El artículo de revisión que se publica en este número de Acta Médica Costarricense, escrito por Gutiérrez y cols., del Instituto Clodomiro Picado (ICP), ofrece a nuestros lectores un viaje a través de lo que ha sido el pasado y presente de la atención del envenenamiento ofídico en Costa Rica, y del problema de salud pública que representa. También se presenta un análisis de los asuntos pendientes en Costa Rica, y le aporta al lector una visión histórica y epidemiológica del problema en nuestro país y en el mundo. Es preciso resaltar el concepto que plantean los autores, de que “Costa Rica ha constituido una excepción en esta tendencia general de desatención” del problema, desarrollando acciones y constituyendo una plataforma tecnológica y de atención médica eficiente y efectiva, para que el país sea excepción y “referente internacional” sobre el tema.
La participación pionera de Anastasio Alfaro González y Clodomiro (Clorito) Picado Twight, en el estudio e investigación del tema ofídico, ha sido fundamental. A ellos los ha seguido un grupo numeroso de investigadores que han estudiado los aspectos médicos, biológicos, bioquímicos, inmunológicos y sociales del envenenamiento ofídico.
Separándonos un poco de la parte puramente científica, es interesante de comentar dos versiones literarias sobre este tema del accidente ofídico. La obra pionera de Clorito Picado: “Serpientes venenosas de Costa Rica”, de 1931, que brinda la visión científica, y el cuento de Horacio Quiroga: “A la deriva”, en el libro “Cuentos de amor, de locura y de muerte” de 1918 que describe la tragedia humana en el sujeto que es mordido por la serpiente, su sufrimiento y lucha por la vida.
Horacio Silvestre Quiroga Forteza fue un escritor uruguayo, vivió su realidad entre 1878 y 1937, acompañado de una recurrente tragedia personal y familiar. Una vivencia de las selvas donde habían florecido las misiones jesuitas y el acompañamiento de quienes le inspiraron en su carrera literaria: Darío, Lugones, Poe y Baudelaire generaron su literatura, en donde se muestra al “maestro del cuento realista” y donde “se plasma la pugna entre la razón y la voluntad por un lado y el azar y la naturaleza por otro”. Se anota que la obra de Quiroga hace entrar la selva en las letras hispanoamericanas. Es sin duda ese contacto vivencial con la selva, el que le permite plasmar toda la tragedia humana que vive Paulino hasta su muerte, a partir del momento cuando “pisó algo blanduzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie”.
Clodomiro Picado Twight vivió su realidad entre 1887 y 1944; sus biógrafos lo describen como “sencillo en su personalidad. Simple en sus gustos. Sincero en sus afectos” y que “tuvo en su corazón lo que se aplica a la existencia para hacerla buena”. Lo inspiraron en su vida Alfaro, Gagini, García- Monge, Pasteur y Metchnikoff. Su obra científica abarcó los campos de la biología, el ofidismo, la medicina (endocrinología, hematología, envejecimiento), la botánica, la vacunación y “Nuestra microbiología doméstica” (donde revisa el tema de la microbiología aplicado a la cocina, que corresponde a lo que hoy denominamos “inocuidad de alimentos”). Su abordaje del envenenamiento ofídico es una muestra de la aplicación sincera y honrada del método científico. Ante la pregunta de Emma Gamboa sobre su método de trabajo, contestó: “¿El método? Es muy sencillo. Ver. Eso es: ver. Y dudar, escrutar”, “no creer que la primera cosa que uno encuentra es la verdad… No desconfianza que se convierta en inercia sino desconfianza que impulse a la búsqueda”. Su estudio de la biología de las serpientes y del efecto del veneno en el ser humano, contribuyó a desarrollar la atención al problema y a producir conocimiento sobre el accidente ofídico y los venenos que llevaron a “reducir el impacto del problema en Costa Rica”. El serpentario que creó permitió el estudio de las toxinas y abrió el camino hacia una solución de tratamiento para el ser humano mordido por una serpiente en Costa Rica.
Clorito y Horacio vivieron realidades en la época final del siglo XIX y el principio del siglo XX. Ambos cruzaron al viejo continente, contemplaron el Sena y vivieron París. Uno compartió el ambiente de los grupos de artistas y los cafés de Montmartre, y el otro el de la ciencia y la investigación en la Sorbona, la Universidad de París, el Instituto Pasteur y el Instituto de Medicina Colonial. Compartieron mediante su obra escrita la experiencia humana y el conocimiento científico de la interacción hombre-serpiente, en las selvas de países distintos. Sin embargo, desde cada una de sus realidades contribuyeron a entender el problema del envenenamiento ofídico y a crear soluciones.
No debemos considerar serendipia, que Clorito muestre su conocimiento de la obra de Horacio, incluyendo “A la deriva” en su libro “Serpientes Venenosas de Costa Rica”, ni tampoco los comentarios que hace sobre él en el capítulo “Consideraciones”, dejando ver que el factor humano es motor fundamental para el desarrollo de su trabajo de investigación y búsqueda de soluciones a partir de la generación de tratamientos. Dice Clorito: “Así como sucumbe la víctima en el tétrico relato de Quiroga, así, en la choza abandonada, a veces en el bosque mismo, dejan la vida muchos de nuestros hermanos desheredados, sin auxilio de ninguna especie en el más completo abandono, como si el hombre aún formase parte de la abrupta naturaleza que lo circunda”.
Clorito y Horacio describieron el efecto final del veneno de serpiente en el ser humano, cuando la naturaleza decide la evolución, “la desgraciada víctima … ve su cuerpo convertirse en cadáver por fracciones; un frío de muerte invade todo su ser y pronto de las encías caerán hilos de sangre y sus ojos, sin quererlo sangre también llorarán, hasta que vencido por el sufrimiento y la congoja, se pierde la sensación de lo real”, “El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, … El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna in en el vientre… El hombre estiró lentamente los dedos de la mano… Y cesó de respirar”.
Los venenos de la yararacusú (Bothropsjararacussa) de Horacio y la terciopelo (Bothropsatrox) de Clorito, producen el mismo final en seres humanos que habitan regiones donde el envenenamiento ofídico es una enfermedad tropical desatendida, por eso es fundamental para los lectores de AMC, reflexionar sobre el artículo que publicamos como revisión en este número.
Es conclusión inevitable que el problema sanitario que produce el envenenamiento ofídico se puede atender si la medicina del nivel primario cuenta con los productos, resultado de la investigación científica, para manejar el efecto de las toxinas de los venenos. Ese atender el problema, en Costa Rica, está ligado a los pioneros en la investigación del accidente ofídico, a la excelencia del ICP con todo su recurso humano y un componente de producción que asegura un suero antiofídico seguro, eficaz y acorde con las toxinas que producen el envenenamiento ofídico en nuestro país.
Genera una absoluta confianza en las acciones que han convertido este problema en una situación atendida, cuando los autores del artículo que referimos escriben: “Los logros, no obstante, no deben hacer perder de vista el hecho de que hay importantes tareas pendientes en este tema, las cuales deben ser abordadas con la misma filosofía de excelencia, compromiso y búsqueda del bien común que ha caracterizado los avances del país en este campo”.
Me parece relevante concluir este editorial con lo escrito por Clorito en el Diario de Costa Rica, en 1942: “Mala cosa es cuando en un país nadie quiere ni le importa que se hagan investigaciones científicas, que se realicen obras de arte, que haya escritores verídicos...”“…Cuando a nadie se le estimula para que sea un gran artista, un gran investigador científico, un gran artesano, un especialista en ciencias sociales o económicas,…”.
El pensamiento de Clorito impregna las paredes del ICP y las mentes de todos los que han revolucionado el conocimiento científico sobre serpientes y venenos, y cambiado el pronóstico de los 500 a 600 casos anuales, bajando la mortalidad a prevalencias de 0,02-0,15 casos / 100 000 habitantes / año, y reduciendo las secuelas en los seres humanos a los que la naturaleza ha expuesto a un encuentro con una yararacusú o una terciopelo.
Oscar Porras
Servicio de Inmunología y Reumatología Pediátrica, Hospital Nacional de Niños “Dr. Carlos Sáenz Herrera”, Caja Costarricense de Seguro Social
Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
01 Ago 2020 -
Fecha del número
Jul-Sep 2020