Open-access Historiografía literaria y literatura indígena costarricense: exclusión y violencia epistémica desde la retórica de la modernidad

Literary Historiography and Costa Rican Indigenous Literature: Exclusion and Epistemic Violence from the Rhetoric of Modernity

Historiografia literária e literatura indígena costarriquenha: exclusão e violência epistêmica da retórica da modernidade

Resumen

El propósito de esta investigación es analizar lo indígena como categoría literaria y su relación con el discurso historiográfico nacional. Su objetivo es evidenciar los procesos de exclusión que han experimentado las diferentes manifestaciones estético-literarias indígenas en la historiografía costarricense, considerada como una práctica socio-discursiva con implicaciones políticas, culturales e ideológicas. Las fuentes utilizadas incluyen: una antología, dos documentos históricos literarios, y un diccionario literario, a partir de las cuales fue posible estudiar los procesos de construcción (teóricos y metodológicos) de estos textos a través de la teoría decolonial de Walter Mignolo y la retórica de la modernidad. Los principales hallazgos demuestran que existe una correlación entre la matriz colonial del poder y los procesos de exclusión encontrados en los textos estudiados, los cuales corresponden a parámetros epistemológicos europeos.

Palabras clave Literatura indígena; historiografía costarricense; literatura costarricense; discurso historiográfico; teoría decolonial

Abstract

The purpose of this research is to analyze the indigenous as a literary category and its relationship with the national historiographic discourse. Its objective is to prove the exclusion processes that the different indigenous aesthetic-literary manifestations have experienced in Costa Rican historiography, considered as a socio-discursive practice with political, cultural and ideological implications. The sources used include: –an anthology, two literary historical documents, and a literary dictionary, from which it was possible to study the construction processes (theoretical and methodological) of these texts through Mignolo's decolonial theory and rhetoric of modernity. The main findings show that there is a correlation between the colonial matrix of power and the processes of exclusion found in the texts studied, which correspond to European epistemological parameters.

Keywords Indigenous literature; Costa Rican historiography; Costa Rican literature; historiographic discourse; decolonial theory

Resumo

O objetivo desta pesquisa é analisar o indígena como categoria literária e sua relação com o discurso historiográfico nacional. Seu objetivo é demonstrar os processos de exclusão que as diferentes manifestações estético-literárias indígenas receberam na historiografia costarriquenha, pensando esta última como uma prática sociodiscursiva com múltiplas implicações: políticas, culturais e ideológicas. Por meio da análise de uma amostra representativa de antologias, histórias da literatura e dicionários literários, estudam-se os processos de construção (teórica e metodológica) desses textos com base na teoria descolonial de Mignolo e na retórica da modernidade. Os principais achados revelam uma correlação entre a matriz colonial do poder e os processos de exclusão presentes nos textos, onde estes correspondem a parâmetros epistemológicos europeus.

Palavras-chave Literatura indígena; historiografia costarriquenha; literatura costarriquenha; discurso historiográfico; teoria descolonial

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“Ellos ordenaron el mundo al revés, tienen un único Dios en el cielo, y no ven que Sibú es imposible sin Surá” (Lobo, 1998, p. 9).

Orígenes

La historiografía nacional identifica el origen de la literatura costarricense, –al menos en sus textos más reconocidos, como los de Bonilla (1981) y Rojas y Ovares (1995)–, en el siglo XIX y se asocia a un periodo y a una espacialidad específicos, a saber: el Estado oligárquico y el Valle Central. Es en este ejercicio de “génesis” donde justamente, se pueden encontrar algunas contradicciones, las cuales radican en la manera en la que se han elaborado los discursos históricos literarios. El proyecto historiográfico llamado “literatura costarricense” se ha elaborado a partir de teorías positivistas y de cortes metodológicos tradicionales, como por ejemplo: la idea de género literario, generaciones y, por ende, origen. En el país, y en el resto de Centroamérica, a pesar de que existe un claro pasado aborigen desde el punto de vista de la literatura, aún vigente (Zavala y Araya, 1995), los diferentes tipos de discursos historiográficos han decidido ignorar por completo tales manifestaciones. Se desecha así la categoría indígena como parte del sistema literario costarricense. Precisamente, entre este silencio y el discurso historiográfico oficial se presenta una tensión que implica múltiples procesos de selección y exclusión con respecto a las prácticas estéticas indígenas. Lo anterior se desarrolla en la siguiente cita:

Los orígenes de la producción literaria en América Central, al igual que para el resto de los países de América Latina, se ubica en la mayoría de las historias de la literatura, a partir del reconocimiento de aquellas prácticas que responden a una axiología que informa la producción cultural, y establece una preceptiva excluyente que obliga a distinguir lo que es literario de lo que no lo es (Bolaños, 2001, p. 4).

En estos procesos metódicos1, entendidos como herramientas discursivas para reproducir ciertas estructuras ideológicas, se dejarían entrever especificidades, hegemonías, prácticas, subordinaciones, resistencias, omisiones, discriminaciones y silenciamientos. Existe así una negación hacia un espacio de interdiscursividad y heterogeneidad en el sistema literario costarricense. Es importante destacar cómo esta privación posee sus orígenes en un paradigma nacionalista que teme a cualquier elemento no homogéneo (de acuerdo con los parámetros imaginarios trazados por una larga tradición discursiva valle centralista) que desmantele el marco identitario blanco-europeo costarricense.

Además, es importante subrayar que este vacío por parte del discurso historiográfico no solo se ha manifestado en las historias de la literatura, sino que, desde la investigación literaria nacional, existe también un silencio en cuanto a los procesos literarios y su relación con la categoría literaria indígena. Tal y como lo señala Zavala (1998) en la siguiente cita:

La historia y las críticas literarias de Centroamérica han desestimado reiteradamente la existencia de un universo literario indígena. Es asunto que se deja a antropólogos y lingüistas. De ese modo, es hoy todavía un campo de estudio poco delineado y casi inaccesible (p. 101).

Es en este pseudo campo de estudio2 y en sus vacíos, en donde resulta necesario abrir una brecha que evidencie las manifestaciones llamadas “precolombinas”, pero desde el mismo saber literario o histórico-literario, para así lograr niveles de análisis más críticos. Si bien se ha reunido cierto material a través de las labores lingüísticas como las de Constenla3, es necesaria una dimensión meta-discursiva que analice las implicaciones del sistema literario costarricense, el cual se basa en un discurso historiográfico oficial/tradicional, donde poco se han cuestionado las voces, o más bien, los discursos proyectados por los sujetos críticos intelectuales emblemáticos en el país. En otras palabras, se requiere abrir camino hacia un paradigma de estudio de crítica historiográfica4 nacional, que exponga los procesos socioculturales e interdiscursivos solapados por ciertas implicaciones extraliterarias.

Dicho esto, el aporte de este trabajo reside tanto en la urgencia de investigación literaria con respecto al objeto de estudio, como en el ejercicio crítico para analizar dichas implicaciones ideológicas, para así exponer el pensamiento que ha operado en las configuraciones teóricas metodológicas de los documentos históricos-literarios costarricenses seleccionados y analizados en el presente estudio: Antología de Poetas Hispano-americanos (1894), Poesía Costarricense (2002), Notas para una reseña de la literatura costarricense (1980) y Diccionario Biográfico de escritores costarricenses (DIBEC) (2009).

Con base en lo anterior, se busca contribuir al paradigma de estudio sociocultural, con el fin de (de)construir el concepto homogéneo y excluyente de “identidad nacional”, que en este caso se da desde el espacio literario. Se acomete, de igual manera, aportar al ámbito académico y a la labor crítica de la lingüística nacional, pero rompiendo con la brecha unidisciplinaria, con el fin de atender la preocupación de lo indígena desde la dimensión historiográfica literaria; que como se explicó, constituye una herramienta discursiva útil para develar posiciones, alejamientos y tensiones.

Así pues, el objetivo general de esta investigación es analizar los procesos de exclusión e inclusión de la categoría literaria indígena dados en algunos textos historiográficos, utilizando una serie de conceptos construidos a partir de la teoría decolonial. Luego de esta introducción, el trabajo se estructura de la siguiente manera: un esbozo sobre la situación histórico-literaria indígena en el país, una construcción teórica decolonial, el análisis de los manuscritos y las respectivas conclusiones.

Consideraciones previas: silencios

Cuando se habla de lo indígena en Costa Rica, y esto gracias a ciertos imaginarios sociales, como el paradigma valle centralista y el imaginario blanco eurocéntrico, es común pensar que no hay influencia o relación entre el panorama cultural costarricense y los pueblos autóctonos, lo que hace más evidente aún la nula claridad existente en la concepción de la literatura indígena con respecto al sistema literario nacional. Sistema que impregna tanto lo académico, la enseñanza, e incluso la crítica. Justamente por ello es necesario realizar algunas consideraciones previas para aclarar este horizonte.

En el presente apartado se exponen los estudios que han tenido relación con la categoría literaria de lo indígena en el ámbito nacional desde una perspectiva política-jurídica, lingüística, antropológica y crítica-historiográfica. La escogencia de estos estudios se basa a partir de su relación con la producción literaria o estética verbal indígena desde su ámbito disciplinario específico. El fin de dicho apartado es proveer al público lector un esbozo general sobre cómo se ha conceptualizado lo literario indígena en diversas áreas, incluyendo la historiografía.

El primer punto que se debe rescatar, con el fin de trazar un marco general para comprender la conceptualización de lo indígena por parte del sistema literario y la sociedad costarricense, es la percepción ideológica que se tiene de los pueblos originarios. Según Rojas (1998), además de los convenios internacionales que ha suscrito el país, por ejemplo, el Convenio 169 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo de las Naciones Unidas), en Costa Rica existen leyes para velar por la protección cultural indígena. En el Decreto Ejecutivo N°18967 (1989), artículo 2, se declara que el Estado tiene el deber de ocuparse por el rescate de las diferentes expresiones culturales de los ocho pueblos indígenas del país5, otorgándoles las herramientas necesarias para el fomento, estudio y difusión de su cultura, incluyendo el desarrollo, promoción6 y conservación de sus lenguas7.

En el artículo 2 de dicho decreto, se especifica cómo llevar a cabo esta valorización cultural a través de las obligaciones de ciertas instituciones gubernamentales. Entre estos deberes se encuentra promover el estudio científico de las lenguas indígenas, difundir su literatura, desarrollar la educación bilingüe y producir textos de alfabetización. Por último, en el Decreto Ejecutivo N°22072 (1993), del mismo marco legal, se promueve también la revalorización –desde el sistema educativo– de estas expresiones indígenas, y se señala cómo los docentes deben enseñar a hablar sus lenguas (de ser necesario), promover las cosmovisiones y tradiciones culturales, y difundir la literatura tradicional indígena (Rojas, 1998), tarea que ha sido llevada a cabo mayormente por lingüistas.

En cuanto al papel de dichos estudiosos y su relación con la difusión literaria indígena, Sánchez (2014) alude precisamente a esos textos que intentan rescatar las lenguas indígenas y sus manifestaciones, por lo que categoriza las posibles funciones de los trabajos realizados en este campo. Un ejemplo de ello se encuentra en el recopilatorio de textos bruncas realizado por Quesada (1996). Entre dichas categorizaciones se comprenden trabajos de rescate de arte verbal antes de sus desapariciones, así como textos académicos en donde se espera que lingüistas, antropólogos, mitólogos y folclorólogos, posean materiales para el estudio de las lenguas y de las literaturas tradicionales. Ello con el fin de promover la cultura en general de los pueblos aborígenes en la sociedad costarricense.

Cabe advertir que, si bien el trabajo de Constenla8 y diversos colegas suyos es muy relevante, un aspecto que a veces se omite en estas investigaciones, es el siguiente:

A pesar de que la práctica usual desde este primer trabajo de Constenla-Umaña ha sido la publicación de recopilaciones de arte verbal o muestras discursivas de los idiomas: “malecu (guatuso), bribri, brunca (boruca), cabécar, nove (guaymí) y buglere (bocotá) […]” pocas veces los autores han justificado este proceder, lo cual quizás haya llevado a que se perciba a veces como minuciosas técnicas sin importancia para los miembros de las comunidades (Sánchez, 2014, p. 181).

En otras palabras, Rojas manifiesta su preocupación por las justificaciones desde las que se enmarcan estos trabajos, si bien obedecen a un orden académico-objetivo, es precisamente en esta objetividad donde no caben las implicaciones socioculturales en algunos trabajos, por lo que el valor cultural para el pueblo costarricense de estos textos puede pasar desapercibido. A pesar de que existen excepciones, como en algunos estudios del mismo Constenla, Sánchez (2014) categoriza todos estos trabajos en un primer nivel de interés, el cual es documentar y describir las lenguas ante su inminente desaparición o por motivos académicos. Ahora bien, aunque en ellos se retome el elemento literario, cabe destacar cómo este nunca es la primera motivación de las investigaciones (debido a la naturaleza de la propia disciplina lingüística).

Por su parte, una de las fundadoras de la Antropología costarricense, la reconocida María Eugenia Bozzoli de Wille, en su labor crítica con respecto a las minorías étnicas, analiza la relación entre el pueblo indígena y la cultura nacional, y asevera cómo existe una correlación entre estos dos elementos, pero de manera indirecta. Bozzoli (1992), en un breve apartado llamado “Inspiración en modelos indígenas”, se refiere a algunos trabajos literarios que incluyen lo indígena en las representaciones textuales que, pese a la buena intención de sus autores, se podrían identificar bajo el marco de un proceso de aculturación9 a través de la apropiación de la voz del otro, es decir, el indígena.

No obstante, Bozzoli afirma que el genio artístico indígena no fue abordado nunca de manera directa, al contrario, menciona al investigador de lo indígena, Bolaños (1975), y cómo este asevera que los importantes críticos de la literatura costarricense han determinado que la literatura “precolombina” se encuentra relativamente desligada de la cultura literaria nacional. Entre los estudiosos citados se encuentra Bonilla (1981) con Historia de la literatura costarricense.

Ahora bien, a pesar de este esfuerzo legal, lingüístico y antropológico por mostrar y estudiar las culturas indígenas, estos trabajos no han proliferado ni tenido suficiente relevancia en el ámbito historiográfico. Al contrario, en este espacio se ha justificado desde la noción de literatura misma, la exclusión de los textos “precolombinos” del discurso historiográfico. Una concepción que ha sido clave para prescindir el arte de dichos pueblos es la literatura enmarcada desde un sistema de escritura alfabética-occidentelizada. Según Zavala (1998), en el siglo anterior se les ha otorgado a algunos textos míticos10 –que realmente son casos atípicos– cierto estatuto literario. No obstante, se le ha negado este privilegio a la tradición oral indígena, a pesar de que el arte creativo persiste de generación en generación tal y como afirma dicha autora.

A propósito de la oralidad, Cornejo Polar (2003) en su ensayo Escribir en el aire, afirma que el problema básico para comprender la heterogeneidad del sistema literario latinoamericano radica en la duplicidad de sus mecanismos de conformación, es decir: la oralidad y la escritura. Con respecto a la tradición oral, Cornejo Polar argumenta cómo sí existe un carácter literario en esta práctica; según este autor, la oralidad y la escritura poseen una amplia relación, donde cada una tiene sus propios códigos e historias, así como sus racionalidades fuertemente diferenciadas. Sin embargo, en América Latina y en consecuencia del modelo europeo imperante11, este primer tipo de literatura ha sido subordinada a lo que Cornejo Polar llama “la violencia de la alfabetización” y al “rigor normativo” de ley implantada por los dominadores.

Zavala (1998) afirma el carácter literario de las manifestaciones indígenas, pero desde el ámbito socio-cultural plantea:

En realidad, las literaturas propiamente indígenas lo son, tanto por su pertenencia étnica de su productor (individual o colectivo, actual o pasado, identificable o anónimo), como por la naturaleza de sus textos que se construyen sobre la base de los discursos propios de los pueblos, e incorporan las formas de creación verbal y los temas que les son propios (p. 102).

Esta aseveración responde también a la necesidad de mostrar la originalidad, en la medida de lo posible, de los documentos que guardan la literatura indígena. La investigadora Zavala afirma que existe cierto escepticismo desde el cual se asegura que no hay literatura verdaderamente indígena, porque de ser así conservarían huellas poco profundas de las culturas originarias. Sin embargo, la crítica afirma lo contrario: “por supuesto, se carece de estudios pormenorizados que prueben esta presunción” (Zavala, 1998, p. 105). Además, dicho escepticismo no puede trasladarse a los textos orales, recogidos de primera fuente por las y los lingüistas.

A pesar del esfuerzo teórico y académico por incluir las manifestaciones literarias de la etapa “antes de Colón”12, las historias de la literatura (incluyendo las contemporáneas) siguen negando la validez de estos textos. Tal idea, según Zavala (1998), reafirma que el arte indígena careció de la “vitalidad” para configurar un acervo literario durante la Colonia y su lapso posterior, lo que causa así la cancelación de los pueblos indígenas como sujetos históricos y artísticos válidos. Además, los estudios literarios han tenido una fijación por vincular la producción del istmo con los modelos occidentales en busca de signos de identidad.

Cabe destacar que esta búsqueda de identidad perteneció al paradigma nacionalista13 de carácter homogenizador, el cual, actualmente sigue imperando en diversas instituciones literarias y educativas.

Antes de concluir este apartado, es necesario aclarar que se espera haber planteado un esbozo general, sin pretender haber sido exhaustivo, desde las áreas en las que más se han estudiado las manifestaciones literarias indígenas y su concepción por parte del campo letrado costarricense. Estos trabajos concluyen que ha habido un esfuerzo, mayormente de parte de lingüistas, por visibilizar y exponer las expresiones estético-literarias indígenas costarricenses. No así en la historiografía literaria nacional, quedando un largo silencio por analizar y polemizar. Silencio portador de una operación de resistencia por parte del sujeto crítico letrado (historiadores/críticos-literarios) que todavía no ha podido avanzar hacia una dimensión historiográfica.

Retórica de la modernidad: violencia epistémica y heterogeneidad

El concepto de heterogeneidad es clave para comprender las relaciones de exclusión en cuanto a la literatura costarricense indígena. Esta noción es ampliamente desarrollada por Cornejo Polar (1978) en “El indigenismo y las literaturas heterogéneas: su doble estatuto socio-cultural”, documento que se retomará más adelante. No obstante, de manera general, podemos entender que se trata de ciertos conjuntos textuales que develan espacios de conflictos sociopolíticos, generando rupturas y uniones de cosmovisiones y lenguas, mostrando elementos de oposición y contradicción más que de un mestizaje equilibrado y homogéneo. El teórico peruano, en un documento refiriéndose al problema del mestizaje14 apunta lo siguiente:

En efecto lo que hace15 es ofrecer imágenes armónicas de lo que obviamente es desgajado y beligerante, proponiendo figuraciones que en el fondo sólo son pertinentes a quienes conviene imaginar nuestras sociedades como tersos y nada conflictivos espacios de convivencia […] una nación tan mezclada que ya formaría una unidad sin fisuras (Cornejo Polar, 1997 p. 867).

Debido también a esta situación geopolítica de la colonia con la que se llevó el genocidio indígena en América, es sencillo comprender estos espacios llenos de tensión y fragmentación apuntados por Cornejo, a través de lo que Mignolo llama la matriz colonial del poder y su retórica de la modernidad. La importancia de esta noción es que según el crítico argentino: “El concepto de colonialidad ha abierto la reconstrucción y restitución de historias silenciadas, subjetividades reprimidas, lenguajes y conocimientos subalternizados por la idea de Totalidad definida bajo el nombre de modernidad y racionalidad” (Mignolo, 2010, p. 14).

La matriz colonial de poder es entonces una estructura compleja de niveles entrelazados, en donde según Mignolo (2010) participan varios elementos sobre los cuales se tiene el control de la economía, la autoridad, el control de la naturaleza y sus recursos, el control del género y la sexualidad, y el control de la subjetividad y el conocimiento. Para los efectos de este trabajo interesa justamente este último aspecto, el cual se enmarca en lo que el argentino llama la colonialidad del ser, es decir, controlar a los individuos a través de su subjetividad y episteme (manera de conocimiento). Se hará referencia brevemente a este aspecto en los siguientes párrafos.

Mignolo habla de un patrón de poder por estructuras, no obstante, esta matriz principal se basa en tres pilares fundamentales, los cuales ya se mencionaron: “el conocer (epistemología), entender o comprender (hermenéutica) y el sentir(aesthesis16)” (Mignolo, 2010, p. 12). Ahora bien, lo relevante del conocimiento y del sentir como categorías es que de ellas depende el control de la economía y la autoridad. En otras palabras, la herramienta del poder material (recursos naturales, recursos humanos y legislativos para ejercer mando) depende de las bases sobre las que se asienta el conocimiento, su interpretación y su sentir. Justamente entre esta relación (conocimiento-economía, sentir-autoridad) se producen paradigmas distorsionados de conocimiento.

De manera que, entre estos paradigmas desfigurados del conocer, surge una noción excluyente, que Mignolo (2010) llama retórica de la modernidad. Esta retórica construye una noción centrípeta que descalifica la otredad, es decir, todo lo que esté fuera del imperio, donde todo aquello en condición de “exterioridad” tiene dos opciones; ser colonizado, dominado y tergiversado hacia los principios del progreso y de la modernización; o bien, ser eliminado (como el caso de otras lenguas, sistemas religiosos, conceptos indígenas sobre organización socioeconómica, entre otros).

Básicamente se ha hecho referencia al conocimiento (y su control) como una herramienta imperial de colonización, por lo que en concordancia con Mignolo y su relectura de Quijano, una de las tareas urgentes que tiene el sujeto latinoamericano por delante es descolonizar dichas maneras de conocer. De tal manera, se identifica como primer paso encontrar la ubicación (espacial-temporal, histórica y política) de otros saberes, a través de una geopolítica del conocimiento que logre rescatar por medio de una subversión de la “razón”, todos aquellos enunciados negados por la hegemonía ego-lógica de las políticas imperiales del conocimiento y su interpretación.

No obstante, esta investigación se encuentra todavía en dicha identificación de estos campos y de su control, por lo que antes de proponer un desprendimiento historiográfico, interesa primero fijar ciertas categorías clave para la identificación de la exclusión a la que se da cuenta en el análisis. Las categorías o conceptos propuestos que, por supuesto, se encuentran estrechamente ligadas a las nociones decoloniales ya referidas y el discurso historiográfico literario, son las siguientes: el control estético y del arte, la inversión del conocimiento lingüístico, exclusión por lengua alfabetizada y noción totalizante de género17.

Lo estético

Para Mignolo, muchas de las actividades de control realizadas por la parte dominadora se pueden agrupar bajo la colonialidad del ser, y, por ende, la del sentir. El control de los sentidos entonces es el de la aeshtesis, estética que tomará la primera opción que ya expliqué cuando me referí a la retórica de la modernidad y su relación con la otredad. Obsérvese la siguiente cita:

Tardíamente, en el siglo XVIII, la aeshtesis fue apropiada por el pensamiento imperial y transformada en aestética, sentimiento de lo bello y lo sublime. En el correr de los últimos tres siglos, lo sublime pasó a segundo plano y lo bello totalizó la estética y quedó limitada al concepto occidental de arte (Mignolo, 2010, p. 12).

A partir de ello entonces, se puede hablar de un sentido de arte totalizante correspondiente a los cánones ideales de belleza eurocéntrica. De este modo, otros parámetros ajenos a estos se verán descalificados por la retórica de la modernidad18 con base en este control epistémico-estético. En tal sentido, apunta el teórico también que lo nuevo y la novedad son conceptos claves para la retórica de la modernidad. La novedad vista como motor de la historia es el relato del impulso creativo, tanto en las mercancías como en el arte, por lo que no es primicia que lo tradicional de las culturas heterogéneas pierdan cada vez más interés en la modernidad.

Inversión del conocimiento lingüístico

Por su parte, la noción de totalidad no solo tiene que ver con la epistemología de las colonias, sino que el lenguaje mismo (como medio de construcción de saberes) es también un elemento de interés colonial de lo que la crítica llama pensée unique19, es decir, un pensamiento unilateral con supuesto eurocéntrico. Según Mignolo (2010), este pensée unique es el occidentalismo como tal en su conjunto, se trata de la totalidad basada en los tres principales macrorelatos de la civilización europea a través de sus lenguas imperiales: inglés, alemán, francés, italiano, español y sus bases griegas y latinas. Ahora bien, el crítico decolonial apunta cómo sucedió esta imposición en la siguiente cita:

Lo que estoy señalando es que a partir de 1500, otomanos, incas, rusos, chinos, etcétera, comenzaron a enfrentarse con un proceso de inversión del reconocimiento: comenzaron a reconocer que las lenguas occidentales y las categorías de pensamiento y, por lo tanto, la filosofía política y la economía política se expandían sin reconocerles a ellos como iguales en el juego (Mignolo, 2010, p. 13) (el destacado es propio).

Se puede observar de nuevo, cómo se identifica a la estructura material (expansión económica y política) a través de la inversión del conocimiento, que en este caso es meramente lingüístico20.

Exclusión por alfabetización

Producto de esta inversión, se da la categoría que denomino exclusión por lengua alfabetizada y escrita, en donde más allá de controlar las estructuras socioeconómicas con base en la supeditación de otros saberes, se niegan los pilares fundamentales de las civilizaciones periféricas. Así se refiere Mignolo a la lógica imperial de los misioneros que estudiaron las culturas indígenas:

Esta gente no tiene alfabeto escrito, entonces no pueden tener historia, porque para un hombre del siglo dieciséis, la historia estaba indisociablemente vinculada a la escritura y al alfabeto de la tradición Greco Romana (y no Hebrea, Arábica ni Cirílica, obviamente) (Mignolo, 2010, p. 39).

Es sencillo entonces hacer la correlación lógica21 que sucede en negar la historia de un pueblo, donde aparte de invalidar básicamente su existencia en el tiempo, se niega entonces cualquier producción artística escrita en dicha lengua; por lo tanto, sin la existencia de la historia y sin literatura, es una mera relación de causalidad que no pueda existir historiografía literaria para estos pueblos.

Exclusión por género

Finalmente, si bien Mignolo y la crítica decolonial no aluden a especificidades tales como la de género literario, es sencillo reconocer esta noción como parte del conocimiento literario-epistémico al que perfectamente la noción de totalidad junto con su retórica moderna puede colonizar. Cornejo alude a ello, refiriéndose a la forma de las literaturas heterogéneas:

La heterogeneidad genera una desigual relación entre su sistema de producción y consumo. Por una parte y el referente, por otra otorgando una notable primacía a aquel y oscureciendo a este bajo la fuerza de la interpretación que se le sobreimpone. En el plano formal este desequilibrio significa que el referente no es todavía capaz de imponer sus modos de expresión y debe soportar una formalización polarizada (Cornejo Polar, 1978, p. 14).

En muchos casos, esta formalización tan siquiera se lleva a cabo, siendo esta la primera para poder expresar su significado, porque su significante (forma, género) no se adecua a las estructuras imperantes que deciden a través de la colonialidad del ser y la subjetividad22.

Todas estas categorías, como ya se mencionó, giran en torno a la noción de totalidad y su retórica, donde independientemente del concepto o categoría, queda claro que se niega, se excluye y se opaca la diferencia de otras totalidades/oralidades; justamente, estas categorías son las que se relacionan con este estudio. Tales procesos de exclusión son expuestos en el siguiente apartado.

Violencia epistémica de los textos

Este análisis se trabajó con una muestra representativa de textos23 elegidos por un muestreo por conveniencia no probabilístico24, en el que tomo cuatro textos de carácter historiográfico literario que comprenden desde el siglo XIX hasta el XXI: Antología de Poetas Hispano-americanos (1894), Poesía Costarricense (2002), Notas para una reseña de la literatura costarricense (1980) y Diccionario Biográfico de escritores costarricenses (DIBEC) (2009).

Antes de proceder con el análisis de los textos costarricenses, es necesario comprender el pensamiento manejado historiográficamente en el ámbito latinoamericano o centroamericano, por lo que se expone un documento que opera desde la visión del otro: Antología de poetas hispano-americanos publicada por la Real Academia Española (1894). Esta obra, tal y como se indica en su título, pertenece a una colección de poemas conformada por autores hispanohablantes.

Como parte del prólogo en esta antología se abre un apartado sumamente importante llamado Advertencias generales, desde el cual ya se pueden inferir varios asuntos, tal y como se presenta en la siguiente cita:

El título mismo de nuestra obra muestra bien cuáles son sus naturales límites. Trátase sólo de la poesía castellana en América, quedando excluida con ello otra poesía no castellana de lengua, aunque pueda ser calificada de española en el sentido más tradicional y etnológico de la frase (Menéndez, 1894, p. 7).

Como se observa en el fragmento, el proceso de exclusión se da a través de la inversión del conocimiento lingüístico, donde no se reconocen otras lenguas más que las de los grandes macrorelatos de los imperios, en este caso el castellano. Incluso se excluyen aquellas lenguas que podrían tener relación etnológica25 con el castellano. Esta inversión además responde a esta necesidad de negar la heterogeneidad en América, concepto contrario a una unidad homogenizante y estática. Dicha unidad es buscada por el fenómeno paradigmático nacionalista/hispano que sucedió en Latinoamérica26.

No obstante, este texto no solo excluye a través de un supuesto criterio de lengua, sino a ciertos intereses políticos y culturales, como se puede observar en la cita a continuación:

Con mayor motivo aún, hemos debido prescindir de la poesía indígena en lenguas americanas, anterior ó posterior á la conquista. Extraños nosotros de todo punto al estudio […] de tantas otras lenguas todavía más incógnitas y revesadas, nada hubiéramos podido hacer […]. Sea cual fuere la antigüedad y el valor de los pocos y obscuros fragmentos literarios que de esas lenguas primitivas quedan […] su influencia en la poesía española de América ha sido tan escasa, ó más bien tan nula, que la historia de esa poesía puede hacerse en su integridad prescindiendo de tales supuestos orígenes y relegándolos al estudio y crítica del filólogo [...]. La poesía americana de que vamos á tratar no es la de las elegías del rey de Tezcuco, Netzahualcóyotl, ni la del Ollantay, drama quichúa, sino la que llevaron á América los colonos españoles y conservan sus descendientes. (Menéndez, 1894, pp. 7-8) (el destacado es propio).

Es importante, no solo observar la exclusión con base en la diferencia entre lenguas subalternizadas, sino desde el “poco” valor epistemológico27 que posee la creación indígena, afirmándose que no es necesaria por su poca colaboración en la episteme literaria hispana. Además, es negada la existencia autóctona de las manifestaciones de estos pueblos, a partir de presentarlas utilizando adjetivos como “obscuros” “extraños”, y “fragmentados28”. Por otra parte, presentar la poesía indígena como fragmentada (sin género), hecha con un lenguaje “enrevesado”, alude a una “imposibilidad” de lectura por forma, por lo que el criterio de exclusión utilizada en la antología es doble (inversión del conocimiento lingüístico y exclusión por género o bien forma).

Sin bastar los argumentos expuestos, a manera de advertencia general que da esta antología de la Real Academia Española para justificar su proyecto literario, se hace la siguiente enunciación sobre los pueblos precolombinos: “opacas, incoherentes y misteriosas tradiciones29 de gentes bárbaras y degeneradas que para los mismos americanos de hoy resultan mucho más extrañas, menos familiares y menos interesantes que las de los asidos, los persas ó los egipcios” (Menéndez, 1894, pp. 8-9). Permite esta cita entonces, evidenciar cómo se trata de un proyecto con múltiples implicaciones ideológicas y no solo literarias, donde hay toda una inclinación hacia un proyecto político español, que busca reafirmar la reproducción de su identidad en América a través de la negación retórica y epistemológica del valor formal, lingüístico y, por último, cultural por medio del control del saber (autoridad para definir lo cultural).

Ahora bien, con respecto a los textos nacionales, se analiza el texto historiográfico “Notas para una reseña de la literatura costarricense”, publicado en 1980 por el escritor Carlos Rafael Duverrán, quien se propone reseñar la literatura nacional desde sus “orígenes” hasta finales del siglo XX. Para ello, y desde un enfoque histórico literario con énfasis en lo social-histórico, trata la historia de la literatura costarricense a través de periodos, además, teóricamente existe una similitud con horizonte colonial historiográfico30, evidenciado en el afán de recolectar datos literarios de manera sistemática. De este modo, los procesos metodológicos utilizados por el autor están basados en la selección por medio de los tres géneros principales (narrativa, lírica y ensayo), así como la importancia que tuvo el autor o los textos en la institución literaria del país.

Expuesta la metodología utilizada, es sumamente relevante estudiar el punto de partida literario costarricense que presupone Duverrán (1980):

El período colonial con excepción de un poema trovadoresco escrito por Domingo Jiménez en 1574, las Coplas, y de algunas décimas que aparecen insertas en expedientes de Índole eclesiástica, no han llegado hasta nosotros manifestaciones de literatura de creación durante el período colonial. Los escasos medios de cultura, que durante este período estaban reservados al Clero –única institución poseedora de libros– pues la corona había prohibido su importación, redujeron la expresión literaria a los sermones, los elogios a los virreyes y a algunas coplas populares (p. 188).

De la cita anterior se puede concluir cómo el acceso al conocimiento se da a través de los códigos epistémicos europeos de ese entonces (libros, y por ende lengua escrita y occidental-alfabetizada). De este modo, se devela la estructura colonial de la que se parte para la producción literatura.

Las historias de la literatura, y siendo el caso de este documento, se pueden entender como secuencias lógicas (periodos) a través de una estructura secuencial del relato, por lo que es sumamente significativo entender esta operación como un error; es decir, siguiendo la lógica barthesiana31 en el análisis estructural, lo que se lee de manera posterior (en este caso el origen colonial), irremediablemente se debe leer como consecuencia de lo que se leyó en primera instancia, quedando así un vacío que se llena a partir de la noción totalizadora europea. En otras palabras, el origen literario se comprende desde la lengua imperial, siendo esta el único significante con el poder discursivo para crear los macrorelatos sobre los que se erige la cultura y la civilización, por lo que no es sorpresa que el punto de origen en las historias literarias costarricenses más conocidas se parta también de la Colonia o en tiempos posteriores. No por casualidad se afirma desde el texto que la primera noción de literatura llegó de manera literal de un conquistador español (Domingo Jiménez).

Por otra parte, al igual que el documento anterior, en este punto de origen, y por ende justificación del por qué del contenido abarcado por el sujeto crítico de esta reseña, se destaca la exclusión de otros saberes literarios de la siguiente manera:

Es evidente que de las dos clases sociales existentes en la Colonia, solo una, la de los hidalgos hacendados, poseedores de la tierra –unas pocas familias descendientes de los conquistadores– tuvo acceso a la cultura de ese tiempo. La otra, compuesta por indios, negros, mulatos y mestizos, en su mayoría siervos y esclavos, difícilmente podría adquirir las primeras letras (Duverrán, 1980, p. 189).

El autor excluye el papel literario del indígena a través de un supuesto control de recursos: cultura y tierra, elementos que son centrales en la matriz colonial del poder: cultura, correspondiente al “control del ser y el conocimiento”, y tierra, entendido como la categoría decolonial “control de recursos naturales”. Dicho de otro modo, sin este acceso, se presupone una supuesta eventual exclusión por alfabetización. Donde si bien ya se niega la literatura indígena, parece que se trata de una justificación epistemológica acerca de una posible existencia por no tener acceso a la forma de representación artística europea (alfabeto e imprenta).

Negada la capacidad intelectual indígena y demás grupos subalternos, es interesante observar la contradicción argumentativa que se encuentra en los elementos histórico-literarios que expone el autor en el mismo documento: “Carlos V, por cédula de 1 543, había prohibido la circulación de obras de ficción: "Que ningún español o indio lea libros de romances, que traten de materias profanas fabulosas, e historias fingidas, porque se siguen muchos inconvenientes” (Duverrán, 1980, p. 189). Por un lado, se pone en duda si de verdad “difícilmente los indígenas podían adquirir las primeras letras”, debido a que si fuera de esta manera no sería necesaria la censura. Y por el otro es interesante observar cómo para crear manifestaciones estético-literarias, el indígena se trata de un sujeto incompetente debido a su nulo acceso a la cultura, no obstante, para ser un sujeto lector, el cual puede causar “inconvenientes” en el orden hegemónico, este sí es capaz de acceder a los recursos del conocimiento, en este caso, textos de ficción y lengua castellana.

Si bien los procesos de exclusión en este texto no son del todo explícitos, se justifica desde una lógica causal (pueblos autóctonos sin acceso a recursos europeos) cómo no existe la literatura o producción a manos de los indígenas. Sin embargo, se refleja en dichos procesos metodológicos utilizados por el autor, que la retórica moderna solo reconoce los signos y las formas ligadas al alfabeto occidental y a la noción de literatura escrita (selección a partir de los tres géneros más populares) y así como la importancia que se le da a la imprenta para comprender la historia literaria: “Para la literatura los hechos más importantes fueron la introducción de la primera imprenta en 1830 y con ella, la fundación de los primeros periódicos” (Duverrán, 1980 p. 189).

Otro documento, esta vez desde el ámbito cercano a la lexicografía, se encuentra en el proyecto DIBEC (Diccionario Biográfico de Escritores Costarricenses), donde si bien no hay ni una sola alusión al elemento indígena, se pueden comprender los procesos metodológicos de inclusión y por ende exclusión. Cabe destacar cómo por su naturaleza metodológica archivística, esta obra se encuentra inscrita en el horizonte colonial anteriormente explicado. Por lo que es común también ver que se parte de supuestos teóricos de la historiografía tradicional (movimiento, género literario, generación) para estructurar los glosarios construidos. A pesar de que en primera instancia se tratan sobre escritores y no de manifestaciones estético-literarias, la concepción de autor utilizada es sumamente importante para construir la historiografía, siendo lo excluido en este caso la categoría de autores indígenas. Si bien esto último presenta en sí un problema teórico en cuanto a las manifestaciones “precolombinas” donde muchas son anónimas, en Poesía Tradicional indígena costarricense de Constenla (1996), se demuestra cómo sí existe la categoría de autor32, en especial en los textos Borucas.

Es interesante observar también la manera en la que el diccionario se justifica desde un marco de inclusión, posicionándose frente al canon costarricense que ha dejado fuera muchos autores y textos invisibilizados, tal y como se manifiesta en la siguiente cita:

A pesar de estas dificultades, se ha optado por la exhaustividad como aspiración que oriente la entera labor investigativa, tanto porque significa un reto como porque uno de los grandes problemas de la investigación literaria en Costa Rica es que su concentración en unos pocos autores y textos canónicos y su descuido de lo restante. Un diccionario exhaustivo ofrece la posibilidad de dar a conocer la existencia de múltiples textos que han sido invisibilizados por completo por parte de las instituciones literarias (Sánchez, 2009, p. 7) (el destacado es propio).

Se explica entonces cómo de igual manera el valor de rescate no radica solo en los autores, sino que el objetivo principal es mostrar o evidenciar la existencia de los textos silenciados por la configuración institucional del país. No obstante, a pesar de este objeto, los procesos metodológicos en los cuales se inscribe no colaboran a ciertos grupos heterogéneos ajenos también al Valle Central, debido al acceso a ciertas prácticas académicas. Dicho esto, los principales criterios son los siguientes:

A partir de tal premisa, se han definido dos criterios de selección inclusivos o extensivos: 1). Nacionalidad: se incluirá a todos los escritores nacidos en Costa Rica y a aquellos nacidos en el extranjero, pero radicados temporal o definitivamente en Costa Rica y cuya obra se vincule de alguna forma con la cultura costarricense. 2) Haber publicado textos literarios (novela, cuento, ensayo, poesía, drama) bajo el formato de libro. Se podrá hacer excepciones en los casos en que se considere que la producción del escritor ha tenido algún impacto en el mundo literario costarricense o, por cualquier motivo, revista alguna importancia. Por ejemplo, Domingo Jiménez, conquistador español, de quien se dice es el autor del primer texto literario escrito en Costa Rica (Sánchez, 2009, pp. 88-89).

A partir de lo señalado anteriormente, se logra comprender cómo el primer rasgo de exclusión se da por género literario, forma o significante (criterio número dos); no obstante existe otro elemento excluyente que corresponde al de “publicación por medio de alguna editorial”. Zavala (1998) ya había aludido a que los textos indígenas no destacaban en la institución literaria a menos que pasen por un proceso de reformulación por alguna entidad científica o en este caso específico; mercantil. Existen ya varios textos de recopilaciones indígenas que cumplen con este criterio formal e institucional del mercado editor, sin embargo, ningún texto indígena hasta la fecha figura en ninguna historia literaria, ni mucho menos en un diccionario de este tipo.

Además, las únicas excepciones para romper con estos parámetros se dan a través de una noción de relevancia en la literatura nacional, elemento que para ser parte de una metodología, no es preciso ni objetivable, donde el único ejemplo que se propone es justamente de nuevo el génesis literario a partir del colonizador español Domingo Jiménez. De esta manera, se marca de nuevo el papel del acceso a los recursos como pauta no solo de poder, sino de saberes y del ser. Parte de estos recursos se muestran en la plantilla que se utiliza para estructurar metodológicamente a las personas autoras y sus obras:

Una planta que será utilizada en la redacción de los artículos: Estudios efectuados (indicación de títulos obtenidos e institución educativa) Premios recibidos: énfasis en los premios nacionales (Aquileo Echeverría y Magón), Editorial Costa Rica, UNA-Palabra y Editorial de la Universidad de Costa Rica (Sánchez, 2009, p. 88).

Así las cosas, de este diccionario se destaca cómo los criterios de selección, que lógicamente producen una exclusión, involucran toda una concepción estructurada en los códigos epistemológicos del conocimiento y del saber, donde el acceso al estudio formal académico, y las relaciones del autor con la institución literaria determinan la inscripción al campo intelectual. Con respecto a este último concepto, dicho campo pasa a ser parte de la operación metodológica de inclusión del diccionario, noción ampliamente criticada por Pierre Bourdieu (1983), donde se expone cómo el autor se reduce a una ideología romántica determinado por sus factores sociales.

Se observa cómo en este texto, a pesar de su afán inclusivo, dicha inclusión no se puede lograr por medio de un saber teórico-metodológico atravesado por los códigos europeos, debido a que solo en su existencia ya son excluyentes con los conocimientos que no se produjeron bajo estos parámetros.

Otro de los documentos de la muestra es Poesía costarricense publicado por el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes en 2002, y elaborado por el Departamento de Investigación y Bibliografía Biblioteca Nacional “Miguel Obregón Lizano”. Este extenso documento se fija realizar una bibliografía histórica de la poesía nacional. En la siguiente cita se puede observar el horizonte tradicional historiográfico al que este pertenece:

El propósito fundamental es elaborar una base de datos bibliográfica referencial como apoyo a la importante labor de la investigación […] con cierta libertad para que realice su trabajo. En esta ocasión se presenta la Bibliografía sobre la POESIA COSTARRICENSE, donde se pone de manifiesto la gran capacidad de nuestros poetas para darle forma al quehacer diario, y convertir sus inquietudes, en el fruto que hoy presentamos (p. 4).

Este texto es una recopilación de más de dos mil citas bibliográficas, que abarcan desde los supuestos orígenes de la poesía nacional hasta finales del siglo XX, donde se ubican los índices por orden alfabético por autor(a) o título de texto; quedando claro el horizonte archivístico, esta vez con fines investigativos.

Aclarado el paradigma al que pertenece, lo más relevante en este texto es el prólogo que antecede a las numerosas referencias llamado “Breve reseña histórica”, donde también se excusa nuevamente los criterios metodológicos de selección utilizados a través de una marcada retórica prosista. Obsérvese la siguiente cita:

En nuestro país, el cultivo de la literatura, sobre todo en cuanto a su labor poética, ha corrido pareja, desde sus primeros años, con lo reducido de su campo de acción, que no dio lugar ni a la tradición ni al evento patrio ni a la maduración estética en el individuo, motivos justos en otras tierras para la realización de las más hermosas concepciones artísticas. Costa Rica nació y se desenvolvió en campo de sosiego, diríamos de mansedumbre, con aquel reducido territorio que nos tocó en suerte, con aquella falta de gentes y de elementos de trabajo y aquella estrechez económica, apenas propicia para la conformación espiritual que habría de ser con el tiempo en recompensa grata, la democracia de que solemos ufanarnos (MCJD, 2002, p. 6) (el destacado es propio).

El argumento central de nuevo gira en torno a la falta de producción de conocimiento literario debido al poco acceso a recursos; no obstante, la conclusión vira con respecto a la marcada importancia estética que da el autor(a) a las producciones literarias. La hipótesis trabajada asevera que las otras culturas con acceso a mayores recursos y hechos importantes (“campos de acción”) sí lograron determinar una madurez artística. De este modo se ratifica cómo el país a través de una excesiva pasividad no tuvo ningún logro estético. Además, es interesante observar la manera en la que se alude a la estructura colonial económica en un documento meramente literario, no por casualidad, como se explicó antes, Mignolo parte de la base del conocimiento como pilares del control material (economía, autoridad, recursos naturales).

En el siguiente fragmento se continúa con dicha idea, pero además se niega explícitamente todo tipo de rastro poético “precolombino” de la siguiente manera:

La pequeñez de los núcleos aborígenes que encontraron aquí los españoles nos privó del ancestro cultural indígena de que hoy son testimonio las sorprendentes ruinas y los códices existentes en tantos países del norte y del sur del continente; y nunca participamos de las contiendas libertadoras del hemisferio americano que colmaron los anaqueles de sus archivos de gloria y de dolor. El nuestro fue un fondo agreste, sin otra conformación poética que el murmullo de sus frondas y el susurro de sus ríos. Después de los azarosos días de la colonia gentes de espíritu simple, casi sin cultura, vinieron los menos difíciles en que ocurrió el proceso de nuestra independencia nacional y luego los de la formación del estado (MCJD, 2002, p. 6).

Tomando nuevamente este tipo de textos como relatos, es significativo ver cómo en primera instancia sí se da un supuesto de existencia sobre una cultura ancestral indígena. No obstante, en el caso de nuestro país, este acervo mítico se vio vedado por la insignificancia numérica de los pueblos aborígenes costarricenses y su nula participación en los macro relatos producidos como causa de la Conquista (luchas de libertad).

Por su parte, a través de una retórica romántica y bucólica, se sentencia y se lapida la existencia de todo tipo de expresión literaria ulterior a los eventos históricos que remarca el autor al final de la cita. Se crea así un espacio casi atemporal (“azarosos días de la colonia”), donde la construcción del ser se configura a través de su acceso a la cultura, como se ha visto en la mayoría de los textos estudiados. Lo importante además de este espacio de negación es cómo en este se puede ubicar la noción de geopolítica del conocimiento, con la cual se puede lograr un ejercicio histórico espacial-temporal, para invertir la “razón” de todos aquellos enunciados negados por la hegemonía de las políticas imperiales del conocimiento y su interpretación. Ejercicio hermenéutico que, de hecho, es lo más destacable en la prosa retoricista utilizada en este documento historiográfico.

Identificado este espacio, es importante estudiar al igual que en los otros documentos el punto de partida de literatura nacional:

El solar poético en tanto, manteníase con las puertas entornadas. Nadie parecía portar la flama de que, de cuando en cuando suelen dotar las musas a los hombres. Sin embargo, dentro de la insuficiencia lírica de esos primeros años, los de la conquista y la colonia, nos dejó de haber tenues vislumbres de lo que podría ser más tarde en sus concepciones literarias (MCJD, 2002, p. 6).

Se refiere de esta manera a un solar, sinónimo de linaje33 poético con las puertas entreabiertas, que empieza solo cuando la Conquista y la Colonia dejan entrever los precursores de las primeras manifestaciones literarias, donde nuevamente se alude a los conquistadores del imperio, como se evidencia la siguiente cita:

Domingo Jiménez y Fray Antonio de Liendo y Goicoechea son las dos figuras que descuellan en las primeras páginas del florilegio costarricense; y si su obra literaria no tiene otro mérito, rompe al menos el silencio que nos cubría cual un velo sofocante. Con su aporte lírico veseles fulgurar como dos llamas trémulas en los hondos comienzos de la literatura patria (MCJD, 2002, p. 6).

En otras palabras, a pesar de que hay una fuerte noción estética que podría fungir como proceso de exclusión, esta no es suficiente para excluir las coplas señaladas sin mérito artístico, debido a que su importancia radica básicamente en introducir las primeras manifestaciones literarias en el pueblo costarricense. De modo que, este espacio visto a través de la geopolítica del conocimiento vendría a develar la retórica tanto personal como de la modernidad, en la cual se presenta lo “precolonial” como un espacio vacío representado por la negación de todo lenguaje (silencio), sin más que el “murmullo de la naturaleza”, irrumpido por la episteme europea, donde se refiere más al significante (forma y género) que al significado (a pesar de que se asevera reiteradamente la importancia artística a través de los adjetivos y referentes de bellas artes usados: “la flama de que, de cuando en cuando suelen dotar las musas a los hombres”) (MCJD, 2002, p. 6).

Ahora bien, se presenta una contradicción en el argumento central que se expuso en la primera cita, si bien se apunta a que debido a la existencia de pequeños núcleos indígenas las expresiones artísticas fueron escasas, esta interpretación cambia de manera radical cuando se apunta nuevamente a otros primeros núcleos, pero esta vez coloniales:

El folklore, producto de las distintas modalidades en cierto modo artísticas y costumbres pintorescas de los pueblos, se formó aquí, con los primeros núcleos humanos de nuestro territorio, al buscar ellos la manera de plasmar sus inquietudes, sus esperanzas y sus desvelos por medio de la poesía o de la música, las primeras manifestaciones de ese valor popular las encontramos con ocasión de los festejos reales por la jura de Fernando VII, durante el lapso colonial (MCJD, 2002, p. 6).

Básicamente se infiere a través del adjetivo “humanos” (que no fue utilizado anteriormente) cómo estos núcleos sí tenían necesidades de expresión para transformarlos en signos literarios a través del género poético, donde aparece nuevamente la figura del colonizador como centro hegemónico.

Así pues, de este texto destaca cómo existe un eventual criterio de exclusión estético, que de igual manera no alude a ningún texto, debido a que de manera ulterior ya se niega la existencia de cualquier manifestación aborigen. Si bien los procesos metodológicos no están especificados, es importante observar la justificación retórica que prologa el material textual archivístico de este documento.

El análisis de estos textos logra comprender puntos en común en dichos documentos. En general pertenecen a un horizonte colonial o bien nacionalista. Se evidenció así cómo se producen todos los procesos de exclusión propuestos, a través de la retórica de la modernidad y su noción totalizante por medio del acceso a los recursos de la matriz colonial del poder. Por su parte, el proceso de exclusión con más incidencia es el de género. Asimismo, se verifica que todos los documentos historiográficos aluden a una figura de la hegemonía imperial como punto de partida para el origen literario costarricense, negando a través de diferentes justificaciones cualquier manifestación “precolombina” y por ende su historia; justificaciones que se enmarcan a través de un marco teórico-metodológico que corresponde a parámetros epistemológicos europeos, que desde su operacionalización silencian las heterogeneidades estético-literarias costarricenses.

Si bien el objetivo de esta investigación fue trabajar con una muestra representativa no probabilística, con el fin de analizar un corpus muy específico para efectos investigativos, es importante realizar un último apartado con breves nociones generales sobre algunos de los textos más relevantes en relación con la historiografía costarricense.

Así pues, en el texto 100 años de literatura costarricense, el objetivo es crear un documento a modo de introducción para el público lector no especializado sobre las generaciones de escritores y escritoras de los últimos años. De este modo, Rojas y Ovares (1995) mencionan en su prólogo el esfuerzo por ampliar el mapa literario del país, no obstante, esta expansión temporal se da hacia el presente, dejando de lado cualquier mención a la literatura antes de la Colonia.

En su obra Breve historia de la literatura costarricense, Álvaro Quesada Soto intenta presentar la literatura en el ámbito de la historia social y cultural del país donde se produjo. Lo interesante de este texto son las reflexiones metodológicas que le introducen, aludiendo así el autor a las limitaciones de selección y poda, incluso se deja entrever cierto distanciamiento con la historiografía tradicionalista o archivística:

Sin embargo un resumen o exposición abreviada no implica necesariamente la repetición adocenada y simplona de verdades consabidas o viejos lugares comunes; y una exposición fragmentaria y deshilvanada; ni un simple catálogo descontextualizado inconexo de nombres de autores, títulos de obras, fecha de publicaciones, nacimientos o de funciones (Quesada, 2013, p. 11).

Si bien existe este desligamiento, el autor de igual manera justifica y plantea la imposibilidad de no caer en la arbitrariedad de una selección, división y cortes. De esta forma procede a utilizar, pero de modo mixto, conceptos como generación, fechas de nacimiento, ideas estéticas-ideológicas, entre otros. Además, el mayor corte de exclusión en este reconocido documento es el etario, en el cual solo se incluyen autores nacidos antes de la década de 1950 y que publican antes de la de 1980, por lo que el texto inicia con el estudio de la generación del Olimpo y la identidad.

En otro orden de ideas, los textos didácticos a nivel de educación superior han hecho esfuerzos por estudiar históricamente la literatura y presentar una propuesta para comprender los múltiples procesos identitarios. Tal es el caso de Identidades Literarias: una aproximación sociohistórica a la literatura costarricense (Mondol, 2014), donde se propone estudiar desde el punto de vista histórica la identidad presente en la literatura local. Si bien el primer capítulo se enfoca en estudiar los antecedentes de la literatura y la identidad nacional, esta problemática se abarca desde el siglo XIX.

Mientras que, en Literatura e identidad costarricense (Quesada, 2009), se busca realizar una introducción básica a la literatura nacional. El autor aclara cómo se viene produciendo “alguna literatura” a mediados del siglo XIX, e incluso antes. No obstante, el interés del texto se centra en el siglo XX, pues según Quesada (2009) es cuando existe mayor producción, como así lo verifica la polémica de finales del siglo XIX. En el prólogo se explicita cómo el libro no es una historia de la literatura, sino una guía para acercase a esta, por lo que es imposible presentar una totalidad de las estéticas producidas. Los temas centrales del documento son la recepción del lector, la producción simbólica y lo urbano, a través de estudio de los tres géneros clásicos.

Conclusiones

La teoría decolonial muestra las historias que han sido silenciadas por siglos, así como la violencia epistémica que han sufrido. De este modo, a través de la retórica de la modernidad, el acceso al conocimiento y el ser, se han ocultado espacios de interdiscursividad y heterogeneidad por medio de la negación epistemológica del otro. Con base en esta hipótesis, al utilizar esta herramienta teórica en el ámbito historiográfico literario, se logra observar los procesos de exclusión propuestos hacia las manifestaciones mal llamadas precolombinas en la historiografía nacional, por medio de ciertos mecanismos tanto teórico metodológicos como retóricos.

Dicho análisis ha mostrado también cómo de una u otra manera la mayoría de los autores, si bien han podido “negar” la existencia de la literatura indígena, tienen la necesidad de justificar su exclusión, tratando de razonar y mostrar que no existe nada más que espacios de vacío y silencio en la época indígena, con un aporte nulo a la historia literaria costarricense. El error lógico aquí es justificar la exclusión de elementos que “no existen en el relato”, por lo que no habría la necesidad de negar lo “no existente”.

Por su parte, los paradigmas en los que se inscriben estos textos son en su mayoría coloniales y nacionalistas. Así también, teórica y metodológicamente se construyen a partir desde una historiografía tradicionalista, que da a pie a los procesos de exclusión desde la epistemología (manera de entender/conocer la literatura y la historia) europea. Además, existe una clara correlación entre el acceso a la matriz colonial del poder y los procesos de exclusión que justifican los autores de estos documentos.

Para mostrar la validez de este trabajo, es importante destacar también cómo es un error reducir el problema de la exclusión “precolombina” en la historiografía por cuestiones de periodización debido a las atemporalidades de estos textos. Puesto que, como ya demostró la crítica historiográfica desde hace décadas, la periodización metodológicamente (y la historiografía tradicional) no es viable para mostrar los verdaderos procesos literarios surgidos en una cultura híbrida latinoamericana34.

Finalmente, la presente investigación deja constancia que es mucho el trabajo académico e investigativo que existe por delante para evidenciar los procesos soterrados de exclusión que sufren las heterogeneidades literarias. Por lo que, si bien se ha propuesto estudiar el tema desde un ámbito meramente historiográfico, se requiere del esfuerzo en conjunto de varias disciplinas diferentes, pero a la vez convergentes, para resignificar y redefinir la categoría indígena costarricense. Este trabajo es apenas una brecha que debe abrirse a largo plazo, con la unión de instituciones y cuerpos investigativos preparados para deconstruir las voces de los discursos oficiales.

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  • Zavala, Magda y Araya, Seidy. (1995). La historiografía literaria en América Central (1957-1987) Heredia: Editorial Fundación UNA.
  • Zavala, Magda. (1998). La literatura indígena centroamericana ayer y hoy. Kipus: Revista Andina de Letras, 9(98), 101-112.
  • 1
    Es decir, en los procesos historiográficos en los que se delimita cuál literatura es parte, o no, de la historia literaria. Lo mismo puede suceder en la selección de textos en antologías, diccionarios literarios, entre otros.
  • 2
    El universo literario indígena.
  • 4
    La crítica historiográfica se refiere a la capacidad metadiscursiva que esta posee para reflexionar sobre sí misma. Más específicamente, y en palabras de Moraña (2018), se trata de: “un espacio que existe en el cruce de relaciones y problemas que procediendo de otras áreas nutren y dan sentido político, social y aún filosófico a la historiografía” (p. 47).
  • 5
    Cabécares, Bribris, Ngäbes, Térrabas, Borucas, Huetares, Malekus y Chorotegas.
  • 6
    A lo largo del documento, la cursiva representa un destacado, a menos que se trate de títulos u obras.
  • 7
    No obstante, según el INIL, Instituto de Investigaciones Lingüísticas (2018) de la Universidad de Costa Rica, actualmente más de la mitad de las lenguas están extintas: huetar, chorotega, boruca y térraba. Donde el resto, según Rojas (1998): “han sido dejadas de hablar por un porcentaje de la población joven” (p. 10).
  • 8
    En este artículo de Krohn (2014), se pueden encontrar descritos todos los trabajos de este pionero en el estudio de las lenguas indígenas de Costa Rica.
  • 9
    El término aculturación se refiere tanto al proceso del contacto entre diferentes culturas como al resultado de tal contacto. En este último sentido, la aculturación se refiere a la asimilación por un grupo de la cultura del otro, con lo que se modifica la cultura existente y cambia la identidad del grupo. Véase: Francés (2011).
  • 10
    Por ejemplo: el Popol Vuh o Pop Wuj, Memorial de Sololá, Anales de los Cakchiqueles y El Rabinal Achí (Zavala, 1998).
  • 11
    Según Cornejo Polar (2003) todo señala que en el continente americano dicha franja es compleja, especialmente cuando se asume, como debe ser, que su literatura no sólo es la que se escribe en español o en otras lenguas europeas la élite letrada.
  • 12
    A través de la prefijación, raíz, y sufijación se forma la palabra precolombino: pre (antes), Columbus (Colón), “ino” (pertenencia o procedencia). El mismo término en su construcción morfológica marca una división, donde el núcleo, es decir, lo más importante –y lo que marca la temporalidad propia de la historia– es Colón mismo.
  • 13
    Según Mondol (2017), en este paradigma: “la formación discursiva de las historias literarias, tanto liberales como conservadoras, se caracterizaron por desarrollar una dinámica centrípeta, al mismo tiempo que excluyente, respecto a la función histórica y patrimonial que debía cumplir la producción literaria dentro del proyecto de modernidad nacional que comenzaban a experimentar, bajo distintos signos y temporalidades, las sociedades hispanoamericanas” (p. 92).
  • 14
    Mestizaje e hibridez: los riesgos de las metáforas, Cornejo Polar (1997).
  • 15
    Se refiere a la noción de “mestizaje”.
  • 16
    Vocablo griego del cual deriva la palabra “estética”.
  • 17
    Para esta última categoría se toma en cuenta más bien a Cornejo Polar y su teoría de literaturas heterogéneas.
  • 18
    Un ejemplo idóneo para ilustrar dicho pensamiento es la hiper conocida carta de Ricardo Fernández Guardia: “Se comprende sin esfuerzo que de una griega de la antigüedad, dotada de esa hermosura espléndida y severa que ya no existe, se pudiera hacer una Venus de Milo. De una parisiense graciosa y delicada pudo nacer la Diana de Houdon; pero, vive Dios, que con una india de Pacaca sólo se puede hacer otra india de Pacaca” (Fernández Guardia, 1894; en Segura Montero, 1995, pp. 296-297).
  • 19
    Noción introducida por Ignacio Ramonet en el periódico Le Monde diplomatique, en 1994.
  • 20
    Un ejemplo sencillo de cómo opera dicha inversión se expone en “La literatura indígena centroamericana ayer y hoy”: “el argumento de la lengua se usa también en varios sentidos para restar carácter literario a los textos indígenas. […] Es algo similar a la búsqueda de pureza racial, proyectada al ámbito de los textos” (Zavala, 1998, p. 107).
  • 21
    Dicha lógica se puede expresar incluso en un enunciado matemático de argumentación deductiva:
  • 22
    No por casualidad Zavala expresa: “difícilmente, textos recogidos en las comunidades indígenas de hoy llegan a ser canonizados por la crítica literaria y cuando esto ocurre, se debe a que reciben el respaldo de la autoría de un escritor o científico que sirve de intermediario” (Zavala, 1998, p. 108).
  • 23
    En la primera fase de esta investigación se ubicó un corpus de más de 80 textos historiográficos, entre ellos: reseñas de literatura costarricense, diccionarios literarios y de autores, antologías nacionales de todo tipo de género, entre otros. No obstante, debido a las limitaciones operacionales de esta investigación y su naturaleza, se trabajó con una muestra representacional.
  • 24
    Es decir, una técnica no aleatoria donde la muestra se elige de acuerdo con la facilidad de acceso, en este caso, la disponibilidad y ubicación de los textos.
  • 25
    Lo etnológico se refiere al estudio y comparación de los diferentes pueblos y culturas del mundo, antiguos y actuales.
  • 26
    El paradigma hispanoamericano, según Mondol (2017), busca el criterio de unidad, tanto política, lingüística y culturalmente. Es decir, busca unificar con el fin de crear una idea de que existe un criterio nacional identitario. En este caso, este criterio busca responder a las necesidades del imperio por proyectar su identidad en el sujeto colonizado hispanoamericano.
  • 27
    Según Mignolo (2010), la violencia epistémica es una forma de invisibilizar al otro, expropiándolo de su posibilidad de representación, donde se anula tanto la simbolización, subjetivación y representación que tiene el otro de sí mismo.
  • 28
    Nótese el antónimo de unidad (objetivo del paradigma nacionalista/hispano).
  • 29
    Es importante recordar la dicotomía de lo tradicional/moderno explicada en el apartado teórico.
  • 30
    Para Mondol (2017), el horizonte colonial es un primer momento de representación histórica de los procesos literarios que se dio a partir de una sistematización descriptiva con base en el registro. Esto sucedió, por ejemplo, con los proyectos que impulsó la élite criolla al registrar todo tipo de documentos considerados como literarios, entre ellos, crónicas, composiciones poéticas, historias generales o naturales.
  • 31
    Es importante destacar cómo en el pensamiento de Barthes no hay nada más allá del relato, la literatura más allá de los géneros discursivos es un gran relato sin autor, por lo que Barthes (1966) propone: relator (en este caso un sujeto crítico intelectual).
  • 32
    Por mencionar algunos ejemplos de autores extraídos del trabajo de Constenla: Póto Siúru, Eustaquio Castro, Aránaf, Joaquina Velas, Concepción Velas y Amelia Velas. Además, existe la figura del awá (médico Bibri), de la cual se han extraído múltiples narraciones, como en: Kõ kẽska – El lugar del tiempo. Historias y tradiciones del pueblo Bribri (Jara y García, 1997).
  • 33
    Este sinónimo posee estrecha relación con la categoría historiográfica de generación. Categoría con problemas teóricos y metodológicos que presuponen exclusiones. Véase Barajas (2005).
  • 34
    Sánchez (2009).

Fechas de Publicación

  • Fecha del número
    2021

Histórico

  • Recibido
    08 Nov 2020
  • Acepto
    17 Mayo 2021
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