Resumen
En las sociedades capitalistas actuales, movimientos como Black Lives Matter, #MeToo surgen como fuerzas que buscan desafiar las estructuras de poder, promoviendo el cambio social. Estos movimientos impactan la política, economía y cultura, planteando preguntas sobre las posibilidades y limitaciones de la acción colectiva en un entorno dominado por la lógica del mercado. Aunque luchan por los derechos y el bienestar de grupos marginados, algunos argumentan que no exigen un cambio sistémico en el modelo económico predominante y que, en ciertos casos, pueden adaptarse a la lógica capitalista en lugar de oponerse a ella. Este artículo analiza cómo estos movimientos desafían o refuerzan las estructuras de poder capitalistas mediante un análisis filosófico de sus dinámicas, desafíos y oportunidades en el marco del capitalismo. Se argumenta que, aunque estos movimientos han generado conciencia sobre problemas específicos, como la discriminación racial y el acoso y abuso sexual, pueden verse limitados en su capacidad para generar un cambio sistémico y desafiar la lógica capitalista que perpetúa las desigualdades. El capitalismo tiende a reproducir y reforzar las normas y estructuras de poder dominantes, lo que puede conducir a enfoques más limitados y superficiales en la lucha por la igualdad y la justicia.
Palabras-clave: Movimientos sociales; Capitalismo; desigualdad; política de identidad; cambio sistémico
Abstract
In today’s capitalist societies, movements such as Black Lives Matter, #MeToo emerge as forces that seek to challenge power structures, promoting social change. These movements impact politics, economics, and culture, raising questions about the possibilities and limitations of collective action in an environment dominated by the logic of the market. Although they fight for the rights and welfare of marginalized groups, some argue that they do not demand a systemic change in the prevailing economic model and that in certain circumstances they may adapt to capitalist logic rather than opposing it. This article analyzes how these movements either challenge or reinforce capitalist power structures through a philosophical analysis of their dynamics, challenges, and opportunities within the framework of capitalism. It is argued that while these movements have raised awareness of specific issues, such as racial discrimination and sexual harassment and abuse, they can be limited in their ability to generate systemic change and challenge the capitalist logic that perpetuates inequalities. Capitalism tends to reproduce and reinforce dominant rules and power structures, which can lead to more limited and superficial approaches to the fight for equality and justice.
Keyword: Social movements; capitalism; inequality; identity politics; systemic change
Introducción
En las sociedades capitalistas contemporáneas, los movimientos reivindicativos han surgido como una fuerza significativa que busca desafiar las estructuras de poder existentes, promover el cambio social. Estos movimientos desempeñan un papel importante en la configuración de la política, la economía y la cultura en el contexto del capitalismo, al mismo tiempo que plantean preguntas importantes sobre las posibilidades y las limitaciones de la acción colectiva en un entorno dominado por la lógica del mercado y la competencia.
A pesar de sus esfuerzos en la lucha por los derechos y el bienestar de grupos marginados y desfavorecidos, se puede argumentar que muchos de estos movimientos no exigen un cambio sistémico en el modelo económico predominante (Žižek, 2009; Dean, 2009). Incluso, se ha sugerido que ciertos movimientos reivindicativos podrían estar, de alguna manera, respondiendo o adaptándose a la lógica capitalista en lugar de oponerse a ella. (Holloway, 2010; Fisher, 2009).
El presente artículo tiene como objetivo explorar esta hipótesis, al tiempo que se examinan las dinámicas, desafíos y oportunidades que enfrentan los movimientos reivindicativos en el marco del capitalismo. Por medio de un análisis filosófico se analizará si, en última instancia, sus esfuerzos desafían o refuerzan las estructuras de poder capitalistas.
Capitalizando la resistencia
La economía de la lucha social:
Black lives matter
El movimiento Black Lives Matter (BLM) surgió en 2013 como una respuesta a la violencia y discriminación sistémica en contra de las comunidades afroamericanas en Estados Unidos. Su principal aporte se encuentra en la creciente conciencia pública sobre la brutalidad policial y la discriminación racial contra las comunidades afrodescendientes en Estados Unidos, lo cual puede crear un impulso significativo para la reforma o el cambio institucional en algunas áreas. Las protestas masivas realizadas en todo Estados Unidos han generado un debate público sobre la justicia racial, así como la responsabilidad policial. No obstante, a pesar de estos avances, la realidad es que las desigualdades raciales y económicas en este país siguen siendo persistentes. El capitalismo y sus estructuras de poder a menudo perpetúan y refuerzan estas desigualdades, lo que plantea preguntas razonables sobre la capacidad del movimiento para generar cambios sistémicos más allá de la concienciación pública y la reforma policial. De hecho, el sistema capitalista también ha llevado a la explotación comercial de la marca BLM. Empresas y corporaciones han utilizado el eslogan y la simbología de BLM para promocionar sus productos y mejorar su imagen pública, sin abordar o comprometerse genuinamente con las demandas u objetivos del movimiento. Esta apropiación y explotación capitalista no solo socava la autenticidad y efectividad de BLM en su lucha, sino que además plantea dudas razonables sobre el verdadero alcance de estos movimientos dentro de un sistema económico que se apropia de sus luchas y logros.
La relación entre el capitalismo y los movimientos sociales puede manifestarse de maneras complejas y a veces contradictorias. Si bien dentro del capitalismo se pueden proporcionar amplias plataformas para que estos movimientos difundan su mensaje y, por lo tanto, alcancen un público más amplio, también pueden diluir el impacto de sus objetivos y principios fundamentales a través de la apropiación o explotación de sus símbolos y mensajes. En este contexto, es importante tener en cuenta las tensiones inherentes entre los objetivos de los movimientos sociales y la lógica del capitalismo, que a menudo busca la rentabilidad y la promoción de la imagen corporativa en lugar de abordar y comprometerse genuinamente con las demandas de cambio social. Pongamos algunos casos para contextualizar esto: A pesar de que Amazon mostró su “apoyo” al movimiento BLM en sus redes sociales (y en su sitio web oficial), la compañía ha enfrentado constantes críticas por su trato a los empleados de minorías (Sainato, 2020) o por la colaboración con la policía mediante el uso de la tecnología de reconocimiento facial (Wakabayashi, 2020), lo que no parece estar muy acorde con los ideales del movimiento BLM. De igual manera, la cadena internacional de cafeterías Starbucks expuso abiertamente su apoyo al movimiento BLM, tanto así que incluso lanzó una camiseta con mensajes que apoyaban a la causa. No obstante, su narrativa no parecía muy congruente con la realidad, ya que, en un inicio, no permitió a sus empleados usar insignias o accesorios de BLM en el trabajo (Taylor, 2020; Langmaid, 2020). Todo ello, es una clara muestra del doble discurso de estas compañías.
Situaciones similares ocurrieron en otras empresas famosas; Nike lanzó una campaña publicitaria en apoyo al movimiento BLM (Kell, 2018; Meyersohn, 2020) y donó millones de dólares a organizaciones que luchan contra la desigualdad racial. Sin embargo, también son conocidos los serios cuestionamientos hacia la empresa por las condiciones de trabajo en sus fábricas en el extranjero o por la falta de diversidad en su liderazgo corporativo.
Otro caso famoso sucedió con la marca de cosméticos L’Oréal. La empresa (al igual que muchas otras) publicó un mensaje en apoyo al movimiento BLM en sus redes sociales, pero no cuestiona su propio historial de discriminación y racismo (Khan, 2020). Por ejemplo, la modelo transgénero y activista Munroe Bergdorf señaló que L’Oréal la despidió en 2017 por hablar en contra de la supremacía blanca y el racismo.
Como vemos, el movimiento BLM ha conseguido algunos avances en la concientización sobre la violencia policial y la discriminación racial, particularmente en los Estados Unidos. Empero, es fundamental reconocer las limitaciones y desafíos que enfrenta el movimiento en el contexto capitalista. El sistema económico actual no solo se apropia y explota los símbolos y mensajes de BLM, sino que además saca un provecho económico de sus luchas, lo cual a la postre puede banalizar los verdaderos fines. En este contexto, es importante mantener una postura crítica y alerta sobre las formas en que el capitalismo puede interferir o cooptar sus objetivos y logros. Lo cual al mismo tiempo implica una reflexión sobre las dinámicas internas, los patrones de liderazgo y los resultados de movimientos como este.
Exposición y viralidad: #Metoo
El movimiento #MeToo (tal y como se conoce actualmente) comenzó en octubre de 20172 , cuando la actriz Alyssa Milano publicó un tuit alentando a las mujeres que habían experimentado acoso o abuso sexual a compartir sus historias utilizando el hashtag #MeToo3 . El tuit de Milano fue una respuesta a las acusaciones de acoso y abuso sexual contra el productor de cine Harvey Weinstein que habían salido a la luz en ese momento.
Uno de los principales logros que se atribuyen es que ha dado voz a las víctimas de acoso y abuso sexual, promoviendo supuestamente un cambio cultural en la forma en que la sociedad aborda estas problemáticas. Esto ya que, a través de las redes sociales y la participación de figuras públicas, se ha visibilizado y denunciado el comportamiento depredador, las conductas inapropiadas y el acoso sexual en diversas industrias, incluida la de Hollywood. No obstante, cabe preguntarse si este movimiento ha logrado efectuar cambios duraderos y sistémicos en la lucha contra el acoso y abuso sexual en el entorno laboral y social. Ya que pesar de que el movimiento ha llevado a la caída de ciertas figuras de alto perfil, todavía hay un gran número de casos en los que las instituciones y las estructuras de poder no han cambiado significativamente, lo que permite la perpetuación de comportamientos indebidos.
Un aspecto relevante del #MeToo ha sido la atención mediática este movimiento. Lo que, por lo general, ha llevado a una mayor visibilidad sobre los casos de acoso y abuso sexual en la industria del entretenimiento (y entre personas de clase alta), lo que, desde luego, es algo positivo. Pero no todo es necesariamente es así. En el contexto en el cual surgió el movimiento #MeToo, se privilegian casos que involucran a celebridades o a las personas de alto perfil, ya que estos casos atraen una mayor atención mediática y claramente pueden ser utilizados para impulsar ventas, audiencias o la imagen pública de las empresas y organizaciones. De igual manera, es fácil concebir como las víctimas que pertenecen a clases sociales más altas a menudo tienen más recursos económicos y conexiones para denunciar o combatir el acoso y abuso sexual4 , lo que les permite acceder a mejores oportunidades legales y mediáticas. Incluso, en los casos en los que no es así, parece que los reclamos surgen de mujeres de ciertos empleos y condiciones sociales muy específicas. Esta atención desproporcionada en ciertos casos puede dejar a un lado a mujeres en situaciones de mayor vulnerabilidad, con menores recursos y en situación de discriminación, como aquellas que poseen trabajos mal remunerados, en condiciones de pobreza o pertenecientes a comunidades marginadas. Estas mujeres a menudo enfrentan barreras adicionales (que #MeToo no aborda) para denunciar o combatir el acoso y el abuso sexual, como el miedo a perder su empleo, la falta de acceso a servicios legales o la falta de representación en los medios de comunicación. Así las cosas, la exposición mediática (que en principio en positiva, pero que dentro del sistema capitalista es muy selectiva) puede limitar la capacidad del movimiento #MeToo para abordar y combatir el abuso sexual en todos los niveles de la sociedad, perpetuando la desigualdad, legitimando la discriminación en función de la clase social y la situación económica, en vista de que no parece promover un cambio sistémico y estructural más amplio, al menos dentro del sistema capitalista, ya que este centra la atención únicamente en casos mediáticos y rentables.
Esta exposición mediática, es lo que Dean (2009) denomina como “capitalismo comunicativo”. Un momento histórico en la cual la información y la comunicación se han convertido en mercancías, integrándose perfectamente en las estructuras capitalistas. Esta situación produce una fragmentación de la opinión pública y la política, lo que a su vez disminuye la eficacia de los movimientos al difuminar sus objetivos y debilitar su capacidad para promover un cambio sustancial en la sociedad.
El movimiento #MeToo se ha desarrollado principalmente en plataformas de redes sociales, lo que ha permitido la rápida difusión de testimonios. Esto ha permitido la imagen de una mayor conciencia sobre el acoso y la violencia sexual. Sin embargo, estas mismas plataformas contribuyen a la fragmentación de los discursos, la polarización y la competencia por la atención. De igual manera, es bien conocido como las redes sociales y las plataformas de comunicación están influenciadas por intereses comerciales, operando por medio de algoritmos que favorecen la viralidad y el sensacionalismo en lugar de un diálogo constructivo o un cambio social real. Por ejemplo, en redes sociales como Twitter y Facebook, las personas están expuestas a opiniones que refuerzan sus creencias (esto se conoce como Echo chambers), lo que fácilmente puede conducir a la radicalización de posturas, lo que dificulta la posibilidad de un diálogo social constructivo y un consenso en torno a soluciones políticas para resolver los problemas estructurales que generan y perpetúan el acoso y la violencia sexual.
De hecho, la naturaleza fraccionada de las plataformas de las redes sociales fomenta la atención en casos sensacionales o celebridades en lugar de centrarse en soluciones políticas o estructurales a largo plazo. Distorsionando fuertemente la realidad, al visibilizar una serie de casos concretos, se provoca una idea de que verdaderamente se ha producido algún tipo de cambio, cuando realmente no es así. Por ejemplo, la caída de figuras públicas como Harvey Weinstein o Bill Cosby acapararon los titulares, pero no han provocado que se aborden las causas fundamentales del acoso y la violencia sexual en la sociedad en general.
La rápida difusión de información y la saturación de noticias en el capitalismo comunicativo desvía la atención pública de problemas críticos, provocando que los temas de relacionados con la verdadera justicia social sean efímeros o temporales. Tanto así, que después de un período de atención intensiva en el movimiento #MeToo, su importancia mediática disminuyó con la misma velocidad con la cual se presentó inicialmente, dando espacio para que otros temas o eventos pueden ocupar rápidamente la atención pública, limitando el impulso para abordar problemas estructurales y promover cambios significativos.
Este capitalismo comunicativo también dar lugar a la explotación comercial de movimientos como #MeToo. Al igual que con el movimiento BLM, el #MeToo ha sido asimilado por algunas empresas y organizaciones para promover su imagen pública sin abordar genuinamente las demandas y objetivos del movimiento. Por mencionar, algunos casos, en el año 2018, la marca de moda H&M lanzó una colección de ropa llamanda “Time’s Up” en apoyo al movimiento #MeToo. Aunque la colección tenía la intención de recaudar fondos para el fondo legal Time’s Up, la empresa enfrentó críticas debido a sus prácticas laborales y condiciones de trabajo en fábricas en el extranjero (Dearden, 2018), lo que generó serias preocupaciones sobre la autenticidad de su compromiso con la causa. Otra situación mediática se presentó en ese mismo año cuando Burger King lanzó una campaña en Rusia que ofrecía a las mujeres una recompensa en efectivo y comida gratis de por vida si quedaban embarazadas de un jugador de fútbol durante la Copa del Mundo (BBC, 2018). A pesar de que la marca eliminó rápidamente la campaña y se disculpó, fue criticada por hacer una promoción sexista y misógina en un momento en que el movimiento #MeToo estaba ganando reconocimiento. Como vemos, algunas marcas pueden intentar capitalizar el movimiento mediante campañas de marketing que parecen apoyar #MeToo, pero en última instancia, su objetivo principal es aumentar las ventas y la visibilidad de la marca, en lugar de promover un cambio social real.
Ciertamente, el movimiento #MeToo ha alcanzado algunos logros relevantes en cuanto a la visibilización de varios casos de abuso sexual, lo que sin duda es un aporte en la forma en que la sociedad enfrenta estas situaciones. Sin embargo, es necesario examinar críticamente sus limitaciones en el contexto del sistema capitalista, con tal de promover transformaciones duraderas y sistémicas que aborden estas problemáticas en todos los niveles de la sociedad, ya que como hemos mostrado para el sistema es bastante sencillo apropiarse y explotar el movimiento para promover la imagen pública de algunas empresas u organizaciones sin abordar genuinamente las demandas y objetivos del movimiento. El movimiento #MeToo debería abordar y reconocer las intersecciones entre el acoso y abuso sexual, con otras formas de discriminación y opresión, como el racismo, la homofobia, la transfobia y la discriminación de clase. Al hacerlo, el movimiento puede trabajar en conjunto con otras luchas sociales y políticas para abogar por cambios más amplios y sistémicos en el sistema capitalista que puedan mejorar la vida de todas las personas afectadas por la discriminación y la violencia.
Capitalismo de la identidad El caso del Pinkwashing
Las situaciones que hemos mencionado previamente son algunos ejemplos de cómo el capitalismo socava la eficacia de algunos movimientos. No obstante, la situación no se resume un asunto meramente económico, sino que se infiltra en todas las facetas de la vida. Nuestra interpretación es que, al menos en la episteme occidental, el capitalismo se sustenta (de manera más o menos justificada) en la impresión que el sistema económico actual es la concepción más desarrollada de distribución de riqueza. En este sentido, el sistema capitalista contemporáneo es visto como el aspecto más consumado de la realidad. Así las cosas, se absolutiza un aspecto de la realidad, y a través de él se subordinan todos los procedimientos de coherencia de la realidad, imponiendo de manera sistemática ciertas formas de existencia.
Tomemos, por ejemplo, el caso de la diferenciación sexual. En la actualidad se mantiene en las sociedades una diferenciación tradicional entre hombre y mujer, en la cual uno es, de manera general, el opuesto del otro. Esta situación, junto con una serie de discursos y prácticas que legitiman este binarismo, se ubican dentro de la estructura ontológica y epistémica de la heterosexualidad. Esto sería, grosso modo, la regulación heteronormativa en la cual se legitima y normaliza la exclusión y la discriminación de quienes no se ubican en este paradigma. Es decir, se invisibiliza, excluye o elimina los grupos nonormativos (i.e LGBTIQ+), por medio de un discurso que representa el poder heterosexual, dando por sentado una ontología binaria que se encuentra justificado por el conocimiento legal, biológico etc. Pues bien, esta situación encuentra legitimación y apoyo dentro de una estructura diferente, como lo es el sistema capitalista5 .
Este proceso se legitima, por medio de una base ideológica que, desde luego, está sustentada por una posición hegemónica-dominante (en este caso heteronormativa) que al ser vista la única vía posible (o la única correcta y por la tanto, la única legitima) se plantea dentro del plano del ser. Lo cual, reafirma no solo un sistema político-económico bien específico, sino además una identidad de género bastante marcada. Muchas prácticas de reconocimiento identitario vendrían a ser presupuestos lógicos para un determinado modelo de mundo (y de construcción de identidad) que demandan, formas de convivencia y sexualidad acordes con el poder establecido.
¿Cuáles elementos sostendrían la hipotesis previa? En primer lugar, es claro que muchos movimientos de reconocimiento no exigen un cambio sistémico en cuanto al modelo económico. De hecho, Fraser así lo cree:
La dimensión positiva de todo esto es que no necesitamos derribar el capitalismo para poner remedio a estas discriminaciones (las de reconocimiento), aunque sigamos pensando que es preciso derribarlo por otros motivos. La negativa es que es preciso transformar el sistema de estatus vigente y reestructurar las relaciones de reconocimiento (Fraser, 2017, pp.12)
Incluso, muchos de estos movimientos responden al modo capitalista que ha terminado por predominar en un mundo globalizado6 . Por lo que, la ideología y la moral hegemónica-occidental se institucionalizan, y se vuelven instituyentes a su vez, de una determinada forma social de conciencia que se considera que se pregona como multicultural, pero sin modificar los presupuestos epistémicos que originaron las exclusiones o discriminaciones y que se pretenden resolver. De alguna, forma son funcionales al sistema:
las políticas de reconocimiento sin más tienden a favorecer al mejor situado en el campo en cuestión. Las políticas lgtbiq pueden favorecer, y así está ocurriendo, a los gays por encima de las lesbianas, a los lobbys gays que capitalizan los negocios y los eventos ligados a esa problemática por encima de los gays de barrio que siguen sufriendo una dura marginación. Ellas sustentan el llamado capitalismo rosa, centrado en homosexuales con alta capacidad de consumo y formas específicas de consumir. (Galceran en Butler & Fraser, 2017, pp. 14)
Este capitalismo rosa (Pinkwashing) es una práctica en la cual empresas, organizaciones y gobiernos utilizan el apoyo a la comunidad LGBTQ+ para promover su imagen, sin necesariamente tomar medidas sustanciales para mejorar la vida de estas personas. Es una táctica de relaciones públicas que busca capitalizar el creciente apoyo a la igualdad LGBTQ+ para obtener beneficios económicos y políticos.
En este contexto, el capitalismo rosa puede ser visto como una estrategia capitalista que se beneficia de la inclusión y diversidad aparentes, pero que a menudo no aborda las verdaderas preocupaciones y necesidades de la comunidad LGBTQ+. Por ejemplo, en algunos casos, los hombres homosexuales pueden recibir más atención mediática y recursos económicos que las mujeres lesbianas. No es extraño ver cómo, los medios de comunicación (capitalismo comunicativo) pueden enfocarse más en las historias de hombres homosexuales y sus luchas, lo que genera una percepción desequilibrada de la comunidad LGBTQ+, lo que deja a las mujeres lesbianas o a la población trans subrepresentada. Además, las empresas pueden dirigir sus esfuerzos de marketing y promoción hacia productos y servicios dirigidos a hombres homosexuales, como aplicaciones de citas, clubes nocturnos y eventos, en lugar de brindar apoyo igualitario a productos y servicios para mujeres lesbianas.
Algo parecido ha sucedido con lo que algunos han llamado “Activismo de mercancías” (Mukherjee & BanetWeiser, 2012). Es decir, organizaciones empresariales y promotores de eventos que pueden capitalizar la temática LGBTQ+ al organizar eventos y actividades, como desfiles del orgullo y festivales, que se centran en la promoción, venta de productos y servicios. Apropiándose y explotando discursos de diversidad e inclusión, incluidas las cuestiones LGBTQ+. Aunque estos eventos pueden generar conciencia sobre las problemáticas de la comunidad, también pueden desviar la atención de las necesidades de las personas marginadas dentro de la comunidad LGBTQ+, como las personas transgénero, bisexuales y queer, que enfrentan desafíos y discriminación adicionales.
Lo cual puede contribuir a la creación de desigualdades dentro de la propia comunidad LGBTQ+. Así las cosas, las personas homosexuales con un mayor poder adquisitivo pueden acceder a productos y servicios exclusivos, como viajes y alojamiento en resorts dirigidos a la comunidad gay, mientras que las personas LGBTQ+ con menos recursos pueden enfrentar discriminación y marginación en su vida cotidiana. Estas desigualdades pueden generar brechas en el acceso a la atención médica, la vivienda y otros elementos cotidianos, lo que, en el mejor de los casos, limita la eficacia de las políticas y acciones destinadas a mejorar la vida de todos sus miembros.
¿Multiculturalismo unifrome?
Como vemos, la lógica capitalista y la economía de mercado han influido en la forma en que estos movimientos son representados y consumidos por la sociedad. En algunos casos, la atención mediática y el apoyo corporativo a estos movimientos pueden desviar la atención de sus objetivos fundamentales y dificultar sus esfuerzos por abordar las raíces estructurales de las desigualdades que enfrentan. Las implicaciones de un discurso como el capitalismo (en el sentido que nos estamos refiriendo) para las políticas de reconocimiento o reivindicación no pueden medirse, únicamente, por representar una imagen invertida del mundo concreto (negando sus contradicciones externas), sino que, además, debe tenerse presente junto a esto (imagen invertida) cual es la imagen superficial de las contradicciones internas que muestran según sus interés, y más importante aún, si existe algún discurso que las englobe todas, lo que a su vez implicaría que “dejarían de ser” contradicciones. Lo cual parece ser el papel de este tipo de movimientos, que siguen una lógica muy corporativa o fragmentaria, aun cuando quisieran creer que no es así. En este contexto, es posible que muchos de estos movimientos (aún sin saberlo), sean herramientas de homogenización y control social que, si bien pueden tener ciertas condiciones de validez intersubjetiva, son verdaderamente, las exigencias del mercado quienes dirigen las pautas de conducta para los individuos y la sociedad en general. El capitalismo actual necesita este tipo de movimientos ya que dan una impresión de divergencia y diferencia. Sin embargo, y a pesar de esto, solo permiten la creación de sujetos con identidades planas (a través de la determinación de un estilo concreto y determinado en lo económico social), reduciendo en el fondo y de manera subrepticia la diversidad humana por medio de una única experiencia humana reducida a lo económico. Es aquí donde se nota mayormente problema entre la identidad y la otredad, ya que, desde una perspectiva económica capitalista, se marca un cierre epistémico que marca claramente cuál es el paradigma “correcto”. Siendo así, el contenido esencial de estos movimientos puede responder a cualquier interés práctico de su interlocutor, haciéndolos, no solo particulares (en contraposición a la universalidad que pretenden), sino que además indiscutiblemente excluyentes. Es mucho más fácil una política de reconocimiento, que una redistributiva. En este contexto, es más sencillo permitir una marcha de Orgullo Gay (que además es muy lucrativa) que un movimiento sindical en Amazon. Desde luego que esto crea procesos de identificación que afectan negativamente las condiciones de la existencia humana concreta. Ya que refuerza otra serie de binarismos dicotómicos bastante peligrosos: nosotros-ellos, civilización-irracionalidad, justicia- injusticia, razónbarbarie, natural-anormal, nacional-extranjero o el tan difundido “choque de civilizaciones” (Hungtington). Esto en vista de que el capitalismo está intrínsecamente vinculado a la estructura organizativa social y económica que privilegia a algunos individuos y, sin embargo, excluye a muchos otros. Esta situación, se puede ver con facilidad en los movimientos que hemos utilizado como ejemplo. En el caso concreto que venimos comentando, el capitalismo, reproduce y refuerza las normas de género, permitiendo espacios reivindicativos que poco afectan su adecuado funcionamiento. Por lo que excluye personas de su población “meta”, en vista de que muchas de estas prácticas de reconocimiento están basadas en la organización sociopolítico-económica occidental dominante, que obviamente implica principios heteronormativos.
Multiculturalismo factico
El fenómeno del multiculturalismo ha sido objeto de un amplio debate en la literatura académica contemporánea. En este contexto, es posible identificar al menos dos dimensiones distintas del multiculturalismo, siguiendo la clasificación propuesta por Lamo de Espinoza (1995). El primero de estos elementos corresponde al multiculturalismo fáctico, que hace referencia a la diversidad cultural presente en las sociedades como una realidad objetiva. Esta dimensión describe la presencia y coexistencia de múltiples culturas y subculturas dentro de una comunidad o sociedad. Por otro lado, el multiculturalismo normativo se refiere a un enfoque ético-político que implica el reconocimiento activo de dicha diversidad cultural existente. El multiculturalismo normativo sostiene que se debe garantizar una igualdad formal entre todas las culturas o subculturas dentro de una sociedad. Las subculturas son grupos que no comparten las mismas creencias o comportamientos de la cultura dominante y, por lo tanto, se diferencian de ella. A través de este enfoque, el multiculturalismo normativo busca promover una sociedad inclusiva y equitativa, en la cual todas las culturas sean valoradas y respetadas en igual medida. Este enfoque ético-político contrasta con el multiculturalismo fáctico, que simplemente reconoce la diversidad cultural como un hecho, sin necesariamente abogar por políticas o acciones específicas para abordar esta diversidad y garantizar la igualdad entre las diferentes culturas y subculturas presentes en una sociedad. Es razonable suponer muchos de los movimientos que buscan la reivindicación dentro del capitalismo tengan como base una propuesta multicultural fáctica, que incluso podrían desconocer. Por ejemplo, un enfoque multiculturalista que respete los movimientos LGBTIQ+ (o movimientos como BLM) no puede materializarse adecuadamente en un sistema capitalista, al menos sin una reestructuración y redistribución económica significativa, que implicaría no solo un reconocimiento de facto de la diversidad, sino una revaloración de las condiciones corporales y subjetivas de existencia que definen a estos grupos, condiciones que se encuentran enmarcadas por el sistema capitalista. Incluso, este enfoque no sería viable si las concepciones multiculturales mencionadas previamente son correctas. Tanto la primera como la segunda concepción presuponen una posición privilegiada, una cultura dominante dentro de la cual coexisten el resto de las posiciones. Esto implicaría que el multiculturalismo, así como los movimientos que buscan reconocimiento identitario, siempre estarán influenciados hegemónicamente por algún contenido particular, lo cual explicaría la eficacia de este enfoque. Cabe destacar que cualquier opción humana está culturalmente enmarcada, y las teorías que abordan la multiculturalidad no escapan a esta premisa. Sin embargo, el concepto de multiculturalismo, así como su promoción, posee un efecto político al brindar un imaginario que supone un conjunto diverso de individuos, unidos a pesar de sus diferencias. Esto sugiere que el multiculturalismo no es únicamente una postura abstracta y ambigua, sino que también busca crear intencionalmente una falsa sensación de inclusión y reconocimiento. Esto se debe a que el multiculturalismo rearticula discursivamente deseos legítimos y luchas concretas, haciéndolos compatibles con las relaciones de asimetría social y dominación existentes. De esta manera, el enfoque multiculturalista puede servir como un instrumento que aparenta abordar las desigualdades y tensiones culturales, pero en realidad perpetúa las estructuras de poder y exclusión dentro del sistema capitalista. La medida cultural con que interpretar y actuar en el mundo ha sido establecida por un hombre varón, masculino, blanco, propietario, mayor de edad, europeo, cristiano y con éxito de ganador. En este sentido (…) pasan a ser una especie de traje con corbata construido para un cuerpo concreto sin que permita (…) el reconocimiento o la existencia de otras corporalidades (Sánchez Rubio, 2010, pp.5) Este multiculturalismo a menudo se presenta bajo la forma de proyectos inclusivos y tolerantes que promueven la diversidad o el respeto hacia las diferencias culturales e identitarias en el marco del sistema capitalista (i.e el capitalismo rosa). No obstante, es crucial analizar de manera crítica y reflexiva cómo estos enfoques pueden, en realidad, perpetuar estructuras hegemónicas e ideologizantes dentro del capitalismo. En este sentido, el capitalismo requiere de políticas como el capitalismo rosa (o de movimientos como el BLM o #Metoo) para que funcionen como mecanismos de “autocensura” o “autocrítica”, lo que asegura la efectividad y legitimidad de su discurso totalizador. La aparente inclusividad multiculturalidad de estos movimientos, proyecta una imagen abstracta de un conjunto de grupos identitarios coexistiendo pacíficamente, pero en realidad es una estrategia autorreferencial que se define a través de la diferenciación con respecto al “otro” abstracto. Este enfoque se centra en representaciones estereotipadas de ciertas identidades, pero excluye a otros grupos reales que no se ajustan a estas categorías simplificadas, como latinos trans, indígenas homosexuales, chicanos queer, mujeres inmigrantes, por mencionar algunos ejemplos.
Este “multiculturalismo respetuoso” percibe en otros grupos identitarios lo que desea ver, ignorando la diversidad real y las luchas específicas de estos grupos. La “universalidad capitalista” necesita del multiculturalismo y, en consecuencia, lo produce y reproduce ideológicamente a través de una violencia estructural y simbólica que privilegia contenidos que se ajustan a la lógica heteronormativa, racista o clasista del sistema capitalista.
Asimismo, es posible encontrar movimientos de ciertas sexualidades periféricas que adoptan una perspectiva reduccionista y esencialista, excluyendo a otros grupos que no se ajustan a sus criterios de identidad. La teoría de la multiculturalidad, en este contexto, propone un universalismo tolerante y un multiculturalismo políticamente correcto, pero que no logra integrar ni reconocer genuinamente a otras corporalidades concretas, como la niñez indígena, mujeres campesinas o personas sin propiedad, entre otros.
Por lo tanto, es fundamental adoptar un enfoque crítico y reflexivo sobre el multiculturalismo (así como de los movimientos en los que subyacen estos enfoques), analizando sus limitaciones y desafiando las estructuras hegemónicas e ideologizantes que perpetúan dentro del sistema capitalista. Para lograr un reconocimiento y respeto genuino de la diversidad y las diferencias, es necesario repensar estas políticas y enfoques y buscar alternativas que promuevan una verdadera inclusión y equidad en las luchas identitarias y sociales.
Como consecuencia, en vez de promover la intersección entre las diversas discriminaciones esa política mantiene compartimentos estancos, como si unas no tuvieran que ver con otras. En vez de promover la solidaridad entre todos los afectados esa política promueve la colisión por los recursos. Es extraordinariamente congruente con el modelo económico-político vigente sustentado en la insolidaridad y el individualismo para que el reconocimiento de «los/as diferentes» no ponga en cuestión el status vigente. (Galceran en Butler & Fraser, 2017, pp. 14)
En el contexto actual, se puede observar cómo las injusticias sociales se perpetúan debido a la construcción de una otredad inherente al sistema capitalista, el silenciamiento de ciertos grupos y personas, así como la invisibilización epistémica y cultural de aquellos que, aunque forman parte de movimientos como BLM o #MeToo, no se ajustan a los ideales heteronormativos, raciales o de clase que subyacen en los valores promovidos por el capitalismo. A pesar de que muchas políticas de reivindicación buscan abordar y transformar las estructuras de poder en las sociedades, es fundamental reconocer que un cambio sustancial hacia el verdadero reconocimiento de la diversidad y las diferencias no será posible sin modificar el sistema económico que mantiene estas desigualdades en un plano referencial diferenciado.
Conclusiones
El capitalismo como sistema económico y social tiene una influencia profunda en la forma en que se articulan las relaciones de poder y la distribución de recursos en la sociedad. Este sistema, intrínsecamente vinculado a la estructura organizativa social y económica, tiende a privilegiar a ciertos individuos y grupos mientras excluye y margina a otros. Dentro de este contexto, los movimientos reivindicativos como BLM y #MeToo, si bien han logrado aumentar la conciencia pública sobre problemas específicos como la discriminación racial y el acoso y abuso sexual, en ciertos casos pueden verse limitados en su capacidad para generar un cambio sistémico y desafiar la lógica capitalista subyacente que perpetúa estas desigualdades.
La razón de esto radica en que el capitalismo, tiende a reproducir y reforzar las normas y estructuras de poder dominantes, como las de género, racial, etc. Bajo el capitalismo, algunos movimientos reivindicativos pueden encontrar un espacio de expresión y visibilidad al alinearse con los intereses y objetivos del sistema, lo que a su vez puede conducir a un enfoque más limitado y superficial en su lucha por la igualdad y la justicia. En otras palabras, el sistema capitalista puede apropiarse de ciertas demandas y luchas de estos movimientos para mantener su funcionamiento adecuado, en lugar de permitir un cambio transformador que desafíe las estructuras de poder existentes. Por lo tanto, para que los movimientos reivindicativos logren un impacto genuino en la lucha contra la discriminación y la justicia social, es fundamental que aborden las raíces estructurales del problema, incluido el papel del capitalismo en la reproducción y reforzamiento de las desigualdades y relaciones de poder. Esto puede implicar la construcción de alianzas entre diferentes movimientos y la promoción de enfoques más radicales y transformadores que desafíen directamente el sistema capitalista y sus estructuras de poder. En este contexto, es importante analizar críticamente cómo la lógica económica capitalista puede influir en la forma en que estos movimientos y sus representaciones en los medios de comunicación abordan y tratan de transformar las desigualdades sociales. Una investigación más profunda en este ámbito podría arrojar luz sobre las limitaciones, así como los desafíos que enfrentan estos movimientos al intentar generar un cambio real, al tiempo que proporciona una comprensión más matizada de las intersecciones entre la política de identidad, la representación mediática y la economía capitalista.
Para avanzar en la lucha por un reconocimiento más inclusivo y equitativo de las diversas identidades o de experiencias vitales divergentes, es necesario replantear y reevaluar los enfoques existentes, así como las políticas actuales en relación con los movimientos sociales y las reivindicaciones identitarias que subyacen a estos. En el ámbito académico, esto implica un compromiso con la producción de conocimientos críticos y reflexivos que cuestionen las estructuras hegemónicas y las relaciones de poder en el sistema capitalista.
Asimismo, es importante fomentar la creación de espacios de diálogo y colaboración entre diferentes movimientos, comunidades y disciplinas, para desarrollar enfoques interdisciplinarios y transversales que aborden las intersecciones y complejidades de las luchas identitarias y sociales en un mundo globalizado.
Referencias bibliográficas
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Fechas de Publicación
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Fecha del número
Jul-Dec 2023
Histórico
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Recibido
09 Mayo 2023 -
Acepto
13 Nov 2023