Resumen
La mirada hacia los otros siempre ha estado determinada por los lentes que interponen los discursos sociales. El interés de este artículo es ilustrar el papel que juegan ciertos discursos y categorías sociales en las posibilidades de interacción cultural entre grupos de diversos orígenes en Tierra Dominicana1, a partir de las opiniones de nacionales e inmigrantes que trabajan o viven en este sector de la ciudad de San José. Se ponen en diálogo algunas construcciones identitarias como el género, la identidad nacional y la otredad, a fin de identificar algunas posibilidades de encuentros o desencuentros interculturales que se vislumbran en este espacio. Este abordaje se emprende desde la perspectiva de los estudios culturales y para ello se utilizaron diversas herramientas de exploración y análisis como la entrevista a profundidad, la observación y el Atlas Ti.
Palabras clave: Interculturalidad; identidades; otredades; estudios culturales; Costa Rica
Abstract
The gaze towards others has always been determined by the lenses inserted by social discourses. Based on the opinions of nationals and immigrants working or living in the Dominican Land, a sector of San José city, the article wants to show the role that certain discourses and social categories play in the possibilities of cultural interaction between groups of diverse origins. It brings into dialogue several identitarian constructions, such as gender, national identity and otherness, to identify several possibilities of intercultural encounters and dis-encounters surmised in this space. This approach departs from the perspective of cultural studies; for this, diverse tools of exploration and analysis have been applied, such as the narrative interview, observation, and Atlas Ti.
Keywords: Interculturality; identities; otherness; cultural studies; Costa Rica
Resumo
O olhar sobre os outros sempre foi determinado pelas lentes colocadas pelos discursos sociais. O interesse deste artigo é ilustrar o papel de certos discursos e categorias sociais nas possibilidades de interação cultural entre grupos de diversas origens em Tierra Dominicana, a partir das opiniões de nacionais e imigrantes que trabalham ou vivem nesta região da cidade de São José. Colocam-se em diálogo algumas construções identitárias como a de gênero, a identidade nacional e a alteridade, a fim de identificar algumas possibilidades de encontros ou desencontros interculturais que se vislumbram neste espaço. Esta abordagem é realizada a partir da perspectiva dos estudos culturais e para tanto se utilizaram várias ferramentas de exploração e análise como a entrevista em profundidade, a observação e o Atlas Ti.
Introducción
Las dinámicas globales, los flujos migratorios y los cambios en la estructura económica y productiva han reconfigurado los espacios urbanos de los países latinoamericanos. Costa Rica es puerta de entrada para migrantes centroamericanos, latinoamericanos y de más reciente data los migrantes extracontinentales.
En Costa Rica, la llegada de migrantes ha impactado la vida cotidiana y la realidad sociocultural, lo cual ha suscitado una vasta investigación social, particularmente aquella centrada en la población nicaragüense que da cuenta de las contribuciones de estos migrantes a la sociedad que los recibe, pero también de los desafíos a los que estos se enfrentan. No obstante, es necesario emprender estudios que permitan explorar la participación en espacios concretos de otras poblaciones migrantes y su vinculación en la vida sociocultural del país en esos espacios. En esta dirección, este trabajo se ocupa de explorar las relaciones interculturales entre inmigrantes de diferentes nacionalidades y su relación con la población nacional en un espacio “otro”, claramente diferenciado de otros sitios en el paisaje urbano de la ciudad de San José, desde la perspectiva de los estudios culturales.
Antes que visibilizar la condición de vulnerabilidad o las estrategias de supervivencia que caracteriza a estas poblaciones migrantes, este artículo busca indagar cómo las marcas identitarias de nacionalidad, racionalidad, género, condición social, la estética dominante o la actividad económica operan como dispositivos diferenciadores que se interponen y median la comunicación entre los migrantes y la población nacional. Estos marcadores son productos de significación de los discursos instalados en el imaginario social de la sociedad costarricense, de forma bastante exitosa por parte del poder hegemónico.
De la aproximación metodológica
Este trabajo retoma algunos de los insumos obtenidos en el proyecto de investigación “Migrantes: encuentros y desencuentros en la ciudad 20092010” de la Vicerectoría de Investigación (UNED, 2010)2. Para aproximarse al objeto del estudio, se abordaron los sujetos de la investigación, nacionales y extranjeros residentes o trabajadores, mediante técnicas e instrumentos etnográficos que incluyeron entrevistas a profundidad, observación indirecta y sondeos3. Se abordaron en la consulta a personas dominicanas, colombianas, nicaragüenses y costarricenses4 que correspondieron a trabajadores informales, comerciantes, trabajadoras sexuales y transeúntes. También se consultaron actores institucionalizados como miembros de la policía que trabajaron en el sitio, miembros de organizaciones no gubernamentales y del ámbito académico. Estas entrevistas fueron procesadas con el software Atlas Ti para responder a las preguntas de investigación que se propusieron originalmente con el proyecto.
En este artículo la autora complementa la información recopilada de las entrevistas con nuevos aportes bibliográficos y periodísticos a la discusión, así como insumos extraídos del “diario de trabajo de campo” y reflexiones propias desde la perspectiva de los estudios culturales. Por su parte, las expresiones de las personas entrevistadas se entienden en un contexto interaccional del discurso amplio. Esto significa que las opiniones están mediatizadas por la interacción con los medios de comunicación, el poder institucional, los fines ideológicos, los textos oficiales y las conversaciones cotidianas. Las posiciones de los individuos se entienden en el marco de la estructura socio-política en la cual participan como miembros de un grupo. Las personas buscan persuadir a los miembros de su grupo de sus posiciones hacia los otros y hacerlas legítimas, de esta manera las ideas se recrean en la interacción social del discurso.
Tierra Dominicana: un territorio en disputa
Al noroeste de la ciudad de San José emerge en el imaginario social un sitio considerado peligroso y denigrante, fracturado de la escena cotidiana de la ciudad y nombrado como “Tierra Dominicana”. Un gueto claramente diferenciado que desafía la moral burguesa, el orden, el control social y el discurso de una nación imaginada5 como homogénea y esencialmente blanca. Discurso que, aunque ha sufrido variantes en la conformación de su trama histórica, aún se sigue replicando en medios de comunicación, partidos políticos, sectores industriales y comerciantes, instituciones y gran aparte de sectores medios.
Se trata de un espacio de confluencia de múltiples nacionalidades, donde coexisten y se establecen relaciones entre varios grupos de inmigrantes y nacionales; de convivencia, conflicto, negación, ansiedad e incertidumbre. Colombianos, nicaragüenses, dominicanos, cubanos, chinos, entre otros grupos se han asentado allí de forma transitoria o de mayor permanencia e intercambian mercancías, bienes, servicios y relaciones sociales y personales. En la década de 1990 hubo un mayor posicionamiento y dominio del lugar por parte de personas de origen dominicano, pero a partir de la primera década del 2000 fueron desplazadas por colombianos, sobre todo provenientes de la costa Caribe de este país (Avendaño, 2008, p. 350).
Tierra Dominicana constituye un lugar de paso para muchos transeúntes y se caracteriza por una alta concentración de locales y actividades económicas, principalmente de servicios, legales e ilícitos y forma parte de llamada “zona roja” de San José. Avendaño (2008) lo describe como un territorio altamente diversificado y territorializado de la ciudad de San José:
En escasas cuatro cuadras, el estilo de vida contrasta por el lenguaje, la vestimenta, la misma reunión en las calles ... todos son signos que toma el territorio. La música con alto volumen y grupos de hombres reunidos que hablan entre ellos en voz alta o bien, haciendo uso de la telefonía celular, son desde la alteridad, parte de los signos del paisaje nuevo de San José ... Tan marcado está este territorio en el imaginario del transeúnte josefino que, ante cualquier pregunta sobre localización son múltiples las referencias (2008, pp. 357-358).
Se trata entonces no solo de un espacio físico sino también simbólico donde acontecen dinámicas culturales conflictuadas por la criminalización, la inmigración, la ilegalidad y el comercio lícito e ilícito. La construcción de Tierra Dominicana como un espacio “otro” atravesado por los discursos urbanos del miedo y las prácticas de racialización hacen de esta zona un lugar de reflexión de gran importancia para los estudios interculturales y de inmigración. Además, expresa el fracaso de políticas públicas de desarrollo urbano como el llamado “Paso de la Vaca” y una expresión más de la exclusión de ciertos sectores marginales de la ciudad de San José. Así entonces, este lugar presenta procesos semejantes a los que Alejandro Grimson (2007) llamó criminalización de la pobreza y “extranjerización de la pobreza”.
Tierra Dominicana debe su nombre a un bar que operó como centro de reunión y de entretenimiento para de inmigrantes de origen caribeño (sobre todo dominicanos) en los años noventa del siglo pasado. Con el transcurso del tiempo, el nombre fue acuñado por residentes y se convirtió en un referente espacial y simbólico para nombrar el sector de la Avenida siete y sus alrededores, y poco a poco el nombre adquirió connotaciones de inseguridad, marginalidad y otredad.
De acuerdo con el dueño del bar, Virgilio Sánchez6 (Santana, 15 de marzo de 2011) existió una intención de nombrar así al lugar para exaltar la presencia de residentes dominicanos y de visibilizar el sitio físico como un espacio de encuentro y entretenimiento de los dominicanos. Sin embargo, esta pretensión se vio truncada con la llegada de nuevos inmigrantes a la zona sobre todo colombianos provenientes de la costa Caribe, esto aunado a los procesos de criminalización y racialización de la zona7 y el desarrollo de actividades delictivas que tomaron auge a partir de los noventa.
La disputa por la territorialidad se expresa en aquellas voces que cuestionan que ese espacio en territorio nacional sea nombrado Tierra Dominicana. Es el caso de un editorialista de un medio masivo de comunicación, quien expresó la necesidad de borrar el nombre Tierra Dominicana en San José por considerarlo oprobioso para los costarricenses y solicitó que los dominicanos fueran expulsados. Adujo que “esa zona tiene un nombre y número de calle y avenida” (Beiro, 14 de octubre de 2009).
Los residentes dominicanos reclaman que la mala prensa del lugar sea atribuida a la presencia de dominicanos, no solo porque alegan que la nacionalidad dominicana no es mayoritaria en la zona sino porque la imagen degradada y conflictiva les es atribuida a ellos y ellas de forma injusta.
Un intento por mejorar la imagen de los dominicanos en este espacio no ha tenido éxito, pese a las gestiones de la embajada dominicana en Costa Rica. Las autoridades diplomáticas atribuyeron el fracaso de sus acciones de cambiar la imagen y el nombre de la zona al posicionamiento de Tierra Dominicana en el imaginario como un referente de una zona peligrosa debido a la presencia de personas de origen dominicano. Según estas, ese referente se consolidó debido a la práctica común en Costa Rica de dar direcciones con base en puntos de referencia físicos de diversa índole, y no a partir de calles o avenidas.
Tierra Dominicana: ¿Dónde están las mujeres?
Tierra Dominicana es un espacio dominado por hombres, especialmente inmigrantes que han tomado algunas aceras para marcar su territorio y hacer patente su apropiación del lugar. La masculinización de este espacio se expresa tanto en actividades comerciales, como en prácticas ilícitas y actividades de entretenimiento8. En San José, apunta Avendaño (2008, p. 358), este fenómeno se manifiesta en la concentración del poder en manos de los hombres al punto que cualquier cambio en la posición de las mujeres sería poco tolerado. Mientras tanto, las mujeres inmigrantes, son prácticamente invisibles en el espacio público, donde se les ve con poca frecuencia durante el día: ellas están confinadas a espacios privados diversos; como el oficio doméstico de la casa, la cocina de una soda o restaurante, la habitación de un burdel, o la sala oscura de un bar, entre otros9.
Colombianas, nicaragüenses y dominicanas trabajan cocinando y atendiendo establecimientos de ventas de comida o salas de belleza durante el día. Algunas de ellas, brindan servicios de trabajo sexual, lo cual confirmó la Asociación La Sala donde acuden mujeres de diversas nacionalidades, tanto costarricenses como extranjeras. Las colombianas y dominicanas destacan por su fenotipo afrocaribeño, su vestimenta y peinado de trenzas en su mayoría.
En Tierra Dominicana las voces de las mujeres inmigrantes son casi imperceptibles10. Son otros quienes hablan sobre ellas, por lo general hombres cercanos a su entorno o voces autorizadas como la de los policías o los comerciantes de la zona. Por lo general, prefieren abstenerse de hacer comentarios sobre la vida allí a personas consideradas desconocidas para ellas11. Además, las mujeres inmigrantes se vuelven visibles solo en términos de su marginalidad, exotización o estereotipación y erotización. En este sentido, ellas no son y cuando lo son, son siempre otras.
Estas representaciones, apunta Femenías, inscriben a las mujeres nooccidentales entre la ontologización y el exotismo:
La Mujer del Tercer Mundo es asimilada a lo “otro exótico” más próximo a la naturaleza. El lugar de Otra Exótica genera un espacio de visibilización en el discurso hegemónico pero a costa de ocultar o enmascarar a las verdaderas mujeres, reforzando su sensación visceral de doble subalternidad (2005, p. 164).
A los ojos de Don Octavio12, un comerciante con varios años de trabajar en la zona: “la mujer colombiana viene aquí a dilictir [sic] como prostituta, porque aunque tengan hombre y de todo, ellas vienen con esa cualidad ... porque diay de lo que yo conozco aquí, conozco que las mujeres sólo en prostíbulos verdad”. Don Octavio continúa intentando ubicarlas dentro de las dinámicas que se suscitan en Tierra Dominicana, esta vez utiliza un símil para calificar la poca visibilidad de ellas ahí: “en el día ellas están durmiendo, el trabajo de ellas es de noche ... les pasa las de los zorros”.
La asociación automática que establece Don Octavio de las extranjeras como prostitutas no es nueva13. Esta sexualidad racializada se inserta en una dinámica transnacionalizada de la migración que replica los discursos sexistas en la literatura, el cine, los medios de comunicación o la historia en los cuales el cuerpo de las mujeres, afrocaribeñas, afrodescendientes y otras es exotizado y visto con mayor permisividad sexual14. Como lo destacan Lobo y Meléndez:
La imagen de la mulata incitante y sensual, balanceando caderas; los senos sugerentes bajo la blusa entreabierta; la sonrisa invitadora y ardientes ojos negros; el largo pelo ensortijado y en conveniente alboroto, ocupa un lugar destacado en la literatura y la música popular del continente hispanoamericano (1999, p. 53).
A la estereotipación de mujeres inmigrantes como prostitutas, se suman las de mujer frívola e interesada. Don Octavio dibuja así este perfil:
algunas que trabajan, son como amas de casa porque viven con su hombre, tal vez él se las trae de allá de Colombia ... Lo que se ha sabido aquí, a ella le gusta vivir bien entonces, si el hombre no las puede mantener bien, se dedican a putear.
Estas representaciones fluyen de manera distinta entre mujeres en condiciones semejantes, lo cual permite emerger espacios de solidaridad y diálogo entre mujeres diversas, pero semejantes. Conseguir trabajo, lograr amistades o simplemente dar afecto son algunas de las gratificaciones que relatan trabajadoras sexuales costarricenses en sus experiencias con sus colegas inmigrantes. Sin embargo, ellas se debaten en una alta conflictividad y marginalidad propias de la zona, y es ahí donde la nacionalidad costarricense, como marca identitaria, otorga legitimidad en la zona; tal y como lo evidencia el siguiente relato de una trabajadora sexual costarricense sobre su experiencia con una mujer dominicana:
me conocen a mí y me hablan cuando yo paso me dicen “¿cómo está mi chiquita?”, “bien y usted”, con buen modo, con el modo que yo tengo, pero cuando yo ando de chichas que no se me atraviese nada ... Un día me agarró una dominicana y yo no sé qué fue y la agarré con la pobre dominicana, ni para qué lo hice, me trató como me trató y me dice “usted se lo buscó”, yo no tengo por qué pagar, lo que a usted le hacen usted no tiene porqué venir a echármelo encima a mí, se enojó conmigo, ahora ya está conmigo así, es que yo les digo el modo que yo tengo ustedes no lo tienen, si a ustedes les hacen un daño, ustedes no se van a quedar queditas con las manos así, yo tengo que defender mi vida, porque mi vida como tica que soy valgo y la dominicana me comprendió y me dice: “no, sí es cierto”.
En este sector de la ciudad de San José, las mujeres inmigrantes son mayormente excluidas que los hombres en tanto están en un afuera de la construcción identitaria nacional. Si ya lo han estado las poblaciones indígenas, negras y mestizas en general en la emergencia de la nación, las mujeres afrocaribeñas están más lejos aún de la posibilidad de esa imaginación nacional.
En este sentido, Carmen Romero (2008) destaca el papel del “cuerpo” en la definición de lo que cuenta como un “sujeto-humano”, no buscando una garantía de permanencia, sino atendiendo a los continuos procesos agónicos que marcan los afueras y los adentros sobre quién cuenta como “humano” en un momento concreto. Es un ejercicio de recurrente establecimiento y cuestionamiento de fronteras que resulta particularmente relevante de cara a considerar qué permite que ciertas personas pasen o no a ser consideradas -en determinados momentos y contextos, bien sea por otras o por ellas mismas- como “inmigrantes” o como “nacionales” (2008, p. 147).
Así entonces, la ficción de la nación se erige como marca invisibilizada de ciudadanía para los nacionales blancos o marca visibilizada y exotizada de exclusión para mujeres inmigrantes.
Antes bien, por encima de los discursos identitarios que atraviesan las relaciones cotidianas entre mujeres de distintas nacionalidades, las costarricenses encuentran en sus colegas extranjeras no solo diferencias que las separan, sino también, condiciones de igualdad en la desigualdad, porque finalmente como señala Yasmín, una extranjera trabajadora en la zona, “somos mujeres todas” (risas). Podríamos decir que a mayor exclusión mayores posibilidades de reconocimiento entre desiguales.
En Tierra Dominicana, si bien las relaciones entre mujeres de diversos orígenes están mediatizadas por los discursos identitarios, las condiciones y niveles de exclusión social donde se juegan esos discursos cobran realidades múltiples en momentos diversos. A manera de ilustración: no es lo mismo para una trabajadora sexual percibirse como “costarricense” en la noche frente a sus colegas extranjeras, como puede asumir su identidad como costarricense, una vendedora de una tienda a la hora de salir de su trabajo en horas de noche y circular por este sector de la ciudad. Una y otra se perciben más o menos costarricenses de acuerdo con ciertas condiciones que garanticen su legitimidad como tales, lo cual marcaría las formas de relacionarse con las inmigrantes de su entorno.
La mirada antagónica como dispositivo de negación
En Tierra Dominicana, los costarricenses se piensan y se imaginan como grupos antagónicos a los extranjeros, particularmente colombianos y dominicanos, quienes tienden a ser fenotípicamente afrocaribeños. En el imaginario costarricense, los nacionales se definen en términos positivos ya conocidos y desarrollados ampliamente en estudios culturales: pacíficos, de piel clara, educados, buenas personas, sensibles, solidarios, entre otros. Mientras que los inmigrantes extranjeros son retratados como lo opuesto a esa construcción identitaria.
Bondad tica y pacifismo legendario 15 frente a violencia congénita
La bondad tica emerge en los relatos como uno de los rasgos más identitarios que se atribuyen los costarricenses. Supone una esencia del ser costarricense cargada de emocionalidades que lo hacen más solidario, en comparación con los otros extranjeros. Desde la marginalidad, algunas voces replican este discurso. A manera de ejemplo una trabajadora sexual costarricense residente de la zona, retrata al costarricense con lugares comunes:
Diay nosotros somos, como le dijera, como más sensitivos, como más sentimentales, somos personas que digamos si alguien necesita algo nosotros damos aunque sea una donación pequeña, es como un país más unido ... Diay, que nosotros somos llevaderos, después que somos bastante hermanables porque cuando hay una teletón todos cooperamos”.
Un policía radicado en este sector comparte esa opinión de costarricenses de seres bondadosos, solidarios y con un comportamiento correcto:
Por lo menos en los que están ahí, sí le puedo decir que por lo menos el tico si se preocupa más o es más humano ... el comerciante tico llega más a preocuparse más por lo que le pase a aquella persona, no directamente porque ellos tampoco se van a ver en problemas, pero sí en tratar de colaborar, en ese espíritu de colaboración aunque sea mediante una llamada al 911.
Estas expresiones de benevolencia pueden responder o no a hechos experimentados por los propios entrevistados, sobre todo si consideramos que en situaciones de precariedad los sectores populares han manifestado su solidaridad entre semejantes. Sin embargo, estas narraciones provienen de otras construcciones identitarias como el pacifismo legendario del costarricense enfrentado a la violencia congénita de los nuevos pobladores que llegaron a Tierra Dominicana. Este discurso es replicado por policías que trabajan en la zona.
Un policía de la comandancia comenta: Los costarricenses somos sumamente pasivos este ... y con una connotación de trabajar y de hacer las cosas bien, y ser agradable a todas las personas este ... yo siento que esta población, más que todo los colombianos este ... por sus antecedentes verdad, de que vienen de un ambiente violento, igualmente los nicaragüenses, que vienen de un ambiente violento, de convulsión social este ... de intervenciones militares, de sicariato este... de impregnación del narcotráfico en toda la esfera social este ... hasta en la parte policial, política y militar de Colombia ha afectado seriamente los aspectos culturales de ellos porque son sumamente violentos verdad, a las personas que se ha tenido que intervenir en cierto grado.
El supuesto pacifismo costarricense se desdibuja frente a prácticas de violencia que acontecen en Tierra Dominicana. Este espacio constituye un sector de una intensa actividad ilícita y de enfrentamientos entre grupos que se disputan la territorialidad de la zona, a ello se suma la marginalidad y la exclusión social de grupos vulnerables como indigentes y trabajadoras sexuales, que generan una dinámica muy compleja que la hacen gozar de mala prensa.
Una exploración por foros de Internet da cuenta de ello, pero el racismo se extiende aquí a todos los otros, a los pobres, a los decadentes. Cuando se demolieron varios establecimientos en Tierra Dominicana y fueron divulgados en los medios de comunicación convencionales y en redes sociales. A propósito una persona escribió en uno de estos foros:
Ahora solo falta que hagan lo mismo con LA CARPIO, LEON XIII, LOS CUADROS, ECT, ECT [sic] ... al mejor estilo de EL GUETO como en varsovia [sic], que fumiguen a esos maleantes vagos que no hacen en ningún [sic] bien a la sociedad ( Seudónimo “Lencho”, 31 de marzo de 2010).
La conflictividad en la zona es atribuida en gran parte a la presencia de inmigrantes, como resultado de actividades ilícitas y de prácticas culturales que atentan contra la supuesta tranquilidad del lugar. Se trata de una zona con una permanente presencia policial de vigilancia y control que se ha intensificado a partir de enfrentamientos entre bandas de extranjeros, que se intensificaron desde octubre del 2009 hasta el segundo semestre del 201016.
Operativos de desmantelamientos de cuarterías17, control de establecimientos comerciales y requisas de documentos de legalidad han sido llamados “operativos de limpieza” para “sanar” la zona, según la policía. En este sentido, cabe recordar que el discurso higienista ha sido utilizado por la criminología como mecanismo de control social de inmigrantes, pobres, y otras poblaciones vulnerables en los espacios públicos. La noción de erradicar la presencia de inmigrantes como focos de maldad son replicadas también en la internet: “Fijo! Hubiera salido más barato nada más echar fuego con ese monton [sic] de HP’s [sic] adentro! Así se purifican las cosas... con fuego!!!!” (Seudónimo SDB, 31 de marzo de 2010)18.
En este contexto, Tierra Dominicana emerge como uno de los espacios más inseguros y amenazantes de la ciudad de San José ante la presencia de extranjeros19. Una encuesta sobre percepción de la criminalidad urbana, que incluyó al distrito La Merced al cual corresponde la administración de este sector mostró que el 84% de los entrevistados vincula la migración extranjera con la criminalidad de sus entornos (Carvajal y Rivera, 2001, p. 25). Sin embargo, las representaciones sobre conflictividad, amenaza y miedo en este sector de San José están mediatizadas por el discurso sobre la inseguridad ciudadana en el país instalado en la agenda pública, en la cual los medios de comunicación cumplen un papel clave en la criminalización de este espacio20 ( Bustos, 2012).
El discurso público de la inseguridad es compartido por varios costarricenses residentes o trabajadores de la zona, pero también es divergente para algunos de ellos, quienes señalan que la conflictividad estaba presente incluso antes de que llegaran los foráneos. Para quienes viven ahí, la inseguridad se vive de una manera distinta a como la presentan las voces mediáticas o políticas.
Por su parte, residentes y trabajadores tienen mayor conocimiento sobre las fuentes de conflicto en el lugar y han desarrollado estrategias de coexistencia para movilizarse. Según relatan fuentes policiales y vecinos del lugar, el riesgo en la zona se potencia sobre todo con el tráfico de drogas y es menor debido a otro tipo de delictividad (robos a transeúntes, por ejemplo). Esto obedece a una estrategia de control de la zona por parte de la dinámica del narcotráfico que busca mantener alejada a la policía21.
El color de la piel como dispositivo de etiquetamiento
Los inmigrantes que viven o trabajan en la zona cuestionan la supuesta bondad tica ante algunas prácticas de exclusión y racismo por parte de costarricenses22, muchas veces dirigidas hacia el color de la piel de extranjeros, que en el caso de dominicanos y colombianos en la zona son en su mayoría fenotípicamente afrocaribeños. Así, la etnicidad, muchas veces, representa un obstáculo para acceder a la prestación de servicios públicos como el uso de taxis o el mal trato recibido en locales comerciales en diversos lugares de San José son parte de las experiencias que relatan los inmigrantes.
Una nicaragüense, residente en Costa Rica desde hace varios años y casada con un colombiano, recrea una escena en este sentido:
mi hijo es negro, mi marido es negro ... Una vez nos pasó algo muy cómico cuando yo me iba a mejorar porque no pasaban taxis, como a las cuatro de la mañana es muy difícil encontrar taxi y más por el sector que yo vivía antes, ... entonces nos tocó salir hasta lo que fue la carretera principal pero nada y el único taxi que había, iba vacío no nos quiso parar ... . De hecho a veces me ha pasado que saliendo de donde mi mamá, vamos a agarrar un taxi y cuesta que nos pare ... Una vez un taxista, amigo de mi mamá le dijo, porque mi mamá le preguntó esa duda o espinita que tenía ahí, y él le dijo que no, que es que hay unos taxistas que por temor o incluso hasta [por] el mismo racismo no llevaban negros y de hecho no te paran, hay unos que vos podés durar ahí, tal vez sea el único taxi y el único cliente que está ahí, prefieren no ganar plata que llevarte, todo porque es negro.
“Muy brillantes” o “muy negras”, así describen residentes nacionales a mujeres dominicanas y colombianas que viven en Tierra Dominicana. El color oscuro de la piel se revela como una de las marcas más significativas de rechazo al otro desde una estética hegemónica que privilegia el color blanco de la piel, y que pone en entredicho esa mítica bondad costarricense. Cuanto más oscura es la piel, menos posibilidades de interacción entre nacionales y extranjeros afrocaribeños se vislumbran en las percepciones de algunos entrevistados.
Prácticas culturales: del gusto al disgusto
Una consulta23 a personas inmigrantes y nacionales residentes en la zona evidenció el escaso o nulo interés que muestran los residentes por conocer las prácticas culturales como la comida, la música, el baile o la religión de los distintos grupos que habitan ese espacio. Los extranjeros manifestaron un poco más de interés que los nacionales en conocer más del contexto cultural de la sociedad costarricense, lo cual se explica por la necesidad de asentamiento y apropiación en su condición de inmigrantes, pero rechazaron el baile y la gastronomía tica.
La gastronomía: un lugar de desencuentro
La gastronomía, como vehículo de comunicación, de representación y recreación de la identidad cultural es un recurso indispensable para explorar la realidad de un grupo social, pues como nos recuerda Ortiz “los alimentos reproducen las formas en que las personas, los grupos y las sociedades interactúan entre sí, negocian y experimentan rasgos culturales diferentes o extraños, y se expresan sobre el mundo” (2006, p. 17). Así, los alimentos materializan las identidades y se transforman en productos culturales de consumo cotidiano.
En Tierra Dominicana la comida, por ejemplo, es un lugar de poca empatía e interés entre residentes extranjeros y nacionales, tal y como lo manifestaron al referirse a los platillos o restaurantes ubicados en la zona.
Dominicanos y colombianos no encuentran “sazón” en la cocina costarricense. Para ellos y ellas, la gastronomía del tico es siempre la misma: arroz, frijoles y algo más. No hay variedad ni sabor que les provoque un interés a experimentar ni a frecuentar sitios de comida típica costarricense. Por su parte, los nacionales, rechazan la apariencia, el olor y el color de los platos de los lugares de venta de comida dominicana o colombiana, que en muchos casos se les asemeja a la comida del Caribe costarricense. Estas opiniones no suelen provenir de la experiencia con la gastronomía de aquellos extranjeros, porque como describe una vendedora en un restaurante colombiano: “a los ticos no les interesa probar la comida de los extranjeros, no les gusta probar, no sé por qué”.
La negación o elusión con la experiencia gastronómica del otro actúa como barrera para el conocimiento de las prácticas culturales ajenas, e impone un hasta aquí. Como si el consumo de alimentos preparados por los diferentes significara una suerte de traición de sus propios valores culturales o una pérdida de estos que en última instancia implicaría asemejarse a ese otro.
Subyace también en esta discusión, una referencia a la metáfora de la contaminación utilizada en la retórica del discurso racista hacia los inmigrantes que se ha evidenciado en muchos grupos24. El miedo a “contaminarse” con el otro mediante sus alimentos, sus variaciones culinarias se expresan como una forma de racialización en el caso particular de Tierra Dominicana. Así, las posibilidades de encuentro entre nacionales y extranjeros se ven reducidas ante el desinterés de acercarse a la gastronomía de cada uno.
“Pocos ven lo que somos, muchos ven lo que aparentamos”
En Tierra Dominicana muchos hombres afroamericanos caminan por sus calles vistiendo alhajas, ropa de marca y colores llamativos. La apariencia física25 es no solo una expresión identitaria sino también un recurso de posicionamiento en el espacio social. Así son claramente “ubicados” y diferenciados como dominicanos o colombianos por parte los nacionales. Como bien apunta Bourdieu:
Las posturas objetiva y subjetivamente estéticas que suponen, por ejemplo, la cosmética corporal, el vestido o la decoración doméstica, constituyen otras tantas ocasiones de probar o de afirmar la posición ocupada en el espacio social como categoría que hay que tener o distancia que se debe mantener (1988, p. 55 ).
Para unos hombres costarricenses, la apariencia de muchos afrocaribeños que circulan en Tierra Dominicana es vista como pretenciosa y desafiante, al punto de que anula cualquier posibilidad de contacto e intercambio con ellos. Así lo manifestaron comerciantes residentes del lugar y oficiales de la fuerza púbica, quienes cuestionaron sobre todo el vestir de estos extranjeros.
Un relato periodístico intenta retratarlos:
Muchos de ellos son jóvenes que no rebasan los 30 años, fornidos y blindados por joyas descomunales que aparentan el oro y los diamantes que, en la vida real, solo pesan en el opulento cuello de raperos gringos como 50 Cent y Puff Daddy. Lucen tatuajes, cicatrices y camisetas por las que se sale buena parte de su anatomía. Algunos tienen buenos carros -o mejores amigos-, a veces brindan con whisky, cerveza, ron o aguardiente en la vía pública y, especialmente los más jóvenes, se guardan el pelo con una panty femenina sobre la cabeza. Los domingos de sol pueden llegar a poner música a todo volumen y a relajarse por la vereda, en un intermitente hormigueo sin principio ni fin ... Esta forma de ser y estar, en una especie de ostentación festiva permanente, suele indisponer especialmente a las autoridades. Pero ya lo dijo el sabio Maquiavelo: Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos (Montero, 5 de octubre de 2008).
La moral burguesa occidental impone normas y cánones en las formas de comportamiento socialmente aceptadas. Desde esta mirada, los inmigrantes pueden ser considerados desafiantes de ese orden moral y rechazados por su apariencia o sus prácticas de consumo cultural, concebidas desde los cánones de una estética dominante.
Es por medio del gusto que muchos nacionales se afirman, y lo hacen de forma negativa ante el gusto de los otros (afrocaribeños). Bourdieu nos recuerda que toda determinación es negación, pues los gustos son, ante todo, disgustos, hechos horrorosos que producen una intolerancia visceral para los otros gustos, los gustos de los otros... “La intolerancia estética tiene violencias terribles” (1988, pp. 53-54).
Reflexiones finales
De miedos, incertidumbres, silencios y más
El acercamiento a la realidad multicultural de Tierra Dominicana permite considerarlo como uno de los espacios donde mayormente se percibe la oposición entre la construcción identitaria del costarricense con otras comunidades. Pocos lugares de la ciudad de San José son un espejo nítido de las radicalizaciones entre los discursos identitarios como en este espacio.
La otredad en este espacio se expresa en un continuum de etnia, nacionalidad y género asociadas a la criminalidad y la degradación moral en las percepciones de las personas entrevistadas. No obstante, estas continuidades discurren de forma diferenciada. Así, por ejemplo, en un espacio multicultural como el de Tierra Dominicana, los nacionales a veces perciben a los nicaragüenses en “términos positivos”, en comparación con dominicanos y colombianos, aunque igualmente con expresiones racializadas: “el nicaragüense es más humilde”, “los nicas son pobres”, “trabajadores con problemas”, “tranquilos”, “hay buenos y malos”, así fueron citados los nicaragüenses por costarricenses residentes en la zona.
El color menos oscuro de la piel de los nicaragüenses y la criminalización más radicalizada en comparación con colombianos y dominicanos contribuye a percibir a los nicaragüenses como menos otros, por parte de los costarricenses residentes en la zona. A ello, se suma el hecho de que la inmigración nicaragüense es de más larga data que aquellas y ha generado, quiérase o no, procesos de mayor hibridación. No es posible afirmar que la percepción hacia la población nicaragüense ha dado un giro positivo, superando barreras de xenofobia y racialización, sino que en contextos de reconfiguración de los entornos con mayor presencia multicultural esta entra en diálogo con nuevas variaciones imaginarias del discurso hacia los inmigrantes. Tierra Dominicana presenta entonces nuevos desafíos a la investigación de la construcción identitaria en este escenario.
Si bien es cierto, la nacionalidad ha sido utilizada por algunos y algunas costarricenses, como recurso para reclamar legitimidad en el lugar como sujeto de derechos. Las fuentes del conflicto en Tierra Dominicana no parecen provenir de la presencia multicultural de personas que residen o trabajan allí. Antes bien, el rechazo, el silencio o la negociación se han instalado como formas de coexistencia y de rupturas con el otro, que disminuyen las posibilidades de comunicación en tanto esta solo es posible con la participación de quienes estén interpelados o involucrados. Estas rupturas son resultado también del desconocimiento y como consecuencia de la incertidumbre que persiste en un espacio donde se multiplican los contactos entre culturas, entre universos simbólicos diferentes.
La capacidad de escucha por parte de los costarricenses se ve reducida por las imágenes de sujetos superiores que tienen sobre sí mismos. A su vez, los extranjeros ponen en marcha sus estrategias de sobrevivencia que se debaten entre la xenofobia hacia los costarricenses y la no generalización de ellos. En una zona debatida por las tensiones entre grupos de extranjeros por el tráfico de drogas, el despliegue policial para ejercer el control sobre el territorio, y la marginalidad en la cual viven muchas personas, la xenofobia y el racismo son un caldo de cultivo que puede potenciar los conflictos entre grupos, agudizándolos.
Pensar las potencialidades de una mayor comunicación intercultural, implicaría encontrar formas de reducir la incertidumbre y la ansiedad estableciendo mayor contacto que propicie mayor conocimiento entre las comunidades. En este trabajo, varios colombianos explicaron el rechazo de los costarricenses hacia ellos desde la ignorancia o desconocimiento de la realidad intercultural en el mundo. A la poca empatía hacia los otros, se suma el desconocimiento o bien el conocimiento mediatizado por los discursos oficiales o mediáticos. Imágenes recurrentes de “colombianos violentos” o “cultura alegre”, “dominicanas prostitutas” o de “ticos déspotas” o “ignorantes” provienen no solo del escaso contacto intercultural sino del imaginario que habitan.
Por ello, es un desafío para la investigación cultural continuar observando cómo cambian o se acentúan las miradas hacia los otros y la propia identidad, en este pequeño pero intenso espacio de presencia multicultural. Los movimientos que aquí acontezcan son claves para identificar las posibilidades de una mayor convivencia e intercambio cultural. No se trata de una posición ingenua en la cual los antagonismos van a desaparecer sino que pueden cobrar nuevas formas, nuevos cursos posibles.
Resemantizar el nombre de Tierra Dominicana significaría dotar de nuevos contenidos a Tierra Dominicana, para construirlo en un referente distinto, alejado de connotaciones negativas. Constituye un desafío para las autoridades no solo diplomáticas sino gubernamentales en materia de políticas públicas que dinamicen la vida pública en la zona, más allá de lo comercial, con desarrollo de actividades, espacios y medios que propicien la interacción cultural entre los residentes de diversos orígenes.
Políticas culturales y de reconocimiento de derechos podrían dinamizar el espacio, permitiendo una mayor interacción entre nacionales y residentes, y favoreciendo la cohesión social. Políticas dirigidas a reconocer a gestionar la cultura como recurso (Yúdice, 2006) permitirían aprovechar la diversidad cultural de este espacio y potenciarlo desde diversas acciones. No se trata de una mera instrumentalización del patrimonio de los grupos que lo habitan, sino de un reconocimiento de las potencialidades de aquellos y poner en valor su patrimonio. A manera de ejemplo: la gastronomía de los inmigrantes y nacionales puede ser un medio para potenciar el diálogo intercultural, pero no solo desde un agenciamiento de migrantes o nacionales por sí mismos, sino desde una política cultural integrada al desarrollo de otras iniciativas en la ciudad de San José.
En Tierra Dominicana, mujeres extranjeras ponen en práctica sus destrezas y aportes en términos de productividad económica, pero estas no son valoradas socialmente por los nacionales no solo por su condición de mujeres, sino también por tratarse de mujeres inmigrantes de origen afrodescendiente. Muchas de ellas dominicanas y colombianas −e inclusive cubanas y nicaragüenses− trabajan cocinando y atendiendo sodas y restaurantes en la zona, pero prejuicios culturales hacia la gastronomía de estas poblaciones limitan las posibilidades de un acercamiento y visibilidad de la actividad productiva de las mujeres inmigrantes. Así, la gastronomía como un recurso cultural sirve de instrumento para potenciar el diálogo intercultural26, pero no solo desde un agenciamiento de migrantes o nacionales por sí mismos, sino desde una política cultural integrada al desarrollo de otras iniciativas en la ciudad de San José.
Ciertamente, los desafíos que aquí apenas se esbozan demandarán de una discusión más amplia que excede los propósitos de este artículo. Este trabajo es apenas una invitación a continuar aproximándose a Tierra Dominicana como objeto de interés de futuras investigaciones. Antes bien, academia, actores políticos y de la sociedad civil podrían trabajar en ampliar una conceptualización de una Agenda de la Diversidad. Esto pasa por el reconocimiento del aporte y la participación de la población inmigrante en la configuración de las sociedades modernas y la construcción de una ciudadanía más robusta e inclusiva.
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Intelectuales de diversos orígenes han estudiado las fuentes de esa imaginación nacional, para superar una narrativa nacionalista que distorsiona la realidad de los orígenes de la sociedad costarricense. En esta dirección, me parece muy útil citar el trabajo de síntesis de Alexander Jiménez para dilucidar las fuentes de esa narrativa y cómo esta ha ido tejiéndose con distintas vertientes. “La trama argumentativa de esa “nación imaginada” se ha nutrido de miedos, prejuicios, truculencias, ficciones y aspiraciones de quienes la imaginan y la recrean. Así por ejemplo, el blanqueamiento de la población estuvo basado en criterios de compensación económica o de tipo higiénico o moral, a finales de siglo XIX y principios del XX. Mientras que ahora se asocia al ser nacional, al alma de la nacionalidad” (Jiménez, 2002, p. 218). Ese autor así como muchos historiadores e investigadores de las ciencias sociales humanas continúan reconstruyendo los hilos de un entramado que confronta a la sociedad costarricense con su pasado y presente.
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El propietario del bar Tierra Dominicana y quien nombró así a este establecimiento resume su frustración por la imagen malograda del lugar: “Fue un error ponerle Tierra Dominicana, lo hicimos con la intención de que hubiera más comunicación, de que hubiera intercambio cultural, no lo hicimos con una visión negativa” (Santana, 15 de marzo de 2011).
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Interrogarlos no fue tarea fácil. El acceso a las personas entrevistadas, quienes adujeron la escasa disponibilidad de tiempo en muchos casos y en otros el temor era evidente, fue engorroso. Varias de las personas consultadas condicionaron su tiempo para conversar, marcando el tipo de trato con la investigadora entre acoso y galantería. Interrogaciones sobre la vida privada de la investigadora fue parte del acoso verbal y gestual de las pláticas.
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El acceso a las mujeres extranjeras en esta zona fue difícil tanto en términos de su presencia pública como en su disposición para hablar con la investigadora. Por ello, las entrevistas a profundidad corresponden en su mayoría a costarricenses, mientras que interrogar a las dominicanas y colombianas solo fue posible dentro de un diálogo breve y recatado. Varias de ellas se resistieron a un mínimo contacto, cuestionaron mi presencia e inclusive fui interrogada por una de ellas, al punto que me solicitaron mostrar mis credenciales como funcionaria de la UNED. Tomado del Diario de Campo.
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De ahí la dificultad experimentada por la autora al aproximarse a la perspectiva de los inmigrantes en la zona. Apunta Miquel que “ciertas minorías étnicas hacen de la invisibilidad social una estrategia de defensa” (1999, p. 40).
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El acercamiento a mujeres dominicanas y colombianas solo fue posible durante su trabajo cotidiano, principalmente mientras ellas cocinaban o atendían sus negocios de comida. Se evidenció aquí sus temores a ser consultadas: “entramos a una soda donde se encuentran dos mujeres cocinando, una de ellas que estaba picando coco en una de las mesas, nos dice que van a quitar la soda. Nos presentamos y les comentamos sobre la consulta escrita, pero las mujeres se muestran reservadas ante nuestra presencia, tanto así que una de ellas toma un celular (pareciera que finge una llamada) y comienza a hablar elevando el tono de su voz, lo cual interrumpe nuestra explicación sobre la consulta, al final manifiesta no estar interesada, nos vamos del lugar”. Cabe resaltar también que en algunos de los casos, la presencia de hombres condicionó el acceso de esta autora a ellas. Tomado del Diario de Campo.
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“Si una mujer dominicana se sube a un carro (taxi) es prostituta; y si sube un hombre es delincuente. Así nos tienen”, asegura Inés Luna, una propietaria del bar originalmente llamado “Tierra Dominicana”. Alcántara, Rosa. (16 de marzo de 2011). En barrio de Costa Rica existe un mito en contra de dominicanos. Hoy Digital. Recuperado de http://hoy.com.do/en-barrio-de-costa-rica-existe-un-mito-en-contra-dedominicanos/
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Así lo señalan estudios sobre inmigración de mujeres afroamericanas, afrodescendientes en Europa y Estados Unidos. Por ejemplo, Piscitelli (2007) observa que la construcción identitaria nacional de la mujer brasileña opera en el turismo sexual internacional. La autora nos recuerda que las imágenes exotizadas que tienen los turistas que van en busca de gratificaciones sexuales al Noreste de Brasil están vinculadas a una exacerbación de la diferencia e íntimamente vinculadas al erotismo, y provienen del imaginario construido por viajeros occidentales que viajaron a los países del Sur fueron considerados fuente de libertad erótica (Edwards, citado por Piscitelli, 2007, p. 27).
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Se trata de una construcción retórica de la autora para evocar un pacifismo que solo existe como tal en algunas narrativas oficiales y mediáticas. Esa atribución histórica ha sido cuestionada por investigadores costarricenses en las últimas décadas. En mi tesis doctoral exploro las narrativas y las estrategias discursivas de la inseguridad ciudadana en Costa Rica, y en estas surge el cuestionamiento de ese pacifismo. Ver Bustos (2013).
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La muerte de un hombre de 78 años y la afectación de buses de la ruta Heredia por impactos de bala, como resultado de un enfrentamiento con armas entre colombianos, en octubre del 2009 avivó las opiniones sobre la conflictividad del lugar en los medios de comunicación. Este hecho desató el despliegue de varios operativos y allanamientos en algunos de los establecimientos del lugar (cuarterías, sodas, internet, entre otros) por parte de la Fuerza Pública, agentes del OIJ y policía municipal, quienes emprendieron una investigación migratoria, decomisaron armas de fuego y drogas, y detuvieron a indocumentados, colombianos y dominicanos. Láscarez, C. (8 de octubre de 2009); Recio, P. (31 de marzo de 2010). Este acontecimiento atizó el debate sobre la legitimidad de derechos entre inmigrantes y extranjeros, a raíz del cambio de parada de buses a otro punto de la ciudad. Algunos nacionales alegaron que la medida era incorrecta porque perjudicaba el servicio de costarricenses en esa ruta, y que en su lugar quienes deberían de irse de la zona eran los extranjeros.
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En un trabajo anterior se evidenció el papel clave que cumplen los medios de comunicación en la construcción del imaginario social, particularmente en la criminalización del sitio. Ver artículo “La mirada mediática hacia Tierra Dominicana: una aproximación desde el Análisis Crítico del Discurso”, de esta autora (Bustos, 2011, p. 117).
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Explica el Capitán Blades: “hay algo particular porque hay otras actividades ilícitas que no permiten que se den asaltos frecuentemente, por ejemplo los vendedores de droga, que es un tema que está en cada una de las esquinas, de las avenidas, esos son inhibidores de los asaltos, porque cuando se da un asalto este se responde de forma sumamente rápida, sumamente eficiente y eso causa una generación de presencia y movilización de recursos en el lugar donde ocurrió entonces, a los vendedores de drogas esas circunstancias de tener la policía tan cerca por las situaciones de los asaltos este es un factor desfavorable para ellos, entonces existe como un código, así como un código que ... que en el sector donde está el expendio de droga este ... no se realizan asaltos” (Tomado del Diario de Campo).
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Mientras entrevisto a unos colombianos en la vía pública pasa un autobús, alguien grita unas frases que no logro precisar. Le pregunto a ellos y comentan: “vio como nos gritan insultos”. Señalan que es que es muy común en la zona que gente baje la ventana del autobús y les insulten. Comentan que inclusive participan señoras mayores. Esto fue negado por un policía destacado en la zona. Tomado del Diario de Campo.
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Carlos Sandoval (2002, p. 68) puso en evidencia esta retórica en el caso de los inmigrantes nicaragüenses en Costa Rica.
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Estudios de género y feministas apuestan por el diálogo intercultural (Femenías, 2005), a partir del reconocimiento de identidades múltiples, que permitan reconocer las diferencias y afirmar las semejanzas para establecer posibilidades de solidaridad y acercamiento entre mujeres diversas: “Hay un fuerte impacto de etnia y de género en los flujos migratorios. Si se los afronta con las adecuadas armas teóricas y prácticas, se puede favorecer el cambio, la mestización étnico-cultural, la apertura de las diferencias con el objetivo de promover beneficios estructurales para alcanzar mayor integración social” (2005, p. 188).
Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
Oct-Dec 2018
Histórico
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Recibido
15 Ene 2018 -
Acepto
05 Jun 2018