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Desde abril del 2018, una de las preguntas más actuales sobre el pasado de Nicaragua tiene que ver con la historia de su movimiento estudiantil. La multitudinaria oposición juvenil contra el régimen de la familia Ortega Murillo y la masiva respuesta de muchos sectores de la sociedad nicaragüense pusieron en evidencia una larga trayectoria de lucha y organización política. En ese mismo contexto, la evocación del pasado nacional empezó a utilizarse sistemáticamente para establecer comparaciones directas con esa familia en el poder y con aquella que también lo había monopolizado por cuatro décadas durante el siglo XX. La comparación de ambas familias apelaba, y sigue apelando, al autoritarismo y al uso de la violencia en contra de las juventudes, la prensa y las personas trabajadoras, pero la recuperación y la actualización del pasado también establece comparaciones directas entre esa juventud levantada de manera notable y aquella que a finales de la década de 1970 inició un proceso revolucionario que puso fin a la dictadura que caracterizó a Nicaragua durante un largo período del siglo XX.
Actual, pero naturalmente anclada en el pasado, la pregunta sobre la historia del movimiento estudiantil nicaragüense había recibido poca atención por la comunidad de historiadoras e historiadores y los estudios más recientes sobre las juventudes del pasado de ese país se inclinaron de manera extendida a resaltar el papel de este sector de la sociedad en el contexto de la revolución sandinista. Debido a la innegable participación de la juventud en esa coyuntura, tales estudios hablan de una revolución protagonizada por muchachos y muchachas y su preocupación neurálgica fue el estudio de la década de 1970, con un especial énfasis en el papel de esas juventudes hacia su ocaso, cuyos años marcaron el nacimiento del proceso revolucionario (Bataillon; Lutte). Al enfatizar en ese período históricamente trascendental, estos valiosos estudios le prestaron una atención menor a las décadas que antecedían a la revolución y consecuentemente, seguía latente una interrogante en dos vías: ¿cuál era la trayectoria histórica de las juventudes nicaragüenses que las condujo a unir fuerzas sociales y derrocar un régimen de larga data y qué rol habían tenido las juventudes estudiantiles en la materialización de ese proceso revolucionario?
Los cuestionamientos señalados eran verdaderos vacíos que han encontrado respuesta desde noviembre del 2019 en la publicación de Students of Revolution: Youth, Protest and Coalition Building in Somoza-era Nicaragua, de Claudia Rueda. En una publicación anterior, la historiadora ya había hecho un adelanto de su trabajo sobre la década de 1940 (Rueda), pero su más reciente aporte no solamente se dedica a llenar los vacíos señalados, sino que lo hace de una manera particularmente destacada: en siete capítulos este libro presenta un completo y complejo panorama del movimiento estudiantil nicaragüense durante las cuatro décadas que se extienden desde 1937, momento en que Anastasio Somoza García asumió la presidencia de Nicaragua y hasta 1979, cuando su hijo menor, Anastasio Somoza Debayle se vio obligado abandonar el país a causa de la insurrección sandinista. ¿Cómo se estudia un movimiento social por naturaleza transitorio, un movimiento estudiantil cuyos liderazgos necesariamente cambiarían a través del tiempo?, ¿tienen las reivindicaciones políticas de las diferentes generaciones estudiantiles un hilo conductor a pesar de esa larga trayectoria que estudia Rueda?
Ese hilo conductor es la extensa oposición estudiantil contra los Somoza. Para revelar esa trayectoria, Students of Revolution expone toda una “genealogía de la disidencia” política del movimiento estudiantil nicaragüense que, a lo largo de cuatro décadas, creó una verdadera cultura insurreccional de la juventud. Para desarrollar este argumento, el primer capítulo presenta una síntesis de la historia de Nicaragua entre finales del siglo XIX y la década de 1930 para explicar el ascenso de Somoza García al poder, sus alianzas locales y el apoyo que desde ese momento recibió de los Estados Unidos, lo cual sería la innegable marca de la política nicaragüense. Como es ampliamente conocido, fue en la misma década de 1930 y a causa de su liderazgo en la oposición a los Estados Unidos, que Somoza García como cabeza de la Guardia Nacional, ordenó el asesinato de Augusto César Sandino. La llegada a la presidencia del hombre que lideró el asesinato del caudillo revolucionario, y su alianza con los Estados Unidos son las claves para comprender la oposición de los estudiantes liberales contra Somoza. Por eso, el mismo capítulo también valora la particularidad de la resistencia estudiantil en ese período, pues en una Nicaragua donde pocas personas tenían acceso a la educación, los universitarios eran un sector políticamente consciente, pero realmente privilegiado de esa sociedad: eran personas prestigiosas, se les presentaba como los depositarios del poder político en el porvenir y como la encarnación del futuro.
Basada en esa idea, Rueda argumenta que los estudiantes utilizaron tales privilegios con éxito, pero eso no les excluyó de ser víctimas de escenarios de represión, detenciones, tortura, violencia y asesinatos durante década de 1940. La presentación de esos escenarios guía la discusión del segundo apartado y evidencia cómo, a finales de ese decenio, la represión también radicalizó a los estudiantes y les hizo tomar la palabra públicamente en contra de Somoza. Ya desde este punto es posible notar el peso de la Guerra Fría en las discusiones sobre la juventud nicaragüense, cuyos argumentos permitían desestimar sus acciones y vaciarlas de contenido político. Así, aunque su oposición fue limitada y no supo ganar la simpatía de otros sectores, lo cierto es que durante esa década la juventud estudiantil se convirtió en el actor político de oposición más visible en el país. La creación de un periódico y de una universidad de corta vida no solamente materializaron esa oposición, sino que confirmaban la privilegiada posición social de los estudiantes en una lucha primordialmente orientada por principios democráticos.
Los mecanismos de represión puestos en práctica por Somoza durante la década de 1940 hicieron que para el decenio de 1950 las acciones estudiantiles se trasladaran hacia el campus universitario. Como lo exponen de manera fascinante el tercer y cuarto capítulo, esta fue una tendencia pocas veces rota, pero que dista de significar que el contenido de las protestas fuera exclusivamente académico: el movimiento estudiantil se enfrentó a la autoridad universitaria porque era su representación más cercana del somocismo y hacerlo insinuaba la necesidad de limitar su poder en la universidad y dotarla de autonomía. Esta afrenta, junto al pleno conocimiento de los estudiantes sobre cómo funcionaba el régimen, hicieron que sus mismas acciones se ubicaran en el plano de la ambigüedad, pues en ocasiones fue al mismo Somoza a quien recurrieron para buscar solución a sus problemas y la autonomía no llegó sino hasta 1958 y como decreto de su hijo, Luis Somoza Debayle, motivado mucho más por un escenario internacional en que esta era una característica casi generalizada de las universidades públicas de la región.
Apoyados en las memorias de quienes fueron jóvenes en ese decenio, ambos apartados argumentan que las limitantes de los universitarios fueron muchas y aumentaron cuando un estudiante asesinó a Somoza García en 1956, tras conocer su aspiración de perpetuarse en la presidencia. A partir de ese momento el movimiento estudiantil parece haber perdido su contenido de actor político ante el régimen, para convertirse en el enemigo personal de Luis y Anastasio Somoza Debayle, quienes sustituirían a su padre en el poder. Ambos se volvieron cada vez más intolerantes ante las expresiones de disenso, ante las rupturas en la cultura política y la reivindicación del sandinismo: las agrupaciones juveniles pasaron al plano de la ilegalidad, la represión experimentó un franco recrudecimiento, otros sectores de la sociedad empezaron a solidarizarse con los estudiantes y, aunque el lenguaje revolucionario todavía no maduraba en Nicaragua, escenarios propios de la Guerra Fría como la revolución cubana les ofrecía a los Somoza “el combate contra el comunismo” como justificante de todas sus acciones.
En su capítulo quinto, Students of Revolution presenta una discusión sobre la década de 1960 en Nicaragua en relación con los Global Sixties. Es decir, en relación con aquellos estudios sobre la Guerra Fría que han analizado ese período y proponen que en él se desarrolló un proceso de rebelión transnacional de las juventudes, cuya máxima expresión fue el emblemático año de 1968. De manera muy significativa, Rueda problematiza esta tesis al argumentar que la era de las protestas estudiantiles nicaragüenses antecedió el inicio de la Guerra Fría y paradójicamente, para esa década la represión había alcanzado niveles tan elevados, que fueron los años de mayor recato estudiantil en ese país. Así, el libro sugiere una aguda crítica al señalar que la atención transnacional sobre ese período impide ver otros espacios y otros movimientos estudiantiles como el nicaragüense que, ante la represión, sufrió un proceso de desradicalización durante esos años. Consecuentemente, los elementos más evidentes de los Global Sixties en este país fue el financiamiento que los Estados Unidos y la Unión Soviética destinaron a la movilidad internacional de estudiantes, la germinación del antiimperialismo, nutrido por las nuevas tendencias de pensamiento teológico que transfiguraron el catolicismo latinoamericano y la marcada bipolaridad en el interés por atraer a la juventud y encausar sus inquietudes políticas.
Hacia su fin, la década de 1960 desplegó un verdadero proceso de radicalización estudiantil, de capital importancia para las acciones que la sociedad nicaragüense desarrolló hacia finales de los años setenta y que pusieron fin a una dictadura familiar de cuatro décadas. Con esta propuesta, los dos capítulos finales explican el proceso de acumulación de fuerzas, el crecimiento de la militancia estudiantil en organizaciones como el Frente Sandinista de Liberación Nacional, el amplio apoyo que los estudiantes empezaron a recibir de sus familias, de las comunidades urbanas y la definitiva inclusión de las mujeres en todas las esferas de la política revolucionaria, de manera que el campus universitario se convirtió en un espacio de diálogo privilegiado. El sector docente que durante su juventud encabezó la lucha antisomocista es la muestra más clara de la “genealogía de la disidencia”; adelgazó la línea existente entre ser universitario o sandinista e hizo de la universidad y sus estudiantes la base definitiva para el apoyo al proceso revolucionario.
Décadas de oposición universitaria generaron una cultura de la disidencia que durante la década de 1970 hizo que muchos estudiantes tomaran las armas; otros acumularon fuerzas en las zonas urbanas, donde el armamento más poderoso fue el lenguaje y las novedosas expresiones artísticas que caracterizaron la cultura política de los años previos a la revolución sandinista. La agitación social aumentaría y para la segunda mitad del decenio los estudiantes de secundaria se metieron de lleno en la oposición contra Anastasio Somoza Debayle. La inclusión de los colegiales y la cadena de huelgas estudiantiles que paralizaron el sistema educativo a nivel nacional en 1978 fueron el inicio de una descontrolada serie de asesinatos contra las juventudes y el incentivo definitivo para que, quienes no lo habían hecho, se unieran al descontento contra el régimen. Ya en 1979, cuando los universitarios empezaron a tomar iglesias como método de presión, el proceso revolucionario estaba extendido y, para cuando esta triunfó, la mayor parte de los sectores sociales se habían unido a él. Así, aunque las guerrillas tuvieron un papel trascendental en las montañas, el libro muestra que las masas estudiantiles se encargaron de organizar las ciudades y de crear una consciencia verdaderamente minuciosa durante décadas de antisomocismo, de manera que la marca definitiva de la revolución sería un proceso de alfabetización nacional, protagonizado por una generosa cantidad de estudiantes para quienes la educación fue la verdadera revolución.
En conjunto, la investigación de Claudia Rueda trasciende del escenario estudiantil. Esta es una historia que se asemeja a una puesta teatral cuidadosamente preparada, en la que sus actores y actoras toman progresivamente la palabra y se posicionan en un plano protagónico, a pesar de caminar sobre una escenografía de violencia y represión política. Esta puesta también evidencia que este actor colectivo que es el movimiento estudiantil nicaragüense está presente a lo largo de toda la dictadura de la familia Somoza, por lo cual lejos de tener una participación coyuntural en la vida política de Nicaragua, fueron sujetos perseverantes de una lucha extendida y particularmente significativa de la historia de América Latina. De esta manera, Students of Revolution está lejos de ser la historia de un único país, porque refleja con especial claridad la influencia de los Estados Unidos en la región y esto le convierte en un pasaje muy completo de la Guerra Fría, de sus dinámicas, de sus participantes y de la forma en que un nutrido número de personas pusieron en práctica su agencia y eligieron el camino de la insurrección.
Ser un estudio sobre la Guerra Fría en Nicaragua permite que este libro recupere fuentes de todo tipo: periódicos, publicaciones estudiantiles, archivos nacionales e internacionales y las memorias de los hombres y las mujeres que fueron jóvenes durante la segunda mitad del siglo XX, de manera que Rueda presenta una visión minuciosa sobre el significado que tuvo la Guerra Fría en una región de Centroamérica como Nicaragua, pues ofrece una lectura “descentrada”, que ciertamente permite comprender los escenarios globales, pero que le da un papel de primer orden a la agencia que los países del “Tercer Mundo” tuvieron durante este contexto transnacional. Todo lo anterior hace que este libro sea una lectura obligatoria para cualquier persona interesada en la historia del movimiento estudiantil y de la juventud; un material imprescindible para las personas que estudian la historia de Nicaragua, Centroamérica y la región latinoamericana de la Guerra Fría. A pesar de sus aportes, Rueda es sagaz al no agotar sus temas.
Al llegar a la página final de su libro, definitivamente quedan inquietudes que circundaban al medio estudiantil nicaragüense, tales como su cultura escrita y artística. También queda pendiente conocer el vínculo entre su internacionalismo durante los años sesenta, con la masiva solidaridad transnacional que despertaría la revolución, incluso, mayores detalles sobre las acciones protagonizadas, lideradas y encabezadas por mujeres durante los años que antecedieron a las décadas finales del estudio. De tal manera, Students of Revolution ciertamente recupera notablemente la historia de un movimiento estudiantil, pero no lo hace desde la mirada del elogio: al presentar a un grupo juvenil que fue privilegiado y reprimido, que se preocupó por el sistema político y por la democracia de un país, pero que también olvidó las acciones emprendidas por algunas mujeres y que muchas veces experimentó resistencia para aliarse a otros sectores de la sociedad. Rueda escribe una historia crítica que valora el protagónico aporte de las juventudes estudiantiles de Nicaragua en la cuidadosa y larga formación de una oposición política trascendental. Es una historia que no se centra en una generación de jóvenes unidos a una revolución, sino en toda una cultura de disidencia juvenil extendida por cuatro décadas, la cual termina por dar vida al último proceso revolucionario de la Guerra Fría.
Bibliografía
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Bataillon, Gilles. Los ‘muchachos’ en la revolución sandinista (Nicaragua, 1978-1980). Estudios Sociológicos 31, 92(2013): 303-343. https://www.jstor.org/stable/23622285
» https://www.jstor.org/stable/23622285 - Rueda, Claudia. Agents of Effervescence: Student Protest and Nicaragua’s Post-war Democratic Mobilizations. Journal of Social History 52, .(2018): 332-352. doi:10.1093/jsh/shw117
- Lutte, Gérard. La Revolución de los muchachos: los jóvenes en la Nicaragua Sandinista. La construcción histórica de la juventud en América Latina. Bohemios, rockanroleros & revolucionarios, editado por Yanko González y Carles Feixa. Santiago: Editorial Cuartopropio, 2013. 407-455.
Fechas de Publicación
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Fecha del número
Jan-Dec 2020
Histórico
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Recibido
04 Mayo 2020 -
Acepto
01 Jun 2020