Open-access Humberto López Cruz. Tetrapalabra. Cuatro ensayos sobre letras cubanas. Valencia: Aduana Vieja, 2020, 161 páginas

El 2020 es el año de publicación del volumen Tetrapalabra. Cuatro ensayos sobre letras cubanas del Dr. Humberto López Cruz, investigador y docente en la University of Central Florida, a cargo de la editorial Aduana Vieja de Valencia. A pesar de que en el Prólogo el autor define su mismo estudio como una recopilación de ensayos sobre las letras cubanas, el trabajo se yergue como un examen orgánico de cuatro importantes manifestaciones de la literatura cubana disidente y satírica de los siglos XX y XXI, encarnadas en las figuras y las poéticas de Gastón Baquero y Díaz, Reinaldo Arenas, Leonardo Padura y Roberto G. Fernández.

La primera cara de este tetraedro crítico está representada por la praxis del intelectual y poeta Gastón Baquero, analizada a través del marco conceptual de los estudios transatlánticos. Tras un puntual recorrido de los principales aportes de dichas teorías, Humberto López Cruz se dedica a subrayar la contundente presencia de elementos africanos como epicentro de la labor de Baquero, a la vez que la sugerente confluencia de lo africano y lo hispánico en las obras ensayística y poética del autor, aspectos estos que hacen que su escritura logre abarcar y expresar la complejidad del individuo cubano contemporáneo. En Indios, blancos y negros en el calderón de América, recopilación de los ensayos más destacados del intelectual, sobresale, según López Cruz, ''la inclusión de mundos difíciles'' (p. 20) que responde a la inevitable conexión transatlántica que se dio entre mundos disímiles (indígena, europeo y africano) en el terreno americano a partir de 1492. Dentro de esta perspectiva incluyente, el autor se detiene en la reflexión que Baquero dedica a la africanidad de la sociedad cubana como punto de arraigo decisivo para completar el rostro identitario del ser cubano y latinoamericano. Tras analizar textos como ''El negro en Cuba'', es interesante la propuesta que López Cruz adelanta de releer la obra del propio Baquero, y de otras y otros intelectuales que como él reflexionan sobre la presencia de lo africano en Cuba y Latinoamérica, a raíz de una ''conmoción que humaniza'' (p. 27), tal vez dramáticamente, la relación tricontinental y por lo tanto también el texto. En la misma línea, y precisamente por su alcance transnacional, la esencia africana no pasa desapercibida tampoco en la producción lírica de Gastón Baquero, que se encara como expresión inquieta de los ''múltiples pasados'' (p. 29) que el yo poético reconoce como suyos y que es necesario sacar del silencio.

Lejos de caer en fáciles y peligrosas síntesis, la propuesta del estudioso problematiza la dramática relación de un sujeto desterrado que debe lidiar con un sentido de pertenencia a y añoranza de una tierra (la africana) a la que es imposible volver y un apego sincero a una nueva realidad (la cubana) a la que se reconoce pertenecer. Al mismo tiempo, Humberto López Cruz subraya la aportación de la praxis ética y estética de Gastón Baquero en la necesaria integración de la arista africana al debate acerca de la compleja identidad latinoamericana y cubana.

La segunda parte del estudio está dedicada al discurso literario contrahegemónico de Reinaldo Arenas y, en particular, al diálogo con la Historia y a su subversión apocalíptica dentro de su novela El color del verano (1991), cuarta entrega de la pentagonía empezada con Celestino antes del alba (1967). En el marco de una sociedad distópica donde un jefe supremo ejerce un control total y represivo, transfiguración de la Cuba de las postrimerías del siglo XX, los personajes intentan huir clandestinamente y oponerse al poder mediante el sexo. Adoptando una perspectiva crítica evidentemente en línea con los planteamientos de Umberto Eco relativos a la obra abierta, López Cruz remarca el juego que el autor entabla con la triada autor-texto-lector ampliando las posibilidades discursivas y hermenéuticas del relato, ya que la subversión articulada a nivel discursivo convierte el texto en un espejo donde realidad fictiva y realidad referencial se reflejan y se influencian mutua y vertiginosamente. De particular interés es la superación del anclaje histórico de la novela y la inferencia del autor, quien afirma que la narración ''se convierte en la personificación de una isla que a través de la palabra se corporiza para subvertirla'' (p. 46). La homosexualidad, explicitada en el relato a nivel temático y linguístico, se lee como una declinación erótica de la rebeldía y denuncia de la intolerancia que rige el sistema normativo contra el cual la literatura areniana arremete, de modo que ''la madre-nación se derrumba ante el erotismo reaccionario rechazado'' (p. 50). Al mismo tiempo, se señala oportunamente que la mirada paródica del escritor cubano supera las fáciles oposiciones y se extiende a toda la sociedad cubana retratada, ya que blanco de su carnavalización son también las contradicciones internas a la misma porción marginal y marginalizada de población, así como estas se adosan tanto a los opositores al absolutismo como a quienes lo aclaman.

Cruzando el análisis textual con el contextual, Humberto López Cruz interpreta el sentimiento apocalíptico que rige la construcción diegética de El color del verano como un atisbo de la dimensión biográfica del autor que sostiene la gestación del relato, de manera que, en la misma línea, la herida que sobresale en la modulación de la palabra es común tanto al enunciador como al referente que retrata y el fin trágico que acecha la vida de Arena se considera un reflejo especular del destino de Cuba.

El lúcido estudio de la novela del escritor cubano sigue con el agudo examen a contraluz de la relación simbólica e intertextual que el texto entretiene con el poema ''La isla en peso'' del maestro y amigo Virgilio Piñera –si en ese poema ''se canta poéticamente a la isla en peso'', en El color del verano ''el peso de la isla hace que, sin plataforma, se hunda en el mar'' (p. 63)– para concluir, encaminado ya sobre la reflexión biográfica, con el análisis atento del capítulo introductorio de Antes que anochezca, controvertida autobiografía donde, según López-Cruz, ''la muerte es el eslabón que solidifica su presencia en el mundo que va a abandonar'' (p. 83).

El tercer apartado del estudio objeto de la presente reseña es Leonardo Padura Fuentes, escritor que, tal vez más que los otros, logra imponerse con éxito también a nivel internacional sobre todo por la tetralogía denominada ''Las cuatro estaciones'' y protagonizada por el inconfundible detective Mario Conde. Humberto López Cruz se acerca a la serie citada adoptando un enfoque gastrocrítico; es decir, rastrea la presencia de lo culinario dentro del entramado textual, ya que la cocina ''va a aportar la lectura alterna necesaria para desensamblar las piezas de un complejo rompecabezas que requerirá un indiscutible, y no negociable, participación del lector'' (p. 96). Según el autor, la comida se reviste de un significado simbólico ulterior por el hecho de convertirse en la obra de Padura Fuentes en metáfora del vínculo problemático con la nación cubana.

Para llevar a cabo el análisis propuesto, el estudioso remonta a la primera novela de la serie citada, Pasado imperfecto (1991), cuya trama se afianza en la época del Período Especial y hace alusión al racionamiento de todo tipo de géneros alimenticios, vestimentas y productos personales que marcan el diario acontecer cubano. La intuición y la reflexión de López Cruz, quien invoca a un ideal lector desobediente capaz de acceder a los diferentes registros que conforman las páginas de la novela, se mueven a partir del desajuste entre la abundancia de manjares que aparecen en el texto y las restricciones del período de ambientación de la historia, rastros no solo de ''una resistencia textual'' ante la ideología política, sino también ''representación gráfica de los sueños por la comida'' (p. 101). El paso siguiente viene a ser el análisis del personaje de Josefina como archivo culinario y cuya función textual reside precisamente en su entrega al arte de la cocina. Aplicando de manera algo creativa la teoría que Lucio Lugnani expresa en su artículo ''Verita e disordine: il dispositivo dell'oggetto mediatore'' (1983), en la lectura de López Cruz, la comida y la mesa desafían lo imposible y se convierten en objetos intermedios que permiten establecer una relación con un pasado idealizado y, por consiguiente, definen un espacio simbólico de comunión entre generaciones y espacios diferentes.

El ensayo se concluye con un capítulo dedicado a la literatura carnavalesca de Roberto G. Fernández, desarrollada alrededor del sujeto cubano exiliado en Estados Unidos. La reflexión de Humberto López Cruz, especialista de la obra de Fernández, nace de la predilección del autor por la narrativa breve, gusto que lo lleva desde la exploración de la microficción hasta la construcción de novelas concebidas como un conjunto de relatos cortos o viñetas que corresponde al lector ordenar. Por la intensidad que la caracteriza, la brevedad constituye la forma privilegiada para Fernández para rescatar situaciones cotidianas a través del omnipresente humor, declinado en parodia, sátira y juego linguístico. Dentro de la reflexión acerca del uno del micro relato en la obra del autor, López Cruz postula que la continuidad entre los textos se establece gracias a la presencia de algunos personajes que se repiten y a un enunciado reiterado dialécticamente; ese es ''la desaparición de la cultura cubana en los Estados Unidos y su paulatina asimilación dentro del melting pot norteamericano'' (p. 127).

Después de una panorámica de la obra de Fernández enfocada a través de la conceptualización de la microficción, el estudio se centra en el análisis del personaje de Mirta, protagonista de la novela Raining Backwards (1988) que vuelve a aparecer en la colección En la Ocho y la Doce (2001). La parodia armada en el texto se beneficia de la construcción novedosa de una realidad virtual a cargo de la protagonista, recurso que será explotado en la década de los noventa, que permite recrear en el ambiente donde el personaje vive la realidad cubana lejana y añorada. Mirta, metáfora de la comunidad cubana exiliada en Miami, es la responsable de una yuxtaposición hiperbólica de dos tiempos (presente y pasado) y dos espacios (Miami y Cuba). Ahora bien, la reflexión de López Cruz se mueve un sentido novedoso, ya que lejos de asumir la reelaboración por parte del personaje de un pasado existente, defiende y demuestra la construcción de un pasado semi-imaginario en Cuba. A esto se añade la realización de un análisis de la obra de Fernández, a raíz de la experiencia personal del autor, orientado a rastrear las representaciones de las distintas épocas migratorias de cubanos así como a matizar las visiones de la cultura cubana en los Estados Unidos –que oscila entre mitificación y desmitificación, desenmascaramiento y parodia–, de los varios grupos involucrados. Las fracturas existentes dentro del sujeto cubano desterrado, así como dentro del imaginario cubano elaborado a partir de los Estados Unidos, se rematan en la suspensión existencial de los personajes, quienes ''deambulan por un mundo careciendo del contacto que intentan establecer con el otro'' (p. 153), así como en la confusión textual que caracteriza según López Cruz los cuentos que componen Entre dos aguas (2006).

La prosa elegante que caracteriza la sintaxis discursiva de Tetrapalabra. Cuatro ensayos sobre letras cubanas y el rigor de las argumentaciones presentadas, hace de este ensayo una pieza académica capaz de llevar al lector por sendas críticas inexploradas y refinadas, a la vez que de ofrecerle una lectura placentera.

Fechas de Publicación

  • Fecha del número
    Jul-Dec 2022
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