Open-access La virtualidad en los procesos educativos: reflexiones teóricas sobre su implementación

Virtuality in the educational process: theoretical reflections on its implementation

Resumen

Este artículo ofrece un esbozo de las cualidades de un aula virtual, las características propias de un proceso de enseñanza-aprendizaje de naturaleza virtual, el papel que tienen los recursos y los participantes y el perfil de un tutor. Se enfatiza en el rol del tutor en este proceso de construcción y reconstrucción de conocimiento en un espacio virtual y en las experiencias que cada uno de los integrantes aporta en cuanto a su propia vivencia como estudiante o tutor virtual. Además, se comparan los conceptos relacionados con la virtualidad con el de educación tradicional y se brinda una valoración general de estos procesos. Finalmente, se hace un repaso de los elementos que se deben considerar al plantear e implementar un curso en modalidad virtual.

Palabras clave Educación virtual; entornos virtuales; aprendizaje; enseñanza

Abstract

This paper provides a general outline of a virtual classroom, the characteristics of a virtual teaching / learning process of this nature, the role of participants and materials, and features that are desirable in a virtual tutor. It emphasizes in the role of the tutor, in this process of construction and reconstruction of knowledge, using a virtual space. It also focuses on the importance of the experiences that each of the members, as a student or as a virtual tutor, brings to the process. It provides a comparison between the concepts related to virtuality and traditional education. It also provides a general assessment of these processes and attempts to supply an overview of elements to be considered when initiating and implementing a course in a virtual way.

Keywords ; Virtual education; virtual environment; learning; teaching

Introducción

La incorporación de las Nuevas Tecnologías de Información y Comunicación (NTIC) en las actividades cotidianas toma cada vez más fuerza. Las NTIC no se consideran ajenas a prácticamente ningún proceso que requiera manejo y procesamiento de información, ni tampoco se restringen a un solo campo profesional. La educación no escapa a esta realidad. La incorporación de la tecnología en los procesos educativos se vislumbra como algo más que una moda, y toma cada vez más relevancia en la oferta académica de las instituciones de educación. Esta oferta académica ha evolucionado conforme a las demandas de los usuarios y gracias al apoyo de las facilidades tecnológicas de la consolidada Web 2.0 y la emergente Web 3.0. Además, se ha evolucionado en la manera de plantear y abordar las actividades educativas de modalidad presencial hacia aquellas en que esta presencialidad es escasa, como la bimodalidad, o nula, como la virtualidad.

Los espacios virtuales de aprendizaje favorecen aspectos que la presencialidad limita o simplemente no contempla. Entre estas facilidades de la virtualidad, las más relevantes se asocian con el rompimiento de la barrera de la distancia, la rigidez de los horarios y la facilidad de la distribución del tiempo de estudio sumado a la posibilidad de combinarla con las múltiples ocupaciones que conlleva el estilo de vida moderno. Estos atractivos elementos hacen de este tipo de aprendizaje uno cada vez más apetecido entre los estudiantes y profesionales que buscan mejorar sus destrezas, habilidades y conocimientos generales o profesionales.

En los procesos virtuales debe prevalecer la comunicación fluida y efectiva, en una atmósfera cálida y con un acompañamiento constante de las actividades que realizan los participantes. Para esto se hace necesario definir un protocolo de comunicación, denominado netiqueta o etiqueta en la red, a efectos de que lo plano que pueda ser la comunicación entre computadoras se favorezca con la cercanía y calidez entre los interlocutores. Todo esto sin perder de vista el aprovechamiento de los recursos tecnológicos disponibles, con la apropiada selección de las bondades de la sociedad del conocimiento. Para la Corporación Colombia Digital (2012), los modelos pedagógicos están en crisis. De esquemas lineales, autoritarios, analógicos, se está pasando a modelos en red, participativos y digitales. La unidisciplinariedad es sustituida por la convergencia e interacción entre múltiples disciplinas. La enseñanza y el aprendizaje "in situ" quedan atrás frente a las alternativas de trabajo virtual y compartido.

El profesor-tutor como participante del proceso educativo

El paradigma de que el "profesor" monopoliza el conocimiento y solo lo transmite quedó en el olvido. Ahora se le considera un "consejero", "experto" o "facilitador" que guía, orienta y realimenta los procesos, en vez de imponerlos.

En este paradigma de enseñanza-aprendizaje es indispensable que el tutor virtual exhiba una serie de características y atributos con el objeto de guiar y promover un proceso educativo dinámico. En el Cuadro 1 se enlistan y resumen las características que, a criterio de los autores, son las más representativas y necesarias del tutor de un proceso virtual.

Consideraciones para el tutor

La labor docente es muy compleja, pues no solo requiere actitudes para el manejo de los alumnos sino también aptitudes para el dominio de su especialidad académica y de las técnicas y los procesos en el ambiente educativo virtual. En una reflexión sobre su realidad docente, Zúñiga (2010) comenta que los académicos no deben limitarse a transmitir los contenidos de su especialidad sino que están llamados a colaborar con los estudiantes para que construyan el conocimiento dentro de este nuevo contexto social, en el que la capacidad de autoformación se convierta en una actividad imprescindible. Además, se deben introducir cambios en los modelos educativos vigentes, los materiales y hasta en la capacidad técnica y de infraestructura de los centros universitarios. De manera más general, Borges (2005) señala que el docente debe ser consciente de las acciones y carencias en las que puede incurrir y que puedan estimular la desmotivación y frustración de sus estudiantes; este autor recomienda a los tutores de entornos virtuales evitar las siguientes situaciones:

• No haber sido estudiante de un curso en línea.

• No dar respuesta o dar una respuesta tardía a las dudas que le presenten los estudiantes.

• Tener una presencia esporádica o nula en el aula durante el desarrollo del curso.

• No ser claro en sus indicaciones.

• Ser excesivamente rígido.

• No mostrar cercanía con los estudiantes.

• Contribuir a la sobrecarga del estudiante.

• No fomentar la interacción y la colaboración.

Cuadro 1:
Características deseables en un tutor virtual.

En este modelo virtual, estas características dan como resultado que el propio alumno sea capaz de construir su conocimiento con el profesor como un guía y mentor, otorgándole la libertad necesaria para que explore el ambiente tecnológico, pero estando presente cuando tenga dudas o surja algún problema (Requena, 2008), en cuyo caso se denominará sujeto aportante. Ello supone primar aquellos recursos y usos de las NTIC que permiten, precisamente, que el profesor pueda seguir de manera continuada el proceso de aprendizaje del alumno y ofrecer observaciones constructivas, sensibles y adecuadas.

El estudiante como protagonista de su aprendizaje

La reflexión crítica, la relación de los conocimientos nuevos con los que ya son parte del individuo, no son más que aprendizaje duradero o, de manera más teórica, aprendizaje significativo. Para Rodríguez (2011), el aprendizaje significativo supone cuestionamiento y requiere la implicación personal de quien aprende, es decir, una actitud reflexiva hacia el proceso y el objeto de aprendizaje tendente a que el discente se pregunte qué quiere aprender, por qué y para qué aprenderlo significativamente.

Este proceso de reconstrucción se realiza en función y a partir de un amplio conjunto de elementos que conforman la estructura cognitiva del aprendiz: capacidades cognitivas básicas, conocimiento específico de dominio, estrategias de aprendizaje, capacidades metacognitivas y de autorregulación, factores afectivos, motivaciones y metas, representaciones mutuas y expectativas. Ese rol protagónico de los participantes se potencia con las actividades colectivas que invitan a la reflexión individual mediante la interacción con el colectivo de participantes. Se espera que este individuo adquiera y refuerce, durante el proceso, ciertas características tales como la disposición para aprender en un entorno virtual, la capacidad de aprender de manera autónoma pero a la vez de agruparse para trabajar en colectivo, de buscar y expandir el conocimiento provisto por los materiales y, sobre todo, la capacidad de analizar y vincular los saberes propios del entorno virtual con los de su entorno real. Se plantea al participante como el dueño de su aprendizaje en un proceso de construcción constante. Dicho más claramente, el aprendizaje se produce cuando problematiza lo que el alumno ya sabe con lo que debería saber.

Virtualidad y aprendizaje significativo

Según Bolívar (2009), el aprendizaje significativo corresponde a la construcción del conocimiento donde unas piezas encajan con otras en un todo coherente. Por lo tanto, para que se produzca un verdadero aprendizaje, es decir, un aprendizaje a largo plazo que no sea sometido al olvido, es necesario conectar los conocimientos nuevos con los previos, por lo que se hace imprescindible presentar estos conocimientos al alumno de manera coherente y no arbitraria, "construyendo" de manera sólida los conceptos, interrelacionándolos unos con otros en forma de red de conocimiento. La función del docente es engarzar los procesos de construcción del alumno con el saber colectivo culturalmente organizado y en relación directa con su contexto social. Por eso se insiste en formar al estudiante, que va a verse inmerso en este contexto, y cuánto más al profesional que va a formarse. Con el propósito de realzar esos aspectos positivos, las actividades didácticas que se planteen deben desarrollar el aprendizaje significativo y tener al menos las siguientes características:

• Que partan de conocimientos previos y fomenten que el participante relacione lo que aprenderá.

• Que permitan relacionar el contenido con la propia experiencia.

• Que sean interesantes y novedosas.

• Que sean dinámicas y motivadoras para retarlos en el proceso de aprendizaje.

• Que a través de ellas se pueda construir: que los integrantes se sientan partícipes de ese proceso de construcción.

• Que los alumnos puedan generar nuevas actividades de aprendizaje.

• Que permitan tomar lo mejor del aprendizaje autónomo y transformarlo en colaborativo (OEA, 2010).

El diseño pedagógico en un entorno virtual involucra características particulares que procuran fomentar algo más que el mero incremento o cúmulo de conocimiento. Para la Corporación Colombia Digital (2012), la flexibilidad y la capacidad de adaptación, el saber aprender a aprender, la habilidad de navegar entre mares de información reconociendo lo que es confiable y útil, la percepción de sí mismo como un generador de conocimientos y no solamente como un consumidor de estos, la disposición a trabajar colectivamente en la resolución de un problema, serán mucho más importantes que la cantidad de datos que se puedan repetir de memoria contestando las evaluaciones todavía en boga. Aún más, autores como Torres, Prieto y López (2012) afirman que el buen uso de las nuevas tecnologías de la información para la docencia es, sin duda, una opción ventajosa, tanto para el profesorado como para el alumnado; no obstante, aunque la habilidad y facilidad de las herramientas requiere de un período de adaptación y práctica, las dificultades pueden ser superadas con la planificación explícita del uso de la plataforma y la valoración del esfuerzo continuo requerido del alumnado. Es claro entonces, que la práctica educativa virtual favorece el aprendizaje y procura que sea más perdurable, con mayor significado y por tanto de mayor relevancia para el participante.

Los paradigmas de educación tradicional y educación virtual

La virtualidad trasciende la mera extracción de información de sitos web o la descarga de archivos para ser leídos; implica un proceso de análisis y formación de relaciones cognitivas. En este contexto, el aula virtual debe ser el medio para pensar y aprender, no solamente para intercambiar documentos y comunicarse de manera asincrónica.

Las actividades diseñadas para un entorno virtual deben estimular la construcción del conocimiento en el alumno para que sean eficaces. De esta manera se intuye que las estrategias de aprendizaje son similares tanto en la educación virtual como en la presencial, pero las actividades de aprendizaje deben ser diseñadas específicamente para trabajar con cada uno de los paradigmas ya citados. Un aula virtual exige trabajar escalonadamente bajo nuevos esquemas, pues la tecnología ha generado espacios disruptivos de enseñanza-aprendizaje. Uno de los desafíos que tiene un tutor virtual consiste en "acoplar" las mejores prácticas de la educación tradicional y adaptarlas a nuestra realidad tiempo-espacio. Se puede llamar a este proceso "reinvención", en pos de maximizar positivamente lo mejor de cada tipo de enseñanza.

En un contexto amplio, la educación tradicional tiene un carácter rígido e inflexible; por otro lado, la virtualidad expone a los participantes a situaciones más amplias y flexibles que los obligan no solo a recolectar contenido sino a procesarlo y buscarle una utilidad práctica. Tal como se ha sugerido en este texto, la experiencia educativa virtual se nutre de procesos de aprendizaje atribuibles a la práctica presencial como mecanismo para generar conocimiento. No obstante, la virtualidad supone un proceso de construcción constante, de apropiación de conocimientos tanto del entorno virtual como de la discusión con los otros participantes y la lectura e interpretación de la información. Los procesos educativos, al igual que cualquier proceso humano, tienen una indiscutible tendencia a evolucionar hacia niveles óptimos y de acuerdo con los cambios propios de la dinámica humana. Es claro que los medios instruccionales y la educación en general deben responder a un nuevo contexto y ajustarse en tiempo y espacio a sus beneficiarios. Un nuevo componente se suma a estos procesos educativos y corresponde a un criterio propio de la modernidad: la flexibilidad. El Cuadro 2 resume algunos elementos comparativos entre el denominado paradigma educativo tradicional y el paradigma virtual.

Los recursos en la educación virtual

La mediación, el acompañamiento que da el tutor, la interacción con los demás participantes pierden su efecto si los materiales utilizados no responden a las características propias del ambiente virtual. Son estos materiales los que determinan el interés y el progreso de los participantes. Según plantea la Corporación Colombia Digital (2012), herramientas como los blogs, redes sociales y wikis están generando espacios virtuales de aprendizaje no formal que las instituciones formales educativas, en general, desaprovechan. Aquí prevalece la importancia de las instrucciones claras, precisas y sin ambigüedad. Es en este aspecto donde el tutor marca la diferencia y facilita o entorpece la correcta consecución de las actividades planteadas. Para alcanzar dichos objetivos se utilizan recursos como los mapas mentales, foros escritos y de audio, chats, formularios en línea y portafolios digitales.

Cuadro 2:
Comparación entre los paradigmas tradicional y virtual

La metodología en la educación virtual

Las NTIC deben utilizarse para conseguir que el proceso de enseñanza-aprendizaje coadyuve en la adquisición del pensamiento crítico de los estudiantes, llevándoles al desarrollo de sus propias habilidades y a cooperar en el logro del fin último del aprendizaje: aprender a aprender. La flexibilidad de los medios digitales permite combinar y aplicar distintas metodologías. La incorporación de la modalidad virtual presupone una serie de ventajas de carácter académico; Moore y Kearsley (2011) destacan las siguientes:

• El estudiante dedica más tiempo a pensar en profundidad, dado que dispone de más tiempo para meditar sus respuestas y organizarlas en períodos más largos. Esto estimula el pensamiento reflexivo y desinhibe a los estudiantes que muestran dificultades para expresarse fluidamente en clase.

• Se estimula el pensamiento crítico y la capacidad de resolver problemas prácticos.

• Aunque la cantidad del trabajo del profesor aumenta, paradójicamente, su concentración en un solo medio permite ahorrar tiempo.

• Existe una relación costo-beneficio a favor, en vista de que no se requieren grandes inversiones en infraestructura, gastos de traslado y alimentación o mobiliario de la estructura, entre otros.

La mediación del tutor y realimentación a los participantes

Es necesario recordar que el proceso de mediación (interacción virtual) no es unidireccional, sino que se da en muchas direcciones: entre el tutor y los contenidos, el tutor y las actividades, el tutor y los participantes, el tutor y la plataforma, por mencionar algunas. La mediación entre el tutor y los participantes tiene una altísima importancia en este tipo de enseñanza debido a los elementos que se han señalado y discutido en párrafos anteriores, que son tan sutiles y paradójicamente relevantes con respecto al sentimiento de pertenencia que se debe tener en un grupo, la generación de un vínculo afectivo y la cercanía que se debe tener en la distancia del espacio virtual.

La retroalimentación es el mecanismo de (re)direccionamiento y confirmación que se tiene para las actividades que se asignan. La oportuna intervención del tutor puede evitar frustración y desencanto, así como promover actitudes positivas y relaciones exitosas y generar un cambio positivo con respecto a los contenidos estudiados y al tipo de enseñanza. La clave del éxito en una propuesta educativa virtual radica en mantener lo cálido, amigable y cercano de un ambiente presencial, con las bondades que provee un entorno virtual que facilita el trabajo en el propio tiempo y espacio del participante.

La gestión del tiempo en un entorno virtual

La virtualidad trasciende las referencias temporales tradicionales, pues no confina la actividad educativa a un único momento o espacio. El participante puede tener acceso al curso en el momento que así lo desee y realizar sus actividades sin necesidad de coincidir en tiempo o espacio con los demás participantes, de ahí el carácter "atemporal" de la virtualidad. Es así como, dadas las particularidades de los entornos virtuales -más flexibles y tal vez menos estructurados que los contextos presenciales-, el manejo y la regulación de los recursos disponibles podría resultar sensiblemente diferente (Chiecher, Donolo y Rinaudo, 2008). Es el estudiante el que distribuye su tiempo, define cuándo ingresa a la plataforma virtual, durante cuánto tiempo permanece en línea y la cantidad de veces que participa en una actividad, de acuerdo con sus necesidades, habilidades e intereses.

Chiecher, Donolo y Rinaudo (2008) indican que no parece igual organizarse en el tiempo para asistir a clases presenciales fijadas para determinados días y horarios, que hacerlo para seguir un curso a distancia, en el cual los momentos de conexión a la red son determinados con mayor libertad por el alumno. El espacio virtual está disponible las 24 horas y se puede tener acceso a él desde cualquier lugar donde haya conexión en red. Esta flexibilidad puede brindar una falsa sensación de libertad con respecto al grado de dedicación requerida y la rigurosidad de las fechas límite de conclusión de actividades. Por eso es relevante que el tutor oriente a los participantes sobre las actividades que están pendientes y los plazos de presentación. Resulta crucial que el participante sea riguroso con el manejo de su tiempo y la dedicación a las actividades, con un adecuado seguimiento del planeamiento diseñado por el tutor. En el caso del tutor, se espera que haga gala de dos de las características deseables ya descritas en un apartado anterior: ser un individuo motivador y observador del proceso.

Reflexiones finales

El hecho de plantear y "conducir" un curso en modalidad virtual no solo requiere un ajuste en los contenidos, la evaluación o los roles de los participantes y el tutor o tutores, también demanda un pensamiento flexible y holístico por parte de las personas (estudiantes y tutores) que comparten esta modalidad de experiencia educativa.

La experiencia en la educación presencial, ciertamente, es importante, mas no es suficiente para la virtualidad. Se requiere un cambio de paradigmas y de concepciones con respecto al proceso educativo, acompañado del conocimiento técnico de cómo conducir la virtualidad.

El tutor no solo debe ser un especialista en su ámbito profesional, sino también tener formación en técnicas didácticas virtuales y el uso adecuado de la plataforma en la que su "aula virtual" se encuentre.

Es relevante comprender que existen contenidos que son más susceptibles de ser aplicados en un entorno virtual que otros; y para esto es necesario la constante búsqueda e investigación, no solo de las técnicas sino de las actitudes para abordarlos.

La virtualidad puede convertirse en una experiencia educativa altamente productiva y gratificante, tanto para el estudiante como para el tutor, si se realiza de una manera adecuada, se asume una posición proactiva y muy receptiva y se comprende que el tutor no es más que otro elemento de ese engranaje virtual y no su actor principal.

Los docentes universitarios, en especial, son los llamados a incursionar y experimentar con estas nuevas modalidades que son aplicables tanto a la educación formal superior como a espacios de extensión y educación continua. Con esta experimentación se practica la capacidad de innovación, superación y constante adaptación a las demandas del entorno educativo.

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Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    Mar 2015

Histórico

  • Recibido
    27 Ene 2014
  • Acepto
    18 Mayo 2014
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