, incluso por debajo de la de los brutos. No tienen sensaciones morales, ni gusto excepto por las mujeres y la glotonería, bebiendo hasta el exceso; no tienen otro deseo más que de estar en reposo. Sus hijos, desde sus años más tempranos, se entregan a todo lo que la naturaleza les sugiere. Sus casas son cabinas miserables. No conciben placer en las partes más hermosas de sus países, sino que prefieren las más estériles. Sus caminos, como ellos le llaman, no son más que pasajes para ovejas, del doble de largo de lo que necesitan ser y son casi impasables. Su país en gran parte es un enorme desierto, plagado de zarzas y espinas. No usan carruajes, ni bestias de carga. Son representados por todos los autores como los más viles de la especie humana, de la cual apenas y tienen poca más pertenencia que la de su apariencia física” (Long, 1774, p. 353)20
Bajo este bagaje racial, Long discutió y probablemente acuñó el concepto de linaje retrógrado, adoptando la secuencia genealógica del discurso de castas en torno a la presencia, aparición y desaparición de sangre negra en la genealogía. Contrario a lo que se podría pensar, Long aceptó la posibilidad de completar un proceso de purificación de sangre a partir de la progenie del mulato de acuerdo a la siguiente dinámica: de blanco y negra, mulata; de blanco y mulata, tercerón; de blanco y tercerón, cuarterón; de blanco y cuarterón, quinterón; y finalmente de blanco y quinterón, producía blanco (Long, 1774, p. 70).
Como se puede ver, el proceso de blanqueamiento propuesto por Long toma cinco generaciones para completarse y es reminiscente de la nomenclatura empleada en la América Meridional. Sin embargo, Long también utilizó algunas palabras clásicas de la nomenclatura novohispana, por ejemplo tente en el aire, casta que según él, era el producto de la unión entre cuarterón y tercerón, la cual no suponía avance o retroceso en el proceso de blanqueamiento. En el linaje retrógrado que Long concibió, se habla sobre el saltatrás como producto de una nueva exposición a sangre negra (unión de mulato y tercerón), discutiendo también otras mezclas como el zambo o el gíbaro, mismas que surgían por mezcla con sangre amerindia (Long, 1774, p. 261).
Otro poligenista que discutió ampliamente la secuencia genealógica del linaje retrógrado fue el naturalista francés Julien Joseph Virey, quien a principios del siglo XIX prolongó el debate del cientificismo racial, poniendo ya en duda la validez de la teoría de la degeneración. En su obra Histoire naturelle du genre humain publicada originalmente en el año de 1824, Virey cuestionó la concepción de raza, y puso sobre la mesa el principio de diversidad de especies, aceptando implícitamente el posible origen plural de la humanidad, la cual estaría entonces compuesta por linajes independientes con origen autónomo.
El principal argumento que Virey utilizó para defender su postura poligenista, fue precisamente la supuesta existencia de una tendencia natural hacia la purificación del linaje. De acuerdo a sus conclusiones, los linajes mezclados presentaban una predisposición genealógica que les llevaba a recuperar la pureza racial hacia la tercera o cuarta generación21, bajo este principio, la hibridación no supondría una esterilidad, sino simplemente una tendencia hacia la recuperación del genio, figura y costumbres de la raza con mayor presencia en el linaje.
Sería clara evidencia de que no sólo hay razas esenciales, sino especies completamente separadas en la humanidad. Esto contrariaría lo que argumentaron Blumenbach y otros autores, influenciados por la autoridad religiosa del Génesis como ley de la naturaleza. Los cambios en el clima, alimentación, hábitos, etc., explicarían solamente de manera superficial la constitución interna de los negros y sus diferencias con los blancos. Sin embargo nada se ha probado en este momento. (Virey, 1824, p. 193)22
De acuerdo a esta lógica, Virey aceptó la probabilidad de librar de mixtura a la progenie del mulato, y como tal, describió la siguiente secuencia genealógica: de blanco y negra, mulato; de blanco y mulata, tercerón o morisco; de blanco y tercerón, cuarterón o albino; de blanco y cuarterón, quinterón (Virey, 1824, pp. 189-191). Al igual que otros de los autores aquí analizados, Virey discutió la existencia del saltatrás como una casta que retrocedía en el proceso de blanqueamiento, pero que solamente se producía cuando había nueva mezcla con un mulato23.
Dicho lo anterior, queda claro por qué los científicos se desembarazaron de ciertas ficciones genealógicas del discurso de castas, pero que simultáneamente decidieron adoptar sus nomenclaturas, adaptándolas a una lógica de purificación de sangre. La visión determinista del cientificismo racial buscó proveer una lógica puritana al mestizaje racial, argumentando que los linajes mezclados tendían siempre a retornar al estado primordial, identificando con ello a la mezcla como un estadio temporal que se traducía a una irrupción en el rígido orden natural.
Bajo este principio el linaje retrógrado fue invertido para construir un linaje ascendente a partir de la descendencia lineal del mulato, secuencia genealógica que fue validada por medio de la teoría y retórica del cientificismo racial. Aunque los diversos autores propusieron sus propios linajes de purificación racial (los cuales tomaban entre tres y cinco generaciones para completar el proceso de blanqueamiento) con nomenclaturas diversas, todos terminaron por caer en el paradigma del determinismo genealógico, hablando sobre mismos resultados para mismas mezclas.
Del mismo modo, el concepto de torna atrás o saltatrás, fue ampliamente abordado por el cientificismo racial, asumiéndole como una generación del mestizaje en la que se retrocedía en el proceso de blanqueamiento. El evidente origen hispano de la palabra delata su procedencia y permite evidenciar el alto nivel de influencia que tuvo el discurso de castas de la América Colonial sobre el estudio y concepción de los estudios raciales en los siglos XVIII y XIX.
Reflexiones Finales
La purificación de sangre solamente se puede concebir desde una visión eurocéntrica, la blancura y la cristiandad eran los baluartes a partir de los cuales se construía una legitimidad para los hombres europeos como poseedores del monopolio sobre el poder, las ciencias y las artes. Atendiendo a lo anterior es evidente que los científicos y académicos del siglo XVIII cayeron en el prejuicio del eurocentrismo y lo trasladaron al entorno del cientificismo racial, perpetuando con ello las ideas sobre linaje, sangre y temperamento que formaban parte esencial de la cultura occidental.
La misma teoría de la degeneración partía del principio que presuponía que el europeo era el individuo primordial, la raza original a partir de la cual habían degenerado el resto de las otras razas del hombre, dentro de esta concepción del cientificismo racial se puede identificar una sensación de involución, contraria al principio de evolución que comenzaría a ganar fuerza en el s. XIX con las teoría de Darwin. Los primeros estudiosos de la cuestión racial asumieron, prácticamente sin siquiera preguntarse, que la raza europea era la superior, el punto de comparación a partir del cual se debía de juzgar la condición de los pueblos del mundo (Goldberg, 1992, pp. 545-546).
En el siglo XIX este principio se siguió asumiendo con verdadero a pesar del advenimiento de la Genética de Mendel y de la aparición de las teorías de la evolución desarrolladas por Charles Darwin. El Ensayo sobre la desigualdad de las razas del hombre (1855) del Conde de Gobineau, obra poligenista24 que llevó a su máxima expresión el supremacismo eurocéntrico, puede servir como un claro ejemplo de la asociación entre ideología y ciencia, construyendo un discurso racista que influiría profundamente en la política internacional, incluso fungiendo como base ideológica para la colonización europea de África y Asia, o llevada a sus máximas consecuencias por el Nacionalsocialismo alemán.
“[…] y, dentro de esta nobleza humana, los europeos son los más eminentes por la belleza de las formas y el vigor del desarrollo muscular. Nada, pues, más razonable, en apariencia, que declarar las familias de que se compone la humanidad, tan extrañas una a otra como lo son, entre sí, los animales de especies diferentes” (Gobineau, 1937, p. 91)
Como se ha podido ver en el presente artículo la América española, como pionera en el campo del mestizaje, sirvió como testimonio para el emergente paradigma del cientificismo racial en el siglo XVIII. Fue a través de este canal que las ideas, nomenclaturas y dinámicas genealógicas del discurso de castas fueron transferidas, adoptadas y adaptadas al léxico y teoría de la comunidad científica, espacio en el que permanecerían por longevo período hasta bien entrado el siglo XX cuando finalmente se ha desmentido la cuestión racial y ha emergido el concepto de fenotipo25.
Aunque ha quedado claro que la América española nunca observó un rígido modelo de régimen racial26, la ideología y los constructos genealógicos del discurso de castas proyectaron una serie de tradiciones y concepciones que marcarían un profundo impacto en otras sociedades y entornos. La identificación de este diálogo taxonómico permite proveer al estudio del fenómeno de las castas de todo un nuevo enfoque para su comprensión y trascendencia en el campo de las investigaciones antropológicas, sociológicas y científicas.
Referencias
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Respecto a este tema, Long se expresa de la siguiente manera: “In the Spanish colonies, it is accounted most creditable to mend the breed by ascending or growing whiter; insomuch that a Quarteron will hardly keep company with a Mulatto; and a Mestize values himself very highly in comparison with a Sambo” (Long, 1774, p. 261)
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Ya desde el siglo XVI se pueden encontrar claros testimoniales sobre un concepto de degeneración en los europeos nacidos y habidos en América, por efecto e influencia de las condiciones ambientales: “Pero ya me parece que oigo dos replicas contra lo dicho en esta solución. La primera que si fuera verdadera y cierta la causa que hemos dado, porque los Indios no tienen barbas, hiciera el mismo efecto en los hijos de Españoles que nacen en aquella región, a quien llaman Criollos; los cuales gozan del mismo cielo, de un mismo aire, y constelación, y del mismo temperamento que gozan los Indios. A esta replica digo lo mismo que respondo a la objeción arriba puesta; conviene saber, que como los Indios fueron perdiendo los pelos de las barbas por la complexión y disposición que fueron adquiriendo en aquella tierra y región; así acontecerá a los hijos de Españoles por discurso de tiempo, y pasando muchos años.” (García, 1607, p. 192)
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Un ejemplo claro sobre la concepción exótica que tenían los científicos europeos sobre la Nueva España, se puede encontrar en el tomo III de la monumental obra Histoire Naturalle, générale et particulière, avec la description du cabinet du roi del naturalista francés Georges-Louis Leclerc, Conde de Buffon: « Les peuples qui habitent actuellement le Mexique et la nouvelle Espagne, sont si mêlez, qu’à peine trouve-t-on deux visages qui soient de la même couleur ; il y a dans la ville de Mexico des blancs d’Europe, des Indiens du nord et du sud de l’Amérique, des nègres d’Afrique, des mulâtres, des métis, en sorte qu’on y voit des hommes de toutes les nuances de couleurs qui peuvent être entrele blanc et le noira. Les naturels du pays sont fort bruns et de couleur d’olive, bien faits et dispos, ils ont peu de poil, même aux sourcils, ils ont cependant tous les cheveux fort longs et fort noirs ». (Leclerc, 1749, pp. 498-499)
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Lo anterior se manifiesta en la siguiente cita: “First of all I will say a few words about the influence of climate, whose effects seem so great that distinguished men have thought that on this alone depended the different shapes, color, manners and institutions of men. There are, however, two ways in which men may gather experience of a change of climate, both of which are to our purpose. They may emigrate and so change the climate, and also it may happen that the climate of their native country may sensibly become more mild or more severe, and so the inhabitants may degenerate […] It will be sufficient to say here that there is no diversity of habit, which may not be produced by varieties of climate; which is extremely apparent, even from the history of brute animals”. (Blumenbach, 1865, p. 71)
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Original en inglés: But that the slightest permanent vestige of their mixed origin is to be found in productions like these, after what we have been told by most credible eye-witnesses about the men of the third generation, that as the color and constitution they are exactly like the aboriginal Europeans, is a thing that seems almost incredible.
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Uno de los primeros criollos en reaccionar a las acusaciones de Pauw, fue el exiliado jesuita Francisco Javier Clavijero que en su Historia antigua de México trató de refutar dichas acusaciones: “Mr. De Paw represente a los Americanos débiles y enfermizos; Ulloa afirma, por el contrario, que son sanos, robustos, y fuertes. ¿Cuál de estos dos escritores merece más crédito, Mr. De Paw que se puso a filosofar en Berlín sobre los americanos, sin conocerlos, o D. Antonio de Ulloa, que por muchos años lo vio, y trató en diversos países de la América Meridional? ¿Mr. De Paw que se propuso vilipendiarlos, y envilecerlos, para establecer su desatinado sistema de la degeneración, o D. Antonio de Ulloa, que, aunque poco favorable a los indios, no trató de formar un sistema, si no de escribir lo que creyó verdadero?” (Clavijero, 1826, p. 318)
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Original en inglés: “The Europeans who pass into America degenerate, ad to the animals; a proof that the climate is unfavorable to the improvement of either man or animal. The Creoles, descending from Europeans and born in America, though educated in the universities of Mexico, of Lima, and College de Santa Fé, have never produced a single book.”
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Original en francés: “1 D’un Nègre & d’une femme blanche, naît le mulâtre, à demi-noir, à demi-blanc, à longs cheveux. 2. Du Mulâtre & de la femme blanche, provient le quarteron basané, à cheveux longs. 3. Du Quarteron & d’une femme blanche, fort l’octavon moins basané que le quarteron. 4. De l’Octavon & d’une femelle blanche, vient un enfant parfaitement blanc.”
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“De este hecho y hechos infiero esta consecuencia: luego después de la dispersión de las gentes pudieron nacer de padres blancos hijos negros, y casados éstos entre sí, ir poblando países que hasta hoy poseen y llenarlos de negros a fuerza de tiempo, como ha sucedido en otras gentes y provincias.” (Gumilla, 1745, págs. 93-94)
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La siguiente cita ilustra el tema tratado: “Las disputas de filósofos y naturalistas, sobre el color de los negros, han sido y serán interminables. Un filósofo irreligioso quiso zanjar la dificultad, suponiendo que los negros tienen otro origen que los blancos; pensamiento no solo contrario a la revelación, más también a las observaciones de los físicos, y aún de los que no lo son.” ( Alzate y Ramírez, 1831, p. 223)
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En 2008 López Beltrán aseguró que el blanqueamiento a partir del mulato solamente era aceptado en la América meridional más no en la Nueva España, conclusión a la que seguramente llegó basándose exclusivamente en la pintura de castas, probablemente la fuente más importante para comprender el discurso de castas, pero también la más engañosa. “Como ya dije, en otras regiones, aunque más dilatada, la secuencia de blanqueamiento a partir del mulato podría desembocar en un español, en México no.” (López Beltrán, 2008, p. 297)
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Original en inglés: “In general, they are void of genius, and seem almost incapable of making any progress in civility or science. They have no plan or system of morality among them. Their barbarity to their children debates their nature even below that of brutes. They have no moral sensations; no taste but for women: gormandizing, and drinking to excess; no wish but to be idle. Their children, from their tenderest years, are suffered to deliver themselves up to all that nature suggests to them. Their houses are miserable cabins. They conceive no pleasure from the most beautiful parts of their countries, preferring the more sterile. Their roads, as they call them, are mere sheep-paths, twice as long as they need be, and almost impassable. Their country in most parts is one continued wilderness, beset with briars and thorns. They use neither carriages, nor beasts of burthen. They are represented by all authors as the vilest of humand kind, to which they have little more pretention of resemblance that what arises from their exterior form.”
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“Suivant quelques observateurs, et surtout Antonio Ulloa, Twiss, ces mélanges se perpétuant chacun dans leur propre caste, retournent dès troisième génération à leur race primitive; les sangs étrangers, d’après ces auteurs, disparaissant ou s’épurant successivement d’eux mêmes.” (Virey, 1824, p. 162)
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22
Original en francés: “Ce serait donc une preuve manifeste qu’il existe non seulement des races essentielles, mais des espèces distinctes et véritable dans le genre humain. Il ne serait pas un, comme l’ont soutenu Blumenbach et la plupart des auteurs, plutôt d’après l’autorité religieuse de la Genèse que d’après les lois de la nature. Les modifications des climats, des nourritures, des habitudes, etc., ne seraient que superficielles, et incapables d’expliquer la constitution intime du nègre dans ses différences d’avec le blanc. Toutefois rien n’est prouvé sur ce point.”
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24
“La opinión de gran número de observadores, ateniéndose a la primera impresión y juzgando sobre los extremos, aclara que las familias humanas ofrecen diferencias tan radicales, tan esenciales, que no podemos menos de negarles la identidad de origen. Al lado de la descendencia adamítica, los eruditos adheridos a este sistema suponen muchas otras genealogías. Para ellos la unidad primordial no existe en la especie, o, para expresarse mejor, no existe una sola especie, sino tres, cuatro y más, de las cuales han salido generaciones perfectamente distintas, que, por sus mezclas han formado las híbridas” (Gobineau, 1937, pp. 89-90)
Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
Jul-Dec 2017
Histórico
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Recibido
13 Jul 2016 -
Acepto
17 Abr 2017