Al ser este el segundo número del año de la Revista Actualidades Investigativas en Educación, nos interesa compartir una preocupación cada vez más necesaria en la vida académica universitaria. En el contexto de la Universidad de Costa Rica se reconocen tres actividades sustantivas: la docencia, la investigación y la acción social. Esta última, sobretodo, expresa las relaciones, los intercambios y los vínculos con diferentes grupos, comunidades, instituciones y nacionalidades. Dichas actividades se han visto fortalecidas por las tendencias del trabajo en conjunto, por las redes académicas locales e internacionales, así como por la necesidad de evidenciar los procesos de construcción de conocimiento multidisciplinar, interdisciplinar y transdisciplinar. Todo ello es una tarea permanente en las universidades.

Este panorama, tan enriquecedor y comprometedor para la educación superior, responde a un núcleo común de la cotidianidad en los campus: la formación. Es importante reconocer que todas las acciones en el quehacer universitario contribuyen a este fin. Se trata de un proceso complejo, holístico, crítico y emancipador para el ejercicio profesional, integrado a la transformación individual y colectiva de la sociedad. Este aspecto es de suma relevancia para posicionar la perspectiva de la vida académica universitaria en contraste con una tecnocrática, la cual considera a la docencia en un sentido restringido en tanto eje del quehacer en la universidad y reducida a la experiencia de impartir “cursos”. La docencia es un espacio para la mediación pedagógica y la acción educativa, por tanto, no puede ser reducida a la experiencia de ser responsable de ofrecer cursos en las diferentes áreas del conocimiento y ámbitos para el ejercicio profesional. La docencia es la articuladora de la formación, la cual es el centro de la vida universitaria.

Ante las discusiones en torno a la educación superior y las dificultades entre lo administrativo y lo académico, se requiere tener presente que todo accionar universitario confluye en la formación de futuras generaciones de profesionales con una misión: la de transformar, con sentido humanístico, ético y planetario, la vida personal y sociocultural.

Las actividades sustantivas mencionadas (docencia, investigación y acción social) requieren ser comprendidas como complementarias e interdependientes, pues, de esta manera, muestran que la vida universitaria se centra en la formación que integralmente ofrecen para el ejercicio profesional y el compromiso con la equidad social.

Por la relevancia de cada una, es necesaria la investigación acerca de la vida universitaria, y, en particular, de la formación como su eje de desarrollo, de evaluación y de cambio.

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