Open-access Edwidge Danticat. (2021). Todo lo que hay dentro. Buenos Aires: Fiordo

¿Es el hogar el lugar donde nacemos?1

(Danticat, 2019, p. xii, traducción propia).

Todo lo que hay dentro, de la escritora haitiana Edwidge Danticat, editado en 2021 por Editorial Fiordo, reúne relatos que fueron publicados con anterioridad entre los años 2006 y 2018 en revistas como Callaloo, The Caribbean Writer, Granta, Ms., The New Yorker y The Washington Post Magazine.

El libro comienza de un modo muy sugerente. “Nacer es el primer exilio. Caminar por la tierra una eterna diáspora” reza el epígrafe que, a través de relatos crudos y conmovedores, se propone mostrar otra realidad de la comunidad migrante y representarla en su esencia, con sus valores y miserias, lejos de la visión estereotipada ligada a catástrofe y crisis que involuntariamente viene a la mente cuando uno piensa en un país castigado de manera sistemática por cuestiones políticas, económicas y naturales. Dichas coyunturas impiden ver el lado humano que subyace detrás del exilio, y eso es precisamente lo que se propone Danticat en estos cuentos, ya que, en palabras de la misma autora, “cuando vienes de un lugar que a menudo está tan politizado como Haití, la gente tiende a pensarte en términos de generalidades, y por eso siento que siempre estoy tratando de acercar a la gente a las experiencias individuales” 2 (Mirabal y Danticat, 2007, p. 33, traducción propia). Se aprecia, al leer los relatos, que ese acercamiento está en efecto logrado, ya que las historias muestran a la perfección un Haití que no se ve en las noticias.

Danticat, nacida en 1969 en Puerto Príncipe, dejó su tierra natal a los 12 años para vivir en Nueva York, Estados Unidos. Estar en dos países con diferencias socioculturales y lingüísticas posibilitó que su historia personal, como ella misma afirmó en una entrevista en 2007, fuera un puente: “Mi hogar es un puente entre esos lugares. Mi familia es un puente. Todo en mi vida pertenece en uno o bien en ambos mundos” 3(Alexandre et al., 2007, p. 165, traducción propia). Esto, por tanto, le ha servido para retratar de un modo vívido la experiencia migrante, ya que ella es parte de esa comunidad para la que un nuevo comienzo lejos es una verdadera necesidad de supervivencia. La diáspora en estos casos se presenta como una salida que cumple un doble propósito: el distanciamiento con respecto a una realidad adversa y la posibilidad de inscribirse en el mundo, superando las diferencias culturales que presenta el lugar de llegada y configurando nuevos espacios de inserción: “Estos espacios 'entre-medio' (in-between) proveen el terreno para elaborar estrategias de identidad (selfhood) (singular o comunitaria) que inician nuevos signos de identidad” (Bhabha, 2013, p. 18), lejos de binarismos limitantes, allí donde la diferencia cultural permite el descubrimiento de nuevos matices. Veremos a continuación que los personajes de Todo lo que hay dentro tienen grises, capas profundas que, una vez descubiertas, revelan secretos, en muchos casos dolorosos, pero que en definitiva ayudan a sobrevivir en esos intersticios en constante cambio en los que la vida se desenvuelve.

En cuanto a la estructura, Todo lo que hay dentro presenta magistralmente ocho relatos de migrantes que, siguiendo un patrón de continuidad y discontinuidad, se desplazan entre Puerto Príncipe, Miami y Nueva York. Las ciudades elegidas son mucho más que simples locaciones geográficas funcionales al desarrollo narrativo: representan la simultaneidad del aquí y allá, un estar lejos sin dejar de estar cerca, un ir y venir entre el desconsuelo y la esperanza, entre un pasado doloroso y la necesidad de un presente digno, en definitiva, la ambivalencia que marca a fuego la experiencia del migrante. Dicha dualidad de la experiencia hace que la diáspora guarde en todo momento la esperanza de la salvación y el anhelo de un futuro, por más compleja que se presente esa meta.

Los protagonistas de cada una de las distintas historias se enfrentan continuamente a la idea de que “la migración es un viaje sin retorno. No hay un ‘hogar’ al cual volver. Nunca lo hubo” (Hall, 2015, p. 11), y mezclan de forma simultánea un deseo por dejar atrás Haití, pero a la vez un inevitable retorno físico o sentimental a la isla, un lazo que, aunque en ocasiones tenso, nunca se rompe del todo. Los migrantes de las ocho historias desafían la afirmación de Hall y dan cuenta de que no importan los miles de kilómetros que uno recorra escapando de aquello que no quiere en y para su vida, en el fondo el nexo con el hogar es inquebrantable, y cada uno lo demostrará a su forma.

En el primer relato, Dosas, Elsie, una enfermera viviendo en Miami, se entera de que la actual pareja de su ex marido ha sido secuestrada y se necesita una gran suma de dinero para liberarla. Esta situación límite introduce, como ocurrirá con los relatos siguientes, la idea de complementariedad entre pérdida y memoria. En este caso, la angustia de no contar con suficiente dinero se mezcla con retazos de recuerdos de lo que alguna vez fue su vida de casada con Blaise, como así también de la amistad que supo unirla con Olivia (la mujer secuestrada, actual pareja de Blaise). En algún momento la asalta además el temor de que algún familiar suyo pueda ser secuestrado, aquellos a quienes ella dejó en Haití, lo que hace que esta situación la encuentre comprometida de una forma especial.

En el segundo relato, En los viejos tiempos, Nadia, una profesora de secundaria en Nueva York, recibe la noticia de que su padre, a quien por culpa de la diáspora nunca conoció, está muriendo. La pérdida inminente despierta en ella profundas reflexiones acerca de ese vínculo que nunca pudo ser, en parte porque su padre decidió creer en la esperanza de la recuperación nacional luego de la dictadura y volver a Haití, en parte por la mentira de su madre, que se esforzó por esconder la figura paterna de la vida de Nadia. Su reflexión en medio de la cercanía del desenlace final, “había elegido a un país y no a nosotras” (Danticat, 2021, p. 62), la envuelve en la mezcla de sensaciones que involucra irse o quedarse, y las consecuencias de ese compromiso asumido.

El tercer relato, El especial de bodas de Puerto Príncipe, presenta el lado contrario de la diáspora, una pareja que decide volver de Estados Unidos y asentarse con un pequeño hotel en la capital haitiana. Cuando una de las empleadas del hotel descubre que tiene VIH, la narradora y Xavier, su marido, intentan ayudarla buscando el tratamiento adecuado con recursos económicos que no son los de la enferma ni los de su madre, lo que ocasiona una grieta entre quienes viven privados de recursos y quienes están inmersos en otra realidad, “estos forasteros idiotas, estos que ya no son del todo haitianos” (Danticat, 2021, p. 84). En última instancia, esta diferencia lleva a pensar en cuán intacto permanece el sentido de pertenencia para quienes se fueron y decidieron volver.

En el cuarto relato, El regalo, una pareja de amantes se reencuentra en Miami luego del terremoto en Haití. La pérdida de su mujer y su hija forzadamente obliga a Thomas a regresar a Estados Unidos y empezar de cero, buscando de alguna forma “el derecho estadounidense a la felicidad” (Danticat, 2021, p. 102), tan inalcanzable cuando no se tiene nada por lo que ser feliz, una premisa paradójica después de que una catástrofe natural se llevara lo más preciado y transformara el exilio en una búsqueda por sanar las heridas abiertas.

El quinto relato, Globos Aerostáticos, nos presenta a Neah, una estudiante que regresa profundamente movilizada de una estadía humanitaria en Haití. Neah decide realizar el viaje luego de ver un folleto que le muestra su compañera de cuarto, Lucy, hija de haitianos, quien, aunque no haya nacido allí, se “consideraba haitiana 'del lado izquierdo del guion'” (Danticat, 2021, p. 124). Sin quererlo, Lucy enfrenta a Neah de la manera más cruda a la realidad de cientos de mujeres víctimas de violencia de género en Puerto Príncipe y la obliga a reflexionar acerca de si es posible conservar la esperanza de un futuro mejor frente a tanto sufrimiento en el mundo.

El sexto relato, Amanecer, anochecer, contrapone a Carole y Jeanne, madre e hija, la primera exiliada de Haití, testigo de un país arrasado por la dictadura, la segunda, nacida en Estados Unidos, ajena a la realidad más dura. Carole se muestra incapaz de comprender la depresión que aqueja a Jeanne, cuya vida lejos del dolor es producto de la migración de su madre, “¿No sabe que es una excepción en este mundo, donde lo normal es ser infeliz, tener hambre, trabajar sin parar y no ganar casi nada, y aguantar los caprichos de lo que venga, desde tiranos hasta huracanes y terremotos?” (Danticat, 2021, p. 145). La incomprensión entre Jeanne y su madre se mezcla en este relato con las frecuentes pérdidas de memoria de Carole, que recuerdan con insistencia la fragilidad de los lazos y lo necesario que es protegerlos del arrollador paso del tiempo.

El séptimo relato, Las siete historias, relata los días de vacaciones que pasa Kim, una periodista, visitando a una vieja amiga, esposa del primer ministro de su país, una nación del Caribe insular cuyo nombre nunca es revelado. Callie, a quien Kim conoce en Brooklyn, llega a Nueva York escapando con su madre luego de que su padre, también en su momento primer ministro, fuera asesinado. Durante la visita en esta isla, Kim ve de cerca las dos realidades del país, una cuidadosamente preparada para actos políticos, otra dejada a su suerte entre la suciedad y el abandono. Con la idea que Kim aún tiene fija desde su niñez de que Callie se asemeja a una princesa salida de un cuento de hadas, este relato introduce la visión de que la diáspora en una clase social alta no necesariamente es sinónimo de bienestar y que, detrás de un pretendido retorno próspero a la tierra natal, “ninguna historia está completa nunca” (Danticat, 2021, p. 204).

Para finalizar, el octavo relato, Sin inspección, es el único que cuenta la experiencia de la migración y el exilio desde una perspectiva masculina. Quizás la más conmovedora de todas las historias, presenta a Arnold, un inmigrante indocumentado que hace un repaso de su vida mientras cae desde un andamio a gran altura. Arnold, que “había entrado al país 'sin inspección'. Es decir, no se había presentado ante ningún oficial de inmigración el día en que llegó a los Estados Unidos, lo que quería decir que, técnicamente, ni siquiera estaba allí” (Danticat, 2021, p. 224), interpela sin dudas al lector acerca de la realidad de aquellos que llegan en condiciones infrahumanas a Estados Unidos, desesperados por tener una vida digna y que, por su misma situación de carecer de documentos, pasan desapercibidos. Sin inspección logra descubrir la tragedia humana detrás de la inmigración que, lejos de cifras y estadísticas, esconde el profundo deseo de quienes, aunque no tengan éxito, solo quieren vivir.

En la narrativa de Edwidge Danticat las identidades se van forjando marcadas por la hibridez propia del cruce de fronteras, que implica en ese traslado un inevitable desajuste entre realidades contrapuestas, desajuste que se evidencia en los distintos relatos con un denominador común que, como se planteó con anterioridad, relaciona las vidas de todos los personajes: la pérdida material o simbólica: pérdida de dinero, de la confianza, de un amor, de la memoria, de la vida. Pero, junto con el descubrimiento de lo efímero de las cosas y de lo absurdo que es intentar aferrarse a ellas, quienes han sufrido el despojo en alguna de sus múltiples caras también están atravesados por una actitud que refleja un instinto de supervivencia: eligen creer. Porque, a pesar de todo, predomina la empatía, la certeza de que je est un autre, tal cual reza la frase de Rimbaud que Neah, una de las protagonistas de Globos aerostáticos, tiene tatuada sobre su esternón.

Todo lo que hay dentro nos muestra que la vida del migrante, lejos de constituirse como algo estático que se sella sin fisuras anclándose al país de llegada, se construye como algo progresivo en el tiempo, a uno y otro lado del guion. Los ocho relatos aquí analizados son una abrumadora evidencia de que, además de la carga política que acompaña la decisión de migrar, hay un lado humano que necesita consuelo y un lado inaudible que necesita ser escuchado. Es de hecho aquello invisibilizado lo que motiva el deseo de metamorfosis, lo que incentiva a los personajes presentados en este trabajo a rearmarse y fortalecerse en el traslado físico y simbólico entre Haití y Estados Unidos, Estados Unidos y Haití. Porque el instinto de reinventarse y seguir adelante es, después de todo, todo lo que hay dentro.

Referencias

  • Alexandre, Sandy; Howard, Ravi Y. y Danticat, Edwidge. (2007). An Interview with Edwidge Danticat. Journal of Caribbean Literatures, 4(3), 161-174. http://www.jstor.org/stable/40986220
    » http://www.jstor.org/stable/40986220
  • Bhabha, Homi. (2013). El lugar de la cultura Manantial.
  • Danticat, Edwidge. (2019). Foreword. En Dohra Ahmad (Ed.), The Penguin Book of Migration Literature (pp. xi-xiii). Penguin Books.
  • Danticat, Edwidge. (2021). Todo lo que hay dentro Editorial Fiordo.
  • Hall, Stuart. (2015 (1987)). Los sí mismos al mínimo (Minimal selves) (Luisa Piedrahíta y Andrés Sánchez, traductores). Intervenciones en Estudios Culturales, (2), 9-15. https://intervencioneseecc.files.wordpress.com/2016/03/art01_hallstuart_los-si-mismos.pdf
    » https://intervencioneseecc.files.wordpress.com/2016/03/art01_hallstuart_los-si-mismos.pdf
  • Mirabal, Nancy Raquel y Danticat, Edwidge. (2007). Dyasporic Appetites and Longings: An Interview with Edwidge Danticat. Callaloo, 30(1), 26-39. http://www.jstor.org/stable/30135860
    » http://www.jstor.org/stable/30135860
  • 1
    “Is home the place where we are born?”.
  • 2
    “when you come from a place that’s so often politicized like Haiti, people tend to think about you in terms of generalities, and so I feel like I’m always trying to bring people closer to individual experiences”.
  • 3
    “My home is a bridge between those places. My family is a bridge. Everything in my life belongs in either one or both worlds”.

Fechas de Publicación

  • Fecha del número
    Jul-Dec 2023
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