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Calleja. Guerra, botín y fortuna de Juan Ortiz Escamilla
Francisco Miguel Martín Blázquez * franma04@ucm.es
Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, México
Ortiz Escamilla Juan. Calleja. Guerra, botín y fortuna.
2019. Castellón de la Plana. Servicio de Publicaciones de la
Universitat Jaume I. 270pp.
El libro que procedemos a reseñar trata sobre un personaje tremendamente controvertido del periodo de la Independencia mexicana, Félix María Calleja del Rey (1753-1828). Militar de formación y carrera, virrey de la Nueva España y a la postre noble. En otras palabras, fue un súbdito ejemplar, que acabó aupado por méritos de guerra en lo más alto de la jerarquía colonial española en América, agraciado con la dignidad virreinal, lo cual le permitió, a su vez, acceder a un título nobiliario. Personalidades como la suya se mueven entre la memoria construida a su alrededor en los relatos sobre su época y por toda la mitología que ello produce. A él le tocó ser uno de los más destacados antagonistas en el origen de la historia nacional mexicana, esa historia patria que le vilipendió por lo que fue: un hombre de armas en la política y la sociedad de su tiempo y, ante todo, un convencido partidario del rey, siempre al servicio de su causa. Pero si bien se señala en la contraportada del libro, recordando las palabras de Francisco Tomás y Valiente, que “la historia es campo de realidades, no de mitos” –es decir, estos han de ser puestos a prueba–, en torno a Calleja resulta difícil desligarle de los que giran a su alrededor. Tal como muestra este libro, él tenía su reputación labrada por sus acciones bélicas y represivas, por sus posiciones en una época de alta polarización en los posicionamientos políticos y por su actitud tan agresiva, poderosamente intransigente, hacia sus oponentes y detractores.
El contenido de esta monografía viene a exponernos, tras una concienzuda investigación realizada a lo largo de décadas, los pormenores de este desarrollo vital y el papel de uno de los nombres más sonados de la etapa revolucionaria tanto en México como tras su regreso a España. De la mano de uno de los mejores especialistas en la época, el profesor de la Universidad Veracruzana Juan Ortiz Escamilla –quien con ello dice dar por concluida una etapa investigadora de su vida que le ha acompañado desde su doctorado–, recorremos numerosos pormenores de este periodo convulso mientras conocemos mejor al biografiado. Un biografiado que, todo sea dicho, hasta ahora no había contado con un estudio pormenorizado, de carácter monográfico, sobre su vida como el que tenemos entre manos.
Por la edición que manejamos, de la Universitat Jaume I de Castellón –la anterior fue editada en México en 2017, un par de años antes que esta, entre El Colegio de Michoacán y la Universidad Veracruzana–, debemos dar inicio con la triple presentación que precede a este texto, con la firma de Juan Marchena, Jorge Catalá y Manuel Chust. Cada investigador representa uno de los tres perfiles más resaltables de entre todos los llamativos méritos de esta obra: el primero es un referente en los estudios en torno a la historia de los ejércitos borbónicos en la América española, el segundo en la vertiente académica levantina, heredera de las enseñanzas de Enric Sebastiá o Pedro Ruiz Torres sobre las transformaciones sufridas en torno a la propiedad de la tierra en el Reino de Valencia durante esta etapa de transición entre el final del Antiguo Régimen y el inicio de la modernidad política, y el tercero de ellos como aglutinador entre los estudios regionales valencianos y generales para el caso americano en la época de las primeras revoluciones en el orbe hispánico. Estos antecedentes, como se venía apuntando, no son una cuestión baladí, puesto que Ortiz Escamilla los conjuga magistralmente para darnos a conocer a este polémico personaje como un prohombre de su tiempo, en quien todos estos aspectos se encontraban conjugados.
En lo que respecta al contenido de esta obra, hay que referir que se estructura en varias partes. La primera es una breve introducción en donde se perfila una serie de cuestiones previas sobre la concepción y el proceso de investigación, además de referirse de manera más precisa a la reputación historiográfica del biografiado. A continuación, vienen cuatro capítulos que desgranan los episodios más significativos de su carrera. El primero de ellos trata someramente sobre sus orígenes: procedencia, formación y ascenso militar. Un segundo capítulo nos habla de su papel durante los convulsos años de la crisis de la Monarquía española, en los conflictos bélicos que asolaban el territorio novohispano entre 1810 y 1812, en especial dentro de la región de El Bajío, destacando la campaña contra el primer movimiento insurgente del cura Hidalgo y sus seguidores o del hito que fue el sitio de Cuautla contra Morelos y sus tropas. El tercero se adentra en sus años como jefe superior político y virrey de la Nueva España (1813-1816), resaltando su papel más político en el cual primó, ante todo, un furibundo antiliberalismo y una fuerte desconfianza hacia otras instituciones y sectores sociales de la elite local y del gobierno indiano. Finalmente, un cuarto capítulo aborda las cuestiones referentes a la culminación de su ascenso social y enriquecimiento, ya una vez de regreso a Europa, a través de los paulatinos negocios y tejemanejes que tanto él como su familia y otros agentes a su servicio realizaron, sin descuidar las demás vicisitudes acaecidas durante sus últimos años de vida. La obra termina con el correspondiente apartado de conclusiones y con un listado de las fuentes y bibliografía utilizadas para la redacción del producto definitivo.
Al entrar en materia, es acuciante destacar toda una serie de cuestiones y aportes que en los capítulos centrales del libro se abordan y qué relevancia tienen en el conjunto de estudios sobre la época. El primer capítulo es una muestra sobre cómo comprender las estrategias de promoción tanto profesional como particular por la vía de las armas al servicio de la Corona al final del Antiguo Régimen. A pesar de ser quizás la parte más descriptiva, por presentar el contenido de los informes derivados de su destino como visitador en distintas regiones novohispanas, todo ello le sirve a Ortiz Escamilla para ahondar, en la última sección de este capítulo, sobre sus vinculaciones en el orden local para irse enriqueciendo. Su relación con familias potentadas y de comerciantes, en donde tanto Calleja como el resto de las partes se beneficiaban de las informaciones privilegiadas para hacerse con ingentes caudales y cubrirse las espaldas en sus negocios destinados a percibir un lucro que, en ocasiones, resultó desmedido. La ruta por villas, haciendas y espacios de frontera encomendada al entonces capitán, sumado a su paulatino ascenso en el escalafón militar, le acarrearon no pocas ventajas de cara a participar de ese tipo de negocios y a entroncar con las oligarquías de espacios en auge en la región de El Bajío, como ocurrió en San Luis Potosí. Pero este capítulo no solo nos habla de los primeros pasos de la fortuna indiana que fue amasando, sino que rescata otro aspecto importante de las labores del ejército en la época: la elaboración de informes destinados a aportar mejoras en las condiciones de las regiones a través del tradicional instrumento de la visita. Calleja, que era un hombre ilustrado –por su lustre particular, fruto de su formación e intereses, más que por su interés real por el movimiento de la Ilustración, no debemos olvidarlo–, aplicaba sus conocimientos para recomendar soluciones a los problemas que veía en los lugares por los que estuvo y pasó. Así, son dos las máximas que apreciamos a la hora de acercarnos a esta tradicional documentación que el autor tan bien desglosa: eficiencia a la hora de analizar y describir las situaciones y mostrar la eficacia de sus resultados a la hora de implementar las propuestas. Estos fueron, pues, los elementos más destacables para su promoción y como méritos a aducir para sus futuros ascensos.
El segundo capítulo entra de lleno en el perfil de Calleja más conocido: el de militar realista contrainsurgente. Centrado en las campañas de los primeros años del conflicto, durante el inicio y mayor auge de los insurrectos contra el gobierno virreinal, muestra de manera panorámica la faceta más vinculada a su desempeño como un oficial curtido. Su perfil estratégico y marcial se antepone a lo largo de un relato de batallas, persecuciones y gestiones de la situación, mostrando sus habilidades en el campo de batalla y en la organización de tropas, comandante de las mismas y fiero represor de sus adversarios. Caben resaltar en especial dos aspectos: el de Calleja como dirigente del Ejército del Centro, un cuerpo al cual siempre trató de impregnar de un aura de disciplina y profesionalidad a pesar de contar con efectivos de todo orden y procedencia, y las grandes batallas de las que se compusieron las dos campañas realizadas contra las fuerzas reunidas por Hidalgo primero y por Morelos después. Con ello, apreciamos el tira y afloja constante de la realidad bélica, con sonadas victorias y derrotas o las lecturas propagandísticas que se dieron por parte de los bandos en contienda. De esta forma, sobre todo a raíz de lo recogido en informes, memoriales y testimonios posteriores no solo de participantes, sino de testigos de época, se nos ofrece la perspectiva de los distintos ángulos desde los que se reconstruyeron todos estos procesos. Ante todo, la conclusión que se puede extraer es apreciar lo que fueron las últimas campañas como militar activo del ya general Calleja, durante las cuales puso en práctica todos sus conocimientos y experiencia, con resultados de lo más variado por la multitud de factores que hay que considerar a la hora de acercarse a este tipo de sucesos.
El tercer capítulo entra de lleno en el acceso directo a lo más alto de la política de nuestro biografiado. Tras su enfrentamiento con el anterior virrey, Francisco Xavier Venegas, accedió a ese mismo cargo, aunque en teoría privado, por hacerlo durante un periodo constitucional, de casi todas sus prerrogativas tradicionales. Por ello, y en aras de evitar que la situación empeorase para los defensores del orden colonial, se abrogó capacidades que extralimitaban las de su condición como jefe superior político de la provincia de México. Así, haciendo gala de toda una serie de artimañas, derogó y suspendió numerosas disposiciones procedentes de la península y de la Constitución de 1812 misma, todo por mantener ese statu quo frente a infidentes y partidarios del autogobierno local y regional. Los nombres de las secciones de las que se compone este capítulo son muy elocuentes en lo referente a su paso por la institución virreinal: ante “el liberalismo novohispano” como némesis del constitucionalismo y la llamada por Antonio Annino “revolución de los pueblos”, propugnada por las facultades que confería a los ámbitos municipal y provincial la Carta gaditana. “La Ciudad de México y la crisis del poder” nos da pistas sobre las decisiones que hubo de tomar a consecuencia de la transformación producida en las instituciones de gobierno de la capital y cómo trató de atajarlas para mantener el orden a través de sus luchas contra las diferentes oposiciones, aun cuando estas fueron abolidas tras la restauración fernandina. En “La dictadura militar” muestra una serie de elementos característicos de la militarización de las políticas, encaminadas siempre a la lucha contra los insurgentes, pero que le valía también para abrogarse potestades extraordinarias de control o favorecer el enriquecimiento de los altos mandos militares. Frente a “sus detractores”, Ortiz Escamilla ofrece un recorrido por diferentes pleitos y conflictos que tuvo con todo tipo de agentes y sectores por sus actuaciones al frente del gobierno virreinal. En este sentido, se enfrenta a corporaciones, insurgentes como José María Morelos, Leona Vicario o Josefa Ortiz, la esposa del corregidor de Valladolid, colectivos de opositores americanos o peninsulares, en especial del alto clero, como los obispos Manuel Abad y Queipo o Antonio Pérez. En este sentido, echamos en falta que ahondase en las relaciones tan desiguales que mantuvo con los miembros de otro tradicional y principal órgano de gobierno, la Real Audiencia. No podría ser lo mismo cómo se vinculaba con el oidor y auditor de guerra Miguel Bataller Ros o con el alcalde de la sala del crimen Juan Collado que con figuras más displicentes como Juan Ramón Osés, Manuel de la Bodega o Jacobo de Villaurrutia, por poner algunos ejemplos, o las tensiones constantes que tuvo con el decano de los fiscales, Ambrosio de Sagarzurieta.
El cuarto capítulo nos habla de la culminación de sus aspiraciones, a pesar de las frustraciones vividas, en su regreso a España tras abandonar el virreinato. Aunque empieza dándonos un somero acercamiento a sus últimos años de vida –la concesión de condecoraciones a pesar del ninguneo al que le sometió Fernando VII, los cargos que desempeñó y su truncado destino, por la sublevación de la tropa a finales de 1819, de su retorno a América, con la consecuente prisión, frustración y retiro durante el Trienio Constitucional para finalmente acabar sus días entre sus adquisiciones valencianas–, lo que más destaca de este último capítulo, como aportación hasta la fecha pendiente de abordaje por parte de la historiografía, ha sido el manejo y distribución de su fortuna. A lo largo de los capítulos anteriores ya nos iba dando Ortiz Escamilla pistas sobre cómo fue adquiriendo todos los recursos que utilizó y poseyó para que, tras su muerte, su viuda y testaferros fuesen haciéndose con una nada desdeñable cantidad de propiedades de tierra e inmuebles. Los listados que aportan testamentos y contratos, extraídos en su mayoría de archivos regionales y de protocolos notariales, permitieron al autor reconstruir las operaciones llevadas a cabo por todos estos agentes en pos de incrementar el patrimonio familiar del linaje del ya conde de Calderón y sus sucesores, con todas las rentas y adeudos que implicaba su tenencia claramente con vistas a establecer un mayorazgo. Aun con todas las estrategias de ocultación que llevaron a cabo para evitar tributar al Real Erario más de lo necesario.
Como valoración general del recorrido ofrecido por Ortiz Escamilla sobre la vida de Félix Calleja, el autor destaca una serie de elementos como definitorios de su carrera y enriquecimiento, entre ellos la corrupción sistemática existente en las dinámicas del gobierno virreinal, la generalización de la situación de guerra y los conflictos armados en el periodo y cómo esto fue lo que causó las transformaciones en los aparatos de gobierno en la Monarquía española y, por tanto, en sus fundamentos, o la propia ambigüedad de Calleja como mayor defensor y destructor de este orden. Por último, conviene también destacar el aporte de ilustraciones, principalmente mapas elaborados sobre algunos de los elementos expuestos a lo largo del texto, y gráficas que recogen aspectos cuantitativos que dotan de un valor añadido a la obra. Con esto, se ofrece al público informaciones primarias muy sugerentes para quienes lo consulten en busca de datos más concretos y que contribuyen a complementar los contenidos del relato.
En definitiva, Calleja. Guerra, botín y fortuna es una obra paradigmática, de esa clase de libros que se convierte en el clásico instantáneo sobre su tema por una serie de razones. La primera es por el adecuado uso de lo que Sabina Loriga ha definido como “historia biográfica”, es decir, la reconstrucción de una época y sus complejidades a través del estudio de la vida de uno de sus protagonistas. El recurso revalorizado de un género usualmente vilipendiado como ha sido el de la biografía obtiene nuevo vigor gracias a trabajos de este tipo, ya que nos ofrecen una panorámica a raíz de personalidades icónicas del momento. Su valor no radica tanto en derribar mitos, sino en recurrir a ellos para brindar una mejor comprensión de contextos concretos que se corresponden con las vivencias del biografiado. En este sentido, son varios de tales aspectos los que nos han llamado la atención y que, sin duda, son aportes sustantivos. El que más nos gustaría resaltar es el de su papel de gestor como militar y, a la par, de militar metido a gestor. Calleja, al igual que en otros casos fraguados desde la centuria anterior, se valió de su carrera en el ejército para mejorar su posición social a toda costa y enriquecerse, recurriendo a los resortes y las dinámicas propias fruto del contexto bélico. En este sentido, hay que resaltar otra razón, la tercera, que sería la revalorización de este tipo de perfiles a través de un acercamiento más allá de sus glorias militares o de su reputación política, o sea, un acercamiento desde las posiciones de lo que podríamos definir como nueva historia militar o estudios socioculturales de la guerra, más cercanos a mostrar un perfil humano que a la imagen tradicional que se pueda tener de un hombre de armas. Desde tales parámetros, comprendemos mejor el rol de lo que significaba la alta gradación más allá de campañas bélicas y batallas, se saldaran con victorias o derrotas. Lo que nos viene a enfatizar es su papel como gestor, encargado de luchar en nombre del rey, defender sus territorios de enemigos internos y externos; a fin de cuentas, de mantener el statu quo de dominación en las posesiones reales para lograr sus objetivos de promoción. En esto, Calleja cumplió ejemplarmente y, en consecuencia, fue premiado de manera acorde. Defender el sistema para valerse de él, con lo que se reafirmaba a la vez como un notorio partidario del mismo. Creemos que es en estos puntos donde reside el verdadero aporte del libro, el cual ofrece pautas para acercarse a la vida de otros partícipes del momento y analizarlos desde parámetros similares.
Al hilo de este último apunte, quedan por conocer en estos términos, a nuestro parecer, a otras figuras del ámbito militar borbónico de la época, ya hayan sido virreyes –Francisco Xavier Venegas o Juan Ruiz de Apodaca, incluso Juan O’Donojú– u otros oficiales subalternos, generalmente segundos al mando –Manuel de Flon, José de la Cruz o Manuel de la Concha, por referirnos solo a algunos de ellos–, incluso quienes no tengan que ver con los colectivos movilizados para la guerra o con el ejército. De esta forma, continuaremos aportando valiosa información sobre el momento histórico que continuamos conmemorando desde hace más de una década y del que, cuanto más parece hablarse en determinados foros públicos, menos parece tenerse en cuenta lo que ofrecen para la reflexión trabajos así de minuciosos. La tónica imperante es la de que se continúen reafirmando tópicos que, por muy basados en la realidad que sean, siguen impregnando nuestras visiones del pasado desde los valores de nuestro presente y con una perspectiva finalista. Es, pues, una labor que continúa pendiente de construcción y discusión –o que continuamos elaborando y debatiendo–, pero todavía queda, como lamentablemente suele ser habitual, hacer un mayor esfuerzo en la correspondiente labor de difusión de estos resultados y valoraciones.
Referencias
Fechas de Publicación
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Fecha del número
Jul-Dec 2021