Ciska Raventós es una talentosa científica social que, a lo largo de su carrera académica, se ha planteado temáticas determinantes para entender la democracia costarricense. Así, ella comenzó explorando el problema del agro a partir del estudio de las transformaciones en el mundo campesino de la caficultura en la segunda mitad del siglo XX, donde analizaba la diferenciación social y también la cuestión de la inmigración temporal. Posteriormente, se decantó por explorar cómo algunas coyunturas específicas, como la nacionalización bancaria, el ajuste estructural, el Combo ICE o fenómenos políticos como el abstencionismo, han reconfigurado las estructuras sociales y la cultura política en Costa Rica. El libro que se reseña sigue esta misma tónica y está dedicado a la movilización social más importante de Costa Rica en el presente siglo: el movimiento en contra del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos. Detrás de ese ensayo de análisis de un movimiento social, empero, Raventós sigue su interés por explorar la democracia costarricense, sus transformaciones, logros, estancamientos y sombras.
Este trabajo le tomó a Raventós una buena cantidad de tiempo, no solo porque los datos que ella utilizó se produjeron mientras el movimiento estudiado se desarrollaba y se trasformaba, sino también porque ella misma, de seguro, debió esperar que las olas más altas se apartaran de la playa para visualizar mejor el mar. De esa forma, la investigadora militante del No al TLC ha sabido inspeccionar con maestría ese complejo movimiento, echando mano de una dualidad metodológica afortunada: una visión etnológica interna y un análisis con mirada externa. La espera creo que ha sido buena para ella en su análisis.
El libro está dividido en siete partes. Primero, la autora presenta el contexto en que surge su trabajo, las fuentes que utilizó y delimita el espacio social en el cual se concentra su estudio. Luego, construye una cronología muy puntual sobre la disputa provocada por las negociaciones y aprobación del TLC. En este apartado, ella concibe cinco periodos que se delimitan por puntos determinantes de la coyuntura: 1. el inicio de la negociación y firma del TLC; 2. el impasse que produjo el expresidente Abel Pacheco al no enviar el texto a la Asamblea Legislativa, 3. las elecciones del 2006 y el retorno de Óscar Arias al Ejecutivo, blandiendo la bandera del Libre Comercio; 4. el inicio de la campaña del referendo y la derrota del NO; y 5. la aprobación de la agenda de implementación.
El tercer capítulo profundiza en el relato oficial de COMEX y de los negociadores sobre la elaboración de la posición nacional con respecto al Tratado y cómo esa narrativa se enfrenta con otras donde se muestra la desconfianza producida por los negociadores nacionales ante sus secretismos, manipulaciones de la información y su inicial propaganda para presentar el TLC como un paso, o dos, hacia adelante del país. El cuarto capítulo avanza para entender la organización del heterogéneo grupo que enfrentaría el Tratado. En este punto, la autora se enfrenta a una historización sobre las movilizaciones sociales que precedieron el Movimiento del NO y cómo podrían haber producido patrones de asociación y de lucha contra las políticas de reforma del Estado y apertura de los monopolios públicos. Raventós deja ver el Movimiento del NO en su complejidad y sus contradicciones desde el inicio y da evidencia de las luchas internas que ese movimiento atizó entre sindicatos, partidos políticos y otros opositores al Tratado. La autora además irrumpe en el análisis de los diversos sistemas de acción colectiva y las diferencias que se presentaron entre los sectores de la oposición al tratado con respecto a la ejecución de esas acciones.
El capítulo cinco aborda la constitución, el perfil y las acciones de los comités patrióticos; mientras que el sexto capítulo se enfrasca en un fresco análisis de experiencias de activistas de esos comités y la manera en que esas voces dan luces sobre motivaciones e insatisfacciones de personas específicas sobre el Movimiento del NO. El último capítulo propone una amplia reflexión sobre el Movimiento del NO en perspectiva histórica y en las posibles transformaciones culturales y políticas que se evidencian en esa difícil coyuntura entre el año 2002 y el 2007. El libro también tiene cinco útiles anexos en donde la autora comparte documentos que evidencian discursos, palabras claves, símbolos y signos de ese Movimiento del NO.
En lo que sigue, quisiera proponer algunas de las ideas que la lectura de este libro me ha provocado y, luego, intentar hablar de la forma en que este trabajo brinda muchas pistas para entender la fractura social que vive la Costa Rica presente.
Un elemento central del análisis del texto es el examen de la coyuntura histórica. La autora devela un tremendo arrastre de pequeñas fracturas sufridas por la sociedad costarricense en la segunda mitad del siglo XX, las cuales van configurando, sin que eso fuera inevitable, una fuerza de insatisfacción social que se asemeja a una cabeza de agua que retumba en el final del siglo XX con el llamado Combo ICE, cuya explosión social no fue prevista ni por políticos ni por científicos sociales, quienes más bien hablaban de un país con un movimiento social dormido. Esa visión pesimista sobre la fuerza popular era muy injusta, en tanto que fue gracias a diversos movimientos sociales que las políticas neoliberales se habían combatido desde la década de 1980.
Antes bien, pienso que esa posición da cuenta de una insatisfacción entre la generación que vivió la revolución Sandinista y creyó en el triunfo de las utopías, pero experimentó el final de ese sueño. Ciertamente, el paisaje social de la década de 1990 se parecía muy poco al del final de la década de 1970 y aquella generación no podía leer con claridad, pareciera, la configuración de imaginarios sociales que estaban motivando la construcción de nuevas formas de acción social. La coyuntura que recrea Raventós evidencia un imaginario teórico analítico que colapsaba y de otro que producía una tremenda relación entre lo que venía del pasado y lo que se imaginaba hacia el futuro. De esa forma, tal y como leo este texto, me parece que ese desfase entre experiencia revolucionaria y nuevos jóvenes que se movilizaban a tapar calles contra el Combo ICE es uno de los aspectos más desafiantes de cualquier interpretación de lo que pasó en el país entre el 2000 y el 2007. La generación que vivió la revolución Sandinista soñaba con transformar el mundo burgués y anular sus instituciones; la que vivió el Combo ICE y también la que abarrotó las calles contra el TLC no plantearon su imaginario en esa vía, sino que construyeron versiones nobles sobre el pasado del país y sus instituciones. En diversas formas, se enfrentaron a la idea de que esa estructura social y política pudiera cambiar.
Una de las consignas del Movimiento del NO, como documenta la autora, tiene que ver con una idealización del llamado Estado socialdemócrata, sus instituciones y sus logros. Esto es particularmente interesante. En el movimiento contra el Combo y en del NO al TLC se vislumbran asociaciones simples entre monopolio del Estado y la idea socialdemócrata del bienestar de las mayorías; entre un Estado útil a la ciudadanía, gracias a sus sistemas escolares y de salud, y el derecho popular a tener acceso a ambos servicios de forma democrática. Esa parte de la Costa Rica del 2000-2007 concebía las instituciones como el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) y la educación pública como profundamente determinantes del éxito del país en materia social y las defendía como intocables. En esa vía, el Movimiento del NO llegó a construir la idea de que el TLC “centroamericanizaría” a Costa Rica. Este fue un discurso profundamente patriótico y aceptable que relacionaba lo mejor del país con su institucionalidad pública. Lo anterior hizo que se hinchara el pecho de quienes se enfrentaron al TLC. Empero, esa visión tan nacionalista quizás haya promovido un proceso problemático.
El discurso de la diferencia costarricense, de esa forma y sin planificarlo, pudo haber dado fuego a la hoguera de un discurso nacionalista que hasta hoy invade las contradicciones de los movimientos sociales del país: defender el país que somos, depende, de diferenciarlo de los otros países de la región y, con ello, recrear la diferencia costarricense frente a lo externo centroamericano. De ahí a la xenofobia el paso puede ser pequeño. Así, el actual movimiento en ciernes fascista que pretendía enfrentar refugiados nicaragüenses hace unas semanas insiste en la idea de que esos servicios e instituciones estatales como la CCSS o la educación pública han sido saqueados por esos migrantes. Es decir, la articulación del discurso nacionalista del NO, tan fundamental en el movimiento, también pudo haber discursos de exclusión que adquieren un cierto carácter popular hoy en día.
La cuestión de la cultura política desentrañada por Raventós es también inquietante porque en su análisis de los comités patrióticos, ella descubre otra ruptura entre la política de antaño y la vivida de forma diferente en la primera década del siglo XXI. Esos comités, en general, desconfiaban profundamente de los partidos políticos y trataron de mantener su independencia frente a ellos y los sindicatos; mientras que, en un movimiento de fuerzas contrario, los partidos y los sindicatos intentaban monopolizar el movimiento y presentarse como los líderes de aquello. ¿De dónde procedía esa desconfianza que fue atizada por la forma en que el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) desarrolló el referéndum del 2007 a partir de la estructura electoral de los partidos políticos? La respuesta a esa pregunta es muy difícil de encontrar.
Hacia la primera década del siglo XXI el bipartidismo oficialmente inaugurado en la década de 1980, pero realmente perceptible desde la década de 1950, vivió un remezón que casi lo liquida. Ya desde la década de 1990 se hablaba del PLUSC, como lo indica la autora, y eso revelaba la idea popular de que no había diferencia entre las metas políticas del Partido Liberación Nacional (PLN) y de los socialcristianos del Partido Unidad Socialcristiana (PUSC). En el nuevo siglo, surgieron otros partidos y los escándalos de corrupción afectaron al PUSC y al PLN, lo cual permitió que el Partido Acción Ciudadana (PAC) ascendiera con su discurso moral sobre el manejo de la cosa pública, que tantos dolores de cabeza le causó en la última elección por efecto del escándalo del cementazo y que otros partidos como el Movimiento Libertario (ML) o el Frente Amplio (FA) también crecieran y decrecieran, según el contexto electoral.
En ese marco, apareció como un problema determinante el aumento del abstencionismo (algo también estudiado por Raventós); en tanto que una buena parte del electorado se volvió muy volátil: si se comparan las elecciones del año 2014 y las del 2018 con los resultados a diputaciones del FA, se percibe que el electorado no castigó a ese partido, sino que el Partido Restauración Nacional (PRN) se lo llevó. Esta constatación nos arrastra al problema que tienen las izquierdas nacionales desde la década de 1980 y que se juntó con la misma neoliberalización del PLN en el inicio del siglo XXI: al autodestruirse las izquierdas (la del Partido Vanguardia Popular en la década de 1980 y la del PLN en los inicios del presente siglo), construyeron un vacío político que se llena parcialmente cada cuatro años con opciones disímiles que atraen a ese electorado inestable que no sabe quién los representa. Lo anterior ya lo mostraba el Movimiento del NO, como bien lo examina Raventós.
Un tercer elemento del que quisiera llamar la atención es el del caudillo. El referéndum confrontó la cultura caudillista tradicional (con Óscar Arias a la cabeza) con una nueva estructura donde se pretendía producir la política en forma horizontal (la de los comités patrióticos). En un momento, el NO tuvo que acomodarse nuevamente en el factor caudillista al llevar a Eugenio Trejos a la cabeza de la representación, hasta convencerlo de que podía ser un candidato presidencial. ¿Por qué algo así pasó? La autora nos dice que eso tuvo que ver con una estrategia para resolver públicamente las múltiples diferencias entre los movimientos que componían el No, pero esa respuesta no termina de convencer. Al volver al líder, el Movimiento del NO renunció a la posibilidad de cambiar la cultura política del siglo XX y con ello falló en poder reconfigurar la simbología de la lucha. En esa vía, se entiende perfectamente que de repente apareciera la imagen de Juan Rafael Mora Porras en los carteles de protesta y que fuera también el contexto en que un grupo se organizó para oficializar esa figura como la del campeón de la libertad costarricense. De esa forma, la pérdida de la lucha contra el caudillismo llevó a una nueva institucionalización de una historia caudillista oficial del país que sigue definiendo al PAC, por ejemplo, hasta hoy. De hecho, la figura de José Figueres fue también renovada en los últimos años y aparece como la de un hombre fuerte que podría resolver todos los problemas sociales, económicos y hasta culturales del país si todavía viviera. Obviamente, eso pasa por la idea de mano dura y de autoritarismo que implica el caudillismo.
Me parece muy atrayente el intento de Raventós por comparar las movilizaciones contra el Combo y contra el TLC con aquellas de la década de 1940. Al respecto, solo quisiera anotar lo siguiente: la década de 1940 fue un periodo de transformación social y política en relación con el pasado liberal (1870-1940), en muchas vías, y de composición de un movimiento social de clase trabajadora que fue aniquilado por la guerra civil de 1948. La década del 2000 fue similar en ese sentido: enfrentó el pasado socialdemócrata con la narrativa de futuro oficial del TLC y terminó sepultando al movimiento más prometedor tanto por las vías institucionales (la del referéndum) como en su posible organización de lucha social. En ese sentido, el 48 y el 2007, pienso, son puntos de inflexión que muestran la fuerza social del país, pero también mucho del conservadurismo costarricense.
Un último asunto, entre muchos otros que alienta este valioso libro, es el monopolio del recuerdo de los movimientos sociales. De varias formas, las luchas más importantes de las últimas décadas examinadas por la autora, es decir, la del Combo ICE y la del NO al TLC, han sido olvidadas y no han logrado institucionalizarse en términos de la celebración en el calendario de las luchas sociales, ni en términos de dominio de sus enseñanzas en la estructura de la memoria. De esa forma, son movimientos anteriores, como la lucha contra ALCOA, los cuales siguen dominando esa memoria y recreando la idea de que el costarricense es pasivo y contrario a los movimientos sociales. Este asunto también tiene una naturaleza generacional y de poder que debería ser discutida: la generación de 1948 y la generación de ALCOA ascendieron y dominaron las instituciones públicas, respectivamente, y lograron con eso institucionalizar sus relatos de lucha. La generación antiCombo y antiTLC no lo ha hecho.
Este libro de Ciska Raventós debería estar destinado a ser ampliamente discutido por científicos sociales, por dirigentes sociales y por sus bases y por estudiantes de secundaria y universitarios. La autora nos devela una parte de la Costa Rica que hemos sido y de la que somos parte hoy y nos da vías para evidenciar las complejas dicotomías del presente y las contradicciones de las que somos parte. La última elección presidencial, las luchas aplazadas por el Ejecutivo y por muchos diputados de la actual Asamblea Legislativa y la Sala IV, la xenofobia galopante, la puesta en duda de la ciencia, la lucha contra programas de sexualidad y otros de esos fenómenos están en la cicatriz social y política creada a inicios del siglo XX. Leer el libro de Raventós brinda muchas herramientas para ver cómo podríamos proceder quienes pensamos que las Ciencias Sociales tienen un compromiso que va más allá de las aulas
Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
Jan-Dec 2018
Histórico
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Recibido
29 Ago 2018 -
Acepto
06 Set 2018