Antropología sociocultural y construcción nacional en Cuba y Haití. Antología crítica e historia comparada (1884-1959) se propone estudiar, en una lógica comparativa, los vínculos entre la historia de la nación y la historia de la antropología. La comparación, a priori, no es evidente 2: Haití, antigua colonia francesa, fue la primera “nación negra” independiente de la historia (1804) y la primera en abolir la esclavitud en el área atlántica (primero en 1793, luego en 1804); en Cuba, antigua colonia española, la abolición de la esclavitud (1886) y la independencia (1898) llegaron tarde, y dieron lugar a un proyecto político de “nación blanca”. Sin embargo, a través de las páginas de Antropología sociocultural…, el planteamiento revela su pertinencia y nos gana el encanto, en una profusión de preguntas, ideas, encuentros, intercambios y descubrimientos. De hecho, si hay un término que pueda resumir este libro, es el de diálogo: diálogo entre los y las intelectuales de las dos islas entre los siglos XIX y XX, diálogo entre las y los investigadores que están detrás de este proyecto, diálogo con las y los lectores de otros horizontes geográficos y temporales. Cabe señalar que de esta antología se publicaron una versión en español y otra en francés, ya que el proyecto fue concebido desde el principio en este vaivén entre Cuba y Haití.
A finales del siglo XIX y principios del XX, la distinción entre “ellos” y “nosotros”, las relaciones de alteridad y las pertenencias culturales, raciales y territoriales están en el corazón de los debates de la disciplina antropológica emergente en ambos países y de las ideologías nacionales en construcción, llevadas además a posicionarse constantemente frente a las antiguas metrópolis coloniales y al imperialismo del vecino Estados Unidos. Antropología sociocultural y construcción nacional en Cuba y Haití. Antología crítica e historia comparada (1884-1959) es a la vez una historia comparada de Cuba y Haití entre 1884 y 1959; un estudio acerca del papel de la antropología en la construcción de la nación; un análisis de la cuestión racial vista por las y los racializados; una reflexión sobre las antropologías del Sur; una historia de las antropologías (supuestamente) sin historia; un conjunto de recursos pedagógicos para la enseñanza de la antropología; una ilustración de las lógicas de circulación caribeñas y mundiales; la presentación de trayectorias biográficas de intelectuales cubanos y haitianos; la aplicación de una metodología comparativa. El proyecto es ambicioso y cumple ampliamente con sus promesas.
El primer capítulo entra directamente en el meollo del asunto al confrontar ciudadanía y desigualdades raciales. ¿Los proyectos políticos haitianos y cubanos se afirman en el rechazo de las desigualdades raciales heredadas del colonialismo, las reproducen, o se conforman con ellas? Los dos textos presentados, el de Louis-Joseph Janvier (publicado en 1884) y de Antonio Bachiller y Morales (1887) buscan responder a estas preguntas. El primero es médico, historiador y diplomático, el segundo es a la vez jurista, economista, filólogo e historiador: estos intelectuales contribuyen al nacimiento de la antropología aun antes de que existiera como disciplina. En Haití, el reto consiste en volver compatibles los términos “ciudadanía” y “negro”, adoptando un posicionamiento radicalmente desfasado (república negra), basado en un principio de universalidad, en una lógica de igualdad racial. Pero las jerarquías raciales no desaparecen y estructuran la sociedad haitiana alrededor de la oposición entre “negros” y “mulatos”. En Cuba la continuidad prevalece: las desigualdades raciales toman la forma de una valorización del blanqueamiento y un ideal de nación blanca. Sin embargo, se ven también aparecer las primicias de un discurso antirracista innovador en este final del siglo XIX. Por otra parte, el pensamiento haitiano y el pensamiento cubano se nutren del marco eugenista y evolucionista que domina en Europa y en Estados Unidos. Se concibe entonces el saber antropológico como una historia natural del hombre. No obstante, Louis-Joseph Janvier y Antonio Bachiller y Morales entablan un diálogo crítico con los escritos llegados, esencialmente, de Europa. En una relectura de Ernest Renan, Janvier recuerda que la estigmatización racial tuvo que ver primero con los “bretones” (habitantes rurales del oeste de Francia) antes de aplicarse a los “negros”. La “raza” es el resultado de relaciones de dominación y, en particular, de la esclavitud. Estas reflexiones anuncian un análisis más contemporáneo en términos de “racialización” de las desigualdades políticas, económicas e históricas, al mismo tiempo que conservan el paradigma evolucionista heredado del siglo XIX (las poblaciones negras “recuperarán su retraso” si están colocadas en las mismas condiciones que las blancas).
El segundo capítulo interroga la figura de la “nación” como horizonte exclusivo de las luchas anticoloniales. Para Rafael Serra y Montalvo (1907), periodista y líder político, la ciudadanía toma sentido en una escala local. Si sugiere una forma de discriminación positiva tomando, por ejemplo, los empleados negros de la oficina de correos de la Habana y participa en la creación del Partido Independiente de Color (en 1908), es más que todo para luchar contra las divisiones raciales y favorecer una ciudadanía común (como lo recuerda el título del artículo seleccionado: “Para los blancos y los negros”). Para Joseph Anténor Firmin (1910), político y diplomático, la pertenencia política debería anclarse en un espacio caribeño que rebase las fronteras coloniales. El proyecto (abandonado) de Confederación de las Antillas que evoca, busca reunir en una misma entidad a Cuba, Haití, Puerto Rico y República Dominicana. No podemos dejar de pensar en los análisis de Jane Burbank y Frederick Cooper (2009) sobre la evolución no necesaria ni ineludible del imperio o de la colonia a la nación, sobretodo en África. Los textos de Rafel Serra y Montalvo y Joseph Anténor Firmin plantean la cuestión de un “vivir juntos” que no descanse en el origen, de un territorio no nacional que resulte de una identificación política más que racial. Anticolonial y antirracista, esta reflexión apela más a una “ciudadanía para todos” que rebase las distinciones raciales que a una movilización de la raza en una solidaridad local o internacional (siguiendo el ejemplo de Marcus Garvey en la región, quien, a través de la creación de la United Negro Improvement Association (UNIA), en 1917, coloca la raza en el corazón de su acción).
El tercer capítulo aborda las patologías atribuidas a la raza y su interpretación por la antropología criminal. La locura, la brujería y la posesión son temas de estudio que deben permitir sanear y controlar el cuerpo social tanto como reforzar la nación. Las religiones afro-americanas (vudú en Haití y santería en Cuba) están en el corazón de análisis que mezclan la patologización de las prácticas culturales, las explicaciones en términos de retraso en el desarrollo y las primeras preguntas sobre la herencia africana. Entre acercamientos raciales y culturales, el pensamiento sobre la nación está en movimiento, se busca y se contradice. Los escritos de Justin Chrysostome Dorsainvil (1912-1913) y de Israel Castellanos (1916), médicos los dos, reunidos en la antología, hacen de las religiones afroamericanas una enfermedad al mismo tiempo que abren el camino a su observación minuciosa.
El capítulo cuarto, cumbre esperada de este diálogo, da la palabra a Jean Price-Mars y Fernando Ortiz, los dos autores más conocidos de esta antología. Médico el primero y abogado el segundo, también son diplomáticos, políticos, escritores y son considerados como los “padres fundadores” de la antropología haitiana y cubana respectivamente. Su convergencia intelectual se transforma en encuentros personales (ilustrados por su correspondencia) y constituye un momento clave de estos encuentros caribeños. El capítulo hace hincapié en el nacimiento de etnologías nacionales que dibujan una disciplina científica singular e innovadora al mismo tiempo que contribuye a afirmar identidades culturales propias (haitianidad/cubanidad). Los márgenes (pueblo, africanidad) ocupan en adelante un lugar central en un discurso estrechamente antropológico y político. En este sentido, la revalorización de la herencia africana es la señal de una ruptura política y científica con las antiguas metrópolis coloniales. La búsqueda de la autenticidad cultural se expresa a través de una corriente de estudio folklorista que insiste a la vez en las singularidades locales y la afirmación de una identidad nacional nueva. Al “bovarismo 3 colectivo” de Price-Mars que denuncia en 1928 los mecanismos de imitación y préstamo de la sociedad haitiana (y anuncia los escritos de Franz Fanon), responde la noción de transculturación de Fernando Ortiz (1929), quien discute el concepto de aculturación de Melville Herskovits al ubicar la cultura en una relación de reciprocidad. En los dos casos, su participación en la fundación de las primeras revistas e instituciones culturales (Instituto y Oficina de Etnología en Haití, Sociedad de Folklor Cubano, Institución Hispano-cubana de Cultura en Cuba) contribuye a la invención de un método etnográfico original (basado en particular en los cuentos y relatos populares como en los dos textos de la antología), una vinculación de la antropología con la pintura, la música y la literatura, un proceso de conservación del patrimonio cultural, pero también un compromiso directo en la vida política (Jean Price-Mars fue embajador, diputado, ministro y aun candidato presidencial; Fernando Ortiz fue diplomático y diputado).
Con el capítulo quinto, las relaciones de poder vuelven a estar en el punto de mira: se plantea directamente la imbricación de la raza y de la clase. La huelga, la resistencia y la solidaridad constituyen los temas de estudio de Pablo De la Torriente Brau (1934), escritor y periodista, y de Jacques Roumain (1944), escritor y político. El pueblo es el principal actor de la historia, la tierra, el revelador de una dominación que perdura más allá de la abolición de la esclavitud y de la independencia. Respecto a la antropología, es por definición política. En el momento en que se institucionalizan, las antropologías cubanas y haitianas conservan su singularidad acercándose a la literatura y al periodismo, privilegiando la recopilación de observaciones directas y dándose como finalidad cambiar al mundo y cuestionar el lugar entre los hombres de las y los haitianos y las y los cubanos, según las palabras de Jean Price-Mars (p. 214).
En el último capítulo, las religiones afro-cubanas y afro-haitianas se encuentran ya en el corazón de las antropologías nacionales y del interés científico y artístico del planeta. Cuba y Haití se vuelven puntos focales de la investigación internacional, la vanguardia de una “tradición de estudio” sobre las religiones afroamericanas. Esta internacionalización pasa también por el turismo, la puesta en valor de un “arte negro”, la creación de espectáculos folklóricos, la estetización de la religión y la puesta en escena de un cierto exotismo que se apoyan en la antropología. Los textos de Lydia Cabrera y Odette Mennesson-Rigaud, los dos publicados en 1953, dan pruebas de estas preguntas sobre los orígenes, la singularidad africana, la sobrevivencia de los rituales, pero también sobre el sincretismo, las mezclas y las circulaciones que caracterizan a las dos sociedades. Sus trayectorias personales encarnan una cierta fluidez de las fronteras entre las posiciones de informantes y de antropólogas, entre el terreno y la vida personal. En su planteamiento, la relación etnográfica misma es productora de conocimientos, la escritura antropológica se acerca a la lengua hablada y las categorías vernáculas.
El libro termina en vísperas de la Revolución cubana y de la toma de posesión de François Duvalier en Haití. En Cuba, la cuestión nacional está más que nunca presente al mismo tiempo que se deslinda de cualquier discurso racial ya que se supone que las desigualdades raciales están rebasadas en el nuevo régimen político. Habrá que esperar los años 2000 para que la antropología cubana se interese de nuevo por esta problemática (ver por ejemplo Afrodesc, 2006). En Haití, al contrario, el régimen Duvalier reivindica un poder negro (noirisme en francés, traducido por “negrerismo”) y hace del vudú el mito fundador de la nación. Con François Duvalier que pretende apoyarse en la etnología, la confusión entre nación y antropología alcanza su clímax al mismo tiempo que superpone de nuevo raza y cultura.
Al término de la lectura de Antropología sociocultural y construcción nacional en Cuba y Haití. Antología crítica e historia comparada (1884-1959), solo se puede estar fascinado por estas antropologías olvidadas y más precisamente por la profundidad histórica de estas “antropologías sin historia”, por la riqueza conceptual y el ingenio metodológico de estas “antropologías periféricas” y por las conexiones entre estos antropólogos caribeños de los dos sexos. A la finura de la escritura y la erudición de Jean Price-Mars responde la amplitud de las reflexiones teóricas de Fernando Ortiz; al compromiso político de Jacques Roumain hace eco la denuncia de los “geófagos” de Pablo De la Torriente Brau, mientras que la fascinación por los cultos afrocubanos de Lydia Cabrera remite a la inmersión en el trabajo de campo de Odette Mennesson-Rigaud. De hecho, las y los intelectuales cubanos y haitianos conocen los escritos (científicos, literarios y políticos) que provienen de Europa, Estados Unidos, América Latina o África. Grandes viajeros frecuentaron los medios intelectuales y diplomáticos del mundo occidental. La inversa no existe: este “desequilibrio epistemológico” (p. 24) es por supuesto una relación de dominación política. Sin embargo, esta situación de subordinación permite también a las y los antropólogos de Cuba y Haití apropiarse de los debates dominantes, discutirlos, cuestionarlos, desviarlos y, finalmente, elaborar sus propios conceptos y metodologías. Si el descentramiento constituye el fundamento del planteamiento antropológico (ver por ejemplo Agier, 2012), esta obra deja ver las “antropologías descentradas”, en menor medida como términos de objetos de investigación y más como sujetos y procesos de investigación que anuncian esta “antropología transcultural” propuesta por Fernando Coronil (1996), que se refiere el mismo a Fernando Ortiz.
Otra aportación de esta obra consiste en poner de relieve la contribución de los intelectuales de Cuba y Haití en las reflexiones sobre las cuestiones raciales: abandono de la antropología física evolucionista y adopción de una etnología atenta a las singularidades culturales, crítica de las ideologías racistas en nombre del principio de universalidad, compromiso antirracista pionero y etnografía de las religiones afroamericanas. Además, los textos de la antología entran a menudo en resonancia con las discusiones contemporáneas sobre la articulación de las cuestiones raciales y sociales, sobre un análisis en términos de construcción social de la “raza”, sobre el discurso de las y los racializados ante la dominación racial o aun sobre una búsqueda de “dignidad” (pp. 34, 35, 43, 71, 331) que no deja de recordar las demandas de justicia y de reparaciones actuales (ver por ejemplo el movimiento Black Lives Matter). Esta discusión pasa por un admirable trabajo de contextualización sociohistórica que permite llevar una reflexión general sobre la raza y el racismo al mismo tiempo que vuelve a colocar los discursos, las prácticas y las categorías en situaciones que les den sentido. El estudio de las circulaciones es al mismo tiempo un examen de las dinámicas de relocalización de las categorías; la referencia a la raza es paralelamente un análisis de las condiciones sociohistóricas de utilización del término.
Ciertas carencias nos invitan a seguir el diálogo con las y los intelectuales de la antología. La ausencia de las mujeres, primero. El último capítulo muestra el interés de un enfoque de género sobre las cuestiones planteadas por la obra. Lydia Cabrera y Odette Mennesson-Rigaud practican una antropología muy diferente de la de sus colegas masculinos: autodidactas, fuertemente inmersas en sus trabajos de campo y con preferencia a la palabra de los actores sobre la reflexión teórica, juegan más un papel de intermediarias (que les atribuyeron y que se atribuyeron) entre las y los practicantes de los cultos afroamericanos y los antropólogos ahora profesionales y la mayoría del tiempo extranjeros. ¿Se hicieron oír otras voces subalternas de mujeres intelectuales (de manera diferente sin lugar a duda) en esta fundación doble de la nación y de la antropología?
Por una parte, si la cubanidad y la haitianidad se construyeron en referencia a las poblaciones afrodescendientes, sorprende la casi desaparición de las poblaciones amerindias/autóctonas en los textos presentados. ¿Revela un discurso sobre la nación enfocado en una relación de alteridad “blanco/negro” y ciego ante otros tipos de relaciones (“blanco/indio”, “negro/indio”)? Por otra, ¿cómo el relato nacional representó el lugar de los “extranjeros” (migrantes chinos en Cuba, migrantes sirio-libaneses en Haití)? ¿Los califican a su vez en términos raciales (extranjero siendo sinónimo de “blanco” en Haití)? ¿Por su lado, cómo se posicionaron las antropologías cubanas y haitianas en relación con el tema indígena, que se encuentra en el fundamento mismo de la antropología americana? En última instancia, ¿cuál es la relación con la autoctonía y con la herencia amerindia en la doble construcción de la nación y de la antropología, cuya ambigüedad percibimos en Haití (cuyo nombre remite a los indígenas Taïnos y en la utilización de la noción de “indigenismo”), pero también en Cuba (con la importancia de la arqueología y la valorización de una herencia amerindia en el movimiento literario del “siboneyismo”)?
La última carencia es la del mestizaje. El término aparece muy escasamente. Sin embargo, el mestizaje es un elemento central del discurso político e intelectual de José Martí, otro “padre fundador” de la nación cubana (de forma significativa en “Nuestra América”, escrito en 1891). Se encuentra también en la articulación entre antropología y nación en México y Brasil y ha sido objeto de numerosos estudios. ¿Por qué las y los intelectuales cubanos no se refieren a él? ¿Reencontramos aquí el peso del anclaje en el área francófona, con el término créolité, para Haití? ¿Un distanciamiento con el continente y su “identidad latinoamericana mestiza” para Cuba? ¿La movilización de otras categorías de análisis e identificación política (transculturación, negrismo, cubanidad)?
Sobre la naturaleza misma del proyecto que dio origen a este libro, conviene subrayar que era necesaria una buena dosis de valentía (o ¿inconsciencia?) por parte de las y los coordinadores de Antropología sociocultural y construcción nacional en Cuba y Haití. Antología crítica e historia comparada (1884-1959) para lanzarse en tal aventura: revivir textos cubanos y haitianos desconocidos, traduciendo, anotando y comentándolos en el seno de un equipo trinacional (proviniendo de Cuba, Haití y Francia), separado por el mar, la lengua y todas las dificultades científico-institucionales que se puede imaginar en cada uno de estos países. Esta investigación surge así de una inmersión profunda en la literatura cubana y haitiana para sacar algunos textos a la vez singulares y significativos, y producir un juego de espejo revelador de los cuestionamientos y análisis compartidos, pero también de las discordancias entre los dos países. A este trabajo tan minucioso como riguroso se incluyen suplementos biográficos sobre las y los antropólogos estudiados y notas sobre los principales actores del mundo intelectual y artístico de la época, una cronología comparada Cuba-Haití-resto del mundo, una iconografía preciosa (fotografías antiguas, documentos, cartas), un índice y una bibliografía amplia. La búsqueda de financiamientos, las presentaciones en coloquios y el dispositivo metodológico riguroso han sido posibles gracias a la confianza intelectual y la complicidad humana que caracteriza este libro, que dieron lugar a una reflexión compartida, un compromiso a largo plazo, una escritura colectiva y, finalmente, ¡una generosidad y una alegría que son en la actualidad cualidades poco frecuentes en el mundo de la investigación!
Referencias
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Argyriadis, Kali; Gobin, Emma; Laëthier, Maud; Núñez González, Niurka; Picard Byron, Jhon (Dirs.). (2021). Antropología sociocultural y construcción nacional en Cuba y Haití. Antología crítica e historia comparada (1884-1959) Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, Centro Internacional de Documentación e Información Haitiana, Caribeña y Afrocanadiense (Cidihca). https://www.berose.fr/IMG/pdf/antropologia_sociocultural_y_construccion_nacional_en_cuba_y_haiti_ebook.pdf
» https://www.berose.fr/IMG/pdf/antropologia_sociocultural_y_construccion_nacional_en_cuba_y_haiti_ebook.pdf - Afrodesc. (2006). Relaciones raciales en Cuba: aportes empíricos y nuevas interpretaciones. Cuaderno de trabajo, 14.
- Agier, Michel. (2012). Penser le sujet, observer la frontière: le décentrement de l’anthropologie. L’Homme, 203/204, 51-75.
- Burbank, Jane y Cooper, Frederick. (2009). ‘Nouvelles’ colonies et ‘vieux’ empires. Mil neuf cent. Revue d’histoire intellectuelle, 27, 13-35.
- Coronil, Fernando. (1996). Beyond Occidentalism: Toward Nonimperial Geohistorical Categories. Cultural Anthropology, 11(1), 51-87.
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Cunin, Elisabeth. (2021). Entre histoire de la nation et histoire de l’anthropologie : dialogues Cuba-Haïti (1884‑1959). Bérose - Encyclopédie internationale des histoires de l'anthropologie https://www.berose.fr/article2358.html?lang=fr
» https://www.berose.fr/article2358.html?lang=fr - Ferrer, Ada. (2014). Freedom’s Mirror. Cuba and Haiti in the Age of Revolution. Cambridge University Press.
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1
Una versión en francés de esta reseña ha sido publicada en la página web Berose “Encyclopédie internationale, des histoires de l’anthropologie”: https://www.berose.fr/article2358.html (Cunin, 2021).
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2
Ver sin embargo a Ada Ferrer (2014) sobre el “efecto espejo” entre Haití y Cuba en el momento de la independencia de Haití.
Fechas de Publicación
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Fecha del número
Jul-Dec 2023