Resumen
Durante décadas, diversas investigaciones sostuvieron que la función del padre era la de proveedor económico. No obstante, con los cambios históricos que fueron sucediendo en las últimas décadas, muchos psicólogos se interesaron en conocer cuáles eran las funciones del padre y qué le ocurría durante la gestación de su hijo. Igualmente, se ha comprobado que las características socioculturales y sociodemográficas del padre influyen en el ejercicio y la transición hacia la paternidad. Por ello, esta investigación se centró en analizar si existen diferencias entre los sentimientos, las emociones y las reacciones de los padres durante la gestación y el nacimiento de su hijo con las variables sociodemográficas: edad paterna, niveles de estudio, estado civil, situación laboral, cantidad de hijos, edad de su hijo y sexo de su hijo. La muestra de este estudio estuvo compuesta por 170 padres con hijos menores de dos años de edad. El diseño de estudio fue no experimental, de tipo descriptivo. Los instrumentos que se utilizaron fueron: cuestionario de sensibilidad paterna y una encuesta sociodemográfica diseñada para dicha investigación. Los resultados demuestran que existen diferencias entre la sensibilidad del padre con respecto a la edad del padre, la edad del hijo y el nivel de estudios paternos, y no se encontraron diferencias entre esta y el estado civil, situación laboral, cantidad de hijos y sexo de los hijos. A modo de conclusión, la construcción y el desarrollo de la paternidad dependen de diversas variables tales como el contexto social y cultural, su situación actual, entre otros y la conjunción de todas determinan la manera en que el padre se vincule con su hijo.
Palabras claves: paternidad; transición; sensibilidad; varones; variables sociodemográficas; nacimiento
Abstract
For decades, various researchers were in agreement that the role of the father was only as an economic provider. Nevertheless, with the historical changes during the last decades, many psychologists became interested in discovering what are the father´s roles and what happens to the father during a child´s gestation. It has been shown that a father´s sociocultural and socio-demographic characteristics influence his role and transition to paternity. Thus, this study aims to analyze the differences between the dimensions of the Fatherhood Sensitivity Questionnaire and socio-demographic variables such as: father´s age, academic level, civil status, work status, number of children, children´s ages and gender. A sample of 170 fathers with children below 2 years of age was tested, using a descriptive design. The instruments used were the Fatherhood Sensitivity Questionnaire and an ad hoc socio-demographic questionnaire. Results show that there are differences between fatherhood sensitivity and father´s age, the child´s age and the parental education level, however no differences were found between sensitivity and marital status, employment situation, quantity of children and their sex. In conclusion, fatherhood building and development depends on several variables such as: social and cultural context, current situation, among others, and their mix will decide the way that the father will bond with his child
Keywords: Fatherhood; Transition; Sensitivity; Males; Socio-demographic Variables; Birth
Durante muchos años, las investigaciones centradas en la psicología evolutiva y del desarrollo se han centrado en el estudio de la maternidad en relación con el embarazo, parto y puerperio. Estas concluían que la madre era la principal cuidadora y sostén de su hijo (Oiberman, 2008). El conocer y el entender lo que le ocurría a la madre durante dicho período era central para el futuro del niño. Desde el punto de vista social, la función del padre consistía en proveer el soporte económico de su familia y así poder ayudar a la madre a que el embarazo llegue a término. Desde el punto de vista psicológico, la función del padre era "interrumpir" la díada madre-hijo, pues aquel representaba la entrada al mundo social del niño (Aberastury & Salas, 1978; Oiberman, 2008).
Algunos hechos históricos tales como la revolución francesa, la revolución industrial y las guerras mundiales trajeron aparejados consecuencias sociales y psicológicas que llevaron a replantear los roles y las funciones de los padres. Esto llevó a estudiar qué le ocurría al padre ante su paternidad (LaRossa, 2007; Parke, 2013).
Las primeras investigaciones psicológicas concluyeron que el padre atravesaba por un proceso de transición en donde su historia como hijo, la relación con su pareja y su situación actual configuraban la manera en que se relacionaba con su hijo (Cupa & Riazuelo-Deschamps, 2001; Suárez-Delucchi & Herrera, 2010).
En un comienzo se creía que dicha transición se generaba ante el nacimiento del hijo (Greenberg & Morris, 1974; Parke, 2000); sin embargo, a medida en que las investigaciones avanzaban sobre ese tema, iban descubriendo que los padres durante el embarazo de su esposa, manifestaban la necesidad de sentirse incluido en dicho proceso. Allí se comienza a pensar qué le ocurría al padre durante la gestación de su hijo.
Este hecho produjo que muchas investigaciones centren su interés en estudiar la construcción de la paternidad durante la gestación de su hijo (Draper, 2003; Habib & Lancaster, 2006) al descubrir que la manera en que el padre atravesaba este proceso influía en la relación que establecía con su hijo luego del nacimiento.
La paternidad como construcción sociocultural
A lo largo de la historia, diversos hechos han llevado a replantear el rol del padre en la familia.
Por ello, en los últimos siglos, la paternidad fue adquiriendo nuevos roles y responsabilidades. Pasó de un modelo de padre tradicional-patriarcal a un modelo de nuevo padre, más comprometido, accesible y responsable en relación con la crianza de sus hijos (Lamb, 1997).
A lo largo de la historia, Europa fue precursora en la formación de las relaciones de género contemporáneas.
Surgió el modelo de familia nuclear moderna, el desarrollo de una mayor igualdad entre mujeres y hombres y la construcción de modelos biológicos y psicológicos de las diferencias sexuales (Valenze, 2008). Debido a que los grandes cambios económicos y políticos del siglo XVIII y del siglo XIX -la Revolución Industrial y la Revolución Francesa- y sus consecuencias sociales generaron nuevos cuestionamientos en la definición de roles según género.
De acuerdo con lo anterior, Lamb (2010) enumeró los cambios producidos relacionados con el rol paterno a lo largo de la historia norteamericana. Para el autor, dichos cambios reflejan las características de la evolución de esta sociedad en su conjunto:
Padre como modelo de moral cristiana -desde la época colonial hasta fines del siglo XIX- el rol paterno era el de otorgar a sus hijos una educación cristiana. Un buen padre era aquel que trasmitía la imagen y el modelo de “buen cristiano”; es decir, que la educación cristiana y las buenas costumbres eran sus tareas fundamentales. De esta manera, los padres eran responsables de ocuparse de las necesidades morales y educativas de sus hijos (Lamb, 2010).
LaRossa (2007) explica que antes de 1800, la cultura de la paternidad se basó, en gran medida, en el conjunto de ideas que los colonos americanos habían traído con ellos de Europa occidental. Una de ellas fue la noción de que los hombres eran las cabezas de sus familias con gran poder sobre las mujeres y los niños. También, la religión tuvo influencia en la concepción de la paternidad, porque muchos creían que el padre era un representante de Dios en la tierra. Para ese entonces, América era una sociedad basada en la agricultura, padres y niños pasaban extensas jornadas de trabajo en el campo.
Padre como modelo de soporte económico -comienzos del siglo XX- la industrialización condujo a un modelo diferente de paternidad. Con la necesidad del hombre de pasar la mayor parte de su jornada en la fábrica, se produjo un cambio en la conceptualización de la paternidad, cuya función principal era la de constituirse en el soporte económico de la familia. Se delegó, así, en manos de la madre la crianza y la educación de los hijos; es decir, que un buen padre era aquel que proveía materialmente a sus hijos (Lamb, 2010).
Asimismo, la mudanza de los hombres hacia las ciudades industrializadas motivó a que estos padres compartieran poco tiempo con sus familias. Esto llevó a las madres a asumir exclusivamente el cuidado de los niños y a los padres a convertirse principalmente en proveedores económicos con poca injerencia sobre los asuntos del hogar (Griswold, 1993).
Padre como modelo de identificación sexual -a partir de la década de 1930 y luego de los cambios producidos por la Segunda Guerra Mundial-, con la crisis de los años 1930 se produjo un enorme disloque en las estructuras familiares, porque, en general, fue el padre quien se quedó sin empleo; por lo tanto, era difícil que el padre cumpliera el rol de proveedor.
No obstante, durante este periodo -conocido como "años locos"- comenzaron las primeras innovaciones culturales en relación con el rol paterno y su involucramiento en la crianza de los niños. Esto se puede evidenciar en el número de libros y revistas de crianza escritas para los hombres (LaRossa, 2007). LaRossa, Gordon, Wilson, Bairan y Jaret (1991) sostienen que la imagen del padre estadounidense ha cambiado drásticamente durante la década de 1930 y principios de 1940, debido a que las disminuciones de las tasas de natalidad, el aumento de la participación laboral de las madres y el aumento de la promoción de igualitarismo generaron que estos padres fueran vistos por la sociedad como incompetentes.
Además, la partida de los hombres al ejército, durante la Segunda Guerra Mundial, dejó puestos de trabajo que comenzaron a ser ocupados por mujeres. Los roles empezaron a cambiar y esta necesidad de un modelo paterno y la ausencia fueron vividas muy dramáticamente por los hijos -especialmente los varones. Por ello, la función principal de los padres era mostrar a los jóvenes como los hombres influían en la vida familiar de una manera positiva (Oiberman, 1994, 2008).
Como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, un número cada vez mayor de mujeres buscaban un empleo a tiempo completo, a medida en que las madres asumieron parte de la función de sostén de la familia, el modelo paterno fue perdiendo poder y autoridad. Además, las mujeres comenzaron a desafiar la ideología de supremacía masculina y el poder y la autoridad paternas.
Badinter (1986) explica que, a finales de los años cincuenta y, sobre todo, durante los sesenta, empezó a darse una confluencia de movimientos minoritarios con el fin de eliminar el sistema del patriarcado.
Para este autor, el fin de la guerra, llevó a que las mujeres norteamericanas -quienes hasta ese momento constituyeron la fuerza de trabajo en sustitución de los hombres retirados en combate- retornasen al hogar a fin de ceder el lugar ocupado en el mercado de trabajo a los hombres que regresaban de la guerra.
Padre nutricio, o etapa del amor parental -años 1970- surgió una nueva imagen paterna con la incorporación de la mujer al mercado de trabajo y, por ende, su salida como “reina del hogar”, provocó la aparición de un nuevo modelo de pareja parental, en donde ambos comparten las tareas del hogar y la crianza de los hijos; es decir, que los "buenos" padres eran juzgados por su involucración con los niños, así como en el cumplimiento de las demás tareas que se realizaban en épocas anteriores las mujeres.
La llamada “revolución masculina”, ha provocado un cambio en la actitud del hombre hacia sus hijos, porque una nueva generación de padres descubrió -a diferencia de sus predecesores- que podía cambiar a los bebés, acariciarlo, alimentarlos y todo ello sin perder su virilidad (Oiberman, 2008; Sinay, 1994). Así, la esfera privada de la familia y el hogar llegó a ser organizada en torno a los valores y las experiencias de las mujeres, mientras que la esfera pública de trabajo y política se organizó en torno a los valores y las experiencias de los hombres y obligó a los hombres a cambiar de postura. A partir de ello, se inició un proceso en donde los padres se convirtieron en compañeros de las madres y comenzaron a realizar tareas domésticas y aceptar una definición de masculinidad basada en el compromiso con la equidad de género (LaRossa, 2007).
Para Burin (2007), la Revolución Tecnológica e Informática de los años 1970 provocó nuevas transformaciones en las mentalidades y en las posiciones subjetivas de varones y mujeres. Tales cambios en las configuraciones históricas, sociales, políticas y económicas provocaron la pérdida de poder del género masculino.
En relación con lo anterior, Sinay (1994) explicó que “revolución masculina” es considerada el primer proceso social posmoderno, en el que se intentaba recuperar al hombre natural, puesto que desde la época de la revolución industrial, en adelante, el hombre fue alejado de la cultura y de los mandatos educativos, es decir, de lo “masculino profundo”.
Según este enfoque, el hombre de la era industrial había sido convertido en una máquina productiva y, por lo tanto, en ese camino se alejó de sus hijos y también de sus propios sentimientos. Este autor llegó a la conclusión de que en la segunda mitad del siglo XX, los hombres habían atravesado tres modelos:
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En los años 1950 surgió el macho fuerte, de pocas palabras y mucho silencio, el cual era proveedor y sin demasiados espacios para desarrollar su sensibilidad.
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En los años 1960 apareció un hombre cuestionador. Se introdujeron nociones más flexibles y reflexivas sobre la paternidad.
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En los años 1970 resalta el hombre sensitivo, quien comenzaba a tomar conciencia de su responsabilidad con la naturaleza y con los hijos. En esta década, el hombre se visualizaba como más débil frente a la mujer, pues, si bien atendía los reclamos más sensibles, no planteaba sus propias necesidades.
Como consecuencia de estos cambios, se implanta el modelo de “nuevo padre” (New Father), el cual lo define como aquel que se compromete con los cuidados y la crianza de sus hijos biológicos.
Algunas investigaciones recientes (Araújo & Lodetti, 2005; Orlandi, 2006) afirman que hay un mayor involucramiento de los padres con sus hijos. Se destaca como una función paterna dar cariño y amor.
Entonces, además de protector y proveedor, el padre cumple la función de formar y educar de sus hijos; por lo tanto, se amplían las prácticas atribuidas al campo de la paternidad.
De igual manera, Rivera y Ceciliano (2004) plantean que la nueva paternidad está asociada a un involucramiento más afectivo y activo; es decir, se trata de una paternidad que permita involucrarse afectivamente con el niño o la niña y participar responsablemente en las todas las actividades de los menores, sin necesidad de feminizarse.
La paternidad en Latinoamérica
Los cambios sociales, económicos y políticos, mencionados anteriormente, han causado una gran demanda social sobre los hombres para que asuman mayores responsabilidades en las tareas domésticas y de cuidado (Orlandi, 2006). Esto llevó a la conformación de una “nueva paternidad”, la cual se caracteriza por un mayor involucramiento de los padres con sus hijos y se distingue como una función paterna proporcionar cariño y amor. En donde, además de protector y proveedor, el padre cumple la función de formar y educar de sus hijos (Araújo & Lodetti, 2005).
En América Latina, los aportes etnográficos que han hecho Viveros (2000), Fuller (2001) y Olavarría (2000), dejan ver claramente cómo las identidades masculinas en sus respectivos países de origen -Colombia, Perú y Chile- varían culturalmente. Estos autores también sostienen que las diferencias de clase en zonas urbanas inciden en las concepciones de ser hombre y, por ende, en la manera de ejercer su paternidad.
Por ejemplo, en Colombia, varios autores (Maldonado & Micolta, 2003; Viveros, 2000) han investigado los significados atribuidos a la paternidad y su ejercicio en sectores rurales y urbanos. Dichas investigaciones concluyen que los varones de ambas ciudades se describen con base en dos imágenes predominantes en cada uno de los sectores, en los sectores rurales predomina la idea de que el hombre es conocido por su habilidad para conquistar mujeres; en cambio, para los sectores urbanos el hombre debe ser responsable, buen trabajador y sostén de la mujer y los hijos.
Asimismo, Viveros (2000) encontró que la paternidad se vive de diferentes maneras, en donde algunos hombres consideran que ser padres es un pasaje a la adultez; otros, que es una experiencia contradictoria, que se define como positivo porque les ayuda a ordenar sus vidas y a trascender, y negativa, porque implica una ruptura con el grupo de pares. Finalmente, la autora establece que la paternidad está asociada, en primer lugar, a la responsabilidad, la cual es entendida como un elemento que equipara la participación de hombres y mujeres en la crianza y la educación de los hijos. En segundo lugar con el logro y la realización personal, en tercer lugar con la transmisión a los hijos de bienes materiales de los que ellos no pudieron disponer durante su infancia. Y, en cuarto lugar, con la gratificación afectiva.
En relación con lo anterior, en Perú, Fuller (2003) reconstruyó los significados y las prácticas de la paternidad con padres varones de niveles medios y populares, en sectores urbanos y rurales. En dicha investigación, ha mostrado que las concepciones de ser hombre entre los de clase media en zonas urbanas de Perú se basan en el modelo de masculinidad hegemónica -caracterizada por el poder y la dominación masculina-; sin embargo, estas concepciones de masculinidad son constantemente negociadas por las mujeres.
Olavarría (2000) encontró que para los varones más jóvenes, un padre debe ser expresivo en sus sentimientos y cariñoso con sus hijos y participar e involucrarse en las actividades de éstos, en cambio, en los padres de generaciones anteriores la intensidad de relacionarse de esta forma disminuye. Asimismo, estos jóvenes se planteaban nuevas formas de paternidad que apuntan a relacionarse con más intensidad afectiva con sus parejas y a participar más activamente en la crianza y la formación de los hijos.
En relación con lo anterior, Martínez-Conde (2006) realizó un estudio con el objetivo de comparar la construcción discursiva de la figura paterna en varones de Chile, pertenecientes a distintas generaciones -varones nacidos entre 1950 y 1960, y varones nacidos entre 1970 y 1980. Se ha encontrado que los cambios históricos, políticos y económicos obligaron a los varones de la generación más joven a cuestionarse su rol de padre proveedor.
Para la autora, el modelo tradicional -de la paternidad -en donde el padre ejerce el rol de proveedor económico y deja de lado el rol de la crianza y el cuidado de los hijos e hijas- se reflejan en los discursos de los varones de la generación 50/60. Sin embargo, la generación 70/80 sufre las consecuencias de los cambios políticos, sociales y económicos, producto del golpe militar en 1973, porque se impuso un nuevo orden económico que afectó a la estructura que mantenía la familia tradicional. Por ello, esta generación se encuentra en la dicotomía entre el rol tradicional y el rol moderno. Dicha ambivalencia generó que estos padres fluctuaran entre la apertura a elementos modernos -cambios en las representaciones sociales de lo femenino y de lo masculino- y la formas de ser y pensar tradicionales -la representación social de la familia tradicional-.
Finalmente, en el caso de los padres más jóvenes, para Martínez-Conde (2006) la responsabilidad está asociada exclusivamente a los hijos. Para ellos, la relación con los hijos es un vínculo único, irrepetible y significativo. De esta manera, los padres más jóvenes se sienten obligados a responder emocionalmente ante sus hijos al ser más cercanos y emocionalmente abiertos.
Un estudio desarrollado por Cano (2013), quien buscó comprender los cambios y los significados de la paternidad y su ejercicio en padres de tres generaciones de familias colombianas, encontró que los roles, las funciones y los métodos de crianza cambiaban según la generación. Por ejemplo, la generación 1 -que va desde 1920-1949- consideraba que tener un hijo era sinónimo de virilidad y que el rol y función del padre consistía proveer económicamente y trasmitirle valores a su familia. En cambio, la generación 2 -que comprende de 1950-1979- consideraba que para ser padre no bastaba solo con proveer económicamente, sino también implicaba la creación de un vínculo afectivo con su hijo. Finalmente, la generación 3 -la cual incluye desde 1980 en adelante- sostenían que la paternidad significaba establecer vínculos afectivos con sus hijos y pasar más tiempo con ellos. De igual manera, dicha investigación deja en evidencia que las concepciones acerca de los roles, de las funciones y el lugar del padre dentro del hogar fue cambiando a lo largo de los años. Se pasó de un modelo de padre distante, controlador y desefectivizado a uno participativo, reflexivo y afectivo.
Dentro de esta línea, Rojas (2000) analizó los cambios del ejercicio de la paternidad en México, según el nivel socioeconómico y educativo de los padres y encontró que los padres jóvenes de sectores medios y con niveles educativos altos se identifican con el modelo de nuevo padre. Se enfatiza en la participación en la crianza de sus hijos. A diferencia de los padres que pertenecían a sectores populares, cuyo niveles educativos eran bajo, quienes se relacionan más con un modelo tradicional de padres.
No obstante, Figueroa y Franzoni (2011) sostienen que no hay una relación lineal entre los factores socioeconómicos y el significado de la masculinidad, porque la mayor escolaridad no implica necesariamente un modelo masculinidad hegemónica, debido a que el nivel socioeconómico, la escolaridad, el reconocimiento social, el lugar de residencia, la generación de pertenencia y las características de la familia de origen configuran el significado y la forma de vivir la masculinidad.
En cuanto a la dimensión de la paternidad, Fuller (2003) explica que para todos los padres -no importa el sector- la paternidad significa continuar con su linaje, es decir que permite perpetuar el nombre de la familia. En relación con el ejercicio de la paternidad, para los hombres el padre es una figura de autoridad, compuesta por la asociación entre masculinidad, orden público y valores generales.
Según De Oliveira (1994), el nivel de estudio de la pareja influye en la participación paterna; por ejemplo, los esposos-padres de los sectores populares, en donde cuyas esposas tienen baja escolaridad y no participan en la actividad económica, tienden a ser más autoritarios en el hogar. En cambio, las madres que tienen mayor escolaridad, actividades asalariadas y un proyecto de desarrollo personal, cuestionan la autoridad de su marido, lo que da lugar a la toma de decisiones compartidas y a la participación activa en las decisiones sobre tener hijos y cómo educarlos.
En resumen, a lo largo de estas investigaciones, se ha destacado que la necesidad de una mayor participación del hombre en el cuidado de los hijos es ejercida con base en dos aspectos: el primero, como un deber donde la exigencia de la participación del padre aparece con la intención de dividir las responsabilidades con las mujeres, y el segundo, como un derecho al partir de la reivindicación de los propios hombres en mantener una mayor cercanía con sus hijos (Costa, 1998).
De esta manera, estos estudios demuestran que las características individuales (incluyen los de carácter sociodemográfico, las características socioeconómicas y las características socio-culturales), las características de la familia (la relación con la familia de origen, el vínculo con su pareja, entre otros) y los factores contextuales (la residencia rural-urbana) inciden en la manera en cómo se desarrolle el ejercicio de la paternidad (Garcia & De Oliveira, 2005).
Todo lo anterior, conlleva a que la paternidad esté cambiando en función del sistema de valores y de factores sociopolíticos, en donde el hombre se identifica con algunos aspectos del rol paternal. De igual manera, estas investigaciones evidencian que el tener un hijo sigue teniendo reconocimiento social, porque significa la continuidad de la familia y el apellido (Fuller, 2000). Dichos cambios se reflejan tanto a nivel social como a nivel científico, puesto que las nuevas corrientes de investigaciones y las leyes de algunos países favorecen a la participación activa del hombre en lugares que anteriormente eran solamente de participación femenina (Brooks & Gilbert, 1995).
Desarrollo de la sensibilidad paterna
A raíz de los cambios sociohistóricos, que fueron sucediendo en las últimas décadas, muchos psicólogos se interesaron en conocer cuáles eran las funciones del padre y cómo estas influían en el desarrollo psicológico de su hijo. En un comienzo se creía que el papel del padre era el de interrumpir la díada madre-hijo (Oiberman, 1994, 2008). Bajo esta teoría, se pensaba que la interacción padre e hijo comenzaba alrededor de los dos años de vida del hijo. Años más tarde, esta teoría empezó a ser cuestionada por diferentes psicólogos, quienes comprobaron que el involucramiento temprano por parte del padre surtía un impacto positivo en el desarrollo de sus hijos (Parke, 1996). Sin embargo, para que este vínculo se pudiera desarrollar, era necesario conocer qué le ocurría al padre en relación con su paternidad.
Entonces, a partir de la década del 1970, surgió el interés por conocer qué le ocurría psicológicamente al padre. A raíz de ello, se iniciaron estudios acerca de los cambios de identidad del hombre al convertirse en padre y de cómo era atravesado el proceso de transición hacia la construcción de la paternidad (Cowan & Cowan, 2000).
Esto llevó a los psicólogos a preguntarse qué le ocurría al padre ante el nacimiento de su hijo, debido a que en un principio se le consideraba a este como el periodo más intenso, a nivel emocional, durante la construcción de la paternidad (Greenberg & Morris, 1974). Al respecto, Greenberg y Morris (1974) investigaron los sentimientos paternos a partir del momento del nacimiento y llegaron a la conclusión de que existe en el padre un estado denominado engrossement: un potencial innato que tiene el padre y que se desarrolla en el momento del nacimiento. Sin embargo, los avances tecnológicos y el interés por parte de los padres en conocer y participar más durante el proceso de gestación, llevaron a algunos autores a plantear que la construcción y la transición hacia la paternidad comenzaba en el inicio de la gestación; es decir, desde la decisión de tener un hijo (Cupa & Riazuelo-Deschamps, 2001; Draper, 2003).
Estas investigaciones, hasta el momento, han hecho énfasis en diferentes conductas, aisladas, por parte del padre durante el embarazo, parto y nacimiento. No obstante, Nieri (2015) encontró que el padre atraviesa por un proceso de transición psicoafectiva que comienza con la confirmación del embarazo y continúa luego del nacimiento. Se trata de un estado de sensibilidad paterna que se caracteriza por la relación de diversas variables tales como:
a. Conductas y reacciones paternas: sentimientos experimentados por los padres ante la llegada de su hijo, quien se ve reflejado a través del deseo y la predisposición paterna al participar durante dicho proceso (Nieri, 2015). Se consideraron los sentimientos paternos cuando se entera del embarazo, cuando observa la primera ecografía y cuando ve a su hijo por primera vez; el involucramiento paterno, el vínculo paterno y emociones paternas.
b. Identificación paterna: esta categoría estudia la identificación y la representación paterna en relación con su hijo por nacer. Cupa y Riazuelo-Deschamps (2001) plantean que, al igual que en la madre, en el padre existe una constelación paternal, la cual se caracteriza por preocupaciones paternales acerca de la salud física y psíquica de su hijo. Según estos autores, se sostiene que la representación del bebé por parte del padre -la cual se manifiesta en la capacidad de imaginar y/o a soñar con su bebé- incide en el desarrollo de dicha constelación paternal y, por ende, en la forma en cómo el padre se va a vincular con su hijo.
Para Cabrera, Fagan y Farrie (2008), la participación prenatal es importante debido a que les permite a los hombres desarrollar una identidad como padre antes de que nazca su hijo, lo que puede ayudar a formar un apego duradero.
c. Función paterna: esta categoría comprende la predisposición paterna según sus roles y sus funciones.
En relación con las funciones paternas, Litton, Bruce y Combs (2000) definen a un buen padre como aquel que es proveedor, protector y cuidador junto con la madre. Antes, se esperaba fundamentalmente que el padre fuera proveedor económico. Ahora, también, se requiere que provea cuidado físico y emocional al niño y que sea un compañero activo de la madre en la crianza.
d. Historia paterna: esta categoría analiza las identificaciones paternas en relación con su historia como hijo. Investigaciones recientes han demostrado que durante la transición a la paternidad, las propias experiencias de los padres con sus familias de origen pueden influir en los modelos o las representaciones mentales del funcionamiento de la familia a nivel consiente e inconsciente, lo cual influye en el tipo de vínculo que el padre establezca con su hijo (Cohen & Finzi-Dottan, 2005).
Asimismo, van IJzendoorn (1995) sostiene que la representación mental de los padres, según sus experiencias de apego de la infancia, influye en la calidad del apego que él mismo tendrá con su hijo. Ello significa que las diferencias individuales, en la representación mental del apego de los padres, determinará su capacidad de respuesta a las señales del niño y, por lo tanto, dirigirá su desarrollo socioemocional.
En relación con lo expuesto, van Ijzendoorn y DeWolff (1997) sostienen que la sensibilidad paterna es entendida como la capacidad de los padres para reconocer e interpretar las señales de sus hijos; lo que significa que los padres sensibles están en sintonía con las necesidades de sus hijos y atienden a dichas necesidades de una manera sensible y no intrusiva. Esto significa que la paternidad no es solo un hecho biológico sino también intervienen diversos factores en su construcción y la configuración, porque, al igual que en la madre, en el padre se presenta una crisis vital y evolutiva donde se pone en juego el desarrollo de su identidad, su historia personal, su estructura de personalidad, la situación presente, la cultura, las características del bebé y sus vínculos pasados y presentes (Nieri, 2015).
Interacción temprana
La participación del padre se afecta por múltiples sistemas que operan en diferentes niveles durante el curso de la vida. Se incluyen los factores psicológicos -por ejemplo, la motivación, las habilidades, confianza en sí mismo-, las características individuales de los niños -por ejemplo, el temperamento, el sexo-, el apoyo social -por ejemplo, las relaciones con la pareja y miembros de la familia-, la comunidad y la cultural -por ejemplo, las oportunidades socioeconómicas, las ideologías culturales- y las prácticas institucionales y políticas públicas -por ejemplo, asistencia social. Estos niveles que interactúan recíprocamente pueden ser vistos como una jerarquía de factores que influyen en el comportamiento paterno (Flouri & Buchanan, 2003; Lamb, 2010; Parke, 1996).
De esta manera, se ha demostrado que los padres pueden tener un impacto positivo en el desarrollo de sus hijos (Parke, 1996); por ejemplo, diversas investigaciones han sostenido que la participación paterna se asocia positivamente con el rendimiento cognitivo preescolar, especialmente entre los varones (Radin, 1981).
Asimismo, para Flouri y Buchanan (2003) la cantidad de tiempo que pasan los padres con sus hijos o el alcance de sus responsabilidades de cuidado, se relaciona directamente con la sensibilidad paterna, lo que a su vez influye positivamente en los resultados emocionales y conductuales del niño en diferentes fases de la vida.
Lamb, Pleck, Charnov y Levine (1987) han propuesto un modelo basado en tres dimensiones de participación paterna que abarca las distintas formas de participación que los padres pueden tomar en la vida de sus hijos. Las categorías se dividen en (a) la interacción en el padre interacción uno a uno con su hijo, (b) la accesibilidad, el padre y la actividad física o psicológicamente a disposición de su hijo y (c) la responsabilidad, el padre asume la responsabilidad para el bienestar y el cuidado de su hijo (Lamb, 2010). Este modelo ha tenido una gran influencia en la orientación de gran parte de las primeras investigaciones sobre la participación del padre y sigue siendo una base importante para la comprensión de los roles paternos (Pleck, 1997).
En relación con el vínculo padre-hijo, Lamb (2010) encontró que, durante el primer año, los comportamientos de apego no variaban significativamente entre la madre y el padre. Pero, halló que los niños se relacionaban con ambos padres en formas diferentes. Por ejemplo, para lograr protección, ellos buscan primero a la madre, pero en situaciones tranquilas, desde los l3 meses en adelante, se apegan a ambos padres indistintamente. Debido a que dichas interacciones padre-bebé tienen un carácter más físico, más estimulante que la interacción madre-niño. Para este autor, los padres realizan con sus hijos juegos más de índole física que las madres.
Brown, Mangelsdorf y Neff (2012) examinaron la relación entre la participación del padre, la sensibilidad paterna y el apego padre-hijo a los 13 meses y a los tres años de edad. Encontraron que el apego seguro entre padre-hijo: (a) se relaciona con la cantidad y la calidad del tiempo que comparten padre-hijo, (b) el tipo de apego se mantuvo relativamente estable a lo largo de la primera infancia, y (c) predijo una mayor sensibilidad paterna con el tiempo.
La investigación de Parke (1998), realizada con padres y bebés de ocho meses, concluyó que las madres juegan con sus hijos al mostrarles un juguete, hablarles o moverles el osito, mientras que los padres realizaban juegos físicos con sus hijos.
Berman y Pedersen (1987) comprobaron que aquellos bebés, que alrededor de los cinco meses de edad mantenían un estrecho contacto con el padre, podían llegar a gozar de la presencia de otro adulto sin mayores dificultades.
Los trabajos de Kotelchuk (l976) al comparar tres grupos de niños: el primero, un grupo muy apegado al padre; el segundo, con una relación no tan estrecha y un tercer grupo, con padres desinteresados comprobaron que aquellos niños con estrecho contacto con su padre, aceptaban mejor las situaciones y las personas extrañas.
Otras investigaciones han encontrado que el juego de naturaleza física -corretear, jugar a luchar, etc.- entre el padre y el hijo o hija promueve la capacidad de regulación de las emociones del pequeño y les ayuda a mejorar sus habilidades para más tarde establecer relaciones interpersonales (Maldonado & Lecannelier, 2008; Paquette & Dumont, 2013).
Estos estudios demuestran que cada miembro de la díada -padre-madre- tiene diferentes estilos en la crianza de los hijos, que los beneficia en diferentes aspectos. Por lo tanto, estas relaciones con ambos padres favorecen al niño en diferentes ámbitos. El padre, por ejemplo, ejerce influencia en las estrategias cognitivas, como la habilidad espacial y la autonomía en el juego, mientras que las madres proveen las instrucciones sociales. Estos descubrimientos sugieren, entonces, que un niño con un apego seguro y un buen involucramiento de ambos padres, recibe una estimulación no solo diversa, sino también complementaria (Kelly & Lamb, 2000). Para Torres (2015), los padres no solo tienen un hijo para continuar su linaje, sino también sienten satisfacción al identificarse con ellos; por ejemplo, con sus hijas se identifican con la ternura, los cuidados y las atenciones que reciben; en cambio, con sus hijos reprimen las expresiones verbales y los gestos de cariño y ternura. Se relacionan de manera más física.
Las investigaciones, anteriormente citadas, evidencian que el padre, desde el inicio del embarazo, atraviesa un proceso de construcción hacia la paternidad. Comienza su transición desde la decisión de tener un hijo y la manera en cómo se desarrolle dicha transición dependerá de diversos factores tales como la situación de pareja, su situación actual, la edad del padre y los niveles de estudios, entre otras variables.
Considerando la importancia de los factores citados, a lo largo de la búsqueda bibliográfica, se han encontrado escasas investigaciones que analizan si existe diferencias entre los sentimientos, las emociones y las reacciones de los padres durante la gestación y el nacimiento de su hijo con las variables sociodemográficas: edad paterna (Cano, 2013; Martínez-Conde, 2006; Olavarría, 2000), niveles de estudio (Maldonado & Micolta, 2003; Viveros, 2000), estado civil (Figueroa & Franzoni, 2011), situación laboral (Figueroa & Franzoni, 2011; Ruxton & Baker, 2009), cantidad de hijos (Cupa & Riazuelo-Deschamps, 2001), edad de su hijo (Lamb, l997; Parke, 1996) y sexo de su hijo (Cupa & Riazuelo-Deschamps, 2001).
A partir de lo anterior, la hipótesis planteada para la presente investigación fue la siguiente: existen diferencias entre los sentimientos, las emociones y las reacciones de los padres durante la gestación y el nacimiento de su hijo con las variables sociodemográficas edad paterna, niveles de estudio, estado civil, situación laboral, cantidad de hijos, edad de su hijo y sexo de su hijo.
Método
Diseño y tipo de estudio
El diseño seleccionado para llevar a cabo esta investigación fue no experimental de corte transversal y tipo de estudio descriptivo.
Participantes
Se recolectó una muestra no probabilística de sujetos voluntarios-padres que se encontraban en la sala de espera de la clínica y/o hospital de la provincia de Buenos Aires, Argentina.
Para este estudio participaron 170 sujetos adultos hombres que tenían en promedio 31.99 años (DE = 6.596). El 91.8% (n = 156) de los participantes trabajan y el 8.2% (n = 14) restante se encuentran desempleados.
Con respecto al nivel educativo, la mitad de la muestra (36.4%) estaba cursando o poseía secundario completo (n = 62). El 28.2% (n = 48) refería tener estudios universitarios completos, el 6.5% manifestó estar cursando estudiando una carrera universitaria (n = 11). En relación con estudios terciarios, el 12.4% manifestaron tener terciario completo (n = 21). El 10.6% había finalizado estudios primarios (n =18) y el 5.9% restante presentaba un nivel de estudios superiores (n = 10).
En relación con el estado civil, el 87.1% (n = 148) se encontraba en una relación estable y conviviendo juntos y el 12.9% (n = 22) estaba separado.
En cuanto a la cantidad de hijos, el 58.8% (n = 100) fueron padres por primera vez y el 41.2% (n = 70) tenían 2 o más hijos.
En relación con el bebé, la edad promedio era 10.55 meses (DE = 8.145). En cuanto al sexo, el 60.6% (n = 103) era varones y el 39.4% (n = 67) mujeres. La mayoría nació por cesárea (51.2%; n = 87) y el resto por parto normal (48.8%; n = 83).
La mayoría de los participantes (94.1%; n =160) residía en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense; el 4.1% (n = 7) vivía en el interior y el 1.8% habitaba en el exterior (n = 3). En relación con la nacionalidad, la mayoría era argentina (94.7%; n = 161) y el resto (5.3%; n = 9), de otra nacionalidad.
Materiales
Protocolo encuesta sociodemográfica. Se solicitaba a los participantes una serie de datos relacionados con el sexo del bebé, la salud y el parto. Además, se solicitaron datos sociodemográficos (edad, situación laboral, nivel de estudios, estado civil, entre otros).
Cuestionario de sensibilidad paterna -CSP- (Nieri, 2015). El cuestionario evalúa los sentimientos, las conductas y las reacciones paternas en relación con la llegada de su hijo. Está conformada por 12 preguntas que integran dos dimensiones (reacciones, conductas y sentimientos paternos e historia e identificación paterna) y, a su vez, ofrece un puntaje total (escala total). Los ítems se responden según una escala de formato Likert de tres puntos, que va de una -respuestas negativas- a tres-respuestas positivas. El autor de la técnica demostró su validez (factorial) y fiabilidad en grupos de población general adulta de Argentina. La fiabilidad del CSP para esta muestra fue de .83 para reacciones, conductas y sentimientos paternos; de .64 para historia e identificación paterna y de .85 para la puntuación total del cuestionario.
Definición de la variable: sensibilidad paterna
Definición conceptual:
Sentimientos, reacciones y conductas que atraviesan los padres en relación con la legada de su hijo, los cuales comprenden dos dimensiones: 1. reacciones, conductas y sentimientos paternos e 2. historia e identificación paterna (Nieri, 2015).
Definición operacional:
La dimensión reacciones, conductas y sentimientos paternos: se define como conductas y reacciones paternas: corresponde a los sentimientos experimentados por los padres ante la llegada de su hijo, se refleja mediante el deseo y la predisposición paternas al participar durante dicho proceso e incluye los sentimientos paternos cuando se entera del embarazo, cuando observa la primera ecografía y cuando ve a su hijo por primera vez; el involucramiento paterno, el vínculo paterno y las emociones paternas (Nieri, 2015).
La historia paterna: esta categoría analiza las identificaciones paternas en relación con su historia como hijo (Nieri, 2015).
La función paterna: esta categoría comprende la predisposición paterna en relación a sus roles y funciones (Nieri, 2015).
Procedimiento
Los entrevistados participaron de forma voluntaria, anónima y no se les retribuyó económicamente ni a ellos ni a las organizaciones donde se encontraban. Los criterios para ser incluidos en la muestra eran que los padres tuvieran hijos menores de dos años de edad, que los padres tengan entre 18 y 40 años de edad, comprendan idioma castellano, y sepan saber leer y escribir.
Como criterio de exclusión se excluyeron de la muestra a los padres cuyos bebés tenían alguna enfermedad de tipo genética y/o hereditaria.
Para garantizar los aspectos éticos de esta investigación, luego de obtener la aprobación del comité de ética de las instituciones, se les pidió a los participantes que firmaran un consentimiento informado en el cual se explicaban los objetivos de esta investigación. Igualmente, se les indicó que la participación era voluntaria y anónima.
Los cuestionarios fueron administrados personalmente por los investigadores a los padres que se encontraban en la sala de espera de la clínica y/o hospital acompañando a su esposa y a su hijo recién nacido, durante el año 2015.
La administración de los protocolos no demoró más de diez minutos por participante en virtud de la breve extensión.
La carga de los datos, así como el análisis, fueron efectuados con el programa procesador SPSS versión 20.0.
Análisis estadístico
Los análisis estadísticos utilizados en esta investigación fueron Análisis de la Varianza de una dirección (One Way ANOVA) con contraste post hoc Tukey y prueba t para muestras independientes. La carga de los datos, así como el análisis, fueron efectuados con el programa procesador SPSS versión 20.
Resultados
Esta investigación tuvo por objetivo analizar si existen diferencias entre los sentimientos, las emociones y las reacciones de los padres durante la gestación y el nacimiento de su hijo con las variables sociodemográficas: edad paterna, niveles de estudio, estado civil, situación laboral, cantidad de hijos, edad de su hijo y sexo de su hijo. Para ello, como primer paso, se obtuvieron las puntuaciones de las dos dimensiones y la escala total correspondientes a la sensibilidad del padre ante la llegada de su hijo.
Luego, se realizó una prueba t de Student para analizar si existían diferencias individuales según el sexo del hijo (varón o mujer). Los resultados de la prueba determinaron que no existen diferencias estadísticamente significativas entre las dimensiones del cuestionario y el sexo del hijo.
En segundo lugar se analizaron las diferencias según la edad del padre. Se dividió en tres grupos al tomar la clasificación establecida por Griffa y Moreno (2005), grupo 1: 18-25 años (juventud/ segunda adolescencia); grupo 2: 26-30 años (adultez temprana) y grupo 3: 31-50 años (adultez media). Para determinar si existían diferencias, se efectuó un Análisis de la Varianza de una dirección (One Way ANOVA) con contraste post hoc Tukey.
En ambas dimensiones y la escala total, el grupo de edad entre 31-50 años tuvo el promedio más alto, seguido del grupo de edad de 26-30 años. Se obtuvo la media más baja el grupo de edad de 18-25 años. Sin embargo, las comparaciones post hoc demuestran que existen diferencias en todas las dimensiones y la escala total del CSP (reacciones conductas y sentimientos: F(2, 169) = 3.94; p < .05; historia e identificación paterna F(2, 169) = 5.64; p < .05; y escala total: F(2, 169) = 5.46; p < .05) entre el grupo de edad 1 y el grupo de edad 3 (p < .05), lo que significa que los padres entre 31-50 años tienden a mostrar mayor sensibilidad que los padres más jóvenes. De igual manera, tienden a estar predispuestos a participar en el cuidado de su familia y se identifican positivamente con su familia de origen (ver tabla 1).
En tercer lugar, se compararon las dos dimensiones del cuestionario y la escala total con la edad que tenía el hijo al momento de responder el cuestionario. Para ello, se dividió la muestra en tres grupos de edad: grupo 1: menores de 1 mes de vida; grupo 2: 2-12 meses de vida; y grupo 3: 13-24 meses de vida (ver tabla 2). Se realizó un análisis de la varianza univariado (ANOVA) en los que se incluyó como variable dependiente las dimensiones de la prueba y la escala total.
Se encontraron diferencias en las dos dimensiones y en la escala total (reacciones conductas y sentimientos: F(2, 169) = 5.28; p < .05; historia e identificación paterna F(2, 169) = 6.27; p < .05; y escala total: F(2,169) = 6.86; p < .05). No obstante, en las comparaciones post hoc solo hubo diferencias significativas en el nivel de escala total a favor del grupo 3 con respecto al grupo 1 (p < .05). Los padres, a medida en que su hijo crece, presentan más sensibilidad. Ello significa que la sensibilidad del padre se incrementa a medida en que el hijo crece. Asimismo, estos padres tienen identificaciones positivas en relación con su familia de origen y manifiestan estar más involucrados en el cuidado de su hijo y familia.
En cuarto lugar, se comparó el nivel de estudio del padre con las dos dimensiones del cuestionario y la escala total (ver tabla 3). Para ello, se dividió la muestra en tres niveles de estudios: nivel 1: estudios primarios y secundarios; nivel 2: estudios terciarios y universitarios; finalmente, nivel 3: estudios superiores.
Se realizó un análisis de la varianza univariado (ANOVA) con contraste post hoc Tukey para cada una de las dimensiones del cuestionario.
Se encontraron diferencias en ambas dimensiones (reacciones conductas y sentimientos: F(2, 169) = 5.39; p < .05; e historia e identificación paterna F(2, 169) = 7.59; p < .05) y en la escala total (F(2,169) = 7.34; p < .05). No obstante, en las comparaciones post hoc solo hubo diferencias significativas en el nivel de escala total a favor del grupo 2 con respecto al grupo 1 (p < .05). Los padres, cuyos niveles de estudio son superiores, presentan mayor sensibilidad comparados con los padres que únicamente tienen estudios secundarios y primarios. Asimismo, manifiestan tener identificaciones positivas con su familia de origen.
En quinto lugar, se examinó si existían diferencias individuales según la situación laboral del padre. Se utilizó la prueba t para determinar si la situación laboral del padre (trabaja o se encuentra desempleado) se relaciona con la sensibilidad de él mismo. El análisis indicó que no existen diferencias entre las dimensiones del cuestionario y la escala total en relación con la situación laboral paterna (reacciones, conductas y sentimientos: t = .556, p = .728; historia e identificación paterna: t = -.154; p = .866; y escala total t = -.353; p = .857).
En sexto lugar, se analizaron las diferencias según estado civil (en pareja o separado). Para ello se dividió la muestra en 3 grupos: grupo 1: padres que estaban en pareja; grupo 2: padres que estaban separados; y grupo 3: padres que se separaron durante el embarazo. Se realizó un análisis de la varianza univariado (ANOVA) con contraste post hoc Tukey para cada una de las dimensiones del cuestionario.
Los resultados indican que no existen diferencias entre las dimensiones y la escala total y la situación conyugal del padre (reacciones, conductas y sentimientos: F = .012; p = .879; historia e identificación paterna: F =.766; p = .233; y escala total: F = .161; p =.642).
Finalmente, se compararon las dos dimensiones y la escala total del cuestionario y la cantidad de hijos.
Para ello, se dividió la muestra en 3 grupos: grupo 1: padres con un solo hijo; grupo 2: padres con dos hijos; y grupo 3: padres con tres o más hijos. Para determinar si existían diferencias, se efectuó un Análisis de la Varianza de una dirección (One Way ANOVA). El análisis indicó que no existen diferencias entre las dimensiones del cuestionario y la cantidad de hijos (reacciones, conductas y sentimientos: F(2, 169) = .195; p = .675; historia e identificación paterna: F(2, 169) = .045; p = .1258; y escala total: F(2, 169) = .134; p = .725).
Discusión
Los estudios citados en esta investigación sostienen que las características individuales, familiares y contextuales inciden en la manera en cómo se desarrolle el ejercicio de la paternidad y, por ende, el vínculo con su hijo. Por ello, este estudio buscó analizar si existen diferencias entre los sentimientos, las emociones y las reacciones de los padres durante la gestación y el nacimiento de su hijo con las variables sociodemográficas: edad paterna, niveles de estudio, estado civil, situación laboral, cantidad de hijos, edad de su hijo y sexo de su hijo.
En cuanto a las diferencias por edad del padre, se halló que los padres de mayor edad presentan mayor sensibilidad que los padres más jóvenes; a diferencia de lo que sostienen las diferentes teorías en relación con que los padres de generaciones anteriores tienen un modelo de paternidad tradicional (Cano, 2013; Martínez-Conde, 2006; Olavarría, 2000). Esto se corresponde con lo propuesto por Sinay (1994), quien sostiene que los padres nacidos en la década de 1960 fueron criados con un modelo de padre cuestionador, en donde los conceptos de la paternidad tradicional comienzan a ser cuestionados, es allí donde surgen más flexibles y reflexivos sobre la paternidad.
En el caso de las diferencias según nivel de estudio paterno, se halló que a medida en que el padre presentaba mayor formación académica mostraba mayor sensibilidad. Esto se relaciona con lo propuesto por Viveros (2000), quien postula que los padres de los sectores rurales tienen un modelo de paternidad hegemónica; en cambio, para los sectores urbanos el hombre debe ser responsable, buen trabajador y sostén de la mujer y de los hijos (Maldonado & Micolta, 2003; Viveros, 2000).
Asimismo, De Oliveira (1994) postula que los esposos-padres de los sectores populares en donde cuyas esposas tienen baja escolaridad y no participan en la actividad económica, tienden a ser más autoritarios en el hogar. Sin embargo, cuando las mujeres tienen mayor escolaridad, actividades asalariadas y un proyecto de desarrollo personal, la autoridad exclusiva del marido como jefe de hogar es cuestionada, lo que da lugar a la toma de decisiones compartidas y a la participación activa en las decisiones sobre tener hijos y sobre cómo educarlos.
No obstante, esto no significa que haya una relación lineal entre los factores socioeconómicos y el significado de la masculinidad, porque la mayor escolaridad no implica necesariamente una masculinidad que reconozca las emociones y abogue por la equidad (Figueroa & Franzoni, 2011). Se ha demostrado que la paternidad se construye a través de procesos sociales y culturales; por lo tanto, se presentan múltiples estilos de paternidades, en donde clase, raza, sexualidad y la relación con su hijo conforman identidad de género (Ruxton & Baker, 2009).
En relación con las diferencias según la edad del hijo, se encontró que a mayor edad del hijo más sensibilidad presenta el padre. Ello significa que, desde el inicio del embarazo hasta los siguientes años, la paternidad se va construyendo y desarrollando de diferentes maneras. En un principio, el padre atraviesa por un proceso de transición en el cual ocurren diversos cambios. El padre se va adaptando a la nueva realidad y así establece una relación única con su hijo.
De igual manera, estos resultados se vinculan con lo encontrado en diversas investigaciones, las cuales comprueban que las interacciones padre-bebé tienen un carácter más físico, a diferencia de la madre, quien tiende a calmar al niño. Si bien existe un involucramiento paterno desde la gestación del hijo, los padres interactúan más tiempo a medida que su hijo va creciendo (Lamb, l997; Parke, 1996).
En cuanto al estado civil, la situación laboral, la cantidad de hijos y el sexo de su hijo se encontró que la sensibilidad paterna no varía según estas variables. Esto quiere decir, que los sentimientos del padre hacia su hijo son independientes de las variables externas (Figueroa & Franzoni, 2011; Ruxton & Baker, 2009).
Comentarios
A lo largo de esta investigación, se ha demostrado que en la construcción y el desarrollo de la paternidad dependen de diversas variables tales como el tipo de personalidad, las identificaciones con su familia de origen, el contexto social y cultural, su situación actual, entre otros y la conjunción van a determinar la manera en que el padre se vincule con su hijo.
La presente investigación constituye un aporte local a las investigaciones sobre los sentimientos y las reacciones del padre ante la gestación de su hijo. También, se destaca que dicha investigación innova en el uso de estudios empíricos en temas de Psicología del desarrollo, lo cual aporta rigurosidad en la lectura de los resultados.
No obstante, es necesario indicar que si bien esta investigación aporta conocimiento empírico en las investigaciones relacionadas con la transición hacia la paternidad, no está exenta de limitaciones que deber ser consideradas para futuras líneas de investigaciones, entre ellas, el uso de muestras no probabilísticas en cuanto a que puede acarrear cierto sesgo en la modalidad de recolección de datos porque no se realizan al emplear los métodos de selección al azar. Además, dentro de las limitaciones, fue el tamaño de la muestra, debido a los criterios específicos de inclusión que se utilizaron en dicha muestra.
Otras limitaciones fueron que no se encontraron investigaciones que analicen lo que le ocurre al padre durante el proceso de gestación y nacimiento de su hijo y como este reacciona con variables sociodemográficas.
En virtud a lo expuesto, futuras investigaciones deberán centrarse en estudiar, de manera longitudinal, la influencia de variables sociodemográficas en la construcción de la paternidad y, por ende, cómo estas se relacionan con la interacción padre-hijo.
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1
Lilliana Nieri, Universidad Argentina de la Empresa, Argentina.
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2
La correspondencia en relación con este artículo se dirige a Lilliana Nieri, Universidad Argentina de la Empresa (UADE-CONICET). Dirección electrónica: liliananieri@hotmail.com
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3
Sobre la autora: Liliana Nieri es Doctora en Psicología y especialista en Psicología perinatal. Trabaja como profesora de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE-CONICET) e investigadora de la Fundación UADE-CONICET (Argentina, Buenos Aires) y responsable de la línea de investigación “psicología del desarrollo”. Es becaria podoctoral UADE-CONICET. Cuenta con más de 25 publicaciones, comunicaciones y conferencias en congresos nacionales e internacionales.
Fechas de Publicación
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Fecha del número
Jan-Jun 2017
Histórico
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Recibido
12 Abr 2016 -
Revisado
14 Dic 2016 -
Acepto
26 Mayo 2017