Resumen
En este artículo se estudian los homenajes luctuosos rendidos al escritor comunista costarricense Carlos Luis Fallas Sibaja, en 1966. El trabajo puntualiza su análisis en este año en particular, porque se sostiene la idea de que el despliegue de mensajes publicados en la prensa escrita corresponde a una política de la memoria, la cual contribuyó al proceso de construcción de Fallas como arquetipo de escritor nacional. El estudio permite conocer cómo se inicia la institucionalización o canonización del escritor, una vez fallecido. Se reflexiona sobre lo que significó su muerte y el discurso construido alrededor de esta.
Palabras clave homenaje luctuoso; política de la memoria; formación de canon; Carlos Luis Fallas Sibaja; literatura costarricense
Abstract
This article studies Costa Rican communist writer Carlos Luis Fallas' eulogies of 1966. This work analyzes this particular year as it is believed that the extent of messages published in the press respond to memory politics that contributed to the rise of Fallas as the quintessential national writer. In other words, this study will provide insight into the start of this author's canonical status as a national institution after his death. Lastly, this article reflects on the significance of his death and the discourse built around it.
Keywords eulogies; memory politics; canon formation; Carlos Luis Fallas Sibaja; Costa Rican literature
Introducción
En la actualidad, Carlos Luis Fallas Sibaja es un referente de la literatura nacional costarricense del siglo XX. Su producción literaria valió para que los grupos de intelectuales, profesionales y escritores, es decir, la instancia académica, lo colocaran como el principal representante de la Generación del 40. Sin embargo, se debe tomar en cuenta que, además de esta referencia cultural, a Fallas se le conoce como uno de los principales actores de la ideología comunista. Representó por muchos años al Partido Comunista de Costa Rica (PCCR) y militó para este, de manera comprometida, desde muy joven hasta su muerte ocurrida en 1966. Su militancia política involucró la participación activa en dos importantes acontecimientos que marcaron la historia de nuestro país: la Huelga del 34 y la Guerra Civil de 1948.
Llama la atención, en este caso, cómo un actor social se movió en ambos espacios, el literario y el político, y cómo después de su muerte el trabajo literario fue y ha sido su mención y recuerdo más inmediatos. Para entender de alguna manera este proceso, el historiador Iván Molina Jiménez en su libro Príncipes de las remotidades. Carlos Luis Fallas y los escritores proletarios costarricenses del siglo XX (2016) resalta muy bien que la obra literaria de Fallas post mortem tuvo una importante difusión, mediante una serie de estudios académicos, los cuales facilitaron la promoción de la lectura de sus novelas, aspecto que contribuyó a construir el camino como escritor de Fallas Sibaja.
De esta manera, varias son las razones que conducen a detenerse en el año de 1966, para estudiar el proceso de canonización de Carlos Luis Fallas Sibaja como arquetipo de escritor nacional. Primero, porque 1966 evoca una década de logros para los grupos hegemónicos liderados por el Partido Liberación Nacional (PLN); segundo, porque 1966 se enmarca en una década de avatares para el Partido Comunista de Costa Rica (PCCR) y; tercero, porque el Premio Nacional de Cultura Magón 1965 otorgado a Fallas se le concedió en un momento propicio, el cual facilitó la promoción, luego de su muerte, de su faceta literaria, tanto en esquelas, como en otras partes de la prensa escrita. Este marco histórico es fundamental en la producción de una coyuntura que permitió rendir homenajes a Fallas, independientemente de si se compartía o no su ideología.
El deceso de Fallas llama la atención en el sentido de que hubo una considerable cantidad de esquelas de diferentes partidos políticos y de sectores académicos y sociales. Se reconoce, en este caso, el despliegue de mensajes luctuosos divulgados en la prensa escrita costarricense, pues no solo comprendió la manifestación de los pésames, a través de la sección ''Obituarios'', sino que se empleó el espacio periodístico para rendirle culto al fallecido. ¿Cómo se hizo?, ¿quiénes participaron? y ¿cuáles fueron las intenciones discursivas más allá de rendir homenaje a Fallas? Estas preguntas tratan de ser contestadas en este artículo.
Para hacerlo, se toma el conjunto de esquelas publicadas en 1966 como representación del ritual acostumbrado por la sociedad costarricense, para despedir a un ser humano. Este rito mortuorio, si se quiere, representa una práctica común, en su sentido etimológico, de ‘vínculo' y ‘unión'. Dicha manifestación del mensaje públicamente responde a un ejercicio de acompañamiento, en momentos de duelo familiar.
La innovación de este estudio, en medio de la abundancia de trabajos existentes sobre Fallas, consiste en presentarlo silenciado por su propia muerte y asediado por un conjunto de panegíricos, los cuales llevaban ciertas intenciones de quienes daban el pésame público por el hombre que desaparecía. Así, nuestra idea ha sido puntualizar el análisis de esas esquelas de 1966 de forma tal que se nos permita conocer cómo se inicia la institucionalización o canonización de esta figura pública, una vez fallecida.
Antes de eso, este trabajo contiene un apartado referente a la polémica en relación con el premio Magón de 1965. Luego, se exploran las esquelas de Fallas presentes en los periódicos nacionales La Nación, La República y La Prensa Libre, así como el homenaje luctuoso extendido por el semanario comunista Libertad, medio oficial del Partido Vanguardia Popular (PVP).
La polémica del ''Magón'' de 1965
Por su labor literaria, Fallas recibió el premio de cultura Magón en 1965, premio que compartió con el abogado-historiador Hernán Peralta Quirós y que no pudo retirar, por complicaciones en su estado de salud (ya su enfermedad estaba muy avanzada).
A pesar de lo que pudiera pensarse desde el presente (donde Fallas es considerado un destacado ciudadano y escritor), la adjudicación del ''Magón'' a Fallas tuvo sus bemoles: se cuestionó si realmente lo merecía y salió a la luz el descontento de algunos actores al respecto. La Nación publicó el 17 de marzo de 1966 un artículo titulado ''Dignidad democrática y el premio nacional de literatura''; en este se expuso la discrepancia con el jurado, por haberle entregado el Magón a Fallas. Sin embargo, meses después, luego de su muerte y la publicación de esquelas, aparecieron cuatro artículos, tres de opinión y un anuncio publicitario del Instituto Costarricense de Cultura Hispánica; dicho anuncio invitaba a un encuentro de escritores con Alberto Cañas, José Marín Cañas y Víctor Manuel Arroyo, quienes desarrollarían temas concernientes al pensamiento y obra del fallecido ( La Nación, 10 de septiembre de 1966, 29).
Con respecto a los tres artículos de opinión, estos presentaron un eje común:
vieron en Fallas un ejemplo de literato y de persona noble. Los atributos empleados en cada uno de los textos supusieron un vínculo con el escritor y un seguimiento de su trabajo literario. Los tres artículos hicieron hincapié en el premio Magón como una presea merecida por Fallas, por su talento al escribir. La Tabla 1 expone la forma en que estos cinco textos se refirieron a él.
Como se observa, los recurrentes encomios vertidos por opiniones de Chase, Araya y Jinesta y la insistencia en dejar constancia del valor del trabajo literario de Fallas contestaron –de alguna forma– la desacreditación literaria del escritor publicada unos meses atrás.
El editorial de La Nación referido anteriormente (''Dignidad democrática y el premio nacional de literatura'') fue confrontado por escritores jóvenes y adultos. Ese editorial publicado el 17 de marzo (unos meses antes de morir Fallas) no mereció una respuesta inmediata, sino hasta después del fallecimiento del escritor aludido. Así se podría suponer que las esquelas (a las cuales se apuntará más adelante), al enfatizar en el Fallas literario y premio nacional, resultaron ser un recurso periodístico y público valioso, para hacerle mérito a su talento escritural y contrarrestar los comentarios de sus detractores, que incluso se encontraban dentro de su propio partido.1 Esto explicaría que se haya externado mensajes como los siguientes:
La Federación de Estudiantes Universitarios de Costa Rica se une al duelo nacional que vive la Patria, por la muerte de su gran escritor CARLOS LUIS FALLAS SIBAJA [Negritas añadidas] (La Nación, 11 de mayo de 1966, 51). La Editorial Costa Rica se une al duelo nacional producido por la muerte del eminente escritor CARLOS LUIS FALLAS SIBAJA. Premio Nacional de Literatura 1965 [Negritas añadidas] (La Nación, 15 de mayo de 1966, 68).
Grupo de Estudiantes Universitarios amigos del escritor CARLOS LUIS FALLAS [Negritas añadidas] (La Nación, 9 de mayo de 1966, 52).
En materia de canon literario, este ejercicio de crítica, el reconocimiento a una labor literaria a través de homenajes póstumos y la publicación de anuncios para asistir a actividades académicas en honor a Fallas formaron parte de la legitimación del escritor, dentro de la comunidad nacional.
En los procesos de formación de canon literario deben intervenir discursos legitimadores y bases institucionales, cuyo fin es determinar la validez del objeto o sujeto de estudio. 2 Es importante comprender que la crítica registrada en relación con un conjunto de textos validará la importancia de estos en una época específica. Lo ideal en cualquier caso es sobrevivir a este tipo de ejercicio, a través del tiempo. Sí es así, se está en frente de un escritor y una obra institucionalizados. Por eso, el reconocimiento público y la superación de los cuestionamientos y polémicas académicas por la calidad de los textos y su escritor han sido fundamentales en prácticas de canonización. De ahí que críticas como la del artículo ''Dignidad democrática y el premio nacional de literatura'' enriquecieron más los argumentos, para un proceso de formación del arquetipo de escritor, en el caso de Fallas:
Lo que nos interesa ahora dejar en claro que el memorial (Premio), con ser justo en sí mismo, deja por fuera a muchos otros escritores también de méritos suficientes para el galardón y subrayar, también, el hecho de que si las obras del señor Fallas han sido favorecidas más que ninguna de los otros escritores nacionales, con numerosas traducciones en el exterior, sobre todo en los países comunistas, se debe ante todo a la temática más que a los méritos propiamente literarios de las mismas (La Nación, 17 de marzo de 1966, Comentarios).
La opinión oficial de La Nación no solo puso en entredicho la calidad literaria de Fallas, sino que también dejó entre visillos las forma de elegir a los ganadores de los premios nacionales, así como la posibilidad de haber considerado otros argumentos de mayor ''peso'' para tal elección. La publicación fue incisiva en muchos aspectos, incluyendo el ideológico. No obstante, los tres artículos posteriores a esa fecha debatieron el contenido de este.
Por un lado, Alfonso Chase (entonces joven escritor costarricense) catalogó a Fallas de talentoso escritor y se honró por haberlo conocido: ''Es imposible en Fallas delimitar campos, de separar al hombre del escritor. Él es Marcos Ramírez, es Sibajita, es Calero y es Jerónimo… Creo que a Fallas todos los jóvenes que tratamos de escribir le debemos algo'' ( La República, 15 de mayo de 1966, 29). Por otro lado, Álvaro Jinesta lo ubicó como un hombre comprometido, hidalgo y respetuoso, a la altura de otros muy reconocidos escritores costarricenses y centroamericanos: ''a decir verdad en este campo de las letras hizo méritos indiscutibles. Más elocuente que lo que se diga al respecto, es el Premio Nacional de Literatura que le fue otorgado recientemente'' ( La Nación, 9 de junio de 1966, 62).
Finalmente, Carlo Magno Araya centró la atención en el Fallas homólogo a Yolanda Oreamuno, Carmen Lyra y Miguel Ángel Asturias, escritores con una trayectoria literaria ya consolidada: ''Carlos Luis Fallas es un valor intelectual… considero demasiada ruindad si se le negara el Premio Nacional de Literatura… ha levantado la estructura de sus novelas como recias columnas que ayudan a sostener el edificio de nuestra cultura'' ( La Nación, 20 de mayo de 1966, 34).
Los tres articulistas, partícipes del ambiente literario y cultural refutaron los argumentos planteados en ''Dignidad democrática y el premio nacional de literatura'' y, sin personalizar o denunciar, dejaron constancia del Fallas literato y novelista.
En la Tabla 1 se expusieron los atributos de Fallas que lo describían como una persona generosa, talentosa, honrada, solidaria, respetuosa, humilde, comprometida; es decir, con un cúmulo de virtudes representativas del buen costarricense. Recuérdese que esta ratificación de valores ponía en entredicho los argumentos de quienes eran ser sus detractores.
Si se siguen los postulados de análisis de la memoria expuestos por Halbwachs, la construcción del recuerdo de Fallas, en 1966, se podría ubicar paralelamente a la de un héroe nacional. La configuración de recuerdos sobre él respondió a aquella idea de Halbwachs de sostener el ejercicio de la memoria como una construcción social. En este caso, las voces institucionales intervinieron en esa construcción social de Fallas. Por lo tanto, referirse a él con los atributos antes mencionados era ubicarlo en el plano de un modelo de héroe: honrado, justo, sincero, amistoso y ejemplar.
El artículo de Álvaro Jinesta recordó la capacidad del escritor para representar la realidad de la época. Jinesta le aplaudió a Fallas su sensibilidad y especial predilección por el propio terruño. Además, afirmó que ''la desaparición de Carlos Luis Fallas de la vida terrenal… (conmovió) en lo más íntimo. De Carlos Luis solo buenas acciones e inquietudes nobles se pueden decir'' ( La Nación, 9 de junio de 1966, 62).
En fin, en cierta medida la institucionalidad cultural construida por el PLN pudo también haber ayudado al reconocimiento de Fallas frente sus detractores, recuérdese que en la segunda mitad del siglo XX hubo un crecimiento estatal, promoción cultural, inversión pública y organización de trabajadores estatales; todos esos elementos tenían una profunda huella del PLN (Cuevas Molina; Molina Jiménez y Palmer). En otras palabras, esta entidad habría emprendido la creación de instancias necesarias para acreditar, en este caso a Fallas, como modelo de literatura nacional y no recalcar sus luchas políticas sino las literarias; por ejemplo, la Editorial Costa Rica, la Asociación de Autores, la ley de Premios Nacionales y la Dirección General de Artes y Letras (Cuevas Molina).
Asimismo, se debe tomar en cuenta que para 1966, el PLN se encontraba en una crisis política al salir derrotado en este mismo año por el Partido Unificación Nacional, coalición surgida por las fuerzas socialcristianas de Rafael Ángel Calderón Guardia y las conservadoras/liberales de Otilio Ulate Blanco. En este sentido, como una estrategia o no, el PLN debía recuperar el poder político, por lo que hubo acercamientos a posiciones de izquierda entre sectores al interior del partido. Rojas Bolaños expone claramente la situación3vivida dentro del PLN tras esta derrota que obligó a esta agrupación a pensar en la redefinición ideológica.
Las esquelas de 1966
La idea de este apartado es conocer las intenciones políticas y culturales de los distintos grupos que publicaron esquelas, por motivo de la muerte de Fallas, en la prensa escrita del año 1966. Por esta razón, será necesario comprender que a la luz del contexto sociohistórico se tejieron una serie de intereses, los cuales –para bien o para mal– propiciaron una interpretación sobre la figura de Fallas post mortem, enfocada en su institucionalización literaria.
Se escogieron los periódicos La Nación, La Prensa Libre. La República como los medios de comunicación más representativos de la época, además, el semanario Libertad por ser considerado el medio oficial del PVP, en el cual se externó el pésame a Fallas públicamente y se le rindió un homenaje, a través de notas de opinión, actividades rememorativas y presentación de material literario. Estos periódicos constituyen el conjunto de voces institucionales partícipe en las honras fúnebres de Fallas.
Dentro de este apartado se hará una breve descripción del contenido de las esquelas; asimismo, se aludirá –de forma general– a algunos postulados teóricos para ubicar la consideración de dichas esquelas como parte de esfuerzos de la memoria llevados adelante para recordar y para contribuir en el proceso de institucionalizar a Fallas post mortem, como ejemplo de escritor nacional.
Tras su muerte se revivió una serie de recuerdos en los que se destacaron algunas de las facetas de su impresionante vida. Los encomios no se hicieron esperar y la reconstrucción del Fallas, escritor, mayormente y, del político y ser humano, minoritariamente, se desarrolló mediante un entretejido discurso que poco a poco trascendió entre los espacios públicos, más allá de la prensa.4
Ahora bien, cuando de institucionalización o canonización literaria se habla, se comparte el criterio de Mignolo, en cuanto a que las opiniones generadas sobre el objeto/sujeto de estudio responden a una forma de mantener el control institucional de la interpretación. Este autor plantea que el canon literario resulta ser una necesidad de comunidades humanas para estabilizar su pasado, adaptarse al presente y proyectar su futuro (270).
En este sentido, el conjunto de esquelas publicadas sobre Fallas, en forma de ritual, en lo que concierne a cierto orden repetitivo y con una estructura discursiva particular, obedece a prestar atención, no solo a quienes se manifestaron mediante este tipo de recurso, sino en la recurrencia de un mensaje capaz de generar cuestionamientos. Por ejemplo, de qué manera se aprovechó este espacio periodístico para promocionar mayoritariamente una sola faceta de Fallas, es decir qué razones habría para inscribir el recuerdo de Fallas en la memoria social, como un escritor, literato, premio nacional y casi no como un luchador social.
Si se toma en consideración lo expuesto por Segalen, el rito es concebido desde múltiples aristas, pero un elemento fundamental de este es su función como un refuerzo del vínculo social y, por lo tanto, su práctica responde a una necesidad humana. Así, las esquelas, presentes en la prensa nacional, no solo apuntaron a una práctica de un ritual mortuorio, sino que detrás de ese homenaje luctuoso público, hubo intereses, es decir, a nivel político y cultural, distintas instancias y personas sostuvieron que Fallas además de escritor y novelista fue premio Magón y esas mismas instancias dejaron de lado su faceta política y social.
La Nación, La Prensa Libre y La República publicaron esquelas con la misma información que comunicaba las honras fúnebres, externaba las condolencias y aludía a la labor de Fallas.
Acuña Ortega plantea que el ejercicio de la memoria corresponde al uso social del pasado para diversos fines en el presente. Si se toma como presente aquel año de 1966, los pésames, las condolencias y los homenajes a Fallas fueron necesarios y emotivos para los más cercanos a él: había que recordar quién fue este actor social. También, se puede tomar la publicación de estos homenajes como un compromiso político de aquellas entidades que debieron externar su pésame públicamente, aludiendo a ciertos atributos de Fallas.
Es decir, se acudió a un pasado para divulgar en ese presente de 1966 al Fallas escritor y al Fallas premio nacional de literatura. En este caso, la selectividad de la memoria jugó un papel importante, porque a partir de ese año la faceta artística se inscribió en el recuerdo de la sociedad costarricense con más fuerza que la del líder obrero y comunista. De ahí que los atributos de Fallas como militante político y revolucionario hayan sido mencionados fugazmente por la prensa.
Por ejemplo, la Universidad de Costa Rica le reconoció públicamente a Fallas la cualidad de escritor literario. En la esquela del 10 de mayo quedó evidenciado el vacío que dejó Fallas en las letras nacionales. No fue fortuita esta forma de manifestar el pésame, pues se encontraba como rector de la Universidad Carlos Monge Alfaro, 5también conocido como integrante del Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, agrupación con ideas socialdemócratas, ajenas a la militancia del fallecido.
UNIVERSIDAD DE COSTA RICA
Con el motivo del fallecimiento del destacado escritor costarricense
CARLOS LUIS FALLAS SIBAJA
Premio Nacional de Literatura
EL CONSEJO UNIVERSITARIO
Acordó en sesión no. 1508, artículo 16, hacer expresa manifestación de pesar por tan irreparable pérdida para las letras nacionales y unirse al duelo de su apreciable familia (La Nación, 10 de mayo de 1966, 32).
No solo esta casa de enseñanza propone una línea de lectura hacia lo cultural y literario; sino que hubo entidades6cercanas al escritor que direccionaron su mensaje de condolencia hacia el quehacer literario del difunto. De acuerdo con Molina Jiménez,7había que reivindicar tal faceta, ante sus detractores.
La Universidad de Costa Rica como institución del Estado no contempló –en esta esquela– que el nombre de Carlos Luis Fallas Sibaja estaba vinculado con la lucha obrera, con la Huelga de 1934 y con el pueblo en general, es decir, se trató de un trascendente actor social, quien como legado de su trabajo dejó una importante obra literaria.
Los homenajes luctuosos de 1966 cumplieron con el protocolo establecido en la prensa y demostraron las intenciones que perseguía cada grupo social (su familia, amigos y cercanos a él): un duelo por el deceso. Por ejemplo, la Juventud Socialista Costarricense, en La Nación, externa las condolencias y el lamento por esa muerte:
La Juventud Socialista Costarricense siente profundamente comunicar a sus afiliados y a jóvenes en general el fallecimiento de CARLOS LUIS FALLAS SIBAJA (Negritas añadidas) (9 de mayo de 1966, 54).
Las entidades privadas y públicas manifestaron un compromiso moral, por un lado, y aprovecharon para visibilizarse políticamente, por otro lado:
LA ASAMBLEA LEGISLATIVA DE COSTA RICA, pasa por la pena de comunicar el fallecimiento del ex Diputado y distinguido escritor costarricense Don CARLOS LUIS FALLAS SIBAJA y envía su expresión de condolencia a su estimable familia doliente ( La Nación, 10 de mayo de 1966, 34).
Entre información general sobre las honras fúnebres, hasta encomios y despedidas sentimentales evidenciaron la filiación que se tenía con Fallas. En estos rituales, el ejercicio de la memoria (recordar unos detalles y olvidar otros) se convirtió en la principal herramienta para ir configurando la canonización del escritor.
Además, la información expuesta en las esquelas permitió suponer que no solo el difunto fue el blanco de atención, sino que estos ritos mortuorios abrieron la posibilidad de pensar en una oportunidad para institucionalizar el poder de las voces y entidades públicas presentes en los obituarios; espacios estos que sirvieron para delinear la lectura sobre Fallas, aunado a un ejercicio de la memoria, cuyo fin era darle veracidad al recuerdo del fallecido.
Entonces, entre ritos y recuerdos sobre Carlos Luis Fallas Sibaja se representó en el imaginario nacional a un personaje histórico producto de una intensa labor literaria y cultural.
La opinión sobre Fallas, a través de ese conjunto de pésames y condolencias, facilitó su permanencia en el espacio público. Post mortem, los recuerdos impidieron el desplazamiento o el olvido del escritor y su obra. La concurrencia de voces, en el medio periodístico a lo largo de 1966 lo perfiló como un imprescindible escritor de carácter nacional y, sobre todo, con señales (premios, traducciones, crítica) para mantenerlo canonizado.
Se debe aclarar que esa presencia de voces institucionales en las esquelas, por un lado, responde a un sector oficial del país y, por otro, a un sector de denuncia social, tal es el caso de la Asamblea Legislativa y la Universidad de Costa Rica frente al PVP (a pesar de su ilegitimación electoral) y las agrupaciones independientes.
En este caso, resulta importante tener presente que al hablar de institucionalización de Fallas post mortem hubo una participación de diversos grupos, los cuales no siempre estuvieron de acuerdo con las ideas del fallecido. La inscripción del recuerdo de Fallas obedeció a que, entre memorias oficiales y alternativas, se fue tejiendo su canonización literaria, pues los mensajes de las esquelas indujeron a pensar que la resistencia –si la hubo– fue mínima, porque todos externaron sus condolencias y recordaron al Fallas escritor, más que al político y luchador.
Ahora bien, como se dijo anteriormente, la memoria es siempre selectiva. Los estudiosos8 de este tema coinciden en que no se recuerda todo tal cual fue, sino que se rescatan fragmentos de un acontecimiento; por lo tanto, en ese proceso, el conjunto de esos fragmentos permitirá aludir a un tipo de memoria colectiva que se evidenciará en la concreción de recuerdos, los cuales unen a ese grupo social. Para efectos de este trabajo serán las voces institucionales, el grupo social vinculado con el deceso de Fallas. Será entonces, una práctica de reconstrucción social, a partir del discurso, lo que mantenga latente el recuerdo, en el presente de aquel 1966.
Para el caso de Fallas, la prensa escrita nacional y las esquelas de los obituarios fueron el espacio, el lugar de la memoria, de acuerdo con Norá, donde se inscribieron las primeras señales de la institucionalización del autor, que luego servirían para continuar honrando, su obra literaria y, en algunas ocasiones, su militancia política y compromiso social (Norá, 1998; Norá, 1989). En otras palabras, las esquelas como formas del recuerdo cumplieron su función simbólica de evitar el desplazamiento de Fallas y su obra hacia la periferia.
La Tabla 2 contiene detalles de los mensajes inscritos en las esquelas de La Nación, La Prensa Libre y La República. La inscripción de estos pésames y condolencias reinciden en mostrar a Fallas principalmente como literato y escritor nacional.
Si se observan con atención las doce publicaciones, nueve resaltaron la faceta del escritor y esas nueve esquelas fueron de entidades estatales y agrupaciones independientes. Es decir, quisieron verbalizar cuál fue el Fallas que murió. En este sentido, se podría pensar que las esquelas sirvieron para instituir, en este caso, a un personaje y su obra.
Los pésames señalaron no solo un lenguaje común, sino una identificación con el fallecido. Lo interesante de este ejercicio fue observar la sintonía de las inscripciones. ¿Quién murió?: Para la gran mayoría Fallas el escritor. Eso significó una reconstrucción del pasado que le permitirá –más adelante– consignarse como un personaje literario, puesto que su nombre sobrevivirá con ciertas marcas identitarias, legitimadas por el poder del homenaje luctuoso.
La prensa escrita nacional se constituyó como el sitio de la memoria, legitimador del recuerdo. Instituciones como la Editorial Costa Rica, el PVP, la Dirección General de Artes y Letras y grupos políticos como la Juventud Socialista Costarricense, Grupo de estudiantes universitarios amigos del escritor, la Confederación General de Trabajadores y la Asociación de autores de obras literarias artísticas y científicas rindieron homenaje a Fallas. La esquela del 9 de mayo de 1966, publicada por la Juventud Socialista Costarricense, destacó el aporte político, social y literario de este actor, reconociéndole, una vez más, el merecido premio de cultura Magón:
LA JUVENTUD SOCIALISTA COSTARRICENSE
Siente profundamente comunicar a sus afiliados y a los jóvenes en general el fallecimiento de
CARLOS LUIS FALLAS
dirigente revolucionario, guía indiscutible de nuestra lucha, Premio Nacional de Literatura y miembro honorario de nuestra entidad, y por este medio invita a acompañar sus restos hoy lunes a las 11 de la mañana, del Centro de Obrero de Estudios Sociales (costado norte de la iglesia de los Angeles) al Cementerio de Obreros ( La Nación, 9 de mayo de 1966, 54).
Fue esa una de las pocas veces en las que se presentó información sobre la militancia izquierdista de Fallas.
En fin, al constituirse la prensa escrita como vehículo transmisor del recuerdo, la presentación de las esquelas tuvo la capacidad de modelar el imaginario nacional. Luengo, estudiosa del tema de la memoria, condiciona la rememoración pública al requerimiento de cierta hegemonía del emisor, sea económica, religiosa, política o artística; así como de un colectivo receptor capaz de asimilar ese mensaje.
Ahora bien, en el caso de Libertad, no hubo esquelas con la estructura oficial, sino notas de prensa, detalles sobre el cortejo fúnebre y publicaciones de mensajes de despedida de los amigos de Fallas. Libertad dejó constatada solemnemente la muerte de su camarada, atendiendo cada pormenor de las honras fúnebres y reconociendo en él su labor política, social y literaria.
Al ser Libertad un espacio que tenía el comunismo para divulgar sus ideas, y encontrarse este en pugna con la ideología imperante de la época, la muerte de Fallas fue un momento que sirvió para visibilizar a Vanguardia Popular. El homenaje rendido en su nombre, en el semanario, hizo suponer una oportunidad de rescatar simbólicamente espacios políticos, debido a la ilegalidad del PVP, desde 1948.
Como vehículo del recuerdo o sitio de la memoria, Libertad inscribió en sus páginas la historia de Carlos Luis Fallas, el escritor, el político, el camarada. El despliegue de noticias y homenajes representaron los vínculos creados en vida por el autor y Libertad fue el medio portador de información.
Por ejemplo, la portada del 14 de mayo presentó un mensaje cargado de contenido político y social: ''DESPLEGAMOS NUESTRA BANDERA DE LUCHA FRENTE A LA TUMBA DE CARLOS LUIS FALLAS'' El acto del despliegue de la bandera se ejecutó en medio del sepelio, simbolizando un compromiso ideológico y, en señal de aceptación, frente a la tumba, la voluntad de mantener arraigados los principios comunistas. De hecho, el texto dejó clara la trascendencia de Fallas, aún después de muerto:
Fallas seguirá peleando con nosotros, alegre y vigoroso como siempre fue, por la justicia social, por el bienestar y la cultura de su pueblo, por la soberanía de la Patria, por la paz del mundo, por el triunfo del socialismo sobre la tierra ( Libertad, 14 de mayo de 1966, Portada).
El recuerdo de Calufa, que construyó Vanguardia Popular en la primera plana de Libertad, sirvió para manifestar al pueblo costarricense que la izquierda era aún una opción política. El ritual de acompañar al fallecido hasta su entierro y externar cantos, poemas y discursos, respondió a un proceso de legitimación del personaje, quien, a pesar de estar muerto, su huella se encontraba presente en la memoria del pueblo costarricense. Estas producciones, prácticas narrativas y reportajes descritos en el periódico ejemplificaron el simbolismo de Fallas Sibaja para los asistentes al sepelio.
Ejemplos como la publicación del poema de Carlos Luis Sáenz, cuyo título pone en evidencia de cuál faceta de Fallas se está hablando y el homenaje organizado en los Centros Obreros de Estudios Sociales, permitieron mantenerlo vigente a través del tiempo. Se muestran, a continuación, dos estrofas del poema ''Todos vamos recreándolo'':
Esta es la realidad; el compañero concluyó su tarea: ahora sus manos, frías, sus ojos en la sombra, reposada en la tierra su cabeza…
Todos vamos recreándolo en pequeñas imágenes vitales
calientes de emoción: aquella su manera de andar, su risa franca,
su voz viril, la chispa brilladora de sus ocurrencias
(Libertad (suplemento), ''Todos vamos recreándolo'', 14 de mayo de 1966, 5).
Ahora bien, es interesante observar la forma de despedir a Fallas. En primera instancia, los militantes, amigos, el pueblo y los comités, a los cuales Fallas estuvo afiliado, emplearon discursos magistrales, cantos solemnes de los himnos (Nacional y La Internacional) y la entrega de obsequios. En segunda instancia, los intelectuales escribieron textos literarios y de crítica acerca de las novelas, Asimismo, honraron su nombre comparándolo con escritores como García Monge, Carmen Lyra, Vicente Sáenz y Máximo Gorki. En última instancia, el Estado y las entidades privadas le rindieron homenaje a Fallas, con el tradicional minuto de silencio, publicaciones de esquelas y artículos en la prensa nacional ( Libertad, 14 de mayo de 1966, 3-5).
En medio de este conjunto de panegíricos se conformó un espacio simbólico para incursionar a Fallas en el camino hacia su canonización; un espacio en la prensa escrita y más adelante en otras entidades públicas, las cuales vieron estratégicamente el asidero de sus propios intereses políticos y personales, razón por la cual participaron apoyando un proceso de tal envergadura.
Las características para canonizar la obra y a su autor, en ese año, fueron evidentes, en el caso Libertad que dejó claro que Calufa sirvió de modelo e inspiración para escritores e intelectuales costarricenses y, mediante sus obras (Mamita Yunai,Marcos Ramírez, Gentes y Gentecillas, Mi Madrina y Tres cuentos) se transmitió una herencia artística: la obra de Fallas, representativa del realismo costarricense.
Así las cosas, se puede decir que el contexto sociohistórico de este año no era el más apto para que Fallas fuera promocionado, desde su labor política. Al ser este ya una figura pública, una forma de matizar el discurso comunista fue dar el pésame y extender la condolencia mencionando la faceta literaria del difunto, así se neutralizaría la reacción de la izquierda costarricense y se aplacaría la polémica publicada en La Nación por desacreditar la labor literaria de Fallas.
Culturalmente Fallas contaba con una presentable hoja de vida como para sostener post mortem una promoción de su figura, desde lo literario: disponía de material publicado, reconocido nacional e internacionalmente y tenía a su haber crítica literaria. Darle continuidad a esta faceta resultaba hasta provechoso para consolidar un arquetipo de las letras nacionales, sin caer en disputas con los grupos comunistas.
Las esquelas como formas del recuerdo reforzaron la idea de que las opiniones generadas sobre el sujeto de estudio respondieron a una forma de mantener el control de la interpretación.
Las esquelas evidenciaron una necesidad de comunidades humanas por estabilizar su pasado (no era conveniente revivir conflictos y disputas políticas que atentaran contra el proyecto de Liberación Nacional), de adaptarse al presente (ese presente de 1966 responde a un momento propicio para continuar con la ilegitimación de las fuerzas izquierdistas) y proyectar el futuro (con esta línea de abordaje sobre Fallas se anula aún más la ideología comunista y se perfila un prospecto de personaje por canonizar literariamente).
Fueron siete días (del 9 al 15 de mayo) en que el luto y el duelo nacional pasaron a ser tema de distintos grupos sociales. Fueron siete días de publicaciones en la prensa para recordar la muerte de un personaje, sus atributos y su aporte a la cultura del país.
Las ceremonias y rituales periodísticos, en Libertad, facilitaron la socialización de los nuevos individuos o lectores –en este caso– con la evocación de un pasado: el pasado de Fallas. Y 1966 quedó en las páginas de la historia costarricense como un año de luto para los grupos de izquierda y para las letras nacionales.
Entre Libertad y el resto de los periódicos (La Nación, La República y La Prensa Libre)existió un enfoque distinto del tema: más solemne en Libertad; sencillo, en los otros. Eso sí, común en todos con la idea de externar la condolencia, empleando el ritual mortuorio (esquelas, honras fúnebres, notas de prensa, publicación de producciones literarias) a un actor social.
Libertad permitió comprender las condiciones en las que se llevó a cabo este ritual luctuoso de 1966. Un ritual que en definitiva convocó, vinculó y unió a una considerable representación social, haciéndole honor a su sentido etimológico, el ritual del orden establecido, de la armonía, o bien, sintonía de voces en un mismo acto protocolario. Esas voces se refirieron ideológicamente a las izquierdistas y derechistas, quienes omitieron sus diferencias y le rindieron culto a un actor social conocido en el país. La muerte de Calufa fue el motivo para tal concurrencia, unión o vínculo. Se debe reconocer que Libertad fue el espacio que atrajo a una buena cantidad de sectores sociales, políticos y culturales, principalmente, quienes se identificaron con Fallas.
Conclusiones
La muerte de Fallas Sibaja se puede considerar una ventana abierta a múltiples interpretaciones, en cuanto a políticas del recuerdo se refiere. Los ritos mortuorios asimilados como estrategias de la memoria sirvieron para reforzar más la idea de un Fallas referente de las letras nacionales.
El rito, esa práctica constante para recordar el hecho, favoreció la interiorización del Fallas escritor. El sector hegemónico institucional representado en ese entonces por el Gobierno, las entidades públicas y privadas, los intelectuales de la época, correspondieron en divulgar esa línea temática cultural, propia de una estrategia de invisibilización de la ideología comunista, a la cual perteneció Fallas.
Bien lo planteó Aguilar Fernández, la memoria responde a ese conjunto de representaciones sociales articuladas en el presente. Un presente de aquel 1966 atinado para iniciar la canonización de un héroe, quien empezó a generar discurso en espacios institucionales, una vez fallecido, tal cual sucede con este proceso en el contexto religioso: a ningún beato, ni santo se le reconocen sus méritos antes de la muerte. Si bien Fallas ya contaba con un camino recorrido, la canonización de sus textos y de su pensamiento se empezaba a originar post mortem, atendiendo a un ejercicio de crítica legitimador de su trabajo, amparado por supuesto, en bases institucionales como la ideología y el paradigma (Sánchez Prado 17-24); elementos estos comúnmente presentes en el ejercicio de desplazamiento del centro a la periferia o viceversa. En el caso de Fallas, su trabajo literario, principalmente con los méritos otorgados por Mamita Yunai y las circunstancias políticas (militancia con Vanguardia Popular, el puesto de diputado en la Asamblea Legislativa y la organización de la Huelga de 1934) se podrían perfilar como insumos para la inserción de su nombre y sus textos, en el conjunto de listas privilegiadas de la literatura costarricense.
Sin buscar disputas discursivas por la verdad del recuerdo sobre Fallas, la hegemonía política hace su trabajo e inscribe en el contexto político social y cultural una lectura sobre él que deberá hacerse.
La muerte de Fallas, para Vanguardia Popular, sirvió de oportunidad para visibilizarse y recordar a la sociedad costarricense que las fuerzas de izquierda aún estaban presentes en la vida pública del país.
En La Nación, La República y La Prensa Libre se concentró la mayor cantidad de esquelas de parte de los grupos hegemónico-institucionales. Se movió un discurso protocolario y mesurado. La redacción y los mensajes se ajustaron a estructuras ya establecidas, con un estilo conciso y directo, no tan vinculante sentimentalmente. En estos periódicos se manifestaron las entidades gubernamentales cuyo compromiso moral era externar el pésame a la familia de Fallas y hacer públicas las condolencias; no obstante, su intención no fue tan emotiva, como sí se evidenció en Libertad.
Los homenajes en Libertad estuvieron cargados de anécdotas, de producción literaria en honor del fallecido, de divulgación sobre actividades académicas para rememorar el trabajo de Fallas; asimismo, el compromiso sentido por este deceso, en atender cada una de las actividades en su honor se evidenció en el semanario del 14 de mayo, dedicado casi en su totalidad a reseñar las honras fúnebres.
No obstante, por ahora, considérese estos ritos mortuorios como transmisores de una memoria colectiva en relación con la figura de Fallas, desde espacios institucionales como lo es la prensa escrita nacional. La participación y presencia evidente de la prensa solo fortalecerá la idea de continuar con el proceso de formación de canon en honor del escritor fallecido.
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Fechas de Publicación
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Fecha del número
Jan-Dec 2019
Histórico
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Recibido
19 Dic 2018 -
Acepto
21 Abr 2019