Las intenciones de Alí García Segura, investigador de la cultura bribri, su cultura materna, al escribir Ditsö rukuö. Identidad de las semillas: Formación desde la naturaleza, son a la vez muy sencillas y muy complejas.
Sencillas, porque el texto se presenta en tal forma, como para que cualquier persona lo lea y entienda aspectos esenciales de la cultura bribri con provecho. Está pensado tanto para un público propiamente bribri, como para un público costarricense e internacional, por ello viene en los tres idiomas correspondientes: bribri, español e inglés. Tras unas breves palabras preliminares, el autor se refiere a lo que entiende por “identidad de las semillas”, en bribri “ditsö rukuö”, el significado de los mismos bribris, podría decirse, su verdadero nombre. Una pequeña introducción sitúa la razón de ello, los bribris son las semillas de Sibö, unas de tantas que tiene, tuvo. Luego entonces se refiere, en secciones específicas, a animales emblemáticos en esta cultura, por el significado particular que guardan en relación con la creación del mundo, la Historia tal y cómo los bribris la forjaron en su multimilenaria sabiduría: danta, jaguar, gavilán norteño, armadillo, búho, águila arpía, felino de agua, cocodrilo. Cada uno con su propia referencia mitológica o parte de la misma, pues, como lo sabemos quienes hemos tenido la suerte de trabajar con especialistas que resguardan esta sabiduría, cada detalle se presta para largas narraciones e interpretaciones. El libro termina simplemente con una tabla con los nombres de los animales aludidos, su nombre científico y un reconocimiento a los colaboradores, entre los que destacan miembros de su propia familia.
Pero, también, las intenciones son complejas, por cuanto Alí ha sido crítico de la libertad que a veces nos hemos tomado traduciendo esa sabiduría que se expresa primeramente en bribri, y equivocando conceptos y significados.
Por ello, escribir este texto es también una llamada de atención para volver a ubicarnos en la sabiduría originaria, obligarnos a volver a su cauce.
En cierto modo, es un regaño, y así lo tomo aplicando aquello de que “a buen entendedor pocas palabras”.
A mí, como antropólogo, la lectura de Ditsö rukuö. Identidad de las semillas: Formación desde la naturaleza, me ha motivado para pensar críticamente algunos alcances de mi disciplina y situar más claramente lo que algunas corrientes novedosas plantean para repensarla o refundamentarla.
La Antropología inició a fines del siglo XIX y principios del XX con una mirada del “otro primitivo” que tenía una virtud y un defecto. La virtud fue conocer y dar a conocer las culturas de pueblos por los que ninguna disciplina se interesaba, maravillarse con el descubrimiento de las sutilezas complejas de sus culturas, de sus construcciones simbólicas, tras apariencias extremadamente humildes, sencillas e incluso toscas. Y es lo que motivó un acercamiento etnográfico, por la necesidad de comprender a esos otros “desde adentro”, desde sus propias vivencias, sus propios decires.
El defecto fue que la Antropología nació en el hemisferio norte como posicionamiento colonial. El acceso a ese otro se dio por la existencia de lazos coloniales o imperialistas, de dependencia. El etnógrafo estaba asociado, sino a una empresa, al menos a una estructura colonialista. Si bien podría decirse que no importaba, en el sentido que al final la transcripción etnográfica, la realidad del otro se hacía valer en sí misma, la verdad es que el lente colonial implicó un particular enfoque epistemológico en el que la “primitividad” era conceptualizada como la manifestación de un tiempo primigenio anterior a la civilización, tiempo que ya Occidente había perdido hacía centurias o milenios, pero que ahora tenía la oportunidad de documentar. El otro era una especie de espejo que reflejaba un “yo” en un pasado muy remoto.
La peor parte de esa apreciación fue efectivamente la de ver al otro como inferior, atrasado y obstáculo para el desarrollo. La mejor fue la de resucitar a Rousseau al ver al otro primitivo como manifestación del paraíso perdido, entre ellos Claude Lévi-Strauss al indicar que si bien el marxismo es una teoría respetable de las determinaciones históricas, se equivoca en un punto y es que el ser humano, lejos de liberarse con el desarrollo de las fuerzas productivas, se enajena cada vez más y se separa cada vez más de la comunidad primitiva verdaderamente libre de donde partió.
El desarrollo de lo que Esteban Krotz y José Alejos llamaron las “Antropologías del Sur”, esas que construyeron ideas propias, en particular desde América Latina, cambió el enfoque a partir de una crítica muy aguda de aquella mirada colonialista de las “Antropologías del Norte”. Para empezar, aquel “otro” se empezó a mirar como parte de un “nosotros”, coterráneo y plenamente contemporáneo, como uno de los actores clave en la construcción de la interculturalidad. Ese vuelco también tuvo sus excesos, como por ejemplo hacer del otro un nuevo campesino pobre, quitándole su “indianidad”, para enmarcarlo en una visión conjunta de un supuesto sujeto que se encargaría de la revolución -a defecto de una sustanciosa clase proletaria- al tomar conciencia de su opresión.
Sin embargo, el cambio de enfoque epistémico, abandonadas las esperanzas campesinistas, dignificó a ese otro al comprenderlo como sujeto de su propio destino, como actor en la tarea de refundar la sociedad y el Estado.
Una gran parte de las tareas de la Antropología significó reseñar, apoyar sus luchas, jugar el papel de intelectual orgánico con sus movimientos o movilizaciones.
Pero, la Antropología por mirar el bosque perdió la capacidad de distinguir el árbol, perdió la capacidad de aquella virtud originaria, es decir, de conocer y dar a conocer la cultura del otro, sus extraordinarias y exquisitas construcciones simbólicas.
Y aquí se sitúa el llamado del antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro para que la Antropología no perdiera el enfoque de la visión de mundo que ese otro construye por sí mismo, esa imprescindible perspectiva. El enfoque de Viveiros de Castro con razón se conoció como “perspectivismo”.
No implicó perder el enfoque epistemológico del “otro” como parte de un “nosotros”, en el sentido de reconocer su legitimidad en la construcción o reconstrucción de la sociedad. Pero sí implicó el convencimiento de que no es suficiente con reconocer su papel de actor social, sino que ese papel no tiene sentido si no se comprende y legitima la perspectiva que el otro tiene del mundo. “Mi problema -dice Viveiros de Castro- era entender estas sociedades en sus propios términos, o sea, en relación a sus propias relaciones, lo que obviamente incluye sus relaciones con la alteridad social, étnica, cosmológica” (Viveiros de Castro, 2013, p. 9).
Ese mundo en que “quepamos todos y todas” que reclamaron los y las zapatistas, no es un mundo con una cultura global y homogénea que resume la de todas las partes, tiene que ser un mundo verdaderamente plural porque es así como las voces diversas tendrán valor por sí mismas. Algunas personas pensarán toda esta diatriba ajena al propósito de comentar la obra de Alí García, pero es la que me permite ahora referirme al valor especial que tiene Ditsö rukuö. Identidad de las semillas: Formación desde la naturaleza.
Cito, de varias partes del texto: “Sibö (entiéndase como Dios)” (2016, p. 14). Existe un momento en que todos somos iguales, una esencia de vida que luego se expresará a través de algún ser. La vida de los bribris es una constante oración ante las otras semillas que nos rodean. Nosotros vivimos de ellas, de igual manera ellas viven de nosotros (2016, p. 14).
“Dicen los mayores que la danta permanecía allá abajo donde tenía su casa” (2016, p. 18), y allá abajo es debajo de donde nace el sol. Sibö la convenció -la engañó- para que viniera a su lugar, a este lugar.
“Si me decido a ir -dijo ella- llevaré todas mis pertenencias e identidad para compartir con mis parejas. Yo beberé de ellos” (2016, p. 23).
Al gavilán Irö, cuando va pasando “uno le pide la semilla. Se pide tomando a un niño primogénito y dándole palmaditas por la espalda diciendo: ‘regáleme, regáleme, regáleme, regáleme las semillas de su comida…’” (2016, p. 34).
Todos los seres: danta, jaguar, gavilán, armadillo, búho, águila arpía, cocodrilo y hasta el mítico felino de agua di’namù, todos mentados específicamente en Ditsö rukuö, están aquí con un propósito, al menos en la perspectiva de la cultura bribri originaria.
Con ello estoy y no estoy diciendo que el trabajo de Alí sea “perspectivista” a la manera definida por Viveiros de Castro. El “perspectivismo” es un enfoque teórico de la Antropología y Alí no es antropólogo, diré que no necesita serlo, al menos para ser perspectivista. El perspectivismo supone un posicionamiento de quien se acerca a algo diferente a lo suyo de manera que trasciendan y tomen fuerza los significados propios de la cultura que se aprehende. Pero lo que Alí hace, me atrevería a decir que no es posicionarse a partir de un enfoque fundado, racionalizado, sino desposicionarse de aquellos lugares comunes que frecuenta en su vida cotidiana en la sociedad costarricense, para volver a nutrir su mirada desde lo propio, de su lugar de partida, pero con otro afán: el de tratar que también nosotros, las otras personas que no podemos mirar con esa naturalidad desde allí, logremos percibir su mirada, logremos tener la sensación de los sentidos a veces no traducibles que los vocablos tienen en su propia cultura. Y ello implica, para nosotros, quienes lo escuchamos y leemos, desconstruir lo que ya creíamos estaba dicho sobre esa cultura, comprender que no debe pensarse como vitrina en un museo de la multiculturalidad sino como algo que interpela nuestra expectativa de una sociedad que más que multicultural, incluso más que intercultural, debe ser verdaderamente plural. En el sentido de que todas las construcciones culturales tengan en ella legitimidad.
Ditsö rukuö no es un esfuerzo nuevo en esa dirección por parte de Alí. Se sitúa como la continuación de un trabajo que emprendió desde muy joven al dejar su querida Talamanca y el seno de una familia admirable y muy respetada por ser bastión de la cultura bribri: su abuelo (o tío abuelo), don Francisco García, fue un muy afamado awá, también versado en las artes de los cantores jtsököLpa; su padre, don Silverio Morales, fue un respetado oköm; su tío, don Pedro García, también fue awá; su madre, doña Anastacia Segura, es tsiru’oköm, además de siótmi, nada menos que bisagra entre generaciones de awápa al ser la guardadora de las piedras adivinatorias sagradas de su clan tsëbLëwak.
Sí, Alí dejó ese entorno con el convencimiento de que debía lograr que la sociedad costarricense respetara y admirara la sabiduría multimilenaria de su pueblo. De allí su afán al publicar, solo o con el acompañamiento de quie nes han valorado su trabajo, textos ya clásicos y de obligada consulta para los estudiosos de la cultura bribri: Plantas de la medicina bribri; Kó késka: el lugar del tiempo. Historias y otras tradiciones orales del pueblo bribri, con Carla Jara; Ies sa´yiLíte: los ojos del alma, con Alejandro Jaén; Diccionario de mitología bribri, con Carla Jara; Cargos tradicionales del pueblo bribri: siotmi, oköm, awá; además del manual de uso en los cursos de bribri en la Universidad de Costa Rica: Se’ ë¨yawö bribriwa. Aprendamos la lengua bribri.
Si uno ve en conjunto esta profusa obra -que se acompaña además de muchas acciones, participaciones, nacionales e internacionales, apoyando proyectos didácticos y de desarrollo no solo del pueblo bribri sino de todos los pueblos indígenas costarricenses-, Ditsö rukuö se sitúa un peldaño más arriba en esa intención de educarnos a todos los y las costarricenses sobre lo bribri. Aquí nos llama la atención diciendo: ojo, si ya ustedes creían saber lo suficiente sobre los bribris pues dense cuenta que faltan aspectos esenciales, falta ahora vislumbrarlo todo desde los conceptos propios, poniéndole más atención a sus específicos campos semánticos. Hay que “aprender desde la formación de la naturaleza”, comprender desde la raíz.
Gracias, Alí, por hacernos comprender a los y las antropólogas, y a todas las personas interesadas en el estudio de los bribri, que de verdad tenemos que profundizar esa perspectiva propia, que decir que los bribris vienen de semillas de maíz es equivocado cuando más bien la expresión correcta es que los bribris germinaron como semillas de maíz y que convertimos abusivamente la metáfora en el hecho. Gracias por tantos aportes fundamentales para educarnos en una perspectiva tan propia y legítima.
Referencias
Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
Apr-Sep 2018