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José María Gutiérrez Gutiérrez obtuvo su licenciatura en Microbiología en la Universidad de Costa Rica (UCR) (Costa Rica, 1977) y un doctorado en Fisiología en la Universidad Estatal de Oklahoma (Estados Unidos, 1984), gracias esto último, en parte, al Programa de Becas a Profesores con el cual cuenta la UCR desde hace más de sesenta años. Este ha sido un esfuerzo original desplegado desde temprano —la UCR se creó en agosto de 1940, hace apenas 80 años—, en asocio con otras entidades de cooperación y universidades, para la formación y renovación de su cuerpo académico con el mayor nivel y calidad posible
Como docente e investigador por más de cuatro décadas en esta institución, hasta que se jubilara a finales del año 2018, se desempeñó vinculado a la Facultad de Microbiología y al prestigioso Instituto Clodomiro Picado (ICP) (http://www.icp.ucr.ac.cr/), del cual fue director y un académico muy influyente por su prolija y apreciada obra científica. El ICP (1970) este año cumplió medio siglo, es un centro de investigación especializado en sueros antiofídicos, con una acreditada experiencia a escala internacional en su campo, no solo en términos científicos, sino también en la producción y distribución de ellos. Con posterioridad a su retiro, casi inmediatamente, en un reconocimiento inusual por lo expedito, sus colegas lo distinguieron como Profesor Emérito de la Facultad de Microbiología, en manifiesta valoración de su trayectoria.
¿Cuál es el anclaje histórico-institucional en el cual se asienta esta obra? ¿Y cuáles son algunos de los valores que vertebran el abordaje que se despliega en estos trabajos y en el libro como un conjunto, uno que se propone en el momento presente de la UCR, en el de las universidades públicas nacionales, e incluso, con una pretensión que considero legítima y que el mismo autor plantea (p. 18), como reflexiones y provocaciones extensivas para el momento actual que viven las universidades públicas latinoamericanas?
La UCR, según lo ya apuntado, se estableció en 1940, el resto de las universidades públicas en los años setenta del siglo XX (el Instituto Tecnológico en 1971; la Universidad Nacional, 1973; y la Universidad Estatal a Distancia, 1977), con excepción de una de ellas, que apenas cuenta con algo más de una década, la Universidad Técnica Nacional (2008).
La UCR experimentó una profunda transformación interna en dos momentos principales de su corta trayectoria: a mediados de los años cincuenta, cuando se establecieron los Estudios Generales y la formación humanística cobró una dimensión principal y complementaria de la enseñanza disciplinaria y de la futura especialización, el primero. Y la profunda transformación de ella surgida a partir de los años 1971-1974 (Tercer Congreso Universitario, nuevo Estatuto Orgánico), con la cual arrancan la investigación institucionalizada, los estudios de posgrado, la acción social (la extensión) y el desarrollo de las sedes regionales de la Universidad. Todo ello al amparo de algunos valores capitales más allá de los específicos del campo (la autonomía, la libertad de cátedra, el financiamiento público constitucionalmente reconocido, la excelencia en su quehacer y la producción de una conciencia crítica), valga decir, la misión de la universidad pública respecto de un desarrollo nacional al servicio de las mayorías, la ampliación de las oportunidades de acceso a la educación superior a jóvenes de diferentes estratos socioeconómicos y territorios, y el vínculo universidad-sociedad para apoyar la atención de los problemas nacionales y de las comunidades.
Quisiera destacar entonces que la labor docente, la producción científica y el compromiso universitario de José María Gutiérrez G. se encuentran insertos plenamente dentro de esta trayectoria y cosmovisión institucional, dentro de la cual ha sido un actor sobresaliente y ejemplar, casi siempre discreto, omiso en aspavientos, pero enormemente productivo y respetado en su cotidianidad profesional, tanto en su entorno más estrecho como en su proyección comunitaria e incluso internacional. Recientemente, aparte de varios reconocimientos desde el extranjero, la UCR le otorgó el Premio Rodrigo Facio Brenes, el más connotado que entrega la institución junto con el Doctorado Honoris Causa, por su contribución al desarrollo de Costa Rica.
Esta obra que reseñamos es, en verdad, el resultado de una prolongada labor académica, pero, sobre todo, es el fruto de un ejercicio sistemático, infrecuente en los espacios universitarios, de reflexividad, valga decir, de disposición crítica para analizar lo que se hace, cómo se hace y sobre el contexto en el cual se practica lo que se hace. Una mirada que arraiga en una suerte de movimiento de sístole y diástole, de mirada interior razonada y cuestionadora, a la vez que proyectada —la universidad— en su contexto social e histórico. Una perspectiva que no se agota, pese a lo importante que esta pueda ser, en la visión intramuros de estas instituciones, sino que la define y entiende como una instancia capital de la sociedad nacional.
Son once los artículos, escritos entre el año 2004 y el 2017, dos de ellos preparados recientemente para sumarse a los restantes nueve y conformar así en conjunto este libro. Estos previos fueron elaborados al calor de invitaciones a foros y conferencias, y no se concibieron para alcanzar, en un principio, una elevada circulación. Todos fueron actualizados y revisados cuidadosamente para la edición de la obra.
Aunque el autor no la divide en partes, con contenidos temáticos en ellas más estrechamente vinculados entre sí, resulta posible discernir dos subconjuntos: el primero de ellos, orientado a la reflexión sobre la UCR como universidad pública latinoamericana, que agruparía los primeros seis artículos: “La Universidad de Costa Rica en sus encrucijadas”, “La investigación en la Universidad de Costa Rica: Situación y perspectivas”, “La importancia de la generación endógena de conocimiento científico en Costa Rica”, “¿Por qué es esencial una educación universitaria humanista que promueva la solidaridad?”, “Internacionalización en la educación superior: Una mirada desde la experiencia de la Universidad de Costa Rica” y “¿Cómo cultivar entornos de creatividad en la universidad?”. El segundo subconjunto, más directamente relacionado con su trabajo especializado, pero siempre imbuido su análisis de la preocupación por los grandes temas que gravitan alrededor de las universidades públicas en el marco de la sociedad costarricense en la hora actual, comprende a su vez estos otros cinco textos: “Desafíos en la tutoría de estudiantes de posgrado: Reflexiones en torno a experiencias en Microbiología y Ciencias Biomédicas”, “Hacia una mayor integración de las ciencias naturales y las ciencias sociales: análisis de un caso relacionado con un tema de salud pública”, “Apuntes sobre la historia de la Microbiología Médica: Relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad”, “Clodomiro Picado Twight: Reflexiones sobre su obra y su legado” y “La atención del problema de los envenenamientos por mordeduras de serpientes en Costa Rica: un proyecto nacional con proyección global”.
Del primer subconjunto, “La Universidad de Costa Rica en sus encrucijadas” es el de mayor fuste. A partir de la idea de que “existe una contradicción central entre un modelo de universidad que fomenta los valores dominantes entronizados en las propuestas neoliberales y visiones que apuntan más bien a principios de solidaridad, equidad y construcción académica integral” (32), pero también sobre la base de que habitan en las instituciones distintas concepciones de universidad, las que se traducen en numerosas tensiones o contradicciones secundarias alrededor de un amplio grupo de cuestiones, el autor identifica dieciocho dilemas institucionales. Algunos de ellos son estos: la contradicción entre la índole pública de la universidad y la inclinación de algunos sectores a debilitar dicho perfil; la tensión entre la formación con un sustento humanista y aquella que urge la calificación profesional y la especialización; el conflicto que emana del desarrollo desigual de la investigación según ámbitos y estímulos diferenciados; la contradicción entre la idea del posgrado en términos prioritariamente académicos y otras concepciones más profesionalizantes, pero con debilidades académicas sustantivas; las tensiones que surgen de un sistema de educación superior pública que se orienta hacia la integración y a la multiplicación de los vínculos, y uno que reivindica la autonomía atomizada de las unidades del sistema; y las contradicciones en derredor de la visión sobre el carácter de los vínculos universidad-sociedad. Este texto es, desde mi punto de vista, de los más estimulantes y fecundos para abrir horizontes de análisis y de reflexión crítica en el seno de las universidades públicas regionales en la actualidad, particularmente para acotar problemas y movilizar energía intelectual frente a la ofensiva neoliberal que las acecha, de esa manera encarar con una mayor conciencia lo que se encuentra en juego en el carácter de la universidad pública de esta región del mundo.
El segundo de los trabajos, dedicado a la situación de la investigación en la UCR; el tercero, sobre de la importancia de la generación endógena de conocimiento; el quinto, alrededor de la internacionalización de la educación superior en el caso de la UCR; y el sexto, en torno a la manera de fomentar la creatividad en la universidad, se articulan en derredor del tema de la investigación científica, sus logros, sus condicionantes, sus limitaciones y sus posibilidades. Subrayaría estas ideas o tesis que nos entrega el autor: si bien la UCR ha refrendado el principio del apoyo a la investigación en los distintos ámbitos del conocimiento, soslayando las pretensiones y las presiones de algunos sectores por privilegiar o debilitar algunas áreas, lo cierto igualmente es que esto no se ha visto bien acompañado con procesos de evaluación más rigurosos de los resultados, que contemplen la calidad y la excelencia como un norte necesario, lo cual es un déficit y un lastre que habría que confrontar. Destaca el autor igualmente la débil integración prevaleciente entre la docencia, la investigación y la acción social. Reivindica la importancia de la producción endógena de conocimiento científico —en contraste con quienes de distinta manera subvaloran esta urgencia y se contentan con la subordinación de nuestro quehacer en el sistema internacional de la ciencia y la tecnología— y aporta un conjunto de criterios que avalan dicha significación, para concluir que “sin una ciencia endógena consolidada no puede haber prosperidad y equidad” (105), así como también analiza cómo conseguirla. Sobre la internacionalización de las universidades hoy, su argumento es este: “las acciones a niveles nacional e internacional requieren ser visualizadas desde una perspectiva integradora y unificada, donde los esfuerzos a nivel local fortalezcan la incidencia internacional y viceversa” (184). El último de los ensayos de este grupo, aquel dedicado a la creatividad y su fomento en las universidades, lo encuentro particularmente interesante y recoge la sólida reflexión de quien, por haber participado en uno de los ambientes de mayor creatividad y calidad en la UCR, el Instituto Clodomiro Picado, cuenta con la experiencia exigida para entregar ideas valiosas sobre el tema.
El texto dedicado a la educación universitaria humanista lo inscribe Gutiérrez justamente en la contradicción existente entre la concepción de ser humano y de sociedad que convoca la “modernización” neoliberal, por un lado, y la noción de “desarrollo humano”, que ha venido cobrando vida desde hace algunas décadas en el plano internacional, por otro. Esta noción se encuentra vinculada, por el alcance de sus contenidos, a la ya larga tradición humanista de los Estudios Generales, un pilar de la universidad pública costarricense. Un aporte aquí es el destaque que hace el autor del valor de la solidaridad como un componente consubstancial de la formación humanista en su versión contemporánea, y los medios para conseguir su sensibilización.
Del segundo subconjunto aludido de textos, decía que más estrictamente vinculados con su labor especializada, todos ellos de indudable interés, hay uno muy ilustrativo: “Hacia una mayor integración de las ciencias naturales y las ciencias sociales: análisis de un caso relacionado con un tema de salud pública”. En él desarrolla cuidadosamente cómo la atención de un serio problema de salud a escala mundial, poco priorizado como se debiera por tratarse de un padecimiento extendido en las sociedades del sur del mundo, el de las mordeduras de serpientes, no puede ser atendido a partir simplemente de la producción del conocimiento científico de las serpientes y el envenenamiento. La complejidad de su abordaje exige incorporar y articular una gama muy amplia de conocimientos biomédicos y sociales:
La incorporación de las ciencias sociales en aspectos de economía de la salud, organización de los servicios de la salud, concepciones e imaginarios de las personas sobre el tema y el papel de las comunidades en el manejo del mismo, por citar solo algunos ejemplos, son indispensables para adquirir una comprensión integral del problema y sus implicaciones (267-268).
La contribución elaborada sobre la obra de Clodomiro Picado Twight (1887-1944), generada en el campo de la Medicina Experimental y en el de los estudios sobre las serpientes y sus venenos, entre otros ámbitos, una figura clave e inspiradora de la ciencia nacional, si bien insuficientemente conocida, culmina con una hermosa síntesis que el autor titula “Más allá de sus contribuciones específicas: el legado de cómo hacer ciencia en un país pequeño y pobre”.
Reflexiones desde la academia. Universidad, ciencia y sociedad es un libro que aborda temas muy poco tratados en el medio costarricense y centroamericano. Es una obra muy bien escrita, que emana de un corazón generoso que alimenta un pensar fecundo y una acción comprometida y solidaria, de un científico humanista de gran calibre.
Fechas de Publicación
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Fecha del número
Jan-Dec 2020
Histórico
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Recibido
17 Oct 2020 -
Acepto
02 Nov 2020