Open-access Conductas alimentarias y actividad física asociadas a estrés, ansiedad y depresión durante la pandemia COVID-19

Eating Behaviors and Physical Activity Associated with Stress, Anxiety, and Depression During the COVID-19 Pandemic

Comportamentos alimentares e atividades físicas associadas ao estresse, ansiedade e depressão durante a pandêmica COVID-19

Resumen

Introducción.   Como medida preventiva para limitar el contagio ante la pandemia por COVID-19, se implementó el confinamiento. Este evento limitó la disponibilidad de alimentos y favoreció el consumo de alimentos procesados y no perecederos, menos saludables; estas conductas que se pueden ver relacionadas con trastornos de la salud mental como estrés, ansiedad y depresión.

Métodos.  Estudio cuantitativo, descriptivo, transversal, con muestreo no probabilístico por conveniencia realizado entre agosto-octubre, 2020, con una participación de 1657 personas latinoamericanas de población general. Se aplicó el cuestionario Depression, Anxiety and Stress Scales-21 y el de conductas alimentarias asociadas a estrés, ansiedad y depresión-17. Se empleó regresión logística ordinal para valorar la asociación entre variables.

Resultados.  El 62 % presentó algún grado de depresión, 55.9 % ansiedad y 55.2 % estrés. Se encontró asociación entre estrés con actividad física (p 0.048), consumo de pescado (p 0.041), agua (p 0.003), panes/postres (p 0.005), comidas rápidas (p <0.001), bebidas azucaradas (p 0.035), té e infusiones (p 0.023) y cacao y sus derivados (p 0.018). Ansiedad con actividad física (p 0.006), ingesta de verduras (p 0.022), pescado (p 0.031), aceites (p 0.008), panes/postres (p 0.026), comidas rápidas (p <0.001), té e infusiones (p 0.018), cacao y derivados (p 0.038) y suplementos vitamínicos (p 0.016). Depresión con la actividad física (p 0.037), consumo de frutas (p 0.012), agua (p 0.012), café (p 0.045), panes/postres (p 0.003), comidas rápidas (p <0.001).

Conclusiones.  Se encontró asociación entre el consumo de ciertos alimentos y los elevados niveles de estrés, ansiedad y depresión.

Palabras claves: COVID-19; América Latina; conducta alimentaria; actividad motora; ansiedad y depresión

Abstract

Introduction.  Confinement was implemented as a preventive measure to limit contagion in the face of the COVID-19 pandemic. This measure limited food availability and favored the consumption of less healthy processed and non-perishable foods. These behaviors can be seen as related to mental health disorders, such as stress, anxiety, and depression.

Methods.  It is a quantitative, descriptive, cross-sectional study with non-probabilistic convenience sampling carried out between August-October 2020, with the participation of 1657 Latin American people from the general population. The Depression, Anxiety and Stress Scales-21 questionnaire and the eating behaviors questionnaire associated with stress, anxiety, and depression-17 were applied. Ordinal logistic regression was used to assess the association between variables.

Results.  The 62% of participants presented some degree of depression; 55.9%, anxiety; and 55.2%, stress. An association was found between stress with physical activity (p 0.048) and consumption of fish (p 0.041), water (p 0.003), breads / desserts (p 0.005), fast foods (p <0.001), sugary drinks (p 0.035), tea and infusions (p 0.023), and cocoa and its derivatives (p 0.018). Another association was also found between anxiety with physical activity (p 0.006) and intake of vegetables (p 0.022), fish (p 0.031), oils (p 0.008), breads / desserts (p 0.026), fast foods (p <0.001), tea and infusions (p 0.018), cocoa and derivatives (p 0.038), and vitamin supplements (p 0.016). Depression was also found as associated with physical activity (p 0.037) and consumption of fruits (p 0.012), water (p 0.012), coffee (p 0.045), breads / desserts (p 0.003), and fast foods (p <0.001).

Conclusions.  An association was found between consuming certain foods and high levels of stress, anxiety, and depression.

Keywords: COVID-19; anxiety; depression; feeding behavior; motor activity; Latin America

Resumo

Introdução.  Como medida preventiva para limitar o contágio em face da pandemia COVID-19, o confinamento foi implementado. Esse evento limitou a disponibilidade de alimentos e favoreceu o consumo de alimentos industrializados menos saudáveis e não perecíveis, comportamentos que podem ser vistos relacionados a transtornos mentais como estresse, ansiedade e depressão.

Métodos.  Estudo quantitativo, descritivo, transversal, com amostragem não probabilística por conveniência, realizado no período de agosto a outubro de 2020 com a participação de 1.657 latino-americanos da população geral. Foram aplicados o questionário Depression, Anxiety and Stress Scales-21 e o questionário de comportamentos alimentares associados ao estresse, ansiedade e depressão-17. A regressão logística ordinal foi utilizada para avaliar a associação entre as variáveis.

Resultados.   62% apresentavam algum grau de depressão, 55,9% ansiedade e 55,2% estresse. Foi encontrada associação entre estresse com atividade física (p 0,048), consumo de peixe (p 0,041), água (p 0,003), pães / sobremesas (p 0,005), fast food (p <0,001), bebidas açucaradas (p 0,035), chá e infusões (p 0,023) e cacau e seus derivados (p 0,018); ansiedade com atividade física (p 0,006), ingestão de vegetais (p 0,022), peixes (p 0,031), óleos (p 0,008), pães / sobremesas (p 0,026), fast food (p <0,001), chá e infusões (p 0,018), cacau e derivados (p 0,038) e suplementos vitamínicos (p 0,016); depressão com atividade física (p 0,037), consumo de frutas (p 0,012), água (p 0,012), café (p 0,045), pães / sobremesas (p 0,003), fast food (p <0,001).

Conclusões.  Foi encontrada associação entre o consumo de determinados alimentos e altos níveis de estresse, ansiedade e depressão.

Palavras-chave: COVID-19; América Latina; comportamento alimentar; atividade motora; ansiedade e depressão

Introducción

En diciembre del 2019, se identifica el primer caso de COVID-19 en Wuhan, China. El confinamiento poblacional junto a la paralización parcial de la actividad económica afectó la disponibilidad de alimentos saludables, frescos, de temporada y provocó un aumento del consumo de alimentos procesados ricos en grasas y azúcares. Influenciado, además, por el impacto negativo en el bienestar personal; es posible que, estos factores en conjunto, hayan generado un cambio en la conducta alimentaria de las personas que, como consecuencia, derivan en alteraciones de la salud mental como estrés, ansiedad y depresión (Ramírez & Zerpa, 2020; Rodríguez et al., 2020).

Los cambios repentinos en una rutina cotidiana pueden alterar los hábitos dietéticos, como así lo fue el confinamiento por la pandemia de COVID-19, una situación inesperada que forzó a modificar el estilo de vida de todas las personas alrededor del mundo. La mayoría de la población se vio obligada a laborar mediante teletrabajo, que, sumado a las restricciones de movilización que trajo consigo la cuarentena promueven un estilo de vida más sedentario. Ante un futuro incierto, dicha situación en donde la población no podía circular con libertad para adquirir provisión, una gran cantidad de negocios cerraron, por lo que se encontraron en la necesidad de conseguir en grandes cantidades alimentos no perecederos y ultraprocesados que tienen menor valor nutricional (Béjar Padro & Mesa Rodríguez, 2021; Ruíz-Roso et al., 2020; Pérez-Rodrigo et al., 2020).

Durante años se ha abordado la causalidad de trastornos afectivos debido a trastornos alimentarios desde la hiperfagia (aumento del apetito y de la ingesta de alimentos) hasta la hiporexia (pérdida del apetito y disminución de su ingesta) (Álvarez-Mon et al., 2019).

Investigaciones han demostrado el incremento de consumo de alimentos en comedores emocionales en respuesta a emociones desagradables, no es búsqueda de saciedad fisiológica, sino de la sensación de placer que se genera automáticamente al comer, aunque se trate de alimentos con poco valor nutricional (Peña Fernández et al., 2015; Bongers et al., 2016). Sin embargo, es importante reconocer que los alimentos consumidos, per se, tienen un impacto neurofisiológico en el desarrollo de estas enfermedades, lo que puede derivar en un círculo vicioso (Larrieu & Laye, 2018).

No existe una sola causa en el desarrollo de estos trastornos, hay influencia genética, socioeconómica, uso de drogas o alcohol, enfermedades preexistentes, inflamación crónica e incluso la dieta. Estudios demuestran que sujetos sometidos a dieta controlada tienen una mejoría clínica significativa de su depresión en comparación con los sujetos no sometidos a dieta (Kris-Etherton et al., 2020).

La dieta es considerada tanto un factor de riesgo como protector para la prevención de enfermedades neuropsiquiátricas, principalmente, ansiedad y depresión (Larrieu & Laye, 2018). Dietas con deficiencias de vitaminas del complejo B afectan el metabolismo del carbono 1, lo que provoca elevaciones de homocisteína y S-adenosil metionina. La S-adenosil metionina es un donante de metilo en el paso limitante en la síntesis de serotonina, dopamina, y noradrenalina (principales neurotransmisores disminuidos en depresión y alterados en ansiedad) (Kris-Etherton et al., 2020).

Entre otros elementos se ha observado que individuos que consumen una dieta rica en pescados, fibra, vegetales, yogurt poseen menores niveles de marcadores inflamatorios en sangre. Procesos metabólicos e inflamatorios, como resistencia a la insulina, elevaciones en plasma de niveles de homocisteína, aumento de la producción de citocinas, como la proteína C reactiva, disfunción endotelial, parecen ser los principales factores responsables de la depresión, todos altamente influenciados por la dieta (Shivappa et al., 2016; Moazzami et al., 2019).

También, se ha detallado la asociación entre la depresión con la ingesta escasa de ácidos grasos poliinsaturados, proteínas y ciertos micronutrientes (Arbúes et al., 2019). Se ha observado que patrones alimentarios como la dieta mediterránea y japonesa, basadas en el consumo de frutas, verduras, té verde, soja, aceite de oliva, pescados, nueces, legumbres, carnes blancas o sin procesar, se asocian de forma inversa a la depresión (Lang, et al., 2015).

Por el contrario, el consumo elevado de alimentos refinados, procesados, ricos en grasas, carbohidratos simples, además de una elevada ingesta de azúcares (bebidas carbonatadas, consumo de bollería y repostería) favorecen este trastorno (Arbúes et al., 2019; Lang et al., 2015). Igual asociación favorable se ha observado entre la depresión y las dietas pobres en omega-3 y minerales como magnesio, cobre y zinc (Arbúes et al., 2019).

En un estudio realizado por Karen Villaseñor, et al., en México, el 30 % de la población incrementó el consumo de comida chatarra y bebidas azucaradas, conductas vinculadas a un mayor riesgo para el desarrollo de ansiedad y depresión. Además, se encontró que el 39 % de hombres y el 52 % de mujeres aumentó la ingesta de dulces y postres durante el confinamiento (Villaseñor et al., 2020).

La actividad física también juega un rol fundamental en la prevención de trastornos crónicos entre ellos los psicopatológicos; ya que esta modula diferentes vías metabólicas reduciendo en el nivel sistémico los medidores inflamatorios que están altamente relacionados al desarrollo de depresión. Además, se ha visto relacionada con la presencia de mayores niveles de factor neurotrófico, mejorando la neuroplasticidad cerebral, y, ejerciendo un efecto protector ante el desarrollo de trastornos psiquiátricos (Martínez-Ferran et al., 2020; Pareja-Galeano, et al., 2015).

Por otro lado, el sedentarismo se ha visto relacionado con mayores niveles de glucosa e insulina postprandial, lo que propicia la ganancia de peso, el desarrollo de resistencia a la insulina y niveles aumentados de adipocinas creando un estado proinflamatorio crónico. Además, la hiperglicemia conduce a la producción de especies reactivas de oxígeno que terminan causando lesión e inflamación endotelial, favoreciendo nuevamente a un estado proinflamatorio crónico (Blancas-Flores et al., 2010; Martínez-Ferran et al., 2020).

En cuanto a las psicopatologías, por lo previamente descrito, resulta imprescindible definir estrés, ansiedad y depresión; el estrés se conoce como cualquier estímulo intrínseco o extrínseco que provoque una respuesta biológica en forma de un estado de alerta persistente (el cual puede ser normal o patológico) que refleja la dificultad del individuo para afrontar las distintas situaciones cotidianas que se le presenten. Según el tipo, el momento y la gravedad de la aplicación estímulo, el estrés puede ejercer diversas acciones en el cuerpo que van desde alteraciones en la homeostasis hasta potencialmente mortales, es caracterizado por síntomas de alerta, evitativos o incluso disociativos (Yaribeygi et al., 2017; Tijerina et al., 2018; American Psychiatric Association, 2014).

La ansiedad es un estado afectivo en el que el individuo se prepara coordinando un conjunto de reacciones psicológicas (falsa sensación de peligro, preocupación excesiva difícil de controlar), conductuales y biológicas (noción de falta de aire, taquicardia, sudoración) para hacer frente a un evento negativo incierto, pero posible en ausencia de un estímulo desencadenante (Giacobbe et al., 2018; Tijerina et al., 2018; American Psychiatric Association, 2014).

La depresión es una de las enfermedades crónicas y trastornos debilitantes más comunes, además asociado a una alta tasa de recurrencia. Se caracteriza por la presencia de síntomas predominantemente afectivos, ya sea permanencia de un estado de ánimo deprimido o pérdida de interés o placer. De esta forma es una causa de discapacidad significativa que impacta negativamente en la calidad de vida y aumentando el riesgo de suicidio. Todos son trastornos fenomenológicamente diferentes, sin embargo, poseen en común el factor de afectividad negativa (Farah et al., 2016; American Psychiatric Association, 2014).

No se han publicado estudios acerca de las conductas alimentarias asociadas a estrés, ansiedad y depresión, durante la pandemia de COVID-19, en Latinoamérica. Por lo anterior, se plantea la hipótesis de que existe asociación entre la actividad física y el consumo de grupos de alimentos, con esos trastornos de salud.

El objetivo general fue analizar las conductas alimentarias y la actividad física asociadas al estrés, la ansiedad y la depresión en el grupo de estudio latinoamericano debido a la pandemia 2020, los objetivos de este estudio se centraron en detallar las conductas alimentarias y actividad física en un grupo de personas latinoamericanas, identificar la presencia y grado de estrés, ansiedad y depresión de las personas participantes y estimar la asociación entre conductas alimentarias y actividad física que derivan en estrés, ansiedad y depresión, durante la pandemia de COVID-19.

Metodología

Estudio cuantitativo, descriptivo, transversal.

Participantes

Los 1657 participantes del estudio fueron provenientes de 10 países de Latinoamérica hispanohablante, entre agosto y octubre del 2020. Se obtuvo una muestra no probabilística por conveniencia, no se tomó en cuenta nivel educativo, socioeconómico y ocupación debido a la extensión de preguntas, al tratarse de dos cuestionarios, más interrogantes sobre variables sociodemográficas, se buscó limitar a 42 enunciados con el propósito de obtener mayor participación.

Criterios de inclusión y exclusión

Criterios de inclusión: 1) personas latinoamericanas mayores de 18 años de edad, 2) disposición para participar mediante consentimiento informado, 3) lectura y comprensión del español, 4) acceso al cuestionario mediante redes sociales.

Criterios de exclusión: 1) cuestionarios incompletos.

Instrumentos y procedimiento

Los cuestionarios en línea se compartieron a través de redes sociales (Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp y correos electrónicos). Se utilizó un instrumento en español que incluía tres preguntas cerradas sobre variables sociodemográficas (país, edad y sexo), una sobre actividad física y dos cuestionarios.

Un cuestionario sobre conductas alimentarias asociadas a estrés, ansiedad y depresión (C-CADEA-17), de elaboración propia, mediante revisión de la literatura científica (anexo 1), con un KMO y prueba de Barlett de 0.77 que hace pertinente el análisis factorial para calcular la confiabilidad de 0.89 mediante alfa ordinal (Domínguez Lara, 2018) y un coeficiente de validez de contenido de Hernández-Nieto de 0.99 evaluado por tres expertos, que consta de 17 preguntas cerradas (escala Likert) que evalúa según las respuestas: 1) nunca o casi nunca, 2) 1-2 veces por semana, 3), 3-4 veces por semana 4) 5-6 veces por semana y 5) a diario.

El otro cuestionario Depression, Anxiety and Stress Scales (DASS-21)(anexo 2), con traducción citada (Konrad Lorenz Fundación Universitaria, s.f.) el cual consta de 21 preguntas cerradas (escala Likert), para valorar ansiedad, depresión y estrés, cuenta con una consistencia interna alfa de Cronbach y Omega de McDonald de 0.96 en la población estudiada, que evalúa según las respuestas: 0) no me ha ocurrido, 1) me ha ocurrido poco, o durante parte del tiempo, 2) me ha ocurrido bastante o durante buena parte del tiempo, 3) me ha ocurrido mucho, o la mayor parte del tiempo.

Se utilizaron las siguientes subescalas: estrés (ítems: 1, 6, 8, 11, 12, 14 y 18), ansiedad (ítems: 2, 4, 7, 9, 15, 19 y 20) y depresión (ítems: 3, 5, 10, 13, 16, 17 y 21) (Alves Apóstolo et al., 2006). Para el análisis del instrumento se toma en cuenta los siguientes puntos de corte (Soto y Zúñiga, 2021):

Estrés:

8-9 leve.

10-12 moderado.

13-16 severo.

≥17 extremadamente severo.

Ansiedad:

4 leve.

5-7 moderada.

8-9 severa.

≥10 extremadamente severa.

Depresión:

5-6 leve.

7-10 moderada.

11-13 severa.

≥14 extremadamente severa.

Variables

Variables sociodemográficas: se recolectaron datos sobre país, edad, sexo.

Variables predictoras: actividad física, consumo de panes, cereales integrales, frutas, verduras, yogur, pescado, aceites, aguacate, semillas, comidas rápidas, agua, bebidas azucaradas, cafeína, teína, cacao, suplementos vitamínicos y suplementos de omega-3.

Variables dependientes: depresión, ansiedad y estrés.

Análisis estadístico

El análisis estadístico se realizó en Microsoft Excel 2019 y SPSS v25, se emplearon medidas de tendencia central, análisis de frecuencia, y para los análisis de asociación entre variables dependientes (categoría ordinal por agrupación descritas previamente, según grado de severidad) e independientes (variables ordinales), se utilizó regresión logística ordinal por la característica categórica de las variables predictoras (independientes) y variables dependientes con su intervalo de confianza al 95 %. Para la significación estadística se estableció el valor p<0,05.

Aspectos éticos

Se contemplaron las recomendaciones de la declaración de Helsinki. La participación fue voluntaria, sin incentivos materiales, ni conflictos de intereses. Adjunto al cuestionario se presentó un documento que incluía los objetivos de la investigación, los procedimientos de análisis y confidencialidad de los datos, donde seleccionaba si deseaba participar o no (consentimiento informado virtual).

No existió seguimiento de los participantes. La plataforma utilizada permitía el acuso de recibo automático al participante.

Resultados

Se obtuvo un total 1660 respuestas, 3 personas no aceptaron participar, por lo que la colaboración final fue de 1657 encuestados. En la tabla 1, se detallan las variables sociodemográficas de los participantes.

Tabla 1
Variables sociodemográficas de los participantes (n =1657).

Las conductas alimentarias fueron evaluadas mediante un cuestionario de elaboración propia C-CADEA-17 (tabla 2).

Tabla 2
Conductas alimentarias de los participantes (cuestionario C-CADEA-17) (n =1657).

La actividad física es una de las claves para una vida saludable. El 46.3 % (767) de los participantes, casi nunca o nunca realizan actividad física, el 22.8 % (378) de 1-2 veces por semana, el 17 % (282) 3-4 veces por semana y el 8.1 % (134) 5-6 veces a la semana en contraste con el 5.8 % (96) que la realizan a diario.

La presencia y el grado de estrés, depresión y ansiedad se evaluaron mediante el cuestionario DASS-21. Más del 50 % de participantes presentaron durante el confinamiento algún tipo de las alteraciones de salud mental (tabla 3).

Tabla 3
Alteraciones de salud mental en los participantes (cuestionario DASS-21) (n =1657).

Se realizó el análisis de asociación entre las variables de actividad física, conductas alimentarias y alteraciones de la salud mental mediante regresión logística multinomial (tabla 4).

Tabla 4
Asociaciones entre actividad física, conductas alimentarias y alteraciones de salud mental (n =1657).

Discusión

El 62 % de la población presentó algún grado de depresión, el 55.9 % de ansiedad y el 55.2 % de estrés. Como se detalla en la tabla 4, se observó asociación entre la disminución del estrés y la actividad física (p 0.048), consumo de pescado (p 0.041), de agua (p 0.003), y aumento de estrés con consumo de panes /postres (p 0.005), comidas rápidas (p <0.001), bebidas azucaradas (p 0.035), té e infusiones (p 0.023), cacao y sus derivados (p 0.018).

La disminución de ansiedad mostró asociación con la actividad física (p 0.006), ingesta de verduras (p 0.022), pescado (p 0.031), aceites (p 0.008), y aumento de ansiedad con el consumo de panes/postres (p 0.026), comidas rápidas (p <0.001), té e infusiones (p 0.018), cacao y derivados (p 0.038) y suplementos vitamínicos (p 0.016).

La disminución de depresión se asoció con la actividad física (p 0.037), consumo de frutas (p 0.012), agua (p 0.012), café (p 0.045) y se aumentó con la ingesta de panes /postres (p 0.003), comidas rápidas (p <0.001).

La depresión tiene influencia genética, hormonal y bioquímica, apoyado en esta teoría, el estudio de Jacka et al. (2010), concluyó que existe una relación directa entre el alto consumo de alimentos que aumentan los niveles de factores proinflamatorios (azúcares refinadas) y el padecimiento de estos trastornos. Una dieta mediterránea, rica en antioxidantes, baja en grasas mantienen los marcadores proinflamatorios en niveles más bajos, disminuyendo el riesgo de padecer estas patologías.

Hay que recordar que a pesar de obtener un pseudo-R2 0.09 en estrés, ansiedad pseudo-R2 0.09 y depresión pseudo-R2 0.08 se trata de un problema multifactorial (genético, ambiental y bioquímico) que requiere una adecuada interpretación, porque, pese a ser componentes con pseudo-R2 relativamente bajos acompañados de un buen modelo y bondad de ajuste, puede existir predisposición genética familiar, o en el contexto actual de pandemia algún factor ambiental como: desempleo, muertes de familiares, enfermedad, aflicciones, entre otros, esto haría esperable su fuerte influencia, en donde valdría la pena profundizar con un segundo estudio en contraste con el componente bioquímico, para valorar el impacto de cada factor de riesgo influyente en el adecuado control y prevención de estas psicopatologías.

Al estimar la conducta alimentaria de la población estudiada es notable que elevados porcentajes de la población refieren elevados consumos diarios de carbohidratos, almidones y azúcares en comparación con las personas que consumen cereales integrales. Se ha descrito que la ingesta baja de carbohidratos aumenta los niveles de la hormona grelina que, en conjunto con su función sobre el apetito y la homeostasis nutricional, regula el desarrollo del sistema nervioso central y el estado de ánimo, mostrando que ejerce efectos antidepresivos y posee propiedades dopaminérgicas (Lang et al., 2015).

Una dieta rica en carbohidratos altamente refinados está directamente relacionada con niveles de proteína C reactiva más altos, un biomarcador que se incrementa en procesos inflamatorios, que, por consiguiente, favorece el desarrollo de psicopatologías (Márquez, 2010), por lo tanto, su elevado consumo en los participantes del estudio podría verse vinculado al aumento de padecimiento de trastornos como: estrés en el caso de panes/postres 0.098 (IC: 0.029, 0.166), comidas rápidas 0.30 (IC: 0.174, 0.426) y bebidas azucaradas 0.078 (IC: 0.005, 0.152); ansiedad respecto a panes/postres 0.078 (IC: 0.009, 0.146), comidas rápidas 0.335 (IC: 0.207, 0.406) y depresión en relación con panes/postres 0.103 (IC: 0.036, 0.170) y comidas rápidas 0.225 (IC: 0.101, 0.349), debido a su asociación estadísticamente significativa.

El consumo de alimentos procesados y comidas rápidas fomenta el sedentarismo y ambos influyen en el incremento continuo de peso. Estudios demuestran porcentajes más altos de depresión en personas con obesidad (Moazzami et al., 2019; Weltens et al., 2014). El consumo alto de grasas saturadas interfiere con la síntesis de serotonina, neurotransmisor clave implicado en el desarrollo de depresión. Por el contrario, la presencia de ácidos grasos poliinsaturados de cadena corta vendría a ser beneficiosa, ya que estos se encuentran en la categoría de eicosanoides, que se unen a receptores intranucleares y regulan la transcripción de genes, formando parte de la superfamilia de receptores nucleares, que incluye esteroides, hormona tiroidea y retinoides, todas estas hormonas implicadas en la regulación del sistema de alerta/estrés por lo que se han relacionado con la fisiopatología de síndromes neuropsiquiátricos (Bremner et al., 2020).

Una dieta conformada por mayores porciones de legumbres, frutas, vegetales, pescados y productos bajos en grasa está relacionada a niveles más bajos de marcadores inflamatorios (Márquez, 2010). El 41.3 % y 36 % de los participantes del presente estudio afirman el consumo diario de verduras y frutas respectivamente, dicho consumo asegura que vitaminas y minerales participen en funciones metabólicas, que favorece la salud mental, con particular beneficio en la disminución de verduras-ansiedad -0.11 (IC: -0.195, -0.015) y frutas-depresión -0.10 (IC: -0.179, -0.022).

Nutrientes aportados por una dieta basada en frutas y verduras (incluyendo triptófano, vitamina B6, vitamina B12, ácido fólico, fenilalanina, tirosina, histidina, colina y el ácido glutámico) son necesarios para la producción de neurotransmisores como la serotonina, la dopamina y la noradrenalina, que participan en la regulación del estado de ánimo y cognición. Neurotransmisores que juegan el papel principal en el desarrollo de trastornos como ansiedad y depresión (Kris-Etherton et al., 2020; Shivappa et al., 2016).

Además, una dieta rica en frutas y verduras aporta fibra, la cual es fermentada por la microbiota, obteniendo ácidos grasos de cadena corta, estos son esenciales en la regulación de la integridad de la barrera epitelial intestinal (Mayer et al., 2015). En ausencia de fibra la microbiota se nutre de las glicoproteínas de la pared intestinal, lo que produce erosión e inflamación crónica de bajo grado. Un factor elemental es identificar no solo estresores psicosociales, sino también biológicos como la liberación crónica de mediadores inflamatorios, que se ha visto íntimamente relacionada con el desarrollo de trastornos neuropsiquiátricos, entre ellos la depresión (Taylor & Holcsher, 2018; Marx et al., 2020).

El 53.8 % y 35.6 % de los participantes consumen pescados de 1-2 veces por semana o nunca respectivamente, esto resulta de particular interés, ya que su ingesta se relaciona directamente con la reducción de estrés -0.14 (IC: -0.275, -0.006) y disminución de ansiedad -0.15 (IC: -0.283, -0.013).

A pesar de que no se observó una relación con el consumo de suplementos de omega-3, sí se hubo una asociación significativa con la ingesta de pescado (fuente de omega-3) con las dos variables previamente descritas. Los ácidos grasos omega-3 desempeñan un papel importante en la estructura dinámica y actividad funcional de las membranas neuronales -especialmente en la región sináptica- donde se acumula hasta el 15 % de composición total de ácidos grasos en el cerebro. Pueden alterar la fluidez de la membrana lipídica mediante el desplazamiento del colesterol, aumentan la función serotoninérgica, son factores de protección cerebrovascular, entre otras funciones. Se ha observado los niveles séricos bajos de omega-3 en pacientes deprimidos (Caballer et al., 2017). La baja ingesta de estos nutrientes, que tienen un efecto potencial neurológico y emocional, podría ser un factor que influya en el aumento de padecimiento de estrés y ansiedad.

En la dieta, el consumo de alimentos ricos en compuestos polifenólicos, se ha relacionado a la modulación del estado de ánimo, el comportamiento, la cognición y la plasticidad cerebral (Liu et al., 2014). Estos compuestos son de interés debido a sus acciones biológicas como iones metálicos (Fe, Cu y otros), quelación, regulación de actividades enzimáticas antioxidantes, capacidad antioxidante y antiinflamatoria (García et al., 2017; Oliveira et al., 2019).

Los compuestos fenólicos pueden actuar como antioxidantes, estos poseen factores transcripcionales sensibles: factor nuclear-kappaB (NF-kB) y proteína activadora-1 (AP-1) que modulan directamente, las vías de señalización en respuesta a oxidativos e inflamatorios endógenos en las células, de esta forma eliminan los radicales libres como reactivos especies de oxígeno, agentes con alto mecanismo proinflamatorio (Biasi et al., 2013).

En estudios relacionados con trastornos afectivos, las bebidas como el té y el café han sido de interés debido a su riqueza de compuestos polifenólicos, los cuales pueden mediar la salud mental, la plasticidad cerebral, el comportamiento, estado de ánimo, depresión y cognición. Estos compuestos son de interés debido a sus acciones biológicas como iones metálicos (Fe, Cu y otros), quelación, regulación de actividades enzimáticas antioxidantes, capacidad antioxidante y antiinflamatoria (Oliveira et al., 2019).

A pesar de esto, un estudio concluyó que un alto consumo de cafeína incrementa los niveles de glucocorticoides activando el sistema simpático con posibles problemas para conciliar el sueño y un aumento en el nivel de estrés y ansiedad (Begdache et al., 2021).

En el presente estudio el 29.3 % consumen todos los días diferentes tipos de té y otras infusiones, ingesta que se asocia con el estrés 0.10 (IC: 0.018, 0.190) y la ansiedad 0.09 (IC: 0.005, 0.179), datos acordes con lo previamente descrito. En el caso del café, se asoció directamente con la disminución de la depresión -0.053 (IC: -0.106, -0.001), siendo una conducta que pudiera traer beneficios para la salud mental.

Un estudio sobre el consumo de snacks de chocolate y su impacto en la ansiedad reveló que los participantes con rasgos de alta ansiedad que consumieron chocolate negro diariamente, por dos semanas tuvieron una disminución de los niveles urinarios de catecolaminas, corticosterona y la hormona del estrés cortisol. También, se observó que el chocolate negro tuvo un impacto beneficioso en el metabolismo asociado al estrés, ya que restauró rasgos metabólicos de alto estrés (energía, metabolismo hormonal y actividad microbiana) (Martin et al., 2012). El 41 % de los participantes en el presente estudio, nunca o casi nunca consume cacao o sus derivados, conducta que podría ser perjudicial según los resultados de otras investigaciones y está acorde a los resultados encontrados en este estudio, donde su consumo se asocia con el aumento estrés 0.10 (IC: 0.018, 0.190) y ansiedad 0.09 (IC: 0.005, 0.179).

Otro factor relevante para el mantenimiento de una buena salud mental es la actividad física. El ejercicio aumenta la liberación del factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), una proteína altamente relacionada con la neuroplasticidad. Al aumentar la actividad física, se eleva la concentración de BDNF promoviendo un mejor funcionamiento cerebral y bienestar mental (Begdache et al., 2021).

Casi la mitad de la población estudiada, nunca o casi nunca realiza actividad física, comportamiento que probablemente, ha disminuido por las limitantes del confinamiento por la pandemia, que es nuevamente, otra condición que influye en la aparición de los trastornos de salud mental estudiados, ya que con la actividad física disminuye el estrés -0.082 (IC: -0.164, -0.001), la ansiedad -0.115 (IC: -0.197, -0.033) y la depresión -0.09 (IC: -0.165, -0.005).

Como se discutió anteriormente, el confinamiento ha favorecido el aumento en el consumo de carbohidratos, azúcares refinados, grasas saturadas y un menor consumo de micronutrientes, así como la disminución de la actividad física; resultados compatibles con un estudio donde se mostró que los niveles de ansiedad y depresión han aumentado de manera proporcional a la duración del confinamiento. Un factor importante mencionado es el miedo e incertidumbre en relación con el desastre biológico causado por el virus (Ozamiz et al., 2020).

Dentro de las limitantes del estudio se encuentran el control de la distribución de los participantes y su distribución por países, el sesgo de la selección por conveniencia y la transversalidad que no permite abordar causalidad, lo que impide realizar inferencias poblacionales. Asimismo, aunque fue posible determinar las conductas alimentarias de la población, es difícil establecer el cambio real de estas conductas por el confinamiento, al no existir datos de estas conductas en los participantes previo al confinamiento.

De la misma manera se midieron las variables de estrés, ansiedad y depresión durante el confinamiento, pero no existen datos previos para medir el impacto de estas medidas de prevención tomadas de forma repentina para limitar el contagio por la COVID-19. Tampoco, se lograron abordar variables sociodemográficas como nivel socioeconómico, ocupación y nivel educativo.

Conclusiones

Los niveles de depresión, ansiedad y estrés encontrados en los participantes alcanzan porcentajes superiores al 50 %. Existen ingestas alimentarias y frecuencia de actividad física que pueden estar afectando de forma sumativa con respecto a sus asociaciones con los trastornos de salud mental en los participantes del estudio.

Se observó asociación entre la disminución del estrés y la actividad física, el consumo de pescado, agua; y aumento de este trastorno mental con el consumo de panes, postres, comidas rápidas, bebidas azucaradas, té, infusiones, cacao y sus derivados.

La disminución de ansiedad mostró asociación con la actividad física, la ingesta de verduras, pescado, aceites; pero aumentó con el consumo de panes, postres, comidas rápidas, té, infusiones, cacao y derivados, y suplementos vitamínicos.

La disminución de depresión se asoció con la actividad física, consumo de frutas, agua, café y su aumento con la ingesta de panes, postres, comidas rápidas. Vale la pena recalcar que el consumo de comida rápida y los trastornos de salud mental evaluados muestran una asociación estadísticamente significativa en el nivel de p<0,001 para estrés, ansiedad y depresión, y el ejercicio un factor protector para las tres psicopatologías.

Declaración de autoría

Todos los autores afirmamos que se leyó y aprobó la versión final de este artículo. El porcentaje total de contribución para la conceptualización, preparación, análisis y corrección de este artículo fue: LFMG 65 %, CRCE 20 %, MFMG 15 %.

Financiación

Financiamiento propio.

Declaración de conflicto de intereses

Los autores de este artículo declaran no tener ningún conflicto de interés.

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Fechas de Publicación

  • Fecha del número
    Jul-Dec 2022

Histórico

  • Recibido
    02 Jun 2021
  • Acepto
    16 Mar 2022
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