Introducción
En los últimos años se han multiplicado las obras que tratan de la masonería, muchas de ellas dedicadas al estudio de sus rituales, doctrinas y símbolos. En esa abundante bibliografía, ciertos autores nos dan su versión de lo que es la masonería, y la interpretación que hacen de sus símbolos y doctrinas suele ser bastante personal y no siempre realizada desde el rigor histórico y la perspectiva iniciática. Sin embargo, es innegable que la producción bibliográfica que se ocupa de la masonería ha crecido significativamente, tanto en calidad como en calidad. Ha madurado, podríamos decir, pues los trabajos históricos realizados con metodología científica han desplazado a las obras de polemistas, de contubernistas y también a las dedicadas a ensalzar la masonería de forma acrítica. Pues desde el siglo XIX abundaron las obras empeñadas en convertir a la Orden en la autora de casi todo lo que esos escritores consideraban positivo para la historia de la humanidad.
La iniciación
En la actualidad, el panorama de la masonología es otro. Abundan las obras realizadas con rigor académico dedicadas a los diferentes aspectos y realidades de la masonería. Además de los históricos, (nacionales y regionales, etcétera), en los últimos años se han publicado obras de interés, como rituales antiguos (las Old Charges), rituales de diferentes grados, Ritos y Sistemas, como también algunos de los grandes clásicos de la masonería, además de ensayos de calidad sobre el fenómeno iniciático, el humanismo masónico y otros temas propios de la Orden.
En cuanto a la obra que nos ocupa, no es la única en la que Javier Alvarado Planas se ocupa de la masonería, pero sí la primera consagrada a la iniciación, el factor axial que diferencia a la Orden de las demás organizaciones del mundo actual.
Alvarado comienza su libro definiendo qué no es la masonería, para ir desgranando a continuación cuáles son los principios y elementos propios de la Orden francmasónica, que nada tienen que ver con la política o el complotismo, tan abundante en internet. En esta línea, nos recuerda que la masonería reivindica ser la heredera de las escuelas iniciáticas de la antigüedad, que florecieron en Egipto, Grecia y Roma. Y que sus doctrinas y símbolos tienen un incontestable contenido espiritual de carácter esotérico o, si se quiere, hermético. O por definirlo en una sola palabra: iniciático. Por esa razón afirma que la masonería «ha atribuido a su liturgia una eficacia terapéutica y catártica decisiva que el investigador o historiador no debería menospreciar so pena de no llegar a comprender la institución.» (pp. 29-30)
Estamos ante una obra profusamente documentada en la que el autor aporta gran número de referencias con el fin de mostrar, de forma inequívoca, que la naturaleza de la masonería es espiritual e iniciática. Esa es su raíz y ese es el factor genuinamente masónico, lo cual siempre se ha complementado con las actividades fraternales y filantrópicas de los hermanos.
La moral
Por otra parte, Alvarado analiza cómo a lo largo del siglo XVIII «apareció una corriente moralizadora» que introdujo en los rituales elementos y explicaciones de carácter moral, de manera que éstos fueron ocupando el lugar, al menos en parte, de los contenidos propiamente espirituales. Este fenómeno se incrementó a lo largo del siglo XIX y ha pervivido hasta la actualidad, cuya consecuencia es que las doctrinas iniciáticas de la masonería se han deslizado hacia el discurso moral, alterando y devaluando su significado original. Ser ético y practicar una moral positiva es muy lícito y necesario, pero no es lo propio de la esfera iniciática, aunque ésta pueda tener un componente espiritual. De hecho, en las antiguas iniciaciones ya se impartían códigos éticos, así como la necesidad de ser virtuosos, a fin de evitar que los secretos iniciáticos no fueran mal empleados por seres desalmados.
Sin embargo, ante esa adulteración moralizante y la introducción de las pasiones políticas en la masonería, en especial a partir del siglo XIX, autores como René Guénon –en quien se inspira en muchos aspectos Alvarado– reivindicaron la naturaleza específicamente iniciática de la Orden, afirmando su carácter inequívocamente espiritual. Según la definición de Guénon (que el autor cita), la iniciación es «la transmisión de una influencia espiritual regular» (p. 59). Su tesis, que es la que adopta Javier Alvarado, afirma que dicha influencia espiritual es de origen supra humano (por lo tanto, de naturaleza espiritual), y que debe darse dentro de una filiación regular mediante una organización iniciática depositaria de dicha influencia espiritual. Esa transmisión debe realizarse por medio de símbolos y ritos, que son los soportes necesarios de esa influencia espiritual, y cuyo objetivo es pasar de un conocimiento virtual a otro efectivo.
Continúa Alvarado desarrollando el pensamiento de Guénon diciendo que el iniciado debe aprender métodos y técnicas destinadas a purificar el cuerpo y la mente, y practicar la meditación, dentro y fuera de la logia, individualmente.
También dirige nuestra atención hacia las palabras sagradas y de paso, las cuales pueden desempeñar la función de mantras, a fin de facilitar la concentración de los hermanos y crear así un espacio cualificado espiritualmente. En los tres primeros grados de la masonería estas palabras son hebreas y no se han traducido, pues perderían su fuerza al quedar desnaturalizadas. No existían en la masonería medieval, pero a partir de la época moderna fueron introducidas en los diferentes ritos debido a la clara influencia de la cábala hebrea en la Orden.
Ciencia masónica
Merece también destacar la perspectiva del autor respecto a los símbolos gestuales y su relación con la quirología y la anatomía sagrada, pues constituyen un elemento fundamental de la ciencia masónica. Este aspecto operativo es de suma importancia, pues posibilita que, al practicarlos, actúen en los centros sutiles del cuerpo, de manera que favorezcan su purificación y su cualificación espiritual. Lo mismo puede decirse de la imposición de manos, práctica no sólo masónica, sino universal.
Dichos componentes gestuales –como señala Alvarado– estaban muy presentes en las prácticas y los rituales masónicos de los siglos XVI y XVII, con abundantes referencias a partes concretas del cuerpo humano que, además de constituir una enseñanza simbólica, poseían un poder efectivo de transformación interior.
La lectura de esta obra nos lleva a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de lo «operativo» en la masonería. No creemos que la anterior al siglo XVIII fuera operativa porque se dedicaba a la construcción de catedrales y otros edificios. De hecho, las corporaciones de oficio sirvieron como espacio protector para los masones y sus logias, que así podían dedicarse más libremente a sus rituales y prácticas iniciáticas. Lo operativo, pues, estaba en lo propiamente iniciático. Por esa razón solo una mínima parte de los constructores fueron iniciados en las logias y, según parece, la mayoría de ellos desempeñaban profesiones del todo alejadas del ámbito de la construcción.
Debemos señalar también las páginas dedicadas a la palabra perdida y reencontrada, que es el Nombre de Dios, el Tetragrama. Está perdida dentro de todo ser humano, y los verdaderos iniciados la reencuentran. En algunos rituales citados por J. Alvarado, se alude al nombre de Dios revelado a Moisés: EHYEH ASHER EHYEH (p. 175), que debería traducirse así: 'Seré el que seré’, puesto que el verbo ser está en primera persona del futuro. Incompresiblemente, abundan las malas traducciones del original hebreo, de lo cual adolecen la mayoría de las traducciones bíblicas. Y ello es debido al desconocimiento del sentido oculto, cabalístico e iniciático de esta expresión. Pero este no es un tema para tratar aquí.
Alvarado analiza también las acusaciones –no siempre infundadas– que se han lanzado contra la masonería desde sectores católicos, entre otros, asociándola al judaísmo y alimentando así el pensamiento complotista, lo cual siempre ha estado presente en ciertos sectores de la sociedad. Tal vez algunos aspectos de los rituales dieron argumentos a las acusaciones y condenas de la Iglesia Católica, como los referidos al castigo con el que se amenazaba al neófito que violase los secretos de la Orden, o el deseo de venganza templaria que, entre otros de parecido contenido, formaban parte de los grados caballerescos, es decir, los altos grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, que fueron introducidos a lo largo del siglo XVIII. Creemos que el tema de la venganza, así como otros igualmente escandalosos, por así decirlo, tal vez deberían ser leídos iniciáticamente, y no histórico y moralmente, pues entonces descubriríamos que en muchos casos tienen un evidente contenido hermético. Pero desgraciadamente, ni defensores ni detractores suelen poseer las claves exegéticas tradicionales que desvelen el sentido profundo de esas enseñanzas.
Otro tema a destacar es su análisis de la influencia que las antiguas órdenes de caballería han tenido en la masonería europea continental a lo largo del siglo XVIII, por medio de la importante presencia de la nobleza en su seno. Dicha influencia ha permanecido hasta la actualidad.
Conclusión
No debemos concluir esta reseña sin referirnos a la última parte del libro, en la que Javier Alvarado se ocupa de las desviaciones que ha sufrido la masonería latina (Francia, España, entre otros) en la época contemporánea. Aquí analiza cómo se introdujeron, sobre todo en los altos grados del Escocismo, contenidos claramente antirreligiosos y políticos, comportando con ello una profanación de la sustancia medular de la Orden. Si bien en el siglo XVIII por lo general prevalecieron las interpretaciones esotéricas de los altos grados de la masonería, en el XIX y primera mitad del XX –con algunas excepciones– los masones se complacieron en interpretar social y políticamente los misterios contenidos en sus rituales y doctrinarios, lo cual dio –y sigue dando– argumentos a sus enemigos, que acusan a la masonería de ser una sociedad secreta con fines políticos bajo el amparo del lenguaje simbólico y de los rituales. Y en eso estamos. Así pues, la lectura de la obra de Javier Alvarado es del todo recomendable, pues ofrece una visión esclarecedora de la masonería a partir de sus fuentes y pone de relieve algo que nos parece evidente: la Orden de la escuadra y el compás es una hermandad de naturaleza y fines netamente iniciáticos.
Fechas de Publicación
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Fecha del número
Jul-Dec 2021
Histórico
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Recibido
30 Mayo 2021 -
Acepto
05 Jun 2021